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lunes, 9 de abril de 2012

La prueba definitiva

 No deja de sorprenderme el hecho de comprobar la enorme cantidad de creyentes que se dicen cristianos e ignoran tanto sobre la religión que afirman profesar. Por ejemplo, el hecho de que la Semana Santa en la que se conmemora anualmente la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesús no es de origen cristiano sino pagano y que las procesiones con sus desgarradores escenas neotestamentarias, sus penitentes, sus cirios y sus cantos y oraciones no son sino la versión relativamente moderna de las festividades de primavera que el hombre celebra quizá desde que es hombre, con la llegada de la estación de la vida tras el fin de la estación del frío y estéril invierno. El genial Goscinny lo describió con gran sentido del humor en uno de sus mejores guiones, Astérix en Hispania, cuando los invencibles galos visitan nuestro país en plena época de procesiones y se encuentran con los druidas llevando lienzos con muérdago (en lugar de capirotes con tallas sagradas) ya que por entonces Jesús ni siquiera había nacido. Su colega Uderzo lo ilustró también magistralmente:

A nadie parece llamarle la atención el hecho de que la misma fecha de la Pascua de Resurrección que establece el calendario cristiano se fija no en recuerdo de tal o cual hecho protagonizado presuntamente por Jesús o por alguna de las figuras bíblicas en algún momento del pasado, sino desde el punto de vista estrictamente astronómico: esto es, en el domingo inmediatamente posterior a la primera luna llena tras el equinoccio de primavera. ¿Cabe un criterio en teoría más pagano?

Sin embargo, esto no quiere decir que Jesús sea un personaje mitológico o inventado, como defienden los materialistas y cortoplacistas tomasianos (los que necesitarían, como el famoso discípulo, meter personalmente los dedos en la llaga física para aceptar su existencia, mientras no discuten la de otros personajes cuyas andanzas han llegado a nuestros oídos con menor repercusión social, moral o religiosa y aún más limitada consistencia histórica). Es simplemente una
prueba, otra más, de cómo los que mandan en el Vaticano (que no suelen ser los que llevan la mitra papal de la misma forma que los que dirigen los gobiernos no son los que se sientan en el despacho presidencial) se han apropiado descaradamente de las fiestas y las conmemoraciones religiosas de nuestros ancestros para mutarlas, acomodarlas e incluso degenerarlas a su conveniencia. Ahí está el símbolo cuasi universal del Huevo Cósmico del que surgió mitológicamente la vida reconvertido en huevos de chocolate para los niños. O el masivo bautismo de antiguos dioses, que pasaron a ser santos, y de antiguas diosas, que pasaron a ser vírgenes.


No, Jesús no fue una invención sino que existió, según explica la Tradición, mucho más fuerte que la simple fe. Otra cosa es que su existencia en el mundo, su linaje, sus poderes, su obra..., se desarrollaran de una manera muy distinta a la de la imagen que dos mil años de manipulación ajena nos han hecho creer que fue. La prueba definitiva y principal de su existencia es del dominio público desde hace mucho tiempo, aunque paradójicamente no termine de convencer a mucha gente justo por ser tan clara. Al homo sapiens le gusta lo alambicado, lo retorcido, lo especulativo... Por eso tantos sabios han dicho que la mejor manera de esconder algo para que no lo vea nadie pasa por mostrarlo de manera clara y limpia: su transparencia lo hará invisible a los ojos corrientes, acostumbrados a buscar los tres pies al gato. Esa prueba definitiva es la conocida como Sábana Santa o Síndone de Turín. La catedral de Málaga acoge hasta el próximo mes de junio (después saldrá de viaje por otras ciudades) la mejor exposición que he visto sobre este asunto: un auténtico estudio forense interpretando con pruebas científicas y sin conceder margen alguno a las creencias de cualquier signo acerca de todo cuanto se sabe acerca de este misterioso lienzo, incluyendo una espectacular y fidelísima reconstrucción a tamaño natural del cuerpo que envolvió. Cuando uno estudia con detenimiento (y con detenimiento científico) toda la información que nos facilita este misterioso pedazo de tela, comprende que la mera posibilidad de que un hombre, en la misma época de Jesús y sin ser él, hubiera sido crucificado después de sufrir idénticas torturas a las que se cuentan en los relatos neotestamentarios y confirma la Síndone, es muchísimo más absurda estadísticamente hablando que si hubiera envuelto realmente el cuerpo del mismo Jesús.

