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miércoles, 3 de octubre de 2012

Prometheus, (no sólo) una crítica

Ahhh, las sincronicidades: siempre tan aparentemente excéntricas como en verdad impactantes... Vi Prometheus de Ridley Scott el mismo día que su hermano, Tony Scott, se suicidaba presuntamente desde el puente Vicent Thomas en Los Ángeles el pasado 19 de agosto, aunque en el momento de ir al cine aún desconocía este detalle. Hay quien dice que, entre ambos, Tony era el buen cineasta pero que los éxitos comerciales de Ridley ocultaron este hecho, hasta que una sucesión de proyectos no demasiado exitosos de éste último demostraron la hipótesis. Personalmente, Tony siempre me pareció un director interesante aunque demasiado marcado en sus películas por su experiencia comercial televisiva, que le condujo a usar y abusar de eso que se ha llamado "la estética del videoclip". Y uno de sus largometrajes, que siempre he recomendado, figura precisamente en el videoclub de la Universidad de Dios con la descripción de "visión obligada" dentro de la categoría de Sinarquía y Conspiraciones: se trata de la muy educativa Enemigo Público. Gran historia y gran interpretación de Gene Hackman. Hasta Will Smith me gusta en esta cinta, pese a que el papel no encaja con él ni de broma.

Pero hablábamos de Ridley, no de Tony... La crítica ha destrozado Prometheus desde el principio hasta el final y algunos comentarios que he leído sobre ella están a un paso de calificarla casi casi como la peor película que jamás haya rodado el británico, al que se ha acusado hasta de "pesetero" por tratar de estirar la archimegahiper explotada veta de Alien, su considerada como obra maestra de CF (aunque cualquier connaisseur podría certificar que, si este cineasta debe pasar a la Historia por una película, ésta sería Blade Runner, su versión de la famosa novela de Philip K. Dick ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) que recientemente estuvo de aniversario. Sin embargo, ¿es Prometheus realmente tan mala como dicen? Pues, después de verla y meditar bastante sobre ello, he llegado a la conclusión de que no. No, en absoluto. Lo único que demuestra, una vez más, es que Ridley Scott es tan maravilloso fabulador visual como pésimo gestor de argumentos. Y en este caso, además, ha planteado un tema poco políticamente correcto, con lo cual se ha puesto a tiro de una amplia franja de fanáticos: los adoradores de la Diosa Ciencia, casi tan peligrosos como sus colegas los fanáticos adoradores de la Diosa Religión, que persiguen a los que no están de acuerdo con ellos (aunque al menos no les matan -todavía- como sus amiguetes fanreligiosos: se limitan a aislarlos, criticarlos y negar la posibilidad de que exista un punto de vista diferente).

Se argumentará que un director de cine sólo es responsable de llevar a la imagen un guión, bueno o malo; pero, en la Liga en la que él juega, Ridley Scott no puede escudarse en semejante planteamiento. Aún más, siendo como es el inventor, o al menos el principal defensor, del concepto de "Director's cut": la "Versión del Director" o cómo vender dos veces la misma película al mismo público cambiando parte del montaje, incluyendo o suprimiendo locuciones en off y hasta incorporando secuencias eliminadas, todo ello bajo la proclama de "yo quería hacer así la película original pero los productores no me dejaron"... Lo siento, pero no: un tipo con el curriculum del director británico no puede decir a estas alturas que no le gustaba parte del guión pero que no le dejaron modificarlo o sugerir ideas tras debatirlo en estrecha colaboración con el autor o autores del mismo. Entre otras cosas, porque a todos los que participan en una película de estratosférico presupuesto les interesa que sea el mayor éxito posible: si no porque lleven participación en la producción, al menos por el prestigio acumulado y las oportunidades de nuevos rodajes que confiere el hecho de firmar un trabajo exitoso..., aparte del dinero en juego.

