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lunes, 29 de octubre de 2012

Lee Jun-fan nos machaca

Cuando empecé mis estudios en la Universidad de Dios estaba convencido de que en breve aprendería suficientes conjuros y hechicerías como para convertir a todos mis enemigos en un montón de carbonilla sólo con recitar las palabras mágicas adecuadas y sin necesidad de tener que levantarme del sofá. Gran error. En contra de las creencias de los neófitos, el desarrollo de la divinidad requiere una serie de trabajos y esfuerzos sostenidos que no tienen nada de sencillo y desde luego no se parecen a la hechicería ni a lo que el vulgo suele denominar magia. 

Una vez que uno ha adquirido cierto dominio sobre esos conocimientos, es cierto que puede presentarse ante el mundo y actuar sobre él con gran parafernalia y asombro de los homo sapiens corrientes, que enseguida creerán estar ante un gran brujo con poderes sobrenaturales, pero la verdad es que todo esto tiene un coste energético elevado. Lo del Harry Potter de turno consiguiendo grandes efectos con una varita mágica de forma casi gratuita es pura fantasía: uno puede agotarse hasta quedar al borde de la muerte si se excede en el uso de los poderes mágicos.

Es por eso por lo que el Rectorado de la Universidad se empeñó en que todos los alumnos fuéramos sometidos a una estricta disciplina física para ponernos a tono y enseñar a defendernos ante cualquier peligro empleando tan sólo los recursos corporales normales. Ahí fue cuando nos sometieron a las demoledoras clases de Lee Jun-fan, nuestro implacable profesor de Destrucción del Paradigma a través de la Educación Física, emperrado en convertirnos en una especie de armas humanas, mediante la adquisición de determinadas técnicas de combate.

El primer día de clase nos formó a todos en el patio del pabellón de deportes y nos advirtió:

- Encerrarse en lo físico conduce al engreimiento y la rigidez, y a perder lo sutil y delicado. Limitarse sin embargo a lo intelectual, os llevará al idealismo, al exotismo..., y os restará eficacia y visión de la realidad. El entrenamiento está muy olvidado: se concede demasiado tiempo al desarrollo de la destreza y demasiado poco al desarrollo del propio individuo mediante su participación. El entrenamiento trata no con un objeto sino con el espíritu humano, con las emociones humanas... E implica disciplina de la mente y potencia y resistencia del cuerpo. Entrenamiento no sólo significa el conocimiento de las cosas que constituyen el cuerpo sino también el de las cosas que lo destruyen o lo dañan. Así que todo el mundo a correr alrededor del patio.

Y ahí nos tuvo, trotando y dando vueltas durante la hora de clase. No hicimos otra cosa. Si alguno se cansaba y reducía el ritmo o incluso trataba de simplemente caminar, Lee Jun-fan iba junto a él y empezaba a darle tobas en las orejas, hasta que el sufrido alumno se veía forzado a volver a correr para quitárselo de encima.

Resoplábamos y sudábamos, corriendo alrededor del patio interminable y él no paraba de exigirnos más.
 
- ¿Por qué protestáis? ¿Por qué sois incapaces de correr? A diario en vuestra vida normal tenéis oportunidades para ejercitaros y reforzaros físicamente, pero no lo hacéis. Caminad siempre que podáis, aparcando el coche más lejos del lugar a donde vayáis. Evitad siempre el ascensor: en lugar de ello subid andando por las escaleras. Cultivad vuestra conciencia imaginando que alguien os ataca mientras estáis sentados, de pie, tumbados, haciendo lo que sea..., y enfrentad mentalmente el ataque con movimientos diferentes: los movimientos simples son siempre los mejores. Practicad el equilibrio quedándoos sobre un solo pie al vestiros o calzaros o simplemente mientras esperáis a alguien. Inventad vuestros propios ejercicios, siempre flexibles, siempre preparados, siempre en una posición de alerta tranquila, como el gato. Debéis conseguir un cuerpo de póker, que no es otra cosa que un cuerpo que no revela a los demás nada acerca de sus posibles movimientos, de la misma forma que una cara de póker nada revela a los demás acerca de sus posibles cartas.
   

Cuando sonó la campana de fin de la clase y nos dejó por fin descansar, estábamos todos convertidos en papilla, completamente derrotados. Y eso que era sólo el comienzo del curso de este año. Al salir del patio del pabellón  deportivo, un alumno le preguntó si no le parecía que había sido un poco duro para ser el primer día de clase. Serio y enigmático, como de costumbre, Lee Jun-fan replicó:

 
- Para llegar a ser diferentes de lo que somos, primero tenemos que tener alguna conciencia de lo que somos.









 

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