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lunes, 11 de febrero de 2013

Fundador de religiones

En cierta ocasión, un pésimo alumno de la Universidad de Dios hoy felizmente expulsado porque confundía el Poder con el poder, le preguntó a mi profesor de Misticismo y Paradojas cuál era el secreto para construir una religión eficiente. Estudiábamos el primer curso de carrera y el mulá Nasrudin sospechaba desde tiempo atrás acerca de las verdaderas intenciones de este estudiante, así que le contó la siguiente historia:


 
- Cierto imam tenía dificultades para que prosperara su ministerio. No era muy popular entre los fieles, debido a su carácter, sus ambiciones y su nula sabiduría. Lo cierto es que se había dedicado a la religión sólo por tener una manera cómoda de ganarse la vida. Su propia congregación le degradaba regularmente al no encontrar en él las virtudes necesarias para ejercer, mas no podía expulsarlo de forma directa porque ya había sido ordenado como imam y por tanto sólo cabía incentivarle a que dimitiera él mismo.

La estrategia estaba a punto de surtir efecto. El imam llegó a estar destinado en una remota aldea donde vivían campesinos bastante rudos y no precisamente conocidos por su generosidad: sus donativos al templo se limitaban a un puñado de zanahorias y manzanas, y no de la mejor calidad. A la hora de cenar, contemplando el mísero caldo que le aguardaba como cada noche antes de acostarse en un pobre jergón de paja, el imam había decidido ya arrojar la toalla y abandonar la religión para ganarse la vida de cualquier otra forma en alguna gran ciudad. Sin embargo, esa noche Satán hizo su aparición y le susurró una idea entre sueños.

Al día siguiente, tras las oraciones comunales en el templo, el imam adoptó la pose más solemne que pudo y, con voz engolada, anunció: "Se me ha pedido que os informe de que a partir de ahora he sido encargado de redactar una lista con aquéllos de entre vosotros que, a su muerte, irán directamente al Cielo así como de aquéllos que irán directamente al Infierno".

A partir de ese mismo día, al imam nunca le faltó la carne fresca, la manteca, el guiso de arroz, la nata ni los pasteles.

El pésimo alumno fue expulsado de nuestra Universidad cuando varios profesores encabezados por Nasrudin se lo encontraron pocos días más tarde como supremo pontífice de una religión que se presentaba con gran éxito a la gente corriente como "la única que puede salvar tu alma".


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