Edgar Rice Burroughs fue uno de los más grandes y, como tal, hoy es un absoluto desconocido. En nuestros días saturados de iconos tan escandalosos y excitantes como vacuos, resulta difícil para el neófito comprender la importancia del trabajo de este hombre que ha inspirado a casi la totalidad de creadores de Ciencia Ficción y Fantasía que en el mundo han sido a lo largo del siglo XX. Y eso que su propia vida no fue precisamente aburrida: trabajó como vaquero e incluso se enfrentó con los apaches en Arizona formando parte del mítico 7º de Caballería, escribió casi setenta novelas de diversos temas (desde relatos del Oeste hasta evocaciones históricas, pasando por aventuras de piratas y, por supuesto, nuestro género favorito) y con 66 años tuvo el santo coraje de marcharse como corresponsal de guerra al Pacífico Sur, enviado especial de Los Angeles Times (fue uno de los corresponsales más entrados en años de la Segunda Guerra Mundial). Para los adoradores del Fantástico, siempre tendrá un lugar de honor en nuestros altares como el venerado creador de Tarzán, de John Carter de Marte, de Carson de Venus y (especialmente en el caso del que firma esta bitácora) del alucinante mundo de Pellucidar: su propia versión sobre la tierra hueca.
Tarzán es el héroe más conocido, con diferencia, de la cuadra Burroughs. Su primera novela, Tarzán de los monos, fue un éxito desde el primer momento de su aparición en 1912, el mismo año en el que publicó también la primera de John Carter: Una princesa de Marte, que con el tiempo se convertiría en su segunda gran serie de éxito. Cuando contemplo esas portadas de las primeras ediciones de las obras publicadas por ERB (o por algunos de sus contemporáneos como H.P.Lovecraft, Arthur Machen, Robert E. Howard, Robert William Chambers y tantos otros), con su indudable sabor a comienzos del siglo XX (¡ese siglo que, pensaban en aquel entonces, iba a resolver todos los problemas de la humanidad gracias a los prodigiosos avances tecnológicos en todas las áreas!) siento curiosidad por conocer lo que hubiera pensado acerca de la interpretación contemporánea de los protagonistas de sus narraciones, tanto en las ilustraciones de dibujantes modernos, como en sus adaptaciones al tebeo y al cine.
Y no creo que hubiera tenido queja respecto al destino de Tarzán, convertido enseguida en una de las marcas más exitosas de la literatura popular durante el siglo pasado, aunque las generaciones actuales, con su displicente aire de estar de vuelta de todo, lo contemplen un poco por encima del hombro como algo "pasado de moda". Respecto a John Carter, su éxito en los
Estados Unidos fue muy superior al que tuvo fuera de allí, aunque sus novelas llegaron también a España y se han reeditado desde entonces, algunas de ellas recientemente. Tras Una princesa de Marte llegaron Dioses de Marte, El Señor de la Guerra de Marte, Thuvia, doncella de Marte, El Ajedrez Viviente de Marte, El Cerebro Supremo de Marte, Un guerrero de Marte, Espadas de Marte, Los hombres sintéticos de Marte, Llana de Gathol y (creo que no me dejo ninguna) John Carter de Marte. Las aventuras de Carter y sus colegas marcianos fueron muy bien recibidas por el público y adaptadas constantemente a los tebeos y al mundo de la ilustración (espectacular y asombrosa es, en especial, la interpretación del gran Frank Frazetta, algunos de cuyos trabajos vemos aquí), aunque el cine tardó bastante más en llegar, a pesar (o quizá precisamente por culpa) de que las novelas trazaban un mundo nuevo y fascinante, poblado por razas originales de estraterrestres, con su propia flora y fauna características, que cualquier aficionado a la serie desearía ver reproducido en imágenes.
Un conocido productor y director de cine norteamericano, Robert Emerson "Bob" Clampett, popular por su labor en la serie de los Looney Tunes de la Warner Brothers, fue el primero que quiso rodar una película de dibujos animados sobre la serie durante los años treinta y llegó a discutir sus términos con el propio ERB. Mucho más complicado se planteaba producir un largometraje creíble con actores de carne y hueso. Ha habido que esperar a la actualidad, cuando la industria cinematográfica dispone de un verdadero arsenal de efectos especiales para simular prácticamente cualquier cosa que se le ocurra a la imaginación, para poder llevar con cierta dignidad sus aventuras al celuloide (o al mundo digital). Lamentablemente, la distribución y publicidad de la película, producida por Walt Disney, han sido completamente desastrosas y han hecho mucho daño al que hace poco la prensa norteamericana tildaba como "el proyecto más ruinoso" de la conocida marca de entretenimiento, por las pérdidas económicas que había generado. El primero de los grandes errores es haber titulado la película John Carter, en lugar de John Carter de Marte o Una princesa de Marte, ya que el guión, coescrito por el director Andrew Stanton en compañía de Mark Andrews y Michael Chabon, se basa precisamente en la primera novela de homónimo título. Sin embargo, la cinta no desmerece del libro y, como adaptación, resulta ser más fidedigna y entretenida que la mayoría de las versiones cinematográficas de diversas historias fantásticas rodadas durante los últimos años.
