"Un tío mío, que estaba a punto de cumplir 70 años en un envidiable estado de salud, recibió la visita de su hija, mi prima, que le planteó el temor por su futuro con estas palabras:
- Papá, ahora estás muy bien pero deberías hacerte una revisión médica -e, impidiendo hablar a su padre, que protestaba diciendo que se encontraba fenomenal, prosiguió:- porque en este momento no te duele nada pero es ley de vida que empieces a ir cada vez peor. Y si podemos prevenir cualquier problema, mejor que mejor. Así que ya te he reservado hora para ver a un médico que es muy amigo mío y te tratará fenomenal.
La mujer de mi tío consideró que el planteamiento de mi prima era correcto y le insistió una y otra vez a su marido hasta que al final acabó yendo a la consulta. El médico, en efecto, le trató estupendamente pero le encargó análisis de todo lo que se podía analizar. Quince días después le recibió de nuevo y alabó el buen estado general en el que se encontraba con casi 70 años. Eso sí, había algunas pequeñas deficiencias, nada grave, propias del desgaste de la edad. A fin de ayudar a la mejora del estado general le recetó un medicamento para reducir el colesterol, otro para reforzar el corazón, otro para prevenir la diabetes, otro para evitar la hipertensión, otro por si con los cambios de tiempo le sobrevenía alguna alergia y un polivitamínico para darle energía extra. Ah, y uno más para proteger el estómago ante la irrupción de tantas pastillas. Y aún otro que sirviera de diurético.
Y ahí estaba mi tío entretenido con cajitas de píldoras de distintos colores... Por cierto, que tuvo que gastarse un auténtico dineral de su exigua jubilación para comprarlo todo. Teniendo en cuenta lo despistado del carácter del buen hombre, pronto se hizo un lío y ya no sabía qué se había tomado y qué no. Empezó a tener dolores de cabeza, pero era incapaz de decir si ello se debía a que estuviera realmente mal y era un síntoma de algo o bien se trataba de alguna reacción de su cuerpo a tanta medicación. O, simplemente, se encontraba de los nervios por la situación anómala que estaba viviendo. Volvió al médico para contarle sus preocupaciones..., y éste le regularizó las pastillas imponiéndole el régimen ahora por escrito y añadiendo un tranquilizante para reducir sus preocupaciones y un tratamiento de somníferos para domir mejor.
Sin embargo, sucedió al revés: tanta química en su cuerpo, sumada a la creciente tensión psicológica ante la posibilidad de que realmente necesitara todas aquellas medicinas porque no se encontraba tan bien como creía, le sumió poco a poco en la depresión. Ya casi no salía de casa y se pasaba el día meditabundo o viendo la televisión. Un día se resfrió..., y mi tía llamó al médico. Éste fue a su casa y le dio una nueva medicina para combatir la gripe y, como tenía taquicardia, otra para relajarle, además de un antibiótico. El hombre se quejó además de dolor en las articulaciones, ya que había dejado de dar sus paseos diarios, con lo que recibió en el lote una receta para esos dolores. Y, para redondear todo, un antidepresivo.
Nadie sabe exactamente cuántas medicinas llegó a tomar en un momento dado, pero lo cierto es que mi tío se murió el día antes de su 70 cumpleaños. La persona más triste del velatorio, aparte de su mujer y su hija, era el dueño de la farmacia donde se había gastado tanto dinero en las últimas fechas.
Y aún pude escuchar a mi tía decir, entre suspiros:
- Y menos mal que le llevamos al médico para que le controlara... Si no, hubiera muerto antes y en peores condiciones."
Sí, es un historieta..., o puede que no. Puede que esté basada en hechos reales, como los telefilmes de Hollywood. ¿A cuántas personas, sobre todo mayores, no conocemos nosotros, que han sido esclavizadas al consumo de fármacos de todo tipo por esta sociedad en vías de desmoronamiento en el que la farmacéutica es la tercera industria que más dinero mueve en el mundo, sólo superada por la de la guerra y la de la droga (ilegal)? Probablemente, el tío al que hace referencia la historia hubiera podido vivir diez, veinte o más años sin problemas si hubiera mantenido el régimen de vida que le permitió llegar a los casi 70 años: una alimentación equilibrada, un nivel de ejercicio moderado, una relación sana con su entorno...
Pero la industria farmacéutica necesita clientes y, si no los hay, es preciso fabricarlos. Para ello, se inventa enfermedades donde nunca las ha habido (cada vez que oigo hablar de cosas como el síndrome postvacacional, por ejemplo, me pregunto cómo no se le cae la cara de vergüenza a los que, con toda seriedad, proponen "tratamientos" para "mejorarlo"), se inventa necesidades donde nunca las ha habido (¿en qué lugar está escrito que una mujer de la tercera edad, para ser feliz, tenga que lucir una piel "sedosa y brillante, como si tuvieras veinte o treinta años menos"?), se inventa todo tipo de necesidades vitamínicas donde nunca las ha habido (el negocio de los polivitamínicos es especialmente execrable: una buena alimentación es suficiente para dotar al cuerpo de cuanto necesita)...
