Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 30 de abril de 2010

Povera Patria

Es inútil presentar a Franco Battiato. Se le conoce o no se le conoce. Se ha recorrido con él los caminos de la mística, del sufismo, de la alquimia, de los profetas y los atlantes..., o no. Este siciliano de perfil característico, estilizado y sonriente como un ángel desgarbado, es la última reencarnación de los viejos minnesänger: un hombre fuera de su tiempo, fuera de todo tiempo. No time, no space. Es una de las pocas personas, poquísimas (contadas con los dedos de una mano), a las que he entrevistado a lo largo de la profesión periodística y que me ha impresionado profundamente en el contacto personal. Porque es más de lo que aparenta.

Su momento de gloria llegó durante los años ochenta, cuando cosechó un éxito tras otro a partir de su archifamoso Centro di gravitá permanente que los jóvenes bailaban enloquecidos en las discotecas sin entender la extraordinaria letra que se escondía tras su ritmo pegadizo (es una experiencia verle cantar esta canción en sus conciertos, moviéndose de un lado a otro como poseído, hasta que llega al estribillo -Cerco un centro di gravitá permanente, che non mi faccia mai cambiare idea sulle cose sulle gente...- y se queda entonces absolutamente estático, en pie, sólido como el axis mundi). Detrás siguieron otros grandes éxitos como Cuccurrucucu, Voglio vederti danzari, La stagione dell'amore, I treni di Tozeur..., y en 1985 el desembarco en España (y de ahí a Iberoamérica) con su primer álbum de éxitos traducidos a nuestro idioma: Ecos de danzas sufí. Battiato aparecía en todos los programas musicales y de variedades de la televisión, sus canciones sonaban en todas las radios, alguna entrevista se le podía leer en la prensa española. Y de pronto...

De pronto publicó en 1991 una nueva joya, a la vez en italiano y en español, titulada
Come un cammello in una grondaia/Como un camello en un canalón, en la que mostraba bien claro el hastío y la repugnancia que le producía la hipocresía, el cinismo y la maldad de nuestra sociedad contemporánea y, en especial, la suya, la italiana, sacudida por los escándalos de Tangentópolis (La ciudad de los sobornos) y el insultante poderío de la Mafia que asesinó en un brutal atentado a uno de los grandes hombres de la Italia moderna, uno de los muy pocos héroes que tuvo valor para enfrentarse a los gangsters y a los políticos corruptos que les protegían: el juez Giovanni Falcone. De ahí el título del álbum, y de la canción, que expresaba cómo se sentía en aquellos días tristes: "Vivo como un camello en un canalón, en esta ilustre y honorable sociedad. Y espero todavía una óptima ocasión para comprar un par de alas y abandonar el planeta..."

Pero la canción estrella de este disco era la primera, la que lo abría. Se titulaba Povera Patria (Pobre Patria) y resumía un sentimiento profundo, muy profundo, de amor a una tierra como nunca antes se había escuchado en la música ligera, por lo menos en Italia. Es un tema demoledor y se convirtió automáticamente en parte del repertorio de culto de Battiato, una canción para iniciados en su sapiencia musical. Fue esta canción la que acabó con su carrera de superestrella. Molestó a mucha gente, que estaba contenta ganando mucho dinero a costa de los "delirios místicos" de un músico extravagante pero que de pronto descubrió que este juglar podía mirar hacia las estrellas sin dejar de tener los pies en la tierra. Esa gente jamás le perdonó su emotivo carácter de denuncia, la conversión en himno de un grito desgarrador contra la barbarie y la estupidez que muchos italianos (y españoles, solidariamente) hicieron suyo. De pronto, Franco Battiato dejó de escucharse en las emisoras de radio, ya nadie le llevaba a los programas de televisión, fue vetado, como si se le hubiera tragado la tierra. Y lo cierto es que se intentó echar tierra sobre él, condenar su carrera. Sin embargo, era tarde para eso. Povera Patria constituía en el fondo sólo un ladrillo más en un sólido edificio musical que ya conocíamos demasiadas personas. El hecho de intentar deshacerse de él simplemente le convirtió en leyenda. Y las leyendas son inmortales.

A partir de entonces siguió publicando disco tras disco, ofreciendo nuevos éxitos que quizá ya no haya disfrutado el público en general pero sí todos aquéllos que le conocemos desde hace tantos años y que tuvimos la fortuna de escucharle alguna vez: Lode all'Inviolato, Breve invito a rinviare il suicidio, La Cura, Il ballo del potere, La canzone dell'amore perduto, Bist du bei mir, Io chi sono? y tantas otras..., hasta el día de hoy, en el que todavía resiste a pesar de sus 65 años (¡y hay quien pretende jubilar a esa edad a los creadores!).

Hoy, viendo lo que sucede en España, en manos de quién estamos y en qué tipo de sociedad nos han enfangado y siguen enfangando, creo que la "canción maldita" de Battiato debe sonar más que nunca, para hacer reflexionar a más de uno. La transcribo a continuación en su italiano original, y en español:


Povera patria! Schiacciata dagli abusi del potere

(¡Mi pobre patria! Aplastada por los abusos del poder)
di gente infame, che non sa cos'è il pudore,

(de gente infame, que no sabe lo que es el pudor,)
si credono potenti e gli va bene quello che fanno;

(se creen los dueños todopoderosos)
e tutto gli appartiene.

(y que todo les pertenece)

Tra i governanti, quanti perfetti e inutili buffoni!
(Los gobernantes: ¡cuántos perfectos e inútiles bufones!)
Questo paese è devastato dal dolore...
(en este país devastado por el dolor)
ma non vi danno un po' di dispiacere

(¿pero acaso no sentís ni un poco de incomodidad)
quei corpi in terra senza più calore?
(ante esos cuerpos tendidos sin vida?)
Non cambierà, non cambierà,

(No cambiará, no cambiará,)
no cambierà, forse cambierà.
(No cambiará, quizá cambiará.)
Ma come scusare le iene negli stadi e quelle dei giornali?

(¿Y cómo excusar a esas hienas en los estadios y a esos periodistas?)
Nel fango affonda lo stivale dei maiali.
(Chapoteando en el fango como cerdos)
Me ne vergogno un poco, e mi fa male
(Yo me avergüenzo un poco, y me hace daño)
vedere un uomo come un animale.
(ver a los hombres comportarse como animales.)
Non cambierà, non cambierà,

(No cambiará, no cambiará,)
sì che cambierà, vedrai che cambierà.

