Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 9 de marzo de 2012

Armas neurocientíficas



La Royal Society ha publicado recientemente en Londres un informe de  65 páginas bajo el título de Neurociencia, Conflicto y Seguridad en el que analiza los últimos avances (públicos) en este campo así como sus usos civiles y sobre todo militares. La Neurociencia, ese conjunto de disciplinas que entre otras cosas se ocupa del sistema nervioso y su relación con la conducta, se ha puesto muy de moda en los últimos años (oficialmente..., porque extraoficialmente hay gobiernos que llevan muchísimo tiempo invirtiendo cantidades mareantes de dinero en este campo de investigación por razones obvias) así que a estas alturas es imposible seguir negando el interés de los poderosos sobre su desarrollo y manejo. El documento de esta institución británica ha llegado a solicitar a los gobiernos de todo el mundo que actúen con cautela máxima en el futuro a la hora de aplicar los descubrimientos neurocientíficos y, en algunos casos como el de los nuevos agentes químicos con capacidad paralizante o que actúan de forma directa sobre el sistema nervioso central o periférico, ha pedido que sean directamente prohibidos.
 
Cuando uno repasa las conclusiones del texto, se le eriza el vello al tratar de deducir qué otras armas se estarán experimentando y sobre las cuales no se cuenta nada en este inquietante informe..., aunque no hace falta echar mano de la imaginación porque lo que ya existe es bastante llamativo. Según los expertos, las armas del futuro (que por cierto se podrán emplear, como siempre, tanto contra los enemigos de otros países como contra la propia población protestona) incluyen técnicas de estimulación cerebral mediante fármacos u ondas para incrementar, por ejemplo, la eficiencia de los soldados sobre el terreno, la velocidad con la que aprenden las diversas tareas o la posibilidad de permanecer largos lapsos de tiempo (varios días seguidos) sin dormir y pese a ello en perfecto estado de revista y dispuestos a reaccionar como si estuvieran descansados. Se están ensayando también, y esto no forma parte de un argumento de película de Ciencia Ficción sino que es un hecho ya completamente real, implantes con interfaces neuronales que permiten una comunicación directa y fluida del cerebro del soldado con ordenadores que interpretan sus ondas cerebrales y la traducen en acciones concretas.  
 
Otra aplicación son las técnicas de neuroimagen para evaluación y análisis: por ejemplo, para estudiar la personalidad del soldado obteniendo variables muy fiables sobre el nivel de riego que es capaz de asumir de verdad, lo que permitirá seleccionar a las unidades más adecuadas para cada tarea e incrementar exponencialmente los éxitos de la misión encomendada... Sin embargo la Royal Society insiste sobre todo en las nuevas armas químicas que afectan directamente al cerebro y pueden provocar daños gravísimos. Como bien recuerda esta institución,  no están reguladas por ningún tratado internacional debido precisamente a su novedad y ello les hace tentadoramente deseables para ciertas mentes pervertidas que gozan ensayando nuevas fórmulas de aplicación de sufrimiento, dolor y destrucción al ser humano. Estos productos ni siquiera caen dentro del área de influencia de la Convención sobre Armas Químicas firmada en 1993 y que toca revisar el año que viene (lo que podría ser una buena oportunidad para incluirlas formalmente), si bien el informe reconoce que "la ambigüedad característica en este tipo de documentos dan margen a su desarrollo bajo algunas interpretaciones".
 
Otra arma nueva pero de "interesantes aplicaciones" es el ultrasonido, que permitirá "importantes aplicaciones terapéuticas" aunque también una "segura capacidad" para "perjudicar la actividad cerebral" del enemigo. Lo cierto es que no es tan nuevo: hace bastante tiempo que se trabaja con diversas armas sónicas e incluso las más básicas están a disposición de la persona común y corriente... Sí, yo también dudaba de la posible eficacia de un sonido fuerte pero, esta misma semana, acompañando a una amiga, tuve en mis manos un curioso spray anti asalto de fabricación alemana que se vende sin mayor problema en tiendas especializadas en Madrid por veinte euros justos. Es un cilindro pequeño, que cabe en la palma de una mano y tiene una capacidad de hasta cincuenta descargas: cada vez que se oprime emite un desagradable sonido paralizante que aturde al potencial agresor. Puedo dar fe de su potencia porque hicieron una demostración delante de mí. La persona encargada enfocó el spray hacia una esquina de la tienda y lo hizo con su brazo completamente extendido (era una persona alta y de brazos largos, con lo que lo alejó más de medio metro de nuestra posición) antes de apretarlo: el sonido era insoportable. Ahora puedo imaginar su efecto si este arma se dirige directamente contra la cara de uno.
 
Las armas sónicas son, ahora que lo pienso, antiquísimas. Ya se utilizaban hace miles de años, si hay que creer el relato de la caída de Jericó ante las tropas del sangriento conquistador Josué tal y como se relata en el Antiguo Testamento. Y lo cierto es que algunos experimentos de los años ochenta y noventa del siglo pasado comprobaron que esta historia no era tan mítica como pudiera parecer en un primer momento. Según el texto bíblico, el ejército hebreo rodeó siete veces la ciudad caminando de una manera específica según las instrucciones de su dios. Esa caminata pudo ayudar a desestabilizar los muros de Jericó por el efecto de las vibraciones rítmicas: hoy, por ejemplo, está estrictamente prohibido para un cuerpo de ejército lo bastante grande cruzar un puente a ritmo de desfile pues se ha comprobado que esas vibraciones afectan a los cimientos del puente y pueden llegar a hundirlo. En el caso de las tropas de Josué, tras la caminata, el sonido concentrado de los potentes cuernos de shofar sobre la parte más débil de las murallas consiguió echarlas abajo para sorpresa de sus defensores.
 
Lo que vino después, con el ejército hebreo desatado ("... destruyeron a filo de espada cuanto había en la ciudad: asesinaron a hombres y mujeres, jóvenes y viejos, mataron hasta a los bueyes, las ovejas y los asnos... Y consumieron con fuego la ciudad, junto con todo lo que había en ella. Sólo pusieron en el tesoro de la casa de Jehová la plata, el oro y los utensilios de bronce y de hierro..."), es también por desgracia tan viejo como la historia del homo sapiens.
 
De todas formas, ni las armas sobre las que se habla en el informe de la Royal Society ni otras de este tipo que se puedan estar desarrollando como entretenimiento bélico high tech de los ejércitos punteros del mundo son casi necesarias a estas alturas. Las armas más poderosas, como me contaba mi gato conspiranoico Mac Namara al descubrirme en esta misma bitácora hace un par de años ese fascinante documento titulado Armas silenciosas para guerras tranquilas (fácilmente encontrable en Internet), no hacen tanto ruido y son mucho más rentables, si bien de aplicación lenta. A ellas se refería ese gran prestidigitador de la política francesa, ese advenedizo malencarado que llegó a presidente de la república francesa, llamado François Mitterrand cuando reconoció, en una de sus últimas entrevistas antes de morir que "el pueblo francés no lo sabe pero estamos en guerra contra los Estados Unidos... Ellos, los americanos, son muy duros, son voraces, quieren un poder sin compartir sobre todo el mundo... Estamos en una guerra desconocida, permanente, sin muertes en apariencia aunque es sin embargo una guerra a muerte..."   
 
El problema por supuesto no radicaba, ni entonces ni ahora, en los norteamericanos sino en aquéllos que gobiernan a los que gobiernan a los norteamericanos...
 
 

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