Un estudio de diseño gráfico de Barcelona llamado Identya ha elaborado un tipo de letra específico que reproduce la supuesta caligrafía manuscrita de Luis Bárcenas, ex tesorero del Partido Popular (la formación política que gobierna oficialmente en España en estos momentos) y presuntamente implicado en un caso de corrupción que afectaría a casi todos los dirigentes de este partido, incluyendo a su presidente (y presidente también del gobierno) Mariano Rajoy. Aunque la historia fue destapada por el diario El Mundo, la supuesta prueba definitiva la ha publicado estos días su rival, el diario El País, y consiste en una serie de imágenes que corresponderían a la libreta o cuaderno de la contabilidad B donde Bárcenas habría ido anotando cuidadosamente de su puño y letra nombres, fechas y dineros entregados, a lo largo de los años. El asunto ha sido recibido con indisimulada alegría y hasta obscena satisfacción entre las filas de la oposición política, singularmente las del PSOE (partido, por cierto, con una larga historia de corrupción probada judicialmente, desde el caso Filesa hasta el caso Roldán, pasando por la estafa protagonizada por su sindicato UGT respecto a aquella famosa promoción de viviendas sociales que jamás se construyeron), que se ha encontrado de pronto con un poderoso torpedo mediático con el cual tratar de agujerear la línea de flotación de un gobierno agobiadísimo por la situación económica general y asaz torpe en su estrategia de comunicación y propaganda.
En las últimas horas se ha confirmado que El País nunca llegó a tener en su poder la susodicha libreta cuyos fragmentos publicó, sino algunas fotocopias de la misma que, por lo demás, ya ha entregado a las autoridades judiciales encargadas de la investigación. Esas fotocopias han desatado todo tipo de suspicacias en todos aquéllos (pocos) que han sido capaces de mantener la cabeza fría en lugar de dejarse llevar por las emociones (rabia, cólera, desprecio...), cuando se ha comprobado que todas las notas allí contenidas corresponden a una caligrafía asombrosamente idéntica a sí misma, desde la primera hasta la última, por más que pasaran años entre unas y otras. Es verdaderamente extraño que una persona sea capaz de escribir con el mismo pulso, la misma claridad, el mismo trazo, la misma pulcritud..., pasados tantos años. De hecho, para escribir así uno debería ser un robot, acaso una impresora que, transcurra el tiempo que transcurra, si está bien cuidada siempre va a imprimir de la misma exacta manera. Como mera curiosidad, eché un vistazo a una lista personal que recoge anotaciones mías regulares desde hace unos quince años para acá y, aunque la letra es la misma, su desarrollo es claramente diferente según la época: a veces más grande, a veces más redondeada, a veces más apresurada... Sin embargo, la letra contenida en las fotocopias publicadas por el El País (por cierto, diario habitualmente hostil al Partido Popular) es igual siempre.
Precisamente porque la letra es tan clónica de sí misma, Identya (y en concreto su creativo Marc Garriga Sels) ha podido crear una versión informática de la misma, a la que sarcásticamente ha bautizado como Corrupt Script y que podemos apreciar aquí a la derecha, publicada por el propio diario El Mundo. Dice la agencia que esta tipografía es más que nada un juego que pretende reflejar el debate "sobre la autenticidad y la autoría de las anotaciones publicadas" aunque me da la impresión de que lo que consigue es justo lo contrario: cerrar ese debate demostrando que, si la libreta original existe, no es lo que se ha publicado, que tiene en realidad todo el aspecto de ser una reelaboración de los posibles datos contenidos en ella. Esto es, la fabricación de una "prueba a la carta". Desde luego, y vuelvo a mi experiencia personal, si esta agencia quisiera hacer lo mismo con mi letra a partir de la lista de mis anotaciones a lo largo de tantos años, se vería obligada a preparar al menos dos o tres tipografías diferentes, aunque todas ellas se basaran en un tipo básico similar (entre paréntesis, no deja de ser irónico que haya sido justo a una agencia de diseño de Cataluña, una de las regiones españolas con mayor nivel de corrupción política en este momento, a la que se le haya ocurrido la idea).
