La existencia de universos paralelos es uno de los grandes temas de la Ciencia Ficción y, en los últimos años, una de las obsesiones de físicos, cosmólogos y otros científicos empeñados en comprobar si de verdad existen copias del universo en el que nosotros existimos (o creemos existir) y si es posible interactuar de alguna forma con ellos. Hay quien opina que existen infinidad de estos universos, todos al mismo tiempo, pero que sólo cobran vida a medida que nos trasladamos de uno al otro. Por ejemplo, una mañana nos despertamos tarde y salimos de casa hacia el trabajo con cinco minutos de diferencia: al cruzar el paso de cebra somos atropellados por un conductor despistado y acabamos en el hospital con varios huesos rotos. Si nos hubiéramos despertado como siempre y en consecuencia hubiéramos salido de casa a la misma hora habríamos cruzado el paso de cebra sin problemas porque para entonces al conductor todavía le faltarían cinco minutos para llegar allí (a no ser que justo ese día el mismo conductor se hubiera levantado antes y hubiera salido justo cinco minutos antes de la hora, con lo que nos hubiera alcanzado igual..., ¡pero esto sería ya rizar el rizo!). La conclusión sería que ambos universos existen al mismo tiempo: tanto aquél donde nos atropellan como aquél en el que no. Pero existen sólo como posibilidad y sólo uno de ellos cobra realidad a medida que nos desplazamos por él.
Los universos paralelos podrían explicar también la clásica paradoja de la máquina del tiempo: qué sucede si viajamos hacia el pasado y por accidente (o premeditadamente..., ¡quién sabe lo colérico que puede ser un espacionauta!) matamos a un antepasado nuestro, por ejemplo a un abuelo. Si nuestro abuelo ha muerto siendo niño, no podrá engendrar al padre o a la madre de los que descendemos y en consecuencia nosotros no existiremos y, si no existimos, no podríamos haber viajado hacia el pasado... Sin embargo, si existieran muchos universos paralelos probablemente lo que ocurriría es que nosotros no existiríamos o dejaríamos de existir en uno de esos universos, justo en el que ha fallecido nuestro abuelo, pero no en el resto de ellos. O, al menos, no en el nuestro original, donde nuestro abuelo habría tenido una vida normal sin cruzarse con su nieto viniendo del futuro. Una curiosa película dirigida por James Wong, protagonizada por Jet Li y titulada El único narra la historia de un ex policía del multiverso que mata a uno de sus yoes en un universo y en consecuencia adquiere su poder, así que se dedica a saltar de universo en universo para matar a los demás y convertirse en un único yo superpoderoso
A finales de 2007, un par de equipos rivales de científicos, uno en la Universidad de California en Santa Cruz y otro en la Universidad de Nueva York plantearon la posibilidad de encontrar universos paralelos e incluso verlos, a través del desarrollo de la teoría del Big Bang. Se supone que poco después de producido éste (si es que de verdad se produjo, lo que personalmente dudo mucho) se desarrolló la conocida como Inflación: un período de expansión rápida que agrandó el universo en muchos y diferentes órdenes de magnitud. Pero esta Inflación no sólo se habría producido una vez sino varias, a lo largo de la historia del cosmos, y aún hoy en alguna parte del mismo seguiría generando los llamados "universos burbuja", adyacentes al nuestro pero diferentes y con propiedades seguramente distintas. Si tuviéramos alguno cerca, los investigadores creen que podría dejar una huella en el Fondo Cósmico de Microondas, la radiación que se supone dejó el Biga Bang y que es progresivamente enfriada, y por tanto sería hasta posible que ya hubiéramos visto algún universo paralelo en las maravillosas y cada vez más potentes imágenes captadas por nuestros telescopios..., sin saber lo que era. Lo identificaríamos quizá con una simple perturbación del Fondo de Microondas, cuando a lo mejor tenemos ante nosotros la visión de otra dimensión.