Nadie puede discutir la sabiduría cinematográfica de Ridley Scott, capaz de rodar películas interesantes, incluso sin guión. Es el caso de Los duelistas o de Black Hawk derribado, dos largometrajes visualmente poderosos y envolventes, situados en guerras tan distintas como las napoleónicas en el primer caso y las intervenciones yankees en África durante el siglo XX (en Somalia) en el segundo caso. Los argumentos de ambas películas son bien escasos (un duelo entre dos oficiales húsares y el rescate de unos soldados atrapados por milicianos en Mogadiscio) y el desarrollo de personajes muy limitado, pero no importa porque la cinta atrapa desde el principio al fin, uno puede dejarse llevar sin más. No obstante... Ése es el gran talón de Aquiles del cine de Scott: el guión, que nunca a lo largo de su carrera parece haber sido capaz de controlar (cosa que su hermano Tony sí hacía, en general) y por donde se le escapan a menudo los personajes. Por ello, cuando topa con escritores solventes, es capaz de firmar obras como las antes citadas o como Black Rain, Thelma y Louise y hasta la "ingenua" Legend. Cuando se encuentra con escritores incoherentes o simplemente torpes plantea producciones como Gladiator o El reino de los cielos, grandes frustraciones ambas para éste que suscribe, porque podían haber sido LA película contemporánea de romanos y LA película contemporánea de cruzados respectivamente, pero sus muy mejorables guiones acaban convirtiéndolas en simples y entretenidas películas de aventuras (lo que por otra parte y teniendo en cuenta el cine que se hace hoy día, tampoco es desdeñable).

Respecto a Prometheus... El problema de esta producción es que vuelve a incidir en el mismo error: un mal desarrollo del guión, que un director del calibre de Ridley Scott debería haberse negado a filmar tal cual sin haberlo mejorado previamente (ahora me entra la duda de si llegó a mejorarlo y pienso que podría sido aún peor). Sobre todo cuando uno de sus responsables es Damon Lindelof, autor de esa estafa televisiva llamada Lost (Perdidos) y especialista en marear al público planteando, mal, enigmas y acertijos que nunca termina de responder.... Curiosamente, el argumento de partida es correcto y poco llevado a la gran pantalla en estos tiempos tan tecnológicos nuestros, si bien se trata de una de las razones que ha irritado enormemente a buena parte del público, enrolado en la secta de los adoradores de la diosa Ciencia,  porque, como bien dice uno de los personajes en la película: "si estos tipos tienen razón, daríamos al traste con tres siglos de darwinismo". Y sabemos que el darwinismo es uno de los pilares dogmáticos intocables de la religión científica de hoy, pese a que existen multitud de evidencias que hacen esta teoría (porque sigue siendo una simple teoría, mal que les pese a los fancientíficos) cuando menos cuestionable. Por citar las palabras precisamente de un científico, el astrofísico y matemático británico sir Frederick Hoyle, la posibilidad de que el ser humano sea un simple fruto de la evolución ciega son equivalentes a las de "un tornado que pase por encima de un montón de basura donde estuvieran depositados todos los fragmentos de un avión desguazado y cree por accidente un avión nuevo listo para despegar (...) incluso aunque el tornado pasara por encima de todos los montones de basura del Universo entero, la posibilidad de que ello pudiera suceder es tan remota como insignificante". Es decir, una probabilidad de dibujos animados.

Todas las antiguas tradiciones de viejas culturas, todas (aunque estuvieran separadas entre sí por el tiempo y el espacio), nos han hablado de la creación del ser humano en términos muy diferentes a los que hoy están de moda. Todas (qué sincronía) dicen que no evolucionó desde ninguna parte sino que fue creado directamente por criaturas poderosas que llegaron "del cielo", es decir, de fuera de nuestro planeta, y a las que denominaron con distintos nombres aunque la palabra que hizo más fortuna fue la de "dioses". El monoteísmo no es más que una variante artificial de esta crónica viejísima, que se ha limitado a reducir el plural al singular con el fin de apoderarse de la divinidad como un concepto personal de un pueblo determinado. El porqué de la creación varía de unas civilizaciones a otras, pero las dos principales explicaciones aportadas por sus mitos son: 1º) los seres humanos son descendientes no especialmente buscados pero inevitables en las relaciones entre los "dioses" y los homínidos ya existentes aquí o bien 2º) los seres humanos fueron creados como esclavos, para servirles en diversos trabajos. En un momento dado, por razones ignotas, los "dioses" tuvieron que irse de la Tierra y dejaron atrás a su creación a su libre albedrío... Sólo el estéril y estúpido orgullo de nuestros contemporáneos, que se creen muy avanzados por disponer de iPads, satélites y bombas atómicas, impide especular a partir de este planteamiento como hicieron nuestros antepasados: ¡cómo va a haber creado nadie al único, genial e inimitable ser humano! Y sin embargo los mismos fancientíficos suspiran por la exploración del espacio y la expansión de la Humanidad entre las estrellas buscando a alguna raza extraterrestre más avanzada que nos pueda "enseñar y ayudar en nuestra evolución".

