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lunes, 30 de enero de 2012

Las civilizaciones perdidas del Amazonas

Pese a la seguridad con la que los libros de texto insisten en reconstruir la historia de nuestro planeta a partir de la interpretación de los restos materiales que el implacable paso del tiempo ha ido reduciendo a escombros (en el mejor de los casos) , lo cierto es que no tenemos ni la más remota idea de qué cosas han pasado, ni cuándo, ni cómo. Son todo especulaciones, opiniones de expertos cuya validez se basa a menudo más en la cantidad de libros que se han metido en la cabeza (como archivos hemos cargado en un ordenador) que en la calidad de sus razonamientos a partir de tanta información y que sin embargo se presentan como poseedores de la verdad. 

De entrada, vemos el mundo a nuestro alrededor y pensamos que siempre ha sido así. La vida de los homo sapiens resulta tan breve y su conciencia, tan limitada, que pocos se toman la molestia no ya de investigar en serio sino siquiera de imaginar con un mínimo de coherencia y con la mente libre de prejuicios los actos previos que se desarrollaron en la tragicomedia en la que participamos desde que alguien alzara el telón hace..., ¿quién sabe cuántos millones de años?

Un ejemplo claro radica en el Sahara: el desierto más conocido del mundo y, por cierto, uno de los lugares más recomendables (por lo sobrecogedor) para sentarse y reflexionar tranquilamente acerca de los porqués de la existencia. Este devastado escenario de soledad y temperaturas extremas, poblado de dunas fantasmales y hoy tan poco apetecible para la inmensa mayoría de los mortales (a no ser para sacarse unas fotos turísticas en plan Lawrence de Arabia) fue no obstante el mayor Edén de la Tierra, mucho tiempo atrás.

Sólo muy recientemente se ha comprobado que los hoy extensos, baldíos y desolados territorios del Sahara estuvieron en su día poblados por grandes selvas fertilizadas y alimentadas por grandes ríos tropicales, de manera que la región albergaba una riqueza de flora y fauna similar (o superior tal vez) a la de las actuales junglas. Un vergel lujurioso que, hoy se calcula, pudo terminar de desecarse y desertizarse hacia el año 8.000 ó 5.000 antes de Cristo, aunque nadie sabe cómo ni por qué. Resulta difícil, observando hoy ese monótono y estéril paisaje amarillento, creer que todas esas toneladas de arena es lo que queda de un paisaje una vez paradisíaco. 

Paisaje en el que, además, también vivió el hombre, que pobló aquellos lugares con diversas tribus cuya evolución nos es prácticamente desconocida: ¿Llegaron a construir ciudades o fueron simples nómadas errantes? ¿Construyeron alguna civilización de importancia, hoy sepultada bajo las arenas (hace poco nos han descubierto las ruinas de los garamantes, aunque éstos son mucho más próximos en el tiempo, en la hoy castigada y semianiquilada Libia)? ¿Qué sabían del mundo y de sí mismos? Aquellos hombres dejaron rastros de sí mismos en diversas muestras de arte prehistórico, la más interesante de las cuales es la que encontramos en la meseta argelina de Tassili N'ajjer, con la representación de los misteriosos "Cabezas Redondas", incluyendo al Gran Dios Marciano (Henry Lothe dixit) que data de hace más de 8.000 años...

Otro ejemplo de que la Antigüedad esconde multitud de secretos, incluyendo la existencia de civilizaciones y culturas acerca de las que nada sabemos aunque tantas fatuas y arrogantes cátedras de las universidades contemporáneas prediquen que lo tenemos todo "bajo control", lo encontramos en Brasil. Un ganadero de 62 años llamado Edmar Araújo descubrió en su heredad familiar de Río Branco, en el Amazonas brasileño, una serie de líneas trazadas sobre la tierra cuya existencia ignoraba y que en principio atribuyó a las trincheras cavadas en el conflicto que enfrentó a los habitantes de la región con los bolivianos a comienzos del siglo XX, ya que la profundidad de algunas de ellas es de hasta seis metros. Un análisis detallado del lugar demostró que no era así. 

