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viernes, 3 de octubre de 2014

Once more!

Tempus fugit, decían los antiguos latinos con toda la razón del mundo. Me fui ayer de vacaciones a Walhalla y resulta que hoy ya han pasado los tres meses que me habían concedido los dioses y he debido abandonar de nuevo mi Casa de Origen para regresar a este planetilla de segunda clase donde según mis profesores de la Universidad de Dios "progreso adecuadamente" en mi carrera (aunque llevo ya veintintantos años terrestres para haber llegado sólo a Tercero..., menos mal que soy inmortal). Vuelvo a mi apartamento en el campus de la Universidad y me lo encuentro silencioso y gatuno, como de costumbre tras el verano, puesto que Mac Namara ha mantenido a salvo el fuerte pero al precio de caracterizarlo más como cueva felina que como hábitat humano. Ahora toca reacondicionarlo de nuevo. Siempre cuesta volver a empezar y más cuando se trata de retomar las cosas serias, así que he pensado mucho en suspender las publicaciones en esta bitácora a fin de obtener más tiempo para mí y poder proseguir ciertas interesantes investigaciones que comencé hace un tiempo. Y he estado a punto de hacerlo. Sin embargo, se me han aparecido los padrinos de Fácil para nosotros, los Otto-al-cuadrado cuyos estandartes figuran al frente de la página, y han empezado a recriminarme hablando de responsabilidades asumidas, combates sin tregua y otras zarandajas típicas del concepto aquél de morir con las botas puestas, así que no me ha quedado más remedio que prometerles que seguiré al estilo de Enrique V "once more unto the breach, once more my friends", al menos durante esta temporada.

Y eso que las cosas no han cambiado demasiado desde que me fui a finales de junio. Resumiendo muy mucho, en España continúa el golpe de Estado blando encabezado por los independentistas catalanes ante un gobierno central tan atolondrado como acomplejado (no podría decir cuál de estas dos características es la más presente en este momento) mientras el enésimo fantoche desembarca en la política española disfrazado de mesías y dispuesto a hacerse millonario como todos los demás a costa de la credulidad de la gente, tan harta como desesperanzada. En Europa, los mismos de siempre siguen estrangulando financieramente la posibilidad de prosperar mientras destruyen social e históricamente nuestras raíces (aunque ahora toca enviar mensajes de supuesta recuperación económica). En Estados Unidos, el Nobel 
"de la Paz" sigue planeando y/o ejecutando diversas guerras de baja intensidad por el mundo de acuerdo a los intereses no de sus propios ciudadanos sino de otros muy diferentes. En el resto del planeta siguen campeando a sus anchas los cuatro Jinetes del Apocalipsis, alimentando a diario los templos de Moloch con el sacrificio de los ¿inocentes? La Tierra sigue siendo un escenario saturado de robots, de humanoides replicantes que defienden su identidad de seres humanos reales como si de verdad lo fueran, sólo porque desde el punto de vista físico se parecen a ellos. Resulta irónico que una de las películas de Ciencia Ficción más famosas del mundo, incluso entre aquellos que ni aman ni comprenden la Ciencia Ficción sea hoy Blade Runner, la historia de un especialista en "retirar" replicantes.

En este escenario, hace unos días tuve ocasión de conocer y charlar con uno de los nuevos gurúes del conocimiento: Yuval Noah Harari, un profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén que por algún motivo que sólo el sector editorial internacional conoce ha convertido en best seller uno de esos libros de divulgación científica que aspiran a merecer el título de "auténtico heredero" de los trabajos de Charles Darwin, pero en tamaño condensado (apenas 500 páginas). El estudio, que por cierto es muy ameno de leer con independencia de lo que se pueda opinar sobre su contenido (ya han aprendido que no basta con apabullar con datos, hay que convencer amablemente), lleva el significativo y narcisista título de De animales a dioses: breve historia de la humanidad. Cualquiera que haya seguido habitualmente esta bitácora y conozca nuestra opinión sobre la mitología, o que sepa algo más acerca de ciencia (y me refiero a los efectos de la ley de la entropía), deducirá de inmediato que Mac Namara y yo no podemos considerar este título más errado puesto que la realidad sería más bien la contraria: la historia de la humanidad es la historia de Dioses caídos que han terminado enjaulados como Animales. En todo caso, el volumen analiza las últimas decenas de miles de años de acuerdo a los parámetros materialistas que dominan la ciencia contemporánea. En persona,
 Harari (aquí, en la foto) responde al arquetipo de científico inquietante, con un cuerpo menudo de aspecto frágil y cabeza enorme, que habla de manera contenida pero al mismo tiempo apasionada por lo suyo y que irradia un aura general de saber más cosas de las que está contando. Aparte de las preguntas habituales en una entrevista periodística, incluyendo la explicación de la principal tesis que defiende en su libro (en pocas palabras, que el homo sapiens llegó a "dominar el mundo" gracias a su capacidad para el chismorreo y la creación de narrativas abstractas), aproveché para hurgar en sus opiniones sobre el futuro inmediato, que resultaron tan turbadoras como las de otros personajes con información a los que hemos tenido ocasión de escuchar durante los últimos años y que confirman algunas predicciones de la Ciencia Ficción.