Aunque la Historia registra la existencia de reliquias similares en tiempos anteriores en diversos documentos e incluso imágenes pintadas, la Sábana Santa aparece oficialmente en la Edad Media en 1353, cuando la familia de un caballero llamado Geoffroi de Charnay afirma tener en sus manos el sudario que cubrió el cuerpo de Jesús en su lecho de muerte y lo expone en una iglesia del pequeño pueblo de Lirey en Francia. La familia jamás reveló de dónde había sacado semejante icono sagrado pues aseguraba que le estaba prohibido comunicarlo. Hoy sabemos que habían recibido esta fabulosa herencia de manos de la Orden del Temple. La historiadora Barbara Frale (especialista en la orden y trabajando en los Archivos Vaticanos, gracias a lo cual pudo encontrar y publicar las actas completas del proceso contra los templarios), mostró hace ahora justo tres años uno de los documentos que descubrió en el curso de su investigación y en el que un caballero francés llamado Arnaut Sabbatier explicaba ante los inquisidores que su ceremonia de ingreso en la Orden en 1287, incluía no sólo el voto de pobreza, obediencia y castidad, sino el traslado a "un lugar secreto", accesible sólo a los "hermanos de la Orden" donde le enseñaron "una larga tela de lino que mostraba la imagen de un hombre" y que le hicieron adorar, besándole tres veces los pies. De esta manera confirmaba la hipótesis que había adelantado treinta años antes el historiador de Oxford Ian Wilson quien afirmaba que los templarios poseyeron la Síndone en secreto durante más de un siglo. Según Wilson, la reliquia se obtuvo durante el saqueo de Constantinopla en 1204 a manos de las fuerzas de la Cuarta Cruzada. Los inquisidores utilizarían posteriormente esta información, deformándola y usándola contra los templarios, convirtiendo el sudario en el famoso demonio Baphomet (descrito a menudo como una cabeza barbuda con pequeños cuernos: ¿la cabeza coronada de espinas de la Síndone, mostrando la tela plegada?) al que se supone adoraban los "malvados" templarios.

No deja de ser significativo que el tal Geoffroi de Charnay cuya familia mostró públicamente la reliquia fuera precisamente..., ¡el dirigente templario ejecutado en la hoguera codo con codo junto a Jacques de Molay, el último Gran Maestre de la Orden! Los templarios fueron destruidos por la salvaje furia asesina de dos miserables: el codicioso y siniestro Felipe "el Hermoso" IV rey de Francia y el lloriqueante e indigno Papa Clemente V (quien por cierto trasladara el Papado a Aviñón). Ambos fueron los responsables ante la Historia de los primeros arrestos y represalias contra los caballeros del Temple en 1307 y del golpe final de 1312, aunque según la leyenda los dos pagaron con la vida por ello. Cuando De Molay y De Charnay se enfrentaban a la hoguera frente a la catedral de Nôtre Dame, el Gran Maestre diría aquellas célebres palabras de "Dios vengará nuestra muerte (...) Clemente, y tú también Felipe, traidores ambos a la palabra dada, os emplazo ante el tribunal de Dios. A ti, Clemente, antes de cuarenta días y a ti, Felipe, dentro de este mismo año." Y así sucedió: ambos murieron pocos meses después. Sin embargo, los sucesores de Clemente V no pararon hasta hacerse con la Síndone y ponerla bajo su control. Quizá para destruirla..., aunque no se atrevieran a tanto porque ya se había hecho muy popular, así que la encerraron en 1578 en la catedral de Turín, de donde se sacaba de vez en cuando para mostrarla al populacho.

En 1898, Secondo Pía fue el autor de la primera fotografía de este fascinante pedazo de tela de 430 centímetros de largo por 110 de ancho y también el primero que descubrió el extraordinario misterio de la imagen. Sólo tomó un par de exposiciones pero cuando las reveló descubrió, asombrado, que lo que tenía en las manos no eran dos fotos normales sino dos negativos del lienzo. Nunca pudo explicarse el porqué de lo ocurrido. Muchos creyeron que las fotografías habían sido mal tomadas o que las placas estaban defectuosas o que todo era un montaje para rodear la Sábana Santa de mayor misterio. Tuvieron que pasar treinta largos años para que las autoridades vaticanas concedieran casi a regañadientes un nuevo permiso para fotografiar la imagen y el encargo recayó en Giuseppe Enrie, uno de los profesionales más populares del momento..., que para la sorpresa de todos obtuvo los mismos anómalos resultados que Pía.