El académico brasileño Alceu Ranzi, que contribuyó a descubrir y catalogar estos extraños dibujos sobre el suelo (cuadrados, círculos, óvalos, rectángulos y hasta octógonos) como los que aparecen en esta imagen de la derecha comparó los geoglifos con las tan famosas como enigmáticas Líneas de Nazca, ubicadas en el sur del Perú.

¿Quién cavó esas líneas? ¿Por qué lo hizo? ¿Cuándo? ¿Y qué significan? Misterio...

Los geoglifos aparecieron gracias (o por culpa de) la deforestación que en los últimos decenios ha arruinado gran parte de la naturaleza virgen del entorno amazónico. O de lo que hasta hoy se consideraba naturaleza virgen, porque su existencia demuestra que las junglas en teoría no habitadas de la región pueden haber albergado, quién sabe cuándo, una presencia humana importante. El escritor norteamericano Charles C. Mann plantea en su obra 1491 la posibilidad de que determinadas regiones amazónicas hubieran servido como "residencia" de poblaciones importantes (habla de miles de personas) en ciudades interconectadas por redes de caminos que nunca fueron halladas por los conquistadores españoles o portugueses en un primer instante, ni por sus descendientes criollos más tarde... Recordemos la cantidad de historias sobre ciudades perdidas que han florecido en la región. Desde la búsqueda de El Dorado hasta la desaparición del británico Percy Fawcett en 1925 cuando buscaba la Ciudad Z o la crónica de Tatunca Nara y los Ugha Mongulala que conocimos en los años 80 del siglo pasado.

Ranzi y otros investigadores de diversas nacionalidades han descubierto ya, gracias a las imágenes vía satélite de alta resolución y a sus más cercanos avistamientos aéreos con avionetas, cerca de 300 geoglifos en el estado brasileño de Acre, 30 más en los de Amazonas y Rondonia y otros 70 en el fronterizo territorio boliviano. Uno de los científicos actualmente encargados del asunto, el arqueólogo Denise Schaan, de la universidad federal de Para, afirma que las pruebas de radiocarbono dan a las líneas una antigüedad de entre mil y dos mil años. No parece mucho tiempo para que la selva hubiera crecido como lo hizo hasta esconderlos por completo (y teniendo en cuenta que sólo la deforestación volvió a dejarlos al descubierto), aunque también es posible que hubieran sido reconstruidos varias veces durante ese tiempo.


Paradójicamente, el descubrimiento de estas enigmáticas líneas puede suponer también su desaparición en un país como Brasil cuya administración amazónica ha demostrado en numerosas ocasiones estar plagada de inútiles y de corruptos: no hay más que ver cómo han fracasado sucesivamente todos los "brillantes" planes políticos trazados desde Brasilia para frenar la deforestación. Y es que los geoglifos estuvieron a salvo mientras la jungla los ocultaba pero en este momento muchos de ellos están siendo afectados ya por los ganaderos y terratenientes que construyen caminos sobre ellos o los llenan de agua para utilizarlos como abrevaderos de su ganado. 


Sumemos a todo esto los cerca de 130 bloques de granito, algunos de ellos de hasta tres metros de altura, descubiertos en 2006 alrededor de una colina como si formaran una colosal corona de unos 30 metros de diámetro, y ya definitivamente tendremos que expulsar de la cabeza la idea de que los únicos habitantes del Amazonas, antes de la llegada de los conquistadores europeos, fueron unos pocos indios con cerbatana y sin tecnología ninguna. Estos restos líticos fueron encontrados también en territorio brasileño amazónico, aunque en este caso en un lugar muy diferente: cerca de la frontera de la Guayana francesa. Como todas las construcciones pétreas y enigmáticas de este tipo, el primer uso que se ha sugerido para ella es el de grandioso observatorio astronómico. Y es que parece que en el solsticio de invierno, justo el 21 de diciembre, uno de los bloques se alinea con el Sol, de manera que su sombra desaparece en cuanto el astro rey se coloca perpendicular a él y sólo reaparece cuando empieza a ocultarse. La antigüedad de este complejo es de hasta 2.000 años: coincidente, pues, en el tiempo con las líneas del estado de Acre.





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