Una de las cosas más interesantes es la confirmación de la existencia, de aquí a cuarenta o cincuenta años (aunque yo creo que son una realidad ya, en este mismo momento) de seres amortales. Es decir, gente que no morirá de vejez ni de enfermedad, pues cada diez años aproximadamente pasarán por el "taller" de servicios hospitalarios carísimos y exclusivos pero en los que podrá "parchearse" y "repararse" todo tipo de fallas del cuerpo físico. ¿Tenemos el hígado mal? Lo cambiamos por otro. ¿Un problema de artrosis? Tratamiento especial diseñado a partir del desarrollo de ciertas capacidades de las células madre para renovar el esqueleto. ¿La sangre infectada? Si hace falta le cambiamos hasta la última gota reponiéndola por otra más joven y en perfecto estado... Y así todo, de acuerdo con esa idea tan materialista de que no somos más que un cuerpo físico. Y cualquier cosa física deteriorada con los años puede ser reparada e incluso reconstruida. Esto producirá una casta de seres que no serán inmortales pues podrán seguir falleciendo igualmente víctimas de un accidente o de un atentado o de cualquier otra forma "no biológicamente natural" pero seguirán vivos por tiempo indefinido si no se produce ninguno de estos imprevistos. Como es lógico, costear cada tratamiento de amortalidad costará un auténtico dineral que no proveerá ningún Estado ni institución pública. Si uno quiere vivir "eternamente" tendrá que pagarse sus revisiones y por tanto ello obliga a los usuarios a ser escandalosamente ricos para poder permitirse semejante continuidad en el tiempo. Aquí le pregunté a Harari: ¿Bien, y qué pasa con los pobres? La muerte ha sido siempre la gran igualadora de ricos y pobres. De hecho, la que ha servido para contener las revoluciones con la promesa a los más favorecidos de una vida mejor en el futuro o en la otra vida... Su respuesta me dejó helado, sobre todo porque la dijo con total frialdad, como si el tema fuera tan interesante como debatir si mañana lloverá o amanecerá despejado:

- Oh, la edad de las masas ha pasado. Fue el siglo XX, pero cada vez la masa, el grupo, tiene menos importancia y decisión sobre los hechos del mundo. Los pobres seguirán muriendo como siempre, pero se entretendrán con drogas y juegos de ordenador...

Por supuesto que no pude dejar de recordar el poderoso avance durante los últimos años, de los videojuegos, que se han convertido en el negocio más importante y rentable con diferencia en el sector audiovisual. Sobre todo después de haber podido probar en persona el Oculus, ese dispositivo que captura tu vista (y con ella, tu cerebro) para mantenerte atado a un mundo virtual. La combinación de este endiablado elemento (una vez lo bastante aligerado, quizá convertido en lentillas) con un traje completo para estimular cada uno de los centímetros cuadrados del cuerpo como los que se están experimentando en la actualidad nos permitirá el día de mañana luchar como gladiadores en un coliseo, acostarnos con nuestra estrella favorita de la televisión o aprender a llevar una lancha motora en medio de peligrosos acantilados..., sin movernos del sofá. Y también recordé, naturalmente, los experimentos masivos con drogas aplicadas a la población. A través del agua del grifo o en ciertos elementos de ciertos alimentos o, más recientemente, gracias a ese "fenómeno inexplicable" que se conoce como chemtrail y que, curiosamente, suele aparecer en el cielo cuando hay alguna manifestación numerosa. 

Recordé todo eso y pensé que Harari no bromeaba. Y que, sí, sería posible. En un mundo de esclavos como el que vivimos hoy será fácil instalar unos cuantos grilletes más. Sin embargo, él debió ver la expresión de mi rostro y añadió:

- Oh, es sólo una hipótesis...

