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lunes, 25 de junio de 2012

Música, maestro

Ya sabemos que los antiguos definían la música como "el lenguaje de los dioses" y tenían gran respeto por las personas con capacidad para interpretarla, tanto si lo hacían mediante un instrumento como si empleaban su propia voz. De hecho, los rituales mágicos y religiosos de nuestros antepasados (y aún los contemporáneos) siempre fueron acompañados de música de una u otra forma. "En el principio fue el Verbo"..., y aunque no lo especifica en ninguna parte podemos imaginar que ese Verbo, esa Palabra Divina, pudo ser más entonada que sobria: existen numerosos "cuentos populares" en los que un ser de otros planos o bien un mago con ciertos conocimientos actúan sobre el mundo con todo tipo de hechizos cantados. Para los viejos griegos, la música estaba a cargo precisamente de una musa (no creo que sea casualidad que ambas palabras compartan esta raíz..., y recordemos que las musas son hijas del mismísimo Zeus) llamada Euterpe, a la que se representaba con una flauta sencilla o, más a menudo, con la clásica flauta doble utilizada en aquella época. "Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra" reza el tercero de los principios herméticos y la música, más que otra cosa, es vibración.

Y así en diversas culturas durante mucho tiempo el aprendizaje profesional de la música fue considerado como un oficio bastante serio. Incluso durante la Edad Media, aparecía nada menos que como una de las artes liberales de los hombres libres en el compendio del Trivium (gramática, dialéctica y retórica) y el Quadrivium (aritmética, geometría, astronomía y..., música), por no hablar del papel de juglares y, sobre todo, trovadores (en especial, de su clase más elevada: los místicos Minnesinger). Aún en épocas bastante recientes, la producción de música no se encargaba a un cualquiera y el acceso al oficio durante la edad de oro de la hoy conocida como música clásica no estaba disponible para cualquiera. Eso sin contar con la relación de algunos de los más grandes compositores (el de Mozart es sólo el caso más conocido) con el camino del trabajo interior.

En la actualidad, la música como tantas otras cosas ha sido bastardizada y reducida a la mínima expresión, desde el punto de vista del significado. Se ha convertido en otro simple objeto de consumo. Igual que ha sucedido con otras artes creativas como la literatura, la escultura o la pintura, hoy mucha gente se dedica a componer y/o cantar pero no lo hace por establecer una conexión con los dioses, por dar fuerza a un acto mágico o simplemente por el placer de vibrar con la orquesta invisible de la Vida, sino con la intención de cosechar fama, dinero y posición social explotando un don (si es que lo tiene) o inventándoselo (que para eso existen los estudios de grabación, capaces de embellecer casi cualquier sonido, por feo que sea en origen). 

Y no será porque no existen expertos que siguen orientándonos sobre el asunto. Uno de ellos es Stefan Koelsch profesor de psicología de la música en la Universidad Libre de Berlín, doctor en neurociencia, músico, psicólogo, sociólogo y no se cuántos "logos" más..., en todo caso uno de los principales estudiosos de esta actividad en el actual mundo universitario europeo, que estuvo el año pasado por tierras hispánicas y fue con tal motivo entrevistado por diversos medios de comunicación. Algunas de sus respuestas fueron francamente interesantes. Rescato a continuación algunas de ellas:

* "Todas las especialidades (que ha estudiado él personalmente) han acabado aplicadas a la música: neurociencia, psicología biológica, neurobiología y sociología especializada en cognición. Quería entender cómo funciona la mente y la música es la mejor herramienta para ello (...) llega a cualquier función cognitiva y afectiva del proceso mental y por tanto a su correspondiente estructura en el cerebro (...) también a nivel afectivo (...) y existen aspectos terapéuticos de la música en pacientes con depresión, con parkinson y enfermedades autoinmunes (...) por ejemplo, hay pacientes que sufren afasia y no pueden hablar, pero pueden cantar."

* "...a través de resonancias magnéticas, la música puede variar profundamente nuestro cerebro (...) si le obligasen a escuchar música que no le gusta, sacarían lo peor de usted y si escuchara música triste acabaría en una depresión. También sabemos que la música puede ser utilizada como tortura y para manipular a las personas  (así esta documentado que ha sido utilizada, en duros interrogatorios protagonizados por unidades de seguridad norteamericanas, con temas de Marilyn Mansom, Eminem, Metallica o Red Hot Chili Peppers..., aunque recientemente se descubrió que los detenidos en la tristemente famosa prisión de la base naval norteamericana de Guantánamo, en Cuba, eran torturados también con las canciones y melodías de ¡Barrio Sésamo! que eran repetidas una y otra vez a un volumen excesivo)."


