Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 24 de octubre de 2014

Es fácil conquistar el mundo en época de rebajas

Durante mucho tiempo, el adjetivo “conspiranoico” ha sido considerado por las personas cultas como un insulto, una auténtica descalificación que servía no sólo para anular cualquier hipótesis heterogénea que pudiera manejar la persona objeto de semejante etiquetado sino para plantearse incluso su estado mental y proponer así una conveniente intervención para apartarle de circulación. Todavía a día de hoy quedan numerosos grupos de irreductibles que, parapetados tras sus alambradas de intereses no revelados (o, lo que es peor, de ignorancia alimentada por su soberbia), se niegan a aceptar que la misma Historia es el resultado de una continua Conspiración pues los hechos históricos rara vez se corresponden con la realidad sino con la reconstrucción de la realidad que los grupos de poder se ponen de acuerdo periódicamente para imponer a la gran masa de manera sistemática. Mac Namara sabe un montón sobre eso y ha sido mi principal maestro en los últimos años.


Hoy día, sin embargo, cualquier persona medianamente informada, sin necesidad de tener diez masters o media docena de restringidos carnets de investigador para acceder a instituciones superprotegidas, puede comprobar gracias a Internet la endeble tramoya que sostiene el gran decorado y por tanto la realidad de algunas versiones conspiranoicas de los hechos, que en apariencia a primera vista parecen auténticas locuras mientras que en la práctica se acaban revelando como la única explicación lógica posible. Precisamente por eso, los que mandan están como locos buscando fórmulas para controlar el monstruo que se les ha escapado de las manos. No quieren destruirlo, porque gracias a él saben cada día más de más gente y pueden extender sus tentáculos a las cuatro esquinas del planeta. Tampoco podrían, en todo caso, destruirlo con facilidad, porque millones de homo sapiens 
hipnotizados que hoy se pasan el día con los ojos puestos en la pantalla descubrirían que existe otro mundo mucho más pleno a su alrededor y puede que hasta escaparan de su control (como en aquel capítulo de Los Simpsons en el que los niños dejan de ver los dibujos animados y, restregándose los ojos, salen a la calle y descubren que se pueden divertir jugando de mil maneras unos con otros en lugar de languidecer toda la tarde engrilletados por las retinas al televisor).

Uno de los asuntos conspiranoicos más comentados en los últimos años, más negados oficialmente por los moruecos del rebaño humano a la vez que más fácilmente demostrables, tanto por lo que ocurrió en el pasado como sobre todo por lo que está ocurriendo en el presente, es el del control del dinero y, por mediación de ello, del control de la sociedad entera. La archiconocida frase atribuida a Mayer Amschel Rothschild (“Dadme el control de la moneda de un país y no me importará quién haga las leyes”), aquí a la izquierda, es el resumen de una estrategia que se ha hecho realidad en el pasado de manera tan poderosa como imprudente ya que ha sido capaz de hundir imperios. Y sigue siendo igual de válida en el presente. Buen ejemplo de ello es la famosa crisis supuestamente económica y en realidad financiera que sufre el mundo, y especialmente Occidente, desde 2008 con las siniestras consecuencias que ha traído consigo (y que van mucho más allá de la enorme y dramática pérdida generalizada de puestos de trabajo).

En mi novela de ciencia ficción Islas en el cielo toqué muchos temas, no sólo el de qué hay o puede haber en el centro de la Tierra (algo que a día de hoy seguimos ignorando completamente..., no deja de ser curioso que sepamos más acerca de algunos planetas del sistema solar que de nuestro propio mundo). Uno de los más interesantes, en mi opinión, era precisamente el del control del dinero combinado con la instalación de chips individuales en toda la población con el fin de ejercer un mayor control de una manera democráticamente dictatorial. Especulaciones para pasar el rato, me comentaron algunos lectores. Proyecciones de una realidad cada vez más posible, contestaba yo. Y..., ahí está: hete aquí que hace unos días aparecía una significativa noticia en Israel que ha pasado por completo inadvertida en estos pagos porque los grandes medios de comunicación la han ignorado olímpicamente (¿Censurada? Qué cosas se me ocurren..., si vivimos en un Occidente democrático donde se puede hablar de todo, ¿no?)