(Sí que cambiará, tendrá que cambiar)
Voglio sperare che il mondo torni a quote più normali
(Esperamos que el mundo vuelva a niveles más normales)

che possa contemplare il cielo e i fiori,
(que pueda contemplar con calma el cielo,)
che non si parli più di dittature

(que no se hable nunca más de dictaduras)
se avremo ancora un po' da vivere...

(aunque tendremos que ir tirando...)
La primavera intanto tarda ad arrivare.
(Mientras tanto, la primavera tarda en llegar.)



Ésta es la canción, ácida e inteligentemente ilustrada, con fotografías de personajes que no resultarán desconocidos a los conocedores de la realidad política italiana de los últimos veinte años:



jueves, 29 de abril de 2010

Escucha, pequeño hombrecito

En 1955, el médico, psiquiatra, psicoanalista, inventor, filósofo y divulgador de la teoría del orgón, el austríaco Wilhelm Reich, escribió estas reveladoras, amargas y certeras palabras: "Ha llegado el momento de ser honestos. La dictadura autoritaria no existe sólo en los Estados llamados totalitarios, sino que se encuentra tanto en la Iglesia como en las organizaciones académicas, entre los gobiernos parlamentarios igual que entre los comunistas (...) Sus elementos básicos son la mixtificación del proceso de la vida, la invalidez material y social existentes, el miedo a responsabilizarse por la propia vida y, en consecuencia, el ansia por una seguridad ilusoria y por una autoridad, sea activa o pasiva. El auténtico anhelo de democratizar la vida social, tan antiguo como nuestro mundo, se basa sin embargo en la autodeterminación, en una socialidad y moralidad naturales, en la alegría por el trabajo y la felicidad terrenal en el amor (...) estoy convencido de que nunca habrá paz permanente en el mundo y de que todos los intentos de socializar a los seres humanos serán estériles mientras los políticos y los dictadores de una u otra clase, sin ninguna noción de las realidades del proceso vital, sigan dirigiendo a masas de individuos que se encuentran endémicamente neuróticos y sexualmente enfermos (...) El conocimiento, el trabajo y el amor natural son las fuentes de la vida. Deberían también ser las fuerzas que la gobiernan, y su responsabilidad total recae sobre todos los que producen mediante su trabajo (...) Eso es lo que los acontecimientos catastróficos de nuestros tiempos nos han enseñado: educados para volverse mecánicamente obedientes, los hombres roban su propia libertad, matan a quien se la otorga y se fugan con el dictador".

Para nadie será una sorpresa saber que gracias a este tipo de lúcidas reflexiones, Reich, uno de los más brillantes exploradores del alma humana durante el siglo XX (entre aquéllos cuyo trabajo se conoce públicamente) fue perseguido, encarcelado y muerto por causas "naturales" en prisión (oficialmente murió de un ataque al corazón, un día antes de apelar su sentencia) sólo dos años después de escritas esas palabras: el 3 de noviembre de 1957. No sufrió a manos de una dictadura, sino de nada más y nada menos que de una de las mayores democracias contemporáneas: los Estados Unidos. Para rematar su calvario personal, su obra fue posteriormente descuartizada, satirizada y ridiculizada por las autoridades académicas y su fama hundida en la ciénaga de los charlatanes y vividores.

Sin embargo, el amigo Wilhelm fue uno de los más brillantes discípulos de Sigmund Freud, participó en la Sociedad Psicoanalítica de Viena y desarrolló una de las mayores y más completas investigaciones sob
re la sexualidad humana y los problemas generados de su incorrecta comprensión. Además, incorporó a la jerga científica un concepto básico del Misticismo de todos los tiempos y lugares: la energía vital básica que sostiene el universo. Lo que los hermetistas llamaban mente, los magos nórdicos identificaban con el vril y los sabios chinos conocían como chi o ki..., fue rebautizado por él como orgón, combinando las palabras orgasmo y organismo, que no en balde resultan tan homófonas. Wilhelm Reich comprobó que toda materia viva produce, y ha sido creada por, ese tipo de energía y, para refrendar su hipótesis, construyó ya en 1940 su primer Acumulador de Energía Orgónica. Buscaba acapararla para posteriormente proyectarla en los pacientes débiles o enfermos que necesitaran recuperarse.

Una prueba de la calidad de sus trabajos y de su independencia de criterio es que jamás pudo realizar su labor en paz puesto que fue perseguido por todo tipo de tend
encias políticas: tanto por los círculos marxistas comunistas como por los fascistas y los nazis y finalmente por las autoridades democráticas norteamericanas que se permitieron el lujo, después de diagnosticarle como "esquizofrénico progresivo" (la vieja práctica totalitaria de declarar loco al que dice verdades), de ¡quemar sus libros! En efecto, hablamos del gobierno de ese presunto "paladín de la democracia" llamado David Dwight Eisenhower (un presidente con una faceta personal tan oscura como desconocida para el gran público), quien el 23 de octubre de 1956 arrojó las obras de Reich a la hoguera en el Incinerador Gansevoort de Nueva York. Y porque a esas alturas de la Historia ya no estaba bien visto quemar brujos en la hoguera que, si no, la Gran Manzana habría disfrutado de un inolvidable auto de fe "entregando a Dios" a un señor tan hereje.

Gracias a Internet, Wilhelm Reich no ha desaparecido de la memoria de la Humanidad y, además de sus seguidores, cualquiera puede inf
ormarse a fondo sobre su trabajo. Así que los interesados en profundizar en su obra lo tienen bastante fácil. En este comentario sólo deseo recordarle brevemente, rendirle un póstumo homenaje (un tanto alejado en el tiempo por razones obvias) y recordar algunos fragmentos de su pensamiento contenidos en un breve librito que escribió en 1945 y que resume el terrible drama en el que vive sumida la Humanidad y que él tan bien conoció (y padeció). El texto se titula ¡Escucha, pequeño hombrecito!, está dedicado a los seres humanos comunes y corrientes, a los que integran la sociedad en su mayor parte, y es una apasionante y emotiva reflexión de este científico incomprendido sobre el mayor problema al que se enfrentan: ellos mismos.

