Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

miércoles, 30 de mayo de 2012

La Hipótesis Gaia

Hace cinco años el diario El País publicó una entrevista con el científico británico James Lovelock en la que éste expresaba sus dudas de que "nos queden más de diez años para encontrar respuestas que nos ayuden a salvar nuestro planeta". Ha pasado la mitad de ese tiempo y no parece que nos hayamos dado por enterados, habida cuenta de que los problemas medioambientales que existían entonces siguen muy presentes hoy. Es más, pareciera que se han agravado, dando así pábulo a los siniestros pronósticos a los que se apuntaba el propio Lovelock en aquellas declaraciones, en las que también auguraba que para finales del siglo XXI la mayor parte del mundo sería un desierto y la población superviviente se apiñaría en la región del Ártico y zonas montañosas como los Alpes y costeras en general, además de algunas islas como las británicas, Japón o Nueva Zelanda (y lo decía tan sonriente, como podemos ver en la foto).

Lovelock se hizo muy famoso al plantear en 1969 una versión moderna de una tesis muy antigua, tan antigua que nuestros contemporáneos ya se habían olvidado de ella y por eso la encontraron original e inédita: la posibilidad de que la Tierra no fuera un simple pedazo de roca lanzado a través del espacio sino un ser vivo, sintiente y hasta pensante, aunque de un tamaño gigantesco y provisto de una forma no humanoide. Estudiando las condiciones de vida en Marte y por comparación con nuestro planeta, el químico británico certificó un conjunto de modelos científicos para especular con la idea de que la atmósfera y, al menos, la parte superficial del planeta, se comportan como un todo coherente y sensible en el que la vida se encarga de regularse a sí misma para mantener el equilibrio a través de sus condiciones esenciales incluyendo la temperatura general y la salinidad de los océanos. Lovelock buscó un nombre para este "nuevo" ser vivo y su colega el escritor William Golding le propuso que la llamase Gaia, en referencia al nombre que ya los antiguos griegos le habían adjudicado en su día: Gaia o Gea. Publicada formalmente diez años más tarde, la desde entonces conocida como Hipótesis Gaia fue abrazada por la bióloga Lynn Margulis (por cierto fallecida hace seis meses), que se encargó de pasearla y difundirla de forma muy activa.          

Sin embargo, para la inmensa mayoría de los científicos la Hipótesis Gaia no ha pasado hasta ahora de ser más que eso: una mera hipótesis. Acostumbrados a medir el universo de acuerdo con su peculiar interpretación de la famosa sentencia de Protágoras (El hombre es la medida de todas las cosas) a muchos de ellos se les hace muy cuesta arriba plantearse siquiera la posibilidad de que, después de todo, quizá no encontramos vida en el espacio porque somos unos minúsculos insectos con un alcance demasiado limitado e incapaces de
comprender cómo funcionan las cosas, de la misma manera que las hormigas de un nido dentro de una casa unifamiliar no pueden entender el concepto de ciudad en el que se ubica esa casa, por ser demasiado vasto para ellas... Aunque la situación podría cambiar en breve, después del anuncio que acaban de soltar a los cuatro vientos hace apenas unos días varios científicos estadounidenses: Harry Oduro, de la Universidad de Maryland, y el geoquímico James Farquhar en compañía de la bióloga marina Kathryn Van Alstyne, de la Universidad Western Washington.

Estos investigadores han diseñado un novedoso sistema que permite rastrear y medir los movimientos del azufre por tierra, mar y aire. La importancia de su trabajo radica en el hecho de que si la Hipótesis Gaia es cierta, debe existir un compuesto de azufre (elemento básico para la vida: de hecho, el décimo elemento más abundante del cosmos, por lo que sabemos) fabricado por los organismos marinos que sea capaz de resistir a los procesos de oxidación del agua para salir de ella y, viajando por vía aérea, depositarse también en tierra firme. Semejante compuesto sería la clave que permitiría la unión y la interacción entre los diversos organismos de nuestro planeta así como de sus ecosistemas. Los especialistas tienen incluso un buen candidato para adjudicarle este papel: el DMS o dimetilsulfuro, y también su precursor, el dimetilsulfoniopropionato. Estos compuestos son elaborados por algas y fitoplancton, confirmando una vez más el importantísimo valor del océano para regular toda la vida en la Tierra. Así que el sistema Oduro-Farquhar-Van Alstyne podría confirmar más pronto que tarde la teoría de Lovelock.

Todo esto resulta ciertamente curioso teniendo en cuenta que el azufre no tiene buena prensa en nuestra cultura. De hecho, suele asociársele con la muerte. No en vano se emplea este característico producto de color amarillo en la fabricación de pólvora, insecticida, ácido sulfúrico para baterías o cerillas..., entre otros productos. Por su olor peculiar y por ciertas erráticas referencias bíblicas (el dios judío destruyó las ciudades de Sodoma y Gomorra con "una lluvia de fuego y azufre" y según el Apocalipsis al final de los tiempos el Diablo será arrojado a un lago compuesto por los mismos elementos, aunque se supone que ya reside en un infierno subterráneo de las mismas características), a lo largo de la Edad Media fue relacionado con el mismísimo Satanás...  Sin embargo, resulta que si no fuera por el azufre difícilmente podría sobrevivir ninguno de los organismos biológicos que conocemos, empezando por el propio homo sapiens. Buena prueba de su valor es que se emplea como suplemento nutritivo para las plantas, por ejemplo. Y para aquéllos que busquen correspondencias ocultas, basta recordar que según el gran Paracelso los tres elementos alquímicos básicos son el azufre (equivalente al espíritu, nada menos), el mercurio (sinónimo del alma) y la sal (el cuerpo físico).

 A la espera de que estas investigaciones confirmen o no las teorías de Lovelock valdría la pena hacerse otra reflexión: si la Tierra es de verdad un ser vivo, deberíamos amarlo y cuidarlo bastante más de lo que lo hacemos porque dispondrá de cierto control sobre sí mismo, junto con una obvia capacidad de reacción ante las circunstancias externas para tratar de regularlas en su favor. Si sumamos a ello el hecho de que es de suponer que todo lo que existe en el mundo tiene una utilidad práctica (si no, hubiera sido destruido ya por la Naturaleza), podremos llegar a otra rápida conclusión: el homo sapiens existe porque de alguna manera es útil para este planeta, aunque desconozcamos exactamente para qué. Item más, si esta especie deja de ser útil y pasa a convertirse en perjudicial, el planeta actuará contra ella, de alguna forma. Imaginemos una persona con mucha caspa. No le importa demasiado porque así queda protegida de los piojos que, hoy se sabe, prefieren el cabello limpio y bien cuidado. Pero también puede que la caspa llegue a picarle tanto que en un momento dado no aguante más y decida aplicarse un poderoso champú para reducirla o directamente eliminarla. ¿Es eso lo que está haciendo Gaia? ¿Lo que llamamos "cambio climático" es una reacción de defensa más o menos consciente de nuestro mundo contra la urticaria que le provoca nuestra invasiva existencia? ¿Se trata de reducir sensiblemente el número de humanos aplicando un "champú" elaborado con el poderoso ingrediente de las catástrofes naturales, en realidad inducidas por la mente pensante planetaria?

La verdad es que no consuela mucho identificar a la Humanidad con la caspa, pero aterra más imaginar quiénes pueden ser los piojos.















lunes, 28 de mayo de 2012

Vivir para siempre

Who wants to live forever? (¿Quién desea vivir para siempre?) cantaba el grupo Queen en la banda sonora de una de esas películas curiosas rodadas durante los años 80 con el título de Highlander (literalmente, El montañés de Escocia, aunque fue traducida al español como Los inmortales).  No hay oportunidad para nosotros,/está todo decidido para nosotros,/este mundo tiene sólo un momento dulce reservado para nosotros... Así decía la letra de la canción en referencia a la Muerte, tan temida por los mortales corrientes y tan deseada según parece por aquéllos que ya han vivido demasiado. Pero ¿cuánto es demasiado? La persona más vieja del mundo según los modernos estándares internacionales fue Jeanne Calment, a quien vemos en la imagen en el momento de recibir la tarta por su 121 cumpleaños: fallecería poco después, habiendo cumplido 122 años y 164 días. Esta francesa había nacido el 21 de febrero de 1875 y murió el 4 de agosto de 1997. Según los registros oficiales, la segunda clasificada en la lista de la longevidad fue la norteamericana Sarah Knauss, quien moriría a las puertas del año 2000 (el 30 de diciembre de 1999 para ser exactos) con 119 años y 97 días de edad. Y la tercera, la también estadounidense Lucy Hannah Bertrand, con 117 años y 248 días. Hay que bajar hasta el puesto duodécimo para encontrar al primer hombre (otro yankee: Christian Mortensen, que vivió 115 años y 252 días) en una lista claramente dominada por las mujeres y que demuestra una vez más que aquella definición de "sexo débil" para definir al género femenino siempre fue un adjetivo equivocado.

