Más de un lector que sigue regularmente este blog ha protestado por las referencias periódicas a mis sucesivas reencarnaciones y por el hecho de que incluso tenga una etiqueta (Mis vidas pasadas) a la hora de señalar los comentarios y artículos en los que hablo de ellas. Aseguran que es una pena que hable de cosas "serias" y de pronto me dé por mezclarlas con estas "tonterías". Mmmmh..., me pregunto a qué llamarán cosas serias.
En todo caso, la reencarnación no es nada extraño ni ajeno al espíritu occidental, como parece creer toda esa (desinformada) gente que piensa que es un concepto de origen oriental. Nada más incierto. De hecho, en las culturas antiguas oímos hablar de la vidas anteriores de algunos de los protagonistas mitológicos e incluso históricos cada dos por tres aunque no se utilice exactamente el término reencarnación. Fue el judeocristianismo el que borró esta idea de la cultura general, igual que hizo con muchas otras: a base de sangre y fuego, en cuanto tomó el poder. La llamada "Iglesia de Roma", hoy por fortuna tan descolocada, hizo más mal que bien a la civilización al alterar por completo la imagen y el mensaje de Jesús el Cristo, utilizándolo como coartada entre otras cosas para destruir los conocimientos y progresos acumulados desde la Antigüedad y para empujar a los hombres hacia lo que los británicos conocen como The Dark Ages o Las Edades Oscuras (su forma de llamar a la Edad Media). La película Ágora, dirigida por Alejandro Amenábar en 2009, contaba algo de esto: recuerdo que salí muy enfadado del cine por lo malo que era el guión y por la gran oportunidad desperdiciada por este enfant terrible (más enfant que terrible, a juzgar por el resultado de este largometraje) del cine español a la hora de explicar a las masas multitudinarias lo que había ocurrido en aquella época.
Y es que todavía hay legiones de ingenuos que piensan que fue la Iglesia la que "salvó" la Cultura y la Civilización gracias a las bibliotecas de cuatro monasterios perdidos por Europa, cuando lo que hizo en realidad fue lo contrario: secuestrar ambas cosas, reclutar o asesinar a los científicos que supieran algo de interés y condenar a la mayoría de las gentes a unas vidas miserables y ruinosas, basadas en los yugos del pecado, la culpa y el miedo. Ésas son armas de la religión organizada y, como dice una frase de autoría dudosa pero sentido muy correcto que he leído esta semana por ahí, "La religión es para la gente que tiene miedo del infierno. La espiritualidad es para las personas que ya han estado allí". Hoy sabemos que la ciencia de la Roma tardoimperial estaba tan adelantada que en muchos aspectos podría compararse con la de la Inglaterra preindustrial. Se está estudiando los casos de varios científicos romanos y griegos que según parece ya experimentaban incluso con máquinas de vapor. Si el virus judeocristiano no hubiera infectado el imperio, por lo demás completamente podrido desde el punto de vista político y financiero (y, como sabemos, los cuerpos en mal estado favorecen las infecciones), tal vez la Edad Media jamás habría existido como tal y hoy disfrutaríamos de un nivel de progreso científico y tecnológico muy superior en el que igual no existiría el hambre en el planeta y ya habríamos conquistado varios mundos del Sistema Solar o de fuera de él... O tal vez nos habríamos terminado de destruir a nosotros mismos, vaya usted a saber.
Volviendo al asunto de las reencarnaciones, los fanáticos de la ciencia contemporánea, en general doblegados por una visión tan limitada de la vida como es la del materialismo, suelen burlarse despectivamente de cualquier planteamiento acerca de la posible supervivencia tras la muerte. Se ríen de la fe de otros en esa hipótesis basándose en su propia fe en la hipótesis (que no realidad) contraria. Sin embargo, hay científicos (los de verdad, los que no cierran los ojos a ninguna hipótesis, por descabellada que ésta sea, hasta comprobarla fehacientemente) que han estudiado este asunto con seriedad y han encontrado casos lo bastante llamativos como para llegar a la conclusión de que existen más posibilidades de que la reencarnación exista a que no lo haga (en la Universidad de Dios, como recordaba Gurdjieff en su discurso del otro día aquí reseñado, sabemos que no todos los seres humanos pueden reencarnar, pero ésa es otra historia...).
Uno de estos científicos fue Ian Stevenson, bioquímico, doctor en medicina y profesor de Psiquiatría en la Universidad de Virginia, en Charlottesville, en Estados Unidos, fallecido en 2007. Fue presidente del departamento de Psiquiatría en la facultad de Medicina de la Universidad y responsable de la División de Estudios de Percepción. Entre los muchos casos de "locos" que tuvo ocasión de investigar figuran muchos relacionados con la reencarnación, sobre los cuales escribió en diversas revistas profesionales. Por ejemplo en 1976 publicó El caso de Gretchen en The Journal of the American Society for Psichical Research. Resumiendo mucho la historia, un reverendo metodista llamado Carroll Jay, gran aficionado al hipnotismo, aplicaba éste a su esposa Dolores para ayudarle a aliviar sus dolores de espalda y cuando le preguntó, una vez relajada, si todavía le dolía, ella contestó Nein en alemán, en lugar de No en inglés. Como ninguno de los dos hablaba alemán, el reverendo se quedó pensativo y pocos días después decidió hipnotizarla otra vez a ver si el fenómeno se repetía. Así sucedió: la mujer empezó a hablar en alemán y con tono de niña pequeña. Carroll Jay no entendía lo que decía, así que buscó entre sus conocidos a alguien que sí hablara este idioma. Resultó que Dolores podía mantener una conversación en alemán perfectamente..., porque no era Dolores sino Gretchen Gottlieb (o así se identificó), una adolescente de 16 años nacida en Eberswalde, hoy en el Estado de Brandeburgo, y asesinada a finales del siglo XIX. Gretchen parecía ser la identidad en la vida anterior de Dolores.