¡Escucha, pequeño hombrecito! advierte, entre otras cosas, de estas verdades:

* Te distingues de los hombres realmnete grandes sólo por un rasgo. El gran hombre ha sido como tú, un pequeño hombrecito, pero ha desarrollado una cualidad importante: ha aprendido a ver dónde era pequeño en su pensamiento y en sus acciones. En la realización de una tarea escogida por él mismo ha aprendido a darse cuenta de la amenaza que representaba su pequeñez y su mezquindad. Entonces el gran hombre sabe cuándo y en qué es pequeño. El Pequeño Hombrecito no sabe que es pequeño y tiene miedo de saberlo. Cubre su pequeñez y debilidad con fantasías de fuerza y grandeza -la fuerza y la grandeza de otros hombres-. Está orgulloso de sus grandes generales, pero no de sí mismo. Admira las ideas que no tuvo y no las que sí pensó. Cree mucho más en las cosas que no comprende, y no cree en la veracidad de las ideas que entiende más fácilmente.

* El Pequeño Hombrecito no quiere oír la verdad sobre sí mismo. No quiere asumir la responsabilidad que le corresponde. Quiere seguir siendo un Pequeño Hombrecito o llegar a ser un pequeño gran hombre. Quiere enriquecerse o llegar a ser un líder político, o comandante de la legión o secretario de la sociedad' para la abolición de¡ vicio. Pero no quiere asumir la responsabilidad de su trabajo, del abastecimiento, de la construcción de viviendas, de los transportes, de la educación, de la investigación, de la administración... o de cualquier otra cosa.

* Te tengo miedo, Pequeño Hombrecito, un miedo mortal. Porque de ti depende el destino de la Humanidad. Te tengo miedo porque no hay nada de lo que huyas más que de ti mismo. Estás enfermo, ¡muy enfermo!, Pequeño Hombrecito. No es culpa tuya. Pero es tuya la responsabilidad de curarte. Desde hace tiempo te habrías liberado de tus opresores si no hubieras tolerado la opresión y no la hubieras apoyado tan activamente.

* No puedes comprender que existen hombres y mujeres que son incapaces de suprimirte o explotarte, que son los que realmente desean que seas libre, real y honesto. No 'te gustan estos hombres y mujeres porque son extraños para tu ser. Son sencillos y rectos; para ellos, la verdad es lo que para ti son las tácticas. Miran a través de ti, no con mofa sino dolidos ante el destino de los humanos; pero te sientes traspasado por su mirada y en peligro (...) Tienes miedo de los grandes hombres, de su proximidad a la vida y de su amor por la vida. El gran hombre te ama simplemente como a un animal viviente, como a un ser vivo. No quiere verte sufrir como has sufrido durante miles de años. No desea oír tu parloteo como has parloteado durante miles de años. No quiere verte como una bestia de carga, ya que él ama la vida y quisiera verla libre de sufrimiento e ignominia.

* Si acontece que tú, Pequeño Hombrecito, eres un psiquiatra, dígase un Lombroso, juzgan al gran hombre como a una especie de criminal, o un criminal que ha fracasado en serlo..., o un psicópata. Ya que el gran hombre, a diferencia de ti, no ve el interés de la vida en amontonar dinero, ni en la boda socialmente adecuada de sus hijas, ni en una carrera política, ni en un título académico, ni en el Premio Nobel. Por esta razón, porque no es como tú, le llamas «genio» o «excéntrico» (...) Él, por su parte, trata de afirmar que no es un genio, sino simplemente un ser humano. Lo llamas «asocial» porque prefiere el estudio, con sus pensamientos, o el laboratorio, con su trabajo, al chismorreo, tus vacías «fiestas» de sociedad. Lo llamas loco porque gasta su dinero en la investigación científica en lugar de comprar acciones y mercancías como haces tú.

* Piensa simplemente en todas las cosas que jurabas eran correctas durante tan pocos años como el lapso entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial. ¿Cuántas de ellas has reconocido honestamente que eran erróneas, de cuántas te has retractado? Absolutamente de ninguna, Pequeño Hombrecito. El hombre verdaderamente grande piensa cautamente, pero una vez que ha llegado a sustentar una idea importante, piensa en términos de largo alcance. Eres tú, Pequeño Hombrecito, quien trata de paria al gran hombre cuando su pensamiento es correcto y duradero y tu pensamiento es insignificante y efímero. Convirtiéndolo en un paria siembras en él la terrible semilla de la soledad. No la semilla de la soledad, que produce hazañas, sino la semilla del miedo a ser malentendido y maltratado por ti. Ya que tú eres «la gente», «la opinión pública» y «la conciencia social». ¿Jamás has pensado honestamente, Pequeño Hombrecito, en la gigantesca responsabilidad que esto implica? (...) No, no te preguntaste jamás si tu pensamiento era erróneo. Por el contrario, te preguntabas qué es lo que tu vecino iba a decir sobre ello, o si tu honestidad podría costarte dinero.

* Así, no sólo no ayudas, sino que destrozas maliciosamente el trabajo que está hecho para ti o para ayudarte. ¿Entiendes ahora porque la felicidad huye de ti? Porque quiere que se luche por ella y quiere ser conquistada. Pero tú sólo quieres devorar la felicidad; es por esto por lo que se te escapa; no quiere que la devores.

Y la traca final, en el último tramo del libro, cuando recomienda:

* Cambia tus ilusiones por un poco de verdad. Deshazte de tus políticos y diplomáticos. Olvídate de tu vecino y escucha lo que está en ti; tu vecino también estará agradecido. Cuéntale a tus compañeros de trabajo en todo el mundo que estás tratando de trabajar solamente por la vida, y ya no más por la muerte. En lugar de ir corriendo a las ejecuciones de tus verdugos y reos, crea una ley para la protección de la vida humana y de los bienes. Tal ley será parte de la roca que basamente tu casa. Protege el amor de tus pequeños hijos contra los ataques de los hombres y mujeres lascivos e insatisfechos. Acusa a la chismosa solterona; expónla públicamente o métela en un reformatorio en lugar de meter a los adolescentes que piden amor vehementemente. Renuncia a superar a tu explotador en la explotación cuando estés en situación de dirigir un trabajo. Tira tu traje de etiqueta y tu sombrero de copa y no pidas permiso para abrazar a tu mujer. Crea contactos con gentes de otros países, ya que ellos son como tú, en sus malas y buenas cualidades. Deja que tu hijo crezca como la naturaleza (o «Dios») lo ha hecho. No trates de mejorar la naturaleza. Trata, por el contrario, de entenderla y protegerla. Vete a una librería y no a una subasta, a un país extranjero en lugar de Coney Island. Y, lo más importante, PIENSA CORRECTAMENTE, escucha a tu voz interna que gentilmente te guía. Tienes tu vida en tu propia mano.