Oriundo de Virginia, John Carter es un oficial confederado de la guerra civil norteamericana que, al terminar el conflicto, encuentra una mina de oro en Arizona y se hace rico. En cierta ocasión, huyendo de los indios apaches se esconde en esta cueva y cae en una muerte aparente que le transporta de manera misteriosa (una especie de proyección del cuerpo astral) a Marte, donde se reencarna en un cuerpo similar al suyo pero con el que adquiere automáticamente superpoderes por los efectos de la distinta gravedad. Carter ya era de suyo valiente, honorable y audaz, además de galante y educado, pero ahora se encuentra con superfuerza, superagilidad y con capacidad de practicar supersaltos (en la película, estas características se exageran hasta convertirle casi en una especie de Superman semi volador). De inmediato toma contacto con las extrañas razas que pueblan Barsoom, que es el nombre con el que los belicosos marcianos conocen su propio planeta. Su principal amigo allí es Tars Tarkas el jeddak o líder de una raza marciana cuyos miembros son de color verde como mandan los cánones pero en lugar de ser bajitos y cabezones, son altos, fuertes y con cuatro brazos. En esta imagen le vemos a lomos de su thoat o bestia de carga a medio camino entre un gigantesco buey y un camello.
Tarzán es el héroe más conocido, con diferencia, de la cuadra Burroughs. Su primera novela, Tarzán de los monos, fue un éxito desde el primer momento de su aparición en 1912, el mismo año en el que publicó también la primera de John Carter: Una princesa de Marte, que con el tiempo se convertiría en su segunda gran serie de éxito. Cuando contemplo esas portadas de las primeras ediciones de las obras publicadas por ERB (o por algunos de sus contemporáneos como H.P.Lovecraft, Arthur Machen, Robert E. Howard, Robert William Chambers y tantos otros), con su indudable sabor a comienzos del siglo XX (¡ese siglo que, pensaban en aquel entonces, iba a resolver todos los problemas de la humanidad gracias a los prodigiosos avances tecnológicos en todas las áreas!) siento curiosidad por conocer lo que hubiera pensado acerca de la interpretación contemporánea de los protagonistas de sus narraciones, tanto en las ilustraciones de dibujantes modernos, como en sus adaptaciones al tebeo y al cine.
Estados Unidos fue muy superior al que tuvo fuera de allí, aunque sus novelas llegaron también a España y se han reeditado desde entonces, algunas de ellas recientemente. Tras Una princesa de Marte llegaron Dioses de Marte, El Señor de la Guerra de Marte, Thuvia, doncella de Marte, El Ajedrez Viviente de Marte, El Cerebro Supremo de Marte, Un guerrero de Marte, Espadas de Marte, Los hombres sintéticos de Marte, Llana de Gathol y (creo que no me dejo ninguna) John Carter de Marte. Las aventuras de Carter y sus colegas marcianos fueron muy bien recibidas por el público y adaptadas constantemente a los tebeos y al mundo de la ilustración (espectacular y asombrosa es, en especial, la interpretación del gran Frank Frazetta, algunos de cuyos trabajos vemos aquí), aunque el cine tardó bastante más en llegar, a pesar (o quizá precisamente por culpa) de que las novelas trazaban un mundo nuevo y fascinante, poblado por razas originales de estraterrestres, con su propia flora y fauna características, que cualquier aficionado a la serie desearía ver reproducido en imágenes.
Un conocido productor y director de cine norteamericano, Robert Emerson "Bob" Clampett, popular por su labor en la serie de los Looney Tunes de la Warner Brothers, fue el primero que quiso rodar una película de dibujos animados sobre la serie durante los años treinta y llegó a discutir sus términos con el propio ERB. Mucho más complicado se planteaba producir un largometraje creíble con actores de carne y hueso. Ha habido que esperar a la actualidad, cuando la industria cinematográfica dispone de un verdadero arsenal de efectos especiales para simular prácticamente cualquier cosa que se le ocurra a la imaginación, para poder llevar con cierta dignidad sus aventuras al celuloide (o al mundo digital). Lamentablemente, la distribución y publicidad de la película, producida por Walt Disney, han sido completamente desastrosas y han hecho mucho daño al que hace poco la prensa norteamericana tildaba como "el proyecto más ruinoso" de la conocida marca de entretenimiento, por las pérdidas económicas que había generado. El primero de los grandes errores es haber titulado la película John Carter, en lugar de John Carter de Marte o Una princesa de Marte, ya que el guión, coescrito por el director Andrew Stanton en compañía de Mark Andrews y Michael Chabon, se basa precisamente en la primera novela de homónimo título. Sin embargo, la cinta no desmerece del libro y, como adaptación, resulta ser más fidedigna y entretenida que la mayoría de las versiones cinematográficas de diversas historias fantásticas rodadas durante los últimos años.