Resulta que el gobierno de Benjamín Netanyahu (qué simpático, aquí al lado) ha anunciado la creación de una comisión presidida por Harel Locker, director de su propia oficina, para estudiar “las formas de eliminar el dinero en efectivo que circula con el objetivo de buscar la mejor manera para impedir que los ciudadanos evadan sus impuestos”. El dinero en papel será sustituido (“podría ser sustituido” dice el ingenuo u obediente redactor de la noticia) por las transacciones electrónicas realizadas con tarjetas con chip... En realidad, la inmensa mayoría de la masa monetaria que circula hoy en el mundo ya es electrónica. No existe, de hecho, más que como simples anotaciones de deber/haber que las entidades financieras anotan de acuerdo a las normas que ellas mismas han impuesto a la sociedad y que les convierte en las verdaderas creadoras/destructoras de dinero a placer, fuera del control de cualquier gobierno. Todo lector atento y veterano en esta bitácora es perfectamente consciente de que el negocio bancario es una tragicómica ficción y de que eso de entrar a mano armada a robar un banco al estilo del Lejano Oeste hoy día es una estupidez porque el ladrón no va a encontrar más que unos pocos billetes de verdad (y a lo mejor los tiene que sacar del bolsillo de los clientes, ni siquiera de las vacías cajas de las oficinas bancarias).

Pero sigamos con la información, que por cierto reconoce que “los billetes y monedas representan menos del 10 % de la economía de los países de la eurozona y un 7 % en los EE.UU.”, por si no estaba lo bastante clara la cosa. En el comité estarán presentes también miembros de la Policía, la Autoridad Tributaria, la Administración gubernamental responsable de lavado de dinero, el Banco Central y varios funcionarios de la Procuraduría del Estado, entre otros. El argumento es que en una economía sin dinero en efectivo, todos los registros estarían en formato electrónico y los impuestos se recogerían en tiempo real (…) al eliminar el dinero efectivo se puede ampliar la base tributaria y evitar el lavado. Además, esta medida puede ser exportable al resto del mundo ya que “en todo el mundo sabemos que el dinero es un elemento clave de la economía y el lavado de dinero es ilegal”. Aún más, revela que las autoridades de Suecia están trabajando para crear una economía (léase, unas finanzas) con un sistema “completamente digital, basado en chips especiales para 'smartphones'” que permitirían acceder mediante las huellas digitales. Esas mismas que ya recopilan alegremente los aparatos de la última generación de iPhones para “evitar riesgos” y “facilitar la experiencia” a sus usuarios. Hay más planes similares en otros países.

Visto lo visto, la defensa contra los planes de instalación de un gobierno mundial con todo el aspecto de ir a ser cualquier cosa menos democrático (por mucha apariencia de democracia con que quiera vestirse) se hace progresivamente más difícil. Como, por otra parte, corresponde a la época en la que nos encontramos del Kali Yuga. Porque lo peor no es que haya un reducido grupo de conspiradores dispuestos a imponer su propia y única ley, sino que la gran mayoría de no conspiradores que podrían hacer algo para desbaratar sus intenciones no están en condiciones de hacerlo. En realidad, no están en condiciones más que de seguir a los que extraoficialmente ya son sus amos, pues se han convertido progresivamente en sus esclavos al abandonarse poco a poco en sus almibaradas redes.

Esta semana tuvimos ocasión de ver en España, de manera muy gráfica, qué tipo de esclavos solicitan los amos con el nuevo programa televisivo Adán y Eva emitido por Cuatro, una sonrojante colección de situaciones que a cualquier persona con un poco de inteligencia en la cabeza y otro poco de libertad en el corazón pudo generarle un torrente de sentimientos de vergüenza ajena. El programa consistía en meter a dos hombres y dos mujeres, todos jóvenes y de buen ver, en una isla paradisíaca para “encontrar el amor” y el aliciente principal para enganchar a la audiencia, a base de morbo, es que todos están completamente desnudos, si bien la realización tuvo mucho cuidado de no ofrecer planos excesivamente provocativos... Sin embargo, lo tremendo del programa no eran los desnudos, sino la filosofía de fondo y la calidad de las personas elegidas. Como decía una de las concursantes, “voy a intentar encontrar al hombre de mi vida” aunque, al ser preguntada cuáles debían ser sus características, ella contestaba: “que sea educado, de buena presencia, atractivo..., y que tenga dinerito, que tenga un buen coche, Mercedes o BMW, que pague todas las cuentas..., porque yo estoy acostumbrada a lo mejor”. Como para encontrar a un hombre de su vida pobre...

Esto, por no hablar del nivel cultural de los “perdidos” en la isla, con diálogos completamente surrealistas que incluyeron frases como “El título del programa, 'Adán y Eva', viene del primer fascículo de la Biblia. La Biblia sirve para leer, como el resto de los libros” o “¿Que me llevas al Manzanares? ¿Eso que es? Me suena a frutas o así...” (por el río Manzanares de Madrid) o “¿El palacio de la Alambrada? ¿Es que está hecho de alambre? ¿Y dónde está, en Córdoba?” (por el palacio de la Alhambra de Granada) o “Yo sé poco de arte, pero leo libros. Como Dan Brown, que cuenta cosas de Da Vinci y eso... Es que no me gusta el arte porque soy anárquica” (por el famoso best-seller de Brown)

Con semejantes ciudadanos, podemos imaginar lo fácil que es, hoy, conquistar el mundo. Estamos en plenas rebajas.






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