No, decididamente, no es extraño que Wilhelm Reich acabara convertido en un mártir (uno más) de la Humanidad.

miércoles, 28 de abril de 2010

¡Silencio!

Hoy me he enterado no sólo de que existe un Día Internacional del Ruido, sino que lleva diez años celebrándose y además ese día es precisamente este miércoles. En realidad, debería llamarse Día Internacional contra el Ruido (su nombre técnico completo es Día Internacional de la Conciencia por el Ruido, con esa manía que tienen nuestras autoridades de todo tipo a la hora de alemanizar el idioma español escribiendo en mayúscula todos los sustantivos porque sí), ya que se supone que se fijó para protestar contra las agresiones injustificadas contra nuestro sistema auditivo.

En general, se considera ruido cualquier sonido no deseado por el receptor o que, aun deseándolo, resulta indescifrable por incomprensible. Resulta que desde el punto de vista de la Física existen los ruidos “de colores” (mmmh..., sinestesia habemus): el ruido blanco, por ejemplo, aparte del título de una película de terror, es el que se corresponde con una señal de espectro plano en la banda de frecuencia que se maneja, mientras que el ruido marrón es el que está fundamentalmente compuesto por frecuencias medias y graves. Desde el punto de vista de mi clasificación personal hay ruidos más o menos irritantes: desde el soportable runrun de fondo de una redacción hasta el por-Dios-no-lo-aguanto-más avasallador martillo neumático, pasando por el que produce ese característico y desagradable conductor con complejo de inferioridad que conduce con música bakala a todo trapo en su coche a las 2 de la mañana, el violento intercambio de pareceres en una discusión a voz en grito o el glop glop del maldito grifo del cuarto de baño que no hay manera de cerrar.

Otra forma de definir el ruido que me parece especialmente interesante coincide desde el punto de vista de la Informática y la Radiodifusión: se refiere a los datos (en forma de bits informáticos en el primer caso y de sonidos en el segundo) que acompañan, como un subproducto indeseado y generalmente indeseable, al acto de comunicación y de esta manera lo "ensucian" y perturban. O, en pocas palabras: la basura generada durante el acto de la comunicación, todo aquello que sobra en ese acto.

En cualquier caso, para nad
ie es una sorpresa que España aparezca en las clasificaciones generales como el segundo país más ruidoso del mundo. ¿El segundo sólo? Me cuesta aceptar que Japón encabece esa lista y, si lo hace, estoy convencido de que es simplemente por la forzada concentración física de su población (y de sus respectivos vehículos y artilugios técnicos de todo tipo) en tan poco espacio como tienen lo que, por fuerza, ha de generar todo tipo de molestias. Si comparamos a un japonés medio con un español medio, éste último es capaz de hacer mucho más ruido en mucho menos tiempo y no hay más que echar un vistazo alrededor para comprobarlo.

Será por el carácter fanfarrón y orgulloso de los españoles o será porque las líneas Ley que atraviesan la península ibérica son perjudiciales para el buen funcionamiento de nuestros tímpanos, pero por poner un solo ejemplo el 90, tal vez el 95 %, de las conversaciones entre españoles son a gritos, hasta el punto de asustar a algunos extranjeros que llegan por primera vez a nuestro país e interpretan lo que es un amistoso intercambio de pareceres como un rudo desafío digno del equipo de rugby neozelandés. La mejor forma de pasar por extranjero en cualquier ciudad española es hablar poco y en voz baja. Hay un chiste muy famoso en el que una turista española en Londres se queja a un guía de lo idiotas que son los ingleses, porque ha preguntado a veinte o treinta de ellos y ninguno le entiende cuando les pregunta dónde está una calle concreta. El guía, extrañado, se interesa por el asunto y da por sentado que les está preguntando en inglés. Y la turista contesta: "¡Qué va! Les pregunto en español, pero hablo ALTO y CLARO para que me entiendan..., y ni aún así. Qué zopencos."

Cómo será el asunto que cierto profesional de la sanidad me sugirió hace pocos meses la mejor especialidad médica que podía cursar el hijo de unos amigos que iba a iniciar la Carrera de Medicina...: - Que se dedique a la Otorrinolaringología, me dijo sin pensárselo dos veces, o que se dedique a comercializar audífonos, porque la inmensa mayoría de los españoles estarán sordos en distinto grado de aquí a diez o quince años.

Según las últimas encuestas oficiales recogidas en la Directiva de la Unión Europea sobre Ruido Ambiental (de nuevo la alemaniza
ción de los sustantivos), en torno al 65 % (¡65 %!) de los europeos, en este mismo momento, están expuestos a un nivel medio de ruido diario de 55 decibelios, lo que de entrada genera, entre otras cosas, trastornos del sueño (pero también dolor de cabeza, hipertensión, úlceras, mayor riesgo cardiovascular, incremento de la agresividad, etc.) para estos 450 millones de personas. Y hay cerca de diez millones de europeos (un uno y medio %) que viven con un nivel de 75 decibelios, una cota considerada intolerable por la Agencia Europea del Medio Ambiente. En el caso de España, son unos 9 millones de personas (casi el 25 % de la población) los que soportan unos niveles medios de más de 65 decibelios, el límite considerado más o menos aceptable. En el caso de Madrid capital, una de las ciudades más ruidosas de Europa, ¡4 de sus 6 millones de habitantes padecen esta plaga!

El último informe publicado esta misma semana y elaborado por los Laboratorios Gaes, precisa además que el tráfico y el televisor del vecino son los ruidos que más molestan a los españoles. Respecto al tráfico se ha llegado a medir hasta 130 decibelios, el equivalente a un motor a r
eacción, en el nivel de ruido por la circulación o las obras. Aislarse, como intentan algunos, a base de Ipod o cualquier otro trasto de MP3 resulta contraproducente porque, sí, dejas de oír el ruido de la calle pero a cambio soportas niveles de hasta 110 decibelios con la música que sale de los auriculares. Respecto a los televisores ajenos puedo contar una exitosa experiencia para luchar contra la desvergüenza y el egoísmo de esos simpáticos vecinos a los que les da igual molestar a los demás con sus aparatos: pasa por combatir el fuego con el fuego. Me refiero a que en cierta ocasión uno de ellos que vivía al otro lado del patio de mi mismo edificio quiso hacerme tragar un partido de fútbol de un Mundial a todo volumen. Le contesté aplicando a mi ventana, con un volumen equivalente, los altavoces de mi equipo de música reproduciendo un fascinante álbum de mi colección particular titulado A celebration of pipes in Europe que recoge parte del Festival de Cornualles de 1990 con grabaciones de gaitas de todo el Viejo Continente (es increíble la cantidad de gaitas distintas que hay y los sonidos distintos que tienen: no suenan igual las gallegas que las irlandesas, las escocesas que las búlgaras, las austríacas que las bretonas...). El remedio fue muy eficaz: el vecino desagradable cerró su ventana y bajó el volumen de su televisor antes de que hubiera terminado el primero de los cortes del CD. Yo hice lo propio y seguí disfrutando, ya en la intimidad, de mis gaitas.

