Lo que no sabía yo (pero para eso sirve la vida: para aprender cosas nuevas cada día) es que en la actualidad existen dos rituales de exorcismo en vigor en la Iglesia Católica, Apostólica y Romana. Me enteré porque justo en los días en los que Joseph Ratzinger anunciaba su dimisión como Papa (según Mac Namara, le obligaban a dimitir como Papa y no precisamente por razones de salud, aunque mi gato conspiranoico no me ha contado todavía todos los detalles del asunto) estaba yo leyendo (oh casualidades, oh causalidades) ciertos textos relacionados con esa característica y peculiar institución que fundara, hace ya unos cuantos siglos, cierto ex recaudador de impuestos que se cayó de su montura y vio así la luz, según relata en su propia autobiografía. Y allí me enteré de que el ritual romano que se ha empleado hasta nuestra época para exorcizar demonios fue autorizado en tiempos del Papa Pablo V. En el año 1614 para ser exactos.
Por alguna extraña razón, nunca bien explicada, alguien decidió cambiar ese ritual que se había mantenido sin alteración alguna durante casi cuatrocientos años..., y lo hizo muy poco tiempo atrás: en 1990. Entonces el llamado Trono de San Pedro lo ocupaba Karol Wojtyla, ese Papa con cara (y complejo) de personaje de Charlton Heston (pobre Chuck: le pilló muy mayor para interpretar en el cine a este señor polaco del que tantas cosas se han dicho y muchas más se han callado). Lo llamativo del caso es que los más importantes exorcistas católicos del mundo, los principales usuarios del ritual, no habían abierto la boca. Es decir, no habían solicitado cambio alguno y parecían bastante desconcertados con la propuesta formal de "modernización", que partía de la Congregación para el Culto Divino. Esta inusual descoordinación pública de intereses creó un cierto escándalo entre las jerarquías vaticanas y un indudable morbo periodístico. Para resolverlo, Wojtyla llamó a Ratzinger, entonces cardenal ya poderoso en la Curia Romana. La solución fue emitir un dictamen papal de urgencia, según el cual el ritual del siglo XVII era repuesto en todo su vigor pero sin suprimir el nuevo, que había sido presentado a bombo y platillo. Desde entonces, ambos están vigentes, aunque el de 1990 prácticamente no se usa. ¿Pero es que el de 1614 se utiliza mucho? Pues parece ser que sí.
Resulta que el número real de exorcismos que practican los sacerdotes expertos a lo largo y ancho del mundo es un dato muy reservado, pero, a pesar del silencio que mantienen habitualmente tanto la Iglesia como los medios de comunicación, no debe ser pequeño si hoy sabemos que incluso el propio Juan Pablo II reconoció en sus memorias haber practicado algunos... Y él no estaba especialmente dedicado a esta conocida orden menor (incluida entre profesiones eclesiales muy antiguas, algunas de ellas hoy desaparecidas, como la de ostiario o la de acólito). En realidad, según el dogma católico, el exorcismo puede ser practicado con éxito por cualquier cristiano digno de ese nombre. Hasta el Concilio Vaticano II, que pasa por ser poco menos que la gran cita progre de la Iglesia moderna, insistió en la importancia de este ritual, ratificando la necesidad de practicarlo en cuanto se registrara suficiente constancia de una intervención diabólica.
Pero hoy hay mucha gente que no cree en el Demonio: ni como el ente personal con una imagen más o menos confundida con la del gran dios Pan que habitualmente ha pregonado la Iglesia, ni como fuerza impersonal pero con poder y capacidad autónoma e inteligente para influir en la vida de los seres humanos según la opinión de algunos filósofos. Al mismo tiempo, hay mucha gente que sí cree en el Demonio, pero no al estilo tradicional del enemigo-a-batir sino todo lo contrario: el nuevo-dios-a-seguir. La Iglesia de Satán, que existe oficialmente constituida como tal tras su fundación en EE.UU. de la mano de Anton Szandor LaVey, es sólo su cara más conocida pero según Mac Namara son sólo un grupo de amiguetes en comparación con otras instituciones menos conocidas y más peligrosas. Y paradójicamente el propio Vaticano, tal y como relatan sotto voce diversos expertos en la materia, cuenta en sus filas con muchos más cargos involucrados en el aquelarre de lo que en principio podríamos pensar. Cargos que seguramente fueron, de una u otra forma, los impulsores de ese intento de sustitución del ritual. ¿Por qué?
Gabriel Amorth es probablemente el exorcista más conocido del mundo. A sus ochenta y tantos años de edad sigue actuando en la diócesis del Vaticano y ha concedido algunas jugosas entrevistas sobre este tipo de asuntos. Hace menos de un año, por ejemplo, se refirió a la investigación, en la que él participó, sobre la desaparición de una quinceañera romana llamada Emanuela Orlandi que fue secuestrada en 1983. Impávido, aseguró al diario británico The Daily Telegraph que gracias a sus investigaciones descubrió que Orlandi había permanecido durante años encerrada en el mismo Vaticano, donde fue utilizada sexualmente como víctima en varias orgías antes de ser asesinada. Según sus declaraciones, uno de los gendarmes de la Santa Sede, con ayuda del personal diplomático de una de sus embajadas en el extranjero, era el encargado de reclutar a jóvenes como Orlandi para emplearlas como esclavas sexuales en manos de ciertos altos cargos de la jerarquía eclesial. Incluso señaló con el dedo a un archivista del Vaticano, Simeone Duca, como uno de los directamente implicados en este turbio asunto. El tema es espectacular..., pero fue rápidamente silenciado. ¿Quizá porque todo era cierto?
Es el mismo Amorth que en el diario italiano Il Foglio denunciaba un par de años antes la existencia de satanistas en el Vaticano, algo que conocía por personas implicadas "directamente" y de lo que había informado con detalle a Benedicto XVI. Pero el Papa "hace lo que puede"..., que como podemos deducir tras su sorprendente dimisión como Sumo Pontífice anunciada esta misma semana no parece que haya sido gran cosa. Comentando el asunto con Mac Namara, me recordaba que el estado de salud de Wojtyla era mucho peor que el de Ratzinger y sin embargo aguantó hasta el final en el cargo. Nadie renuncia a uno de los puestos más poderosos del mundo sin una razón poderosa (y mucho menos una persona de la trayectoria de Ratzinger, que no puede argumentar que no sabía donde se metía cuando se hizo con el poder eclesial: recordamos que era un buen experto en los tejemanejes vaticanistas y además prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que no es más que el nombre moderno de la Santa Inquisición).
- La marcha de Ratzinger sólo tiene dos explicaciones posibles -me explicaba Mac Namara-. En primer lugar puede sufrir una enfermedad degenerativa del estilo del Alzheimer que en poco tiempo le convierta en un inválido mental, la peor forma de la invalidez. Y en su caso, además, una dolencia especialmente cruel teniendo en cuenta su nivel intelectual. Ten por seguro que por una enfermedad física no se va a retirar, y mucho menos por un cáncer maligno que acabe con su vida en seis meses, por ejemplo. Para eso, habría aguantado en el cargo. En segundo lugar, lo que creo más probable, se marcha porque está sometido a chantaje. La cúpula del Vaticano está minada no sólo por los satanistas sino por representantes de cierta famosa sociedad discreta y aún de otros grupos que no quiero nombrar porque me llamarías "fantasioso".
Hay una tercera entrevista que concedió Amorth en su día. Tercera a la hora de citarla, pero anterior en el tiempo a las otras dos que hemos apuntado. En esta ocasión fueron declaraciones a la revista 30 Giorni, en junio de 2004. Recordemos todo el asunto del doble ritual del exorcismo... Pues sí: Gabriel Amorth fue uno de los principales líderes del grupo de exorcistas que protestó contra el nuevo y, a su juicio, ineficaz ritual. Extraigo algunas frases interesantes de aquella curiosa entrevista:
* "...los que tenemos que usarlo, aprovechamos para volver a señalar que no estamos de acuerdo con muchos de los puntos del nuevo ritual. Un ritual tan esperado (diez años trabajaron las dos comisiones correspondientes en su elaboración) que al final se ha transformado en una farsa. Un increíble obstáculo que podría impedirnos actuar contra el demonio..."
* "... hay cosas increíbles, como en el tema de los maleficios y cómo enfrentarlos (...) El antiguo ritual romano explicaba cómo afrontar esto. El nuevo ritual declara categóricamente que está totalmente prohibido hacer exorcismos en tales casos. ¡Absurdo! Los maleficios son, con mucho, la causa más frecuente de posesiones y otros males causados por el demonio..."
* "...otro punto declara solemnemente que no se deben hacer exorcismos si no se tiene la certeza de la presencia del diablo. Esto es una obra maestra de la incompetencia: la certeza de si el diablo está o no realmente en la persona sólo se puede tener durante la realización del exorcismo..."
* "...ninguno de los miembros de las dos comisiones que elaboraron el ritual nuevo han hecho jamás un exorcismo, ni han estado presentes en uno, ni tienen en realidad la menor idea de lo que es un exorcismo..."
* "...el mayor éxito de Satanás es hacer creer que no existe, y casi lo ha conseguido incluso dentro de la iglesia. Nuestro clero, nuestro episcopado, han dejado de creer en el demonio, en los exorcismos (...) al no practicarlos, al no estudiarnos ni haberlos visto nunca, el clero hoy no cree en los exorcismos, pero ni siquiera en el propio Demonio (...) un gran número de obispos y cardenales, en cuanto son nombrados para una diócesis, lo primero que hacen es quitarles a todos los exorcistas la facultad de ejercer. Hay obispos que afirman abiertamente: 'No creo en eso, son cosas del pasado' (...) por influencia de ciertos estudiosos de la Biblia, y podría dar los nombres de muchas personas conocidas (...) Nosotros, que estamos diariamente en contacto con el mundo del más allá, sabemos que esta influencia ha afectado a muchas reformas litúrgicas..."
* "... el humo de Satanás ha entrado en todas partes, ¡en todas! Quizá nos excluyeron (a un grupo de 150 exorcistas) de la audiencia con el Papa porque tenían miedo de que tantos exorcistas juntos consiguieran expulsar a las legiones de demonios que se han instalado en el Vaticano. Le podrá parecer una broma, pero yo creo que es cierto: no tengo duda alguna de que el demonio tienta a las autoridades de la Iglesia igual que a cualquier otra autoridad en cualquier materia, ya sea política, economía..."
Y un texto final especialmente llamativo, por cuanto refleja que la Iglesia no se libra, a pesar de su poder e influencia, y de su propia constitución característica, de uno de los grandes males de nuestro tiempo: la soberbia.
Dice Amorth:
* "Muchos ritos han sido empeorados por esa manía de querer deshacerse de todo lo pasado, para rehacerlo de nuevo. Como si la Iglesia, hasta el día de hoy, lo único que hubiera hecho es engañarnos y mentirnos. O como si sólo hoy día dispusiera de grandes genios, super teólogos, super estudiosos de la Biblia, super liturgos, que saben darle a la Iglesia lo que es realmente bueno..."
Tal vez Ratzinger se esté preguntando hoy día si le habrían dejado seguir en el cargo de Papa caso de haber atendido mejor a Amorth y sus colegas y, tal vez, seguir sus consejos.
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