Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 25 de marzo de 2016

Bruselas bajo el fuego

Los atentados de Bruselas de esta semana se han unido a una larga serie de ataques contra Occidente que están cumpliendo a la perfección con la misión que tenían encomendada sus autores por parte de los malnacidos adoradores de un conocido Demonio que los diseñaron y que ordenaron llevarlos a cabo. Recordemos que esa misión es precisamente la que da nombre al terrorismo: esto es, extender el terror por los países europeos. El objetivo tras ello es aprovechar los decenios de debilidad y blandura artificial inoculados en sus antaño orgullosos habitantes (que hubieran reaccionado ante esta amenaza de forma muy diferente hace menos de un siglo) para impulsar la aprobación de una serie de leyes y normas que nadie en su sano juicio hubiera aceptado en circunstancias normales y que están encaminadas a esclavizar definitivamente sus carcomidas almas. En España, no había más que ver la airada reacción de tantos jóvenes (ésos que la propaganda oficial nos presentaba hasta hace poco como los supuestamente "mejor preparados" de la historia, por el simple hecho de que saben leer o están escolarizados -otra cosa es que entiendan lo que leen y lo que estudian-) que se veían privados de sus programas de telebasura favoritos, sustituidos por el pavoroso espectáculo de sangre y destrucción, vomitado "en riguroso directo" por las cadenas de televisión desde la capital de las instituciones europeas. Textos de Twitter verdaderamente deleznables, del estilo de "¿Y a mí qué me importa lo que pasa en Bruselas? Está muy lejos".

Anoche estuve hasta las tantas hablando con Mac Namara sobre este asunto y llegamos a conclusiones parecidas a las de los atentados parisinos, que resumí en un artículo que publiqué en esta misma bitácora hace casi un año. Mi gato conspiranoico llevaba un tiempo "desaparecido en acción" pero él es así y me da igual preguntarle, cuando vuelve, a dónde ha ido o con quién ha estado o qué ha hecho porque nunca me lo va a decir. Sólo me cuenta lo que quiere. Y lo que me cuenta siempre es inquietante. En este caso, tuvo un detalle conmigo al revelarme que había viajado a Inglaterra para hablar personalmente con un investigador británico llamado Christopher Everard sobre algunos datos asombrosos pero verídicos relacionados con lo de Bruselas.

- No es el único al que he visto, pero sí el único al que puedo citar -me aclaraba Mac Namara- porque todo lo que está detrás de esta supuesta guerra del Islam contra Occidente es mucho más espantoso de lo que la gente corriente cree. Hay un elevado porcentaje de magia negra operando aquí.

- ¿Magia negra? ¿Hemos vuelto a la Edad Media? -pregunté con sorpresa.

- A veces creo que nunca la habéis abandonado... Pero sí, hay mucho de magia negra. Hay números que se repiten, por ejemplo, y no por casualidad, como el 11, el número del castigo según las teorías numerológicas cabalísticas. Las barbaridades terroristas se cometen siempre en fechas o en horas específicas en donde aparecen siempre estos números. Si te tomas la molestia de recopilar todas las informaciones que se han publicado estos años respecto a los más graves atentados por todo el mundo, descubrirás esas "coincidencias", de tal manera que no resultaría complicado predecir futuras próximas fechas para más graves atentados de este tipo.

Lo del 11 es particularmente llamativo y se hizo muy evidente incluso para los escépticos en septiembre de 2001 porque, entre otras cosas, los atentados del 11S se produjeron 11 años después de que Bush senior declarara la primera guerra a Iraq el 11S de 1990. Además, Nueva York es el estado número 11 de los Estados Unidos y el número de emergencias norteamericano es el 911, como la fecha de los ataques, pues en inglés se coloca primero el mes (septiembre=9) y luego el día. A partir del 11 de septiembre quedan 111 días para terminar el año.  Las Torres Gemelas, que desde lejos parecían un 11 en medio del skyline neoyorquino, poseían cada una de ellas 110 pisos... Incluso el número ganador de la lotería en el primer aniversario del atentado fue el 911.

- Supongo que habrás leído el artículo de Barrett -deja caer mi gato conspiranoico.

Asiento. Este arabista norteamericano, Kevin Barrett, ha publicado esta semana un artículo en el que recuerda que los atentados de Bruselas se produjeron el martes 22 de marzo. En inglés, el 322, número que figura en el emblema de una de las principales (entre las conocidas) hermandades secretas norteamericanas: Skull and Bones, a la que pertenecen un elevado número de altos cargos políticos y/o de los servicios secretos estadounidenses, incluyendo a Bush senior, Bush junior y el actual secretario de Estado John Kerry, hoy de visita en Bélgica para conseguir la participación oficial del gobierno de Bruselas en la guerra de Siria. El mismo día 22 de marzo, recuerda Barrett, 
Añadir leyenda
culminaban los tres días de la fiesta pagana de Pelusia que se organizaba en el imperio romano en honor a... Isis. La misma diosa egipcia cuyo nombre y recuerdo es así una vez más humillantemente profanado por los creadores de eso que ahora conocemos como Daesh. Y el artículo de Barrett incluye una imagen brutal, vinculando el atentado de la parisina sala Bataclan con el del aeropuerto de Bruselas. Podemos verla aquí al lado y resulta perturbadora: el logo de Zaventem es muy parecido al rastro de sangre de los asesinados en esta sala de conciertos. ¿Quién se tomó la molestia de arrastrar los cadáveres para formar este extraño dibujo?

- ¿De qué has hablado con Everard? ¿De magia negra?

- De muchas cosas. A medida que van pasando los días, y gracias a Internet principalmente, van apareciendo informaciones que los grandes medios de comunicación cuentan luego a medias o reinterpretadas y "explicadas lógicamente"... O, simplemente, no cuentan. Por ejemplo, se repite la pauta de que los terroristas eran criminales fichados por la Policía, lo cual es absurdo porque tenían muchas más posibilidades de haber sido detenidos previamente, riesgo que se podría haber evitado fácilmente utilizando desde el principio a asesinos "nuevos" y desconocidos por los agentes de la ley. También la pauta de los hermanos y la del material tontamente dejado atrás en lugar de a buen recaudo y a disposición para los siguientes "mártires": desde rastros de explosivos hasta banderas de Daesh. ¡Y hasta notas de suicidio, un auténtico sinsentido propio de un mal guión de serie 

 televisiva! Y respecto a los atentados propiamente dichos, también hay algunos aspectos sin explicar. Por ejemplo, si las bombas iban en las maletas de los supuestos suicidas, ¿cómo es posible que en las imágenes de los atentados se vean los cristales rotos en la parte superior de la fachada acristalada, pero no en la inferior? ¿O cómo es que seguían funcionando los paneles luminosos? ¿Acaso, como sugiere Everard, las bombas reales estaban en otra parte, por ejemplo en los conductos de aireación?