El presunto Estado de Derecho en el que vivimos fija que nadie es culpable hasta que se demuestre lo contrario y que el que acusa a alguien de algo debe aportar pruebas sólidas. Se supone que ya pasó el tiempo de la Santa Inquisición en el que valía una simple sospecha y una declaración pública de la opinión personal expresando que el vecino podía ser un hereje o la vecina podía ser una bruja para que las autoridades tuvieran vía libre para su detención, tortura y linchamiento. Se supone. Porque la verdad es que vivimos en medio del delirio mediático en busca de público fácil y la burda manipulación de una opinión pública más mareada que la perdiz del cuento y más esclavizada que nunca a lo políticamente correcto (lo políticamente corrupto, había escrito mi subconsciente...), donde el éxito no radica en demostrar nada fehacientemente sino en manejar mejor que los demás la propaganda (término que nadie utiliza hoy en público, pese a que esta técnica es hoy omnipresente) y conseguir grandes y llamativos titulares que inclinen a las masas en favor de uno. Como, además, nuestra clase política se ha cubierto y no precisamente de gloria durante los últimos años, la gente en general está predispuesta a creer casi cualquier cosa, cualquier acusación que a alguien se le ocurra. "Ya lo sabía yo...", "Se veía venir...", "Siempre tuve la impresión de que..." son frases reiteradas hasta la saciedad en los últimos tiempos en una España cuya ciudadanía, además, se ha sentido duramente castigada por el gobierno en los últimos meses cuando ha habido que ponerse a pagar los destrozos de la fiesta a la que mucha gente (no sólo los políticos, por más que escuchar esto pueda indignar a algunas personas de corto recorrido memorístico) se apuntó alegremente pensando que podría librarse de pagar su parte de la factura.
En el caso de los llamados "papeles de Bárcenas", todo el mundo los ha dado automáticamente por buenos, cuando no está demostrado que lo sean por más que tengan muchas posibilidades de serlo...; pero, ojo, un líquido blanco, denso y contenido dentro de una botella de leche puede que no sea leche sino horchata. Lo más gracioso del asunto es que se han dado por buenos no porque el propio Bárcenas se haya responsabilizado de ellos (él mismo ha negado por activa y por pasiva ser su autor, ha negado incluso su propia existencia; este mismo miércoles, lo ha hecho ante el juez que investiga el acaso). No, se les ha dado credibilidad por el simple hecho de que fueron publicados a todo tren por El País, por cierto el mismo periódico que pocos días antes publicaba a todo trapo en su portada una foto falsa de Hugo Chávez entubado en un quirófano... Detengámonos un momento y pensemos en ello, porque creo que no se le está dando importancia suficiente a este punto: todo lo que se ha escrito, hablado, debatido, criticado e insultado durante estos días acerca de Bárcenas, Rajoy y otros cargos del PP, todo, depende de unas fotocopias que podrían ser verdaderas igual que podrían ser falsas.
¿Por qué se le ha dado tanta cancha a este asunto, entonces? ¿Por qué se ha inflado tanto un globo que, sí, puede estar lleno de heces, pero también puede que esté lleno solo de aire? Tal vez porque hay demasiada gente a la que le gustaría que fuera verdad. Empezando por el PSOE, partido desnortado y dividido en riesgo claro de fractura interna (los Rubalcaba, López, Madina, Chacón y compañía acabarán enterrando su formación política si no atienden a la poderosa clave que hace pocas semanas les facilitó un histórico del partido, José Bono, quien explicó que "ya nadie habla del PSOE: hablamos del PSC, del PSE, del PSM..., pero no del PSOE"; y así es, muchos socialistas han dejado de votar a un partido socialista español que hoy ya no es tal, sino una federación de partiditos socialistas regionales con ínfulas de länder germanos), al que un desmoronamiento de imagen del PP de este calibre le viene como un auténtico balón de oxígeno. Siguiendo con los nacionalistas, tanto catalanes como vascos, a los que les conviene que los principales partidos nacionales de España estén lo más debilitados posible para continuar con sus planes independentistas (no entiendo cómo tantos periodistas que se creen inteligentes siguen cayendo en la trampa del lenguaje y utilizan la expresión de "planes soberanistas", utilizada habitualmente por CiU, ERC o PNV para "no asustar" a sus votantes menos radicales y más ingenuos). A Izquierda Unida, todo esto le viene también muy bien: así cosecha más votos (sobre todo emigrados del PSOE) mientras en las redes sociales potencia a presuntos grupos antisistema y anti capitalismo que, en realidad, lo que hacen es lanzar imágenes y consignas procomunistas..., pero de la época más oscura del comunismo, ideología fracasada donde las haya, y responsable histórica del mayor número de muertos que ha generado un determinado sistema de ideas políticas, con fotos y cuadros de Lenin y otros "angelitos". Incluso a determinados sectores del PP les ha venido bien lo del caso Bárcenas: me refiero a ciertos líderes y ciertas lideresas que tienen una idea diferente de cómo debería funcionar su partido, que no soportan a Rajoy, Cospedal, Gallardón, Núñez Feijoo y compañía, y a los que les gustaría sustituir en sus respectivos cargos.
