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lunes, 23 de abril de 2012

San Horus

Ni San Jorge ni San Jordi: hoy es San Horus. En realidad, como todos los días del año, porque cada jornada se reproduce la interminable e inmortal batalla entre la Luz representada por Horus y las Tinieblas asumidas por Seth. La imagen original de Horus (original, por lo que nosotros sabemos históricamente, ya que lo más seguro es que la personificación de esta deidad solar del Antiguo Egipto se remonte a un modelo aún anterior) montado en su barca y alanceando en el Nilo a un Seth con forma de hipopótamo fue uno de los iconos más conocidos y venerados entre nuestros antepasados, hasta el punto de que generación tras generación numerosos artistas lo han reproducido en numerosas ocasiones. Su romanización (en la que Horus cambia la barca por un caballo y Seth transfigura su imagen para convertirla en la de un cocodrilo, más próximo a la naturaleza reptil que tanto odio y temor implica en la inmensa mayoría de las culturas), como la que aparece en la imagen que ilustra el comienzo de este artículo, facilitó todavía más la universalización del concepto, que acabó incrustándose en la memoria colectiva occidental a través de diversas versiones como la figura del arcángel San Miguel conta Satanás, el apóstol Santiago contra el Moro o San Jorge/Jordi contra el Dragón.

El momento dulce de la victoria de San Horus (victoria en todo caso aparente, porque cada día, insisto, comienza de nuevo la batalla ya que ninguno de los dos Grandes Principios puede lograr el éxito total so pena de destruir el ciclo evolutivo que nace de la fricción entre las fuerzas opuestas) no debe hacernos olvidar que se consigue tras no pocos sacrificios. Hor (el verdadero nombre del dios ya que Horus es su denominación griega) estaba desde el principio y por su propia naturaleza de divinidad solar orientado a luchar contra el tenebroso Seth/Saitan/Satán, habitante y promotor de la oscuridad. El asesinato a traición de su padre Osiris (Asir en egipcio), a manos de su tío Seth (Suty en egipcio) y el posterior descuartizamiento del Dios Verde le abocó a la intensificación de esta lucha azuzado por la necesaria venganza impulsada por su madre Isis (Ast en egipcio).  Según nos revelan los antiguos mitos, el combate definitivo
 entre Horus y Seth tuvo proporciones titánicas hasta el punto de que el primero estuvo a punto de ser derrotado e incluso perdió un ojo en el transcurso de la batalla. Desde entonces, el cielo quedaría iluminado durante el día por el ojo sano del Dios Halcón (el Sol) y durante la noche por el ojo herido o perdido (la Luna). Imposible no relacionar esta personal característica física de Horus con la de su, en cierto modo, equivalente nórdico: el gran Dios Gris, Wotan el Tuerto, quien perdió su ojo buscando la sabiduría en su propia y peculiar epopeya contra las fuerzas del Mal.

Así, la conmemoración del 23 de abril es mucho más antigua y mucho más arcana de lo que comúnmente se considera, y es por ello por lo que algunos de los hechos históricos relacionados con este aniversario podrían esconder un significado oculto para los iletrados. Es el caso de la fundación de la Orden de la Jarretera (la orden de caballería -precisamente- más antigua del Reino Unido, aún en vigor) o el comienzo de las obras del Monasterio de El Escorial (ese monumento al ocultismo hispano creado por el rey brujo Felipe II).
Pero es que, además, por una de esas serendipias dispuestas por los más viejos dioses, justo en esta fecha se conmemora la muerte de los dos principales escritores sobre los que tenemos noticia, ambos creadores de obras maestras que ocultan a menudo más de lo que se puede leer en primera instancia: el patrón de los novelistas, el español Miguel de Cervantes..., que murió en realidad el día anterior y fue enterrado el 23; y el patrón de los dramaturgos, el inglés William Shakespeare..., que murió, sí, un 23 de abril pero del calendario juliano, que para nosotros es el 3 de mayo. Otros autores conocidos fallecieron en esta misma fecha como William Wordsworth, Josep Pla o el Inca Garcilaso de la Vega, lo que permitió a la UNESCO disponer de la excusa perfecta para crear, en su conferencia general del 15 de noviembre de 1995, el Día Internacional del Libro y del Derecho de Autor.

