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viernes, 20 de enero de 2012

También pasan cosas divertidas

El buen humor es la mejor medicina para combatir las dos principales armas (repetición de la jugada una vez más: esas armas son el miedo y la culpa) con las que hace tiempo que sabemos que los mandamases de este parque de atracciones llamado planeta Tierra se dedican a apretar las tuercas al personal. La persona alegre, capaz de relativizar la importancia de cualquier suceso y de sonreír incluso ante la adversidad (especialmente ante la adversidad) es muy peligrosa para los susodichos mandamases, porque es consciente de que los monstruos más espantosos no son más que muñecos de feria, escobazos del tren de la bruja, que no pueden hacerle un daño real en la parte que verdaderamente le interesa en sí mismo.

En realidad, no es esa persona la que representa el mayor peligro para los pastores con cayado de hierro que conducen el ganado humano con  la ayuda de sus enloquecidos y sanguinarios perros de dentaduras convenientemente afiladas. No lo es porque su misma actitud, que tanto contrasta con la general (y por tanto es considerada “anormal”), ayuda a desprestigiarle y arrinconarle con suma facilidad, a convertirle en otro “chiflado” extravagante al que “no merece la pena hacerle caso” porque “no sabe ni de lo que habla”. No, lo verdaderamente problemático es que este individuo “no computable”, esta auténtica oveja negra, pueda contagiar su actitud positiva a otra gente, incluso a una mayoría que llegue a ser lo bastante amplia en el rebaño como para cuestionarse el orden establecido y se plantee alterarlo. Al fin y al cabo hay muchísimas más ovejas que pastores y perros así que, si se produjese una rebelión ovejuna convenientemente planeada y ejecutada, su victoria sería muy probable.

Es divertido ser una oveja negra, siempre que uno sea consciente de ello y actúe en consecuencia. Y no sólo por molestar a los siniestros moruecos de la
raza humana, sino porque todos los días tenemos motivos para sonreír, incluso para soltar más de una carcajada. Las orejeras instaladas por el sistema insisten en orientar nuestra mirada exclusivamente hacia la tristeza, la rabia y el desasosiego con imágenes ad hoc destinadas a atrapar nuestra atención. Pero la cabeza que sostiene las orejeras es nuestra y podemos moverla hacia donde queramos. De hecho, la clave consiste en dejar de mirar a donde mira todo el mundo, al escenario, y empezar a contemplar nuestro alrededor: el patio de butacas, el pasillo, el techo, las paredes, las puertas de entrada en el teatro… Lo ideal es incluso levantarse y atreverse a curiosear donde el común de los mortales no va: la parte trasera del telón, los camerinos, las taquillas. Y ya, si podemos salir del teatro, la visión va a ser espectacular, hasta el punto de que para entonces nos habremos arrancado las orejeras sin darnos cuenta, ávidos de disfrutar de tantas cosas que nos tenían (teníamos) prohibidas, y nos preguntaremos cómo es posible que no hubiéramos descubierto antes la riqueza de lo que nos rodea.

(En realidad, todos los descubrimientos parecen una tontería una vez descubiertos, pero nunca antes. Recientemente falleció uno de los españoles más ingeniosos de los últimos decenios, Manuel Jalón, que entre sus numerosas aventuras como emprendedor incluyó la invención de la fregona. Ponerle un palo al trapo húmedo para limpiar el suelo sin tener que arrodillarse parece hoy algo de Pero Grullo pero hasta que no llegó él, aplicó el concepto y empezó a vender su invento, no se le había ocurrido a nadie. Es seguro que Jalón consiguió mirar más allá de las orejeras.)

El mundo nos ofrece a diario su ración de diversión, y generalmente viene acompañada por una lección al respecto. Citemos, por ejemplo, sólo tres informaciones que hemos conocido el día de hoy:

1º.- Una de las cocineras más populares de los Estados Unidos, gracias a la televisión, se llama Paula Deen (en esta imagen a la izquierda la vemos en
acción). A sus 64 años, es una de las principales defensoras y promotoras de las recetas de elevado contenido calórico como por ejemplo las hamburguesas entre donuts: un plato que haría las delicias de Homer Simpson. Sus recetas, inspiradas según ella en la cocina sureña, están saturadas de azúcar, mantequilla y otras delicias gastronómicas que a la larga funcionan como una bomba de relojería para el organismo, pese a que ella insista en que su recetario no es perjudicial para su salud siempre que se consuma con la adecuada moderación…  Lo grande del caso es que esta semana ha reconocido ante su público televisivo que ¡padece diabetes desde hace tres años! Es decir, que a pesar de su enfermedad (generada o alimentada al menos por su forma peculiar de entender la alimentación) ha seguido alegremente promocionando el mismo tipo de cocina que no se puede decir le haya beneficiado a ella misma…, si bien según sus propias declaraciones “si tienes diabetes puedes tomar un trozo de tarta, aunque no la tarta entera” (la verdad es que yo conozco varios diabéticos y ninguno de ellos toma ni siquiera la guinda de la tarta). La ironía se completa con este otro dato: Deen es la imagen de marca de una compañía danesa llamada Novo Nordisk ¡que comercializa un tratamiento contra la diabetes! Siembra y recogerás.

2º.- Otra noticia divertida que acaba de llegar aunque hace días que es la auténtica comidilla e incluso ha causado un cierto escándalo en Colombia, afecta a un presunto chamán llamado Jorge Elías González, que se ha descubierto estaba a sueldo del gobierno del presidente Juan Manuel Santos para colaboraciones puntuales de rituales mágicos. Y es que el
popularmente conocido como “el Señor de la Lluvia” (a la derecha, inmerso en sus peculiares ceremonias) es un especialista en el control de los elementos y parece que puede evitar que llueva, de la misma forma que puede hacer llover. O así se "vende". Los dos actos más importantes de su colaboración con el gobierno colombiano, por la información que ha trascendido hasta ahora, consistieron en mantener los cielos limpios y despejados para que la lluvia no estropeara la toma de posesión del propio Santos ni la final del Mundial de Fútbol sub 20. Por este último ritual cobró según se ha sabido ahora 4 millones de pesos colombianos: al cambio unos 1.700 euros. Lo más grande de este asunto es que este tipo de personajes no es, como algún listillo podría creer, patrimonio exclusivo de “países atrasados” sino que surgen como hongos en todas partes. Sin ir más lejos, si la opinión pública conociera en España la cantidad (y la –presunta- calidad) de brujos, videntes y mercachifles similares de todo pelaje que asesoran a altos cargos (incluso a altísimos cargos) responsables de tomar las más importantes decisiones para la conducción del país, se llevaría las manos a la cabeza. O tal vez no: tal vez lo que haría sería pedir el teléfono de la tarotista de turno para pedir hora… ¿A qué nos referimos realmente cuando criticamos a nuestros antepasados tratándoles de "supersticiosos"?

3ª.- El remate de la jornada es la surrealista historia de una aldea de menos de 300 habitantes ubicada en las montañas del centro de China, tan lejos de todo y de todos que la gente de las localidades más cercanas siempre han dicho de ella que sólo los perros se tomaban la molestia de ir a visitarla…, y eso para defecar.
Por ello el pueblecito tomó el nombre de Goushi, que en chino significa... Caca de perro, literalmente. Hay que ponerse en la mente de esta gente y tratar de imaginar cómo les ha marcado personalmente el hecho de vivir en una localidad con semejante "denominación de origen". Tras siglos de humillación, en mayo del año pasado una nueva y moderna carretera unió por primera vez Goushi con "el resto del mundo". A raíz de ello, un grupo de vecinos tomó el aliento suficiente para exigir al gobierno que cambiaran el nombre de su villorrio..., y fueron escuchados. Tras darle muchas vueltas y sopesar varias docenas de nombres, las autoridades chinas decidieron renombrarlo al fin como Jinxin que se traduce como Feliz y Próspera. No me cabe la menor duda de que la gente que nazca y viva a partir de ahora en esta localidad será mucho más feliz. El nombre marca a la gente, como bien sabían todas las culturas de la Antigüedad, muchas de las cuales rebautizaban o apodaban a los miembros de su comunidad cuando éstos protagonizaban, ya de adultos, algún acontecimiento memorable. 

Son sólo tres historias, las tres de hoy, pero hay muchas más esperando mostrarse ante nosotros para hacernos reír y pensar. Y ayudarnos a ser un poquito más libres cada día.




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