Visto lo visto, la reliquia fue cuidadosamente guardada denegándose todo tipo de nuevos estudios hasta que en 1978 se organizó un detallado examen por parte del STURP (Proyecto para la Investigación del Sudario de Turín), dos de cuyos miembros, John Jackson y Eric Jumper, habían trabajado para la NASA y podían aplicar los avances más modernos de su tiempo para analizar la tela. Este examen demostró que la Síndone no está pintada (las manchas que hay son las de la sangre del hombre envuelto con ella) además de poseer  diversas características interesantes como la estabilidad térmica y química y al agua, la ausencia de direccionalidad, la superficialidad absoluta y la tridimensionalidad. Este último y escalofriante detalle permitió reconstruir matemáticamente un modelo en tres dimensiones de la figura impregnada que, además, dejaba servido otro misterio hoy todavía no resuelto: ¿cómo se produjo? No pudo ser por contacto directo ya que si tela hubiera tocado directamente el cuerpo la imagen aparecería chata, con todas las áreas de contacto en idéntica elevación vertical... 


Los trabajos del STURP demostraban que, previamente a la crucifixión, la víctima envuelta en el sudario había sido sometida a una intensa tortura de flagelación por dos verdugos, uno a cada lado y ambos por detrás de ella. Se comprobó también la herida de lanza en el costado derecho, así como 33 (¡¡¡33!!!) heridas en la cabeza provocadas por las espinas de una especie de casco trenzado con ramas de espino que había llevado en la cabeza. Y la prueba más evidente de la realidad de los hechos: las huellas de los clavos de la crucifixión en la muñeca y no en las palmas de las manos como durante dos milenios y de manera errónea se ha representado iconográficamente la Pasión. Un hombre clavado por las palmas aguantaría apenas unos minutos (o menos) antes de caerse de la cruz por el peso de su cuerpo: en cambio, un hombre clavado atravesando los huesos carpianos de las muñecas quedaría dolorosa pero seguramente sujeto. Este hecho facilitó la solución además para una pregunta importante: ¿por qué en la Síndone sólo aparecían las marcas de cuatro dedos de cada mano? La duda había sido utilizada por aquéllos que sugerían que todo era una farsa y que la tela estaba pintada con un pigmento hoy desconocido: la ausencia de pulgares demostraba que el pintor había incurrido en un grave fallo... Sin embargo, los expertos demostraron que, al atravesar la muñeca, cada clavo aplastaba el nervio que atraviesa la extremidad y producía un fuerte dolor que forzaba el pulgar a colocarse bajo la palma de la mano. Luego la imagen marcada en la Sábana Santa era correcta: nadie había olvidado los pulgares, sino que se encontraban debajo de las respectivas palmas, deformada su posición por el suplicio.

Por si lo anterior fuera poco, en la misma época apareció otro estudioso que aportaría información muy significativa: el criminólogo, botánico y palinólogo Max Frei, perito de Interpol y director del gabinete científico de la Policía de Zurich. Este hombre realizó un análisis exhaustivo del polen que se encontraba entretejido en el lino..., y no debería ser una sorpresa que hallara, entre otros restos, los de varias plantas que sólo crecen en Palestina.  Estudios posteriores en los años ochenta del siglo XX confirmaron sus trabajos y precisaron que el lienzo contenía 76 muestras de polen, la mayoría identificadas con una variedad existente justamente en la Palestina del siglo I. 

Respecto al análisis de la sangre, éste reveló que era del grupo AB, muy corriente entre los hebreos de la época, aunque aquí hay otro punto delicado en el que no se suele entrar. Y es que el hombre envuelto en la Síndone medía 1,80 metros de altura y pesaba  unos 80 kilogramos, un tamaño enorme para un judío de la época (sobre todo para un judío de clase teóricamente baja)..., a no ser que Jesús no fuera realmente judío como se nos ha repetido una y otra vez hasta la saciedad. De hecho, en los propios Evangelios se le describe claramente como galileo y se citan varios episodios en los que se especifica que es perseguido o denostado por "judíos" refiriéndose a ellos como un pueblo distinto. Lo cierto es que Galilea era un país diferente de Judea y estaba poblado originalmente por colonos europeos occidentales de origen no semita (el propio nombre Galilea nos da una pista clara, al relacionarse fácilmente su prefijo con el de estos pueblos, como sucede en Galia, Gales, Galicia, etc.) aunque ya en la época de Jesús hubiera sido dominado por su vecina Judea y ambos, después, por el imperio de Roma. Esto nos introduce en otro debate muy sugerente para el que ahora no hay tiempo ni espacio, y que puede aportar luz sobre la gran diferencia que existe entre el Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento que no son, en absoluto, dos fases distintas de la misma religión (nada tiene que ver el colérico, vengativo y exclusivista dios del A.T. con el dios universal, pacífico y bondadoso del N.T.: no son, de ninguna manera, la misma divinidad), sino los textos sagrados de dos religiones muy diferentes la una de la otra, por mucho que los dirigentes vaticanos se empeñen en contarnos lo contrario.