Oriundo de Virginia, John Carter es un oficial confederado de la guerra civil norteamericana que, al terminar el conflicto, encuentra una mina de oro en Arizona y se hace rico. En cierta ocasión, huyendo de los indios apaches se esconde en esta cueva y cae en una muerte aparente que le transporta de manera misteriosa (una especie de proyección del cuerpo astral) a Marte, donde se reencarna en un cuerpo similar al suyo pero con el que adquiere automáticamente superpoderes por los efectos de la distinta gravedad. Carter ya era de suyo valiente, honorable y audaz, además de galante y educado, pero ahora se encuentra con superfuerza, superagilidad y con capacidad de practicar supersaltos (en la película, estas características se exageran hasta convertirle casi en una especie de Superman semi volador). De inmediato toma contacto con las extrañas razas que pueblan Barsoom, que es el nombre con el que los belicosos marcianos conocen su propio planeta. Su principal amigo allí es Tars Tarkas el jeddak o líder de una raza marciana cuyos miembros son de color verde como mandan los cánones pero en lugar de ser bajitos y cabezones, son altos, fuertes y con cuatro brazos. En esta imagen le vemos a lomos de su thoat o bestia de carga a medio camino entre un gigantesco buey y un camello.
Todo héroe necesita una heroína y la de John Carter se llama Dejah Thoris, la princesa de la ciudad de Helium que da título a la primera novela de la serie y a la que se mostrará fiel durante toda la saga. Helium pertenece a los hombres rojos que, como su nombre indica, son similares a los humanos pero de una tonalidad cobriza. En el caso de esta mujer, no sólo está a la altura del protagonista de la saga en cuanto a valentía y fiereza sino que es además una belleza excepcional, aunque en los libros se la describe con mayor sensualidad que como finalmente aparece en pantalla (no olvidemos que es una producción Disney, después de todo).
Con la
compañía de Tars Tarkas, Dejah Thoris y otros personajes de la serie,
John Carter vive grandes aventuras que hicieron las delicias de los
lectores de la primera mitad del siglo XX, aunque hoy su brillo se haya
apagado relativamente por la ignorancia de los lectores actuales acerca
del fascinante mundo de ERB y porque, igual que sucede con el resto de
la Literatura, nuestro género favorito se ha complicado sobremanera. Ya
no basta con crear escenarios originales, personajes fantásticos o
misiones entretenidas..., ni siquiera con la recreación de ese concepto
tan etéreo que conocemos como el sentido de la maravilla, sino
que se exige, entre otras cosas, una hondura psicológica y unas
referencias a la contemporaneidad de las que lógicamente carecen estas
historias escritas, algunas, hace ya cien años. A pesar de ello, siguen
siendo divertidas y se pueden disfrutar mucho si uno obvia los
"misterios sin resolver" desde el punto de vista técnico, como la
fórmula exacta para trasladarse de la Tierra a Marte y viceversa. En las
novelas, John Carter llega a dominar esta especie de capacidad astral
para ir y volver de Barsoom mientras su cuerpo inanimado reposa en una
tumba muy especial, ya que sólo puede abrirse desde dentro. Así puede
contar en primera persona a su sobrino (el propio Burroughs) las cosas
que le suceden en Barsoom para que éste pueda dejar testimonio narrado
sobre ellas antes de volver al planeta rojo. En la película aparecen unos extraños seres calvos y a medio camino entre sacerdotes y científicos, que se les dan de inmortales y que exudan un característico aire Illuminati en su afán por regir los destinos de Barsoom (y de la Tierra), que poseen una exótica tecnología gracias a la cual se puede realizar el viaje espacial en un abrir y cerrar de ojos con ayuda de unos broches.
Entre otras muchas cosas, el largometraje respeta el cameo del autor como sobrino del protagonista así como la existencia de la tumba con apertura unidireccional. También
aparecen otros personajes presentes en los relatos originales, como Sola, la hija
secreta de Tars Tarkas, pacífica y de buen corazón, o Woola, un
simpático y monstruoso perro (o algo parecido) marciano de seis patas que se entrega
como fiel mascota a John Carter y le acompaña en muchas de sus
aventuras. Por cierto que algunos de los protagonistas de la película aparecen tan digitalmente disfrazados que son irreconocibles. Es el caso del conocido Willem Dafoe, que encarna a Tars Tarkas. Taylor Kitsch se encarga de interpretar a John Carter y Lynn Collins a Dejah Thoris, mientras el inquietante Mark Strong es el jefe de los calvos inmortales y el solvente Ciarán Hinds sobrelleva como puede la ridícula vestimenta que le corresponde ostentar en el papel de rey de Helium.
No es una película perfecta (se resiente, sobre todo, en el montaje, donde da la impresión de que faltan escenas recortadas para que no se alargara demasiado), pero sí una buena adaptación de la novela original, que merece la pena ver... Se supone que ERB murió de un ataque al corazón en 1950. Yo tengo la hipótesis de que en realidad no falleció sino que todo fue una treta para fugarse discretamente a Barsoom y unirse a su tío en sus correrías marcianas. Desde allí bajará algún día de regreso a la Tierra y, tras abrir la tumba, se dará una vueltecita por nuestro mundo para ver cómo marchan las cosas. Y apuesto a que le gustará la versión cinematográfica de sus novelas cuando la vea.
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