- A mí me llamó especialmente la atención las declaraciones del presidente turco... -apunto, en referencia a la llamativa revelación de Recep Tayyip Erdogan de que su país detuvo a uno de los autores de los ataques de Bruselas en junio de 2005 y fue deportado a Bélgica, cuyas autoridades lo dejaron libre y según parece sin vigilancia alguna-

- Sí, es revelador, pero nadie ha hecho hincapié en ello, ni en algo mucho más interesante: el 18 de marzo, apenas 4 días antes de los atentados en Bruselas, Erdogan dio un discurso en el 101 aniversario de la Batalla de Gallipoli, en el que dijo textualmente que "no hay ninguna razón por la que la bomba que explotó en Ankara no pueda explotar en Bruselas..., o en cualquier otra ciudad europea". Increíble ¿no?  Sobre todo cuando hace meses que fueron denunciados sus vínculos personales con el negocio del petróleo que los líderes del Daesh exportan a Europa a través de Turquía...

- Esto cada vez huele peor.

- Pues aún vas a oler más. Everard me dijo de qué iba a tratarse durante la reunión en el parlamento europeo. En el orden del día figuraba nada menos que un debate sobre la situación en Palestina, con presencia del ministro de AA.EE. palestino Riad Al-Malki.  Se estudiaría la reconciliación entre diferentes facciones palestinas, la situación económico y humanitaria en los, cito textualmente, "territorios palestinos ocupados" posibilidad de reimpulsar el llamado proceso de paz y, aún más importante, la intención de algunos gobiernos europeos de reconocer oficialmente de una vez a Palestina como Estado... Por supuesto, los debates se suspendieron.

- ¿Qué me dices? -respondo con la boca abierta, antes de abalanzarme a Internet y conseguir la siguiente captura de imagen reproducida a continuación que recoge claramente la agenda truncada del día en la que por cierto también aparece el Gran Muftí de Egipto Shawki Ibrahim Abdel-Karim Allam,
invitado a participar también para hablar sobre la situación en la región...

- De todas las fechas posibles -plantea Mac Namara- ¿por qué iban a atacar Bruselas unos musulmanes radicales convencidos precisamente el mismo día en el que comparecen dos de los principales contrincantes políticos de los intereses de Israel para recabar la ayuda de la UE en el interminable conflicto de Oriente Medio? Esto me recuerda que los asesinatos de la revista 'Charlie Hebdo' que casi te pillan en París el año pasado se produjeron apenas dos meses después de que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu advirtiera a Francia de que era muy mala idea reconocer a Palestina, como había planeado hacer el gobierno francés. Y, por cierto, todo esto me hace preguntarme cómo es posible que yihadistas convencidos tengan capacidad para operar a miles de kilómetros de sus bases, en pleno corazón de la superblindada Europa, mientras que nunca han intentado nada contra su en principio peor y más próximo enemigo, que es el propio Estado de Israel.

- Es evidente que faltan piezas del rompecabezas.

Sí, faltan piezas y las que hay sobre la mesa puede que ni siquiera pertenezcan al mismo rompecabezas. Mi gato conspiranoico me explica otro punto oscuro sobre el que tuvo oportunidad de disertar con Everard: cuando los terroristas del Daesh se ufanan por la autoría de un atentado, ¿cómo sabemos que es del Daesh? ¿Quién es el portavoz de esos terroristas? Y si existe ese portavoz en un país occidental, ¿cómo es que no ha sido detenido?

- La única fuente oficial de estos terroristas es su propia agencia de noticias, Amaq, que publica en árabe. Pero... Me explica el investigador inglés que el 90 % de sus informaciones son divulgadas en Occidente básicamente por dos personas. Una de ellas se llama Rita Katz, que lleva una web ubicada en Washington y que publica artículos en distintos medios sobre esta crisis y que se supone posee fuentes directas con la susodicha agencia a través de la aplicación telefónica Telegram. La otra persona se llama Ian... Ian Katz, que trabajaba en The Guardian y ahora lo hace en la BBC. Si ellos publican tanto en Estados Unidos como en el Reino Unido, sus respectivas áreas de influencia, que un atentado lo ha hecho el Daesh, todos los grandes medios de comunicación dicen que lo ha hecho el Daesh. Y detrás dicen lo mismo los medios franceses, alemanes, españoles, italianos, etc.

- A propósito de eso -le interrumpo-. Este mismo viernes he tenido oportunidad de ver en los informativos televisivos españoles una pieza muy curiosa en la que la reportera hablaba de los "fallos" de los periodistas a la hora de cubrir los atentados supuestamente por culpa de la "competitividad" de los grandes medios de comunicación y de las "prisas" a la hora de informar de lo que estaba sucediendo. Es muy raro ver una información de este tipo, y más con una crisis de este calibre.

-Exacto. Yo también lo he visto. Pero eso que parecía una especie de autocrítica más o menos honesta, puede que no sea más que otra forma de confundir y de contar las cosas sin contarlas... La reportera hablaba, "entre otros", de los errores en la identificación de algunos sospechosos o en el regodeo en imágenes morbosas.

- Sí, se ha quejado de que la imagen de un jugador de baloncesto belga herido y ensangrentado había dado la vuelta al mundo. Y, para lamentarse aún más, ¡ha vuelto incluir la imagen en su pieza!

- Ya, aunque lo que me interesa es que se haya pasado por alto otros "errores" como, por ejemplo, la difusión desde la televisión pública belga VRT de un video del atentado terrorista en Minsk, la capital de Bielorrusia, en 2011, y que causó 11 muertos (entre paréntesis, ese maldito número de nuevo, ¿te das cuenta?), asegurando que era una auténtica grabación del metro de Bruselas. ¿Cómo puede alguien "equivocarse" con algo así? Es como si ofrecieras una imágenes de la hoy olvidada Torre Windsor de Madrid, que ardió en un incendio bastante extraño en 2005, y la presentaras en televisión diciendo que es una de las Torres Gemelas de Nueva York durante el 11S. La VRT publicó luego un tuit disculpándose. Como si todos los espectadores del video tuvieran Twitter o como si todos los tuiteros hubieran leído ese mensaje en concreto.

Mi gato y yo hablamos sobre esto y otras cosas durante horas. Luego me quedé solo, reflexionando una vez más sobre lo fácil que resulta manipular las emociones de las masas a través de los medios de comunicación.  Muchas de las técnicas de manipulación y ocultación, además de algunos datos supuestamente considerados como históricos por el común de los mortales cuando son más falsos que un billete de cuatro euros, las aprendí trabajando con cierto erudito alemán, a quien conocí estrechamente y con el que sigo manteniendo el contacto aunque de manera esporádica, que hoy pasa sus días alejado del mundo en una institución retirada junto a los Alpes. 