 ¿Son éstas realmente las personas más viejas de la Humanidad? No, si nos atenemos a los mitos y leyendas de los pueblos antiguos, todos los cuales nos hablan de las largas edades que llegaron a alcanzar sus héroes y semidioses como por ejemplo los Semsu-Hor o Compañeros de Horus que según la Tradición gobernaron el antiguo Egipto durante 6.000 años antes del comienzo de las dinastías de faraones plenamente humanos. A finales del siglo XIX, uno de los más conocidos arqueólogos franceses, Gastón Maspero, les atribuía entre otras cosas la construcción de uno de los monumentos más maravillosos de la humanidad, hoy una sombra de lo que fue: la Esfinge de Gizah...  En la Biblia también aparecen gentes muy ancianas, la más famosa de las cuales es sin duda Matusalén, una persona tan anciana que aún a día de hoy decimos aquello de "es más viejo que Matusalén" cuando nos encontramos con alguien que ha cumplido muchos años. Según el Génesis, este patriarca llegó a cumplir 969 años (una fecha sospechosamente cargada de simbolismo) y murió justo antes del Diluvio, cuando su dios decidió acortar la vida de los homo sapiens que hasta entonces quod erat demostrandum era considerablemente más larga que la actual. Su hijo Lamec, por ejemplo, habría vivido 777 años (otro número significativo). Ahora bien, según algunos listillos contemporáneos empeñados en explicar los tiempos antiguos con los razonamientos modernos, estas increíbles edades de los patriarcas bíblicos son simples errores de traducción al confundir los ciclos lunares con los solares, con lo que sus años reales serían trece veces y media menores de lo reflejado. Así, por ejemplo, Matusalén en realidad habría cumplido 72 años.

La opinión generalizada de los científicos es que en la Antigüedad, y con independencia de que estos patriarcas hubieran existido o no, la gente vivía menos años que nosotros y que no fue hasta mediados del siglo XIX cuando empezó a aumentar la esperanza de vida, lo cual es relativamente cierto. Es verdad que estaban sometidos a muchos más riesgos de todo tipo: nadie tenía aseguradas tres comidas al día (a no ser la muy pequeña clase dirigente) y la muerte violenta acechaba en cada esquina por culpa de la guerra, el hambre, la traición o la enfermedad. Pero por eso mismo las personas que llegaban a la vida adulta eran mucho más fuertes, duras y resistentes que cualquiera de nosotros. Se cuenta que Ramsés II, uno de los hombres más poderosos de las edades pasadas en su calidad de faraón, falleció por culpa de una simple infección en una muela, algo absolutamente incomprensible en la actualidad. Claro que murió a la edad de 92 años y tras 67 de reinado. No son los 969 de Matusalén pero tampoco se puede decir que dejara este mundo a una edad temprana. Es decir, la gente que tenía una posición social y de poder podía perfectamente vivir tantos o más años que la media actual. La única diferencia es que había menos personas con esa capacidad de las que existen actualmente: aunque en un primer instante nos cueste creerlo, cualquier ciudadano corriente de una gran ciudad contemporánea disfruta hoy de muchas y mejores condiciones de vida (agua corriente, luz eléctrica, comunicación audiovisual, entretenimiento musical, etc.) que Augusto, Carlomagno, Napoleón o cualquier rey o emperador de épocas pasadas. 


El tipo más viejo del que tenemos noticia en los últimos siglos fue un chino que vivió 256 años..., o al menos eso es lo que reflejaba la noticia de su muerte en los medios norteamericanos Time Magazine y New York Times el 6 de mayo de 1933, precisando además que el hombre había enterrado previamente a más de veinte esposas y dejaba cerca de doscientos descendientes. Según los pocos datos que se conocen acerca de la vida Li Chin Yuen (o Li Ching Yun),  a quien vemos en la única instantánea reconocida oficialmente como suya, habría nacido en 1677 y de pequeño tuvo acceso al entrenamiento de artes marciales (entonces, reservadas para un puñado de elegidos) y de hierbas medicinales, además de residir durante un tiempo en un templo taoísta del monte Lao Shan y otro tiempo en el siempre misterioso (en aquella época, porque hoy está arrasado por los chinos) Tibet, entre otros lugares de Asia. Sus prácticas ascéticas y su conocimiento de ciertos secretillos alquímicos le habrían permitido desarrollar una acusada resistencia física además de una capacidad extraordinaria para rejuvenecer periódciamente. Entre los documentos que poseía un conocido suyo, figuraban dos felicitaciones de cumpleaños que habría recibido por parte del gobierno imperial chino al cumplir 150 años, la primera, y al cumplir 200, la segunda. Un general chino llamado Yang Sen escribió un informe sobre él cuando cumplió los 250 años en el que describía su aspecto de esta manera: "tenía todavía una buena vista y caminaba con paso ligero, medía unos dos metros de altura y poseía largas uñas en las manos (también era famoso por esto: hasta quince centímetros llegaron a medir las de su mano derecha), además de una tez rubicunda". 

Se dice que cuando le preguntaban cuál era el secreto de su larga y cómoda vejez, él siempre contestaba con una de esas frases a medio camino del zen y de los eslóganes hippies según la cual la receta consistía en "mantener el corazón tranquilo, sentarse como una tortuga, caminar vivazmente cual paloma y dormir como un perro". Bueno, eso y una dieta basada sobre todo en el arroz y el vino obtenido a partir de este cereal aparte de, entre otras hierbas, el ginseng y la centella asiática (una planta que posee un alcaloide de efectos rejuvenecedores en diversas partes del cuerpo como el cerebro y las glándulas endocrinas)...  Por supuesto, la Ciencia moderna no admite la historia de Li Chin Yuen como real, ni siquiera como posible. Se trata de un fake, como se dice ahora: una simple tomadura de pelo construida consciente o inconscientemente. En el mejor de los casos, el resultado de la confusión de la vida de varios chinos parecidos pero diferentes, quizá abuelo, padre e hijo, que tuvieron cada uno una larga vida, todas similares, y que por alguna razón han quedado unidas como si fuera la de uno solo en las creencias populares.


Pero ¿y si no fuera así? ¿Y si este chino existió de verdad, igual que Matusalén y los Semsu Hor y tantos otros? Hoy día sabemos que la causa de la vejez es básicamente el progresivo deterioro celular. Llega un momento en el que la célula no se divide igual de bien que como lo hacía en un principio y comienza a mostrar taras al fragmentarse para crear una nueva, que ya viene con ese problema y que a la hora de dividirse a su vez será de peor calidad que la anterior. Y así sucesivamente hasta que la subdivisión viable sea ya imposible y sobrevenga el fallo del órgano correspondiente. Pero ¿y si pudiéramos frenar o retrasar ese deterioro celular? Después de todo, estamos sometidos a fortísimos factores de desgaste: desde el estrés hasta la contaminación del agua, los alimentos y el aire. Y a pesar de eso llegamos con relativa facilidad a los 70 ú 80 años, e incluso más. ¿Y si esos elementos de desgaste no existieran (¿es casual que los maestros de antiguas prácticas espirituales en diversas partes del mundo alcancen edades avanzadas?) y además pudiéramos reforzar el cuerpo con el consumo de ciertos productos naturales, como determinadas hierbas, para darle más vigor?

Quizá podríamos cantar entonces a pleno pulmón: Siempre es nuestro hoy/¿Quién quiere vivir para siempre?/Siempre es nuestro hoy/ ¿Quién quiere vivir para siempre, de todas formas? 









viernes, 25 de mayo de 2012

El secreto de la riqueza

Es increíble la cantidad de libros que se publican, y se venden, cada año explicando todo tipo de fórmulas y estrategias para hacerse rico, teniendo en cuenta la cantidad de gente que los lee y que jamás consigue el objetivo (ni se acerca siquiera) de convertirse en el nuevo Rockefeller. El primer texto que desató la pasión popular por conocer los entresijos del éxito financiero fue probablemente El hombre más rico de Babilonia, de George Samuel Clason, un señor que murió en 1957 después de publicar un conjunto de cuentecillos que pretendían ser la parábola definitiva para entender el secreto de cómo hacerse con millones de dólares (o cualquier otra divisa de curso legal y valor real real) con cierta facilidad. Su obra se ha reeditado una y otra vez hasta el punto de convertirse en un auténtico clásico, un libro de cabecera igualmente importante para emprendedores como para vividores, aunque la inmensa mayoría de ellos, visto que no han logrado hacerse ricos, no han debido terminar de captar el mensaje.

Creo recordar que estuve en Babilonia al menos en cuatro vidas anteriores: con Sargón (ésta fue la más divertida, por lo salvaje de la época y porque todavía te podías cruzar por la calle con algunos de los antiguos y terribles dioses de cabeza de pájaro), con Hammurabi (de ésta no me acuerdo muy bien, la verdad), con Asarhaddon (menudo lío tuvimos entonces con la guerra civil, aunque en aquella época residí sobre todo en Nínive) y finalmente con Nabucodonosor II (la Babilonia más hermosa, arquitectónicamente hablando, con sus famosos Jardines Colgantes, su maravillosísima Puerta de Ishtar, su misterioso ziggurat Etemenanki y tantos otros edificios impresionantes). Fue ésta una de las grandes capitales del mundo antiguo, o lo que hoy consideramos como antiguo por comparación con la Historia que ha "sobrevivido" oficialmente. Fue grande en ingeniería y arquitectura, en  astronomía y matemáticas,
 en comercio y capacidad guerrera. Y eso que sus tierras no eran especialmente frondosas o ricas. Gran parte de ellas estaban contaminadas por un aceite negro, supurante, que por las noches generaba pequeños fuegos que brillaban espontáneos como luciérnagas. Muchos veían en ellos la manifestación de salamandras (entidades etéreas que viven en el fuego) o incluso de algunos diosecillos de la corte de Marduk, el dios tutelar de la ciudad, aunque en realidad (pero en aquella época lo ignoraban) se trataba de petróleo: la viscosa y repugnante sustancia sobre la cual se ha edificado nuestra actual y decadente civilización.

