Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 13 de enero de 2012

Lo entretenido de ser un policía en Dyfed Powys

A día de hoy mucha gente sigue refiriéndose (e identificando, de hecho) al Reino Unido de la Gran Bretaña como Inglaterra, pero esto es tan erróneo como si para hablar de España la denominásemos con el nombre de Castilla. Como su nombre indica, el Reino Unido (o Subyugado, según sensibilidades) lo constituyen diversas porciones de territorio de las llamadas Islas Británicas que tienen bastantes cosas en común pero también sus diferencias entre sí. Inglaterra es en efecto la más importante de estas regiones, sobre todo porque fue quien construyó a su alrededor el reino como tal y porque (según cuenta MacNamara) a día de hoy sigue “rulando las waves” a través del control financiero cuasimundial (incluyendo el de la REserque se ejerce desde la tan poderosa como tenebrosa City, la ciudad dentro de la ciudad que se parapeta dentro de Londres y donde anidan algunos de los elementos más peligrosos del mundo contemporáneo, convenientemente disfrazados de gentes elegantes, correctas y bien asentadas.


Además, de Inglaterra, el Reino Unido está compuesto por Escocia al norte, Gales al oeste e Irlanda del Norte al noroeste. Cada uno de estos territorios fue anexionado por la fuerza en diversos momentos históricos (aunque en el caso del Ulster, se trata del último pedazo de una tarta aún mayor: la entera isla verde, ocupada por los violentos barones normandos a las órdenes de los Plantagenet en general y del ambicioso Enrique II en particular, y que sólo consiguió sacudirse la brutal dominación inglesa de cerca de ocho siglos gracias a los patriotas de Eire que acabaron triunfando –a medias- a comienzos del siglo XX) y tiene un interesante recorrido propio.

Por aquello de las difíciles relaciones entre imperios, y porque España y el Reino Unido (viejas rivales, aunque los estudios genéticos han demostrado hasta la saciedad que todos los británicos de origen europeo –esto es, sin contar los inmigrantes o descendientes de inmigrantes de cualquier parte del imperio- descienden de colonizadores prehistóricos de origen ibérico), son dos de los no más de cinco países europeos sobre los que se ha construido la historia conocida de Occidente, tenemos por aquí una vaga idea y conocimiento de por dónde respiran los súbditos de la Pérfida Albión. Nuestro estereotipo de los ingleses los define como estirados, intolerantes y sarcásticos, el de los escoceses los califica como bravucones, tacaños y desconfiados y el de los irlandeses como simpáticos, borrachines y grandes aficionados a la música. Pero, ¿y los galeses?


Gales resulta ser, en efecto, la gran desconocida para la mayoría de los españoles, a los que el nombre les suena sólo porque el heredero de la corona de Inglaterra, el príncipe Carlos, ostenta el título de príncipe de Gales (igual que, en España, el heredero es el príncipe de Asturias).  Irónicamente, conocemos a un gran número de galeses famosos, aunque desconociéramos su origen hasta el momento de estudiar su biografía: desde el mismísimo rey Arturo hasta el pirata Henry Morgan, pasando por el el poeta Dylan Thomas , el escritor de best sellers Ken Follet, el cantante Tom Jones, el explorador Henry Stanley (el de “¿Livingstone, supongo?”), la actriz Catherine Zeta-Jones, el actor Anthony Hopkins, el autor Roald Dahl, o el enigmático militar, arqueólogo, explorador y místico Lawrence de Arabia…, entre muchísimos otros.

Como Irlanda, Gales fue invadida por los normandos y para el siglo XIII ya estaba en poder de los ingleses, aunque hubo que esperar algunos cientos de años más, hasta 1536, para que se firmara el Acta de Unión que creó legalmente el territorio unido de Inglaterra y Gales. Sin embargo, los galeses siempre han conservado (además de buena parte de su cultura y su sonoro y musical lenguaje) una particular forma de ser, que desde Londres se ve como “paleta” (o “limitadamente rural” en el mejor de los casos) aunque las autoridades turísticas prefieren calificarla de “romántica” o “anclada en el pasado y en la naturaleza”. Digamos que muchos galeses han conseguido mantener cierto contacto con la tierra que se ha perdido por completo entre los urbanitas y cosmopolitas ingleses, siempre más preocupados de conquistar nuevas plazas por el mundo adelante que de pararse un momento a considerar el solar en el que viven.

