Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

martes, 30 de noviembre de 2010

Las dos monedas

En clase de Misticismo y Paradojas he aprendido que muchas historietas que hoy contamos como chistes más o menos graciosos fueron creados por maestros sufíes para transmitir sutiles enseñanzas, de la misma forma que los maestros egipcios escondieron en cierto juego de cartas el Libro de Thoth o que los Minnesänger disfrazaban bajo el manto de canciones y leyendas sus conocimientos prohibidos. ¿Por qué cosas tan imporantes acabaron en apariencia "degradadas" en lugar de permanecer recluidas en templos o fortalezas?

En la Antigüedad, los sabios se enfrentaron a un grave problema al no hallar sucesores adecuados: ¿cómo salvar el tesoro y transmitirlo en el futuro a aquéllos lo bastante preparados para recuperarlo? La fórmula que emplearía el
hombre corriente se basa en enterrarlo en algún lugar oculto, muy escondido de los siervos del Enemigo, de forma que éstos no lo encontraran jamás. Después, bastaría con elaborar un mapa basado en claves sólo accesibles a los guerreros. Pero este método no es muy fiable porque está sometido a, al menos, dos grandes riesgos. El primero, que los esclavos de la Bestia descifren el mapa, encuentren el tesoro y lo roben. El segundo, que esté tan oculto que ni siquiera los legítimos herederos lleguen a encontrarlo jamás y por tanto se pierda definitivamente. ¿Cuál de las dos es peor consecuencia?
Cavilando qué hacer, los sabios llegaron al convencimiento de que debían actuar exactamente como hace el Enemigo: multiplicando la falsa oferta, escondiendo las cosas a la vista..., mostrando la aguja, dentro del pajar. Esta táctica fue, después de todo, la utilizada precisamente por él para tratar de destruir las Escuelas de Misterios. Y estuvo cerca de conseguirlo con ella.

Y es que, en tiempos remotos, un guerrero debía arriesgarlo todo (su familia, sus posesiones, su futuro y, por supuesto, su vida) para encontrar uno de estos sagrados lugares y superar las pruebas que le permitieran ser aceptado en ellas. No era nada fácil conseguir el éxito en esta misión y la mayoría de los que comenzaban la búsqueda la terminaban esclavos o muertos. Pero si la fortaleza espiritual del guerrero era la adecuada, el premio merecía la pena. Una vez que uno encontraba una Escuela de Misterios y lograba ser aceptado, sabía que estaba donde debía estar. Con el tiempo, la afluencia de estudiantes llegó a ser preocupante para la Bestia, que trató de destruir sin éxito estos centros de poder. Entonces ideó el truco: inventó sus propias "Escuelas" que utilizaban la misma terminología, idénticos signos, pruebas similares..., pero carecían del significado profundo de las verdaderas. Y le salió muy bien: numerosos aspirantes al Camino Real se despistaron e ingresaron en estas copias sin sentido..., perdieron su vida en balde, dedicándose sin saberlo a trabajar justo en contra de Aquello hacia lo que sus altos ideales originales habíanles movilizado en un comienzo.

La situación sigue siendo la misma hoy..., incluso ha empeorado. Es como en esos tebeos de El hombre de hierro de Marvel, donde el superhéroe bajo el que se esconde la identidad secreta de Tony Stark utiliza un pequeño aparatito multiplicador de imágenes para despistar a los supervillanos más poderosos. De pronto surgen varias decenas de "hombres de hierro" de los que sólo uno es el verdadero y, mientras el malvado trata de adivinar cuál es, el verdadero se recupera y se prepara a asestar su golpe definitivo.
Así que se cuentan por cientos, tal vez miles, los falsos maestros, los gurúes de la nada, los iluminados que carecen de luz propia, los parásitos de la Espiritualidad Real que, ignorándolo o no, conducen a sus "discípulos", ingenuos corderitos de buen corazón, hacia el Abismo. La clonación es de tal calibre que la principal prueba del guerrero hoy consiste precisamente en encontrar una Escuela de Misterios de verdad en lugar de acabar llamando a la puerta equivocada.

Los sabios, pues, decidieron copiar esta táctica del Enemigo y, en lugar de esconder el tesoro, lo que hicieron fue exponerlo públicamente..., bajo un disfraz adecuado. Como suele decir mi tutor en la Universidad de Dios, la mejor forma de hacer desaparecer algo es cambiarle el nombre: si queremos hacer desaparecer un conejo, por ejemplo, basta con empezar a llamarle elefante enano. Tan simple como eso, y tan eficaz.

Y así volvemos al punto de partida, y nos damos cuenta de por qué tantos cuentos, símbolos, canciones, chistes, juegos..., son tan importantes para el guerrero, siempre que conserven la impronta original, la de la Tradición con T mayúscula, que permita analizarlos, exprimirlos y descubrir el tesoro oculto... Por qué determinado santo aparece siempre con ciertos atributos y no con otros. Por qué la música que nos pone en una onda "especial" tiene unos ritmos concretos y no otros. Por qué el héroe de la leyenda emplea ciertas armas y ciertos aliados y no otros, y además se enfrenta a unas pruebas muy concretas y no otras... Y, por supuesto, por qué el llamado "arte" contemporáneo que, en su estúpida vanidad se enorgullece de haber roto con todo lo anterior, resulta a los ojos del que sabe ver una mera amalgama de caprichos estúpidos y estériles.

Hablábamos de todo esto esta mañana una vez más con mi profesor Nasrudin, que contaba aquella vieja historia:

En cierto pueblo de cierta provincia, varios habitantes se divertían con el tonto del lugar: un infeliz con un bajo nivel intelectual, que se ganaba la vida recibiendo limosnas y, de vez en cuando, haciendo algunos recados sencillos. Cuando se aburrían de beber té y fumar con el narguile, estos habitantes llamaban al tonto al bar y se divertían ofreciéndole que escogiera entre dos monedas: una grande de mediano valor y una pequeña que valía el doble. Entonces se cruzaban apuestas sobre cuál escogería. El tonto siempre tomaba la moneda más grande y menos valiosa ante el regocijo y las burlas de todos, mientras los apostantes hacían cábalas sobre cuándo se daría cuenta de que le resultaría más rentable coger la moneda pequeña y apoyaban tal o cual fecha.

Un viajero que pasó por el pueblo y observó lo ocurrido, se indignó por el trato dado al tonto y, cuando abandonó el bar se fue tras él y le llevó a un aparte en el callejón. Allí le preguntó si todavía no se había deado cuenta de que le convenía coger la moneda más pequeña, que valía más de la grande que él siempre se llevaba. Y él le respondió:

- Claro que lo sé. La moneda que cojo vale la mitad que la otra, pero el día que escoja la moneda pequeña y más valiosa se terminará el juego. Mientras no tome la pequeña, tendré una moneda de menos valor, nueva cada día.

Nasrudin sonrió y nosotros con él. Yo sobre todo, porque mi profesor de Misticismo y Paradojas sabe perfectamente cuál es el lema de mi escudo de armas: 
Las cosas nunca suelen ser lo que parecen.
 

 

lunes, 29 de noviembre de 2010

Diez estrategias de manipulación

La propaganda se ha convertido en una de las armas principales del mundo contemporáneo, hasta el punto de que cualquier instancia política, económica, religiosa, sindical o de cualquier otra índole con unos objetivos ambiciosos que no la maneje medianamente bien no tiene nada que hacer. En su día comentamos en esta bitácora el extraordinario libro de la historiadora belga Anne Morelli “Principios elementales de la propaganda de guerra (utilizables en caso de guerra fría, caliente o tibia)” que resumía en diez prácticos puntos con sabrosos ejemplos cada uno de ellos los mensajes que había que transmitir (y cómo había que hacerlo) a la opinión pública, tanto propia como ajena, para triunfar en el cada vez más importante campo de batalla del “quedar bien”, o al menos “mejor” que el adversario, en cualquier tipo de conflicto.

Los recuerdo rápidamente y el que quiera profundizar algo más en ellos que se pasee por el comentario correspondiente, publicado durante el pasado mes de abril: 1º.- Nosotros no queremos la guerra. 2º.- El adversario es el único responsable de la guerra. 3º.- El enemigo tiene el rostro del demonio (o el monstruo particular de esa época). 4º.- Enmascarar los fines reales de la guerra presentándolos como causas nobles. 5º.- El enemigo provoca atrocidades a propósito y si nosotros cometemos errores es involuntariamente. 6º.- El enemigo usa armas no autorizadas. 7º.- Nosotros sufrimos muy pocas pérdidas pero las del enemigo son enormes. 8º.- Los artistas e intelectuales apoyan nuestra causa. 9º.- Nuestra causa tiene un carácter sagrado. 10º.- Los que ponen en duda la propaganda de guerra son unos traidores.

No es el de Morelli el único trabajo interesante sobre cómo manipular a la gran masa social. Mi gato conspiranoico, Mac Namara, me pasaba esta mañana un manuscrito que lleva tiempo circulando por la red con el título de Las diez estrategias para la manipulación mediática, que ha sido atribuido al lingüista y filósofo norteamericano Noam Chomsky, porque en los últimos años se ha convertido en uno de los principales generadores de ideas alternativas en la política estadounidense. No tengo muy claro que el documento sea suyo, pero resulta útil igualmente para abrir los ojos. Éstas son las estrategias:

1º.- LA DISTRACCIÓN.  O como desviar la atención del público de las cosas que son realmente importantes, incluyendo los grandes cambios sociales diseñados por “los que mandan” a partir de lo que se conoce como diluvio o inundación de informaciones irrelevantes. Ejemplo evidente en el caso español: el fútbol y la telebasura. Mientras nos entretenemos debatiendo sobre si el mejor equipo es el Real Madrid o el Barcelona o si las nuevas gafas de sol de Belén Esteban hacen juego con sus zapatillas de andar por casa, no estamos hablando de los millones de parados, por poner un caso. Así que hay que mantener al personal ocupado, siempre con algo pendiente que hacer. Con esta estrategia no sólo se mantiene embobada a la población general como los niños viendo títeres, sino que además se le hace perder un tiempo precioso para dedicarse a conocimientos punteros que definirán el mundo del mañana, desde la neurobiología a la cibernética.
  
2º.- LA CREACIÓN DE PROBLEMAS PARA OFRECER SOLUCIONES PRECOCINADAS. El famoso método problema-reacción-solución, que consiste en diseñar y promover un problema concreto en la sociedad para causar una reacción determinada (generalmente basada en el miedo del público) que conducirá a exigir unas medidas ya previstas y que son las que se deseaban aplicar desde el primer momento. Una clásica y por desgracia muy conocida aplicación de esta estrategia es la de la “falsa bandera” que consiste en organizar sangrientos atentados y atribuirlos a alguna ideología o religión diferentes, para a continuación aplicar una serie de nuevas leyes coercitivas de la libertad y otros derechos a fin de reforzar el control sobre el cuerpo social.

3º.- LA GRADACIÓN. La mejor manera de lograr que la sociedad acepte algo es hacerlo poco a poco: nunca de una sola vez, pues en ese caso se puede generar rechazo con gran facilidad. Es como esas películas en las que se ve cómo se abre una flor, grabando un segundo cada media hora y luego proyectando todos los segundos seguidos con lo que apreciamos el movimiento lento pero real que se produce al final. Un ejemplo claro de esto es cómo se ha ido introduciendo progresivamente la violencia en nuestras casas a través de la televisión. En las películas de gangsters de los años 30 del siglo XX cuando un malvado disparaba y mataba a alguien, sólo se le veían dos planos: el primero con el malo y el revólver y el segundo las piernas del cadáver. Hoy vemos a través de infinidad de planos al malvado torturando y asesinado con todo detalle, hasta el punto de que casi nos salpican la sangre y las entrañas de la víctima. No hemos saltado de uno a otro como quien chasquea los dedos sino a través de numerosos pasos intermedios que hoy nos cuesta reconocer como tales, a no ser que nos sentemos a reflexionar sobre ello. 

4º.- EL RETRASO EN EL TIEMPO. Otra buena forma de obligar a la gente a aceptar algo sin rebelarse es difiriendo en el tiempo una decisión impopular. Es más fácil que las personas acepten un sacrificio en el futuro que otro aquí y ahora: primero, porque no se les exige de inmediato y, segundo, porque tienden a caer en el autoengaño de que “de alguna manera” siempre mágica las cosas podrían mejorar y al final no ser necesario el sacrificio, con lo que se autoadministran grandes dosis de resignación. Por supuesto, las cosas nunca llegan a mejorar y el sacrificio se produce tal cual estaba planeado desde el principio. Un ejemplo evidente del empleo de esta estrategia fue la subida del IVA aplicada por el gobierno de Rodríguez Zapatero y anunciada con meses de anticipación.
 
5º.- EL TRATO A LOS ADULTOS COMO SI FUERAN NIÑOS PEQUEÑOS. Es un simple razonamiento psicológico: si uno se dirige a una persona de manera infantil y poco crítica, como si el interlocutor tuviera doce años o menos, esa persona tenderá a asumir el rol por razones de sugestionabilidad y lo más seguro es que reaccione asumiendo esa edad mental (en la que un adulto malintencionado puede engañar a un niño con gran facilidad). Resulta sencillo comprobar esto en la publicidad dirigida a grandes masas, cuyos argumentos, personajes y tono general tienen la profundidad intelectual de un Bob Esponja.   

6º.- EL EMPLEO DE LA EMOCIÓN EN LUGAR DE LA REFLEXIÓN. Políticos de todas las tendencias, de todas las épocas, de todos los países, han utilizado desde el principio de los tiempos esta técnica para apoderarse de la atención, primero, y la voluntad, después, de su audiencia. Es lo que comúnmente llamamos “hablar desde las tripas”. Cuando se usa la emoción en un discurso, se crea un cortocircuito del razonamiento lógico (por lo general, ya bastante debilitado en la vida diaria) que permite además inyectar en el inconsciente de la audiencia todo tipo de miedos o comportamientos concretos. Los especialistas en hipnosis hace mucho tiempo que equipararon los estados emocionales alterados con los estados hipnóticos.
   
7º.- LA PROMOCIÓN DE LA IGNORANCIA Y LA MEDIOCRIDAD. La alarmante, progresiva y escandalosa decadencia del sistema educativo es una buena prueba de lo bien que se está aplicando esta venenosa medida que tiene mucho que ver con la facilidad con la que se puede imponer la estrategia número 1. Las nuevas generaciones, que son las que más deberían saber porque jamás el ser humano ha tenido mayor facilidad para acceder sin cortaposias a todo tipo de conocimientos, son precisamente las más incultas e ignorantes no ya a la hora de entender la vida, sino siquiera de formarse un mínimo colchón cultural de conocimientos básicos. Están condenadas a seguir estudiando toda su vida porque lo que se les enseña no vale para nada. De hecho, ni siquiera saben cómo estudiar correctamente.

8º.- LA ESTIMULACIÓN DEL PÚBLICO PARA QUE SEA COMPLACIENTE CON LA MEDIOCRIDAD. Es la consecuencia lógica del punto anterior. Se trata de promover entre las masas la idea de que está de moda ser vulgar, inculto e incluso un poco tonto, porque eso nos hace más "naturales", más "de verdad", como son "las personas de la calle". Este argumento, por estúpido que parezca, penetra con gran facilidad en las mentes de la mayoría de la gente porque viene a decirles que no necesitan hacer ningún esfuerzo para estar integradas. Junto con la mediocridad, se estimula otro tipo de comportamientos o de conceptos, como por ejemplo la mezcla indiscriminada. Se impulsa la moda de, como dice el refrán, "mezclar churras con merinas" y se alaba todo tipo de fusiones y mestizajes aunque el resultado sea un eclecticismo demencial y desarmónico: unas criaturas de Frankenstein culturales. Un ejemplo es la aberración musical que llaman "afrocelt" en la que se mete en un mismo caldero los ritmos africanos con las melodías "celtas" (generalmente irlandesas) cuando ambas tradiciones (cada una de ellas perfectamente válida per se) se repelen como el agua y el aceite porque están basadas en un concepto muy diferente de la música. 

9º.- EL REFUERZO DE LA AUTOCULPABILIDAD. El viejo truco de hacer creer a cada individuo que él y sólo él es el culpable de sus propias desgracias (lo que por cierto es así: cada uno de nosotros generamos a diario los ladrillos con los que se construirá nuestro futuro y sólo de nosotros depende que ese futuro sea bueno, malo o regular; como la gente común ignora las leyes que rigen el mundo, las violan constantemente y provocan de esa manera que el día de mañana traiga más penurias que alegrías) privándole de toda posibilidad de redención. La clave está en machacar al sujeto para que se crea que es incapaz de superar el estado de esclavitud en el que se halla porque carece de inteligencia y de otras capacidades necesarias para ello y por tanto sus esfuerzos serán en vano. El sujeto acabará cayendo en la depresión y naturalmente se inhibirá a la hora de actuar.


10º.- EL ESTUDIO DE LA SOCIEDAD HASTA LLEGAR A CONOCER A LOS INDIVIDUOS MEJOR DE LO QUE ELLOS MISMOS SE CONOCEN. A pesar de la cantidad de informaciones de carácter científico disponibles hoy al gran público, los avances en ciencia y tecnología de los últimos decenios han creado un abismo entre lo que saben los expertos (cuyo conocimiento es puesto a disposición de "los que mandan") y lo que trasciende al público en general. Disciplinas como la neurobiología, la genética o la psicología aplicada han permitido a los especialistas alcanzar una comprensión bastante amplia del ser humano (aunque lo esencial, su espíritu, sigue siendo un gran misterio para ellos), muy superior a la que una persona corriente tiene de sí mismo. Ello confiere un gran poder a las elìtes gobernantes sobre el ciudadano que es sometido a este tipo de estrategias.
 

viernes, 26 de noviembre de 2010

Los siete sabios de Grecia más uno

No conocí personalmente a Demetrio de Fáleros porque en aquella época estaba yo en plena transmigración de almas, pero a juzgar por lo que sabemos de él debió de ser un tipo interesante. Para empezar, porque aprendió en el Liceo de Aristóteles, quien a su vez había mamado la sabiduría del gran Arístokles Platón (igual que un servidor). Y aunque yo no me llevaba del todo bien con Aristónteles, como le rebauticé un día en la Academia a raíz de cierto debate que mantuvimos, sí hay que reconocer que fue tal vez el principal discípulo de nuestro gran maestro común... 

Pero hablábamos de Demetrio. Este hombre fue capaz de aplicar en la práctica una de las obsesiones de los aristotélicos: la construcción de una gran biblioteca en Alejandría bajo el patrocinio ptolemaico en la que reunir todo el saber escrito con el fin de conservar una especie de "memoria del mundo" accesible a todos los hombres y hacerlo además, por vez primera, con el apoyo institucional. Por si fuera poco, por primera vez se consiguió una organización eficaz al usar unos primitivos catálogos así como el orden alfabético. Esto parece una obviedad, hoy asumimos el orden alfabético como normal, pero en épocas anteriores se empleaban otras clasificaciones como por ejemplo el orden cronológico, con lo que las dificultades para encontrar algún texto de un autor concreto eran más que evidentes...
La intención de Demetrio fue muy loable, pues permitió recopilar cerca de medio millón de rollos (obviamente no existían libros editados como los actuales) en la Biblioteca y otros cuarenta mil en el Serapeum de la ciudad..., pero a la larga se mostró inviable porque a los hombres (a la mayoría de ellos) la sabiduría y, sobre todo, la sabiduría escrita, les importa tres pepinos treinta y tres, como diría un castizo. Por desgracia, muy pocos seres humanos están capacitados para reconocer el valor de un proyecto semejante y, aún más, para utilizarlo y disfrutarlo, como tantas veces se ha demostrado a lo largo de los milenios... A este respecto recomiendo leer el imprescindible y triste pero muy bien documentado ensayo de Fernando Báez: Historia universal de la destrucción de libros, en editorial Destino.

Como curiosidad, entre los textos que albergó la Biblioteca alejandrina, figuró la primera traducción conocida al griego de los libros judíos del Antiguo Testamento. Para ello el propio rey Ptolomeo, por consejo de Demetrio, solicitó a los principales rabinos, que dirigían la importante colonia judía que se concentraba en un barrio del este de la ciudad, que reunieran a un grupo de traductores autorizados. Ptolomeo se llevaba muy bien con los judíos y éstos pusieron a su disposición un grupo de algo más de 60 expertos de su pueblo, que fueron alojados en la isla de Faros, y que trabajaron allí durante varios meses hasta terminar su objetivo. 
A partir de entonces, el mundo occidental pudo leer por vez primera las historias de la creación del hombre a partir del barro y de la mujer a partir de una costilla masculina, del jardín del Edén y la serpiente tentadora, del Diluvio Universal que arrasó todo el mundo antiguo y tantas otras... ¡que los judíos presentaron como suyas originales cuando en realidad se habían apoderado de ellas y las habían nacionalizado como propias después de copiarlas sobre todo de los pueblos mesopotámicos y también de antiguas tradiciones egipcias!
(Momento autopublicitario: en 2001 publiqué Mitos Mesopotámicos en la colección Flash de Acento Editorial, donde hablaba de todo esto)
   
Volviendo a Demetrio, fue también él quien convenció a Ptolomeo de la necesidad de construir un Museion o museo dedicado al desarrollo de las ciencias que sirviera para albergar las tertulias y debates de los sabios que vivían en Alejandría bajo el patrocinio del Estado (eso de entonces sí que era un Estado, no la miseria ontológica que padecemos en la actualidad). Popularmente, este edificio fue denominado "la jaula de las Musas". Recordemos que, originalmente, los museos eran templos dedicados a las Musas: esas diosas maravillosas cuya contemplación sólo es concedida a muy pocos y afortunados mortales y cuyo consejo lo reciben sólo los más privilegiados entre ellos. Calíope, Clío y Talía son mis principales patrocinadoras y a las que rindo culto particular. Por cierto, para los aficionados al cine, este Ptolomeo del que estamos hablando es el mismo que tan desastrosamente aparece reflejado (encarnado por un Anthony Hopkins al que he conocido tiempos mejores) en la lamentabilísima, desechable y estupidizante película Alejandro Magno (Alexander) firmada por un muy decadente Oliver Stone en 2004.

Se dice que la muerte de Demetrio fue por culpa del veneno de una víbora, que le mordió en una muñeca pero ¿no es siempre así? ¿No suelen morir los grandes hombres víctima de la traición de las víboras, las que se deslizan en la oscuridad o preferentemente las que amparadas por la oscuridad caminan sobre dos pies? Hay que recordar que en el año de su muerte, 285 antes de Cristo, Demetrio había caído en desgracia ante el poder representado ya por Ptolomeo II y sus colaboradores. De hecho, a pesar de su magnífica obra personal, fue enterrado sin honores y se silenció (aunque no completamente, como demuestra este mismo comentario) todas las aportaciones y el bien que hizo tanto a sus contemporáneos como a sus herederos.

De la herencia de Demetrio de Fáleros, quizás el texto más conocido que nos queda sea su Apotegmas de los Siete Sabios en el que fija la lista de los considerados como siete sabios de la Antigua Grecia (no era la primera vez que alguien los citaba: el propio Sócrates, maestro de Platón, también elaboró su propia relación) junto con algunas de sus más elaboradas reflexiones que pasaron al habla popular y que hoy empleamos alegremente sin conocer su origen. Según Demetrio, los Siete Sabios (incluyendo mis dos favoritos, Tales y Solón) fueron:

* Tales de Mileto, inmenso filósofo y también matemático y político, autor oficial de la conocida y exacta máxima inscrita en el frontón del maravilloso templo de Apolo en Delfos: "Conócete a ti mismo". También nos dijo: "No necesitas adornarte en tu exterior, pues tu forma de vivir es lo que te embellece", "Dedícate a hacer promesas y no tardarás en fallar", "El ocio es una cosa penosa", "Si no quieres provocar envidia, esconde tu felicidad", "Antes de mandar a nadie, aprende primero a gobernarte a ti mismo", "La ignorancia es un fardo muy pesado", "Nunca otorgues tu confianza a todos por igual".

* Solón de Atenas, el gran legislador y reformador de la hoy capital griega, iniciado en los profundos Misterios del Antiguo Egipto, pronunció una de mis frases favoritas: "De nada, demasiado". Y muchas otras: "No consagres tu vida sino a lo que es honesto", "No te apresures a tener amigos pero cuando los tengas no los rechaces una vez probados", "Sólo sabrás mandar una vez que hayas aprendido a obedecer", "Si crees que es bueno que los demás te rindan cuentas, acepta que tú también debes rendirlas", "Honra a tus padres", "No aconsejes a tus conciudadanos lo que es agradable, sino lo que es mejor", "Conjetura lo invisible por lo que puedes ver".

* Pitaco de Mitylene, conocido y astuto estadista de esta ciudad de la isla de Lesbos, comentó: "Aprende a escoger el momento oportuno", "Nunca reveles tus proyectos porque si fracasas se reirán de ti", "Jamás hagas tú lo que reprochas a los demás", "No hables mal del amigno ni bien del enemigo, puesto que es una señal de falta de reflexión", "Ama a tu prójimo, aun cuando seas inferior a él".

* Cleóbulo de Lindos, que gobernó como tirano (los antiguos tiranos griegos tienen poco que ver con el concepto que hoy tenemos de esta palabra) en esta ciudad de la isla de Rodas dijo: "La mesura es la mejor de todas las virtudes", "Detestar la injusticia es lo propio de la virtud y lo contrario de la maldad", "Cásate con una mujer de igual condición, pues si ella es de una familia mejor tendrás amos en lugar de parientes", "Cuando te vaya bien no seas orgulloso, cuando te vaya mal no te humilles".

* Quilón de Esparta, un político lacedemonio hecho y derecho (¡y honrado, una rara avis!) acumuló una experiencia que le permitió aconsejar: "No es prudente amenazar a hombres libres", "No hables mal de otro si no quieres oír algo que no te agradará", "Mejor es una pérdida que se sufre una vez que una ganancia deshonesta a lamentar para siempre", "Si eres fuerte, mantente tranquilo y los demás te respetarán mucho más que si trataras de atemorizarlos", "Que tu lengua no se adelante a tu razón", "No desees lo imposible".

* Bías de Pirene, político y legislador, que describió su realidad de forma bastante acertada: "La mayoría de los hombres suelen ser deshonestos", "Tómate todo el tiempo que necesites antes de iniciar una empresa pero cuando hayas comenzado el trabajo, prosíguelo con energía y culmínalo", "Ama la prudencia", "La sed de ganancias no puede saciarse".

Periandro de Corintio, tirano (repito lo que dije antes) de esta ciudad, reformador y organizador, concluyó: "La ganancia deshonrosa es una mancha contra nuestra naturaleza", "Sé mesurado cuando los dioses decidan hacerte feliz, obra con prudencia cuando decidan tu adversidad", "Muéstrate digno de tus progenitores", "Aliméntate con comida fresca y con leyes antiguas", "No te limites a castigar a los culpables, sino impídeles que cometan nuevas faltas".

Hay quien considera a Demetrio como el octavo sabio de la lista, por haber sido capaz de reunirlos a todos, junto con los textos que hacían referencia a ellos y esta colección de maravillosas e imperecederas sentencias que rezuman sabiduría y que por cierto constituye una buena prueba de la decadencia que sufrimos en nuestros propios días, en los que resulta imposible elaborar una lista similar. Eso, por no citar la patética y aberrante utilización que hacen algunos medios de comunicación actuales de la expresión "sabios" para referirse a los asesores políticos y culturales del presidente del gobierno o a los economistas alemanes que analizan la marcha del Banco Central Europeo...

jueves, 25 de noviembre de 2010

El termómetro de Johnson & Johnson

En más de una ocasión hemos recordado en esta bitácora una de las primeras lecciones que se aprende en la Universidad de Dios: es muy fácil conducir al ser humano por el camino que uno desee, pues basta con aplicarle con eficiencia una de las armas básicas (o las dos) de la manipulación, que son el miedo y la culpa. En los últimos días estoy haciendo un auténtico master sobre este tema, analizando cómo una serie de personas en mi trabajo son manejadas y a su vez manejan a otras empleando estas armas con un entusiasmo digno de mejor causa. También intentan aplicarlas sobre mi persona pero por supuesto no les funciona porque ignoran que tengo recursos para zafarme gracias a mi condición de estudiante de Segundo curso en la susodicha universidad. Bueno, en realidad lo saben porque yo se lo he dicho, pero piensan que estoy de broma y no me creen, con lo que se demuestra que la mejor forma de esconder algo a los ojos de los demás es ser absolutamente transparente: ¡la gente está tan acostumbrada a mentir y engañar que si le dices la verdad a la primera cree que la estás engañando!

Aturdidas por el temor al futuro (sin darse cuenta de que el futuro no existe, porque uno puede temer a lo que pase dentro de una semana pero no sabe si en unos días más estará muerto o le habrá tocado una lotería millonaria ¡y por tanto el temido futuro jamás se hará realidad!) y encadenadas por todo tipo de "pecados" (menudo grado de masoquismo hay que llevar encima para cargar con tanta facilidad, e incluso con tanto gusto, con las culpas que alegremente le colocan a uno los demás sin tener nada que ver en ellas), las personas caen en uno de los autohechizos más poderosos y destructivos que existen: la queja.


Y no será porque los expertos no nos hayan dicho en repetidas ocasiones que quejarse no sólo no sirve para nada realmente útil (que levante la mano a quien le guste tener al lado a alguien quejica) sino que además es bastante malo para la salud. El psicólogo y pedagogo Bernabé Tierno, por ejemplo, todo un experto en relaciones humanas... En un curso de verano que ofreció en la Universidad del País Vasco en San Sebastián hace año y medio, lo dejó bastante claro. Rescato algunas de sus advertencias más contundentes: "quejarse constantemente reduce las defensas del cuerpo humano para combatir enfermedades, las personas instaladas en el lamento permanente son un buen 'caldo de cultivo' en este sentido", "cuando alguien está acostumbrado a ponerse 'en lo peor' desencadena lo que se llama un 'estrés anticipatorio' y enferma con más facilidad que las personas optimistas e ilusionadas con la vida", "el problema de los quejicas es que se sienten muy cómodos en un negativismo casi ritual porque durante años han estructurado así sus hormonas, aunque es posible revertir la tendencia dedicándose a vivir más pendiente de lo que se tiene que de lo que falta".


Una reflexión de Bernabé Tierno que me interesa especialmente, porque mis miedicas-culpabilizados-quejicosos lo son en el ámbito laboral, es la siguiente: " las dificultades generadas por la crisis económica, aunque no se sepa muy bien cómo se va a salir de ella, deberían afrontarse trabajando, viviendo con lo que se pueda, reduciendo gastos y siendo 'todos para todos' en compañía de familiares y amigos. Un muermo que va al trabajo y dice 'qué asco de vida tengo' es un pobre desgraciado que no hace más que poner dificultades, primero que todo, a sí mismo. El llamado síndrome postvacacinal es una auténtica bobada." No es que me haya convertido en el agente literario de este señor: es que las cosas que él dice son exactamente las mismas que he observado en mi experiencia personal durante muchos años.

Además, no es el único especialista..., pero es que la mayoría de ellos dicen lo mismo que él. Por ejemplo, en un artículo que publicó hace un par de años en la revista Psychologies pero que sigue teniendo perfecta vigencia, Almudena Ávalos apuntaba cinco estrategias para afrontar esa crisis de victimismo por desgracia tan común entre los trabajadores españoles: 

1º) Desacralizar la vida profesional. Tenemos que dejar de cometer el error de pensar que sólo somos nuestro trabajo y encima esperar que nuestra empresa se implique emocionalmente con nosotros como nosotros podemos haberlo hecho con ella. Una empresa no es una ONG ni un sitio donde uno va a pasarlo bien (a no ser que le guste muchísimo su trabajo) sino un lugar que te paga por hacer algo que es rentable para ella. 

2º) Mostrar siempre buen humor (mi arma favorita). Lo más desagradable de un trabajo es encontrarse en un mal ambiente con gestos desagradables, diálogos agrios y posturas personales cínicas. Muchas veces eso es lo que hace tan cuesta arriba el acudir a nuestro puesto. Sin embargo, es bastante más fácil de lo que parece cambiar esto y además depende de uno mismo puesto que el buen humor es tan contagioso como el malo. Una experiencia fácil de realizar para comprobarlo: sonreír a un compañero cuando uno se cruza con él. En el 99 por ciento de los casos (siempre hay algún Tullius Detritus por ahí), ese compañero responderá al saludo también con una sonrisa, aunque no nos conozca demasiado. Y es mucho más fácil entablar una relación o llegar a un acuerdo a partir de una sonrisa que de una cara con gesto despreciativo.


3º) Expresar las propias necesidades. Es muy común que subestimemos nuestra capacidad de convicción y nuestro propio valor para la empresa en determinadas áreas. Si a eso le sumamos la actitud borreguil de considerar que sólo podemos ser amistosos con nuestros compañeros pero no con nuestros jefes porque éstos últimos "siempre se aprovechan de nosotros" (cuando tan importante es en realidad el empleado como el empleador para la buena marcha de la empresa), es fácil caer en una absurda autocompasión, unos sentimientos de frustración e insatisfacción. Mucha de esa basura psíquica se limpiaría si fuéramos más francos (¡y educados!) a la hora de pensar lo que decimos y además aportáramos posibles soluciones a los problemas que hemos detectado.


4º) Ponerse pequeñas metas para avanzar a largo plazo. Miguel Ángel pintó la Capilla Sixtina cuadrito a cuadrito, trasladando a las paredes y techo del edificio lo que había dibujado previamente en un papel. Lo hizo poco a poco, sin agobiarse ni acelerarse, tomándose su tiempo, y le quedó una obra maestra. Un error corriente es someterse a un nivel desproporcionado de exigencias y tensiones, buscando un perfeccionismo que, ni lograremos alcanzar, ni además tiene gran utilidad. Es preferible ser un poco menos ambiciosos y apostar por ir paso a paso, con metas fáciles que nos den confianza para ir aspirando a otras mayores. Y recordar esta regla de oro: absolutamente nada en el mundo es gratis y, de hecho, cuanto más importante sea algo de lo que queremos, más caro nos va a costar obtenerlo y por tanto con más alegría deberemos pagarlo.

5º) Tomar iniciativas. Es un punto parecido al 3º. Son muchas las insatisfacciones laborales que padecemos porque nos pasamos la vida esperando cambios (que nos beneficien) sin mover ni un dedo para producirlos. No participamos activamente en las reuniones (incluso ni siquiera participamos en ellas), no proponemos ideas ni sugerencias de mejora a los jefes, no hacemos cosas más allá de lo que nos ordenan porque "a mí no me pagan por pensar", etc. ¿Cómo esperamos promocionarnos si no hacemos nada para demostrar que merece la pena confiar en nosotros?


Por citar a un tercer experto, la psicóloga Paz Torrabadella publicó un libro titulado Inteligencia emocional en el trabajo en el que facilitaba otras pautas para el cambio. Su mensaje: "las personas que obtienen éxito no son siempre las que tienen más capacidades, ni siquiera las que tienen más mérito o eficacia real. El verdadero éxito requiere algo más, como la habilidad para tratar de forma conveniente a las personas convenientes, algo estrechamente vinculado a la inteligencia emocional"..., y a la sociabilidad de uno. Si nos portamos como cafres con jefes y compañeros, es un poco difícil que cualquiera de estas categorías nos trate de una manera diferente a la que tratarían a los cafres.


Algunas pautas aportadas por Torrabadella: "prestar atención a los detalles,  porque para remodelar la realidad primero es preciso saber captarla", "cumplir con la palabra dada", "usar argumentos que respondan a una lógica, no simplemente impuestos", "desarrollar la habilidad para saber qué cosas se pueden remediar (porque son problemas) y qué otras cosas no (porque son desgracias) para aplicar nuestras fuerzas en donde de verdad sirvan para algo".


Pero de todas recomendaciones, ya digo que mi favorita es el sentido del humor. En cierta ocasión en la que mi empresa atravesaba también un momento delicado y la gente alrededor de mí se refocilaba en la queja y la protesta por las condiciones de trabajo, un conocido me recomendó que al volver a casa me detuviera en una farmacia y comprara un termómetro rectal de Johnson & Johnson. Luego debía abrir la caja y leer las instrucciones, especialmente la parte donde dice, en un tipo de letra pequeño: "Todos los termómetros rectales hechos por Johnson & Johnson son PERSONALMENTE PROBADOS y luego esterilizados" (las mayúsculas son mías). Finalmente, debía sentarme cómodamente y repetir en voz alta: ¡Soy feliz por no trabajar en el control de calidad de Johnson & Johnson!, mientras recordaba que siempre habrá alguien con un trabajo más desagradable que el mío.

O, como dijo el gran Pedro Calderón de la Barca de manera magistral en La vida es sueño: "Cuentan de un sabio que un día/tan pobre y mísero estaba/que sólo se sustentaba/de unas hierbas que cogía./¿Habrá otro, entre sí decía/más pobre y triste que yo?/ Y cuando el rostro volvió/halló la respuesta viendo/que otro sabio iba cogiendo/las hierbas que él arrojó."

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Rastreando información

Me parece que fue en la portada de la revista El jueves donde vi hace poco un chiste gráfico tan real como la vida misma... Dos tíos duros con cara de policía de los de antes interrogan a otro que está maniatado a una silla en una sala oscura. Éste se les pone chulo y grita: "¡Jamás conseguiréis que os cuente nada!". Y uno de ellos contesta: "No hace falta, ya lo hemos leído todo en tu Facebook".  

Esta época nuestra en la que vivimos supone la apoteosis para todos aquéllos que, como decía Andy Warhol, aspiran a tener sus quince minutos de fama y gloria, pero no como él pensaba gracias a la televisión (que también, vista la existencia de figurantes y hasta concursantes semiprofesionales, que se pasean por los programas de las distintas cadenas haciendo bulto y rapiñando lo que pueden: una camiseta o un pin promocional, un bocadillo, una pequeña compensación económica...) sino a las conocidas como redes sociales. Particularmente, me divierte utilizar estas redes para hablar de algunas de mis cosas e incluso colgar ciertos textos y fotos pero lo que nunca he hecho (si alguna vez alguien me ve hacerlo, será señal de que he sido "retirado de circulación" y clonado por... Ellos, como diría Mac Namara) ha sido divulgar detalles de mi vida privada o de mis personas queridas como tan alegre como inconscientemente hacen algunos usuarios.

Éstos son tan ingenuos como para pensar que sus informaciones sólo están accesibles a sus amigos y familiares autorizados, cuando cualquiera que conozca un poco Internet sabe que es un inmenso zoco persa en el que se trafica casi de inmediato con cualquier cosa que alguien coloque en la pantalla. ¿O alguien piensa realmente que programas tan caros y complicados como los que rigen Facebook, Twitter, Tuenti, Google, Yahoo, etc. (y servidores tan colosales como los que almacenan sus datos) son gratis de verdad? El hecho de que no paguemos (aparentemente) por su uso sólo quiere decir que se nos está cobrando de otra manera que no consideramos como tal o de la que aún no nos hemos percatado.

Un libro muy interesante sobre esta materia, que debería ser best seller teniendo en cuenta la cantidad de gente que emplea el famoso buscador y que sin embargo pocos han leído es El engaño Google, del periodista austríaco Gerald Reischl, que define bastante bien como "una potencia mundial sin control" lo que tantas personas consideran simplemente como el mejor buscador de informaciones a través de Internet. Un viejo refrán español recuerda que nadie da duros a cuatro pesetas (para las jóvenes generaciones que sólo conocen el euro: el antiguo duro español valía cinco pesetas) y desde luego resulta bastante sospechoso que alguien ofrezca tantos y tan interesantes servicios (por ejemplo, el correo gMail o, sin ir más lejos, ¡este mismo blog que estoy escribiendo con gran comodidad!) de manera gratuita.

Reischl enumera algunos de los defectillos que supone abusar de Google. Por citar alguno, me interesa el que se refiere al efecto negativo en el aprendizaje de las personas. Es cierto que el carácter enciclopédico de Google y otros buscadores facilita muchísimo la labor de búsqueda de datos pero no es menos cierto que es así sólo si uno ya tiene formado un criterio propio como investigador y analista, lo que no es por desgracia lo má corriente. Antiguamente, cuando uno rastreaba información sobre alguna cuestión, esa búsqueda resultaba a menudo tediosa e infructuosa, pero obligaba a la persona a romperse un poco la cabeza investigando y contrastando y, en ese proceso, los datos que recopilaba acababan adquiriendo sentido y uno adquiría gracias a ese esfuerzo una visión propia y más o menos aproximada respecto a lo que hallaba. Sin embargo, el usuario hoy ya no busca información sino que se limita a esperar que unas máquinas se la ofrezcan "mascada", organizada de acuerdo con preferencias ajenas (muchas empresas pagan, y muy bien, para que sus enlaces aparezcan en la primera o segunda páginas del asunto buscado, es decir para convertir la información en publicidad encubierta..., y teniendo en cuenta la cantidad desproporcionada de información disponible, no hay muchos investigadores de un tema que se recorran todas las páginas de enlaces que se le ofrecen porque no terminaría nunca). 

El resultado es la horrenda cultura del "cortar y pegar", que no sólo mata el debate y la originalidad de los argumentos sino que multiplica por cien mil, por un millón de veces, los errores. Inolvidable, la anécdota que me ocurrió hace algunos años cuando encargué a una becaria una información sobre la presencia en España de la actriz Gwyneth Paltrow y en la noticia que redactó ella escribió Güinez Patrou (sic). Cuando le pregunté por qué había destrozado el hermoso nombre galés de la mujer y le dije si estaba de broma o qué, me contestó que no, que se escribía así porque "lo he visto en Google y lo he copiado literalmente". Lo que había hecho aquella becaria era escribir como le sonaba y encontrar, en el buscador, una serie de páginas personales en las que los participantes (que debían haberse quedado en casa durante todas las clases de inglés del colegio) hablaban de Patrou igual que lo hacían de Yoni Diiip, Alpachino o Yoch Kluny.

Otro de los grandes peligros de este tipo de servicios gratuitos es que se han convertido ya en la mayor base de datos del mundo, recogiendo lo más interesante de las personas (más allá de su identidad, su edad o su estado civil) y que no es otra cosa que sus gustos, aficiones e intereses: qué es lo que realmente les mueve..., algo que se puede deducir y sistematizar de las búsquedas que realizan a través del almacenamiento y análisis de las cadenas de búsqueda, direcciones IP, cookies, historial, etc. Toda esa información es mucho más valiosa de lo que piensan tantos inocentes que argumentan cosas como "Bah, ¿a quién puede interesarle que yo busque tal o cual cosa?"
 
Conociendo todo esto, esta mañana me he permitido la inmensa satisfacción de, ¡por una vez!, quedar por encima de mi gato conspiranoico. Mac Namara apareció en mi cuarto, silencioso y elegante como de costumbre, y tras maullar levemente para llamar mi atención, me soltó:

- ¿Sabes que el ejército de Estados Unidos acaba de lanzar el mayor satélite espía del mundo? Fíjate lo seguros que se sienten los Amos del Mundo que controlan la superpotencia yankee que hasta se permiten el lujo de anunciarlo públicamente cuando en otros tiempos esto sería un secreto de estado. Este satélite geoestacionario se llama NROL-32, posee entre otras cosas una gran antena colectiva destinada al espionaje electrónico y fue disparado desde la base militar de Cabo Cañaveral el pasado domingo a bordo de un cohete Delta IV Heavy, el cohete con mayor capacidad de carga útil actualmente en servicio. Ah, por si no lo sabes, la NRO, en español Oficina Nacional de Reconocimiento, es una de las dieciséis agencias de inteligencia (¡¡¡dieciséis!!!) de los Estados Unidos y su principal misión oficial es "mantenerse al tanto de las últimas tecnologías espaciales" y "vigilar desde arriba". En cuanto al parche oficial que han elaborado para conmemorar el lanzamiento, cuando quieras nos ponemos a interpretar sus símbolos... ¿Qué? ¿No tienes nada que decirme?

Le miré como tantas veces me ha mirado él a mí y, antes de volver la vista a la pantalla para teclear una nueva búsqueda en Internet, comenté lacónico:

- Vaya gasto inútil.

Lástima de video para haber grabado la cara que se le quedó a Mac Namara...


 

martes, 23 de noviembre de 2010

The Big Bang Theory

En 1949 y durante una intervención en la BBC, el astrofísico inglés Fred Hoyle, aquí a la izquierda, bautizó sin querer la teoría del Big Bang o Gran Explosión como supuesto origen del universo. Paradójicamente, el propio Hoyle no era partidario de esa hipótesis (de hecho, la llamó así por primera vez para burlarse de ella), sino de la teoría del estado estacionario, desarrollada por él mismo en compañía de Hermann Bondi y Thomas Gold, y según la cual la disminución de la densidad en el universo a medida que se expande se compensa con una creación continua de materia. Durante los años cincuenta y sesenta del siglo XX esta idea tuvo bastantes adeptos entre los interesados en las abstrusas materias cosmológicas, pero a finales de los años sesenta surgieron nuevas informaciones (por ejemplo, se observaron quásares sólo a grandes distancias y no en las más cercanas galaxias donde, según su modelo, deberían estar también; y no sólo eso, sino que se descubrió la llamada radiación de fondo de microondas, incompatible con el modelo) que arrinconaron las ideas de Hoyle y sus colegas.

Poco a poco, la teoría del Big Bang fue ocupando espacio en la mente de los expertos y en sus cuadernos de observaciones (trabajos de Friedman, Lemaître, Hubble y otros) y de ahí pasó a las revistas científicas y, de ellas, al mainstream del pensamiento general de la sociedad, hasta el punto de que hoy casi todo el mundo da por sentado no sólo que es la correcta, sino la definitiva y la inmensa mayoría de experimentos y trabajos que se elaboran hoy sobre cosmología se centran en ampliar o reforzar aspectos concretos sobre la misma. Según ella, el origen del universo hay que buscarlo en una singularidad espaciotemporal creada en un momento concreto a partir del cual comenzó su expansión, si bien los expertos reconocen que en realidad no se puede decir que hubiera una explosión propiamente dicha ni que fuera muy grande. Simplemente, en un momento equis, esa "singularidad" infinitamente pequeña comenzó a expandirse en una mínima fracción de segundo a través del espacio y, con la materia, nacieron las leyes físicas para regirla. Nadie sabe muy bien por qué... Pero la idea es que dependiendo de la cantidad real de materia que hubiera en un primer momento en el universo, éste se expandirá indefinidamente o, en cierto momento, llegará al límite de su elasticidad y, como un chicle, se contraerá de nuevo hasta que todo termine como empezó, con un Big Crunch o Gran Colapso. Si yo hubiera sido el dios creador de este universo concreto también le hubiera puesto ese nombre a mi hamburguesa cósmica favorita...


Las observaciones realizadas en los últimos años con los más modernos telescopios y tecnología en general no sólo avalaban esta teoría (básicamente, confirmando la expansión a través de la Ley de Hubble, apreciable en el corrimiento hacia el rojo de las galaxias, la abundancia de elementos ligeros y la existencia del fondo cósmico de microondas) sino que se atrevían a fechar el momento exacto del Big Bang hace 13.700 millones de años (parece que alguien encontró un diario de aquella época con el titular de portada: "Hoy comienza el universo" y en el sumario del periódico: "Lea nuestra entrevista con el señor dios: 'Estoy muy satisfecho de cómo me ha quedado todo..., ahora mis colegas tendrán que aceptar que no soy un chapucero'"). Sin embargo, planteaban varias dudas. Por ejemplo, el hecho de que más o menos el 70 por ciento de nuestro universo esté formado por un misteriosísimo tipo de substancia conocida como energía oscura que nadie tiene ni idea de qué es lo que es, aunque se sabe que afecta a la expansión del espacio-tiempo (mmmh..., parece que los partidarios de Darth Vader siguen siendo mayoría entre los que manejan la Fuerza...).


Bien, pues esta misma semana el aparatoso andamiaje de esta hipótesis ha sufrido un profundo estremecimiento que ha llevado a más de un experto a agarrarse donde ha podido para no caerse desde las alturas, después de que uno de los físicos contemporáneos más importantes del mundo, Roger Penrose de la Universidad de Oxford (tiene un aire a Artur Mas, el pobre), anunciara al mundo que ha encontrado "atisbos" de la existencia de un universo previo al Big Bang. Penrose ha revelado esta demoledora conclusión tras estudiar junto a su colega armenio Vahe Gurzadyan ciertos datos aportados por el satélite WMAP según los cuales, ni el espacio ni el tiempo comenzaron a existir con la famosa explosión-que-no-es-una-explosión sino que nuestro actual universo no es otra cosa que uno de los muchos que ha habido hasta ahora en un ciclo aún no se sabe si eterno pero desde luego mucho más extenso de lo que podemos imaginar con nuestra pobre mente humana. Penrose denomina eones a cada uno de los universos o rebotes de universos que se han desarrollado a través de ese ciclo que parece no tener fin y que se repetiría de Big Bang en Big Bang eternamente..., o casi.


Irónicamente, Penrose asegura que las pruebas que demuestran lo que dice se encuentran precisamente en las características del antes citado fondo cósmico de microondas que, se suponía, demostraba justamente la teoría tal cual estaba antes. En ese fondo (de armario cósmico), afirma haber encontrado una serie de círculos concéntricos con diferencias notables en la temperatura de la radiación que apoyan sus revelaciones, puesto que los interpreta como las huellas dejadas en nuestro actual universo por las ondas gravitatorias que se generaron cuando los agujeros negros del universo anterior colisionaron en él.

Todo esto es muy interesante, porque obliga a cambiar muchas más cosas de lo que parece. Por ejemplo, en el aspecto religioso, que tantos quebraderos de cabeza sigue dando en el mundo actual. Y es que, aunque el Big Bang es una hipótesis científica, ha sido manipulada por diversas creencias para ajustarla a su interpretación del mundo. Por ejemplo, por los creacionistas que defienden a capa y espada la existencia de un diosecillo envejecido de barba blanca y túnica simple que un día se levantó y se le ocurrió crearlo todo en siete días. O por la propia Iglesia Católica que acabó por aceptar esta teoría cosmológica considerándola compatible con la doctrina de Tomás de Aquino porque también cuadraba con su imagen de la divinidad (y eso, a pesar de que no coincide en absoluto con el que se supone es el libro más importante del mundo, la Biblia, que comienza, recuerdo, con las palabras: "En el principio era el Caos..." ¡Por definición, el caos implica un orden anterior, pero todos los filósofos romanos han mirado siempre para otro lado a la hora de enfrentar este dato!). Otras religiones, como el Judaísmo, el Islam, el Deísmo y hasta el Budismo también encuentran textos para referirse a todo esto y aceptarlo. 

Sin embargo, a mí este descubrimiento de Penrose me recuerda a la Respiración de Brahma: ese concepto hinduísta según el cual la vida es producto del constante inspirar y expirar del gran dios creador supremo de su tradición. Cuando Brahma expira, su aliento (equivalente a una oleada de vida) se extiende por el cosmos y durante ese tiempo nacen las galaxias, los soles, los planetas y toda la vida dentro de ellos. Cuando Brahma inspira, recupera su aliento y por tanto reabsorbe en sí mismo todo aquello que de él nació en su momento (y la vida desaparece). Durante un largo instante cósmico, ni expira ni inspira, y entonces nada sucede en la existencia. Entonces vuelve a espirar, y vuelve a crearse otro universo, otro eón como diría Penrose...

Lo más grande de todo es que puede que este físico de Oxford haya dado sin querer con la prueba definitiva de nuestra inmortalidad pues la misma ciencia reconoce y postula lo mismo que en su día se revelaba en las verdaderas Escuelas de Misterios: que "nada se crea ni se destruye, sólo se transforma" y, si esto es así, universo tras universo, quién sabe desde cuándo estamos dando tumbos entre las estrellas.


Si es que empezamos alguna vez...

lunes, 22 de noviembre de 2010

Disney hibernado

Entre las leyendas urbanas más populares del siglo XX figura el de la "hibernación" del cuerpo de Walt Disney, en la idea tan absurda como extendida de que es posible congelar el cuerpo de personas recientemente fallecidas o incluso vivas para después conservarlas en un contenedor específico, si es preciso durante siglos. El objetivo final es poder resucitarlas cuando la ciencia haya avanzado lo suficiente como para alcanzar un grado casi divino, que permita descongelar el cuerpo, curar la enfermedad que le causó la muerte y devolverle a la vida casi con un chasquido de los dedos.

El cuento (el último cuento, podría decirse) de Disney es tan popular que hasta pudimos ver no hace mucho tiempo una chanza a propósito de ello en La isla de los nominados, la miniserie de horrendo título protagonizada por buena parte de los personajes habituales de Camera Café que parodia los programas de telebasura. En uno de sus capítulos, los hambrientos protagonistas se encuentran con la cápsula donde está hibernado "el tío Walt" y después de diversas peripecias acaban pasándose al canibalismo comiéndose el cuerpo tras ponerlo vuelta y vuelta sobre una hoguera.

Ésta era una broma simpática pero hay medios de comunicación pretendidamente serios o, al menos, fiables en general, que han llegado a escribir cosas delirantes, como que el famoso creador de Mickey Mouse, el Pato Donald y el resto de la troupe de dibujos animados fue criogenizado vivo a más de ciento cincuenta grados bajo cero en nitrógeno líquido mientras los científicos estudiaban como resolver el cáncer linfático que le afectaba. Según esta historieta macabra, el cineasta fue llevado a un centro especializado de California poco después de ser intervenido quirúrgicamente en una operación que de nada sirvió para detener la enfermedad. En este impresionante lugar, "dotado de una tecnología propia del siglo XXI" (bueno, cuando arrancó la leyenda, lo del siglo XXI tenía sentido) su sangre fue extraída por un lado mientras por otro lado se le inyectaba un compuesto especial que no llega a cristalizar para evitar la congelación de todo su sistema sanguíneo. Inmediatamente después, se le introdujo en una cámara especial donde se fue reduciendo su temperatura de manera gradual hasta que al fin, alcanzada la temperatura estable, la cápsula fue sellada e instalada en un almacén para cadáveres VIP, por así decir, a la espera del día de mañana...

La verdad es que la historia impresiona y hasta puede llegar a convencer..., o al menos lo hacía cuando empezó a circular, porque las actuales generaciones que han crecido rodeadas de efectos especiales, melodías politonos y juramentos de la existencia de armamento de destrucción masiva en medio del desierto son menos propensas a quedarse con los ojos abiertos ante este tipo de relatos y aún menos a creérselos.

La decepcionante realidad es que Walt Disney no está a la espera del Doctor House del futuro, sino que en los últimos meses de 1966 dejó prácticamente de trabajar cuando se le diagnosticó un cáncer de pulmón, destino compartido con tantos otros asiduos fumadores de toda la vida. Pocos días después de cumplir los 65 años, sufrió un paro cardiorrespiratorio y falleció el 15 de diciembre de este mismo año. Tal y como había solicitado a sus familiares, su cadáver fue incinerado (toda una ironía para un fumador, aunque perfectamente lógico de acuerdo con sus ideas personales) dos días después en el cementerio de Forest Law en Glendale, junto a Los Angeles, en la misma California. Y allí están las cenizas desde entonces, junto a una escultura en su honor que se levantó en su última morada. 

Pero entonces ¿por qué tuvo tanto éxito su leyenda urbana? ¿Por qué lo sigue teniendo, de hecho, hasta el punto de que todavía hoy existen muchas personas que sinceramente están convencidas de que Disney "volverá" cualquier día, como si fuera el rey Arturo retornando de Avalon?
Dos hechos concretos han alimentado esta historia.

El primero es el interés real, a nivel personal, del propio cineasta por la criogenia. Dos de sus biógrafos más conocidos, Leonard Mosley en 1985 y Marc Eliot en 1993 recogieron en sus respectivos libros la pasión de Disney por las nuevas tecnologías como ésta (aunque tampoco es un dato excepcional: todo norteamericano bien informado de su época mostraba un enorme interés por los avances de aquel momento). Además, muy cerca del lugar donde reposan sus cenizas se instaló un centro que realmente se dedica a la criogenización de personas fallecidas: los laboratorios ALCOR que según sus propios datos cuentan con un par de centenares de "clientes" congelados. Entre ellos figura un tipo llamado James Bedford, que murió menos de un mes después que el director de cine. Todo parece indicar que el creador de la leyenda urbana fue Roy Disney, hermano de Walt y también interesado en las teorías de la inmortalidad física a través, entre otros medios, de la criogenización. Fue Roy quien, tomando como ejemplo el caso de Bedford, lanzó el bulo de la hibernación de su hermano sustituyendo al verdadero cliente por su hermano.

El segundo es algo que hemos comentado ya en varias ocasiones en este blog y es el pánico espantoso que el hombre contemporáneo le tiene a la Walkyria..., a la muerte, vaya... A ese fin de la materia que aterroriza a tantas personas porque realmente piensan que su única y verdadera identidad es la que contemplan envejecer cada día que pasa cuando se miran ante el espejo. Semejantes temores fruto de la ignorancia son tan vanos como los de aquel conductor que se lamenta porque su coche se ha quedado viejo y ya no tira como antes.... cuando lo cierto es que, en cuanto le falle definitivamente el motor, simplemente dejará que el chatarrero se lleve el vehículo viejo y se comprará uno nuevo para seguir conduciendo. Este tipo de miedos, sin embargo, alimenta un mercado mucho más amplio y productivo de lo que parece, en el que halla su espacio casi cualquier argucia científica, técnica y hasta pretendidamente filosófica, que prometa a sus usuarios (a sus clientes) aunque sea un ratito más de vida. Así que el razonamiento desesperado es que si Disney está muerto, pero puede ser "resucitado" el día de mañana, sólo es cuestión de tiempo que todos los demás podamos pasar por el mismo proceso en cuanto se popularice y baje de precio. Algo así como el supuesto gran negocio que se espera sea el día de mañana el "turismo espacial", cuando sea asequible para la mayoría de los bolsillos (dudo mucho, pero mucho mucho mucho, que ese día llegue algún día).

viernes, 19 de noviembre de 2010

Peces con cara humana... ¡Ugh!

Estoy una vez más en la verde Erin y la verdad es que no me apetece escribir demasiado, así que he echado mano de mi archivo de seres raros, muy muy raros, y me he encontrado con el siguiente video extraído de la televisión coreana. 



Sí, son peces y en Corea les llaman "peces con cara humana" por razones evidentes. ¿Serán la reencarnación de esos malos que se pasan la vida fastidiando a los demás sin que nadie les pille?

jueves, 18 de noviembre de 2010

Plan Diabólico

Ciertas tradiciones ocultistas (me refiero al Ocultismo verdadero, no a los tarotistas televisivos, los astrólogos de revista y otros mercaderes y patanes) afirman que la Tierra está poblada por tres tipos de personas y que la Historia no es en realidad sino la crónica de una guerra tan antigua como la Humanidad, tan eterna como el mismo universo. Según estas fuentes, podemos distinguir (por simplificar mucho) a 1º) los que combaten en el lado del Bien, 2º) los que lo hacen en el lado del Mal y 3º) todos los demás. Los del Bien y los del Mal son muy pocos, pero saben que esa guerra existe, se preparan para ella y participan cada cual según su nivel (unos son infantería, otros caballería, otros exploradores, otros espías...), impulsando periódicamente hacia el poder aparente (reyes, papas, emperadores, presidentes...) a sus propios peones para ganar batallas sucesivas y así tratar de volcar la balanza en su favor. Además, nos advierten de que, cuando estudiamos el efecto de las estrategias de estas dos fuerzas opuestas en el mundo que nos rodea, podemos llevarnos muchas sorpresas porque la versión popular ha contaminado los nombres y las caras, mezclando a héroes con villanos y ofreciendo una imagen distorsionada de la realidad, de manera que es fácil descubrir que el que creíamos militaba en un lado en realidad siempre lo hizo en el otro.


Según esta versión peculiar de los acontecimientos, todas las demás personas, la gran mayoría de la Humanidad, están dormidas. Es decir, ignoran lo que ocurre y por supuesto están convencidas de que no hay ningún hilo conductor de los acontecimientos: las cosas son como son porque sí, fruto del azar, y en su opinión no existen pruebas que demuestren lo contrario. Por ello, se limitan a dejarse llevar y son empujadas de un lado a otro sin entender nada de lo que sucede en la vida. Transitan simplemente tratando de pasarlo lo mejor posible y suelen acabar aplastadas por los acontecimientos y por el paso de los años: su vejez suele ser amarga, sobre todo cuando comprenden que no han logrado cosechar para sí mismos nada útil en su vida, por muy plena de sucesos que se haya desarrollado. Algunas de estas personas, sin embargo, intuyen (de una manera irracional, en el sentido de que no tiene explicación según la razón o la lógica corrientes, y por tanto es un sentimiento personal e intransferible) que las cosas no son como parecen y surge en algún remoto lugar de su mundo interno un deseo ingobernable de saber más, de descubrir qué está pasando.

Así que se ponen a buscar. La mayoría no logra encontrar lo que ansía porque no está preparada para alcanzarlo. Son como los niños pequeños que buscan el tarro de galletas: saben que debe existir en alguna parte de la cocina pero, aunque lograran averigüar que está en el cajón más alto de la alacena, carecen de la estatura suficiente para llegar hasta allí, ni siquiera subiéndose a una silla. De hecho lo normal es que ni siquiera sepan lo que están buscando. La hora de su muerte es para ellos aún más amarga que para los dormidos, porque sienten que perdieron una oportunidad (habrá otras, quizá...).

Por seguir con la metáfora, unos pocos alcanzan a encontrar el tarro, pero éste tiene un pequeño problema y es que se puede abrir por un lado o por el otro. Si se abre por un lado, encontraremos galletas marca Bien, mas si lo abrimos por el otro lado, encontraremos galletas marca Mal. A veces, la persona que lo encuentra tiene los ojos lo bastante abiertos como para reconocer cuál es cada uno y elige conscientemente el lado que prefiere. Más a menudo, la persona llega medio dormida todavía, por lo que no es extraño que elija galletas marca Mal pensando que son las de la marca Bien...  Y cuando lo descubre es demasiado tarde.


Mac Namara sabe mucho más de todo esto que yo. Lo cierto es que le soporto porque él me cuenta regularmente los detalles de esta guerra sorda (creo que está involucrado personalmente en ella, pero no tengo todavía muy claro en cuál de los dos bandos) y podría escribir una enciclopedia al respecto. Yo sólo he traído el asunto a colación para centrar la recomendación cinematográfica de hoy: Seconds (Plan diabólico), una extraña película casi inencontrable que jamás veremos en televisión, que acaba de ser editada en DVD en el mercado español probablemente por tiempo (muy) limitado y que nos ofrece un espléndido ejemplo de lo que ocurre cuando una persona escoge las galletas marca Mal pensando que son las de marca Bien.

Fue, cómo no, nuestro conocido y erudito lector Sua Ilustrissima Eminenza il Condotiero della Comedia del Arte quien me alertó de la reciente aparición de este largometraje de 1966 que, a pesar de su argumento de fondo, fue candidato a la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes del mismo año (por supuesto, no ganó) y hasta tuvo la osadía de optar al año siguiente al Oscar... ¡a la mejor fotografía en blanco y negro! Basada en una novela del inquietante David Ely, un detalle que ya sugiere el interés que puede tener esta película "de intriga policíaca" es el hecho de que está dirigida por John Frankenheimer, autor de la absolutamente imprescindible primera versión cinematográfica de The manchurian candidate (El mensajero del miedo).

Plan diabólico nos presenta a un banquero llamado Arthur Hamilton que no se puede quejar de lo bien que le trata la vida (de hecho, cuando arranca la acción están a punto de nombrarle director del banco), con una hermosa casa en una urbanización de las afueras, una complaciente y madura esposa y una hija felizmente casada con todo un señor médico. Sin embargo, y aunque no quiere reconocérselo a sí mismo, el tipo está hastiado de su existencia aburrida, previsible y en el fondo sin sentido. Una noche recibe la llamada de un amigo íntimo que él pensaba había muerto y que le cita para entrar en contacto con una extraña organización secreta: la Compañía. El grupo se dedica a ofrecer a sus clientes, todos ellos con suficiente dinero (y mucho más que ganarán con varios seguros que les harán antes de simular su muerte) una "segunda oportunidad": después de organizar un fallecimiento ficticio que simulan con un cadáver al que desfiguran para que nadie pueda reconocerle, someten a la persona a una transformación física radical, fundamentalmente a través de la cirugía plástica en diversas partes de su cuerpo. Luego le proveen de una nueva identidad y le sitúan en otra parte del país para que comience desde cero (pero muy bien instalado económicamente) y pueda hacer realidad todas las fantasías imposibles que soñaba con realizar durante su vida anterior.

En el caso de Hamilton (cuyo papel interpreta en un primer momento John Randolph y, tras la intervención plástica, asume el mejor Rock Hudson que he visto jamás en el cine), le transforman en un pintor de éxito que vive en una agradable mansión en California. Allí puede dedicarse a desarrollar su faceta creativa, descubierta tras varios tests psicológicos, y hacer literalmente lo que le dé la gana sin responsabilizarse por su antigua familia, su viejo trabajo, sus antiguos conocidos... Es la segunda oportunidad que tantos anhelan. Sin embargo, Hamilton duda. Él estaba buscando algo que le sacara de su monotonía existencial, pero aquello es demasiado extraño, le desborda y no termina de asumir lo que ha ocurrido. Para ayudarle, la Compañía le asigna uno de sus miembros, John, que oficialmente actuará como su mayordomo pero que también ejercerá de guía y acompañante hasta que pueda vivir definitivamente solo.

Hamilton no termina de "despegar"..., hasta que conoce a una mujer llamada Nora con la que inicia un romance que empieza a darle sentido a su nueva existencia. Sin embargo, durante una fiesta en su mansión de pintor se emborracha y habla más de la cuenta. Varios de los invitados que, aunque él no lo sabe, también son clientes y no desean que revele públicamente la existencia de la Compañía, se lo llevan en volandas. El exbanquero descubre que incluso Nora está relacionada con la organización secreta y que se la mandaron para ayudarle a asumir su nueva existencia. Desesperado, regresa a su antigua casa donde se presenta ante su "viuda" como un amigo de su anterior identidad y donde, tras comprender que la vida anterior ya no existe y encajar al fin las piezas de su situación en el mundo, decide que ha llegado el momento de emprender de verdad y definitivamente una nueva vida.

Pero ya es tarde... La Compañía le descubre mezclando lo viejo con lo nuevo y le "retira" de la calle. Hamilton trata de convencerles de que ya ha madurado, que sabe lo que tiene que hacer, y que se someterá sin problemas a otro cambio radical para, con una tercera identidad, aprovechar la oportunidad ahora sí. Sin embargo, la organización no concede más oportunidades: para seguir funcionando debe ser inexistente por completo al mundo exterior y si una persona es incapaz de superar a la primera la tremenda prueba de la transformación, no se fiarán de que pueda superarla a la segunda. El final es lógico y predecible.

Toda la película es una gran metáfora de lo que sucede cuando alguien escoge erróneamente en el tarro antes citado. Arthur Hamilton había descubierto que la vida normal no era la respuesta pero tenía demasiado miedo para buscarle un sentido por sí mismo, así que se ve empujado por un amigo suyo a tomar una galleta del Mal pensando que es la del Bien. Es decir, se somete a una especie de ritual iniciático (la daliniana escena de la violación falsa sobre ese suelo..., ajedrezado), muere y resucita (al cambiar de identidad) y tras convertirse en una persona diferente a las demás y superior a ellas (porque sabe y porque es libre de actuar como quiera, con recursos a su disposición) adquiere incluso el derecho a participar en ceremonias para escogidos (esa fascinante e insana secuencia de la orgía en honor a Baco, por momentos rodada como si fuera un documental, más que una obra de ficción). 

Sin embargo, el poder se le escapa de las manos porque le viene demasiado grande: ha accedido a él antes de tiempo o es que no ha accedido al tipo de poder que en el fondo estaba buscando. Cuando descubre este pequeño detalle su sueño se transforma en pesadilla, como suele decirse. Pero es que tampoco hay más oportunidades. Como suele recordar Mac Namara hablando de esto, las mismas tradiciones ocultistas a las que nos referimos al comienzo advierten claramente de que el hombre común nace una vez y el hombre que sabe puede nacer dos veces pero no tres: nadie nace más de dos veces porque se supone que en el momento del segundo nacimiento uno (el hijo del hombre, el que se pare a sí mismo) sabe dónde está y por qué está haciendo lo que hace. Uno ha escogido previamente..., o debería haberlo hecho. El drama de Hamilton es que no escoge: deja que los demás lo hagan por él. Vende su alma al primer diablo que pasa y le ofrece el oro y la fama en lugar de guardársela para sí mismo, ahora que sabe que la tiene, y encontrar lo que de verdad quiere buscar. Es un fracasado en el camino espiritual. 

Es una terrible advertencia, una gran película.