Como importante emporio comercial, Babilonia atrajo a gente adinerada, igual que a usureros y timadores, cuyas vidas giraban en torno al tonto concepto de riqueza del homo sapiens: el oro y sus derivados monetarios. Es por ello por lo que Clason empleó este escenario, por otra parte exótico y desconocido para la inmensa mayoría de sus contemporáneos (como para la inmensa mayoría de los nuestros), como fondo perfecto para explicar sus teorías acerca de cómo llenarse el bolsillo. Así, contaba la historia de un artesano constructor de carros, llamado Basir, y de su colega músico, Koby, que deciden ir a ver a su viejo amigo, Arkad, el hombre rico que da título a la obra, para que les aconseje cómo "salir de pobres". Y es que Basir y Koby se quejan de que llevan toda la vida trabajando y apenas consiguen lo suficiente para sobrevivir un día más, mientras que Arkad nada en la abundancia como si fuera el tatarabuelo mesopotámico del Tío Gilito. Así que se presentan en casa de Arkad, que les recibe con generosidad y les explica cómo pueden ellos ganar también mucho dinero. Lo primero que les advierte es que ser rico no consiste tanto en acumular una gran cantidad de oro en la bolsa sino en asegurar el flujo financiero gracias a ingresos continuos que llenan la susodicha bolsa antes de que ésta vuelva a vaciarse por completo. Esos ingresos se consiguen con inteligencia: es decir, aprendiendo a hacer rendir el oro que uno alcanza a poseer en lugar de derrocharlo de cualquier manera o de guardarlo de forma avara en un calcetín.

Arkad les cuenta también cómo descubrió personalmente el secreto de la riqueza: en su juventud y tras investigar mucho al respecto se encontró con un viejo prestamista llamado Algamish, al que trató de sonsacarle la fórmula del enriquecimiento. Éste se ofreció a revelársela si terminaba en un tiempo récord unas tablillas cuneiformes que le corrían mucha prisa para sus negocios. Arkad cumplió el encargo sacrificando su noche de sueño y realizó un trabajo impecable. Satisfecho, Algamish le dijo que todo consistía en comprender la siguiente frase: "Una parte de todo lo que tienes te pertenece". La idea era que debía reservar para sí mismo un mínimo de la décima parte del dinero que ganara con su trabajo y dedicarla exclusivamente a obtener rendimiento de ella invirtiéndola y haciéndola crecer. Para ello debía pedir ayuda obteniendo consejo
 de los expertos en el manejo del dinero, en lugar de obedecer a su intuición o a su idea romántica del mundo. Si además conseguía aplicar otros consejos elementales, como por ejemplo vivir siempre con menos dinero del que ganara, ahorrar aunque fuera unas monedas cada vez y cumplir siempre lo que se proponía (motivo por el cual "nunca pienso en trabajos demasiado duros o imposibles"),  jamás volvería a tener problemas económicos. A partir de ahí, Arkad empezó a actuar tal y como le dijo Algamish, consultando además a éste regularmente, y en poco tiempo consiguió amasar una cantidad de dinero relevante. En ese momento, el prestamista decidió que lo tenía lo bastante entrenado y lo tomó a su servicio directo para que le llevara los negocios. Finalmente Algamish falleció pero Arkad sabía ya lo bastante como para convertirse en el hombre más rico de Babilonia.


Así que, según Clason, el modus operandi para disponer de liquidez permanente se resume en cinco leyes. La primera: guardar como mínimo el 10 por ciento del sueldo sin emplearlo en los gastos corrientes del día a día. La segunda: ahorrar esa parte hasta conseguir una cantidad de dinero suficiente como para invertirla. La tercera: jamás invertir a ciegas sino con la ayuda de un experto. La cuarta es una variante de la tercera: si inviertes en algún proyecto que no tenga el visto bueno del experto, es prácticamente seguro que perderás tu dinero. Y la quinta es una variante más: si inviertes en un proyecto utópico, te dejas engañar por estafadores o te manejas exclusivamente guiado por tu inexperiencia, también perderás tu dinero.

Parece todo muy racional... Sin embargo, este libro (como tantos otros en los que ganar dinero se convierte en sinónimo gratuito de riqueza) esconde un mensaje tan falso como diabólico: necesitamos el sistema financiero, apóyanos para mantenerlo y reforzarlo. Sí, ese mismo sistema financiero que ha llevado al mundo occidental a la mayor crisis internacional desde 1929. Ése que se basa en la creación de dinero de la nada, en la conversión de lo que debería ser exclusivamente un medio de pago en un bien valioso por sí mismo. Ése que es responsable de que ¡¡¡9 de cada 10!!! monedas de las que circulan actualmente en el mundo no existan porque son dinero virtual, creado y destruido a placer por la casta financiera con el beneplácito de gobiernos corruptos o maniatados por sus propias e inconfesables deudas. Las dos primeras leyes de Clason son de pura lógica, pero las demás vienen a decir: "pon tu dinero en nuestras manos, las de los expertos del sistema financiero para que te asesoremos". Y los expertos jamás trabajan gratis. Lo que ni Clason ni Algamish ni Arkad cuentan en El hombre más rico de Babilonia es que los susodichos expertos integran una red de influencias y control, una auténtica casta aparte, a la que es muy difícil acceder a no ser que la persona reúna unas características muy concretas (y no comunes, ciertamente). Por lo general, lo más que se puede obtener de ellos es "consejo": es decir, dejar el dinero propio en sus manos para que ellos lo "rentabilicen" a cambio de llevarse un tanto por ciento de cada operación. 

Lo que no se cuenta en este texto es que el dinero que un hombre gana de más suele salir del dinero que otros hombres ganan de menos.


La pregunta que queda en el aire es: ¿entonces, uno no se puede hacer rico si no es a costa de los demás? En realidad, sí hay una fórmula para evitar problemas de liquidez de manera honrada. Y también algún libro en la que se explica. A este respecto, la principal recomendación de mi gato conspiranoico Mac Namara, que me pasó este texto absolutamente fascinado por él y que yo estoy leyendo ahora, es: Moneda cósmica: la suprema riqueza, publicado hace pocos meses por la editorial Aguaclara y firmado por el filósofo y escritor chileno Darío Salas Sommer. El libro explica qué es realmente la riqueza, qué es de verdad el dinero y cómo se pueden conseguir ambos y de paso el resto de objetivos que uno se plantee de una manera limpia, honesta y cabal (eso sí: que se olviden del asunto todos los perezosos y los que no tengan ganas de comprometerse, porque el método exige esfuerzo y paciencia). En la primera parte, "Lo que hay que comprender", detalla las leyes que controlan lo que bautiza como la RI o Riqueza interna, mientras en la segunda, "Lo que hay que hacer", explica el método en sí que permitirá alcanzarla.



 




miércoles, 23 de mayo de 2012

Invasión alien

Uno de los anuncios de televisión más ridículos (seguramente por lo realista que es, puesto que demasiada gente hoy en España piensa como el tipo de la cerveza que lo protagoniza) que he visto estos días es ése en el que aparece una gigantesca nave espacial que se supone llena de monstruos alienígenas dispuestos a conquistar la Tierra aprovechando que "estamos de bajón". Para convencer a los extraterrestres de que se vuelvan por donde han venido, en lugar de amenazarles con defendernos de la invasión aunque sea a botellazo limpio, el protagonista echa mano de una sucesión de tópicos del buenrrollismo a cual más ficticio.

Desde el "nosotros no tenemos amigos, sino hermanos" (no hay más que ver las puñaladas traperas a las que somos tan aficionados por aquí, que nos hicieron acuñar hace ya siglos aquel conocido refrán: "De los amigos guárdeme Dios que de los enemigos ya me guardo yo") hasta "tenemos abuelos: ¿tú sabes lo que es hablar con ellos de lo que sea?" (como si les hiciéramos algún caso..., bueno, eso si antes no los hemos metido en un asilo para quedarnos con su piso), pasando por el inconfundible "con muy poco nos venimos arriba, como nuestro equipo de fútbol que nunca ganará la liga pero del cual me siento muy orgulloso" (en efecto, es "cualquier cosa", si bien aquí echo de menos un añadido del guión: "y con nuestra telebasura llena de gentuza que se pasa el día contando 'secretos inconfesables' de otra gentuza" o una frase semejante). Ah, y naturalmente, también está "la cerveza de los sábados" (y del resto de los días, que no vivimos en Estados Unidos y aquí el consumo, y hasta el abuso, de alcohol no sólo está bien visto sino que es casi obligatorio en cualquier acto social) que es la que paga el anuncio. Al final del spot, los aliens se van, pero me da la impresión de que lo hacen no por el susto que les ha metido en el cuerpo el del botellín,  sino porque el discursito les ha hecho recapacitar y acaban por darse cuenta de que no resulta rentable conquistar a semejante panda.