En cierta ocasión, hablando acerca del tema de las abducciones extraterrestres, me apuntó la siguiente explicación: "el uso de la hipnosis regresiva y otras instrucciones similares para 'recordar' memorias 'enterradas' en los pliegues del cerebro puede ser útil pero la mayoría de los investigadores no las emplean correctamente porque se ciñen a la primera capa de ocultación". Cuando le pregunté qué era eso a lo que llamaba capas de ocultación, me explicó que es posible sobreescribir la memoria consciente para "recordar" algo que nunca sucedió (de hecho, es algo que está demostrado incluso con experimentación científica reciente), pero la mayoría de especialistas no suele ir más allá de esa primera capa, cuando puede haber varias más por debajo y sólo la más profunda es la real. Cuántas se pueden acumular una sobre otra, es difícil decirlo pues "depende del estado mental del sujeto y de la importancia de lo que se quiera grabar sobre su cerebro 'original' por así decir." La cosa se complica todavía más cuando sabemos que el pasado puede ser alterado "en pedazos": es decir, conservando algunos datos reales y alterando otros, aunque el recuerdo de la persona mantenga la continuidad como si todos fueran parte de la misma secuencia original.

En el caso de las abducciones, "imagínate que practicamos la hipnosis regresiva con el clásico sujeto que dice haber visto una luz enorme en el cielo mientras conducía por una carretera solitaria y lo siguiente que le viene a la mente es que está seis o siete horas después en otro sitio muy diferente de la carretera y además es incapaz de recordar lo que ocurrió en ese intervalo. Es más, a veces cuanto más lo intenta, mayor es el dolor de cabeza. Bien, la hipnosis dice que la luz era un ovni que de alguna forma lo atrapó y en el cual viajaban unos extraterrestres cabezones que se llevaron al sujeto al interior para practicar con él extraños experimentos y luego borraron su recuerdo... ¡Impresionante historia! Tanto el hipnotizador como el sujeto la dan por buena y se convierte en una prueba irrefutable de lo ocurrido". Sin embargo, las capas de ocultación explicarían lo sucedido de otra forma, según me explicaba este erudito pues, si fuera posible (según él, lo es, aunque no sé cómo) hipnotizar al ya hipnotizado sujeto, es decir llevarle un nivel más "abajo" de su propia mente, descubriríamos que la historia de los extraterrestres podría ser una tapadera perfecta para otro tipo de operación. Por ejemplo, cierto gobierno de cierto país podría estar desarrollando cierto programa de experimentación mental con sus propios ciudadanos, utilizándolos como cobayas humanas. Y, para que éstos no lo descubrieran, les harían creer en una historia fantástica ("los humanos son muy aficionados a creer en historias fantásticas y, cuanto más fantásticas, mejor" me insistía el erudito alemán una y otra vez) sobre manipulaciones alienígenas.

Resumiendo: este gobierno ensaya manipulaciones mentales sobre un sujeto. Luego "hipnotiza" al sujeto para que borre de su recuerdo que ha sido capturado y sometido a experimentación por otros sujetos como él y en lugar de ello piense que han sido extraterrestres (la "luz en el cielo" que se le apareció pudo ser la de un potente foco instalado en un helicóptero, no la emitida por un ovni, sin ir más lejos). Después "rehipnotiza" al mismo sujeto para que "olvide" su traumático encuentro con los "alienígenas". De esta manera, si alguna vez la primera capa (la del olvido) se resquebraja o es perforada por un hipnotizador, los "recuerdos" que aparecerán en el sujeto serán falsos y fantásticos pero capaces de explicar lo sucedido. Y no seguirá indagando debajo de esta segunda capa (la de la abducción) para averiguar lo que de verdad sucedió (que fue atrapado por investigadores terrestres de un programa secreto). Todo ello, suponiendo que la mente del sujeto se encuentre en buenas condiciones, pues este tipo de fracturas de la memoria puede terminar enloqueciéndole.

Toda esta digresión tiene bastante que ver, aunque no lo parezca, con lo de Bruselas. Los últimos atentados en la capital belga son continuación de una larga estrategia en la que muchas de las cosas que creemos aparentemente claras no lo son en realidad. Aquí tenemos otra enorme manipulación: capas debajo de capas. Máscaras y decorados para confundir, para marear y desorientar... Algunos detalles son tan extravagantes, tan sarcásticos, como la aventura de ese misionero mormón norteamericano de 19 años que estuvo presente en Boston durante el atentado de la maratón, en París durante los atentados  de 2015 y, ahora, en Bruselas, donde resultó herido en el aeropuerto. Un misionero cuyo nombre es... Mason. Mason Wells.

En el salón suena una canción de Franco Battiato, de su disco Il vuoto (El vacío). Canta aquello de ti voglio recordar che/niente è como sembra/niente è come appare/perché/niente è real... 

O, lo que es lo mismo: 
Quiero recordarte que/nada es como se presenta/nada es como se aparece (ante nosotros)/porque/nada es real...






viernes, 18 de marzo de 2016

Medita

Lo malo de ser un espíritu es que si quieres operar en el mundo material no tienes más remedio que encarnar en un cuerpo material, con todos los inconvenientes  que ello supone, como la limitación de la percepción y la capacidad de actuación, la ralentización de actividades o la pérdida de memoria sobre quién es uno en realidad. También tiene alguna ventaja, para qué vamos a negarlo... Un espíritu no puede degustar un buen solomillo al roquefort regado por un Ribera del Duero en condiciones, por poner un ejemplo. Pero pequeños placeres como éste no compensan las consecuencias de la profunda desorientación que afecta a todos aquellos espíritus que son arrojados de forma violenta -incluso a los que bajan voluntariamente- a esta arena de los gladiadores. Para cuando logran despejar su aturdimiento, darse cuenta de quiénes son de verdad y ponerse de pie, ya tienen sesenta o setenta años de vida material y no les queda demasiado tiempo para trabajar en lo que se plantearon cuando veían el espectáculo desde la grada. Consecuencia: en cualquier momento aparece el reciario de turno y te clava el tridente en los ojos o, peor, un mirmillón que te desguaza con su gladius. Y, hale, a "morir" y vuelta a empezar otra vez.

Confieso que una de las cosas que peor llevo en este tiovivo que supone la rueda de las reencarnaciones es la constante mutación física: es una verdadera pesadez. Siempre pienso que sería más productivo para nosotros encarnar directamente, digamos, con veinte años de edad -plenos de fuerza, con conocimientos básicos suficientes y por supuesto ya completamente despiertos y dispuestos- y trabajar así durante otros veinte, o treinta, o cuarenta años de manera regular, estable, manteniendo el ritmo..., hasta que el robot físico se desconectara de un día para otro, sin más, y adiós muy buenas: hasta la próxima. Pero lo de tener que empezar desde cero cada vida y, lo peor, ir luego desmoronándose poco a poco a medida que se acerca el final material, como un coche que se queda sin gasolina y va perdiendo la inercia hasta que se queda parado completamente, resulta irritante. A veces he protestado en Walhalla por esta situación, pero me han contestado (y la verdad es que no les falta razón, así que me he tenido que callar) preguntándome que a dónde pretendo ir con tantas prisas si, total, soy inmortal..., así que el número de vidas que tenga que emplear en mis cosas es absolutamente irrelevante.