Aún más interesante es especular con lo que podría ocurrir si dos universos distintos, con propiedades distintas (aunque sólo fuera ligeramente) se encontraran entre sí, aunque sólo se rozaran, sin llegar a colisionar. ¿Qué ocurriría entonces? ¿Explotarían ambos al chocar las leyes de uno con las del otro? ¿Devoraría el universo más grande o más poderoso al más débil? ¿Se entrelazarían sutilmente y no nos enteraríamos de la existencia del otro universo hasta que no nos ocurriera algo verdaderamente extravagante como por ejemplo encontrarnos con nuestro propio yo (con el yo del otro universo que es como nosotros pero que no es nosotros)? ¿O en realidad los universos coexisten enlazados unos con otros desde siempre?
Estudiando las últimas novedades sobre este tipo de investigaciones recordé un interesante librito escrito nada menos que en 1896 y que de alguna manera está hablando de lo mismo pero con otras palabras. El texto (de lectura obligatoria en la Universidad de Dios para todos aquéllos que empiezan a experimentar la proyección de la conciencia fuera del entorno meramente físico) se titula El plano astral y está firmado por Charles Webster Leadbeater: uno de esos turbios personajes del ocultismo británico a caballo entre los siglos XIX y XX que mezcló experiencias y conocimientos extraordinarios con actuaciones personales ridículas. Discípulo de la polémica y misteriosa Madame Blavatsky, con el tiempo Leadbeater se convertiría junto a Annie Besant en uno de los grandes popes de la Sociedad Teosófica.
Resumiento mucho, Leadbeater defiende la existencia real de los universos paralelos, aunque él no los llama así. En su opinión, existen en el mismo espacio diversos planos en los que subsiste el ser humano pero éste no tiene conciencia (ni capacidad de contacto) de los que se encuentran por encima, a no ser que sea un psíquico muy sensible, en cuyo caso podrá percibir o experimentar alguno de ellos. Los nombres de los planos conocidos, considerados desde el más denso o grosero en lo que se refiere a la materia hasta el más sutil son: físico (el que empleamos en este mismo instante), astral, mental, búdico, nirvánico, monádico y ádico. Y aclara que "la materia de cada uno de estos planos o mundos difiere de la del inmediato inferior en modo análogo, aunque de muchísimo mayor grado, de cómo los gases difieren de los sólidos (...) los estados de materia a que llamamos sólido, líquido o gaseoso no son en realidad más que las tres subdivisiones inferiores de la misma materia física". En este texto, él se centra en el llamado plano astral, el más próximo al físico y por tanto aquél en el que "es natural que en él tengamos nuestras primeras experiencias superfísicas".
En su libro, indica que el plano astral está dividido a su vez en siete subplanos, cada uno con un grado de materialidad distinta pero, atención, aquí hay una clave de los universos paralelos: "no hemos de incurrir en el error de creer que estos sublanos son separados lugares en el espacio (y lo mismo ha de entenderse de los siete planos de nuestro sistema solar) o que están unos encima de otros como estantes de una librería o capas de una cebolla (...) la materia de cada plano o subplano interpenetra la materia del plano o subplano inmediatamente inferior en densidad, de suerte que aquí mismo, en la superficie de la tierra están entreverados todos los planos, aunque la sutiles modalidades de materia se extienden tanto más allá del mundo físico cuanto mayor es su sutileza (...) cuando decimos que un hombre pasa de un plano o subplano a otro no significamos con ello que se mueve en el espacio para subir o ascender, sino que transfiere su conciencia de uno a otro nivel, de manera que poco a poco deja de responder a las vibraciones de la materia de mayor densidad a la vez que responde más y más a las de la materia más fina. Y así desaparece lentamente de su vista el escenario de un mundo con sus habitantes, y en su lugar aparece otro mundo de superior carácter."