Otras cosas que me dijo después apoyaban esa "hipótesis". Por ejemplo, cuando al preguntarle sobre la posibilidad del gobierno mundial me contestó que no sólo era muy factible sino que "prácticamente ya vivimos en uno porque, si se fija, incluso los Estados más importantes poco pueden hacer para afrontar en solitario los grandes problemas a los que nos enfrentamos como el cambio climático, la crisis económica mundial o las inmigraciones masivas (indirecta confirmación de que la teoría del cambio climático se creó no sólo para hacer dinero a costa de la venta de derechos del CO2 sino como un argumento más para socavar la soberanía de las naciones; mientras que tal y como nos ha explicado Mac Namara en una y mil ocasiones sabemos que tanto la crisis económica -financiera, mejor dicho- como las inmigraciones masivas son resultados esperados de problemas creados artificialmente con este -y otros- objetivos muy meditados) y no tienen más remedio que ponerse de acuerdo para actuar conjuntamente... Por lo demás, los gobiernos 
de cada Estado en particular cada vez tienen menos poder para decidir nada".  Aún más, me insistió en que el concepto de ciudadanía democrática había quedado obsoleto teniendo en cuenta que "ahora mismo, ya existe una casta global integrada por dirigentes políticos, grandes empresarios, líderes culturales, etc., que son los que toman las decisiones más relevantes por las que se guían ahora cada vez más los gobiernos desarrollados y pronto los de todo el planeta".  Una casta en la que "no importa la nacionalidad que uno tenga o la cultura de dónde venga, sino el nivel de preparación e influencia que se puede ejercer; yo por ejemplo formo parte en este momento de ese grupo de científicos integrados ahí" y que, por supuesto, ni ha sido escogida por las urnas, ni responderá a necesidades o peticiones de la población general sino a las de ese difuso gobierno mundial que carece de cabeza visible.

Y es que, en su opinión, "el secreto evolutivo está en el nivel colectivo, no en el individual" porque "los seres humanos no son, uno a uno, mejores que los animales, pero sí cuando se unen como grupo. Si enfrentas a un sapiens contra un chimpancé siempre apostaré por el chimpancé, pero si son mil sapiens contra mil chimpancés, sí apostaré por los humanos. La colaboración en grandes cantidades es la clave del éxito: las revoluciones comienzan siempre con grupos y los líderes son importantes sólo como detonantes y creadores de narrativa", aseguraba Harari de nuevo reduciendo la complejidad del auténtico ser humano a su mera dimensión física. Es coherente con su visión maquinista e incluso insectívora de la especie humana: ese gigantesco termitero hacia el que nos empujan un día sí y otro también, destruyendo cuanto de noble podemos encontrar en el espíritu humano. De hecho, destruyendo (o tratando de hacerlo) el propio espíritu humano. En la apuesta entre el sapiens y el chimpancé, sin ir más lejos, parece obvio que Harari no ha leído Robinson Crusoe, la más famosa obra de Daniel Defoe... Pero es que nuestro entrevistado entiende que la Historia hubiera sido poco más o menos igual si no hubieran existido un Alejandro, un Jesús, un Atila, un Buda, un Carlomagno, un Newton, un Hitler..., individualidades todas ellas "prescindibles" por cuanto según su versión de la vida cualquiera que pasara por allí en el mismo momento podría haber asumido el papel de líder y conseguido el mismo resultado azuzando a los colaboradores pertinentes. Prefiero no reproducir aquí las barbaridades que dijo Mac Namara cuando le comenté estas ideas la primera vez.

Podría contar muchas más cosas pero me temo que ya me he pasado de espacio (como de costumbre) así que cerraré este repaso a las ideas que se quieren imponer (que se están imponiendo) manu militari a través de la desquiciada mente occidental actual con otra aportación extraordinariamente soberbia. Uso este adjetivo no porque sea muy buena sino porque es eso: propia del conocido como pecado de soberbia. En opinión de Harari, "por primera vez en la historia de la Humanidad hemos alcanzado el nivel suficiente para rivalizar con la Naturaleza. Durante 4.000 millones de años la vida ha evolucionado según la selección natural, en un proceso muy lento. Pero en este siglo XXI, los sapiens ya estamos empezando a crear vida, a manipularla. A no mucho tardar, nosotros seremos quienes marquemos el destino de nuestra especie y de todas las demás en el planeta... El único problema es que nos comportemos como dioses caprichosos". ¿Rivalizar nosotros con la Naturaleza? ¿En serio? Una afirmación semejante demuestra un profundo desconocimiento o una magnífica vanidad o probablemente ambas cosas al mismo tiempo a propósito del colosal equilibrio (y las fuerzas completamente suprahumanas precisas para desarrollarlo) que es necesario conservar para que el más simple de los ecosistemas mantenga su continuidad en el tiempo y en el espacio. Ya no digamos si se trata del equilibrio de todo un planeta. 

Tanto estas últimas frases como las anteriores y otras que se me quedan en el aire sin comentar las expresó mi entrevistado con serenidad, sin alterar la voz, convencido de lo que estaba diciendo, como si fuera lo más lógico, lo más plausible, lo natural. No dudo de que él, como tantos otros científicos de la misma "casta" que defiende, está completamente persuadido de estar en lo cierto y como cualquier otro fanático religioso (en este caso, adorador de la diosa Razón Material) está dispuesto a predicar su "buena nueva" a todos los iletrados y fantasiosos sapiens del planeta...

Por eso este mundo sigue necesitándonos a nosotros, los extravagantes. Los ángeles caídos. Los aprendices de dioses. Los que vamos en otra dirección.









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