Lo cual no impide, insisto, que me moleste sobremanera esa manía del cuerpo físico de colapsarse cada dos por tres con enfermedades, dolores y otras disfunciones, lo que limita aún más las actividades en este parque de atracciones por el que deambulamos entre risas y lágrimas. Tanta torpeza en ocasiones me ha llevado a experimentar la existencia física como si estuviera embutido dentro de uno de esos pesados e incómodos trajes de buzo confeccionados con lona y provistos de escafandra conectada al exterior, tan propios del siglo XIX, estando además sumergido no en agua sino en barro.

Por cierto que los problemas generados por las contrariedades materiales exigen, naturalmente, soluciones materiales. Esto, que parece de Pero Grullo, resulta por algún motivo un enigma indescifrable para una considerable legión de incautos. La verdad, no termino de entender cómo alguien en su sano juicio puede plantearse siquiera que una dificultad en la salud física pueda resolverse simplemente gracias a una "conspiración del universo para ayudarte cuando tú lo deseas de verdad", una conjunción de "intereses cósmicos" o ayudas de los supuestos "hermanos mayores",  que sea posible poner en marcha  repitiendo una serie de oraciones, o de mantrams, o de fórmulas de autoayuda dichas en voz alta para solucionar prácticamente cualquier cosa. Sí, vale, aceptemos que la enfermedad en los planos más densos es una manifestación solidificada de un desequilibrio en planos más etéreos, pero una vez que está aquí, no se puede luchar contra ella allí. Estoy seguro de que los crédulos que aceptan la posibilidad de que un cáncer terminal se pueda resolver ingiriendo exclusivamente una fruta tropical, no arreglarían el motor de su coche colocándole una vela a san Cucufato ni darían una nueva vida a su personaje de videojuego repitiendo cien mil veces el om mani padme hum delante de la consola. Todo esto tiene que ver, de nuevo, con el viejo tema del lloriqueante "que alguien (allá en el Cielo o -quién sabe- en el Infierno, pero alguien poderoso en todo caso) me salve, por favor", en lugar de tomarse uno la molestia de sanarse a sí mismo utilizando las medidas adecuadas para ello.

 Otra historia es que haya que atiborrarse de medicamentos y químicos de todo tipo para recuperarse de un problema de salud. Conozco a demasiada gente que se toma los ibuprofenos como si fuesen gominolas..., y a varias personas que han pagado muy cara su afición a ingerir píldoras, en especial si lo hacen motu proprio. El mundo contemporáneo, donde el umbral del dolor y la resistencia a la frustración están más abajo que en ninguna de las épocas históricas que nos precedieron, nos ha
 acostumbrado a vivir entre algodones como si la vida cómoda fuera deseable. Pero también el azúcar nos gusta y lo consumimos a todas horas (hasta en el pan de molde integral..., es tan interesante como aterrador tomarse la molestia de leer las descripciones de las etiquetas en los envoltorios de los productos procesados que compramos para comer), siendo como es uno de los venenos más peligrosos de los muchos que nos rodean en esta aparente "vida segura" del llamado mundo desarrollado.

Hay algunos tratamientos médicos muy eficaces que el común del homo sapiens suele ignorar olímpicamente pese a su probada eficacia..., porque no los receta como obligatorios un señor vestido con bata blanca. Sin embargo, ya decía el amigo Swift que los mejores médicos del mundo eran el doctor dieta, el doctor alegría y el doctor reposo. Habría que añadir algún especialista más a este peculiar cuadro médico, como por ejemplo el doctor sexo y sobre todo el doctor risa. Y otro que se ha incorporado recientemente: el doctor meditación.

Ha sido nada menos que la revista Journal of Neuroscience la que ha confirmado esta misma semana que la meditación no sólo garantiza el alivio del dolor sino que además lo hace con rapidez y sin necesidad de tomar medicación alguna ("no se basa en opioides", dice textualmente, lo que me parece que es decir bastante). Y, lo que más me gusta del informe, el reconocimiento de que "aún no sabemos por qué". La vida sin misterios es, definitivamente, un aburrimiento. Esta publicación especializada recoge un estudio encabezado por el norteamericano Fadel Zeidan, profesor de neurobiología y anatomía del Wake Forest Baptist Medical Center de Carolina del Norte, que se quedó de piedra al comprobar científicamente la eficacia de una actividad empleada desde tiempos inmemoriales por los alumnos de las Escuelas de Misterios en distintas partes del mundo, aunque en algunos lugares se llamara meditación y en otros, de otra forma.

Zeidan y su equipo estudiaron las reacciones de casi 80 voluntarios a una parte de los cuales se les inyectó un compuesto llamado naloxeno, cuya característica más interesante es que bloquea el funcionamiento del sistema de opiáceos naturales generados por el propio cuerpo humano (por ejemplo, las conocidas endorfinas), mientras que a otra parte se les inoculó un simple placebo. Luego  utilizaron una sonda calentada a 49 grados centígrados para generar mucho dolor a los voluntarios y se pidió a cada uno de ellos que evaluara hasta qué punto había sufrido con esta intervención. Resultó que aquéllos que recibieron dosis de naloxeno y además meditaban habitualmente (aunque lo hicieran sólo tras un período breve de entrenamiento), pero sólo ellos, sintieron un 24 % menos de dolor que los demás, lo que prueba su efecto analgésico. Los investigadores van a intentar determinar ahora en qué medida afecta la meditación en los casos de dolor crónico... Aunque las autoridades estadounidenses se han sentido interesadas desde ya, porque sólo en su país y según datos del Instituto de Medicina de EE.UU., se calcula que existen unos 100 millones de personas que padecen este tipo de dolor y por tanto necesitan una medicación que cuesta un dineral. Eso, sin tener en cuenta la adicción que desarrollan muchos enfermos hacia sus medicinas.

Ojo, porque no es la primera vez que se habla públicamente de lo que siempre fue un secreto a voces entre los practicantes habituales de meditación. Ya en 2011 otra investigación publicada esta vez en la revista New Scientist hablaba de la importancia de manejar la mente para recuperar y/o mantener la salud y explicaba que los pacientes que poseen un alto grado de fe en sí mismas, que meditan y visualizan de manera habitual, se enferman menos que la media y, si padecen algún trastorno, responden siempre mejor a todo tipo de tratamientos. De alguna forma, la meditación estimula al sistema inmunológico que, en última instancia, es quien nos protege de las agresiones externas. Además, evita la depresión y los estados de ánimo pesimistas, que conducen también indefectiblemente hacia la enfermedad. Y por si fuera poco, retrasa el envejecimiento. Lo dice un estudio de otro centro norteamericano, la Universidad de California-Davis, cuyos investigadores descubrieron que las personas acostumbradas a meditar, incluso con apenas 11 horas de entrenamiento, generaban mayores cantidades de una enzima que fomenta la producción de telomerasa, la "armadura" que protege a los cromosomas y que, hoy sabemos, se debilita cada vez que una célula se divide, proceso que conduce a la vejez de esa célula y por tanto del cuerpo que la contiene. Los meditadores, según varios experimentos, también ven incrementada la eficacia de sus hormonas sexuales y de crecimiento, pueden reducir su nivel de cortisol e incluso son capaces de alterar la amígdala: esa zona del cerebro, tan reptiliana ella, que regula el miedo junto con esa ancestral doble respuesta de huir o combatir contra una amenaza. Esto es particularmente interesante para aquellos buscadores de la verdad que estén decididos a abandonar su pasado reptiliano en busca de una humanización real de su identidad.