Muy sugestivo, ¿no? Su descripción de este multiverso nos permite imaginar un espacio bullicioso a nuestro alrededor, lleno de entidades de todo tipo (aunque creamos estar solos) vibrando en niveles diferentes de realidad según la densidad de la materia. Seres con los que no podemos relacionarnos porque no vibramos en el mismo nivel, de la misma forma que no podemos contactar con los peces de una pecera, de cuyo medio ambiente nos separa un cristal..., a no ser que nos metamos en el agua, o que de alguna forma tengamos acceso a ese plano astral, el único según Leadbeater a nuestro alcance, mediante determinadas técnicas que nos permitan alterar nuestra vibración. El concepto no es tan ajeno a nuestra comprensión. Pensemos en las ondas. Vivimos sumergidos en un mar de ondas de todo tipo, aunque no las veamos y sólo podamos sentirlas si las sintonizamos de alguna forma con un aparato diseñado para ello. Por ejemplo, si empleamos una radio podemos sintonizar la programación de una emisora a través de las ondas hertzianas que la transportan. Pero si apagamos la radio y la sintonización se esfuma, esas ondas no desaparecen: siguen ahí, aunque ahora fuera de nuestro alcance.
Leadbeater cuenta también que la visión en el plano astral es diferente a la habitual pues "se ven los objetos de todos lados a la vez y el interior de un sólido es tan visible como la superficie por lo que no es extraño que un visitante inexperto tropiece con dificultades para comprender lo que realmente ve y que luego además se agrave la dificultad al expresar su visión en el inadecuado lenguaje de los idiomas corrientes". ¿Acaso las visiones astrales inspiraron el Cubismo? Y apunta el gran problema para el visitante ocasional de este plano, que no es otro que "no sólo aprender a ver correctamente sino a transferir de uno a otro plano el recuerdo de lo que vio (...) transportar ininterrumpidamente su conciencia del plano físico al astral y del astral al devachánico o mental y regresar sin cambio de conciencia al mundo físico" pues si no es capaz de mantener la conciencia entre estos mundos "sus recuerdos se perderán en parte o se tergiversarán durante el intervalo en blanco que separa los estados de conciencia en cada uno de los planos".
La parte más llamativa de El plano astral es aquélla en la que el autor describe a sus habitantes y/o visitantes, clasificados en varias listas. En el primer grupo, el de seres humanos con vida física en el mundo material, afirma la existencia de iniciados (tanto del Bien como del Mal) y sus discípulos, psíquicos que van por libre y gente corriente. En el segundo grupo, ya aparecen algunos personajes más inquietantes: son los seres humanos muertos o, por decirlo de manera menos impresionante, vivos pero ya sin cuerpo humano. Según él, podemos encontrar a los nirmanakayas (seres casi angelicales), magos negros, discípulos a la espera de su próxima reencarnación, gente corriente después de su muerte (y más o menos consciente de ella), sombras, cascarones, vampiros y lobos (categorías un poco tenebrosas para contarlas aquí en detalle) y suicidas y víctimas de accidentes. Un tercer grupo, de entidades no humanas, lo compondrían elementales, cuerpos astrales de animales (amantes de las mascotas, estáis de enhorabuena), espíritus de la naturaleza y devas. Y finalmente, el cuarto grupo incluye a los habitantes artificiales: elementales formados consciente o inconscientemente y otros.
Muy interesante (y un poco inquietante también)
ResponderEliminarMuy interesante, la verdad estaba buscando algo que uniera ambas teorias, y parece que lo enlazaste muy bien. Si existen otras dimensiones, lo van a averiguar con los colisionadores y no va a faltar mucho. Por lo pronto yo experimente el desdoblamiento precariamente, y me apasiona la vinculacion que tiene la teoria de cuerdas, con esto del plano astral. obivamente los físicos no van a incorporar teorias filosóficas, ni espirituales, pero talvez llegan a un lugar común.
ResponderEliminarLa espiritualidad, las profecías, el desdoblamiento astral, ovnis, extraterrestres y conocimiento de sí mismo. http://bit.ly/OAjf0l
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