Finalmente, los propios ciudadanos también se lo han creído en general con facilidad. Pero no por la noticia en sí, sino por la escasa o nula credibilidad que les merece en este momento Rajoy y su equipo. Y eso es culpa directa de éstos últimos. Llegaron al poder prometiendo muchas cosas y han hecho exactamente lo contrario de lo que dijeron. Es muy probable que no tuvieran otra opción, teniendo en cuenta que el gobierno socialista les dejó un país en bancarrota, pero no han sabido gestionar la situación: ni han explicado bien las medidas que se han visto obligados a tomar, ni las han aplicado en los tiempos adecuados. El problema de la comunicación, tanto interna como externa, es uno de los puntos débiles del Partido Popular casi desde su formación. Cualquier periodista español con experiencia en información política puede certificar la cantidad de incapaces que, salvo algunas muy honrosas excepciones, pueblan los gabinetes de prensa y las direcciones de comunicación de los dirigentes populares. El contraste es mucho más evidente si se compara con la eficacia que generalmente demuestran los publicistas al servicio de los dirigentes socialistas.
Por poner el primer ejemplo que se me viene a la cabeza: en España el servicio militar dejó de ser obligatorio hace ya unos cuantos años. Fue una de las principales banderas de reivindicación juvenil en las filas de la izquierda antimilitarista durante mucho tiempo. Pero, ¡oh paradojas de la vida! No fue ningún dirigente del PSOE ni de Izquierda Unida, sino el mismísimo José María Aznar, del Partido Popular, quien fulminó su existencia durante su presidencia del gobierno. A Aznar le sucedió José Luis Rodríguez Zapatero, bajo cuyo mandato España batió todos sus récords históricos de venta de armas (y en algunos casos, a regímenes que tienen muy poco de democráticos y aún menos de socialistas) además de incrementar la presencia de militares españoles en conflictos internacionales (eso sí: en misiones "de paz"). Esto son hechos. Sin embargo, resulta que hoy, pocos años y con la propaganda habiendo hecho su efecto, ¿con qué nos hemos quedado? Pues con que a Aznar se le recuerda como "ese belicista que nos metió en la guerra de Iraq" mientras que Rodríguez Zapatero es el "pacifista de la Alianza de Civilizaciones"...
Quod erat demostrandum.
Por poner el primer ejemplo que se me viene a la cabeza: en España el servicio militar dejó de ser obligatorio hace ya unos cuantos años. Fue una de las principales banderas de reivindicación juvenil en las filas de la izquierda antimilitarista durante mucho tiempo. Pero, ¡oh paradojas de la vida! No fue ningún dirigente del PSOE ni de Izquierda Unida, sino el mismísimo José María Aznar, del Partido Popular, quien fulminó su existencia durante su presidencia del gobierno. A Aznar le sucedió José Luis Rodríguez Zapatero, bajo cuyo mandato España batió todos sus récords históricos de venta de armas (y en algunos casos, a regímenes que tienen muy poco de democráticos y aún menos de socialistas) además de incrementar la presencia de militares españoles en conflictos internacionales (eso sí: en misiones "de paz"). Esto son hechos. Sin embargo, resulta que hoy, pocos años y con la propaganda habiendo hecho su efecto, ¿con qué nos hemos quedado? Pues con que a Aznar se le recuerda como "ese belicista que nos metió en la guerra de Iraq" mientras que Rodríguez Zapatero es el "pacifista de la Alianza de Civilizaciones"...
Quod erat demostrandum.
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