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viernes, 3 de febrero de 2012

Fotografía sin verdad

Algo gordo debe estar investigando Mac Namara porque últimamente no me cuenta nada e incluso desaparece sin avisar. Hace un par de días le reproché su silencio y le comenté algunos mensajes que fieles lectores de esta bitácora me han hecho llegar para él y me contestó con su felina indiferencia habitual. Quizá para compensarlo, ayer me llevó a ver una exposición fotográfica muy interesante en Madrid "y así compruebas que las cosas que te cuento no son sólo elucubraciones mías, sino que hasta los mismos profesionales las denuncian cuando pueden", apuntó. 

La exposición se titula "Fotografía sin verdad. El poder de la mentira", igual que el libro en el que se basa, y está firmada por dos profesionales de la imagen, padre e hijo: Diego y Daniel Caballo. Ambos son periodistas de la Agencia EFE y profesores de fotografía en la Universidad San Pablo-CEU. Ambos son, también, doctores en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid y consiguieron este reconocimiento gracias a sendas tesis doctorales en las que hablaban de la anipulación de las fotografías que los medios de comunicación nos meten por los ojos día sí y día también sin que nos demos cuenta de la mitad de la mitad. El padre analizó en su tesis la manipulación durante la era analógica y, años después, el hijo lo hizo durante la era digital. Las conclusiones a las que llegaron son similares y se resumen en un lapidario párrafo de su obra:

"Desde las dictaduras de Stalin, Franco, Hitler, Mussolini, Castro..., monarquías de diferentes países, hasta organismos oficiales y los propios profesionales, pasando por grandes y tristes acontecimientos como el 11-S en Estados Unidos y el 11-M en España, numerosas fotografías han sido utilizadas para engañar al público, que en la mayoría de los casos no tiene la oportunidad de contrastar lo verdadero con lo falso y acepta como bueno algo que en realidad no lo es."

En un mundo como el nuestro, donde vivimos prisioneros del impacto de la imagen, semejante denuncia es especialmente grave. Para que alguien mienta a la sociedad mediante un escrito con la intención de beneficiarse a través de la creación de opinión, no sólo ha de demostrar una especial habilidad en el manejo de las palabras, una buena argumentación y construcción de las frases (por no hablar de los matices de la traducción, si cambia de idioma), sino que requiere el concurso activo de sus víctimas. Es decir, necesita que la gente lea su discurso o lo escuche, si lo dice en voz alta: precisa que le presten atención. En cambio, la imagen no nos exige mucho tiempo. Apenas una ojeada, un simple instante..., y ya estamos atrapados en ella como esos insectos que se posan sobre el papel pegajoso diseñado para capturarlos. No hay vuelta atrás: aún en el improbable caso de que más tarde descubriéramos que la instantánea era falsa, no podremos borrarla ya de nuestra memoria y quedará allí, sepultada, formando parte de eso que Tolkien llamó "el humus de nuestro cerebro", sobre lo que se asentará nuestra forma de pensar, y en consecuencia nuestro comportamiento, el día de mañana.

Mac Namara y yo tuvimos ocasión de hablar con Diego, el padre, mientras contemplábamos la exposición. A pesar del trabajo de investigación y recopilación realizado durante tantos años, todavía se preguntaba, asombrado, cómo es posible que sea tan fácil engañar a la gente: "Nosotros no hicimos este libro tanto para denunciar la situación, como para mostrarla con claridad para alertar a los lectores, para que se den cuenta de cuán a menudo son engañados por las imágenes que publican los medios de comunicación, que constantemente sacrifican algo tan sagrado como es, o debería ser, la ética profesional". Más claro, no se puede decir... "El 99 por ciento de las imágenes son manipuladas antes de ser publicadas, pero en su mayoría sólo desde el punto de vista técnico o estético, para meterles más o menos luz, recortarles el 'aire' sobrante... Ir más allá debería ser intolerable. Sin embargo, un porcentaje no desdeñable son 'preparadas' para que la audiencia reciba un mensaje político, ideológico o económico determinado, y en algunas ocasiones se añade una carga de significado extra en el pie de foto que escora aún más el sentido de la imagen."

La manipulación fotográfica se asocia tradicionalmente a los totalitarismos y, aunque por lo general cuando se habla de todo esto surge enseguida el nombre del doctor Goebbels como principal catedrático de la propaganda, lo cierto es que los verdaderos maestros hay que buscarlos en los regímenes de izquierda, pese a que sus nombres hayan sido mucho menos publicitados o incluso eliminados de los registros. Algunos, como los fotógrafos oficiales de la Unión Soviética, mostraron desde época muy temprana una espectacular facilidad para retocar escenas "a gusto del consumidor" hasta recrear una nueva realidad que jamás aconteció, por más que sus fotos pretendan demostrarla. Son especialmente asombrosas las series que muestran a los consejeros de Stalin progresivamente borrados de los retratos oficiales a medida que iban cayendo en desgracia ante el mayor asesino de masas del siglo XX. Pero lo más dramático de todo es que sus herederos directos pertenecen, y se ufanan  de ello, a las democracias "libres" contemporáneas del mundo occidental. 

