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viernes, 20 de abril de 2012

La frase de Malraux

No sé por qué el homo sapiens se preocupa tanto por los animales en peligro de extinción, teniendo en cuenta que el que tiene más posibilidades de desaparecer del planeta a corto plazo es precisamente él. Los dos escenarios prospectivos más populares en este momento pronostican un negro futuro para la especie humana. Sin embargo, la mayoría de sus individuos prefieren seguir mirando para otro lado y huyendo hacia delante sin preocuparse, aparentemente, por la creciente manada de chacales y otros carroñeros que hace tiempo viene siguiendo su rastro y está, cada día que pasa, más cerca de morderles el culo (y todo lo demás). Con infantil ingenuidad, se fía todo a las novedades artificiales, a esa New Age científica que se anuncia como casi definitiva y a la vuelta de la esquina, un poco al estilo del empujón tecnológico del siglo XIX, y que se supone solucionará todos los problemas con nuevos diseños cada vez más ultramodernos y multifuncionales para solucionar el hambre en el mundo, curar el cáncer de cualquier tipo, conquistar las estrellas o garantizar la seguridad y la estabilidad de las naciones..., aunque el día a día nos muestre todo lo contrario.

Primer escenario prospectivo: la tecnología nos destruye. Y a no mucho tardar. La verdad es que, si hay que hacer caso a los principales mass media, el Apocalipsis está ya a la vuelta de la esquina. Repasar la lista de los riesgos a los que estamos sometidos en este momento es hacer oposiciones a la depresión porque la gama es amplísima y para todos los gustos. Podemos ser destruidos por una nueva peste incontrolada (mezclando el SIDA con la gripe A), una brutal crisis medioambiental (con diferentes opciones: desde la sequía que arrasa los países "civilizados" hasta las inundaciones mundiales por la supuesta pérdida masiva de hielo en los polos, pasando por una cadena ininterrumpida de terremotos y otras), un experimento descontrolado (el ejemplo típico es el del Gran Acelerador de Hadrones), un impacto cósmico (sus dos principales variantes en este momento son: uno, meteorito-terrible-que-nos-aniquila-estilo-dinosaurios y dos, explosión-incontrolada-de-llamaradas-en-ciclo-anómalp-del-sol), un conflicto generado por masivos movimientos demográficos debido a las hambrunas colosales en grandes partes del globo..., sin olvidar la clásica guerra nuclear y/o mundial permanentemente a punto de empezar en cualquier parte del planeta con un desafío concreto (norcoreanos contra japoneses, israelíes contra iraníes, indios contra paquistaníes, chinos comunistas contra chinos capitalistas de Taiwán...).

Si sumamos a eso las conspiraciones políticas y la influencia cada vez más obvia de lobbies y grupos de poder de todo tipo, movidos por fuerzas oscuras cuyo interés principal radica en hacerse asquerosamente ricos cumpliendo de paso esa vieja utopía de vamos-a-conquistar-el-mundo, la cosa es todavía más desoladora. Sobre todo cuando tanto se insiste desde los círculos conspiranoicos en la tesis de que los principales impulsores del mundialismo o globalización desean aniquilar al menos a las tres cuartas partes de la actual humanidad, no ya para garantizar la futura sostenibilidad del planeta, sino para reinar después como nuevos señores medievales sobre el resto de los empobrecidos supervivientes, reducidos al nivel de miserables siervos... Lo cierto es que estamos tan acostumbrados a leer libros y ver películas cuyo tema central es el fin del mundo que incluso empieza a extenderse por todo el planeta una impaciente sensación de que ya está tardando en llegar. Sobre todo en EE.UU. (pero no sólo ahí) donde son legión los que acumulan comidas, medicinas y armas en refugios subterráneos prestos a defenderse contra la esperada futura dictadura de su país, el esperado dominio efectivo de la ONU, la esperada invasión extraterrestre, la esperada crisis zombie o la esperada llegada del mismísimo Anticristo. Estoy completamente seguro de que el 1 de enero de 2013 mucha gente se va a sentir muy decepcionada cuando vea que 2012 pasó y no se acabó todo..., aunque con todos los riesgos antes enumerados es sólo cuestión de tiempo esperar un poquito más para contemplar el definitivo desmoronamiento de este neoimperio romano en el que nos hemos instalado.