Buda dijo que todo lo que es el ser humano surge de sus propios pensamientos. Tampoco aportaba nada nuevo, puesto que el primer principio hermético contenido en la Tabla de Esmeralda de Hermes el tres veces grande nos anuncia desde hace milenios que Todo es mente, el universo es mental.






viernes, 11 de marzo de 2016

El experimento de Ypsilanti

Muchas de las personas que se horrorizan leyendo acerca del calvario y la crucifixión de Jesús el Cristo hace un par de miles de años (o quizá menos de lo que oficialmente creemos) hubieran hecho lo mismo que sus verdugos sin demasiadas contemplaciones, o al menos lo habrían aplaudido como algo justo, aunque les guste pensar lo contrario. No hay nada que moleste más a un homo sapiens que despertar del blando y engañoso estado de ensoñación en el que transcurre la mayor parte de su vida y enfrentarse a la realidad, motivo por el cual no suele perdonar a quien se atreva a actuar como despertador para sacarle de la cama. Como dijo alguien que sabía algunas cosas sobre la mente humana, los complejos, los prejuicios, los topes y otras barreras que nos autoimponemos a nosotros mismos en el cerebro son en realidad simples amortiguadores ante la crudeza de la vida, que un asombroso número de personas son incapaces de aceptar tal cual ésta es. Estas gentes prefieren vivir en su falsa niebla de falsas certezas y diarias rutinas porque se sienten a salvo sin ver más allá de sus narices, de la misma forma que el niño pequeño que se esconde debajo de una sábana piensa que ahí está fuera del alcance de los monstruos que rondan por su dormitorio.

De ahí ese viejo refrán hermético que advierte desde antiguo a los buscadores de la Sabiduría de que "La leche es para los niños y la carne es para los hombres". No pocos aspirantes a masticar un buen T-bone steak se han dejado en el intento no ya su dentadura, sino su cordura e incluso su vida, porque no sabían, o no querían saber, que apenas estaban capacitados para digerir biberones.

La mayoría de la gente intuye algo de esto, aun inconscientemente. Y teme enfrentarse a ello. Es por eso por lo que niega y descalifica cualquier posibilidad de que el mundo no sea en absoluto como imagina. Personalmente, estoy aburrido de debatir con personas que afirman con vehemencia su condición de seres libres, dialogantes y de mente clara -y además dicen poseer multitud de cualidades tradicionalmente atribuidas al ser humano-, cuando en realidad se trata de galeotes robotizados que responden de manera automática a los estímulos adecuados y no entienden su condición de esclavos en una existencia que no les pertenece. O, como diría el Viejo Fritz, "sordos que no escuchan la música y por ello creen que quienes bailan con ella están locos"...

Una de las verdades más terribles que uno puede revelarle a un homo sapiens es que él mismo no es quien cree ser, que lleva toda su vida viviendo una falsa identidad. La comprensión profunda de esta idea sirve para dinamitar todas las estructuras mentales y puede actuar como el elemento definitivo de regeneración y salvación interna o como un ancla atada al tobillo de un náufrago que se hunde irremisiblemente y para siempre. La historia de la Ciencia Ficción nos ha dejado obras memorables a partir de esta premisa, aunque con el irónico resultado de que la mayoría de quienes leyeron esos relatos o vieron esas películas no se dieron en absoluto por aludidos -lo cual en el fondo fue bueno para mantener su estabilidad mental-. No obstante, para un puñado de personas medianamente preparadas, el mensaje fue tan reconfortante como útil. Y seguro que más de una logró iniciarse en el Camino del Héroe o del Guerrero cuando entendió, aún en una pequeña parte, aquellas palabras de Gurdjieff en las que urgía al ser humano a "escapar" por ser ésta la "única tarea imprescindible" en esta vida.

Muchos científicos homo sapiens han estudiado este problema de la identidad porque, como seres más instruidos que sus congéneres, no tardaron en toparse con las contradicciones, las incoherencias y las falsedades del Gran Decorado. Pero su error fue limitarse a estudiar dentro de su propio paradigma, como si pudieran o supieran extraerse a sí mismos de él. Actuaron como peces de acuario tratando de comprender a otros peces del mismo, sin darse cuenta de que para entender de verdad su entorno deberían abandonarlo y lo primero necesario para ello habría sido su propia mutación, un proceso que ni siquiera serían capaces de imaginar. Es una metáfora, por supuesto: los peces de acuario no pueden salir de él pero..., ciertos humanos sí. En este momento hay que recordar la pista principal para acercarse a la resolución del enigma y es que la salida de la mazmorra siempre está dentro de ella y no fuera, como han creído tantos incautos que fracasaron en sus propósitos.

Uno de estos científicos fue el psicólogo judeopolaco Mendel Rokicz, nacionalizado norteamericano con el nombre de Milton Rokeach, famoso en su oficio gracias a la publicación en 1964 de su libro Los tres Cristos de Ypsilanti que recoge el experimento que desarrolló durante un par de años con tres enfermos mentales en una clínica de esta pequeña localidad ubicada en el Estado de Michigan, en el norte de Estados Unidos. No sé cómo sería como persona pero en la foto más conocida que existe de él y que vemos aquí al lado parece un auténtico Doktor Fronkonstin, como diría Gene Wilder... Deseando profundizar en el concepto de identidad de las personas así como en su sistema de creencias -es decir, por qué éstas creen ser quienes son-, empleó el viejo argumento de "eh, déjenme utilizar a varios humanos como conejillos de indias porque gracias a mis estudios voy a curarlos". Podemos adelantar que, por supuesto, no lo consiguió. El caso es que la petición fue aceptada y se puso a buscar locos que creyeran ser Jesús. ¿Por qué este personaje y no otros que pensaran ser Julio César o Napoleón, por ejemplo? Es evidente: según la Biblia, Jesús sólo hubo uno y era hijo de Dios. Por lo tanto, las reacciones de alguien que dice ser un ser divino concreto frente a otros que dicen ser el mismo ser divino debían ser mucho más interesantes que el de otros que pensaban ser también personajes famosos, pero sólo humanos.

De la docena de jesuses que rastreó entre 25.000 pacientes de casi media docena de hospitales psiquiátricos en Michigan, escogió a los dos que ya vivían juntos -aunque no en la misma habitación- en el centro de Ypsilanti e hizo trasladar allí a un tercero. En connivencia con las autoridades médicas, se diseñó un plan de actividades conjuntas para que los tres durmieran en camas adyacentes y trabajaran el mayor tiempo posible en común. Lo único que había que hacer era sentarse a observar y tomar apuntes.

