Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 4 de febrero de 2013

Europa, el Continente Viejo

Que las noticias más importantes nunca salen en primera plana es algo que no se aprende en la carrera de Periodismo sino en el ejercicio del oficio. Los ingenuos estudiantes que no han publicado una palabra en su vida y se inscriben con alegría para cursar estos estudios universitarios (que, por lo demás, no deberían serlo: no es éste un trabajo digno de poseer semejante rango..., como tampoco lo son la inmensa mayoría de las carreras que se imparten en las universidades hoy día) suelen tener la cabeza llena de ideas utópicas y bien intencionadas (lo sé perfectamente: yo también pasé por ello hace casi una eternidad) acerca de su futuro papel como imprescindibles y concienzudos informadores de sus conciudadanos, descubridores de todo tipo de amenazas a la sociedad y futuros guardianes de la Democracia, la Solidaridad, la Convivencia y todas esas palabras absurdas que se escriben con mayúscula y que, entre los homo sapiens, sólo existen en la mentalidad de los más desinformados: o sea, la mayoría. Uno tiene que trabajar durante unos cuantos años (y trabajar de verdad: no limitarse a actuar como el clásico y tópico "chico de la prensa"), preferiblemente en medios diversos (por más que se empeñen los ignorantes, no es lo mismo trabajar en la prensa escrita que en la radio que en la televisión: son campos completamente diferentes y sólo los muy muy muy buenos son capaces de defenderse en los tres a la vez), para descubrir cómo funciona este negocio y quién y por qué lo maneja.

Buena prueba de ello es la cantidad de pruebas maravillosas y contundentes que se han acumulado a lo largo de los últimos años acerca de la antigüedad verdadera del ser humano (y lo que eso significa o, al menos sugiere) y el escaso eco que esos descubrimientos han tenido en los denominados medios de comunicación de masas. ¿Por qué? Porque han sido censurados de diversa manera. ¿La razón? Que esos hallazgos, sumados unos a otros, nos conducirían al convencimiento de que (como vienen diciendo ex aequo hace un montón de tiempo en este blog tanto Mac Namara como el Archivero Mayor del Cotolengo de Santa Eduvigis) el Hombre es muchísimo más antiguo de lo que se reconoce oficialmente (hecho que, si se reconociera, haría tambalear no pocos poderes fácticos del planeta). Esos descubrimientos apuntalan cada vez con mayor fuerza el hecho evidente de que ese hombre antiguo debió organizarse en sociedades, en culturas, en civilizaciones, mucho antes de lo que hoy se nos cuenta porque es sencilla, absoluta y descaradamente ridículo seguir defendiendo (e imponiendo como dogma) la teoría de que que una especie que posee, digamos, cinco millones de años, se pasara cuatro millones novecientos noventa y cinco mil años rascándose la barriga y viendo la vida pasar para, de repente y sin venir a cuento, empezar a desarrollarse sólo en los últimos cinco mil años y dar el salto a la Luna hace menos de 50 años. 

Lo siento, pero no me lo creo. Nunca me lo he creído, ni pienso que nadie con dos dedos de frente y acostumbrado a pensar por sí mismo en lugar de seguir el dictamen de las "autoridades" pueda creérselo tampoco. Me parece mucho más lógico argumentar que existieron, como hemos comentado en otras ocasiones y como no se cansan de repetirnos todas las mitologías del mundo, humanidades previas a la nuestra, que en un momento dado y por las causas que fuera desaparecieron y fueron olvidadas por sus sucesoras. ¡Pero si es tan sencillo...! Pensemos en la digitalización creciente de nuestra sociedad contemporánea. Hoy, gracias a la tecnología informática, archivamos todo en la nube o, como mucho, en discos duros o pinchos de memoria cuyo contenido sólo es accesible a través del empleo de aparatos específicos, los ordenadores, que funcionan con una energía específica, la electricidad. Si mañana cayera en la Tierra un meteorito como el que se supone causó la destrucción de los dinosaurios y terminara con nuestra civilización, los humanos supervivientes (si los hubiera) habrían perdido ipso facto todo el conocimiento que hoy manejan con grata despreocupación como si hubiera de durar para siempre.
 Todos sus datos, sus informaciones, sus libros, sus claves para explicar nuestra cultura, se perderían en un limbo informático inaccesible. Los supervivientes se hundirían en el fango de la ignorancia y el primitivismo, tendrían que luchar por la existencia empleando la fuerza bruta y la astucia animal como en edades ya superadas..., y sus hijos, que ni siquiera habrían visto una simple pantalla de ordenador, olvidarían pronto aquella "gran civilización de la antigüedad" de la que ni siquiera quedarían restos grabados sobre piedra porque... ¡para qué vamos a grabar en piedra, para qué vamos a imprimir siquiera en papel, si disponemos de iPads y otras revolucionarias máquinas informáticas que hacen obsoleto todo lo demás! Así que, en muy pocos años, empezaría a gestarse una nueva civilización desde sus estratos más bajos, y quizá su libro sagrado comenzara con palabras como éstas: "En el principio era el caos..."

La excusa que se plantea siempre en estos casos es: pero si hubiera culturas desaparecidas, ¿dónde están sus restos? ¡No los hay! Por supuesto que los hay, aunque bien escasos. No parece que una civilización que hubiera desaparecido hace, pongamos por caso, doce mil años, pueda dejar muchos restos físicos a nuestro alcance. Pero, sin contar aquellos fragmentos de tiempos pasados que nos han birlado ante nuestras narices y que hoy descansan en protegidos y secretos almacenes bajo siete llaves (qué épico y qué certero final, el de Indiana Jones y el Arca Perdida), también encontramos algunas pistas en los conocidos como OOPARTS (los Out of Place Artifacts o Artefactos Fuera de Lugar) muchos de los cuales siguen careciendo de explicación alguna a pesar de haber sido sometidos a exhaustivos exámenes científicos o en ciertos accidentes geográficos que se nos dice han sido presuntamente creados de manera caprichosa por la Naturaleza ¡si bien contradiciendo sus propias normas, como por ejemplo la "erosión" en ángulo recto, algo en teoría imposible! El mismo arte megalítico, que nadie a día de hoy es capaz de explicar de verdad quién puso en pie y desde cuándo, nos ofrece espectaculares ejemplos de huellas humanas que no terminamos de entender. Aquí arriba podemos ver una página de un catálogo británico de arte megalítico: algunas de las formas que aparecen en él son muy comunes en España..., pero no están catalogadas como piedras rituales de nuestros ancestros sino que permanecen dejadas a la intemperie como simples curiosidades "creadas por azar por las fuerzas naturales".

Y, mientras tanto, siguen apareciendo restos. Este mismo fin de semana el Instituto Catalán de Paleoecología Humana anunciaba el descubrimiento de una cueva en el término municipal de Conca de Dalt, en la zona pirenaica de Lérida, con restos de homínidos (se cree que neandertales) de hace nada menos que 200.000 años. Hasta ahora, la ciencia oficial reconocía la presencia de estos seres pero no la remontaba más allá de unos 10.000 años... Edgar Camarós, codirector de la expedición, ha explicado que en el interior de la gruta, a la que resulta difícil acceder, se han hallado restos óseos y herramientas prehistóricas (incluyendo un bifaz muy bien conservado) que no dejan lugar a la duda. El próximo verano, se anuncia, se realizará una excavación sistemática del lugar ya que ahora no parece el mejor momento, sobre todo por la meteorología (lo cual plantea interesantes preguntas: ¿desde cuando se conoce realmente la existencia de esta cueva? ¿quién fue el primero en encontrarla? ¿acaso no resulta chocante que se haya organizado una expedición justo en esta época del año, para luego dejar en suspenso el trabajo hasta que haga mejor tiempo?)...

Ahhh, sí, que hablamos de neandertales, que al fin y al cabo no son más que primos lejanos pero ¿qué hay de los homo sapiens, de nuestros ancestros directos? Pues hay también muchas cosas, de las que tampoco se habla. ¿Alguien en la sala sabe, por ejemplo, dónde está Ulm? ¿Y que famosísima figurita se encontró allí? Bueno, de acuerdo, replanteamos la segunda pregunta: ¿Y que figurita, que debería ser famosísima pero no lo es porque no aparece en los medios de comunicación de masas tan a menudo como Paris Hilton o Brad Pitt, se encontró allí? 

Ulm es una ciudad alemana ubicada en el Estado de Baden-Württemberg, junto al Danubio. Situada entre Munich y Stuttgart, alumbró hijos famosos tan dispares entre sí como el mariscal Erwin Rommel, los exploradores americanos Federmann y Alfinger o el científico Albert Einstein. Fue arrasada hasta sus cimientos, como tantas otras ciudades mártires, por los bombardeos angloamericanos en tapiz durante la Segunda Guerra Mundial. La primera mención histórica documentada que se conserva de su existencia se remonta al año 854 después de Cristo, aunque no es hasta 1164 cuando el gran Federico I Barbarroja la declara oficialmente ciudad. Pero se sabe que la zona estaba habitada desde tiempos inmemoriales. Antes de que ningún romano apareciera por allí intentanto ampliar el imperio de la vieja loba mediterránea, Ulm constituía un importante nudo de transportes y rutas comerciales. y mucho antes que eso, el ser humano se había instalado en la región, como demuestran los numerosos hallazgos prehistóricos encontrados. El más importante de todos ellos es la figurita a la que antes me refería, bautizada como Hombre León de Ulm, que aparece aquí a la izquierda.

 El Hombre León está tallado en marfil de mamut y mide unos treinta centímetros. Fue desenterrado, fragmentado en varios pedazos, en la cueva de Stadel en 1939: pocos días antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial. Es una de las escasísimas maravillas históricas que no fue destruida por los bombardeos angloamericanos o soviéticos, ni saqueada por la ocupación militar posterior de toda Alemania. Los arqueólogos que la descubrieron protegieron como pudieron el lugar y la almacenaron en el museo local, donde hubo que esperar más de treinta años para poder trabajar en serio con ella y ensamblarla adecuadamente. Una exposición sobre el arte en la edad del Hielo que prepara el Museo Británico de Londres para este mismo mes de febrero pensaba contar con esta pieza como gran estrella de la muestra, pero se quedará con las ganas, porque el Hombre León no viajará a la capital británica. La razón es que nuevas excavaciones dirigidas por Claus Joachim Kind acaban de sacar a la luz un millar de nuevos fragmentos de huesos de mamut en el mismo yacimiento arqueológico, algunos de los cuales pertenecen a la figura según las técnicas de formación de imágenes por ordenador. El trabajo de restauración no estará completo antes de noviembre de este mismo año de 2013, según las primeras informaciones. Pero ahora viene el dato más interesante... El Hombre León posee una antigüedad fascinante, que los últimos restos recuperados han confirmado: ¡nada menos que 40.000 años, lo que la convierte en la más antigua representación del arte figurativo conocida! 

Recordemos que esos 40.000 años, tal y como se confirmó el pasado mes de junio, son más o menos los de la edad que según las investigaciones con las últimas técnicas disponibles se atribuye a las pinturas de Altamira (sí, las mismas pinturas que los amargados y envidiosos científicos franceses dijeron que eran falsificaciones cuando las descubrió don Marcelino Sanz de Sautuola, al que hicieron la vida imposible por atreverse a demostrar, aun accidentalmente, la mayor importancia de la prehistoria española sobre la francesa), El Castillo y Tito Bustillo, todas ellas en la cornisa cantábrica de la península ibérica.

Ergo, resulta que las pinturas más antiguas conocidas y la escultura figurativa más antigua conocida son ambas europeas. No africanas. No asiáticas. Ni siquiera de esa zona fronteriza que quiere ser todas partes y ninguna a la vez, que conocemos hoy como Oriente Medio. No. Son europeas. Y europeas occidentales. Esto son hechos contrastados. Como lo es la circunstancia de que arte es equivalente a civilización. Ningún animal crea arte. Y muchos menos el tipo de arte que se puede admirar en las pinturas rupestres o en figuritas como la alemana, que requieren de sus autores respectivos una serie de cualidades intelectuales que los alejan por completo de la clásica y estúpida imagen del hombre primitivo barbudo y con cachiporra. Altamira, El Castillo, Tito Bustillo y el Hombre León de Ulm son la prueba de que hace varias decenas de miles de años existió al menos una civilización desarrollada, hoy absolutamente desconocida para nosotros porque se ha perdido casi todo su rastro. Pero fue en todo caso una primera civilización anterior a lo que hoy ridículamente se nos presenta como "cuna" del hombre en Mesopotamia o Egipto (cuyas leyendas, por lo demás, insistían en que la vida no había nacido en los lugares donde se levantaban sus ciudades sino lejos, en el Oeste, al otro lado del Mediterráneo...).











 

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