 Caballo nos mostró por ejemplo una foto de 1962 en la que se ve a un grupo de mozos corriendo junto a los toros en la popular fiesta de los sanfermines. Unos cuantos policías cierran el recorrido trotando tras ellos, dispuestos a echar una mano por si se producía algún problema con los animales durante la carrera. Pues bien, un periódico italiano decidió alterar la realidad por conveniencia política publicando esa misma foto recortada: sólo aparecían en ella los mozos (los que iban rezagados detrás de los toros) y los policías, con lo que se quería dar a entender la maldad franquista de las autoridades españolas que ni siquiera durante la famosa festividad navarra dejaban de acosar a la gente del pueblo reventando sus manifestaciones pacíficas... Claro que los conocimientos de los periodistas italianos acerca de las costumbres del norte de España rayan a menudo en el surrealismo, como en aquella otra imagen que publicó otro diario hace pocos años y en la que se veía al lehendakari acompañado de otras autoridades delante del Roble de Guernica mientras un mozo bailaba, pierna en todo lo alto, un aurresku o danza tradicional de homenaje ante ellos. El antológico pie de foto italiano decía: "Exhibición de karate vasco" (!)

Hay muchas más imágenes en nuestra retina, que podemos volver a ver en esta exposición o en el libro que la impulsó: desde el "michelín" del presidente francés Nicolás Sarkozy convenientemente recortado para darle un aspecto más atlético hasta el valioso anillo de diamantes de la que fuera ministra de Justicia francesa Rachida Dati que desapareció literalmente de su dedo porque le daba un aire de ricachona en lugar de austera política, pasando por la piel clareada del presidente norteamericano Barak Obama para que pareciera "un poco menos negro" al estilo Michael Jackson o los rasgos femeninos sobreimpresos sobre el rostro del entonces primer ministro británico Tony Blair al objeto de suavizar su imagen electoral... Una de las fotos, que muestra a la familia real monegasca, se puede contemplar cuatro veces: la original y las tres versiones, cada una diferente, que de ella ofrecieron sendas revistas (en teoría prestigiosas y fiables) de Francia, Italia y Alemania.

Y para qué entrar en las fotos de conflictos: desde la multiplicación de masas protestando en la calle por el expediente de "cortar y pegar" pedazos de manifestantes hasta la clonación de misiles, explosiones, soldados, víctimas..., con tal de movilizar la conciencia del lector (por cierto que esto de la clonación fotográfica de víctimas es uno de los aspectos más impresionantes y  menos explorados públicamente en ciertas imágenes relativas a la Segunda Guerra Mundial). Naturalmente, también se manipula la imagen de los rivales y enemigos de los países occidentales (o, mejor dicho, de aquéllos que, quienes mandan en los países occidentales, se empeñan en presentarnos como rivales y enemigos) y, así, por ejemplo nos encontramos con una foto del venezolano Hugo Chávez armado con una pistola cuando en el original lo que llevaba en la mano era un ramo de flores.

Un aspecto que a los Caballo les llamó especialmente la atención es el de los grandes atentados con los que comenzamos el siglo XXI y así podemos encontrarnos con las Torres Gemelas del World Trade Center clonadas o con el caso de la instantánea del 11-M que Pablo Torres publicó inicialmente en El País y luego fue reproducida en medios de comunicación de todo el mundo, en cada uno de una manera distinta. La foto incluía un miembro amputado de una de las víctimas y algunos periódicos cortaron la imagen o la publicaron en blanco y  negro para que no se distinguiera bien, otros lo "borraron" directamente con Photoshop, otros rodearon el detalle con un círculo rojo para que destacara...  "Nos llamó la atención la profusión de sangre, de dolor, de muertos en las fotos del atentado de Madrid, en contraposición con las del atentado del 7-J en Londres y, sobre todo, del 11-S en Nueva York, donde prácticamente no se ve a los fallecidos, a pesar de que el número de víctimas fue también brutal. ¿Por qué en España sí se vio? Nosotros no lo sabemos." 

Dicen nuestros expertos que cada vez es más difícil publicar una imagen manipulada en los medios de comunicación, porque éstos aplican constantemente nuevos filtros para tratar de erradicar el problema (incluyendo el despido directo de los periodistas a los que pillan manipulando in fraganti), pero su propia colección les contradice. A la vista de la cantidad y calidad de fotografías seleccionadas (y teniendo en cuenta que se han dejado "muchas más" sin publicar porque simplemente no cabían) da la impresión de que hoy es más fácil que nunca introducir un fotomontaje en el mercado.











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