 * "El lenguaje y la música comparten la misma red pero en los extremos se especializan. El cerebro no distingue entre ambos, sobre todo el cerebro infantil (...) hay que estimular en los niños el lenguaje musical y así aprenderán con más rapidez los procesos y matices del lenguaje, la sintaxis, la habilidad para escuchar..., y tendrán menos problemas de dislexia (...) Las mujeres son capaces de procesar la música con los dos hemisferios, mientras que los hombres lo hacen sólo con uno. Algo muy parecido sucede con el lenguaje, por eso los problemas de lenguaje se dan más en niños que en niñas. Después de un trauma físico o mental en el hemisferio izquierdo, los hombres tienen más dificultades para poder volver a aprender el lenguaje (...) también se puede provocar diferentes emociones en las personas: acelerar su corazón, hacer sudar las manos, dilatar las pupilas o alterar la digestión. Todos los órganos reaccionan a la música, incluidas las hormonas y el sistema inmunitario (todos los seres vivos reaccionan a la música: recuerdo los experimentos realizados con plantas y cómo aquéllas que "escucharon" regularmente música clásica crecieron más y mejor que las otras que no escucharon ninguna música y, desde luego, mucho mejor que las terceras que fueron sometidas a "dieta" de rock duro y heavy metal, que se desarrollaron de forma escuálida y pobre)... La música tiene esa capacidad de cambiar nuestro estado de ánimo si así lo deseamos. Desde la neurociencia sabemos que es muy poderosa a la hora de activar cada una de las estructuras emocionales en el cerebro. Cuando llevamos a cabo experimentos neuro científicos vemos que podemos modular la actividad en prácticamente cualquier estructura cerebral-emocional gracias a las emociones que despierta."

* "Tenemos un amplio horizonte a la hora de aplicar de forma más sistemática y generalizada la música como terapia (...) no existen todavía suficientes estudios neurológicos sobre la relación entre niños autistas y la música, pero lo que sí sabemos es que los niños autistas sienten un gran interés por la música y son propensos a componer música con otros. En entornos terapéuticos es cierto que resulta difícil comunicarse con ellos a través del lenguaje, en cambio es más fácil hacerlo a través de la música. De hecho algunos de nuestros estudios han comprobado que la música puede comunicar información: no es algo que sólo crean los musicoterapeutas y que no tenga base científica. También estamos determinando qué instrumentos musicales pueden fomentar la empatía y el reconocimiento de las emociones. Es algo que estamos probando con niños autista pero también dentro del curriculum escolar de los niños en general, porque es una forma divertida de expresar las emociones, de aprender a reconocerlas, de aprender a expresarlas, de ampliar el vocabulario referente a las emociones (...)   Hay experiencias emocionales en las que después de hacer música todos nos sentimos felices mientras que antes estábamos enfadados. Y el resultado de todo ello es esa especie de cohesión social… nos gustamos más que antes, estamos más unidos que antes, confiamos más los unos en los otros, pensamos que los otros nos ayudarán cuando nos sintamos solos o cuando tengamos un problema. Podríamos decir que si habláramos menos y escucháramos más música habría más altruismo en la sociedad. (...) Hay un famoso experimento que muestra como los bebés de solo 3 días pueden reaccionar a la música, así es que realmente si alguien con solo tres días puede hacer aquello es que debe ser algo innato ¿no?"

Los druidas tenían que superar una ardua selección para llegar a ostentar esta elevada dignidad en el mundo celta. Los estudios al respecto indican que su período de formación era de un mínimo de unos veinte años (en la Universidad de Dios sólo tenemos trece cursos pero superar cada uno de ellos cuesta casi la vida misma: vamos, que si me hubiera puesto a estudiar para druida ya estaría titulado y, como estoy en la carrera de Dios, todavía no he pasado de los grados inferiores..., eso sí: siempre recuerdo que lo bueno de esta carrera es que cuando uno se gradúa ya tiene trabajo para siempre). Durante esa formación, el candidato debía superar tres niveles: bardo, ovate y al fin el de druida propiamente dicho. No deja de ser significativo que el primero tuviera tan estrecha relación con la música, puesto que uno debía aprender todas las historias y canciones más populares, además de los principales encantamientos (atención al significado de la palabra). 

Entonces uno conocía y podía ejecutar los tres tipos de música básicos: las melodías para hacer reír, las melodías para hacer llorar y las melodías para hacer dormir. Viví aquella época y por eso aún recuerdo algunas de aquellas canciones, que resuenan en mi sangre, abajo, en lo más profundo de mi sancta sanctorum personal..., y puedo oírlas aunque no con los oídos modernos, ni  con mi memoria moderna... Pero puedo oírlas. Y son como trinos de eternidad.




 


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