 Segundo escenario prospectivo:  la tecnología nos salva. Una solución aún peor, cuando vemos en qué tiene pinta de acabar ese salvamento, que no es otra cosa más que la deshumanización y robotización del ser humano hasta que éste desaparezca por completo de la faz de la Tierra, sustituido por un ser mecánico con aspecto humanoide pero completamente muerto por dentro. Sin mencionar de nuevo aberraciones ya en proceso de ensayo sobre las cuales ya nos advirtió tiempo atrás Mac Namara (especialmente los chips injertables bajo la piel), casi cada día las grandes empresas informáticas nos presentan como grandes soluciones nuevas herramientas destinadas en realidad a esclavizarnos un poquito más. Hace unos días, por ejemplo, nos
enseñaban esas gafas de realidad aumentada que Google aspira a comercializar antes de finales de este mismo año que, además de una microcámara incorporada para convertirnos en reporteros perpetuos de la comunidad mundial, proyectan en sus lentes (empeladas como micro pantallas) todo tipo de información disponible sobre el objeto o edificio o elemento natural que estemos observando en tiempo real. Incluso sobre la persona que tengamos delante. Como se ve en el ejemplo de la fotografía, vamos a coger el Metro pero al bajar las escaleras ya nos advierte de que la línea 6 está suspendida y nos ofrece mostrar sugerencias alternativas para desplazarnos...  Otro de los monstruos informáticos, Microsoft, está probando ahora entre otras cosas el Pocket Touch: un prototipo de pantalla táctil que se lleva oculta entre la ropa y sirve para mandar mensajes rápidos. Supongamos que está uno en una reunión y le llaman por teléfono: la llamada se refleja en el prototipo, que llevamos en el bolsillo interior de la americana y, sin necesidad de sacarlo de allí, podemos dibujar un signo simple sobre la pantalla (encima de la ropa) que el aparato interpreta y remite al que llama como "No puedo atenderte ahora, luego te llamo". Así podremos hacer más, ser más productivos, más rápidos, estar permanentemente conectados, atendiendo todos los frentes...


Hay cosas aún más terribles. IBM trabaja sobre el proyecto de un ordenador capaz de imitar el funcionamiento complejo de un cerebro humano. Aunque su consumo es muy superior al cerebro (unos 85kW por los 20 vatios que apenas emplea el órgano original) podrá simular el trabajo simultáneo de 100.000 millones de neuronas. Se supone que el proyecto culminará hacia 2022, aunque probablemente esté listo antes. El objetivo es la creación de la denominada Inteligencia Artificial: una meta completamente estúpida que jamás he terminado de entender si es que los que trabajan en ello y pagan por ello no son otra cosa que un comando de suicidas..., puesto que cae por su peso que el día en el que se invente una máquina que piense sola, es cuestión de tiempo (de muy poco tiempo) que acabe tomando el control de la humanidad, por considerarla "imperfecta", y fundando un imperio de
máquinas que se reproducirán a sí mismas, mejoradas, de manera imparable. La Ciencia Ficción ha adelantado este escenario cientos de veces en diversas historias, algunas de ellas, muy famosas... De hecho, cada vez me parece menos casualidad que Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick emplearan las siglas de IBM (aunque al final ésta les obligara a cambiarlas legalmente) para identificar a HAL 9000, su siniestro y criminal ordenador a bordo de la nave Discovery 1...  Por cierto que ya existe un "cerebro artificial" en toda regla creado a partir de ADN humano. Lo construyó recientemente un equipo del Instituto de Tecnología de California a partir de una red integrada por moléculas de ácido desoxirribonucleico con el equivalente a cuatro neuronas. Esta red se demostró capaz de reconocer patrones de sucesos, formar recuerdos a partir de patrones incompletos, tomar decisiones y realizar diferentes acciones..., como si perteneciera a un organismo vivo.