En fin, con todo lo grave que lo anterior pueda ser, existe un ruido todavía peor que los que nos revientan los oídos y es el ruido interior, que nos revienta el cerebro. Un ruido repetitivo, monótono, desasosegante, con capacidad para hipnotizarnos en cuanto nos descuidemos y, aún más terrible, que amenaza con acompañarnos durante toda la vida (y casi siempre lo consigue). Algunos filósofos se han referido a él llamándole de diversas formas. John Baines por ejemplo lo bautizó como “el loro” (en recuerdo del que se colocaba sobre los hombros de los piratas y repetía constantemente las mismas frases) que nos acompaña día y noche sin callar jamás y reiterando una serie de mensajes que nunca cambian: "tú tienes razón, no los demás", "quéjate por no tener esto o lo otro, porque tú te lo mereces", "tienes derecho a todo, aunque no hayas trabajado suficientemente por ello", etc. " Es increíble la cantidad de personas que toman sus decisiones en la vida no de acuerdo con sus deseos y expectativas sino de los "consejos" del "Loro". Yo le llamo la “memoria USB” porque nos la insertan desde fuera y posee una capacidad de información limitada pero machacona (y, lo más importante, programada por otras personas, no por nosotros) que nos fuerza a reaccionar de acuerdo con mecanismos prefijados y no con la libertad de la que debiéramos disfrutar.

No es extraño que una de las primeras cosas que enseñaran las Escuelas de Misterios en todo el planeta y a lo largo de los milenios (y que algunas religiones intentaron copiar más tarde, aunque se quedaron en la mera superficie, como por ejemplo las órdenes monásticas con voto de silencio -voto de silencio exterior pues la "memoria USB" de los monjes es incontrolable-) fuera el autocontrol, no sólo externo sino sobre todo y básicamente interno. Lograr hacer el silencio en el interior de uno mismo es una de las experiencias más impresionantes y arrolladoras que puede vivir un ser humano, capaz de cortarle a uno la respiración y con capacidad incluso para suspender el paso "normal" del tiempo. Es como traspasar las puertas del legendario palacio de Shangri-La y extasiarse ante la visión de la Naturaleza en todo su esplendor hasta fundirse literalmente con ella y sentirse uno con todas y cada una de las cosas..., porque de pronto todo, hasta lo en apariencia más absurdo, adquiere sentido.

Esta visión es, sin embargo, muy peligrosa, pues para el ser humano que está preparado la experiencia viene a ser como asomarse a las puertas del Cielo en vida..., pero para aquél que aún no se ha librado de su suciedad interna equivale a sacrificarle al altar de la Locura.

martes, 27 de abril de 2010

Thorgal

Una buena forma de proteger el cerebro contra los depredadores que pueblan la jungla en la que nos movemos es la lectura, porque ella nos conduce a la reflexión y a la duda, y éstas nos proporcionan independencia intelectual. Y no conozco una mejor manera de iniciarse en la lectura que a través del llamado "cine de los pobres", es decir, la historieta o tebeo: ese arte maravilloso al que un montón de pomposos eruditos a la violeta rebajaron en su día con la injusta calificación de menor aunque sus defensores acérrimos preferimos ornarlo con la categoría de Noveno Arte (tras el cine, que es el Séptimo, y la fotografía, que es el Octavo). La mayoría de las personas de mi generación (en mi reencarnación actual) todavía nos iniciamos en el placer de la lectura a través de las viñetas y en ese sentido llevamos varios cuerpos de ventaja, en cuanto a desarrollo intelectual se refiere, sobre las generaciones posteriores que ya han crecido sometidos a la dictadura de la imagen en movimiento (en los videojuegos y sobre todo en la televisión). Tal vez por eso la inmensa mayoría de los comics que se producen en la actualidad son ilegibles, con un dibujo demasiado agresivo (e incluso incomprensible) y un argumento, cuando lo hay, enrevesado y aburrido. Probablemente se trata de evitar que siga siendo ese fantástico Camino de Oz, con capacidad para enseñarnos otros mundos distintos al que el actual Sistema desea imponernos como único aceptable.

Nadie tiene muy claro cuándo nació el tebeo. Hay quien lo quiere remontar a los jeroglíficos egipcios o los manuscritos medievales, quizás a las aleluyas que aparecen hacia el siglo XVI. Estudiosos modernos señalan a un oscuro pintor y pedagogo suizo, Rodolphe Töpffer, que vivió en la primera mitad del siglo XIX, como el "padre de la historieta moderna". No sólo elaboró una serie de álbumes pioneros sino que se permitió el lujo de teorizar sobre ellos en un ensayo en el que aseguró que "la historia a cuadros, a la cual la crítica de arte no presta atención y que rara vez inquieta a los eruditos, siempre ha ejercido sin embargo una gran atracción (...) especialmente sobre los chicos y las masas, ese público al que se puede pervertir y que precisamente por esta razón sería particularmente deseable ayudarle a educarse." Otros expertos aseguran que el desarrollo del tebeo fue directamente ligado al de los medios de comunicación y, de hecho, el siglo XIX parece darles la razón puesto que el primer boom de lectores llegó de la mano de revistas específicas como Punch que se estrenó en el Reino Unido en 1841 y de inmediato se convirtió en modelo de otros títulos similares como La Flaca en España o Fliegende Blätter en Alemania.