Los pacientes eran dos norteamericanos y un canadiense. Los primeros eran Clyde Benson, natural de Michigan -que sufrió la muerte de la mayor parte de su familia en un accidente de tráfico, cayó en el alcoholismo y acabó en la cárcel, donde se trastornó- y Leon Gabor de Detroit -de familia ultra religiosa, tras servir en el ejército volvió a vivir con su madre y empezó a oír voces que le convencieron de que era el mesías-. El oriundo de Canadá era Joseph Cassell -cuya vida familiar se truncó por la paranoia de que iba a ser envenenado y, una vez ingresado en el centro psiquiátrico, su trastorno evolucionó hacia su asunción del papel divino-.

El experimento comenzó el 1 de julio de 1959 y debió ser realmente sugestivo contemplar cómo se reunieron la primera vez los tres en la misma sala que Rokeach y cómo, cuando éste les pidió que se presentaran, todos dijeron ser el mismo Jesús. Ante lo chocante de la situación, cada uno de ellos trató de explicarla en un principio desarrollando su propio argumento. Cassell decía que ninguno de los norteamericanos podía ser Jesús, porque ambos eran pacientes de una institución psiquiátrica -aunque era incapaz de reconocer que el argumento le afectaba a él también-. Gabor decía que el único Jesús real era él y que los otros dos sólo decían serlo porque buscaban reconocimiento y prestigio del resto de los internados. La explicación más interesante a mi juicio era la de Benson, quien dijo convencido de ello que ni Gabor ni Cassell estaban vivos de verdad, sino que se trataba de una especie de muñecos animados por sendas máquinas, por lo que sugirió a Rokeach que extrajera las "máquinas" del interior de ambos para ver cómo sus competidores, simplemente, dejarían de hablar.

(Entre paréntesis, no deja de llamarme la atención la cantidad de experimentos psicológicos, algunos moralmente más que cuestionables, que se desarrollaron en los Estados Unidos durante la segunda mitad del siglo XX; el lector habitual de esta bitácora sabe que hemos tratado varios de ellos con cierto detalle)

Después del primer encuentro, Rokeach se dedicó a estudiar la relación entre los tres, estableciendo periódicos debates sobre todo tipo de temas: desde su infancia hasta sus familias y, naturalmente, sus identidades. Tres semanas después de comenzar el experimento, Benson atacó a Gabor porque éste insistía en que el Adán del Génesis no podía ser como aparecía en los cuadros religiosos sino que a la fuerza tenía que ser de color negro. La agresión no fue grave, aunque se produjeron varios enfrentamientos más hasta que la tensión entre los tres fue normalizándose y finalmente fueron capaces de debatir entre ellos sin recurrir a la violencia. Los debates continuaron pero, dos meses después del comienzo del experimento, los tres evitaban el tema de su identidad. Podían hablar de cualquier otra cosa pero preferían no enfrentarse entre sí, aunque cada cual seguía convencido de ser el verdadero Jesús. De hecho, Gabor se presentó en cierta ocasión con una tarjeta de visita escrita a mano donde incluía su nombre y sus títulos:  Dr. Domino dominorum et Rex rexarum, Simplis Christianus Puer Mentalis Doctor, reencarnación de Jesús de Nazaret. Más adelante, cambió su nombre y dejó de ser "señor de señores y rey de reyes" para convertirse en Dr. Righteous Idealed Dung Sir Simplis Christianus Puer Mentalis Doctor o, simplemente, Doctor Dung (Doctor Estiércol).

Pero el otro momento quizá más llamativo de la experiencia, según el libro de Rokeach, fue cuando éste les leyó un artículo aparecido en un periódico local que hablaba sobre el experimento en el que estaban participando y les preguntó si sabían a quiénes se refería la noticia. De nuevo fue Benson quien dio la respuesta más interesante: "¿Por qué nadie perdería el tiempo tratando de ser otra persona cuando ni siquiera es ella misma? ¿Por qué no puede ser ella misma?"  Estas palabras resultan muy reveladoras, porque el razonamiento es exactamente el mismo que emplea la gente "cuerda" tal cual explicábamos al comienzo de este artículo. Benson no sólo pensaba ser Jesús sino que creía que eso era lo normal, que era él quien tenía la razón, aunque estuviera rodeado de otras personas más o menos desorientadas. Es lo mismo que opinan de sí mismas la mayoría de las personas que conozco, que se consideran perfectamente normales e integradas en el mundo.

El experimento duró hasta el 15 de agosto de 1961, poco más de dos años después de su primera entrevista, cuando los tres jesuses se reunieron por última vez porque Rokeach había satisfecho su curiosidad y de paso había comprobado que era incapaz de devolver a la normalidad a ninguno de los pacientes. De hecho, ellos tres habían aprendido hacía ya mucho a convivir tranquilamente y sin enfrentamientos entre sí. Sabían que podían hacerlo, siempre que no discutieran por su identidad, a la que por cierto ninguno de ellos renunció. El libro recogiendo lo ocurrido apareció publicado por vez primera en 1964 y fue criticadísimo por los expertos ante la obvia manipulación y nula honradez de Rokeach a la hora de tratar a sus cobayas humanas. Con el tiempo, el propio psicólogo se arrepintió públicamente de lo que había hecho para frenar los ataques contra su persona, aunque tengo mis dudas sobre hasta qué punto lo hizo porque la verdad es que siguió reeditando el libro una y otra vez hasta el final de sus días.

"Una simple historia de locos, que a mí particularmente no me afecta porque estoy perfectamente cuerdo" podría bufar algún lector pero ¿lo está de verdad? ¿O cree estarlo, como los tres de Ypsilanti?




viernes, 4 de marzo de 2016

La última gran trampa de la caja de Pandora

La Universidad de Dios en la que tengo el privilegio de estudiar desde hace ya casi treinta años (aunque no he pasado de tercer curso..., la verdad es que es una carrera francamente difícil pero tampoco me extraña, teniendo en cuenta la licenciatura que obtienen los pocos graduados que consiguen terminarla) es un lugar muy especial, poblado de gente muy especial. Quiero decir, que no se trata sólo del profesorado tan particular que tenemos (con sabios de todas las épocas y de todos los lugares del mundo), ni de las actividades que desarrollamos (se me dan bien algunas cosas como la materialización mágica cuando me pongo a ello y estoy haciendo mis pinitos con otras como la telepatía, pero sigo suspendiendo exámenes básicos como los de omnipresencia) en nuestro campus, que brilla esplendoroso en medio de una conocida ciudad que no mencionaré habitada por homo sapiens (para quienes paradójicamente, resulta invisible precisamente por brillar tanto: la luz ilumina, pero también ciega). Esa gente especial también son los propios estudiantes que compartimos estas bizarras aulas universitarias. He conocido aquí a algunos verdaderamente interesantes y también me he reencontrado con otros con los que ya compartí diversas aventuras en vidas anteriores. Hay pocos momentos tan gratificantes como volver a encontrar a un viejo camarada de armas y constatar que sigue en la lucha a pesar del tiempo y las vicisitudes.

