Durante
mucho tiempo, el adjetivo “conspiranoico” ha sido considerado por
las personas cultas como un insulto, una auténtica descalificación
que servía no sólo para anular cualquier hipótesis heterogénea
que pudiera manejar la persona objeto de semejante etiquetado sino
para plantearse incluso su estado mental y proponer así una
conveniente intervención para
apartarle de circulación. Todavía a día de hoy
quedan numerosos grupos de irreductibles que, parapetados tras
sus alambradas de intereses no revelados (o, lo que es peor, de
ignorancia alimentada por su soberbia), se niegan a aceptar que la
misma Historia es el resultado de una continua Conspiración pues los
hechos históricos rara vez se corresponden con la realidad sino con
la reconstrucción de la realidad que los grupos de poder se ponen de
acuerdo periódicamente para imponer a la gran masa de manera
sistemática. Mac Namara sabe un montón sobre eso y ha sido mi
principal maestro en los últimos años.
Hoy
día, sin embargo, cualquier persona medianamente informada, sin
necesidad de tener diez masters o media docena de restringidos
carnets de investigador para acceder a instituciones superprotegidas,
puede comprobar gracias a Internet la endeble tramoya que sostiene el
gran decorado y por tanto la realidad de algunas versiones
conspiranoicas de los hechos, que en apariencia a primera vista
parecen auténticas locuras mientras que en la práctica se acaban
revelando como la única explicación lógica posible. Precisamente
por eso, los que mandan están como locos buscando fórmulas para
controlar el monstruo que se les ha escapado de las manos. No quieren
destruirlo, porque gracias a él saben cada día más de más gente y
pueden extender sus tentáculos a las cuatro esquinas del planeta.
Tampoco podrían, en todo caso, destruirlo con facilidad, porque
millones de homo sapiens
hipnotizados que hoy se pasan el día
con los ojos puestos en la pantalla descubrirían que existe otro
mundo mucho más pleno a su alrededor y puede que hasta escaparan de
su control (como en aquel capítulo de Los Simpsons en el que
los niños dejan de ver los dibujos animados y, restregándose los
ojos, salen a la calle y descubren que se pueden divertir jugando de
mil maneras unos con otros en lugar de languidecer toda la tarde
engrilletados por las retinas al televisor).
Uno
de los asuntos conspiranoicos más comentados en los últimos años,
más negados oficialmente por los moruecos del rebaño humano a la
vez que más fácilmente demostrables, tanto por lo que ocurrió en
el pasado como sobre todo por lo que está ocurriendo en el presente,
es el del control del dinero y, por mediación de ello, del control
de la sociedad entera. La archiconocida frase atribuida a Mayer
Amschel Rothschild (“Dadme el control de la moneda de un país y
no me importará quién haga las leyes”), aquí a la izquierda, es el resumen de una
estrategia que se ha hecho realidad en el pasado de manera tan
poderosa como imprudente ya que ha sido capaz de hundir imperios. Y
sigue siendo igual de válida en el presente. Buen ejemplo de ello es
la famosa crisis supuestamente económica y en realidad financiera
que sufre el mundo, y especialmente Occidente, desde 2008 con las
siniestras consecuencias que ha traído consigo (y que van mucho más
allá de la enorme y dramática pérdida generalizada de puestos de
trabajo).
En
mi novela de ciencia ficción Islas en el cielo toqué
muchos temas, no sólo el de qué hay o
puede haber en el centro de
la Tierra (algo que a día de
hoy seguimos ignorando completamente..., no deja de ser curioso que
sepamos más acerca de algunos planetas del sistema solar que de
nuestro propio mundo). Uno de
los más interesantes, en mi opinión, era precisamente el del
control del dinero combinado con la instalación de chips
individuales en toda la población con el fin de ejercer
un mayor control de una
manera democráticamente dictatorial.
Especulaciones para pasar el rato, me comentaron
algunos lectores. Proyecciones de una realidad cada vez más posible,
contestaba yo. Y..., ahí está: hete aquí que hace unos días
aparecía una significativa noticia en Israel que ha pasado por
completo inadvertida en estos pagos porque los grandes medios de
comunicación la han ignorado olímpicamente (¿Censurada? Qué cosas
se me ocurren..., si vivimos en un Occidente democrático donde se
puede hablar de todo,
¿no?)
Resulta
que el gobierno de Benjamín Netanyahu (qué simpático, aquí al lado) ha anunciado la creación de
una comisión presidida por Harel Locker, director de su propia
oficina, para estudiar “las formas de eliminar el dinero
en efectivo que circula con el objetivo de buscar la mejor manera
para impedir que los ciudadanos evadan sus impuestos”.