Sea como fuere, para comienzos del siglo XX ya estaban con nosotros personajes hoy clásicos como Krazy Cat, Little Nemo e incluso The Yellow Kid (inaugurando éste las "tiras cómicas" o historietas de prensa) y más tarde Gasoline Alley, Popeye y muchos más. Es imposible trazar en tan poco espacio de tiempo como el de un comentario de este tipo una lista de los personajes más interesantes de la historia del comic de todos los tiempos, así que me limitaré a citar algunos de mis favoritos: Rip Kirby y Flash Gordon de Alex Raymond, Mort Cinder de Alberto Breccia, Astérix el Galo de Goscinny y Uderzo, Las aventuras del teniente Blueberry de Charlier y Giraud, Valerian agente espacio temporal de Christin y Mezières, Álix de Jacques Martin, algunos de los múltiples personajes nacidos de la fecunda asociación Stan Lee y Jack Kirby para Marvel y, por supuesto, coronado por encima de todos ellos como el más grande, figura el inmortal Prince Valiant de Hal Foster.

Acostumbrado a leer estas cosas desde la más tierna infancia en esta reencarnación, se entenderá por qué mis visitas a las tiendas de comics contemporáneas suelen finalizar con un mohín de desencanto ante la contradicción con la que me enfrento cada vez que entro en una. Por un lado, experimento una gran satisfacción al encontrarme con toneladas de títulos diferentes, en formatos diferentes, elaborados con técnicas diferentes, a color, blanco y negro y pronto hasta en tres dimensiones: mi yo de niño pequeño se vuelve loco y salta de alegría sin saber por dónde empezar a hojear. Pero por otro lado, todas esas expectativas se vienen abajo tan deprisa como eclosionaron cuando compruebo el nivel de casi todos los títulos que se ofertan hoy al público puesto que en el mundo de la historieta sucede hoy como en el de la literatura y, en general, en el de cualquiera de las artes contemporáneas: todo aquél que es capaz de emborronar una cuartilla con unos dibujos se cree capacitado para firmar un tebeo (y de publicarlo, con la ayuda de editores que muchas veces no saben lo que es un estándar de calidad y se limitan a buscar un producto-revelación que venda una edición tras otra).

Sin embargo, en medio del erial de ideas, ilustración y guiones que padece el sector en este momento, de vez en cuando surge alg
una obra digna y destinada a perdurar. Éste es el caso de la serie que vengo coleccionando en los últimos años, que Norma Editorial ha publicado silenciosa pero eficazmente en España y que lleva por título genérico, como tantas otras, el nombre del pesonaje principal: Thorgal. Recientemente se ha publicado un nuevo álbum, tan atractivo como los demás, bajo el título de El escudo de Thor, aunque lo cierto es que no se trata de una novedad. La primera aventura, La Maga traicionada, se publicó en España en 1980, tres años después de aparecer en la revista francesa Tintin. Creado por el novelista y guionista belga Jean Van Hamme y el dibujante polaco Grzegorz Rosinski, Thorgal es un tebeo de difícil definición puesto que mezcla géneros con una alegría desbordante (y, por cierto, unos magníficos resultados). Desde las historias de espada y brujería hasta la aventura pura y dura, pasando por la fantasía, la mitología y la ciencia-ficción, las historietas del vikingo Thorgal Aegirsson (llamado así en honor de los dos dioses nórdicos -por cierto, profesores míos en la Universidad de Dios- Thor y Aegir) configuran una serie muy atractiva.

El protagonista es un extraño huérfano acogido por un grupo de vikingos que pronto muestra un carácter y un comportamiento extraños para sus contemporáneos. No es raro, puesto que es el último descendiente de un grupo de humanos que desarrollaron poderes tanto mentales como tecnológicos y que se vieron obligados a abandonar el planeta Tierra en tiempos inmemoriales. Al regresar mucho tiempo después a su antiguo hogar, las trifulcas entre ellos los reducen a la nada y sólo se salva el bebé, que es educado como un vikingo más y como tal desarrolla su valor, su curiosidad, su fuerza y su arrojo, pero no su sed de aventuras ni su afán por guerrear o conquistar. Paradójicamente, el pacífico Thorgal nunca puede alcanzar su sueño, que consiste en vivir tranquilamente como uno más integrado en un pueblo corriente con una familia corriente, ya que su destino poco corriente le arrastra de aventura en aventura..., nada corriente ninguna de ellas.

Thorgal lucha durante varios álbumes para poder salvar y casarse con la mujer que ama: Aaricia, la hija del rey de los vikingos Gandalf el Loco. En otros tantos álbumes se ve obligado a desarrollar todos sus
recursos para salvar a los dos hijos que tiene de ella y mantener unida a toda la familia ante la adversidad. Sus descendientes son: Jolan (el avispado primogénito que posee poderes mentales como la telepatía y la telekinesis) y Loba (con capacidad para comunicarse con los animales). Hay un tercer hijo, nacido de su relación con una de sus peores enemigas y/o aliadas de conveniencia en cada aventura: Kriss de Valnor. Ella es una mercenaria interesada sólo por el oro y que se enamora de la nobleza de Thorgal..., que no le hace ni caso porque éste sólo tiene ojos para Aaricia. La venganza de Kriss será seducirle por medio de ardides de hechicería gracias a los cuales consigue incluso que el héroe engendre en ella a Aniel, un niño mudo que en la actual etapa de la serie se desvela como algo más que un simple infante...

El desbordante ingenio de Van Hamme y el preciosista y fascinante dibujo de Rosinski (que mejora espectacularmente álbum a álbum) conduce a Thorgal a distintos encuentros con dioses nórdicos y otros seres mitológicos como los enanos y la serpiente Nidhogg, a bizarras aventuras en mundos paralelos, a relacionarse con algún superviviente más de la raza humana que en su día abandonó la Tierra antes de regresar a ella, a combates espada contra espada o arco contra arco ante numerosos enemigos de todo tipo, a cruzar el Atlántico para vivir una alucinante aventura americana precolombina y a muchos otros escenarios interesantes a lo largo de treinta y tantos álbumes. Pero la gran novedad de la serie se llama Yves Sente, el guionista belga que ha tomado el relevo a un Van Hamme cansado del personaje y que parece dispone de los mimbres necesarios para revitalizar y mantener el interés de la que probablemente sea, en este momento mejor serie de tebeo europeo "en activo". Sente se incorporó en el álbum anterior, Yo, Jolan, donde dio comienzo a las aventuras en paralelo del hijo primogénito de Thorgal, convertido en un adolescente serio pero comprometido como su padre.