Otro plan escalofriante de futuro es el anunciado durante su visita a España hace pocas semanas por Koji Eto, investigador del Centro de Investigación y Aplicación de Células IPS (células madre pluripotentes inducidas) de la universidad de Kioto que, ufano él, ha presentado sus planes para la creación de sangre artificial a partir de plaquetas obtenidas con la manipulación de células de piel reprogramadas. Eto prevé que, en un par de años o tres, comenzará la fase de ensayos clínicos para llevar a la práctica los trabajos de laboratorio actuales que analizan cómo crear esta sangre artificial, oficialmente para dejar de depender de las donaciones. Las células IPS fueron generadas en 2006 por Shinya Yamanaka, otro investigador del mismo centro que Eto. La disponibilidad de sangre artificial abriría la puerta además para reformular sus características: podría "mejorarse" la sangre igual que ahora se "mejoran" determinados productos alimentarios para introducir en ellos propiedades a la carta, por ejemplo sanitarias, pero ¿quién sabe los efectos que esa pretendida mejora tendrán realmente a largo plazo en el organismo del consumidor? Por cierto que la sangre es, según todas la antiguas tradiciones, la sustancia más preciosa del ser humano en su plano material: la clave, incluso, para entender su destino trascendente. La llamada sangre real y otros linajes de sangre, los sacrificios de sangre, las historias de vampiros y otros chupasangres..., guardan algunos secretos que conocen ciertos sabios. Privar a los hombres del futuro de la sangre generada por su propio cuerpo para sustituirla por sangre artificial es, definitivamente, sustituir la humanidad por otra cosa. Lo que abona el terrible planteamiento de párrafos más arriba: quizá en un futuro próximo existan dos tipos de personas caminando por el mundo: los seres humanos modificados y mejorados a través de su robotización y los de verdad. Ambos presentarían exteriormente el mismo aspecto pero serían de estirpes muy diferentes. Tal vez en algo así está
pensando otro polémico científico japonés, Hiroshi Ishiguro: el creador de los golem bautizados como Geminoids, unos robots de apariencia humana con capacidad de interactuar con la gente (el más famoso de los cuales es el Geminoid H1-2, una copia fiel del siniestro y narcisista científico nipón). Ishiguro, que reconoce sin pudor inspirarse en los replicantes de la película Blade Runner, se despachó hace poco con unas declaraciones horribles según las cuales "el día de mañana los humanos se enamorarán sin problemas de los androides..., sólo hará falta que sean capaces de reproducir las emociones que caracterizan a la raza humana".


Así que la alternativa es funesta: o nos destruye la tecnología o nos "salva" la tecnología... ¿No hay otra salida? Sí, la hay, siempre la hubo, pero a medida que pasan los años aparece más diluida, más escondida, más laberíntica para el profano. Lo que salvará al ser humano no está fuera de él sino en su interior. Lo expresó con claridad André Malraux con la que se ha convertido, tal vez, en la frase más popular de toda su producción. Y eso que no figura en 
ninguno de los textos del popular novelista y político francés..., sino en una entrevista que concedió, siendo ministro de Cultura galo en 1963 (qué gran año, aquél), al director de la revista argentina Criterio, Carlos Floria. La frase en cuestión dice: El siglo XXI será religioso o no será en absoluto. Estoy completamente de acuerdo con él, entendiendo "religioso" por "espiritual", es decir, por el dominio del espíritu, no de los fanatismos religiosos (y aquí incluyo a todas las religiones conocidas, desde el fosilizado vaticanismo hasta el miope rabinato, desde el blando budismo hasta el colérico islamismo o el infantil animismo) que en el fondo cumplen un papel similar al de la ciencia y la tecnología a la hora de despistar al homo sapiens al hacerle creer que el sentido de la vida está fuera de sí mismo. Pero la verdad es que la salida a la crisis del hombre sigue estando donde siempre estuvo: dentro de él.









se

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