El dinero en papel será sustituido (“podría ser
sustituido” dice el ingenuo u
obediente redactor de la noticia) por las transacciones electrónicas
realizadas con tarjetas con chip... En realidad, la inmensa mayoría
de la masa monetaria que circula hoy en el mundo ya es
electrónica. No existe, de hecho, más que como simples anotaciones
de deber/haber que las entidades financieras anotan de acuerdo a las
normas que ellas mismas han impuesto a la sociedad y que les
convierte en las verdaderas creadoras/destructoras de dinero a
placer, fuera del control de cualquier gobierno. Todo lector atento y
veterano en esta bitácora es perfectamente consciente de que el
negocio bancario es una tragicómica ficción y de que eso de entrar
a mano armada a robar un banco al estilo del Lejano Oeste hoy día es
una estupidez porque el ladrón no va a encontrar más que unos
pocos billetes de verdad (y a lo mejor los tiene que sacar del
bolsillo de los clientes, ni siquiera de las vacías cajas de las
oficinas bancarias).
Pero
sigamos con la información, que
por cierto reconoce que “los billetes y monedas
representan menos del 10 % de la economía de los países de la
eurozona y un 7 % en los EE.UU.”,
por si no estaba lo bastante clara la cosa.
En el comité estarán presentes también miembros de la Policía, la
Autoridad Tributaria, la Administración gubernamental responsable de
lavado de dinero, el Banco Central y varios funcionarios de la
Procuraduría del Estado, entre otros. El argumento es que “en
una economía sin dinero en efectivo, todos los registros estarían
en formato electrónico y los impuestos se recogerían en tiempo real
(…) al eliminar el dinero efectivo se puede ampliar la base
tributaria y evitar el lavado”.
Además, esta
medida puede ser exportable al resto del mundo ya que “en
todo el mundo sabemos que el dinero es un elemento clave de la
economía y el lavado de dinero es ilegal”.
Aún más,
revela que las autoridades de
Suecia están trabajando para crear una economía (léase, unas
finanzas) con un sistema “completamente digital, basado
en chips especiales para 'smartphones'” que
permitirían acceder mediante las huellas digitales. Esas mismas que
ya recopilan alegremente los aparatos de la última generación de
iPhones para “evitar riesgos” y “facilitar la experiencia” a
sus usuarios. Hay más planes similares en otros países.
Visto
lo visto, la defensa contra los planes de instalación de un gobierno
mundial con todo el aspecto de ir a ser cualquier cosa menos
democrático (por mucha apariencia de democracia con que quiera
vestirse) se hace progresivamente más difícil. Como, por otra
parte, corresponde a la época en la que nos encontramos del Kali
Yuga. Porque lo peor no es que haya un reducido grupo de
conspiradores dispuestos a imponer su propia y única ley, sino que
la gran mayoría de no conspiradores que podrían hacer algo para
desbaratar sus intenciones no están en condiciones de hacerlo. En
realidad, no están en condiciones más que de seguir a los que
extraoficialmente ya son sus amos, pues se han convertido
progresivamente en sus esclavos al abandonarse poco a poco en sus
almibaradas redes.
Esta
semana tuvimos ocasión de ver en España, de manera muy gráfica,
qué tipo de esclavos solicitan los amos con el nuevo programa
televisivo Adán y Eva
emitido por Cuatro, una sonrojante colección de situaciones que a
cualquier persona con un poco de inteligencia en la cabeza y otro
poco de libertad en el corazón pudo generarle un torrente de
sentimientos de vergüenza ajena. El programa consistía en meter a
dos hombres y dos mujeres, todos
jóvenes y de buen ver, en
una isla paradisíaca para “encontrar el amor”
y el aliciente principal para enganchar a la audiencia, a base de
morbo, es que todos están completamente desnudos, si bien la
realización tuvo mucho cuidado de no ofrecer planos excesivamente
provocativos... Sin embargo,
lo tremendo del programa no eran los desnudos, sino la filosofía de
fondo y la calidad de las personas elegidas. Como decía una de las
concursantes, “voy a intentar encontrar al hombre de mi
vida” aunque, al ser
preguntada cuáles debían ser sus características, ella contestaba:
“que sea educado, de buena presencia, atractivo..., y que
tenga dinerito, que tenga un buen coche, Mercedes o BMW, que pague
todas las cuentas..., porque yo estoy acostumbrada a lo mejor”.
Como para encontrar a un hombre de su vida pobre...
Esto,
por no hablar del nivel cultural de los “perdidos” en la isla,
con diálogos completamente surrealistas que incluyeron frases como
“El título del programa, 'Adán y Eva', viene del primer
fascículo de la Biblia. La Biblia sirve para leer, como el resto de
los libros” o “¿Que me llevas al Manzanares? ¿Eso que
es? Me suena a frutas o así...” (por el río Manzanares de
Madrid) o “¿El palacio de la Alambrada? ¿Es que está hecho de
alambre? ¿Y dónde está, en Córdoba?” (por el palacio de la
Alhambra de Granada) o “Yo sé poco de arte, pero leo libros.
Como Dan Brown, que cuenta cosas de Da Vinci y eso... Es que no me
gusta el arte porque soy anárquica” (por el famoso best-seller
de Brown)
Con
semejantes ciudadanos, podemos imaginar lo fácil que es, hoy,
conquistar el mundo. Estamos en plenas rebajas.
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