Bien, de aquí parte Prometheus precisamente: del descubrimiento en la isla escocesa de Skye de unas pinturas a medio camino entre las de Altamira y las del Tassili, en las que aparece un "dios" señalando un sistema solar que resulta ser el mismo que aparece en antiguas tablillas mesopotámicas y precolombinas. La ciencia ha avanzado tanto que ha sido posible reconocer dónde está ese planeta, a dos años de "hipersueño" (un montón de años luz). Un magnate afectado por un cáncer terminal, Peter Weyland, financia una expedición a este sistema para que la humanidad pueda encontrarse con sus creadores, aunque como es previsible tiene sus propios propósitos. La expedición la comanda Meredith Vickers, hija de Weyland, si bien la responsabilidad de la nave recae en el capitán Janek. La parte científica está a cargo de Elizabeth Shaw y Charlie Holloway, los arqueólogos que descubrieron el "mapa estelar" en Skye y que han preferido bautizar a los "dioses" obviamente extraterrestres como "ingenieros". Ambos, sobre todo ella, son muy católicos y actúan como tales ("Creo en ello porque quiero creer en ello...", dice Shaw con la característica ceguera de la fe, ¡y punto!). Esto ha generado también muchas de las críticas de los fancientíficos porque está de moda cargar contra el cristianismo en general y el catolicismo en particular. Si en lugar de ser muy católicos hubieran sido por ejemplo muy judíos, enseñando colgantes con la estrella de David en lugar de la cruz, o muy budistas, enseñando colgantes con el signo Om, seguramente el nivel de "insoportabilidad" de algunos análisis de la cinta se habría reducido notablemente. Y muchos de los críticos que "denuncian" la "propaganda católica" de la película se darían cuenta de que más bien sucede al revés porque esas referencias que han visto no son sino burlas de esta religión (desde la preñez "imposible" y con implicación de un ser no humano con el alumbramiento previsto de un monstruo el día de Navidad, hasta el sacrificio del capitán con sus dos ayudantes como Jesús y los dos ladrones en la Cruz, pasando por el lavado de pies "purificatorio" de Weyland).

El caso es que la expedición llega al planeta indicado y encuentra allí los restos de una base de los ingenieros que resulta ser en realidad una de sus naves, aunque esto no se revela hasta el final. Y en la nave, encuentran los restos de varios ingenieros muertos nadie sabe por qué y las vasijas conteniendo un líquido negro cuya importancia se nos mostró en el prólogo de la película, en la que un ingeniero se sacrifica para dar vida a un planeta estéril. Para ello ingiere esta especie de engrudo, que le destruye y fragmenta y crea las moléculas primigenias de las que surgirá la vida en ese mundo (con lo que después de todo tampoco el guionista se aleja mucho del evolucionismo), en un episodio que recuerda tanto a la leyenda nórdica de la creación, que surge de los pedazos del cadáver de Ymir, el gigante primigenio. Al alterar el sellado de la cámara, las vasijas empiezan a supurar y generan una vida no deseada en forma de serpientes asesinas dispuestas a usar a los humanos como huéspedes para alimentarse y reproducirse, cosa que hacen en cuanto pueden. Shaw descubre además que el ADN de los ingerieros es igual al humano: han encontrado en verdad a los creadores...

Entre tanto, el inevitable androide en este tipo de historias, David, encuentra a un ingeniero vivo en su propia cámara de hipersueño dentro de la base/nave extraterrestre. Así se descubre el verdadero objetivo de Peter Weyland, que ha viajado también en secreto a bordo de la nave con la secreta esperanza de encontrar a uno de los "dioses" y conseguir de él una cura para su cáncer y, si es posible, un acceso a la inmortalidad. Weyland, y no la nave en la que viajan y que se llama igual, es el Prometeo que da título a la película: se ve a sí mismo como el titán que podría robar el fuego de la inmortalidad a los dioses para llevárselo a la Humanidad..., previo beneficio personal. Despiertan, pues, al ingeniero..., sólo para descubrir que éste no tiene gran aprecio por su creación. Es más, según la interpretación de David, la intención de los ingenieros es destruir a la humanidad, a la misma que crearon tiempo atrás, con el mismo engrudo negro (por cierto que es inevitable recordar el "virus negro" de la serie televisiva Expediente X) que, en este estado de evolución, es mortal. ¿Por qué? Bueno, ¿por qué no? Las mismas viejas tradiciones humanas nos hablan de decisiones similares: los mayas nos cuentan cómo sus "divinidades" destruyeron dos humanidades antes de la actual, los mesopotámicos relatan cómo las suyas inundan el mundo con la misma intención, etc. El caso es que han decidido acabar con los seres humanos (siempre según David, ojo) y para empezar el revivido ingeniero mata a todos los que se han atrevido a despertarle. A David "sólo" lo decapita, igual que sucedía con el personaje robótico de Alien, la película de la que se supone Prometheus es una precuela.