Pues bien, el otro día me fui a trasegar vodka con hielo con uno de estos antiguos conocidos. La última vez que vi con vida a Art el Hiperbóreo -la última vez antes de la existencia actual- partía con otro grupo de soldados con intención de plantar una defensa desesperada contra un enemigo muy numeroso que había abierto brecha, algo más al norte de donde yo estaba inmovilizado con mi propia unidad en un trance similar. Sabía que iba a la muerte, por supuesto. Su grupo era reducido y no tendrían refuerzos. Nosotros tampoco los tendríamos y no nos esperaba un futuro mejor. Todos habíamos recibido órdenes de aguantar en nuestras respectivas posiciones y tapar los huecos que se produjeran, pero sin retirarnos. Disparar hasta el último cartucho y luego defendernos a bayonetazos o a pedradas si era preciso. Art era el único de los que quedaban en su regimiento que no tenía miedo al desastre inminente que se cernía sobre nuestras cabezas y por ello sus compañeros le llamaban "el loco". A mí me pasaba lo mismo pero, como además me reía entonces igual que lo sigo haciendo ahora hasta de las situaciones más dramáticas, mi apodo era "el bufón". El loco y el bufón éramos amigos desde tiempos anteriores, claro. De hecho, llevamos ya varias vidas juntos aunque ahora mismo no recuerdo cuántas. Sabíamos que, después de todo, lo de morir no es tan dramático..., siempre que seas un ser humano de verdad y no un simple homo sapiens, claro, así que jugábamos con ventaja en eso de no tener miedo. Bueno, el caso es que nos mataron a los dos, como era de esperar, y cada uno lo hizo en compañía de sus respectivos colegas de armas, no sin antes dar cuenta de un buen puñado de enemigos... Y años después, ya en la vida actual, volvimos a encontrarnos en la Universidad de Dios. Esta semana quedamos a tomar algo después de las clases un poco para charlar sobre los viejos tiempos y otro poco para especular sobre los próximos.

- Estoy leyendo mucho sobre mitología últimamente -me dijo Art, entre sorbo y sorbo de su vodka con hielo- y me he quedado impresionado al comprobar cómo están de retorcidos los viejos mitos.

- Sí, aunque todavía puedes encontrar el significado si buceas lo suficiente -le contesté.

- A veces hay que bucear mucho. Hasta profundidades impensables en un primer momento. ¿Conoces el mito de Pandora?

¿Cómo no voy a conocerlo? Está entroncado con el mismo origen de la existencia del homo sapiens, tal y como lo cuentan diversas civilizaciones antiguas, por cierto en franca contradicción con el punto de vista del judeocristianismo (que lleva dos mil años empeñado en hacernos creer que hombre y mujer son poco menos que el pináculo de la Creación, lo más grande que jamás se le ocurrió hacer a Dios), pues en ellas se explica claramente que el origen de los seres humanos no fue otro sino el de servir a los dioses y que sólo la intervención de un Rebelde permitió el milagro de darles la oportunidad de convertirlos a ellos también en divinidades. En la leyenda griega, por ejemplo, los dos hermanos titanes conocidos como Prometeo y Epimeteo, nietos de Gea, la diosa Tierra, reciben el encargo de poner orden entre las criaturas recién creadas para el planeta: dándoles nombre, concediéndoles alguna cualidad concreta y entregándoles una misión a cada uno de ellos. También al homo sapiens, un ser con una capacidad superior al resto de los animales pero inferior a la de los dioses, con objeto de que se ocupe de todas aquellas tareas indignas para los habitantes del Olimpo. En alguna variante de la mitología, Prometeo modela incluso el cuerpo humano a partir del barro, aunque tiene que recurrir a dioses 
 más poderosos para animar su muñeco material. Lo cierto es que los dos hermanos tenían caracteres muy diferentes: Prometeo era activo, resolutivo y podía prever los acontecimientos gracias a su perspicacia e inteligencia. Epimeteo era más pasivo, lento e incapaz de entender las cosas hasta que ya habían sucedido. Esa falta de previsión le llevó a entregar dones a todos los animales..., menos al humano. Cuando le tocó el turno al homo sapiens,  ya se le habían terminado las cualidades a repartir. Apiadándose de esta especie intermedia, ni animal ni divina, a la que los dioses no sólo estaban decididos a explotar sino a utilizar para su diversión, Prometeo aprovechó que los dioses descansaban tras un banquete para entrar en el Olimpo y, tras robar el fuego a Hefesto y la sabiduría a Atenea, llevar sus regalos a los humanos. Así cambió su destino y les dio la oportunidad de llegar realmente a convertirse ellos mismos en seres divinos en algún momento, si eran capaces de perseverar en el camino adecuado.

Zeus montó en cólera, naturalmente, cuando se enteró de lo ocurrido y organizó una de sus elaboradas venganzas. En primer lugar hizo prender a Prometeo quien fue trasladado al Cáucaso y, allí encadenado a una roca que debía ser permanentemente castigada por la luz y el calor de Helios, el Sol. Era como decirle: "¿No querías fuego? Pues te vas a hartar". No sólo eso sino que hizo llamar a una de sus águilas para que devorara el hígado del titán. Como éste era inmortal, el órgano le volvía a crecer cada día y cada día volvía a ser devorado por el águila. Este brutal suplicio duró mucho tiempo, hasta que Herakles acertó a pasar por allí en sus búsqueda de las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides. El semidiós mató al ave solar de un flechazo y liberó a Prometeo, quien a su vez le ayudó a conseguir su propósito y triunfar en otro de sus doce trabajos. Zeus no se enojó esta vez cuando se enteró de lo ocurrido, porque Herakles era su hijo y pensó que una hazaña así ayudaría a inmortalizar su memoria entre los hombres y entre los dioses. De esta manera fue liberado el Rebelde, según los griegos, aunque llevaría consigo a partir de entonces un anillo con un pedazo de la roca donde había sufrido su tortura. Casi diríamos que inmortalizó esa roca junto con su experiencia...

Mas la venganza del llamado padre de los dioses tuvo una segunda parte destinada a las criaturas humanas que, gracias a los obsequios de su titánico benefactor, vivían francamente bien. Sucedió antes de la ordalía prometeica. Resulta que todos los males del mundo estaban todavía por distribuir y se amontonaban en el interior de, según versiones, un baúl, una jarra, un ánfora o una caja. Allí se hallaban el dolor, la pobreza, el egoísmo, el hambre, el crimen, el rencor, la enfermedad... Epimeteo era el encargado de guardar ese peligroso recipiente cuidadosamente precintado. Sabiendo esto, Zeus creó a una mujer, Pandora, que poseía todas las cualidades para deslumbrar a cualquier hombre: era hermosa, simpática, agradable, de conversación amena, hábil con la música... De hecho, su nombre griego Panta dora significa la que tiene todos los dones. No obstante, como todas las mujeres era también muy curiosa. Pandora fue enviada a conocer a Prometeo y Epimeteo y se enamoró del primero.
Éste no confiaba, con razón, en los regalos de los dioses y gracias al sexto sentido que le permitía prever el futuro no sólo no quiso nada con la mujer sino que advirtió a su hermano de que tampoco se relacionara con ella. Epimeteo, que no se caracterizaba como sabemos por ser alguien muy despierto, hizo caso omiso y se rindió a los encantos de Pandora. Se casó con ella y se la llevó a vivir a su casa. Y poco después sucedió lo que Zeus había previsto que sucediera. Cuando Pandora se enteró de la existencia de la misteriosa tinaja cerrada quiso saber lo que había en su interior y, ni corta ni perezosa, la abrió inocentemente. Espantada, contempló cómo surgían de allí las cosas malas que desde entonces atormentan al homo sapiens. Cuando quiso sellar de nuevo el recipiente, todos los desastres ya se habían escapado, dispuestos a hacer de las suyas a partir de ese mismo momento... No obstante, aún faltaba algo por salir: Elpis, el espíritu de la esperanza, que se quedó encerrada en el interior. De ahí viene, por cierto, ese antiguo refrán de la esperanza es lo último que se pierde.

