- … en resumen: el viaje en el tiempo a
bordo de una máquina con destino a una época diferente del pasado o
del futuro es una completa, total y absoluta imposibilidad física y
hasta diría que matemática, a pesar de algunos planteamientos un
poco, digamos, “osados” por parte de algunos colegas. Déjenselo
a los guionistas de comic y a los directores de películas de ciencia
ficción. Nosotros me temo que tendremos que conformarnos con seguir
utilizando la única máquina del tiempo que sabemos funciona
razonablemente bien: el reloj.
El eminente doctor Phil Connors, premio
Nobel de Física y Química y uno de los científicos más
prestigiosos vivos en el mundo, tomó todas las hojas de su discurso y
las sacudió conjuntamente sobre el atril para dar a entender que
había finalizado la charla, mientras recibía una ensordecedora
salva de aplausos del repleto auditorio.
El profesor James Cole, uno de los organizadores del simposio se levantó de
la mesa presidencial en el estrado y se acercó sonriente y
aplaudiendo con gesto complacido hasta el doctor Connors, antes de
darle la mano con fervor y, pidiendo un poco de silencio a través
del micrófono, dirigirse al público:
- Después de las explicaciones del
doctor me quedo más tranquilo, pensando que ningún descendiente mío
va a viajar en el tiempo para venir a matarme por cualquiera que sea
el pecado que pueda cometer en los próximos años -comentó irónico,
antes de pedir un nuevo aplauso para la celebridad investigadora.
Connors saludó de nuevo a los
asistentes y abandonó el lugar con urgencia. Había pactado media
hora de discurso, aparte del encuentro con los periodistas aquella
misma tarde, y no tenía intención de dedicar un minuto más a su
compromiso, pese a la exorbitante tarifa económica, viaje y
alojamiento incluidos, que cobraba por su presencia en este tipo de
seminarios.
Abandonó el Edificio de Congresos y
Exposiciones y facilitó la dirección de su hotel. El trayecto fue
rápido y, al llegar al hall del establecimiento de lujo, advirtió al encargado de que nadie le molestara. No debían pasarle ni una sola llamada
telefónica hasta que volviera a bajar de la habitación, más tarde.
Estaba harto, necesitaba unas
vacaciones e iba a tomárselas en ese mismo momento. Tres semanas
junto al mar, por lo menos. Abrió su maletín personal y extrajo el
collarín de reintegración. Mientras esperaba que el flujo de
condensación de partículas fuera acumulándose hasta conseguir la
masa crítica necesaria que le permitiera abrir la puerta interdimensional, se
despojó de la estúpida e incómoda ropa característica de
principios del siglo XXI en aquella versión tan primitiva de la
Tierra y esperó, completamente desnudo, a que se formara la apertura
ante él.
- Viajes en el tiempo... -masculló- Sólo a este puñado de idiotas se les podía ocurrir que algo así fuera posible. Estoy deseando terminar con este estúpido
trabajo como explorador y quedarme en mi propia dimensión.
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