Pero a Jesús había que destruirle, y al cristianismo verdadero con él, por razones que se resumen al final de este texto. Y por ello era preciso convertirlo en un mito, en algo irreal, de la misma sustancia que cualquier diosecillo de la Antigüedad. Por eso había que aniquilar la Sábana Santa. ¿Y cómo? Tal vez ya se intentó con éxito en dos ocasiones anteriores, cuando las iglesias que la albergaban fueron pasto de las llamas (¿intencionadas?) aunque la reliquia pudo ser salvada a última hora, si bien con daños. A alguien se le ocurrió entonces que ya que la ciencia parecía demostrar la existencia de Jesús habría que encontrar alguna ciencia que demostrara lo contrario. Y esa Iglesia católica, apostólica y romana que se dice defensora del cristianismo, dirigida por uno de los Papas de mayor doblez del siglo XX, Juan Pablo II, autorizó unas nuevas pruebas con el carbono 14 en 1988. Tres laboratorios, en Oxford, Zurich y Tucson, se ofrecieron a analizar sendos fragmentos de la tela para determinar su fecha de composición. Nadie lo explicó entonces públicamente, pero cualquier científico serio sabe que la prueba del carbono 14  jamás se aplica en solitario sobre un hallazgo arqueológico, porque es muy fácilmente contaminable y sus resultados, dudosos, sobre todo si lo que se examina no se ha mantenido durante la mayor parte de su existencia aislado del contacto con manos posteriores a su fabricación (lo que obviamente no era el caso de la Síndone, que se paseó por media Europa durante la Edad Media, sin contar el período previo desde su presunto origen en Oriente Medio).  Es decir, el carbono 14 se emplea como una prueba de confirmación de otras pruebas previas; nunca como prueba única..., como se hizo en este caso.

Cuando los laboratorios presentaron sus concluisones asegurando que el pedazo de sudario cortado a la Síndone correspondía a una época comprendida entre 1260 y 1390, alguien debió frotarse las manos pensando que el objetivo estaba conseguido. Por supuesto, los ignorantes empezaron a chillar y burlarse en los medios de comunicación de todo el mundo sobre la "clara falsificación medieval", el "negocio de las reliquias", etc., ¡olvidándose por completo de la contundencia de todas las pruebas anteriores! Pero lo que nunca recibió titulares de portada en esos mismos grandes medios ni jamás se explicó a la gente corriente es esto: ese pedazo que se empleó para fechar el carbono 14 no se obtuvo de la tela
original, y mucho menos de un fragmento ensangrentado (lo que sí hubiese sido definitivo) ¡sino de uno de los remiendos de la tela que se le aplicaron tras los daños sufridos en uno de los incendios que padeció durante la Edad Media!  El norteamericano Raymond N. Rogerse, del Laboratorio de Los Álamos en Nuevo México en Estados Unidos (aquí aparece estudiando la Síndone) reconocería años más tarde la contundente realidad, falsificada para el consumo mundial en el intento por desprestigiar la prueba definitiva: si el parche analizado era medieval,  lo lógico es que el resultado de la prueba del Carbono 14 diera una datación medieval.

En La historia oculta del mundo, Paul H. Koch, uno de los escritores fetiche de mi gato conspiraonico Mac Namara, resume muy bien lo sucedido con este caso: "Para las sociedades secretas oscuras, Jesucristo representa entonces el enemigo por antonomasia, ya que es la mejor demostración y el ejemplo a seguir de que un hombre puro y consciente puede luchar con éxito por él mismo y por todos los seres humanos en el camino del Bien. Por ello trabajan desde el mismo instante en que se manifestó por vez primera contaminando el verdadero cristianismo, minimizando su impacto, denigrando y envolviendo en perpetuos escándalos a los que se dicen sus representntes... Su mensaje ha sido secuestrado y tergiversado, ocultando parte de sus enseñanzas y achacándole otras que nunca defendió. Su imagen fue distorsionada gravemente. Primero se le convirtió en un icono del sadomasoquismo: una imagen ensangrentada y espantosa que mueve a la perplejidad y el rechazo de una divinidad que es capaz de destruir a 'su hijo' de esa manera. Y en nuestros días se le ha dotado de una caracterización blanda e infantiloide con la consistencia de un dibujo animado japonés, como si en el fondo sus enseñanzas sólo fueran válidas para inculcar algo de moralidada los niños y poco más: un nuevo Papa Noel."


Como solían cantar De Molay y los demás: Non nobis, Domine, non nobis, sed Nomine Tuo da gloriam.













 

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