Este anuncio demuestra una vez más que la posible invasión extraterrestre de nuestro planeta ya se ha convertido en algo más que la canción del verano. Es un auténtico icono de las nuevas generaciones, tan entontecidas con el progreso tecnológico como en general ignorantes de la necesidad del verdadero (el único) progreso: el interior. El porcentaje de personas que está convencida de la próxima llegada, e incluso de la inminente llegada, de alguien desde la Última Frontera crece cada día que pasa, aunque dividida en dos grandes grupos: la de los convencidos de que los ETs serán criaturas amistosas y respetuosas, auténticos "hermanos cósmicos del espacio" deseosos de enseñarnos todos los secretos del universo e incorporarnos a alguna Federación Intergaláctica, y la de los que piensan que según pongan el pie en el suelo (o antes) empezarán a destruir ciudades, matar gente y esclavizar a los supervivientes.

Por cierto que a propósito de ese futuro desembarco alienígena existe también un clásico de la conspiranoia: el Blue Beam Project, el Proyecto Haz de luz (o Rayo) Azul. A Mac Namara le fascina especialmente esta teoría, que sugiere un vasto y complicado plan destinado a imponer el gobierno mundial a partir de la recreación de un auténtico fin del mundo completamente artificial. La idea se divide en varios pasos. El primero es organizar una serie de desastres naturales regulares con ayuda de la tecnología HAARP (si algún lector no sabe lo que es, que se documente de inmediato, porque el concepto es de Primer Curso de Conspiranoia), sobre todo terremotos, destinados a hacer aparecer "accidentalmente" una serie de novedosos restos arqueológicos que refrendarían de algún modo las creencias impuestas por las grandes religiones mundiales, que hoy se sostienen en la fe y la credulidad de la inmensa mayoría de sus fieles, si bien adaptándolas al objetivo final. Luego..., un momento, un momento..., ahora que lo pienso, en los últimos tiempos se ha incrementado sensiblemente el número de catástrofes, terremotos incluidos... Y se anuncian nuevos descubrimientos arqueológicos gracias a la telefotografía laser vía satélite. Sin ir más lejos, se habla de la inminente aparición de la mítica y precolombina Ciudad Blanca cuyos restos se supone reposan en algún lugar de la espesa jungla de Honduras...  Hummm... Serán coincidencias...

El caso es que esta primera etapa se combinaría con una avalancha de estrenos de producciones audiovisuales dedicadas al tema extraterrestre para ir acostumbrando a la población general a que lo más normal del mundo es que cualquier día se presente por aquí una embajada espacial. Y la verdad es que en los últimos decenios se han multiplicado por tayntas mil el número de producciones audiovisuales que tratan el asunto, desde las más elegantes como 2001 hasta las más bufas como Alf pasando por las belicistas como Tropas del espacio, las aventurero/filosóficas como La Guerra de las galaxias, las reptilianas como V o las terroríficas como Alien... El siguiente paso sería la aparición en el cielo de "extraños signos de los tiempos": imágenes y manifestaciones divinas que demostrarían el interés de "dios" por
revelarse ante sus "criaturas" para  convencerles de sus intenciones. En este momento se emplearían hologramas colosales en tres dimensiones, proyectados sobre los cielos y con imágenes diferentes según la sensibilidad religiosa en cada zona del mundo. Algunas de estas impresionantes "fotos celestiales" ya se han visto en puntos concretos del planeta, como Rusia. Aquí vemos la fotografía de una de ellas. La aparición masiva de estas "manifestaciones" se acompañaría de "voces en la cabeza" (ya hemos hablado anteriormente en esta misma bitácora acerca de la capacidad técnica existente en la actualidad para conseguir eso, a través por ejemplo de las conocidas como ondas de frecuencia extremadamente bajas) animando a crear un gobierno mundial con una sola religión, una sola moneda, una sola ideología..., y una sola casta religiosopolítica que "apacentaría el rebaño". Surgirían miles, decenas de miles de "iluminados" anunciando todos haber recibido "en su interior" el mensaje "divino" animándoles a apoyar la iniciativa y propiciando así la concentración definitiva del poder.

 Otra versión de este proyecto es el de utilizar hologramas de flotas alienígenas, en lugar de aspectos de la divinidad, para convencer a la población de todo el planeta de que estamos siendo atacados por extraterrestres (en los últimos tiempos se ha multiplicado también el número de guiones televisivos y cinematográficos en los que los visitantes son malos, muy malos) y forzar igualmente la consecución del Nuevo Orden Mundial. Personajes de importancia han coqueteado con la idea en los últimos años. Recuerdo cierta conferencia de prensa del que fuera actor y presidente norteamericano Ronald Reagan sugiriendo en público que una invasión alien sería la mejor forma de resolver problemas como la Guerra Fría forzando a la unión de países con regímenes muy diferentes y, recientemente, el científico británico Stephen Hawking empezó a hablar, sin que nadie le preguntara por el tema, sobre la "casi segura" existencia de los extraterrestres y la "necesidad de evitar el entrar en contacto con ellos" puesto que "si son inteligentes tendrán intención de colonizar los planetas que encuentren", incluyendo el nuestro.

Si los aliens invasores están planeando en serio desplegarse por estos pagos, desde luego no les faltará inspiración para completar su campaña: por Internet circulan numerosas listas sobre los mejores y peores planes de conquista, incluyendo citas a numerosos largometrajes donde se pueden estudiar los pros y los contras de cada uno. Así, en La tierra contra los platillos volantes, los ETs envían varios mensajes de alerta para que los humanos se rindan antes de que comience el asalto, lo que es un claro error ya que pone en alerta a las futuras víctimas; en La invasión de los ladrones de cuerpos se dedican a clonar cuerpos para sustituir a los humanos originales por esclavos sin cerebro, y esto parece funcionar bastante bien; en La guerra de los mundos se demuestra lo necesario que es un buen departamento de documentación para no ser tomado por sorpresa por las enfermedades locales; en Independence Day se advierte contra la estupidez de poseer un mando único que, si cae, hace caer a todo el ejército interestelar, por poderoso que sea; en Invasores de Marte queda muy claro que es difícil por no decir imposible conquistar todo un planeta con sólo un puñado de marcianos, por adelantados que estén técnicamente... Hay de todo un poco y el cuadro general hace pensar que conquistarnos es más difícil de lo que parece, aunque
 no podemos olvidar el mensaje de Jeff Wayne en su versión rockera de una de las obras cumbres de Wells: The chances of anything's coming from Mars/are a million to one, he said./ The chances of anything's coming from Mars/are a millon to one, but still.../They come! (Las posibilidades de que algo venga de Marte son de un millón contra una, dijeron. Las posibilidades de que algo venga de Marte son de un millón contra una pero a pesar de eso... ¡Han venido!)

Si yo fuera un extraterrestre con ganas de ampliar mi Lebensraum cósmico a costa de los terrícolas sería porque dispongo de un poder enorme: tanto, como para permitirme viajar distancias enormes a través del espacio. por ejemplo. Y si dispusiera de ese poder ya habría invadido la Tierra por la fuerza pura y dura, sin que nadie me hubiera podido detener. Luego si existen y están en ello, la única opción lógica sería que están ya aquí pero no se dejan ver o, quizás, nosotros no podemos verlos por sus especiales características físicas.

Ahora, si yo fuera un extraterrestre con Poder de verdad (con mayúscula) ni siquiera necesitaría una nave para plantarme aquí e infiltrarme o camuflarme, porque controlaría la Tierra sin necesidad de reclamar nada: el planeta ya sería mío per se y los homo sapiens nada podrían contra mis designios pues no serían otra cosa para mí que simples insectos perfectamente manejables.

Y los insectos me llamarían dios.





 

lunes, 21 de mayo de 2012

Veneno en el plato

Por ahí circula un texto misterioso (quizá no tanto como parece) que se titula The secret covenant (El pacto secreto) y que particularmente me descubrió mi gato Mac Namara una vez que hablábamos acerca de la cantidad de basura que comemos en los tiempos modernos. Muy bien presentada, muy sabrosa, pero basura al fin y al cabo. Nadie sabe quién lo escribió: según parece llegó de forma anónima a principios del 2000 a una web financiera procedente de uno de esos correos electrónicos de usar y tirar que se emplean para enviar mensajes una sola vez. Después de analizarlo a fondo, la opinión de mi conspiranoico compañero felino de apartamento es que se trata de una falsificación. O una semifalsificación, precisando un poco más. Es decir, que no está escrito por quien todo parece indicar que puede estar escrito pero sí recoge su forma de pensar y lo que podría haber escrito si se hubiera decidido a escribirlo. En fin, los interesados en el texto pueden buscarlo en Internet. 

En este momento, sólo me interesa citar una parte del susodicho pacto. Aquélla en la que los eternos aspirantes a dueños del mundo se refieren a los humanos corrientes en los siguientes términos: "Usaremos nuestro conocimiento de ciencia y tecnología en forma sutil, de tal forma que ellos jamás verán lo que está pasando. Utilizaremos los metales, aceleradores del envejecimiento y tranquilizantes en la comida, el agua y también en el aire. Ellos se verán rodeados de venenos por todas partes, miren a donde miren. Los metales les harán perder sus mentes (...) Los venenos se esconderán en todo lo que los rodea: en lo que ellos beban, coman, respiren y vistan (...) Les enseñaremos que los venenos son buenos, con imágenes divertidas y tonos musicales (...) Verán cómo nuestros productos se usan en las películas, crecerán acostumbrados a ellos y nunca sabrán su verdadero efecto (...) Tendremos a los niños como objetivo con lo que ellos más desean: las cosas dulces (...) crearemos medicinas que los enfermarán aún más y que causarán nuevas dolencias para las cuales crearemos más medicinas. Mediante este poder nuestro los haremos dóciles y débiles ante nosotros. Crecerán deprimidos, lentos y obesos y, cuando ellos vengan a nosotros pidiendo ayuda, les daremos más venenos." 