Pocas creaciones materiales más nobles que el libro, en el devenir del homo sapiens por el mundo. Se ha dicho en multitud de ocasiones que "no hay libro malo y que de todos se puede aprender algo". La primera parte de esta frase no es cierta: de hecho, existen multitud de libros malos y, aún más, libros peor que malos. Sin embargo, es cierto que de todos podemos sacar algo, empezando por el refinamiento del espíritu a medida que vamos desechando aquellos textos que no merecen la pena mientras aprendemos cuáles son los que de verdad nos alimentan en nuestro interior. En la Universidad de Dios conocemos el valor de los libros, en especial de ciertos libros que son de consulta y reflexión permanente porque contienen retazos de trascendencia: la auténtica huella de las estrellas que sus redactores, hombres afortunados que degustaron en su día el néctar de la eternidad, supieron depositar sobre sus páginas al conservar la suficiente lucidez para dar testimonio cabal de la sabiduría a la que tuvieron acceso. A pesar del intenso trabajo de los Herederos de Seth para buscar y destruir esos textos preciosos a lo largo de la Historia (aún me emociono y lloro cuando recuerdo la tragedia de la Gran Biblioteca de Alejandría), el conocimiento verdadero encuentra siempre la manera de perpetuarse a sí mismo.

Hay muchos libros de interés esperándonos ahí fuera y no todos tienen como protagonistas exclusivas a las letras. Algunos nos hablan de números como El ojo de Shiva, el sueño de Mahoma, Simbad... y los números, recientemente publicado por la editorial Destino. Su autor es, curiosamente, un matemático llamado Antonio J. Durán quien defiende que si las personas comprendieran mejor los números, si los manejaran con mayor soltura, tendrían menos problemas en su vida y quizá incluso la crisis actual no fuera tanta. Sin entrar al recuerdo de los trabajos directamente relacionados con la Numerología, es interesante recordar que, para muchos pueblos antiguos, los números eran sinónimos de letras por lo que las palabras y las frases podían interpretarse no sólo por lo que decían textualmente sino por el significado escondido en la suma de las letras que las formaban. Pero este concepto se ha perdido, como tantas otras cosas, para el común de los mortales. Aún así Durán pretende que éste, y otros textos firmados por él en relación con la matemática permitan reconocer a los números "como aliados, no como enemigos".

Durán es profesor de matemáticas en la Universidad de Sevilla y un firme defensor, como debe ser, de la materia que ocupa su tiempo profesional y de investigación. Así lo demuestra en Vida de los números o Pasiones, piojos, dioses..., y matemáticas, algunas de sus obras previas. En El ojo de Shiva... etc., se mantiene fiel al postulado histórico oficial según el cual los números modernos y algunos de sus conceptos básicos como el cero llegaron a Occidente desde Oriente, desde la India, a través de los países islámicos y que, una vez instalados en España se extendieron al resto de Europa hasta alcanzar un uso universal durante el Renacimiento (en realidad, ésa es la crónica del regreso, cuando el Viejo Continente había olvidado ya tantas cosas, puesto que, como el resto de las creaciones de la civilización, los números nacieron en este lado del mundo y desde aquí partieron hacia el resto del planeta aunque esto no se pueda defender hoy públicamente). Aún así, su obra es entretenida y recomendable, fundamentalmente por esa pasión que introduce a la hora de intentar reconciliar al hombre corriente con los números, cuya fuerza y lógica deberíamos aprender a ver como aliadas en los retos de la vida diaria y no como difíciles obstáculos para la comprensión de cuanto nos ocurre. "Los números no llegaron separados a nosotros de tradiciones narrativas tan importantes como la de 'Las 1001 noches'", defiende el autor, "por lo que la separación entre ciencias y letras es ridícula: empobrece la contemplación del ser humano, es una separación artificial".

No hace tanto tiempo, nuestros antepasados sabían reconciliar ambos conceptos y sus estudiantes se empeñaban tanto con el trivium como con el quadrivium, dedicando su tiempo de la misma forma al lenguaje, la razón, las figuras literarias, los números, la geometría, la astronomía y la música. Tal vez debiéramos dejarnos de experimentos y diseñar la ansiada reforma educativa orientándola de regreso a aquella época, hacia una recuperación del espíritu universalista y renacentista de los que nos precedieron, en lugar de la estéril especialización hacia la que nos vemos abocados en la actualidad.










1 comentario:

  1. Mi hija, estudiante, 4º empresariales, me dice hoy, aquejada por un parcial: "..-es que tu tienes una cultura general, que yo no tengo; díme como se adquiere, búscame internet-webs que te den una cultura general, porque yo no tengo ni la tendré con la carrera". Sigue "no me enseñaron en la Eso-bachillerato...", más bien, respondo, que no se acuerda, que no afrontó -ni el sistema tampoco- un ingreso, reválida de 4º, que... Increible, para cualquiera, verdad confirmada año tras año( tras muchos años), el sistema escolar es un fracaso, pero remediable. Hay que ir a dotar de una cultura general para todos tan válida como cualquier título de medio grado, sea cual sea la carrera o formación profesional que se estudie. Y esto está en directa ligazón con los libros, tal que hoy, su día. (j&A)

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