El curso en la Universidad de Dios se ha reanudado por fin, tras el largo período estival, y lo ha hecho con una clase magistral (bueno, en realidad, un discurso magistral, en clase) de uno de mis profesores asociados favoritos de Tercero de carrera: George Ivanovic Gurdjieff, catedrático de Despiste Robótico y Deconstrucción Espiritual. Lo más grande del caso es que el discurso lo ha presentado otro conocido, uno de los alumnos de las clases superiores y conocido personal del viejo bigotudo armenio: nada menos que el colega (por periodista y, sobre todo, por estudiante en la Universidad de Dios) Piotr Ouspensky. A veces me he preguntado si éstos dos no serán la reencarnación de Sócrates y Platón o si su relación personal no es en el fondo más que una demostración de la Ley del Eterno Retorno.
El caso es que ahí estaban ambos, con la túnica y el birrete característicos (por cierto, satisfaciendo la curiosidad de algún lector diré que no son del monótono color negro de las universidades corrientes, sino tricolores: negro, blanco y rojo, como corresponde a la obra alquímica) de nuestros estudios, subidos al escenario del aula magna. Sentados a su lado, prácticamente todos los profesores de la Universidad. Y, en la sala de butacas, todos los alumnos (ahora que nos veo a todos juntos, descubro que somos más de los que creía: aún así, una pequeñísima minoría comparada con la Humanidad en general), atentos a las palabras del comienzo de curso.
Ha sido una conferencia metódica, sarcástica y provocativa, muy en la línea del "hombre del sombrero de astracán", que ha teletransportado de manera inmediata y eficaz a la Realidad a todos aquéllos que durante estas vacaciones se han dormido como si fueran humanos corrientes, engañados por el aparente caos y sinsentido que se supone reinan en el mundo.
Destaco los pensamientos más importantes que enumeró en su comparecencia:
* "Toda la gente que usted ve, que usted conoce y puede llegar a conocer, todos son máquinas que trabajan movidas por influencias externas. Máquinas nacen, máquinas mueren (...) Por sí mismo, un hombre no puede producir un solo pensamiento, una acción concreta. Todo cuanto dice, hace, piensa, siento, todo le sucede. El hombre no puede descubrir nada nuevo, no puede inventar nada (...) Nace, vive, muere, construye casas, escribe libros..., pero no como quiere hacerlo, sino como buenamente sucede (...) y sin embargo nadie querrá creerle si usted se lo dice. Eso es lo más ofensivo y lo más desagradable que se le puede decir a una persona, porque es verdad y nadie quiere saber la verdad." En tan pocas palabras se halla la clara explicación de por qué el mundo es como es, de por qué la gente corriente sufre en vano y de por qué tantas personas caen sistemáticamente en la desesperación y la amargura. Creen, como en aquella famosa cita de Shakespeare, que "la vida es un cuento contado por un idiota, lleno de ruido y de furia, que no tiene ningún sentido", simplemente porque no son capaces de elevarse lo bastante como para adquirir la perspectiva general del cuadro con la que entender la diminuta cuadrícula en la que malgastan su existencia. Y, así, mueren sin llegar a comprender que jamás vivieron en realidad, sino que fueron vividos por fuerzas ajenas a su control e incluso a su propio conocimiento. Abandonan este planeta sin comprender para que vinieron a él, pensando que nada tiene sentido. Pero sí lo tiene y eso, de manera terrible, lo descubren cuando ya es demasiado tarde.
* "La multitud ni quiere ni busca el conocimiento. Y los dirigentes de las multitudes, movidos por sus propios intereses, buscan siempre aumentar los temores de la gente y fomentar el repudio hacia cuanto desconocen. La condición actual de la vida del hombre es la esclavitud y se basa en el temor a lo desconocido (...) Sin embargo, existen posibilidades de evolución en individuos aislados con conocimientos y métodos adecuados. Semejante desarrollo sólo será beneficioso para el individuo porque va por así decirlo contra los intereses del mundo planetario. El hombre deben entender que su evolución no es necesaria para nadie, salvo para él mismo. No le interesa a nadie más en todo el universo. Nadie está obligado a ayudarle, nadie tiene intención de hacerlo en el el cosmos." Es mentira, radicalmente mentira, que el hombre común quiera conocer de verdad la Verdad, por muchas pancartas tras las que desfile o por muchas consignas que repita como un loro. Dice querer hacerlo pero ni tiene voluntad verdadera de encontrarla (el que busca halla y si alguien busca de una forma comprometida termina hallando sin lugar a dudas, doy fe) ni en el improbabilísimo caso de que se encontrara con ella tendría suficiente fuerza para resistirla. Por eso el hombre real, no el hombre máquina, se mantiene al margen de cualquier corriente de opinión generalizada y actúa libremente respecto a los partidos políticos y cualquier otro tipo de influencia social, económica, sindical, religiosa..., de su Zeitgeist, que no son en el fondo más que simples ilusiones transitorias. Ese hombre, fortalecido de la manera adecuada, podrá afrontar la Realidad y sobrevivir a ello. Pero está solo y ésa es su maldición y al mismo tiempo su bendición.