Pues de otras cosas podremos quejarnos, pero desde luego no de que nadie 
nos haya advertido en público durante los últimos años de lo mismo que cuenta este fragmento en concreto de El pacto secreto. Es decir, del progresivo envenenamiento de la comida de la población mundial (o al menos de aquella parte que tiene suficiente como para comer a diario) con objeto de ir modelando una humanidad "a la baja": lenta y limitada tanto en lo físico como en lo mental (y no digamos ya en lo espiritual). El penúltimo aviso, recientemente publicado en su versión española, se titula Nuestro veneno cotidiano (un título expresivo) y está firmado por una periodista e historiadora francesa llamada Marie-Monique Robin, que nos ha dejado algunos trabajos previos de interés. En esta última obra investiga acerca del menú químico que se planta en nuestra mesa cada día y que tantos problemas de salud está generando de manera gratuita. 

Según cuenta la propia Robin tras dos años de viajes y entrevistas con multitud de expertos en nutrición, científicos del sector y miembros de agencias de regulación alimentaria, "la cadena de alimentación está contaminada (...) la invasión química está vinculada al desarrollo de la sociedad de consumo a partir de la fabricación o transformación de alimentos con procesos químicos cuya toxicidad está muy mal evaluada."  Y ofrece como ejemplo la norma oficial IDA o Ingesta Diaria Admisible que es ni más ni menos que "la dosis de veneno químico que se supone que podemos ingerir cada día sin enfermar" pero en realidad se trata de "un engaño que protege a los fabricantes, no a los consumidores", por ejemplo con los "perturbadores endocrinos", un tipo de moléculas químicas particularmente peligrosas porque son hormonas artificiales que imitan las naturales pero no tienen ni mucho menos sus propiedades. Y estos perturbadores "están por todas partes, como los ftalatos en las sartenes antiadherentes o el bisfenol A en los biberones, las latas de conserva o los recipientes de plástico duro". Además, actúan de forma siniestramente eficiente como demuestran multitud de informes médicos que duermen el sueño de los justos porque a pesar de su existencia no se publican masivamente: "miles de esos estudios efectuados sobre animales demuestran que estos elementos químicos conducen al cáncer en los órganos del cuerpo donde funcionan las hormonas como las mamas o la próstata, a problemas de reproducción como la esterilidad o las malformaciones congénitas y a la aprición de diabetes y obesidad."


Esta investigadora está convencida de que el elevado porcentaje de cáncer que sufre la población mundial se debe en buena parte a esta causa. Citando a Christopher Wild, director del Centro de Internacional de Investigación sobre el Cáncer que depende de la Organización Mundial de la Salud, nos advierte de que en los últimos treinta años, el porcentaje de cáncer ha aumentado ¡¡¡más de un 40 por ciento!!! mientras constantemente se repite como un mantram en los medios de comunicación que cada vez estamos más cerca de su cura (en realidad, la medicina oficial ofrece poco en ese sentido aparte de quemar o intoxicar al paciente, a través de la radioterapia o la quimio-¡más productos químicos!-terapia). La principal consecuencia que ella extrae de su propio libro es que hay que renunciar a la mayor parte de la comida que nos ofrece el mercado mundial y quedarse sólo con los productos biológicos.
  
 Robin no es una advenediza del mercado editorial. Gracias a ella el público en general pudo empezar a conocer cómo funciona una de las multinacionales más peligrosas del mundo contemporáneo: Monsanto. Quien quiera documentarse acerca de ella y su, cuando menos, peculiar forma de entender la agricultura tiene una referencia indiscutible en El mundo según Monsanto
Esta autora también publicó un documentado trabajo sobre el tráfico de órganos humanos (una muy muy muy siniestra realidad que mueve cantidades astronómicas de dinero, no un simple argumento de película de James Bond) titulado Ladrones de ojos y otro sobre las enseñanzas de tortura y asesinato que obtuvieron, y aplicaron, algunos sádicos militares sudamericanos gracias a expertos de la "inteligencia" francesa (siempre me ha llamado la atención que a los servicios secretos se les llame así) titulado Los escuadrones de la muerte: la Escuela Francesa.









viernes, 18 de mayo de 2012

El Manual (con mayúscula)

Mi tutor en la Universidad de Dios insiste a menudo en advertirnos contra lo que él llama "tal vez el error más común del homo sapiens para enfrentarse a las circunstancias de la vida": en opinión del Gran Thoth, la gente pierde el tiempo buscando, como si pudiera existir, el Manual (con mayúscula) perfecto para resolver los problemas y desafíos que se le cruzan en cada momento. De ahí su obsesión en contar su vida a las demás personas buscando consejo o tratando de comparar lo que han hecho otros con lo que ellos pueden hacer o dejar de hacer. Su ideal sería encontrar un texto, bien ordenado por capítulos, en el que hallar las soluciones ipso facto. ¿Tiene un problema con el jefe? Vaya al capítulo 14 y vea el índice: en caso de tener que pedir aumento de sueldo, haga esto; en caso de querer cambiar de puesto laboral, haga lo otro; en caso de necesitar un curso de formación, haga lo de más allá...  ¿No sabe cómo actuar con su hijo? Vaya al capítulo 8 y vea el índice: en caso de tener que reñirle, haga esto; en caso de querer leer su diario secreto sin que se entere, haga lo otro; en caso de desear conocer a sus amigos, haga lo demás allá. Y así todo.

Algunas historias fantásticas han contribuido a alimentar la leyenda del Perfecto Manual para Todo, Todo, Todo. Por ejemplo, esos cuentos acerca de los grimorios y diversos libros de conjuros con los que supuestamente los grandes brujos de todos los tiempos podrían resolver cualquier problema con la varita mágica de turno. Un hechizo para enamorar a Fulanita, otro hechizo para encontrar un montón de oro, otro más para que al enemigo le parta un rayo por la mitad... Soluciones garantizadas. Soluciones mecánicas. Soluciones inútiles.

Precisamente lo divertido de la vida (y la única manera de afrontarla con éxito, obteniendo de ella el jugo de los dioses: la verdadera Ambrosía) es trabajar sin red enfrentando cada reto como si fuera nuevo, lo sea o no, y dándole una solución consciente y personalizada, que puede ser muy diferente para dos problemas en apariencia idénticos. 

Lo mismo piensa Lee Jun-fan, mi profesor de Destrucción del Paradigma a través de la Educación Física, que lo ha repetido una y otra vez:

- La comprensión surge mediante el sentimiento, de momento en momento. Para comprender lo real se necesita conciencia, una mente alerta y totalmente libre. Ten en cuenta que el esfuerzo dentro de la mente limita a la mente, porque el esfuerzo implica la lucha hacia un fin y, cuando uno tiene un fin, un propósito o una meta, uno pone un límite a la mente... Uno puede vivir algo totalmente nuevo por la tarde y experimentarlo, pero si mañana por la mañana trato de repetir la experiencia, la sensación que tuve con ella, la estoy mecanizando y la descripción deja de ser real. La realidad implica ver la verdad en el mismo momento en el que sucede porque la verdad no tiene mañana. El momento no tiene ayer ni mañana, no es el resultado del pensamiento y por consiguiente, no tiene tiempo, no se mueve en el tiempo.

Y aún más:

- Encontrarás la verdad al examinar de verdad el problema porque el problema no es independiente de la respuesta. El problema es, de hecho, la respuesta: comprender el problema disuelve el problema. 

Esto me repetía yo mentalmente ("comprender el problema disuelve el problema") mientras hacía las 555 abdominales consecutivas que Lee Jun-fan nos puso de tarea ayer por la mañana en su clase..., pero aún debo estar en un estado de semialfabetismo místico porque no sólo no se disolvieron las abdominales sino que hoy me duele todo el cuerpo del esfuerzo.







miércoles, 16 de mayo de 2012

Lobbies religiosos

Uno de los grandes mitos de la edad contemporánea es la presunta y definitiva derrota de la religión y la superstición ante el progreso en teoría imparable de la ciencia y la técnica. Como todos los mitos, semejante afirmación posee apenas un dedal de verdad sumergido bajo un océano de falsedades. Sí, nunca como en nuestros tiempos (si exceptuamos una lectura incómoda de algunos viejos textos de antiguas civilizaciones) hemos visto un mayor y más espectacular despliegue de avances de todo tipo: médicos, químicos, aeroespaciales, informáticos y todo lo que queramos... Pero también es cierto que el homo sapiens es, a día de hoy, el mismo ser miedoso, acomplejado y víctima de sus propias creencias (y, aún peor, de las ajenas) que suelen conducirle por los peores derroteros, ajeno a la lógica inspirada por la diosa Razón.

Como muestra, un botón: un riguroso análisis elaborado por el centro de estudios norteamericano Pew Research apuntaba hace sólo seis meses que el número de lobbies o grupos de presión de naturaleza exclusivamente religiosa se ha quintuplicado en los últimos cuarenta años. ¡Quintuplicado! (y se refiere sólo a los de carácter religioso: no me quiero ni imaginar el número completo, englobando a todos los grupos que existen ahora mismo, con independencia de su definición) El documento cifraba en 40 el número de grupos religiosos que existían en los pasillos de Washington allá por 1970, mientras que en la actualidad superan los dos centenares, con más de un millar de personas trabajando para ellas en el área metropolitana de la capital estadounidense.
Además, no son precisamente baratos puesto que cuestan cerca de 400 millones de dólares anuales, que emplean a la hora de influir en las decisiones sobre las políticas públicas de Estados Unidos.  El 35 % de esos grupos emplean hasta 5 millones de dólares por año para defender sus intereses que, obviamente, no tienen por qué ser los del ciudadano medio. Y uno de cada diez reconoció haber gastado más de 5 millones al año para garantizarse el cumplimiento de sus objetivos.