- Claro que conozco el mito de Pandora -contesté a Art el Hiperbóreo.

- ¿Lo conoces de verdad? -insistió él, enigmático, antes de añadir:- Fíjate hasta qué punto han sido deformados los mitos originales. O la explicación de los mismos. ¿No resulta extraño que la esperanza, algo en teoría tan positivo para el hombre, estuviera encerrada como un mal más, dentro del baúl de Epimeteo? Si era algo bueno, ¿por qué la mantendrían a buen recaudo los dos hermanos en lugar de haberla dejado suelta por el mundo para beneficio de las criaturas humanas?

- Pues... -confieso que Art me tomó desprevenido, nunca me había planteado algo así pero tenía toda la lógica: si habían dejado salir a la belleza, la bondad, el amor, la inteligencia..., ¿por qué no a la esperanza?

- Aún más. ¿No resulta también raro que Elpis no se liberara junto con el resto de espíritus allí cautivos cuando tuvo el mismo tiempo que los demás para hacerlo y que Pandora pudiera volver a cerrar el recipiente con ella dentro? ¿Por qué no salió? ¿Tal vez porque tenía orden de Zeus de no escapar y convertirse así en la tercera parte de su venganza?

- ¿A dónde quieres llegar a parar?

- Querido hermano de armas, tú sabes que una de las diferencias fundamentales entre el 'homo sapiens' vulgar y el ser humano real, una de las fuerzas que diferencian al esclavo del libre, es la voluntad. Ésta constituye el gran poder oculto del mago, el que le permite actuar con las fuerzas de arriba tanto como con las de abajo. Querer es poder. Pero, para ejercer la voluntad eficientemente, uno primero debe ser consciente de sí mismo y de su lugar en el mundo. El que ocupa en este momento y el que quiere llegar a ocupar. Luego debe entrenarla a diario para fortalecerla, como quien va al gimnasio a entrenar músculos físicos, porque la voluntad es un músculo espiritual. Y finalmente, cuando está en condiciones de actuar, lo hace de acuerdo con su inteligencia y su mapa personal. Pero, ¿qué hace el hombre que tiene esperanza? ¿De dónde viene la palabra 'esperanza'?

- Del verbo 'esperar', claro... -deduje; en ese momento comencé a entender lo que me quería decir- La esperanza es un estado de ánimo en el que uno desea algo y cree que lo conseguirá..., aunque finalmente no sea así. Una persona puede tener una esperanza de vida de 80 años y morirse a los 30, por ejemplo.

- Una persona con esperanza es una persona encadenada, inmovilizada, autoengrilletada -sentenció Art rotundamente-. Existe ese otro refrán que advierte de que "El que espera, desespera". Los romanos llamaron Spes a Elis. Y la consideraban hermana..., ¿sabes de quién? ¡Del Sueño y de la Muerte! Su color característico era el verde, supuestamente el color de la vegetación nueva..., pero Osiris, el dios egipcio de los muertos, también era de color verde. Y además la representaban alada, porque era imposible retenerla consigo, siempre lograba escaparse de los atribulados humanos. Entendamos esto: la esperanza promete..., pero es lo habitual que no cumpla. Después de todo, no llegó a salir del interior del recipiente abierto por Pandora.

- Hermana del Sueño y de la Muerte... -reflexioné en voz alta, asombrado ante las implicaciones que ello descubre, cuando uno es capaz de pensar como lo hacían nuestros ancestros en lugar de divagar como nuestros contemporáneos.

- La gente que se abraza a la esperanza nunca hará nada por liberarse del poder de los Amos ni del Demonio al que sirven, por la sencilla razón de que aguarda que otros lo hagan por ella. Nunca buscará la sabiduría por sí misma, ni cruzará el Puente Peligroso, ni buscará el Santo Grial o el Vellocino de Oro. No descubrirá al Dios que vive en sí ni podrá asaltar los Cielos. Preferirá perder su vida como los cerdos enfangados en la granja, en estado de semiinconsciencia, el único que ha conocido, aunque posea fuertes sospechas, incluso indicios, de que no es el mejor al que puede aspirar. La gente que vive de esperanza no vive de realidad: aguarda permanentemente la llegada de un líder, de un rey, de un salvador, de un mesías, de un extraterrestre..., de un dios. En todo caso, de alguien que haga el 
trabajo que tiene que hacer ella consigo misma. Querrá que un superhombre, o una supermujer, le guíe, le proporcione una vida cómoda, le indique lo que es necesario hacer o dejar de hacer, le proteja, le adelante el futuro, le lave los pecados, le haga feliz... Un ser ideal que nunca llegará, por más que su anhelo se transmita generación tras generación. Porque todo eso que desea que otro haga por uno nadie puede hacerlo si no es uno mismo, cada cual de manera personal e intransferible con sus propias e inimitables circunstancias en su lucha particular. Esa gente, vencida por la cultura y la religión, nunca levantará la vista del suelo, no se atreverá a mirar fuera de la caverna de la que habló Platón, derrochará los días de su vida como el ganado que pace tranquilamente aguardando sin saber el día de su sacrificio. Por supuesto, jamás conocerá el camino del Guerrero, la única senda que permite escapar de la gran prisión sin barrotes que le agobia, le oprime, le atormenta..., pero de la que no se atreve a fugarse. Y aún más: si tuviera la fortuna de conocer a uno de estos guerreros de verdad, le temería y le odiaría y lucharía contra él y le perjudicaría en lo posible, por inconsciente envidia y por desesperado pavor a ver la Verdad desnuda ante sí misma... Así que la esperanza es la última gran trampa. La peor de las trampas, que Zeus destinó como castigo para los protegidos de Prometeo pues sólo el hombre desesperado, el que comprende su profunda soledad en medio de la multitud, puede decidir movilizarse, actuar por sí mismo e iniciarse como Guerrero.

Quedé pensativo mirando cómo se derretía el hielo de mi vaso de vodka. Y sólo pude recordar aquel texto de Friedrich Schiller, Wallensteins Lager, en el que un soldado llamaba al combate a sus camaradas porque "si no arriesgáis la vida, jamás os la habréis ganado"...