A finales de enero, se publicaba la más reciente Encuesta sobre Alcohol y Drogas EDADES correspondiente al período 2011-2012. En ella se revela que el consumo de hipnosedantes (medicinas tranquilizantes, somníferos o sedantes) se ha incrementado en los últimos años de manera espectacular: de hecho, en los últimos seis años se ha doblado su uso, desde el 5,1 % en 2005 al 11,4 % en 2011. Los especialistas ya tienen una definición para calificar lo que está ocurriendo: la psiquiatrización de la vida cotidiana, surgida del creciente nivel de estrés al que están sometidos los ciudadanos y de la también creciente incapacidad de éstos para reaccionar de forma normal a las exigencias vitales. Así, la timidez de un niño, la rebeldía de un adolescente, la muerte de un familiar, los problemas en el trabajo..., desafíos todos ellos naturales en la vida de cualquier persona y que hasta ahora eran entendidos y afrontados como tales, forzando al afectado a sacar lo mejor de sí mismo (a desarrollar paciencia, coraje, voluntad, fortaleza personal..., para resolver y superar esos problemas) ahora se han convertido en problemas poco menos insolubles que "requieren" una ayudita farmacológica.
Pues no, no hace falta medicarse tanto. Es más: resulta hasta contraproducente. Muchos médicos te lo cuentan en conversaciones privadas aunque pocos se atrevan a decirlo en voz alta, por los intereses económicos antes mencionados. Uno de ellos se llama Juan Gervas y en una reciente entrevista nos aportaba algunos datos escalofriantes y que dan mucho que pensar acerca de este sucio negocio que se lucra con el sufrimiento humano. Hay que leer dos veces sus declaraciones para empezar a darse cuenta de lo que está en juego:
* "El sistema sanitario, en sí mismo, es la causa de 225.000 muertes al año en Estados Unidos. En el caso de España, las medicinas provocan la muerte a 6.500 pacientes anuales, además de provocar unos 19 millones de efectos adversos (...) En Israel se ha demostrado que, cuando los médicos hacen huelga, las muertes disminuyen en un 45%".
* "El diagnóstico precoz es poco útil: hoy se diagnostica antes y más, pero la mortalidad es la misma. Puedes estar diagnosticado antes pero eso no mejoro tu diagnóstico de muerte (...) se produce así algo terrible: hordas de supervivientes que viven más tiempo con el diagnóstico, pero no viven más que si no hubieran sido diagnosticadas."
* "Hay vacunas necesarias; pero otras como las de la gripe, el virus del papiloma humano, el neumococo, el rotavirus o la varicela son puro negocio (...) Durante la pandemia de la gripe la población sueca fue vacunada con una previsión de beneficio teórico de 50 muertos menos..., pero produjeron 200 casos de narcolepsia entre adolescentes" (...) Lavarse la manos disminuye mucho la transmisión de la gripe pero el 40% de los médicos y enfermeras no lo hace. La vacuna de la gripe no disminuye el contagio ni las muerte, no es eficaz en personas sanas ni en personas mayores de 65 años: lo ha publicado nada menos que la revista 'The Lancet'."
* "Su nivel de colesterol no tiene nada que ver con su pronóstico respecto a las posibilidades de sufrir un infarto de miocardio, y la mayoría de dichos infartos se dan en personas con colesterol normal o bajo (...) Sepa que un TAC equivale a 750 radiografías en un adulto y al doble en un niño. La radiación que recibió la población en Japón durante la Segunda Guerra Mundial equivale a 5 TACs, así que ¡mucho ojo con los chequeos!"
Pues no, no hace falta medicarse tanto. Es más: resulta hasta contraproducente. Muchos médicos te lo cuentan en conversaciones privadas aunque pocos se atrevan a decirlo en voz alta, por los intereses económicos antes mencionados. Uno de ellos se llama Juan Gervas y en una reciente entrevista nos aportaba algunos datos escalofriantes y que dan mucho que pensar acerca de este sucio negocio que se lucra con el sufrimiento humano. Hay que leer dos veces sus declaraciones para empezar a darse cuenta de lo que está en juego:
* "El sistema sanitario, en sí mismo, es la causa de 225.000 muertes al año en Estados Unidos. En el caso de España, las medicinas provocan la muerte a 6.500 pacientes anuales, además de provocar unos 19 millones de efectos adversos (...) En Israel se ha demostrado que, cuando los médicos hacen huelga, las muertes disminuyen en un 45%".
* "El diagnóstico precoz es poco útil: hoy se diagnostica antes y más, pero la mortalidad es la misma. Puedes estar diagnosticado antes pero eso no mejoro tu diagnóstico de muerte (...) se produce así algo terrible: hordas de supervivientes que viven más tiempo con el diagnóstico, pero no viven más que si no hubieran sido diagnosticadas."
* "Hay vacunas necesarias; pero otras como las de la gripe, el virus del papiloma humano, el neumococo, el rotavirus o la varicela son puro negocio (...) Durante la pandemia de la gripe la población sueca fue vacunada con una previsión de beneficio teórico de 50 muertos menos..., pero produjeron 200 casos de narcolepsia entre adolescentes" (...) Lavarse la manos disminuye mucho la transmisión de la gripe pero el 40% de los médicos y enfermeras no lo hace. La vacuna de la gripe no disminuye el contagio ni las muerte, no es eficaz en personas sanas ni en personas mayores de 65 años: lo ha publicado nada menos que la revista 'The Lancet'."
* "Su nivel de colesterol no tiene nada que ver con su pronóstico respecto a las posibilidades de sufrir un infarto de miocardio, y la mayoría de dichos infartos se dan en personas con colesterol normal o bajo (...) Sepa que un TAC equivale a 750 radiografías en un adulto y al doble en un niño. La radiación que recibió la población en Japón durante la Segunda Guerra Mundial equivale a 5 TACs, así que ¡mucho ojo con los chequeos!"
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