Este análisis advierte además de que los lobbies no sólo han disfrutado de un crecimiento cuantitativo, sino también cualitativo, puesto que sus influencias alcanzan cada día a un mayor número de cuestiones, incluso de carácter internacional. En general, su influencia es lógicamente mayor cuanto más presupuesto poseen. Según el estudio, cerca de 1 de cada 5 organizaciones de carácter religioso en Washington (un 19 %) tiene "una perspectiva católico romana" y una proporción similar aboga por intereses "protestantes evangélicos" (un 18 %). En tercer lugar figuran los grupos judíos (un 12 %) y en cuarto tenemos a los protestantes tradicionales (un 8 %).  En resumidas cuentas, el 57 % mínimo son grupos relacionados con las creencias bíblicas. Pero hay muchos otros, aun menos importantes: lobbies budistas, hindúes, musulmanes, bahais... 

El poder real de estos lobbies es inmenso, y no sólo en EE.UU., pues en Europa también los tenemos, aunque más disimulados gracias al ejercicio de la tradicional hipocresía de las autoridades europeas. Algunas fuentes afirman que los grupos de presión ocupan ¡hasta el 90 % de las oficinas del Barrio Europeo! y que sus miembros trabajan pared con pared con las direcciones generales del Europarlamento, la Comisión Europea y el Consejo... Lo que sí está más que comprobado es que a finales de los 90' la Eurocámara creó un registro de lobbistas acreditados ante el parlamento y ahí figuran ¡¡¡cerca de 4.500 para un foro de poco más de 700 escaños!!! O sea, cada diputado europeo toca más o menos a media docena de "influenciadores". Luego, estos caraduras pretenden que los ciudadanos europeos no desconfíen de lo que, eufemísticamente, se denomina "la burocracia de Bruselas". Pese a estos datos,  el poder que poseen nunca es reconocido por la casta política por razones evidentes: admitir públicamente que estás diseñando y aprobando medidas para tus ciudadanos que no nacen de sus inquietudes y necesidades, ni siquiera de las tuyas propias, sino de grupos que trabajan por sus propios objetivos, supone un desprestigio automático y una segura retirada prematura de la carrera, cuando no una investigación por posible soborno...  Sin embargo, resulta un poco ingenuo creer que alguien esté dispuesto a financiar  en balde semejante despliegue de "enviados especiales", expertos en presionar para obtener todo tipo de ventajas comerciales, políticas y sociales.

Para los interesados en el tema de los lobbies, Mac Namara me ha facilitado el título de un par de libros curiosos disponibles en español:  Conspiraciones tóxicas de Rafael Carrasco, Miguel Jara y Joaquín Vidal y Lobbies: cómo funcionan los grupos de presión españoles de Ramón Tijeras. Aunque en teoría este tipo de grupos de presión no incumplen la legalidad vigente, queda bastante claro que suponen, por lo menos, una competencia desleal y un agravio comparativo hacia los ciudadanos corrientes, puesto que tienen acceso directo a círculos de poder nacionales e internacionales (como las instituciones de la Unión Europea) a los que pueden "convencer" con mayor facilidad para impulsar o paralizar una ley determinada que favorezca a sus patrocinadores.  Según mi gato conspiranoico, estos "mediadores", al servicio de intereses opacos y a menudo perjudiciales para la mayoría de los ciudadanos pese a su teórico ajuste a la ley, son los responsables, por poner un ejemplo, de la sistemática destrucción de la agricultura europea con el objetivo a largo plazo de poder poner de rodillas al Viejo Continente una vez que éste sea incapaz de producir un mínimo de alimentos y dependa por completo del suministro exterior. Mac Namara señala como la mejor prueba de ello la sarcásticamente denominada Política Agraria Común (PAC): una herramienta destinada a aniquilar al agricultor y el ganadero tradicional como bien saben españoles, franceses o italianos (o, mejor dicho, como bien saben los agricultores y ganaderos españoles, franceses o italianos, pues la mayoría de sus compatriotas, completamente ciegos, observan indiferentes el acelerado declive de esta labor pensando que las naranjas y los tomates crecen en los frigoríficos o que los filetes se reproducen solos en las barquetas de los supermercados).  Añade mi gato:

- Desde que nació el concepto, la PAC ha basado su desarrollo y aplicación en la palabra "reforma". En este caso, "reforma" equivale a "recorte y destrucción de producción". Es verdaderamente curioso que a ningún profano le llame la atención el hecho de que, en cuanto los países europeos llegan a un acuerdo de reforma para desarrollar la PAC (acuerdo que siempre implica recortes), poco después comienzan las negociaciones para el siguiente, en un bucle sin fin.

Volviendo al asunto de religión versus ciencia, el problema no radica exclusivamente en los lobbies, sean éstos religiosos o no. Si nos tomamos la molestia de examinar la evolución de los acontecimientos mundiales de los últimos años, nos daremos cuenta de que el factor religioso es omnipresente.
 No se trata sólo de la existencia de radicales musulmanes poniendo bombas aquí y allá o de las salidas de tono de regímenes islámicos de carácter teocrático como el sistemáticamente satanizado de Irán. Es que un integrista evangélico llamado George Bush estuvo al mando de EE.UU. durante dos legislaturas (las mismas en las que fueron incubados muchos de los peligros y problemas internacionales que ahora afrontamos) y otro integrista mormón llamado Mitt Romney será el candidato a ocupar su sitio si es capaz de desplazar en las próximas elecciones a un indefinido (pero políticamente muy orientado por el lobby judeonorteamericano) Barack Obama. Es que los puntos más calientes e inestables del mundo siguen siendo aquéllos donde existen conflictos religiosos: entre musulmanes e hinduistas en Cachemira, entre budistas y (oficialmente) ateos en el Tibet, entre las guerrillas africanas dirigidas por señores de la guerra formalmente adscritos a diversas creencias islámicas o bíblicas, entre palestinos y judíos en Oriente Medio (por cierto que el gobierno de Israel tiene un problema verdaderamente serio con el crecimiento de los ultraortodoxos, con los que las autoridades ya han tenido algunos serios enfrentamientos y que poseen una creciente fuerza política), etc.

Mac Namara apostilla:

- En todas partes cuecen habas. En España, muchas de las más importantes figuras políticas de los partidos vinculados con la derecha pertenecen a grupos religiosos vinculados con el Vaticano y defienden sus intereses, mientras que muchas de las figuras políticas de los partidos vinculados con la izquierda militan en las filas de sociedades "discretas" con intereses contrarios a los primeros. La última guerra civil terminó hace más de 70 años pero los dos grupos detrás de la contienda que forzaron la lucha fratricida siguen intactos y propiciando el perpetuo enfrentamiento entre españoles del que ambos sacan tajada. 

- Sin que la gente corriente se de cuenta...

- Porque la mayoría de los ciudadanos siguen siendo presa de la superstición y las creencias más irracionales. Los mismos que se ríen de ti o te tachan de "paranoico" e "iluminado" cuando por ejemplo hablas de las conspiraciones que se ocultan detrás del poder o cuando planteas las limitaciones del cerebro y los engaños de la percepción son luego los primeros que acuden a las "tarotistas" y a los "astrólogos" a que les echen las cartas y les confeccionen su carta astral o que defienden la absurda existencia de un infierno con llamas eternas en las cuales se asan a fuego lento los "pecadores" que osaron pensar de manera diferente...





 

lunes, 14 de mayo de 2012

Redoma

Debo estar a punto de conseguir polvo de proyección o algo, porque la redoma lleva hirviendo bastante tiempo y el calor es poco menos que insoportable.

viernes, 11 de mayo de 2012

Demostración científica

Estamos tan atontados que difícilmente nos llaman ya la atención las noticias que, en otros tiempos, se habrían convertido de inmediato en asunto de animado debate y especulación. Me refiero a las noticias importantes: no si algún futbolista se ha levantado media hora más tarde de lo acostumbrado y ha llegado tarde al entrenamiento o si a alguna famosa le ha salido un inesperado forúnculo en salva sea la parte. Y eso que pistas y "luces rojas" siguen apareciendo todos los días en los medios de comunicación. Una de las más espectaculares se publicó fugazmente a primeros de este mes y nadie ha vuelto a hablar de ello: la muerte o, mejor dicho, el asesinato de Gareth Williams, un espía del poderoso MI 6 británico, cuyo cadáver apareció desnudo y encogido en posición fetal, en estado de descomposición, en el interior de una bolsa de deportes dentro de la bañera en el cuarto de baño de su domicilio londinense: un ático de la zona de Pimlico, por cierto propiedad del servicio secreto para el que trabajaba.