* "Usted no se percata de su propia situación: usted está preso y todo cuanto puede desear, si es una persona sensata, es salir de esa cárcel (...) Un hombre solo no puede conseguirlo. Necesita un grupo de otros hombres dispuestos a acometer la empresa y trabajar juntos (...) Además, necesita la ayuda de quienes han huido antes que él (...) Lo más importante es que para tener posibilidades de fugarse, hay que empezar por darse cuenta de que se está preso (...) Mientras crea ser libre, no tiene la menor posibilidad. Nadie podrá ayudarlo y nadie podrá por cierto liberarlo a la fuerza, contra su propia voluntad y oponiéndose a sus deseos." Una buena descripción
de la Universidad de Dios y una explicación sucinta de para qué sirve realmente. Y una advertencia clara: existen muchas instituciones, algunas con muchos años de experiencia, que en realidad son simples trampas para ingenuos. Una forma clara de reconocerlas es comprobar cómo esclavizan a sus "alumnos" imponiéndoles su visión del mundo (en lugar de alentarles a construir la suya propia) e impidiéndoles la libertad de movimientos. La libertad es patrimonio sólo de los libres y es preciso pagar un precio muy alto para poder disfrutar de ella.
de la Universidad de Dios y una explicación sucinta de para qué sirve realmente. Y una advertencia clara: existen muchas instituciones, algunas con muchos años de experiencia, que en realidad son simples trampas para ingenuos. Una forma clara de reconocerlas es comprobar cómo esclavizan a sus "alumnos" imponiéndoles su visión del mundo (en lugar de alentarles a construir la suya propia) e impidiéndoles la libertad de movimientos. La libertad es patrimonio sólo de los libres y es preciso pagar un precio muy alto para poder disfrutar de ella.
* "Si su vida está tan mal organizada que no puede disponer de mil rublos (para dedicarse al camino espiritual) será mucho mejor que no emprenda esta clase de trabajo (...) Es preciso hacer sacrificios. Si nada se sacrifica nada se consigue. Y es preciso sacrificar algo que por el momento sea muy precioso, sacrificar por un tiempo muy largo y sacrificar bastante. Pero no para siempre." La verdad es que no deja de sorprenderme la ingenuidad de todos aquéllos que a estas alturas siguen pensando que el sendero del espíritu es gratis, que la Sabiduría debería darse alegremente a cualquiera y que un verdadero maestro debería estar obligado a contestar sin más al primero que se le ocurriera preguntarle algún secreto de real importancia. Si obtener un título universitario de Medicina o Abogacía cuesta mucho tiempo, esfuerzo y dinero por muy público que sea el centro donde se estudie, si todo en la vida tiene un coste y éste es mayor cuando más importante es lo que se pretende adquirir, si hasta la misma existencia la pagamos con nuestra muerte..., ¿cómo es posible que alguien siga considerando que lo más importante que se puede adquirir en el mundo, el pasaporte hacia la eternidad, debería regalarse sin más? Alguien que no es capaz de gestionar su vida material, el día a día corriente, nunca podrá triunfar en la conquista de una vida superior. Antes bien, semejante empeño le destruiría.
* "El hombre no nace con cuerpos sutiles: ellos sólo pueden cultivarse artificialmente, siempre y cuando existan condiciones favorables (...) Si algo hay en un hombre que sea capaz de resistir las influencias externas, ese mismo algo podrá resistir la muerte del cuerpo físico (...) Sólo muy pocos consiguen hacerse con eso que llaman cuerpo astral. Si el hombre consigue hacerse con él puede continuar viviendo tras la muerte de su cuerpo físico y hasta puede renacer en otro cuerpo físico y eso es la reencarnación (...) Si un hombre consigue cristalizarse y conseguir algo sólido y permanente, puede llegar a ser inmortal (...) La inmortalidad no es una propiedad con la que nace el hombre. Pero el hombre puede hacerse inmortal (...) el hombre tiene
la posibilidad de seguir existiendo tras la muerte, pero una cosa es tener la posibilidad y otra muy distinta es que llegue a realizarla, a convertir eso en realidad" . Estas palabras suponen una severísima advertencia para aquéllos que confían en "subir al cielo" al morir tras una vida "piadosa", "caritativa" y "compasiva". O para esos patéticos personajes que tras una vida desastrosa y criminal confían en que basta con hacer una confesión de última hora para que se le "perdonen" sus "pecados" y ser así recibidos por una divinidad "amorosa" que les espera para "acogerles" en su "regazo"... Lo cierto es que no hay eternidad para el hombre corriente, no hay posibilidad de continuar vivo tras la muerte, de tener continuidad para siempre. El barro pertenece al barro y en el barro se queda. Sólo el espíritu permanece..., pero no todos los hombres tienen la oportunidad de abrazarse a él y trascender más allá de esta existencia efímera en la Tierra. Los maestros reales, no los gurúes de feria, siempre han advertido de que al Cielo con mayúsculas hay que entrar en vida (igual que al Infierno: nadie puede penetrar en aquél sin haber pasado previamente por éste) y que la única forma de hacerlo es tomarlo por asalto. El Cielo es sólo para los guerreros del espíritu.
la posibilidad de seguir existiendo tras la muerte, pero una cosa es tener la posibilidad y otra muy distinta es que llegue a realizarla, a convertir eso en realidad" . Estas palabras suponen una severísima advertencia para aquéllos que confían en "subir al cielo" al morir tras una vida "piadosa", "caritativa" y "compasiva". O para esos patéticos personajes que tras una vida desastrosa y criminal confían en que basta con hacer una confesión de última hora para que se le "perdonen" sus "pecados" y ser así recibidos por una divinidad "amorosa" que les espera para "acogerles" en su "regazo"... Lo cierto es que no hay eternidad para el hombre corriente, no hay posibilidad de continuar vivo tras la muerte, de tener continuidad para siempre. El barro pertenece al barro y en el barro se queda. Sólo el espíritu permanece..., pero no todos los hombres tienen la oportunidad de abrazarse a él y trascender más allá de esta existencia efímera en la Tierra. Los maestros reales, no los gurúes de feria, siempre han advertido de que al Cielo con mayúsculas hay que entrar en vida (igual que al Infierno: nadie puede penetrar en aquél sin haber pasado previamente por éste) y que la única forma de hacerlo es tomarlo por asalto. El Cielo es sólo para los guerreros del espíritu.
* "El camino que conduce al desarrollo de las posibilidades ocultas en el hombre es un camino que va contra la naturaleza, contra dios mismo". Una de las frases más importantes del viejo bigotudo, sin lugar a dudas... De
hecho, una clave principalísima pues el camino hacia el espíritu es un camino prohibido. Siempre lo ha sido. Está fuera de todos los mapas y para recorrerlo es preciso evadirse del rebaño e ir contra corriente, pero no de forma alocada como podría creerse sino de una manera muy concreta y disciplinada, y sólo de esa manera: por eso algunas tradiciones le han llamado "el camino del salmón". Paradójicamente, se trata de un sendero que no necesita grandes protecciones ni ocultamientos, porque su misma esencia le hace invisible e inaccesible para aquél que no sabe cómo hallarlo. Y aterroriza al hombre común, porque exige rebelarse contra el dios de este mundo material: el satanás disfrazado de etéreo y beatífico "padre de todos", adorado bajo nombres diversos a través de lo que llaman "religiones".
Es tan poderosa la vía del espíritu que "doscientas personas conscientes, si es que existiesen y lo considerasen legítimo, podrían cambiar totalmente la vida en la tierra" según recuerda Gurdjieff. ¿No ha de temer ese satanás a este tipo de gentes conscientes, a estos aprendices de dioses? ¿No ha de perseguirlos, acosarlos e intentar destruirlos identificándolos con demonios? ¿No ha de emplear a los humanos comunes, todos ellos bajo su control, para combatirlos?
hecho, una clave principalísima pues el camino hacia el espíritu es un camino prohibido. Siempre lo ha sido. Está fuera de todos los mapas y para recorrerlo es preciso evadirse del rebaño e ir contra corriente, pero no de forma alocada como podría creerse sino de una manera muy concreta y disciplinada, y sólo de esa manera: por eso algunas tradiciones le han llamado "el camino del salmón". Paradójicamente, se trata de un sendero que no necesita grandes protecciones ni ocultamientos, porque su misma esencia le hace invisible e inaccesible para aquél que no sabe cómo hallarlo. Y aterroriza al hombre común, porque exige rebelarse contra el dios de este mundo material: el satanás disfrazado de etéreo y beatífico "padre de todos", adorado bajo nombres diversos a través de lo que llaman "religiones".
Es tan poderosa la vía del espíritu que "doscientas personas conscientes, si es que existiesen y lo considerasen legítimo, podrían cambiar totalmente la vida en la tierra" según recuerda Gurdjieff. ¿No ha de temer ese satanás a este tipo de gentes conscientes, a estos aprendices de dioses? ¿No ha de perseguirlos, acosarlos e intentar destruirlos identificándolos con demonios? ¿No ha de emplear a los humanos comunes, todos ellos bajo su control, para combatirlos?
Ése es un riesgo más de la carrera de Dios. Un riesgo que la hace aún más excitante.
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