Es por todo ello por lo que hoy día en Gales pueden seguir sucediendo cosas fascinantes que en otra parte del Reino Unido sería imposible siquiera de imaginar (después de todo, la bandera galesa es un maravilloso dragón rojo sobre fondo blanco y verde). La última de esas cosas, tan interesantes como
naturalmente descalificadas por las autoridades racionales, es un curioso informe hecho público a finales de 2001 y elaborado por la Policía de Dyfed Powys (los nombres galeses son verdaderamente llamativos): una mancomunidad que incluye las zonas no excesivamente urbanizadas de Ceredigion, Carmarthenshire, Pembrokeshire y Powys. En este documento, el jefe policial, Ian Arundale, se queja de que sus agentes se han visto obligados a invertir (“a malgastar”, dice) a lo largo del año nada menos que 240 horas en la investigación de casos y consultas sobre… ¡manifestaciones de fantasmas o demonios, avistamientos de ovnis, actuaciones de brujas y magos y amenazas de hombres lobo, vampiros y hasta zombies! Verdaderamente, un paraíso para Fox Mulder y Dana Scully…

Arundale ha facilitado pocos datos concretos sobre los casos recogidos, pero se sabe que los fantasmas son la principal preocupación de los galeses de la zona ya que hay casi treinta informes registrados al respecto, seguidos por los catorce de ovnis y los once de brujas. La verdad es que la mayoría de las investigaciones no han arrojado demasiada luz sobre lo que vieron o experimentaron los denunciantes, quizá porque los propios policías no se toman demasiadas molestias en estudiar declaraciones que no les merecen credibilidad. Y citan como ejemplo una de las denuncias de presencia de zombies que resultó ser el rodaje de una película de terror en Pembrey.
Sin embargo, la ley obliga a los agentes de Dyfed Powys a responder a cualquier denuncia de un ciudadano por extravagante que parezca, empleando hasta 18 horas para encontrar la información necesaria con que redactar un informe para el que responder cada petición. Por ejemplo, constatar el rastro de una especie de Big Foot o Yeti local, encontrar el ataúd en el que se refugia un posible vampiro o establecer una posible relación entre los signos zodiacales de los ladrones de automóviles de la región y los de los propietarios de los coches desaparecidos. Como comparación, en España la Policía no está obligada a contestar a los ciudadanos ni dar cuenta de sus pesquisas si no lo considera oportuno (aunque pueda investigar también “cosas raras” y en ese sentido sería curioso tener un informe parecido para conocer públicamente los casos que manejan las autoridades policiales por aquí, algunos de los cuales son también llamativos) sino que las notificaciones corren a cargo del juzgado. Por eso Arundale, que aparece en esta imagen en su moderno despacho, pide cambios en la ley para acabar con “las solicitudes frívolas” que “cuestan una fortuna y hacen perder el tiempo a la Policía”.

En lugar de quejarse, la verdad es que las agencias de viaje locales podrían muy bien rentabilizar este informe. Estoy convencido de que mucha gente pagaría un tour convenientemente montado para pasear al visitante por los parajes misteriosos donde se han divisado criaturas infames, proveerle de todo tipo de remedios naturales contra hechicerías y otras presencias satánicas y, tras una excursión nocturna a la caza de avistamientos ufológicos, alojarle finalmente en la casa encantada de turno…  Aunque con estas cosas hay que tener cuidado
y nunca descartarlas alegremente, porque es fácil reírse de las “supersticiones” ajenas cuando la experiencia me ha demostrado en tantas ocasiones que, quien más quien menos, posee una historia “rara” que contar acerca de “aquel extraño suceso” que vivió hace un tiempo y para el que, a día de hoy, continúa sin explicación… 

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