Se supone que este caso es un acertijo interesante porque según la información facilitada oficialmente la bolsa estaba cerrada con candado y las llaves del mismo se encontraban en el interior. No se conoce la causa de la muerte: según la hipótesis preferida pudo morir envenenado o asfixiado, sobre todo si fue él mismo quien se metió dentro de la bolsa (?) en opinión de algunos especialistas del MI 6. La casa también estaba cerrada y sin señales de haber sido forzada... Y aunque su carácter era reservado, era un buen deportista y no bebía ni se le conocían vicios, resulta que encontraron en su casa ropas de mujer por valor de más de 18.000 euros (además, se sabe que había visitado un local habitualmente visitado por drag queens), si bien tanto sus amigos como su familia dudan de que la ropa la adquiriera él para travestirse: primero, porque sabían que no era homosexual y segundo, porque no era de su talla. ¿Quién la dejó en su casa?

- Está bastante claro que fue asesinado, quizá por orden de alguno de sus propios jefes, tras haber descubierto algo interesante y que no esperaba hallar -insiste Mac Namara, que desde que conoció la noticia se apuntó a la teoría de que Williams fue "liquidado" por "curioso" igual que "tantos antes que él"-. Nadie en su sano juicio puede pensar que una casa controlada por el MI 6 no tenga un duplicado de llaves para entrar y salir de ella, igual que existirán duplicados para las llaves del candado de la bolsa. Y en cuanto a la muerte, hay diversas maneras de matar a alguien ocultando además las pruebas para que parezca un asesinato. Sobre todo si se acelera la descomposición del cuerpo puesto que, cuando lo encontraron, la habitación tenía la calefacción puesta, a pesar de que fue hallado en agosto. Y ésa es otra: la noticia la conocimos el primero de mayo, fecha tan característica, pero de este año..., cuando el tipo murió ¡en el verano de 2010! Desde entonces ha pasado tiempo de sobra para ocultar todo lo que hubiera que ocultar.

Y es que Williams estaba considerado como un espía muy bueno en lo suyo: el desciframiento de códigos. De hecho, fue un estudiante modélico gracias a su facilidad para manejar matemáticas y lógica, llegando a graduarse precisamente en la carrera de matemáticas por la Universidad de Bangor a los 17 años de edad. ¿Encontró algo que no debía haber encontrado? ¿Por qué se ha tardado tanto tiempo en informar sobre este suceso? ¿Es creíble que con los inmensos medios a disposición del MI 6 no exista, casi dos años después, una explicación creíble para su trágico destino?

- Hoy las cosas están más enredadas que nunca -apostilla mi gato conspiranoico-. Mira lo que pasó también hace unos días con un presunto atentado con bomba que fue desarticulado por la CIA... Según 'The New York Times', un agente doble recibió en Yemen el encargo para un nuevo atentado suicida con avión en Estados Unidos. La orden la habría cursado Fahd al Quso, uno de los supuestos terroristas de Al Qaeda más buscados pero, en lugar de materializar el ataque, el agente reveló a la Oficina el paradero del explosivo además de otros datos que había recopilado y que permitieron asesinar, o "abatir" como dicen en la CIA, a Al Quso con un avión no tripulado. Que a estas alturas, y con todo lo que se sabe sobre Al Qaeda, sigan "vendiéndola" de esta manera es casi tan increíble como que el común de los mortales vuelva a "comprar" una y otra vez la misma mercancía. Pero ¿para quién trabajaba realmente el agente? ¿Hubo bomba de verdad? ¿Qué se esconde detrás de esta otra noticia, que también se contó deprisa y corriendo sin explicar más?

- La realidad se parece cada vez más a las películas de espías -apunto.

- Es que la realidad es de hecho una película de espías. Cualquiera que tenga dos dedos de frente y conserve un poco de cerebro para pensar por sí mismo puede llegar a ésta y otras interesantes conclusiones con sólo sentarse un rato y empezar a casar las piezas del rompecabezas... Como bien sabes, las cosas no suelen ser lo que parecen, aunque a muchas personas les de miedo descubrirlo y por supuesto asumirlo. ¡Hay a quien incluso le da pereza! Es más sencillo, obviamente, seguir viviendo de acuerdo a los parámetros que "ellos" fijan como reales, aunque no lo sean. O no lo sean completamente. Si te atreves a salirte del esquema...

- ... Automáticamente te colocan el sambenito de "conspiranoico" -completo su frase-.  Sí, lo sé: tengo alguna experiencia respecto a eso.

- Pues resulta que nos hemos vueltos todos conspiranoicos. Mira lo que te he traído...

Mac Namara se dirige al cajón de arena, lo levanta y extrae cuidadosamente de debajo uno de los últimos números de la revista New Scientist. La publicación contiene, entre otras informaciones, un revelador estudio desarrollado por tres teóricos de Sistemas Complejos del Instituto Federal de Zurich, en Suiza. El documento explora las relaciones entre 43.060 empresas multinacionales y llega a la inevitable conclusión de que son "las instituciones que manejan la mayor parte del poder y de la influencia en todo el mundo". Hemos leído bien, sí: los que controlan el poder de verdad no son los políticos ni los organismos políticos y económicos internacionales, sino la pequeña oligarquía que se encuentra en la cúspide de las multinacionales, entre las cuales según el texto "destacan sobre todo los bancos". Entre las 50 compañías más poderosas del mundo figuran Barclays (en primer lugar), AXA, JP Morgan Chase & Co, Merrill Lynch & Co Inc, Deutsche Bank AG, Credit Suisse Group, Bank of New York Mellon Corp, Goldman Sachs Gorup Inc, Morgan Stanley, Mitsubishi UFJ Financial Group Inc, Société Générale, Bank of America Corporation, Lloyds TSB Group, BNP Paribas...
 
- ¿Te das cuenta? -pregunta Mac Namara- Creo que es la primera vez que se publica un estudio científico contemporáneo reconociendo la existencia de una elìte, en su mayor parte financiera, dispuesta a apoderarse del mundo.

- Ya existían otros análisis bastante serios sobre el asunto...

- Sí, pero trataban sólo un número pequeño de empresas o se centraban en regiones limitadas. Lo novedoso de éste es que incluye a decenas de miles que operan en todo el globo..., y encuentra las relaciones entre ellas.

Los teóricos seleccionaron las multinacionales a partir de Orbis 2007, una colosal base de datos que recoge la información de 37 millones de empresas e inversores distribuidos por todo el planeta. Después comenzaron a relacionarlas entre sí, incluyendo los bienes compartidos y qué empresas controlan a otras a través de diversas redes de accionistas u "hombres de paja". El resultado final: existe un núcleo duro de 1.318 grandes empresas detrás de todo este entremado y cada una de ellas controla o influye directamente a un mínimo de otras dos compañías (aunque la media es de veinte). Aún más allá, encontramos un nivel superior compuesto por "superentidades, esto es, un total de sólo 147 empresas muy estrechamente relacionadas entre sí (...) Ellas solas controlan el 40% de la riqueza total" en el mundo. Y la mayoría de ellas son entidades financieras. En el gráfico adjunto con forma de planeta se representa la conexión de las 1.318 "elegidas": cada punto es una compañía, en rojo las superentidades y en amarillo el resto...


- Y estoy completamente seguro de que si el análisis hubiera ido más allá, esas 147 empresas se hubieran podido reducir a un nivel aún más pequeño. O tal vez habríamos encontrado las relaciones familiares y/o de amistad existentes entre sus dueños, los principales accionistas -completa Mac Namara-. De todas formas, New Scientist se muestra muy prudente en el análisis de los datos, imagino que porque el tema les desborda, y apuntan explicaciones casi "biológicas" como que esto no demuestra tanto una conspiración para dominar el mundo como, agárrate, "un tipo de estructura común a otras organizaciones similares en la Naturaleza"...

- Sin comentarios... Lo que parece demostrar es más bien que un número pequeño de personas, cuyos valores y sentido de la moral serán lógicamente muy diferentes a la de la inmensa mayoría debido a su privilegiada posición de poderío, son las responsables directas de la marcha de la sociedad mundial.

- Eso creo yo. En ese sentido, hay un dato importante que falta en este estudio. No sé si lo han eliminado porque entonces todo el documento hubiera "cantado" demasiado y no habrían podido publicarlo o simplemente es que ni se han tomado la molestia de calibrarlo... Es el siguiente: las multinacionales concentran el poder, de acuerdo, pero ¿cómo se ha producido esa concentración? En realidad son muchas preguntas en una: ¿Cuál ha sido el camino recorrido para que una empresa A fuera devorando poco a poco, o de una vez, a las empresas B, C, D, E, F..., hasta apoderarse de todo el "abecedario"? ¿Quién impulsó a esa empresa A para que actuara de esa manera? ¿Quiénes encabezaban las empresas B, C, D, E, F..., en el momento en el que fueron absorbidas por A? Estoy convencido de que nos llevaríamos muchas sorpresas si un análisis semejante viera la luz.

Llegados a este punto, no tuve más remedio que acordarme de la significativa firma del malhadado Tratado de Versalles: aquél que convirtió el empate técnico en el que había terminado la Primera Guerra Mundial en una derrota exclusiva de las potencias centrales en general y de Alemania en particular. Todavía hoy hay muchas personas que no saben, como en su día me reveló Mac Namara, que entre los firmantes del tratado había dos personas que se conocían muy bien entre sí aunque militaran oficialmente cada una de ellas en un bando distinto. Y es que, entre las firmas de la delegación vencedora, figura la de Paul Walburg, perteneciente a una de las familias financieras directamente al servicio de los Rotschild (esos "clásicos" de la conspiranoia) y casado con Nina Loeb (hija de uno de los directores de otra poderosa firma bancaria: Kuhn, Loeb & Company). Y entre las firmas de la delegación perdedora, figura la de Max. Max Walburg, el hermano de Paul y, como él, banquero poderoso.