Shaw consigue escapar de la nave alienígena y convencer a Janek de que hay que detener al ingeniero sea como sea, antes de que parta de aquel mundo con su carga mortal con destino a la Tierra. Así que éste se sacrifica junto con su tripulación embistiendo con su nave la del ingeniero. Los restos se desploman sobre el planeta. Al final, los únicos que quedan vivos son la propia Shaw, el ingeniero herido, una de las serpientes mutada en una especie de pulpo lovecraftiano y la cabeza parlante de David. El ingeniero muere a manos de este Ctulhu de segunda mano, mientras Shaw y David se embarcan en otra de las naves alienígenas para dirigirse, no a la Tierra, sino al planeta de los creadores de la humanidad. Se supone que de ahí saldrá una segunda parte de esta precuela, aunque me parece complicado que alguien pueda escribir algo con la fuerza suficiente para ello. La última escena de la película muestra cómo, de entre los restos del ingeniero muerto y "fecundado" oralmente por el monstruo, emerge nuestro viejo conocido: el Alien contra el que combatió en su día la comandante Ripley...

El argumento de la película es bastante correcto y, en ciertos aspectos, hasta novedoso, de manera que me he preguntado varias veces si la historia original realmente pertenecía a la saga de Alien o, en realidad, algún ejecutivo listillo de Hollywood decidió cambiar cuatro o cinco detalles para forzar su integración en ella y así facilitar el rodaje atrayendo de paso la atención del propio Ridley Scott. El desastre viene en el desarrollo y aplicación del argumento y, sobre todo, de los personajes con situaciones completamente absurdas que son las que dan al traste con toda la historia. ¿Cómo es posible que una nave con tantos avances
tecnológicos posea un quirófano/cabina automatizado sólo para hombres? (Por cierto, la autooperación y milagrosa recuperación de Shaw tras abrirse la tripa para sacar el monstruo de su interior es francamente risible) ¿Cómo es posible que la única arma disponible para enfrentarse al monstruo en un momento dado sea un hacha, además de diseño un tanto exótico? (¿Y para que se necesita un hacha en una nave hipertecnológica?) ¿Cómo es posible que un biólogo se encuentre con una amenazadora serpiente alienígena en un entorno hostil o al menos desconocido y, en lugar de tomar precauciones, se acerque a ella con intención de acariciarla y llamándola "bonita"? ¿Cómo es posible que una tripulación se haya enrolado en una expedición de este tipo sin conocerse previamente unos a otros y se presenten entre ellos en un briefing tras dos años de hibernación? ¿Cómo es posible que lo primero que hace el capitán tras salir del hipersueño sea encenderse un puro, beber un whisky y montar un arbolito de Navidad? ¿Cómo es posible que...? 

¡Son tantas barbaridades, una tras otra, que hunden progresivamente la idea inicial...! Y a ello hay que sumar aún otro lastre: la manifiesta incapacidad de Lindelof y su colega de escritura Jon Spaihts (aquí vemos a los dos "genios" explicándose en una entrevista para la televisión) a la hora de aclarar y explicar al espectador (sobre todo al que carece de la información y/o la agilidad mental necesarias) sus referentes culturales, en lugar de mostrárselos durante unos breves instantes de forma ambigua para que cada cual interprete la historia como le parezca en un momento dado. Se supone que el guionista debe ser claro a la hora de mostrar al espectador lo que quiere contar, debe guiarle para que no se pierda..., y la situación ideal es que lo haga sin llamar la atención, de manera que el espectador no se sienta tonto o ignorante. De la misma manera que un árbitro de fútbol es muy bueno cuando renuncia al protagonismo y su presencia no se advierte durante el partido aunque sea definitiva para que éste se desarrolle a la perfección, un guionista no debe ser tampoco protagonista sino hacer que el argumento fluya como debe fluir y la película funcione como un reloj.
Por desgracia, éste no es el caso.












1 comentario:

  1. No había visto la película, pero me has incitado a hacerlo. El sustrato mitológico que la envuelve parece, por lo que has contado, muy interesante.

    Un saludo.

    Nostromo

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