Las películas de bofetadas y puñetazos, y no hablo sólo de las del tipo Steven Seagal o Chuck Norris porque el cine de Hollywood tiene muchos ejemplos en largometrajes de muy diverso género, han hecho caer a muchos ingenuos en dos serios errores. El primero es que uno puede aguantar un serio castigo físico durante mucho tiempo golpeando al adversario y dejándose golpear por él, en combates homéricos como el que mantienen John Wayne y Victor McLaglen en El hombre tranquilo, sin más secuelas que un ligero atontamiento y un poquito de sangre en la nariz (lo que pasa a un segundo plano, en todo caso, cuando después del combate se ingiere la adecuada cantidad de Guinness). En algunas ocasiones, incluso se defiende la leyenda de que, por mucho que uno esté siendo castigado, no hace falta golpear al rival más que una sola vez: la última..., los irreales finales de las películas de Karate Kid, por lo demás una serie muy meritoria y llena de valores, son una verdadera autoparodia en este sentido. Sin embargo, la verdad la conoce cualquier luchador veterano y es que en la inmensa mayoría de las ocasiones un combate se termina al tercer o al cuarto golpe, y no más.
El cuerpo humano es mucho menos resistente de lo que parece en la pantalla y un puñetazo o una patada bien dadas duelen e imposibilitan continuar la lucha, doy fe de ello. Incluso pueden matarte, dependiendo de donde impacten. Así que es tan importante, o quizá más, aprender a aguantar el golpe que a golpear en sí. Y, por supuesto, convertirse en un especialista en chequeos y bloqueos para desviar en la medida de lo posible los mazazos del adversario. Me viene ahora a la memoria cierto maestro español de Kenpo Karate con años de recorrido y unos cuantos danes en su cinturón (un auténtico ronin, porque traicionó a su maestro iniciador de muy mala manera y fue expulsado de su escuela, aunque hoy va por ahí pavoneándose en un puesto de responsabilidad conseguido gracias a su astucia) que tiene una técnica fabulosa y que puede dejarte fuera de combate en un abrir y cerrar de ojos..., si no le alcanzas antes. Porque posee una debilidad terrible: no aguanta físicamente un golpe fuerte. Por lo tanto, en cualquier campeonato (y en la vida real, si se ve obligado a utilizar su arte marcial) no tiene más remedio que pasar a la ofensiva desde el principio y ganar sus combates con rapidez y con agilidad, evitando el contacto del adversario, ya que es muy consciente de que si éste le toca acabará fácilmente con él.
Como decía el otro: "El que resiste, gana".
Como decía el otro: "El que resiste, gana".
El segundo error de este tipo de películas es insistir en que uno tiene que aprender nuevas técnicas cada día, nuevas formas de atacar y defenderse, de moverse en un sentido o en otro, de empujar o estrangular, de acechar..., de incrementar el arsenal propio hasta el infinito, como si el hecho de poseer cincuenta armas confiriera una superioridad estratégica definitiva sobre aquél otro que sólo dispusiera de cinco. Pero no hace falta saber mucho, sino saberlo bien. Nuestro profesor de Destrucción del Paradigma a través de la Educación Fisica, el implacable Lee Jun-fan, siempre ha sido muy claro respecto a esto: "El luchador bien coordinado hace todo suave y graciosamente. Parece resbalar dentro y fuera de la distancia con un mínimo de esfuerzo y un máximo de engaño. Su forma de trabajar es buena porque sus propios movimientos son tan rítmicos que tienDen a establecer un riTmo complementario por parte del contrario, un ritmo que puede romper para ventaja propia a causa de su control perfecto sobre sus propios músculos. Parece adivinar a su contrario, porque toma la iniciativa de forma natural y hasta cierto punto fuerza las reacciones de su oponente".
Insiste Lee Jun-Fan: "Un luchador potente no es un luchador fuerte sino uno que puede ejercer su fuerza con rapidez. Ya que la potencia es igual a fuerza por velocidad, si el luchador aprende a realizar movimientos más rápidos, incrementa su potencia (...) los elevados niveles de fuerza llevan al éxito, si se combinan con velocidad, flexibilidad y resistencia (...) En un combate sin los atributos citados, un hombre fuerte resulta ser al final como el toro con su fuerza colosal persiguiendo inútilmente a un torero".
Y la clave definitiva de todo esto: "No es un incremento diario, sino una disminución diaria. ¡Elimina todo lo que no sea esencial!"
Y la clave definitiva de todo esto: "No es un incremento diario, sino una disminución diaria. ¡Elimina todo lo que no sea esencial!"
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