Stevenson investigó este caso hasta la saciedad y concluyó que no tenía explicación para el mismo. Ni Carroll Jay ni su mujer Dolores sabían alemán ni tenían familia alemana ni habían estado en condiciones de aprender el idioma durante su vida dadas sus circunstancias concretas. Es más, el reverendo y su mujer no querían pensar en la posibilidad de la reencarnación, puesto que iba en contra de las enseñanzas de su propia religión. Perplejo por lo sucedido, Ian Stevenson estudió otros casos similares como el de T.E., ama de casa judía, y K.E., su marido, un médico que también recurría a la hipnosis con sus pacientes. Durante una sesión hipnótica, T.E. dijo contemplar cómo un grupo de hombres obligaban a unos ancianos a entrar en el agua para ahogarlos y de pronto se llevó las manos a la cabeza como si intentara protegerse de una paliza. Su marido le despertó y ella permaneció un par de días con fuertes jaquecas y la sensación de tener un chichón. Repitieron la experiencia un par de veces, siempre con el mismo resultado. Finalmente, K.E. ordenó a su mujer, en estado de hipnosis, que se remontara diez años en el pasado a aquel momento tan terrible junto al agua. Se le pusieron todos los pelos de punta cuando T.E. adquirió una profunda voz masculina y dijo llamarse Jensen Jacoby y ser..., un campesino sueco.
Tal y como sucedió en el caso de Dolores y Gretchen, T.E. contó su vida como Jacoby, un campesino del siglo XVII con sólidos conocimientos de cosechas, platos y embarcaciones de la época que en modo alguno tenía el ama de casa durante su estado de conciencia normal. Según sus revelaciones, fue asesinado a los 62 años de un golpe en la cabeza tras obligarle a entrar en el agua. Jacoby (derivado de Jacob) era un apellido frecuente entre los judíos suecos, por lo que una de las hipótesis que se planteó fue que tal vez hubiera sido asesinado en un pogromo. Ian Stevenson investigó este caso de manera exhaustiva con los mismos resultados que el anterior (y que otros, que contó en sucesivos artículos) y publicó sus conclusiones con cierta desesperación por ser incapaz de explicar lo que había sucedido. Más tarde recopilaría sus casos favoritos en varios libros como Twenty Cases Suggestive of Reincarnation (Veinte casos que hacen pensar en la reencarnación) en 1974, Unlearned languaje (Lenguas no aprendidas) en 1984 o Children who remember previous lives (Niños que recuerdan sus vidas anteriores) en 1987, entre otros.
Y es que quizá los casos más impresionantes sean aquéllos en los que los detalles de la vida anterior son explicados, no circunstancialmente o al azar (como sucede en las sesiones de hipnosis) por adultos, sino espontáneamente por parte de niños que de pronto se ponen a contar historias escalofriantes. Tal es el caso de Roberta Morgan, una pequeña de Minnesota (EE.UU.) que en 1961, cuando tenía sólo dos años y medio de edad empezó a hablar de su vida anterior, cuando vivía con "otra mamá y otro papá". Para desesperación y enfado de su madre "actual", la comparaba con la anterior y solía salir peor parada. La "primera" familia de Roberta, según ella, vivía en una granja cercana, donde decía que había montado a menudo a caballo (lo que no había hecho nunca según los Morgan) y solía meterse en las conversaciones de los adultos opinando correctamente sobre diversos asuntos sobre los que en teoría no podía saber nada, dada su edad y sus conocimientos. En cierta ocasión incluso señaló un camino de tierra por donde según ella se llegaba a la granja donde había vivido su vida anterior. Con el miedo en el cuerpo, sus padres se negaron a tomar aquel camino y llegar quizás a confirmar algo que les asustaba muchísimo y acabaron obligándole a dejar de hablar de sus recuerdos imposibles a base de castigarla y azotarla. Así que Roberta se calló y nunca más volvió a contar nada sobre ello. Cuando la niña tenía 10 años, alguien le contó a su madre acerca de los estudios de Stevenson. La mujer, atormentada por su conciencia, le llamó y le relató su caso, pero para entonces Roberta ya no recordaba nada. Ni siquiera se acordaba de que alguna vez recordara algo.
La Universidad de Virginia tiene documentados y archivados con sumo
detalle más de 2.500 casos de este tipo, de los cuales Stevenson y su
equipo llegaron a examinar unos 1.400, originales de todas partes del mundo. Este científico viajó durante cuarenta años recopilando materiales tan interesantes y demostrativos. Y no me cabe la menor duda de que existen muchas otras universidades e instituciones diversas que poseen archivos similares. Sin embargo, la reencarnación oficialmente no sólo no está reconocida como algo probable para el Occidente contemporáneo sino que se considera un exotismo oriental del cual poder burlarse para situar las tradiciones y creencias de otras partes del mundo a un nivel inferior a las nuestras, al tiempo que seguimos controlando al humano de este lado del planeta convenciéndole de que se preocupe sólo del mundo material, puesto que es "lo único que existe".
Todo esto me recuerda una de mis vidas anteriores, en las que tuve que...
No, mejor lo dejamos aquí por hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario