Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 23 de diciembre de 2016

La sabiduría de los ancestros

Leo muchos libros al año, de todo tipo, aunque cada vez me concentro más en los textos de no ficción. Tengo el cerebro ya tan saturado de argumentos que me resulta complicado a estas alturas gozar de un relato que no ofrezca nada más que entretenimiento, por muy bien que esté escrito y por mucho entretenimiento que pueda proporcionarme. La mayor parte de mis lecturas preferidas a estas alturas son las antologías de cuentos e historias populares, de refranes, de relatos "para niños", de textos mitológicos e incluso religiosos de la antigüedad... Cuando voy de viaje a algún sitio disfruto mucho escuchando a la gente del lugar acerca de sus tradiciones, sus costumbres, sus dioses y sus santos, que se remontan en el tiempo hasta épocas indeterminadas. Y es que, aunque muchos homo sapiens desprecian este tipo de cuentos por considerarlos anticuados, ingenuos y hasta aburridos, existe una sabiduría profunda (y muy útil para la vida actual) acumulada en ellos, destilada por el paso del tiempo y embellecida por la comprensión de lo que se está contando por parte de sucesivas generaciones de narradores.

Los ancestros me han enseñado la mayor parte de las cosas importantes que hoy sé. Hablan, aunque estén muertos, porque en el peor de los casos sólo han desaparecido físicamente y la huella de su presencia puede ser percibida no sólo en las obras que dejaron escritas o esculpidas o talladas sino en el aire que respiramos hoy, que no es sino el mismo que ellos ya respiraron hace tanto tiempo. Por no citar la fuerza de la sangre. En ese debate moderno entre qué es más importante, si la herencia que a uno le confiere ciertos linajes contenidos en su líquido vital o el condicionamiento recibido por la educación y la cultura, la respuesta siempre me ha parecido evidente, por más que los adoradores del razonamiento acartonado y la ciencia robótica impongan hoy sus opiniones como supuestas verdades incontestables.

Los ancestros, digo, hablan. Sólo desean ser escuchados, que se recuerden sus glorias y que sean motivo de inspiración para animar a sus descendientes a superarlas y así enaltecer a toda la estirpe. Quieren también advertir de los errores que cometieron a quienes vienen después que ellos para evitarles ese sufrimiento, aunque temen -saben- que una de las tareas más difíciles del mundo es aprender en cabeza ajena. Hay ¡precisamente! un cuento que lo explica muy bien: aquél que habla del hombre que se marchó a meditar al desierto y tras permanecer en él en completa soledad durante cuarenta años obtuvo la iluminación. Cuando regresó a la civilización, hablaba con justicia y amor acerca de los misterios de la naturaleza y el ser humano. Muchos le pedían consejo y él les daba las mejores recomendaciones y sugerencias. Entonces un impetuoso joven logró abrirse paso entre la multitud que se agolpaba a su paso, se plantó delante de él, le aferró de los hombros y le preguntó a bocajarro: ¿Qué es la vida? Explícamelo en pocas palabras. El hombre iluminado le miró compasivo (estoy seguro de que en ese momento reflexionó acerca del enorme egocentrismo y la fenomenal ignorancia de tantos homo sapiens que imaginan que es posible reducir una vida de estudios a un titular de prensa, sobre todo cuando se trata de explicar qué estamos haciendo en este mundo) y le contestó de inmediato: La vida es una fuente. El joven, decepcionado, le preguntó entonces: ¿Una fuente? ¿Estás seguro de que es una fuente? Y el iluminado zanjó la cuestión de la única forma posible: Bueno..., si no te parece bien, entonces no es una fuente.

En esta época en apariencia tan convulsa, aunque tengo para mí que tampoco es mucho más ni mucho menos convulsa de la que vivieron estos ancestros, al pensador poco habitual siempre le termina surgiendo la misma duda: ¿por qué, si existe un Dios con mayúscula, hay tanto sufrimiento en el mundo? ¿Por qué la guerra, la tortura, la pederastia, los abusos, el crimen, la miseria, la enfermedad..., todo lo malo y lo terrible? ¿Por qué tantas pruebas y tan seguidas? Y las almas débiles acaban llegando siempre a la misma conclusión: nada tiene sentido, no existe un Dios, ni siquiera un grupo de diosecillos con ínfulas, la existencia es un absurdo..., y otras tonterías semejantes.

Bien, pues hay otra historia popular (hay una para cada cuestión, me parece) que ilustra lo que sucede. Está basada en un relato previo de amor místico, de origen sufí, muy popular en la antigüedad en varios países de Oriente Medio. En su origen, la leyenda habla del amor desesperado de un joven poeta árabe llamado Qais por la hermosa Leila, que pertenece a una familia rival y con la cual no puede desposarse pese a la mutua pasión que se profesan. Una especie de Romeo y Julieta, pero con vestimentas beduinas. Las peripecias de la pareja, que nunca logra consumar su ansia de unión, enloquecen a Qais, quien acaba siendo apodado Majnun (en árabe, significa loco o poseído) y termina sus días perdido y errante, desequilibrado por su afecto no consumado.

La historia popular a la que aludía retoma el tema cuando un poderoso califa, seducido por la penosa relación de Leila y Qais, manda buscar a la mujer y que se la lleven a su palacio de Bagdad para ver si realmente posee una belleza tan perturbadora. Cuando se la presentan, la hace sentarse ante él y después permanece durante mucho tiempo observándola con detenimiento. Tras estudiarla obsesivamente hasta el punto de que si cierra los ojos llega a ser capaz de recordar cada rasgo de su cara y de su cuerpo, dice al fin:

- Estoy muy sorprendido, yo diría que asombrado, pues había oído contar muchas maravillas sobre tu hermosura, tu delicadeza, tus encantos... Pero por más que te miro, no entiendo cómo alguien puede llegar a considerarte la mujer más bella del mundo.

La mujer esboza una sonrisa cansada y comprensiva. Y responde:

- Soy la misma Leila que enamoró a Qais y le convirtió en Majnun. Pero tú no tienes sus ojos.

Y así sucede que tantas personas escrutan, analizan, este mundo y sus aparentes injusticias y su supuestamente absurda evolución..., pero lo hacen con ojos corrientes y sin perspectiva. Ojos legañosos, velados, casi ciegos, pues no han enloquecido previamente de amor místico, no se han convertido en Majnun (y quizá nunca puedan hacerlo) y por tanto carecen de la mirada interior que permite ir más allá de las apariencias y comprender la verdad oculta detrás de los deslumbrantes pero vacuos ropajes con que cada día a todas horas nos distrae la existencia.

Nada es lo que parece. Pocas actitudes hay más necias que creer sin más en lo que nuestros sentidos nos muestran en primera instancia, en lo que ¿nuestro? cerebro nos dicta que es lo lógico y que debe ser, porque salirse del camino trazado nos conduciría al caos y la destrucción. Pero la sabiduría y, con ella, el sentido de la vida, no se alcanzan permaneciendo cómodamente sentado en el sofá ni con un horario "conciliador con la vida familiar".  Joseph Campbell, que habló de estas cosas desde un punto de vista racional, casi científico, dijo en cierta ocasión que "la imagen interior del hombre no debe confundirse con su atuendo" y que, desde luego, "nadie puede ser creativo a menos que deje atrás lo limitado, lo fijado, todas las reglas".

Sí, hay una Razón. No estamos en medio de la nada. Todo lo que sucede en el mundo es por algo. Absolutamente todo. El azar es una denominación que usamos para un concepto que en realidad no existe, con el cual justificamos nuestra ignorancia. Y la aventura para desvelar a Isis es lo más bonito (y lo más productivo) a que se puede dedicar un ser humano en este parque de atracciones llamado planeta Tierra.


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Un año más, hemos llegado a Yule, al solsticio invernal, y marcho gozoso unos días de vuelta a Walhalla. Volveré a este plano, y a esta bitácora, el próximo mes de enero...














viernes, 16 de diciembre de 2016

Corruptos y mentirosos

En estos tiempos en los que la corrupción se ha convertido en una palabra de moda y el mundo parece dividirse entre esos tipejos corruptos que podríamos definir como unos miserables-despreciables-y-sinvergüenzas-partidarios-de-una-ideología-contraria-a-la-mía y los seres humanos nobles-honestos-e-incluso-puros-que-piensan-como-yo, hemos conocido un estudio curioso que, como suele suceder en estos casos, ha pasado inadvertido entre la jungla de noticias clónicas que nos sepultan a diario. Lo ha publicado la revista Nature Neuroscience y demuestra que las mentirijillas no son tan "inocentes" como nos gusta pensar (porque así justificamos el hecho de decirlas todos los días). Un equipo de investigadores del University College londinense ha llegado a la conclusión de que las mentiras consideradas como de pequeña importancia y, en general, cualquier acto de deshonestidad en beneficio propio que es repetido con frecuencia acaba afectando a nuestra percepción de la moral..., y deteriorándola. Con el tiempo, los engaños en principio sin gran trascendencia acaban derivando en "actos de notable deshonestidad".

Es una conclusión lógica que no debería extrañar a nadie y a la que de hecho seguro que ya había llegado previamente cualquiera que tuviera dos dedos de frente y se hubiera parado a pensar sobre ello, puesto que sucede igual con casi cualquier comportamiento humano. Pensemos por ejemplo en un borracho. Pero uno de los de verdad, no de los que, como se dice ahora, "desfasan" en una noche puntual, porque los borrachos reales no se convierten en tales de la noche a la mañana sino que son el fruto de muchos días de alcohol con un consumo progresivo a medida que pasa el tiempo. Por desgracia, la descreída y enceguecida sociedad contemporánea está en un punto en el que necesita que aparezca un grupo de serios señores científicos para aceptar lo obvio y empezar, tal vez, a reflexionar sobre ello.

Respecto al estudio, se basa en la importancia de la amígdala, una zona del cerebro que se considera responsable de las reacciones emocionales y está relacionada con la moral y la honestidad..., o la falta de ellas. Los investigadores británicos trabajaron con un total de 80 adultos a cada uno de los cuales les plantearon un juego muy simple: tenían que decir a otras personas que colaboraban en las pruebas cuánto dinero había dentro de una jarra llena de monedas y podían decir la verdad o no. Los colaboradores no veían la cantidad de monedas que había y por tanto debían fiarse de lo que les dijeran. En función de si eran honestos o no, los sujetos del experimento podrían beneficiarse quedándose con parte o incluso con todo el dinero, o bien dejar que fueran los colaboradores quienes se lo quedaran. Resultó que cuantas más veces se repetía la prueba, más posibilidades había de que los sujetos no dijeran la verdad, para no tener que repartir tanto dinero o incluso para quedárselo todo cada vez que se sometían al experimento.  

La actividad cerebral de los participantes fue examinada además con la ayuda de resonancias magnéticas, lo que sirvió para demostrar que el nivel de agilidad de sus amígdalas respectivas disminuía con la repetición de las pruebas. Es decir: en cada una de las ocasiones en que se volvieron a someter al jueguecito, la respuesta emocional en los sujetos ante sus comportamientos deshonestos fue menor. Cada vez tenían menos remordimientos a la hora de engañar a los colaboradores, hasta que a partir de cierto momento ya les daba exactamente igual.

La experiencia demostró que los pequeños actos de inmoralidad son la puerta hacia los más grandes por el sencillo motivo de que el cerebro es moldeable, existe una plasticidad neuronal que puede ser trabajada (que, de hecho, trabajamos inconscientemente a diario) de forma que cambie radicalmente nuestra percepción de cómo deben ser las cosas. Esta plasticidad es la causa de que se creen muchos mecanismos que nos controlan sin que nos demos cuenta. Por ejemplo, si nos aprendemos un camino para ir desde nuestra casa a nuestro trabajo y lo usamos un número concreto de veces tenderemos a usarlo siempre, en lugar de buscar opciones diferentes que puedan, incluso, resultar más beneficiosas. Hay una parte muy interesante en todo esto y es que igual que se puede modelar de forma inconsciente el cerebro, también podemos tomar la iniciativa y modelarlo de forma consciente..., pero casi nadie lo hace porque ello requiere sostener en el tiempo una serie de virtudes como la voluntad, la capacidad de esfuerzo y la perseverancia, de las cuales carece la gran mayoría de la población aunque se jacte de lo contrario.

Los científicos del University College han precisado que el deterioro emocional que conduce al progreso de la deshonestidad se produce sólo en el caso de que las mentirijillas tengan motivaciones egoístas como en este experimento, mientras que si guardan relación con otro tipo de causas como la compasión o el deseo de ayudar, los niveles de actividad de la amígdala se mantienen y por tanto la sensibilidad no se ve afectada. Este último detalle no termina de convencerme. Un acto deshonesto es un acto deshonesto, se justifique de una manera u otra. Por su propia naturaleza, choca contra la realidad, la niega y trata de remodelarla al gusto personal, lo cual nunca puede terminar bien. Moverse en un mundo de fantasía funciona..., si uno es un personaje fantástico. Pero si uno es real, cuanto más tiempo permanezca entre fantasías mayor número de boletos acumula para encontrarse con el desastre, con independencia de que existan buenas intenciones de partida. Seguramente muchas de las personas que ayudaron a hacer realidad la Revolución Francesa lo hicieron movidas por un teórico afán de justicia y libertad, pero este momento histórico (todavía hoy inexplicablemente asociado a algo muy positivo) degeneró casi desde el principio en violencia, venganza, hambre y caos. Lo que hoy conocemos como la época del Terror.

En todo caso, el experimento británico viene a apoyar alguna idea sobre la que hemos escrito reiteradamente por aquí, en el sentido de que la corrupción no se basa en la cantidad sino en la calidad. Por más que se escandalicen algunas personas que conozco cuando digo esto, insisto en que no hay tanta diferencia entre el político corrupto que se embolsa millones de euros que no son suyos aprovechando su situación de poder y el ciudadano anónimo que se lleva a su casa los artículos de escritorio que su empresa le facilita sólo para trabajar en su oficina. Es cierto que la gradación es muy diferente, pero la actitud de rapiña es la misma. Si una persona no tiene empacho en apoderarse de pequeñas cosas que no son suyas, con mayor razón tenderá a hacer lo mismo cuando la tentación incluya objetos de mayor valor. Ser, además, un buen mentiroso, aunque en un primer momento sólo se empleen mentirijillas, ayuda a corromperse con mayor rapidez. 
Por cierto que ya en marzo de 2015 conocimos otra experiencia, esta vez desarrollada por científicos de la Universidad Jaime I de Castellón y publicada por Frontiers in behavioral neuroscience, que certificó cuál es la causa de mayor estrés cuando a alguien se le propone un soborno. Según sus conclusiones, no se trata de la ética, como en principio podría pensarse, sino de algo menos elaborado: la situación económica. Esto es, si rechazar el soborno va en contra de los intereses financieros personales, produce mayor nivel de estrés rechazarlo que, finalmente, aceptarlo.

El experimento partía de la base de una subasta ficticia de una obra en la que dos empresarios de distintas compañías tenían la posibilidad de sobornar al político encargado de la adjudicación para quedarse con ella. Los sujetos de experimentación fueron conectados a un polígrafo para medir tanto los tiempos de respuesta como los niveles de ansiedad y gracias a este aparato fue posible detectar que a muchos de ellos les generaba mayor ansiedad el no aceptar su capacidad para sobornar al político (e ir en contra de los intereses de su propia empresa) que el "untarle" y garantizarse así el trabajo. Los científicos también comprobaron qu  la amenaza de un castigo, aun con pocas posibilidades de ser "pillado", frenaba la opción de la corrupción. Actuar en función de si hay o no un castigo, en lugar de hacerlo por razones puramente morales, habla bastante acerca del grado de inmadurez de alguien.

Personalmente, he tenido oportunidad de ver (e incluso padecer) de cerca el proceso de degeneración moral de varias personas de este tipo. Recuerdo a una en concreto, instalada en un puesto de poder en el trabajo, que podía considerarse una mentirosa compulsiva. Empezó poco a poco, tal como explica el experimento, con pequeños engaños destinados supuestamente a evitar conflictos laborales (en realidad, a no asumir sus propias responsabilidades). Con el tiempo, engañaba a todo el mundo en todas partes. Era más fuerte que él: podía contarte una cosa en un despacho y, diez minutos después, en medio de la redacción, contarte exactamente la contraria, empleando en ambos casos la misma cara de persona que en teoría te dice la verdad. Sin embargo, esta actitud terminó rápidamente con su prestigio personal pues todos los que le trataron descubrieron enseguida su doble, triple o cuádruple juego. La realidad es una y, si nos limitamos a contarla, siempre tendremos una sola y la misma versión de lo sucedido. Pero si empleamos varias versiones diferentes según la persona que tengamos delante o el momento de la relación con esa misma persona, inevitablemente desembocaremos en la confusión: llega un instante en el que no sabremos qué hemos contado a quién y caeremos en la contradicción. La sabiduría popular advierte de que "se pilla antes a un mentiroso que a un cojo".

No sólo eso: cuando uno vive convencido de que es de color blanco (independientemente de que lo sea en realidad), tiende a ver al que opina distinto con el color negro (aunque tampoco lo sea). O, lo que es lo mismo, un mentiroso A suele percibir a B, que dice la verdad, como si B fuera el mentiroso, ya que dice cosas distintas. Así, el engaño a uno mismo es el terrible autocastigo que se impone el deshonesto. Tal fue el caso de la persona a la que me refiero en el párrafo anterior, quien terminó amargada y con una fortísima vivencia de fracaso vital, encerrada en un "mundo paralelo" en el que nunca nada le salía bien: ni en su trabajo, ni en sus relaciones, ni en su familia ni en sus proyectos personales. Como si una "mano negra" se encargara de zancadillearle constantemente. Pero es que no podía ser de otra manera, ya que actuaba como el excursionista que, en lugar de tomar referencias reales de la senda que iba recorriendo -un río aquí, un poste indicador allá, una montaña en ese otro lado...- directamente se las inventaba -allí debería haber un río, un poste o una montaña..., pero no había nada de eso en ningún parte-, con lo que acabó por perderse en el camino.










viernes, 9 de diciembre de 2016

Trump up

El único presidente de la historia de los Estados Unidos que llegó al poder con el cien por cien de los votos y vitola de independiente (lo cual no deja de ser irónico teniendo en cuenta su reconocido carácter como importante miembro de cierta muy conocida sociedad discreta) fue George Washington. Sus sucesores han sido elegidos siempre entre dos grandes partidos. Los votantes yankees tuvieron que escogerles entre federalistas y demócratas, nacional republicanos y demócratas, whigs y demócratas... Y, desde 1853, entre republicanos y demócratas. Por alguna razón que no contemplo la posibilidad de que sea casual, este país de breve recorrido (después de todo, no tiene ni siquiera 250 años de existencia por muy superpotencia que sea) siempre ha tenido que limitarse a elegir A o B, sin posibilidad de C, D, E..., ni mucho menos Z. Sólo entre blanco o negro. O, mejor dicho, entre azul (el color empleado por los demócratas) y rojo (el de los republicanos), aunque es interesante conocer que allí estos colores no tienen el mismo significado político simbólico que en Europa, donde el azul sí se considera relacionado con las formaciones orientadas hacia la derecha (los demócratas son de derecha) pero el rojo está relacionado con la izquierda (y los republicanos son de ultraderecha).

Para un ciudadano europeo informado a nivel normal (o sea, mal informado), resulta un tanto sorprendente encuadrar a los Obama, Clinton y demás figuras demócratas como gente de derechas, cuando a este lado del Atlántico suelen presentárnoslos como de izquierdas por mera contraposición a los republicanos, pero la ignorancia se cura leyendo y viajando. Y luego reflexionando sobre ello. La corta historia de los estadounidenses está basada más en la gesta personal, individual y emprendedora, que en la colectiva. A su recuerdo emocional están ligadas figuras características como el colono autosuficiente que vive en medio de la naturaleza y tiene que resolver todos sus problemas (desde la construcción de su casa y sus muebles hasta los ataques de los indios) en solitario o, como mucho, con ayuda de su familia y amigos. O, por poner otro ejemplo muy conocido, el vaquero poco menos que asocial que se enfrenta contra todos los malos. O la actriz que triunfa exclusivamente gracias a su talento en un Broadway hipercompetitivo. O el soldado de la Segunda Guerra Mundial que él solo o con ayuda de un puñado de colegas detiene a toda una división blindada del enemigo. O el astronauta que "conquista" la Luna. O el tipo que pone su negocio o juega en Bolsa y se hace rico gracias a su perspicacia... Después de todo, "América es la tierra de las oportunidades".

Entonces, ¿es que no existen más partidos políticos que republicanos y demócratas? Qué va, hay un montón de formaciones políticas..., cerca de un centenar, aunque sólo 9 (incluyendo a los dos clásicos) presentaron candidato a estas últimas presidenciales. Uno muy de moda ahora mismo, incluso con presencia en algunos Ayuntamientos, pero sin influencia real a nivel nacional es el Partido Verde, de corte ecologista y reciente creación, ya que data de 1991. Está también el Partido Libertario, un poco más veterano pues se fundó en 1971 y que se parece más a un partido de izquierdas al estilo europeo. O el Partido por el Socialismo y la Liberación, cuyo nombre ya nos indica por dónde va su programa político... Sí, existe un montón de fuerzas organizadas en este país: desde el Partido por la Independencia de Alaska hasta el Partido Comunista Revolucionario, el Partido Nazi Americano o el Partido de la Opción Personal. También hay candidatos independientes, aunque a menudo encuadrados en esa peculiar definición de independencia que hemos visto en el caso de George Washington, como en el caso del mormón Evan McMullin, que se presentó en estos últimos comicios en el Estado de Utah (donde el 60 % de la población es mormona).

No obstante, ningún candidato tiene oportunidad de llegar a la Casa Blanca a no ser que sea republicano o demócrata. Y desde hace mucho tiempo. Ello se debe a dos motivos principales, el primero de los cuales es que, en esta peculiar democracia, no gana el que obtiene más votos sino el que obtiene más Estados. Es decir, quien saca mayoría de votos (aunque sea uno solo) en las urnas de un Estado se queda con todos los representantes de ese Estado. Para entender esto, imaginemos que aplicamos el sistema en España. Tomemos por ejemplo Madrid en las últimas elecciones generales de este mismo 2016, a las que se presentaron 13 formaciones políticas para el Congreso de los Diputados. De ellas, sólo 4 obtuvieron un porcentaje suficiente para reclamar representación parlamentaria: el Partido Popular cosechó 15 escaños; Unidos Podemos, 8; PSOE, 7 y Ciudadanos, 6. Cada partido cuenta desde entonces en la Cámara Baja con tantos diputados como escaños ganados. Sin embargo, si Madrid fuera un Estado de EE.UU. en lugar de una comunidad autónoma de España, los 36 escaños pasarían a ser ocupados por sendos representantes del Partido Popular. La formación ganadora se lo hubiera quedado todo. Vayamos aún más allá, pues después de todo en Madrid los populares ganaron con mayoría clara. Tomemos el ejemplo de Cáceres, donde sólo había 4 escaños en liza y se presentaron 8 partidos en las mismas elecciones. Resulta que 2 fueron para el PP y 2 para el PSOE. Esto en el sistema norteamericano sería impensable. Debería irse al desempate, por número de votos, y en ese caso los 4 escaños habrían sido igualmente para el PP, que obtuvo 95.145 votos frente a los 78.480 del PSOE (por el reparto según porcentajes de acuerdo con la Ley Electoral española, al final fueron 2 para cada partido). Es por esto por lo que la lucha más encarnizada durante las campañas electorales estadounidenses se da en los llamados "Estados bisagra", que son aquéllos en los que la mayoría no está tan clara y puede oscilar en un sentido o en otro...

El segundo motivo que hace materialmente imposible que cualquier otro partido alcance hoy día la presidencia norteamericana es que se necesita unas cantidades tan inmensas de dinero para sostener una campaña política que, sencillamente, no están al alcance de otras formaciones que las que se reparten el pastel desde hace 150 años. Todo ese dinero se capta vía donaciones: las que se ven, por ejemplo, en esas típicas cenas benéficas de a 15.000 dólares el cubierto que tantas veces nos ha mostrado el cine o la televisión, y las que no se ven, como las de las grandes empresas petroleras o armamentísticas, entre otras, que financian al candidato que creen más apoyará sus intereses cuando llegue al Despacho Oval. En España hemos conocido durante nuestra corta democracia bastantes casos de corrupción relacionados con financiación ilegal de distintos partidos políticos. Imaginemos lo que puede haber en Estados Unidos, que es un país que tiene casi 7 veces más población (con el consiguiente incremento del número de corruptos)... 

Con todo esto, un ciudadano estadounidense concienciado y que se crea lo de que su opinión sirve realmente para algo, lo tiene bastante complicado a la hora de depositar su voto en la urna porque se ve forzado casi siempre no a apoyar al partido al que realmente le gustaría votar sino a uno de los dos partidos que sabe con seguridad que van a tener posibilidades de tocar poder, aunque ninguno de ellos le represente en realidad.

Otra cosa es lo que ese partido haga cuando llegue al poder... Tenemos un caso muy claro con Barack Obama, el señor no negro sino mulato (como ya me comentó Mac Namara en alguna ocasión y así se explicó en esta bitácora, este detalle en apariencia muy tonto es básico para entender por qué le dejaron llegaron a la Casa Blanca) que ha ostentado el cargo de presidente durante los últimos años y al que se le concedió gratuitamente nada más llegar el Premio Nobel de la Paz (por cierto, un premio con un nombre tan pomposo y un prestigio tan deteriorado, cuando uno estudia con detenimiento los nombres de tantos galardonados). Aunque Obama llegó a la presidencia repartiendo esperanzas como los reyes magos reparten caramelos en la cabalgata de la noche de Reyes, su legado ha sido tan lamentable como el de su predecesor, el mucho menos cool George Bush junior. No ha resuelto los problemas económicos de los norteamericanos, ha seguido metido en todas las guerras que ha podido (e incluso ha estado a punto de meterse en una más, y muy gorda, cuando hace pocos meses la situación con Rusia llegó a ser muy tirante, aunque la mayoría de los más importantes medios de comunicación no nos lo contaran), ha sido incapaz de resolver los problemas raciales internos en su país (de hecho, han empeorado durante su mandato), no ha garantizado las libertades de comunicación y opinión de sus conciudadanos (los datos conocidos en los últimos años sobre espionaje y control de las agencias federales sobre los norteamericanos son aterradores..., vaya, de esto tampoco suele hablarse demasiado) y ni siquiera ha cerrado el tristemente célebre centro de detención de Guantánamo, una de sus grandes promesas electorales, aunque ¿quién se acuerda de Guantánamo hoy día?

Así que durante el último año hemos sido bombardeados mediáticamente hasta el aburrimiento sobre el titánico pulso entre la diosa Hilary Clinton y el diablo Donald Trump y sobre las consecuencias de que ganara una u otro, como si realmente fuera a haber muchas diferencias entre ambos (a día de hoy, todavía demasiados ingenuos intelectuales europeos siguen pensando que las hay).Y es que, en apariencia, demasiadas cosas separan a la supuestamente inteligente, bien preparada y progresista Clinton del supuestamente grosero, avasallador y conservador Trump. Desde luego, los que únicamente se fijaran en el análisis  de los principales medios de comunicación norteamericanos (descaradamente partidarios de Clinton desde el primer momento), basado en la elección limitada y repetición machacona de determinadas frases e ideas de ambos candidatos, debieron tener muy claro a quién había que apoyar para "garantizar la estabilidad mundial".  Igual que a este lado del Atlántico, donde los media europeos se limitaron a repetir como loros lo que se decía en la orilla de enfrente. Sin duda para ellos fue una sorpresa la victoria del gañán del tupé, teniendo en cuenta que sus encuestas pronosticaban, un día sí y otro también, el triunfo de doña Hilaria, a la que se alababa con entusiasmo por ser "la primera mujer que puede convertirse en presidenta de EE.UU." (como si el simple hecho de ser mujer fuera suficiente para garantizar que una persona es buena y competente..., hasta ese grado de infantilismo político hemos retrocedido en este mundo perdido de hoy día).

Sin embargo, cualquiera que se hubiera tomado la molestia de estudiar las encuestas de medios locales o las impresiones de sus analistas, de todos ésos que nunca salieron en los principales programas televisivos de la CBS o la NBC, ni en los media más venerados como The New York Times, ha podido darse cuenta durante los últimos meses de que algo no cuadraba con esa unanimidad "informativa". Personalmente, tuve la oportunidad de leer a lo largo del último año artículos de diversas fuentes en EE.UU. donde se explicaba por qué iba a ganar Trump por una serie de factores. En primer lugar, quizá el más determinante, porque la herencia de Obama es pésima: ha hablado mucho y ha hecho muy poco. Muchos norteamericanos no han querido otra taza de lo mismo, que es lo que prometía la candidata del Partido Demócrata en sus mítines al insistir en que continuaría las políticas del presidente saliente. Otro punto importante es el que se refiere a la imagen de Clinton que tienen sus conciudadanos: una imagen muy cercana a la hipocresía y la corrupción y a la vez muy alejada de la idealización con la que tantos europeos la contemplan. Un tercer factor de peso es el carácter del propio Trump, que representa bien ese espíritu individualista y emprendedor de yo-solo-contra-el-mundo-porque-me-he-hecho-a-mí-mismo que tanto gusta en Estados Unidos (independientemente de que sea cierto en su caso).

Entre otros puntos que han avalado esa victoria hay uno especialmente llamativo: el conspiranoico. Así me lo explicaba Mac Namara esta misma tarde:

- Trump ha sido votado por muchos norteamericanos que viven las teorías de la conspiración, las sólidas y las menos sólidas, y que en su ingenuidad creen que es un tipo no controlado por los Amos y que les liberará de la opresión del Sistema, pero será una gran decepción para ellos -me contaba mi gato conspiranoico-. La verdad es que se han ganado a pulso esa decepción porque no hay peor ciego que el que no quiere ver. No sé quién puede considerar antisistema a un tipo que es multimillonario y está relacionado con todo aquél que es "alguien" en su país. De hecho, en cuanto se convirtió oficialmente en el candidato republicano para las presidenciales, contrató a Steven Mnuchin, un antiguo ejecutivo de Goldman Sachs, para la recaudación de fondos en la campaña electoral, lo cual ya te dice muchas cosas..., pero resulta que este Mnuchin trabajó también en la fundación de ese ser tan peligroso que se llama George Soros, lo que ya deja todo claro. Su carrera personal es un ejemplo de libro de ese tipo de banqueros sin escrúpulos que maneja activos tóxicos o refunda entidades financieras en bancarrota y saca increíbles beneficios de todas sus operaciones. Es el mismo Steven Mnuchin que ha donado fondos en campañas anteriores a... Clinton y Obama. Y que ahora será el nuevo Secretario del Tesoro, como en su día lo fueron otros miembros de Goldman Sachs: Robert Rubin, en el gabinete de Bill Clinton, y Hank Paulson, en el de George W. Bush. Oh, se me olvidaba un dato: Mnuchin es miembro de Skull and Bones. ¿Cómo se te queda el cuerpo?

- No sé por qué, pero no me sorprende... -sonrío.

- Mnuchin es sólo un ejemplo. Por cierto que Trump criticó a su rival republicano Ted Cruz y también a Hillary Clinton acusándoles de ser "servidores de Goldam Sachs" porque controlaban el tema económico en sus respectivos equipos..., cuando él ha hecho lo mismo ¡y eso no ha llamado la atención de nadie! En fin, el "salvador antiélites" está rodeado de gente relacionada con ellas. Otro de sus hombres de confianza es Richard Haas, presidente del Consejo de Relaciones Exteriores, una entidad suficientemente conocida en esta sala a la que han pertenecido más de una docena de secretarios de Estado, además de directores de la CIA, banqueros, abogados..., y otros conocidos personajes "antisistema", si es que quieres llamarlo así. Pero si quieres más pruebas del pie del que cojea Trump, echa un vistazo a su nombramiento de primeros de diciembre: su secretario de Comercio será Wilbur Ross.

- Ése sí que no me suena de nada.

- Pues te resumo su carrera en una frase: es otro multimillonario que trabajó durante 24 años como director gerente senior de... Rothschild Inc. -vaya, me extrañaba que no hubiera aparecido todavía el apellido-. Hay que decir que los Rothschild, junto con el clan Rockefeller y otros del mismo estilo como Meyer Lansky o Tibor Rosenbaum llevan años financiando las aventuras de Trump e incluso le salvaron de la ruina tras la bancarrota de sus casinos en Atlantic City. Es una historia larga pero, con estas pinceladas, creo que queda bastante claro que Trump no viene a cambiar nada. Es un eslabón más de la cadena, de la misma cadena.  

- Mala noticia para los que creen en milagros, pues.

-Sí, y para los que creen en las películas de Hollywood, donde tantas veces habéis visto a presidentes con un poder que en la realidad nunca llegan a ostentar pues las grandes decisiones no las toman ellos. La mayoría de las órdenes que parten de la Casa Blanca no las dicta su ocupante oficial, cuyo papel es de mera guinda de la tarta...

Una prueba de lo que cuenta Mac Namara es que el mismísimo Obama, durante su "gira de despedida" por Europa a mediados del pasado mes de noviembre (cuando por cierto se reunió con Renzi, Hollande, Merkel, May y Rajoy..., ojo, que los dos primeros están ya fuera de juego y las dos segundas pueden estarlo a no mucho tardar; el último parece un superviviente nato) fue el encargado de tranquilizar personalmente a los dirigentes europeos respecto a Trump, asegurándoles que se iba a "portar bien". De hecho, ¡qué diferente el tono suave y de perfil bajo del Trump per-presidente respecto al aguerrido y vociferante Trump candidato!

- ¿Y qué pasa con Rusia? -le pregunté a mi gato conspiranoico- Dicen que Vladimir Putin se lleva muy bien con Trump...

- Verás... Putin sigue siendo un enigma dentro de un misterio rodeado de preguntas -resume Mac Namara-. Para algunos conspiranoicos, éste sí es el líder que lucha de verdad contra los Amos y en el que hay que poner toda la confianza. Para otros, es una marioneta más, pero construida de otra manera, más acorde con la nación rusa y su influencia regional.

- ¿Y tú qué opinas?

- Es otro personaje del cuento. Da igual que sea "bueno" o "malo", en el fondo. Se limitará a interpretar su papel cuando le toque...  

Así las cosas, no puedo dejar de apuntar al final de este artículo un pequeño jueguecito lingüístico. No soy filólogo, pero me encanta explorar el significado de las palabras. No en vano, como dice aquél clásico: "En el principio era el Verbo..." O sea, la palabra. El lenguaje nos proporciona pistas muy interesantes para levantar algunos velos en este laberinto de espejos que llamamos vida. A lo que voy: no deja de ser gracioso que trump, en inglés, se pueda traducir como triunfo o joya. Sin duda, hace referencia a algo muy valioso. La preposición up significa arriba. Si unimos ambas palabras, cualquiera podría pensar que trump up es una expresión que vale para describir lo que está sucediendo con el futuro nuevo presidente de Estados Unidos, pues vendría a significar que Trump es el ganador, está en lo alto (y las cosas mejorarán y ahora haremos grande América otra vez y blablabla). 

Pero resulta que trump up tiene en inglés otra traducción: falsificar inventar.





viernes, 2 de diciembre de 2016

Maléfica

El otro día tuve oportunidad de ver Maléfica, la película estrenada en 2014 por Disney: una compañía que ya poco tiene que ver con el maravilloso proyecto que puso en marcha el viejo Walter,  delaque por desgracia apenas conserva el apellido..., y eso por razones comerciales. Confieso que sentía cierta curiosidad por verla pero en su día me negué en redondo a ir al cine y pagar una entrada para financiarla. Sabía que más pronto que tarde estarían "inyectándonosla en vena" de forma gratuita a través del televisor (esa "arma definitiva del doctor Göbbels", como diría el genial Bonvi), que ofrece toneladas de películas y series con los mensajes que la gente común "debe" recibir (para acatar sus mandatos subconscientes sin rechistar) y racanea, cuando no esconde descaradamente, aquellas otras que contienen ideas que pueden hacer reflexionar a los reos de pensamiento o, simplemente, animarles con sentimientos positivos.

Ni que decir tiene que Maléfica respondió a mis expectativas. Es decir, estaba concebida y ejecutada con tanta habilidad técnica como cargada de propósitos dañinos e impulsos de muerte. Un auténtico bombón envenenado. No, mejor, ya que hablamos de Disney: una auténtica manzana envenenada. No hace tantos años, un ataque tan burdo y descarado como éste a la enorme sabiduría que esconden los viejos cuentos de hadas (escritos hace mucho más tiempo de lo que suele creerse y que Walt Disney supo revitalizar y adaptar al lenguaje contemporáneo, igual que Perrault lo hiciera en el XVII o los Grimm en el XIX) me hubiera enfurecido y mucho, como de hecho sucedió en alguno de los artículos que publiqué en los primeros tiempos de esta bitácora... 

A día de hoy, me lo tomo con más calma. Se ve que mis estudios en la Universidad de Dios han tenido al menos el efecto benéfico de tranquilizarme al respecto, pues he comprendido que por muchos mesías que se presenten en la Tierra, nadie lo va a salvar nunca. No está hecha para eso. Este planeta es perfecto tal y como fue diseñado y tal como está funcionando, con sus conflictos, sus enfermedades, sus torturas, sus traiciones, sus corrupciones y el resto de ingredientes del catálogo de aventuras y desafíos que han de enfrentar los, en realidad, escasos guerreros que se ponen a prueba por entre estos bien trabajados escenarios y decorados, a veces "hermosos" y a veces "horribles", compartiendo el teatrillo de la vida con los homo sapiens y con algunos otros seres extravagantes disfrazados de homo sapiens.

Así que recordemos que Maléfica en La Bella Durmiente, la película de 1959, era una hechicera tan poderosa como siniestra. De hecho, los connoisseurs de la factoría Disney (al menos, de la época original) la consideran una de las villanas más importantes  jamás creadas en sus talleres. Su propio nombre da, de entrada, idea de su carácter, aunque los guionistas de la cinta de 2014 se encojan de hombros. Y es que a nadie en su sano juicio a lo largo de la historia de la creación literaria (o cinematográfica), a excepción de en estos tiempos decadentes que hemos elegido vivir en los que el sano juicio se ha convertido en un producto más escaso que el oro, se le ha ocurrido bautizar a una heroína que lucha por el bien, la bondad, la alegría o la justicia con un nombre al que el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define como propio de aquella persona que 1) "perjudica y hace daño a alguien con maleficios", 2) "ocasiona o es capaz de ocasionar daño", 3) "practica hechicerías"

Para reforzar ese carácter, la representación gráfica de esta terrorífica bruja la dotaba de un vestido negro largo (sí, biempensantes del mundo: el negro es el color del mal, siempre lo ha sido y no, no es porque las personas de raza negra sean malas sino porque está asociado a la falta de luz, a la oscuridad, que conduce al ser humano al desastre) con detalles morados (el púrpura es, por tradición, el color de la nobleza y el poder, con lo que se sugiere que Maléfica es un personaje "bien situado" en los círculos infernales) y cuernos (que están originalmente relacionados con el conocimiento y la iluminación -ya venga del Cielo o del Averno-, no específicamente con el demonio; al que no se lo crea le recomiendo revisar la escultura antigua, como el famoso Moisés cornudo de Miguel Ángel en San Pietro in Vincoli). Además, se rodea de diversos elementos que subrayan todavía más su naturaleza: un bastón de poder mágico, una legión de servidores diabólicos y un cuervo como ayudante (aunque aquí aparece en su aspecto maléfico, el cuervo en sí mismo no es un animal "malo" como simbólicamente se ha considerado a, por ejemplo, la rata o el escorpión, pero sí un psicopompo, asociado a la muerte y al viaje entre este mundo y el otro).

En 1959, Maléfica es coherente consigo misma y odia la prosperidad y la felicidad de los reinos humanos. Actúa contra ellos no por una razón específica, sino por su propio carácter, y lo hace con ocasión del nacimiento de la princesa Aurora como lo podría hacer con motivo de una buena cosecha o la celebración de una boda por amor, eso es lo de menos. Teniendo en cuenta que el color de su piel es de un tono verdoso, probablemente maldice a la princesa por envidia, con la cual está asociado ese color. La envidia, el odio, la traición y demás vicios del alma se manifiestan generalmente en compañía unos de otros aunque alguno lleve la voz cantante y sea más visible en primera instancia. El pacto de los dos reyes para enlazar a Aurora (otro nombre simbólico) con el príncipe Felipe (uno de los más importantes nombres de rey en la historia de Europa, que significa "amante de los caballos", en tanto en cuanto el caballo es junto con el toro el principal animal sagrado de la antigüedad en nuestra cultura) es una representación, como en muchos otros cuentos "infantiles", de la boda alquímica en la que el alma se desposa con el espíritu para salvarse ambos y no una "expresión del heteropatriarcado machista y dominante en el que la mujer es una muñequita pasiva" y otras estupideces semejantes que he leído por ahí. Para destacar la protección que Aurora posee por parte de la Naturaleza (que es la parte femenina de Dios), ésta cuenta con la ayuda de tres hadas cuyos nombres también hablan por sí solos: Flora, Fauna y Primavera. 

En fin, todo el largometraje original es un sabroso compendio de símbolos que sería largo entrar a explicar aquí, aunque constituyen un festín de significados ocultos para quien sepa leerlos: desde el caballo blanco de Felipe hasta el pavoroso dragón de la parte final, pasando por el estado de sueño del reino, el huso de la rueca con el que Aurora se pincha por culpa de la maldición de Maléfica o el mismo beso del despertar. Walt Disney incluso añadió sus propios códigos internos, como el hecho de que la princesa se pinche justo al cumplir los dieciséis años (en lugar de a los quince o a los diecisiete, por ejemplo), siendo así que La Bella Durmiente fue su decimosexto largometraje animado y, por cierto, la última película que creó basada directamente en un cuento de hadas antes de su muerte.

Ahora examinemos brevemente la historia de la Maléfica de 2014. Resulta que en realidad es, copio el resumen de la propia compañía Disney, "una hermosa joven con un corazón muy puro que pasa una infancia idílica en un pacífico reino del bosque hasta el día en que un ejército ataca su tierra y pone en peligro su armonía". En otro lugar se la describe incluso como un hada..., aunque las alas que luce (hasta que se las corta el ambicioso arribista del que ella se ha enamorado para satisfacer al rey y que termina, él mismo, siendo el rey; el robo de sus alas es lo que amarga su vida y la convierte, no en una bruja mala malísima, sino en una pobre víctima humillada con ansias de venganza) no tienen nada que ver con la representación habitual de las alas de las hadas, francamente. "¿Qué tendrá que ver si son de una manera u otra?", preguntará alguien. Pues..., todo. Lo importante de estas películas no es tanto lo que se ve, sino lo que el consciente no ve pero el inconsciente sí: el aspecto simbólico de lo que se está mostrando. Por ejemplo, en la película, todos los seres humanos son unos brutos ignorantes y violentos que destruyen la Naturaleza sin compasión, con lo que subrepticiamente se suma al mensaje del radicalismo ecologista (no al del verdadero ecologismo) según el cual lo mejor que podría pasarle a la Tierra es que la especie humana desapareciera por completo. 

De hecho, de todos los personajes humanos que aparecen sólo uno, Aurora, es digna de relacionarse con los del mundo mágico. Y, ojo, en un plano de inferioridad: Maléfica la llama "cariñosamente" con el apodo de "animalillo" y la trata más como una mascota que como a un ser racional..., lo cual por cierto me recuerda al tratamiento que los Amos suelen dar a los homo sapiens, tanto en privado como, cada vez más, a través de los comentarios públicos de sus portavoces en los medios de comunicación. En cuanto al resto de protagonistas, el cuadro es desolador. Las tres hadas -éstas sí lo son- que en 1959 representaban los aspectos protectores y benéficos de la Naturaleza en 2014 son descritas como tres marujas mal avenidas, caprichosas e irresponsables. Y el príncipe..., sí, aquí el príncipe sí responde al prototipo de torpe y arrogante machista que a los autores de la película les hubiera gustado que fuera desde el primer momento. De hecho, el beso que despierta a Aurora no se lo da él sino... ¡Maléfica! Con esto, la película también se suma al gigantesco alud de producciones audiovisuales destinadas a ensalzar y promocionar la homosexualidad, pues al final la impresión que queda -si tenemos además en cuenta que la voz en off que relata la historia es la de la propia Aurora- es que el "amor" que siente la hechicera por su "animalillo" en realidad es una pasión meramente carnal y mal disimulada que ambas podrán desarrollar sin problemas en el "idílico" reino de "fantasía" que a partir de ese momento queda unido con el reino humano.

Al igual que sucede con la versión antigua, podemos diseccionar en profundidad la moderna y encontrar en Maléfica otros símbolos escondidos detrás de personajes, objetos y situaciones que se muestran en ella sin que el público desinformado respecto a ciertos códigos de significado sea capaz de captarlos..., pero esto convertiría un artículo ya de por sí largo en un pequeño libro. Y ya sabemos que en Internet hay que escribir textos breves, según los gurúes del asunto.

Tan sólo añadiremos algún detalle más. El productor de este desguace de la historia original es Joe Roth, un especialista en destruir cuentos de hadas con la excusa de "vamos a actualizarlos". Lo hizo por ejemplo con Oz el poderoso o Blanca Nieves y el cazador. Y el director de la película es Robert Stromberg, compadre de Roth en producciones como las citadas. De Angelina Jolie, qué voy a contar que no sepan ya o que no hayan averiguado por su cuenta los lectores habituales de este blog... Estos tres personajes forman parte del ejército de remodeladores de la realidad sobre las bases de lo políticamente correcto que en los últimos tiempos están machacando un día sí y otro también a la sociedad, con objeto de convencer a la gente de lo que se supone que es bueno y lo que es malo creer y con la indicación expresa de qué hay que respetar y qué hay que atacar. Muchos de los "intelectuales" que militan en esta horda son completos ignorantes respecto al verdadero significado que esconden los cuentos y, por supuesto, no perdonan ni respetan el marco cultural y social en el que fueron creados y empezaron a ser transmitidos, en una época en la que los valores sociales eran diferentes a los que ellos quieren imponer. Claro que hay elementos aún peores: aquéllos que sí saben de qué tratan los cuentos de hadas y aún así cargan contra ellos basándose sólo en su apariencia externa.

Otro ejemplo de este tipo de ingenieros sociales (hay quien les llama SJW o Social Justice Warriors, un nombre rimbombante para designar a aquellos "policías del pensamiento" que se pasan el día en Internet buscando supuestas ofensas en textos publicados por medios de comunicación, instituciones o particulares, para denunciarlas con el mayor escándalo posible -y, a menudo, cobrar por su silencio-) es la psicóloga neoyorquina Jennifer L. Hardstein, que defiende en un texto infumable la existencia de lo que ella llama "el síndrome de la princesa". Según esta individua, las películas basadas en cuentos de hadas como por ejemplo La Bella y la Bestia (entre paréntesis, una de mis películas Disney favoritas de siempre, con mucha más simbología aún que La Bella Durmiente) producen un "impacto negativo y peligroso" que puede llegar a derivar en trastornos mentales en los más pequeños, especialmente en las niñas,  al transmitir "los valores patriarcales" que se supone dejan a la mujer en inferioridad de condiciones y blablabla.

Hardstein al menos pone su nombre y su cara delante para que todo el mundo sepa quién dice la tontería de turno, pero hay algunos defensores de este "cambio del paradigma" que son muy cobardes, como el anónimo (o la anónima) profesor (o profesora) británico (o británica) que publicó en Internet un texto para su descarga (cuenta con más de 600) y uso en las aulas (en una web ya con más de 11.000 visitas) en el que acusa a películas como La Bella y la Bestia de defender el machismo y promocionar la violencia doméstica o a Blancanieves (otra joya del simbolismo, y otra de mis favoritas) de servir para la promoción de que las mujeres tienen que limitarse a ser amas de casa y servir a un hombre, que es el que va a dar sentido a su vida. Creo que el autor (o autora) de esta argumentación destinada a confundir al alumnado no se atrevió a firmarla por temor a quedar en ridículo.

La destrucción de la herencia cultural es un arma mucho más eficiente para derrumbar una civilización que el sitio y ataque directo contra sus fronteras.








viernes, 25 de noviembre de 2016

La ficción ¿salva?

Siempre me ha llamado la atención la cantidad de personas de mente cerrada que se encuentran precisamente en aquellas profesiones donde más falta hace el pensamiento crítico y el escepticismo (en el sentido de no aceptar, pero tampoco negar, absolutamente nada hasta que no comprobemos en persona si lo que tenemos ante nosotros es verdadero o falso): existen multitud de escritores, periodistas, académicos, educadores e intelectuales en general que se comportan ante distintos hechos políticos, históricos o sociales como si fueran dogmáticos militantes de una secta religiosa, más que como científicos de la mente, que es lo que se supone que son. Es decir: se han formado una opinión al respecto y no están dispuestos a modificarla absolutamente bajo ningún concepto aunque esa opinión "seria y contrastada" se base únicamente en teorías sin demostrar (por más que sean mayoritariamente aceptadas..., la mayoría de la gente creía antes de los viajes de Colón que la Tierra era redonda, aunque no supieran a ciencia cierta si lo era o no) o, aún peor, que se acumulen las pruebas y evidencias que indican que están equivocados (la mayoría de la gente sigue estudiando y aprendiendo que Colón fue el primer europeo en llegar a América cuando hoy tenemos pruebas materiales de que antes que él llegaron otros, no sólo los vikingos). Como decía el clásico: Errare humanum est..., sed perseverare diabolicum. Para los que suspendieron el latín: Errar es humano..., pero insistir en el error es diabólico.

Entiendo que hay asuntos sobre los que pesan enormes intereses políticos y financieros que ejercen una presión terrible (una presión, me atrevo a decir, inimaginable para el profano) con objeto de que determinadas informaciones no trasciendan al público en general porque más cosas de las que parecen a simple vista dependen de que la mayoría de la población siga actuando de acuerdo con ciertas creencias y no con hechos contrastados. Pero, precisamente por eso, los profesionales a los que antes me refería deberían ser los primeros en dar un paso al frente y contribuir a aclarar tanta neblina como a veces nos rodea. En cierto modo, son corresponsables de la educación de la sociedad en la que viven y hay muchísima gente que, simplemente, nunca tendrá el tiempo ni el conocimiento (ni la capacidad para adquirirlo) suficiente para hacer otra cosa que asentir a todo lo que les cuenten sus líderes de opinión: "si lo dice mi presentador favorito de la radio o de la tele será verdad..., si lo defiende mi máximo dirigente religioso será porque así lo quiere mi dios..., si lo argumentan los expertos de la ONU será porque ellos lo han comprobado..." y etcétera. Todas esas personas se merecen que alguien les explique otras facetas de la verdad, no sólo la verdad oficial y políticamente correcta. Eso, si es que pretendemos disfrutar algún día (en el futuro, porque todavía carecemos de ella, no ya en España sino en todo el planeta) de una democracia real, que es la compuesta por ciudadanos independientes y responsables debido, entre otras cosas, a su formación y a su capacidad como librepensadores individuales.

Uno de esos temas tabú sobre los que estos intelectuales nunca debaten a fondo, más allá de cuatro cosas comúnmente aceptadas y nunca cuestionadas, es la Segunda Guerra Mundial. Por increíble que parezca, el conflicto armado más brutal y documentado de la Historia posee todavía bastantes ángulos muy desconocidos por el gran público, a pesar de que diversos investigadores han tenido acceso a informaciones, digamos, sorprendentes, que han logrado difundir sólo en muy pequeños círculos porque rompen los tópicos tranquilizadores de la explicación oficial, el más importante de los cuales es que los "malos" fueron malísimos y sólo unos mientras que los "buenos" fueron buenísimos y sólo otros. Pongamos un ejemplo sin salir de esta misma bitácora, donde publiqué hace casi siete años, un
 artículo sobre uno de esos hechos: los "campos de la muerte" instalados en Alemania por orden de Eisenhower, donde fueron ingresados cientos de miles de alemanes, soldados que se habían rendido a las tropas norteamericanas porque sabían que si se entregaban a las soviéticas serían asesinados o trasladados al Gulag. Un muy elevado porcentaje de estos soldados fallecieron a manos de sus captores yankees. Fueron literalmente dejados morir de hambre, sed y enfermedades en unas condiciones aún peores que los que sufrieron los prisioneros de los KZ germanos. Alguno de estos campos estuvo abierto hasta 1949 ¡4 años después del final del conflicto bélico! Trato el tema también en mi último libro de ensayo publicado a primeros de este año: Fugas y evasiones de la SGM. Ahora bien, ¿cuántas películas y teleseries sobre la Segunda Guerra Mundial se han estrenado sólo en los últimos siete años? ¿Y cuántas de ellas han tratado este tema (del que yo hablé aquí en febrero de 2010, pero que fue publicado por primera vez en una revista norteamericana en septiembre de 1989)? Señoría, no hay más preguntas.

La explicación parcial y tópica de la Historia produce monstruos intelectuales que a menudo resultan tan patéticos como risibles. Lo hemos visto este mismo mes de noviembre cuando uno de los programas más famosos de la telebasura española, que envenena especialmente a la juventud, mostraba la tremenda ignorancia de una de las muchachas que participan en él. La concursante trataba de explicar a sus compañeros de peripecia televisiva lo que era el Muro de Berlín. Copio y pego la transcripción textual de lo que según ella fue esta vergüenza construida por el régimen soviético de la RDA en la antigua capital prusiana:  "Pues era que estaba un muro, ¿vale? Y que separaba todo lo que era la zona de América y todo eso. Estaba separada y todo eso por, como..., la gente estaba.., o sea, hubo como una guerra, digamos, ¿vale? Y se construyó un muro y estaba separado por una zona, ¿vale?, donde estaba la gente un poco más pobre y por otra zona donde había gente más rica. Y la gente pobre ya, hmmmmm, después de tantos años, estuvo veinte años o así separados, no podían pasar nadie al otro territorio. Mucha gente, muchos familiares, estaban en el otro territorio, no se podía acceder. Era como un poco aquí, gente que quiere emigrar, cosas..., no lo mismo pero un poco así. Una guerra muy importante, hasta que los obreros, digamos, ya se hartaron y cogieron y empezaron a destrozar el muro entero, que imagínate todo lo que es un muro que separe todo, ¿sabes? Es increíble. Y aún quedan restos de ese muro y hay gente que sufrió mucho por todo eso..."

El muro de Berlín cayó el 9 de noviembre de 1989. Aún tengo una camiseta que me compré meses más tarde allí, junto a la puerta de Brandenburgo, con un mapa en ella de la actual Alemania que incluía sus Länder escritos y la leyenda Wiedervereinigung (Reunificación). Una leyenda falsa, por cierto, ya que existe una parte de Alemania, la que realmente se puede llamar del Este (la RDA era en realidad la Alemania central), la del antiguo reino de Prusia, que a día de hoy todavía permanece bajo ocupación polaca. En este mapa se aprecia lo que era la nación germana antes de la guerra. Las banderitas indican qué países ocuparon qué regiones de la Alemania derrotada. Los Aliados le "regalaron" el Este a Polonia al final del conflicto para compensarla por el "mordisco" territorial que la URSS dio a su vez a los polacos, a los que robó todo el este de su propio país cuando comenzó la guerra. Ah, sí, porque éste es otro punto del que nadie quiere hablar: nos dicen que Alemania provocó el conflicto mundial porque atacó a Polonia (en realidad, era un enfrentamiento local entre ambos países que derivó en mundial cuando franceses y británicos declararon la guerra a los alemanes) pero nadie recuerda que la URSS atacó también a Polonia quince días después (pero ni franceses ni británicos declararon la guerra también a los rusos..., y esto sigue sin extrañarle a casi nadie).

Bien, si el conocimiento que tiene la gente joven de la caída del muro de Berlín, que es un suceso reciente (menos de 30 años atrás) es el de esa concursante televisiva, imaginemos lo que pueden saber sobre qué pasó de verdad entre 1939 y 1945.

Buena parte de culpa acerca del desconocimiento de lo que pasó en esa época horrible (a pesar de la impresión generalizada de que ya se sabe todo) la tienen los encargados formales de construir el relato histórico oficial de uno de los peores momentos que ha vivido Europa en toda su historia conocida. Para el Viejo Continente, aquel período supuso el principio del fin de su poderío internacional que nos ha convertido, a todos los europeos contemporáneos, en testigos impotentes del desmoronamiento de una forma de vida civilizada que ha durado mucho tiempo y que, ahora mismo, en este preciso instante, está dando paso ya a una nueva Edad Media cuyas catastróficas consecuencias veremos a no mucho tardar. Es a ello a lo que se refieren, sin darse cuenta, algunas personas que hablan del "final del Estado del bienestar" y del hecho de que la próxima generación vivirá peor que la de sus padres... Pues bien, lo asombroso es que los constructores del relato histórico, por  extravagante que pueda sonar esto, siguen mostrándonos 70 años después del final de la Segunda Guerra Mundial una versión oficial que tiene más que ver con la Propaganda que con la Historia. Sólo con muchísimo esfuerzo y por la pura fuerza de voluntad de un puñado de investigadores se van conociendo cosas como realmente sucedieron, no como desde hace tanto tiempo se nos viene diciendo que sucedieron.

Un ejemplo clásico es la matanza de Katyn, cuando la NVKD, la siniestra policía soviética cuyas andanzas a menudo convirtieron a la temida Gestapo alemana, por comparación, en un grupo de amiguetes, asesinaron a más de 20.000 polacos: intelectuales, historiadores, abogados, oficiales del ejército, policías e incluso sacerdotes cristianos.  El objetivo era descabezar a la sociedad de Polonia para apoderarse más fácilmente del país. Por cierto, que el bosque de Katyn, originalmente polaco, es parte de esos territorios que los soviéticos se anexionaron alegremente mientras ingleses, franceses y norteamericanos miraban para otro lado. Las tropas alemanas, en su avance hacia el Este, descubrieron y denunciaron esta matanza. Londres dijo que la culpa era de los alemanes, que estaban intentando desviar su responsabilidad a sus aliados soviéticos y los norteamericanos dijeron luego que apoyaban la versión inglesa. Durante más de 70 años, el crimen de Katyn figuró en la larga lista de acusaciones que los vencedores lanzaron contra el Tercer Reich.  No fue sino hasta la época de Gorbachov y el final de la URSS en los años 90' del siglo XX cuando se reconoció oficialmente que la matanza había sido responsabilidad rusa, no alemana (por supuesto, a Alemania no se le ofreció disculpa alguna por haberla difamado durante tanto tiempo: después de todo, no olvidemos que los alemanes son los "malos" malísimos y se merecen todo lo que les pase, en opinión de algunos iluminados...). Y no fue sino hasta ¡2013! cuando el Tribunal Europeo de Derechos Humanos condenó a Rusia por "no haber ofrecido todas las facilidades necesarias" para investigar adecuadamente la masacre. Aunque está claro que fue el régimen soviético el responsable del crimen, todavía muchos "investigadores" rusos siguen negándolo y hasta la famosa Wikipedia (un gran pozo de opiniones, más que de información fiable) sigue, a día de hoy al menos, dando cierta credibilidad a la versión soviética.

Como éste tema, hay muchos otros. Hace poco leí un libro muy interesante, en cierto modo fallido, pero que recomiendo vivamente: El impostor, de Javier Cercas. El autor lo presenta como una novela sin ficción pero, con sus más de 400 páginas, en realidad es un reportaje demasiado largo para ser publicado en un periódico. Trata sobre Enric Marco Batlle, un individuo que ocupó varios cargos de cierta relevancia como la secretaría general del sindicato CNT (Confederación Nacional del Trabajo) y la presidencia de Amicale de Mauthausen de España. Al menos desde 1976 empezó a contar que había vivido exiliado en Francia tras la última guerra civil española y que había sido desde allí deportado a un campo de concentración alemán: el de Flossenbürg, en Baviera, donde había sufrido algunas vejaciones y había visto otras muchas. Se hizo muy popular ofreciendo charlas y conferencias por toda España para dar su testimonio sobre lo que había padecido en los campos de concentración, fue condecorado oficialmente por la Generalitat de Cataluña y llegó a hablar en el Parlamento a principios de 2005 durante una conmemoración en honor de las víctimas de los KZ en un dramático discurso que hizo llorar hasta a Carmen Chacón, entonces vicepresidenta del Congreso de los Diputados. En mayo de aquel mismo año, iba a hablar también ante los presidentes de los gobiernos español y austríaco y ante ex deportados de toda Europa en el acto de conmemoración de la liberación del campo de concentración de Mauthasen-Gusen... Pero en abril de 2005 fue desenmascarado por el historiador Benito Bermejo. Resulta que Marco nunca había sido exiliado republicano y que si había ido a Alemania había sido en calidad de trabajador voluntario al servicio de la industria del Reich, contratado como otros emigrantes españoles de la época. Sí había estado en la cárcel (no en un campo de concentración), arrestado por la Gestapo, pero sólo durante tres semanas, hasta que fue juzgado bajo la acusación de repartir propaganda comunista a sus compatriotas..., aunque el juez le absolvió de los cargos así que ni siquiera ese pedazo de "gloria" como "luchador antifascista" le queda.

Cercas reconstruye minuciosamente la vida de Marco a partir de las largas conversaciones y entrevistas que mantuvo con él y de la recopilación de material literario y audiovisual que encontró sobre su persona. Y muestra hasta qué punto fabuló, mintió, inventó y tergiversó su vida para llegar a ser "alguien". Alguien conocido, popular, prestigioso... Alguien que mezcló verdades con mentiras (la peor forma de falsedad que se puede construir, porque es la que más engaña a los ingenuos) con la excusa de ser la voz de los verdaderos deportados que no podían hablar sobre sí mismos.

Hay fragmentos muy buenos en el libro. Por ejemplo, cuando Cercas explica que lo ocurrido es “el fruto de dos prestigios paralelos e imbatibles: el prestigio de la víctima y el prestigio del testigo. Nadie se atreve a poner en duda la autoridad de la víctima. Nadie se atreve a poner en duda la autoridad del testigo. La cesión pusilánime a ese doble soborno –el primero de orden moral y el segundo de orden intelectual- engrasó el embeleco de Marco. Lo hicieron también, al menos, otras dos cosas. Una es nuestra relativa ignorancia del pasado reciente en general y del nazismo en particular (…) La segunda cosa (…) la conversión del discurso de la izquierda en una cáscara hueca, en el sentimentalismo hipócrita y ornamental que la derecha ha dado en llamar buenismo”. En ese sentido, afirma que "la memoria y la historia son en principio opuestas: la memoria es individual, parcial y subjetiva, en cambio la historia es colectiva y aspira a ser total y objetiva (…) el individuo que desempeña un papel en el acontecer histórico nunca entiende su significado”. Y así el testigo “no siempre tiene razón, la razón del testigo es su memoria y la memoria es frágil y a menudo interesada, no siempre se recuerda bien, no siempre se acierta a separar el recuerdo de la invención, no siempre se recuerda lo que ocurrió sino lo que ya otras veces recordamos que ocurrió o simplemente lo que nos conviene recordar que ocurrió” con lo que el historiador “no puede aceptar el chantaje del testigo porque responde a la verdad, llegado el caso debe tener el coraje de negarle la razón. En tiempo de memoria, la historia para los historiadores”.

O cuando se pregunta y se contesta: "¿Qué es la industria de la memoria? Un negocio. ¿Qué produce ese negocio? Un sucedáneo, un abaratamiento, una prostitución de la memoria; también una prostitución y un abaratamiento y un sucedáneo de la historia porque, en tiempos de memoria, esta ocupa en gran parte el lugar de la historia.  O dicho de otro modo: la industria de la memoria es a la historia auténtica lo que la industria del entretenimiento al auténtico arte (…) el kitsch histórico, vale decir la mentira histórica. Marco fue la encarnación perfecta de ese kitsch (…) esto es lo que hay. La industria de la memoria resultó letal para la memoria, o para eso que llamábamos memoria y que era apenas un cobarde eufemismo".

Sin embargo, me parece un libro fallido en el sentido de que se queda corto en la investigación. Se limita a Marco, en lugar de ir más allá. El propio autor reconoce que le costó mucho ponerse a escribir esta obra y que lo hizo presa de muchas dudas (de hecho, a menudo da la sensación de que está disculpándose por haberlo hecho) quizá porque tenía miedo de su principal conclusión: la confirmación de lo fácil que es engañar una vez lleva a pensar en lo fácil que es engañar muchas más veces y por tanto a preguntarse cuántas nos han engañado, cuánto de lo que nos han contado es de verdad real o también una mezcla interesada de verdades y mentiras, o sea una falsedad. De hecho, compara a Marco con Tania Head “quien durante mucho tiempo fue la presidenta de la asociación de víctimas del atentado (del 11S), era una impostora y el 11 de septiembre de 2001 ni siquiera estaba en Nueva York". También, para evitarse críticas y acusaciones incómodas, afirma que "a estas alturas el debate sobre el negacionismo del Holocausto es un debate muerto o como mínimo agonizante (…) sostener que está vivo sólo delata ignorancia sobre la realidad del Holocausto y las discusiones que giran en torno a él”. Pero poco después se desdice al citar a diversos inventores de tragedias que han quedado desenmascarados en los últimos años (aunque a menudo sus libros siguen vendiéndose como si fueran realidades y los grandes medios de comunicación nunca publican grandes reportajes sobre esta cuestión espinosa).

Y así “la verdad es que desde el mismo final de la guerra hubo gente de muchas nacionalidades que aseguraba que había estado en los campos nazis y que en realidad no había estado en ellos, o gente que maquillaba o adornaba o exageraba la realidad de su estancia en los campos nazis". Un fenómeno que, recuerda, el investigador judío Norman Finkelstein, el autor de La industria del Holocausto, achaca a dos razones: "dado que el haber soportado los campos confiere una corona de mártir, muchos judíos que habían pasado la guerra en otros lugares se hicieron pasar por sobrevivientes de los campos. Aparte de ello, el otro motivo para esta impostura fue material. El gobierno alemán de posguerra pagaba compensaciones a judíos que habían estado en los guetos o en los campos. Muchos judíos se fabricaron un pasado acorde con losk requerimientos de ese beneficio’.  Sólo algunos de estos impostores alcanzaron claro está la notoriedad de Marco pero unos cuantos la superaron o poco menos.”

Y cita a continuación casos como el de Jerzy Kosinski “cuyas falsas memorias de víctima infantil del Holocausto, tituladas ‘El pájaro pintado’ fueron saludadas en 1965 como una de las mejores denuncias del nazismo, convertidas en un texto básico sobre el Holocausto, premiadas varias veces, traducidas a multitud de idiomas y recomendadas como lectura en las escuelas”. O el de Benajimn Wilkomirski “que se hizo célebre por un libro publicado en 1995 y titulado ‘Fragmentos de una infancia en tiempos de guerra’, donde narraba como si fuera real su internamiento inventado en Auschwitz o Majdanek. O el de Herman Rosenblat, “que en unas falsas memorias tituladas ‘El ángel en la valla’ contaba que de niño en un campo nazi había conocido sin verla a una niña a la que muchos años más tarde por un azar inverosímil había reconocido y con quien seguía casado cuando el libro se publicó en 2008” (entre paréntesis, este Rosenblat engañó incluso a la famosa presentadora de televisión norteamericana Ophra Winfrey en un programa en directo). O el de la belga Misha Defonseca “quien el año anterior había publicado con gran éxito ‘Misha: recuerdos de los años del Holocausto’ donde cuenta que en 1941 cuando apenas había cumplido seis años, sus padres fueron arrestados por ser judíos y enviados a un campo de concentración y que ella se pasó los cuatro años siguientes peregrinando por Alemania, Polonia, Ucrania, Rumanía y Yugoslavia, hasta que volvió a Bélgica a través de Italia y Francia, cuando la realdiad es que ni era judía ni había salido de Bruselas en toda la guerra.”

Pese a que Cercas habla de “algunos” inventores de tragedia al estilo Marco, al final termina reconociendo que “la lista de grandes impostores podría alargarse (durante 20 años Deli Strummer pronunció conferencias en EE.UU. sobre su paso por los campos nazis hasta que en 2000 se descubrió que nunca había sido prisionero en un campo nazi; Martin Zaidenstadt fue en su vida adulta un próspero hombre de negocios hasta que tras su jubilación empezó a hacer de guía y a pedir limosna a los visitantes del antiguo  campo de Dachau fingiendo que había sido prisionero allí). Todas esas personas son o eran judíos o decían serlo. El hecho no es anecdótico”Aún más, “en diciembre de 2004, pocos meses antes de desenmascarar a Marco, el propio Benito Bermejo desenmascaró a un segundo falso deportado español que había adquirido casi tanta notoriedad como Marco: Antonio Pastor Martínez.” El negocio es el negocio.

La conclusión del escritor sobre este individuo es que “eso es lo que es Marco: el hombre de la mayoría, el hombre de la muchedumbre (…) que nunca dice NO porque quiere caer bien y ser amado y respetado y aceptado  (…) una cebolla a la que se le han quitado todas las capas de piel y ya no es nada (…) un gran silencio elocuente (…) un misterio transparente que sin embargo es imposible descifrar, y que quizás es mejor no descifrar”. Al final, tiende no a absolver pero sí a perdonar a Marco, al que compara una y otra vez con Alonso Quijano queriendo ser el Quijote, para disculpar en parte su autoinvención de sí mismo. Bueno..., "pobre hombre", viene a decir, "sólo buscaba la gloria personal, un poquito de vanidad bien entendida... ¿Quién no ha tenido nunca delirios de grandeza?" Y sin embargo, este tema es muy importante, porque ha sido con muchos testimonios no contrastados del tipo de Marco, o de los otros citados párrafos arriba, con los que se ha construido el relato del pasado. Es justo preguntarse: entonces ¿qué sucedió exactamente? 

Cercas repite durante todo su libro, como un mantram (al que parece que él mismo se aferra desesperadamente), que "la realidad mata y la ficción salva". Tiene miedo, obviamente, de descubrir la realidad.

Mucha gente tiene miedo de hacerlo.