En resumen: imprescindible para todos los que aman la historieta.

lunes, 26 de abril de 2010

El pintoresco origen de la primera campaña antitabaco

Todos los días podemos observar multitud de ejemplos de lo fácil que resulta manipular a las personas movilizándolas por cualquier causa para utilizarlas como arma arrojadiza en cualquiera de la larga nómina de conflictos generados artificialmente con objetivos que rara vez coinciden con lo declarado. Se trata de orientar a la opinión pública en el sentido deseado por ciertas fuerzas que no se muestran claramente y se disfrazan de movimientos "populares" que no tienen el más mínimo reparo en reinterpretar la Historia o cuestionar el ordenamiento legal recurriendo a la movilización emocional de las masas. Este domingo, por ejemplo, el diario El País nos mostraba un claro ejemplo en la crónica que un redactor realizaba de cierta manifestación relacionada con cierto juez superestrella hoy en trance de estrellarse (aunque sus correligionarios han desplegado una auténtica tela de araña para que el trapecista pueda rebotar en la red y volver cuanto antes al show). Copio textualmente:

"Más arriba, un tipo con chaleco lleva una fotografía de Ángeles Losada. Debajo pone: ¡Justicia! '¿Es usted familiar de esta mujer?' 'Qué va, me han dado la pancarta hace un rato. No sé ni quién es, pero me basta con saber que es una víctima del franquismo', dice (...) Es más, añade que proviene de una familia que comulgaba con el régimen franquista. 'Eso no cambia nada. Yo tengo mis ideas y quiero que se repare la memoria de todos los muertos y desaparecidos. Si se hace en Argentina o en Chile, ¿por qué no aquí?'"

La ingenuidad con la que se relata la manipulación es de tal calibre que golpea a los ojos como si fuera el puñetazo de un boxeador. En primer lugar el redactor del periódico nos habla de la pancarta de una tal Ángeles Losada de la que no sabemos absolutamente nada: ni quién es, ni por qué figura en esa pancarta, ni qué clase de justicia se está pidiendo para ella. Sí, podemos imaginar esos datos, de hecho es lo que la "información" nos fuerza a hacer, pero supone cuando menos una tremenda deshonestidad hacer algo semejante en un asunto como éste, que es bastante serio. Se supone que estamos ante una persona que realmente sufrió ante el régimen franquista y para quien sus familiares y amigos exigen reparación, así que deberíamos conocer esos datos como punto de partida, no darlos por sentados. Pero es que el manifestante, que en el curso de la información incluso relata su nombre y su edad (omitidos en este párrafo porque para nuestro análisis resulta superfluo), ¡tampoco lo sabe! ¡No tiene ni idea de quién es la mujer para la que rotundamente exige justicia! Es más, reconoce que "me han dado la pancarta" pero no dice quién lo ha hecho y que "me basta con saber que es una víctima del franquismo"..., aunque ¿cómo puede saberlo con certeza, más allá de lo que le haya dicho el "repartidor de pancartas" que ha participado en la organización de la manifestación? Da un poco la sensación, por lo que él mismo reconoce después, de que en el fondo él no se está manifestando por Ángeles Losada (si es que en verdad esta mujer existió y, si lo hizo, si es que fue realmente una víctima como se afirma) sino en muestra de rabia y rechazo hacia las ideas de su propia familia que, como él cuenta sin que nadie le haya preguntado al respecto, "comulgaba con el régimen franquista".

Así de fácil es movilizar a la gente en defensa de tal o cual idea o interpretación de las cosas. Luego, no es extraño que nos encontremos con esos líderes de opinión (de acuerdo con el término empleado en Periodismo y Política) que en forma de articulistas, escritores, historiadores, etc., nos ofrecen una y otra vez severas muestras de impotencia y confusión a la hora de ofrecer su interpretación de lo que ha ocurrido o de lo que está ocurriendo en el mundo. Son gentes acomplejadas y adoctrinadas de acuerdo con una serie de parámetros prefijados a través de las Universidades y otro tipo de instituciones más o menos "honorables" para hablar de los hechos del mundo de acuerdo con una visión preconcebida y sólo de acuerdo con esa visión. El resultado es que todo aquello que no encaje con la susodicha visión no puede existir o
es tan sólo fruto de la depravación moral o la perfidia natural e inexplicable de los personajes que protagonizan los hechos. Y si alguien que no está contaminado ni engrilletado por las mismas órdenes trata de mostrar la realidad desde otro punto de vista, de acuerdo con una visión diferente, se convierte automáticamente en blanco de sus burlas, su desprecio y hasta su persecución.

La Ciencia, por ejemplo, muestra multitud de ejemplos de gente con visiones distintas (y más próximas a la realidad) que en su é
poca fueron castigadas e incluso ejecutadas por atreverse a disentir en público. Por tomar uno de los mil ejemplos que ahora se me ocurren, ahí está Miguel Servet, "descubridor" entre otras cosas de la circulación de la sangre y..., quemado vivo por la Iglesia de la época. ¡No, no lo fue por la Inquisición católica sino por los protestantes calvinistas, mucho más brutales en sus conductas represoras aunque no suelan aparecer tanto en los libros históricos (qué fácil es que salte nuestro archivo de tópicos, ¿verdad?)! Quemado vivo..., sólo por tener una visión diferente del hombre y por tanto del mundo. ¿Cuántos sabios, cuántos investigadores, cuántas gentes de bien han sido quemadas vivas, torturadas, colgadas, descuartizadas, encarceladas, asesinadas, sólo por tener una visión diferente del mundo?

Uno de los efectos inconscientes más duraderos que ha tenido esta represión secular por parte de los poderosos es inyectar en la inmensa mayoría de los mortales un rechazo automático (sin saber muy bien por qué, sin plantearse siquiera la razón por la que lo hacen) e instintivo hacia todos aquéllos que tienen una opinión distinta y que pueden obligarles a pensar si se paran a plantearse lo que están sugiriendo. Se trata de uno de los refranes más terribles y esclavizantes que jamás produjo el acervo español, al cual gustan d
e atarse aquellas almas pequeñas y cobardes que sólo adquieren cierto grado de seguridad en sí mismas cuando se concentran en gran número junto a muchas otras como ellas: más vale malo conocido, que bueno por conocer.