 

miércoles, 9 de mayo de 2012

Pathfinder, el guía del desfiladero

Mira que he visto películas malas a lo largo de mi vida, pero hay una clase de largometrajes que me repugna especialmente y es ésa en la que los productores pretenden vender una historia ejemplarizante y moralmente recomendable, a menudo "basada en hechos reales", cuando su arquitectura interior traiciona a gritos el verdadero mensaje que se está transmitiendo, aunque sólo a quienes poseen las orejas para escucharlo y las claves para comprenderlo. Una de ellas, que tenía muchas ganas de ver desde hace tiempo pero que por distintas razones no he podido "disfrutar" hasta esta semana es la pésima Pathfinder, el guía del desfiladero. Ojo, no estoy hablando de la película noruega de 1987 firmada por Nils Gaup, que también vi en su momento y que era simplemente soporífera, sino del absurdo remake (como la casi totalidad de los remakes) dirigido en 2007 por el más que cuestionable Marcus Nispel. La errática carrera de Nispel se ha construido precisamente a base de remakes, cada uno más deficitario que el anterior, como sus versiones de Conan el Bárbaro, Viernes 13 o La matanza de Texas que, si yo fuera el amo de Hollywood, sería suficiente prueba de que este hombre debería dedicarse a vender hamburguesas en lugar de seguir malgastando los recursos de la industria del Séptimo Arte y el tiempo, se supone que valioso, de sus espectadores.

La película de Gaup se basaba en una leyenda medieval del pueblo lapón y llegó a conseguir la candidatura a mejor película extranjera en los Óscar de 1988 que, lógicamente, no ganó porque ya digo que pecaba de lentitud extrema, a pesar de la buena fotografía de los maravillosos paisajes de Noruega (uno de los países más hermosos del mundo) y de que contaba con un planteamiento clásico en las historias de aventuras: una venganza. Básicamente, cuenta cómo un adolescente regresa a casa tras una jornada de caza y descubre que una tribu rival ha atacado a la suya y ha matado a todo el mundo. Capturado por los invasores, es obligado a trabajar como guía (pathfinder) para ellos, que desean aprovechar la incursión para atacar al resto de clanes de la zona. Con mucha astucia y algo de suerte, además de un toque de chamanismo, el chaval conseguirá vengarse. 

La versión de Nispel es mucho más violenta, xenófoba y racista. Resulta que un grupo de vikingos con más aspecto de orcos que de otra cosa pierde un galeón (porque eso no es un drakkar: es un auténtico galeón, por mucho mascarón de proa con forma de dragón ¡enmascarado! que lleve) durante una de sus incursiones en América del Norte, se supone que allá por el siglo X después de Cristo, más o menos, que es cuando algunos grupos de hombres del norte llegaron hasta las tierras que bautizaron como Vinland. El pecio, embarrancado en la costa, es encontrado por una mujer india, que descubre en su interior a un niño, se supone que hijo de alguno de los vikingos, todos muertos, que viajaban en el barco. Nunca se explica por qué viajaba un niño en una expedición de saqueo y/o conquista, ni cómo ha logrado sobrevivir, ni quién es su familia exactamente, ni cómo se llama, ni ningún otro de estos superfluos detalles que ayudarían a describir y comprender al personaje. El niño está tan asustado (no parece vikingo, en realidad) que se echa literalmente en brazos de la india, a la que toma como su nueva madre y ésta lo acepta como su hijo. Tras una breve discusión entre los jefes de la tribu sobre si se quedan o no con el chaval, al final se imponen los razonamientos maternos (los indios no aceptaban a las mujeres en sus consejos de gobierno, pero éste es un detalle menor en la larga serie de flagrantes violaciones e incorrecciones históricas que supura la cinta) y lo incorporan como un miembro más de la tribu, aunque de segunda categoría.

Muchos años después, el niño se ha convertido ya en un hombre, un tanto enclenque como héroe, la verdad, y no sólo en comparación con sus parientes vikingos que aparecen retratados casi como osos sino con los guerreros indios de la tribu, que en general lucen un aspecto más sano. Como tiene el origen que tiene, sufre el desprecio y ninguneo de otros nativos pero al mismo tiempo enamora a la hija del jefe. Éste es uno de los muchos tópicos que contiene toda la historia, previsible de principio a fin, aunque los reduce siempre a su lado siniestro. Hasta los hermosos paisajes naturales donde ha sido rodada la película quedan reducidos a sombríos escenarios que parecen preludiar el infierno que se viene encima... Atormentado por su origen y sin saber qué hacer con su vida, el protagonista decide retirarse a lo profundo del bosque, a reflexionar, viviendo solo, mientras decide qué quiere hacer en la vida... En medio de
estas tensiones sociales estamos, cuando regresan los vikingos, que son retratados con más aspecto de uruk-hai que de otra cosa y que además hablan un idioma extraño de resonancias germánicas, lo suficientemente incomprensible como para ser subtitulados. Éste es un recurso de propaganda que siempre funciona: cuando quieras señalar al espectador quiénes son los malos, hazles hablar en una lengua ininteligible y de inmediato despertarás la antipatía hacia ellos.

A partir de ahí, los vikingos se limitan a hacer dos cosas: gritar y matar. De paso, cometen todas las bestialidades que se le ocurren al guionista: rotura de cabezas, empalamientos, descuartizamientos, quema de prisioneros boca abajo sobre hogueras... No respetan hombres, mujeres ni niños. Destrozan todo lo que encuentran y, cuando han terminado de arrasarlo todo, parten en busca de la siguiente aldea para repetir la jugada. Además, poseen unos corceles gigantescos (en el mundo real, apenas contaban con pequeños ponis y, desde luego, los drakkares no estaban acondicionados para transportarlos: mucho menos a través del Atlántico), unas armaduras dignas del siglo XV (500 años más allá de cuando se supone sucede la acción) que llevan puestas siempre, probablemente incluso para dormir, y encima son grandes arqueros (por resumir mucho diríamos que les gustaba más el cuerpo a cuerpo pero, en fin...). El protagonista descubre que los malvadísimos vikingos han matado no sólo a su familia adoptiva sino a toda la tribu y trata de vengarse. Capturado al fin junto con la hija del jefe, es obligado a servir de guía para que los invasores encuentren al resto de tribus y puedan matarlas. En un final absolutamente absurdo, acaba engañándoles para conducirles a las montañas y, una vez allí, despeñarles a todos desde un estrecho y empinado sendero de montaña. En el epílogo, los indios nombran ¿¡¡jefe de la tribu!!? a la hija porque su padre ha muerto en medio de todo el lío, mientras que el protagonista se autootorga el papel de vigilante perpetuo de las costas por si acaso llegaran nuevas expediciones enemigas, aunque se da permisos a sí mismo para visitar a su novia de vez en cuando y engendrarle un hijo.

Antes calificaba el largometraje de violento, pero también de xenófobo y racista. Lo es, y mucho, pero no como suelen entenderse estos adjetivos, sino aplicados esta vez hacia los vikingos y, soterradamente, hacia los europeos (hacia cierto tipo de europeos, incluso).  Estamos ante una de esas películas, ¡una más!, diseñadas para lavar el cerebro de la población (empezando por la propia población europea) y hacerle creer en la presunta superioridad moral de un presuntamente pacífico pueblo indio, presuntamente muy espiritual y avanzado en la defensa de todo tipo de valores culturales e internos, frente a un presuntamente violento, asesino y miserable pueblo europeo que sólo sabe robar y matar de manera cruel 
y cobarde. Un mensaje que, por cierto, es muy útil a los gobiernos populistas americanos aún a día de hoy... Es digno de reflexionar el porqué  nos indignamos cuando vemos una película antigua en la que aparecen indios (o cualquier otra minoría étnica) caracterizados de salvajes y malvados cortacaballeras atacando a inocentes y santurrones colonos de origen europeo y sin embargo aceptamos con pasmosa naturalidad las películas contemporáneas en las que se invierten (y exageran más allá de todo límite) los términos, como es el caso.

Esta historia de los indios "buenos" frente a los blancos "malos" siempre me trae a la memoria el timo del famoso discurso del gran jefe Seattle, con axiomas tan populares como "la Tierra no pertenece al hombre, sino que el hombre pertenece a la Tierra" o "he visto mil búfalos pudriéndose en la pradera, abandonados por el hombre blanco que los mató desde un tren que pasaba". Frases tantas veces repetidas que se han convertido en un hermoso y poético mensaje ecologista de todos los tiempos..., aunque todo forme parte de una burda mentira y una falsificación. Ésas y el resto de citas clásicas atribuidas a este jefe indio y presuntamente dichas por él en 1854 fueron escritas en realidad por un guionista de televisión llamado Ted Perry en 1970 como parte del texto de un documental titulado Hogar. Perry se las inventó porque "no pudo encontrar ningún indio de 1850 que hablase la jerga ecologista de 1970", según la investigación periodística que descubrió "el pastel" en los años 9o' y que, en general, las llamadas organizaciones ecologistas ignoran sistemáticamente porque les motiva más la fantasía que la realidad y así suelen defenderla con argumentos del estilo: "si el jefe Seattle hubiera vivido hoy seguro que habría dicho eso". Sí, y seguro que habría firmado el guión de esta película perfectamente prescindible...