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lunes, 12 de marzo de 2012

Después de mí, el Diluvio

El mundo permanece bajo las tinieblas..., aunque en el fondo creo que siempre lo ha estado. Pero ahora son tinieblas físicas: cielos cubiertos, aires oscuros. Empezará a llover enseguida, y con fuerza... Utnapistim dijo que sucedería... Su familia se apresura a embarcar en la gran nave de madera. Hace un par de días terminaron de acomodar allí a todos los animales. Ahora son ellos los que se encierran en el arca monstruosa, todavía varada sobre la tierra gracias a los andamios de madera. En lo más alto, asomado a la borda, el viejo jefe del clan me dice adiós sin mayor emoción. Contesto su saludo. Me sorprende su firaldad, cuando recuerdo la locura y la pasión que siempre le caracterizaron. Esa pasión con la que asustaba a todos con sus historias sobre el fin del mundo...

No era tan radical de niño. Su padre, un próspero comerciante, me propuso ser su tutor y yo acepté porque el chaval, tímido, de ojos grandes y cabello rizado, me cayó bien. Me esforcé por enseñar al pequeño Utnapistim todo cuanto yo sabía. Le hablé en especial sobre los muchos cultos del mundo, y la importancia de que cada uno tolerara a los demás. La vida sólo puede prosperar a través de la diferencia. El día no existe si no hay noche, no existe el grande sin el pequeño, ni el calor sin el frío.

Pero un día sintió la llamada del dios de sus padres. Entró en su templo, guardado por hombres armados y fanáticos. Y le perdí.

Su fe no me gustó nunca. No hay un dios que no exija adoradores y sacrificios pero el suyo no se conformaba con eso. Quería todos los adoradores y todos los sacrificios. Pretendía ser el único dios. Escupí sobre el narcisismo de semejante divinidad y me fui a cabalgar con mi compañera Ekua. No volví a ver a Utnapistim hasta la semana pasada.

Habían transcurrido muchos años, pero reconocí enseguida al antiguo niño ahora un hombre maduro, porque aun conservaba los mismos ojos redondos con los que miraba asombrado y temeroso el mundo a su alrededor. Le salvé la vida, cuando estaba a punto de morir ahogado en el río bajo el peso de un tronco demasiado grande para él. Al calor de un fuego reparador y delante de una sopa caliente, me habló del Diluvio que llegaría, en agradecimiento por mi oportuna ayuda. "Será terrible", dijo, "Dios ya no soporta la iniquidad del mundo y está dispuesto a arrasarlo, a destruirlo por completo. Toda la humanidad perecerá bajo su ira, ahogada en sus aguas. A mí me avisó, me mandó construir una nave. Yo talo los troncos y, río abajo, mis hijos los recogen. Con ellos preparamos nuestra salvación en una nave donde guardamos las plantas y los animales con los que repoblaremos la tierra una vez finalice esta terrible ordalía. Pero ahora te debo la vida. Ven con nosotros y trae a Ekua contigo. Os salvaremos también, os llevaremos al nuevo mundo..."

El pobre Utnapistim... Su locura y su fanatismo religioso terminaron por cegarle. Rechacé su proposición, por supuesto. ¿El mundo entero pereciendo por la estúpida cólera de un pequeño diosecillo que provocará la mayor inundación de todos los tiempos? Y Ekua y yo, dentro de ese arca desagradable ¿por quién sabe cuánto tiempo? Aún en el improbable caso de que sus delirios se hicieran realidad y se desatara realmente el Diluvio Universal, nosotros somos centauros ¡y ningún centauro sería capaz de sobrevivir en semejante  prisión de madera ni una, ni dos, ni cuarenta tristes noches con sus cuarenta tristes días!







 

1 comentario:

  1. Esto parece, y mucho, al estado dictatorial, iluminado y gerontocrático del Israel actual con su espada de Damocles (enorme arsenal de armas atómicas) dispuestas a usarlas un día de estos.
    Algún poderoso judío como Rockeller & family, o los Rothschild, o quizás Lazard Freres, Lazard Brothers -¡Dios los cría y ellos se juntan!-, pueden ser los armadores de esa nave, hablando en términos conspiranoicos.
    "... "Será terrible", dijo, "Dios ya no soporta la iniquidad del mundo y está dispuesto a arrasarlo, a destruirlo por completo. Toda la humanidad perecerá bajo su ira, ahogada en sus aguas. A mí me avisó, me mandó construir una nave..." . (j&A)

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