Un ejemplo asombroso de todo esto lo tenemos en los cansinos argumentos empleados por los analistas de la mayor tragedia del siglo XX: la Segunda Guerra Mundial. Una y otra vez, los autores de libros, artículos, películas, documentales, etc., sobre aquella dramática y terrible época emplean los mismos tópicos y típicos argumentos acerca de la maldad intrínseca del régimen nacionalsocialista (integrado exclusivamente por sádicos asesinos en potencia y obedientes y mortalmente eficaces funcionarios), la "banalización del mal" (si Hanna Arendt hubiera registrado la frase se hubiera hecho millonaria), la satanización de Adolf Hitler (un loco, un monstruo, un paranoico, un esquizoide, un homosexual, un criptojudío, etc., según el articulista de turno) y, por supuesto, la pregunta máxima y definitiva que se reitera hasta el infinito sin encontrar jamás respuesta: ¿cómo pudo el pueblo más culto de Europa, el pueblo de Goethe y Schiller, de Bach y Beethoven, dejarse seducir por este malvado conjunto de blablabla?

Parece mentira que a punto de cumplirse el 65 aniversario del final de esta sangría humana y material, todavía sigamos atados por el razonamiento maniqueo de los blancos y los negros, los buenos y los malos, nosotros y ellos (y lo que es peor: no hay visos en el horizonte de que la cosa vaya a cambiar a corto plazo), porque el problema de la falta de comprensión de lo que ocurrió en la primera mitad del siglo XX en Europa radica en que es del todo punto imposible entenderlo si no nos quitamos de encima la visión prefabricada del mundo que nos han colocado como anteojeras y según la cual los de un lado eran todos buenos y los de otro lado todos malos.


La realidad es que en ambos lados hubo buenos y malos.

Por citar sólo unos pocos ejemplos probablemente chocantes para la inmensa mayoría de los ciudadanos contemporáneos, resulta que mientras los Aliados reprochaban a los alemanes su trato hacia los judíos, los irlandeses eran ciudadanos de segunda clase en el Reino Unido y los negros norteamericanos vivían aún peor en los EE.UU. donde podían ser linchados sin grandes problemas, mientras que los franceses mantenían esclavizados a los africanos de sus colonias y los soviéticos mataban de hambre a ucranianos y otros pueblos bajo el control de la URSS (y esta situación duró aún bastante tiempo después de la guerra). O que mientras los británicos convertían en épica su resistencia en Londres a las bombas volantes alemanas (de efectos mucho más propagandísticos que bélicos, en realidad) la aviación aliada por orden expresa de Winston Churchill arrasaba (literalmente, en cuestión de horas) con bombardeos de saturación ciudades enteras alemanas, incluso aquéllas sin valor militar como Dresde, donde se hacinaban cientos de miles de mujeres y niños huyendo de la guerra. En cuanto a los campos de concentración, el pasado 19 de febrero en este mismo blog se publicó un interesante (creo) comentario acerca de los que establecieron los norteamericanos en la Europa de postguerra y que llenaron con soldados alemanes, mostrando algunas imágenes que hablan por sí solas.

La Historia nos depara muchas sorpresas. Por ejemplo, poca gente sabe que fueron los médicos del
Tercer Reich, como Franz H. Müller, Erich Schöniger y Eberhard Schairer, los primeros que demostraron de manera fehaciente la vinculación entre el tabaco y el cáncer de pulmón, lo que llevó al régimen nazi a promocionar las primeras campañas públicas de un gobierno en contra del tabaquismo. Como bien relata Rosa Sala en su documentado Diccionario crítico de mitos y símbolos del nazismo que incluye la reproducción del cartel adjunto correspondiente a 1941:

"Los resultados obtenidos por estos investigadores encajaban óptimamente en la concepción nazi de salud pública, centrada en las virtudes de la comunión con la Naturaleza, los beneficios del deporte y la medicina natural y el rechazo de estupefacientes o estimulantes como el alcohol (...) La consecuencia de todo ello fue que los nazis llevaron a cabo la campaña antitabaco más agresiva de la historia moderna. Los carteles de 'Prohibido fumar' que por entonces aún no formaban parte del paisaje cotidiano, proliferaron de inmediato en todos los edificios públicos, especialmente en las salas de espera, ya que se había intuido ya el riesgo del tabaquismo pasivo."

¿No va siendo hora, pues, de empezar a pensar por nosotros mismos y analizar el pasado sin orejeras? ¿O preferimos seguir dando vueltas a la misma rueda de molino, como borriquillos atados y bien atados, preguntánonos por qué el mundo es un pequeño camino circular que nunca termina?

viernes, 23 de abril de 2010

Comparativa

Horatio Greenough construyó una escultura muy curiosa que hoy se puede admirar en el Museo Nacional de Historia Natural de la Institución Smithsoniana en Washington y que responde precisamente al nombre de Washington Zeus. Todo aquél que haya leído mi último libro Las claves de El Símbolo Perdido sabe a cuál me estoy refiriendo. Para los que no la conozcan, se trata de una imagen del primer presidente de los EE.UU. (y reconocido masón) esculpido, como su nombre indica, como el auténtico padre de los dioses griegos. Lo más chocante es la combinación de la cabeza, un retrato fiel -peinado de la época incluido- del famoso personaje coronando un atlético y hercúleo cuerpo del que seguramente le hubiera gustado disfrutar en vida. Washington figura sentado en un trono y, mientras señala hacia el cielo con su mano derecha, con su mano izquierda sujeta una espada con su vaina y su tahalí.

La composición está inequívocamente relacionada con las imágenes clásicas de Zeus, el "dios padre", y el simbolismo que se oculta tras la elección de este arquetipo no es ninguna casualidad ni desde luego pasa inadvertido, pero de eso hablo ampliamente en el libro y no es cuestión de repetirse. El caso es que existieron varios proyectos para construir un monumento específicamente dedicado al más conocido de los padres de la patria estadounidense y uno de los primeros y más ambiciosos fue un templo de estilo griego sobre cuya parte superior debería haberse esculpido un carro tirado por seis caballos. La idea era instalar allí arriba, como auriga divino, a Washington en pie sujetando las riendas con su mano izquierda mientras la derecha seguía señalando hacia su hogar como deidad. Sin embargo, en 1832, la época en la que se debatía el proyecto, el Congreso de los EE.UU. no disponía de suficiente presupuesto para ponerlo en pie (y tampoco habían hecho su aparición en la escena las grandes familias de banqueros que posteriormente se apoderarían del dólar a través de la Reserva Federal y que muy bien podrían haber adelantado los fondos necesarios), así que hubo que recortar el plan original.

Así pues, Greenough tuvo que contentarse con construir, diez años después de puesta en marcha la iniciativa, la imagen del presidente, pero ya no de pie sobre un carro en lo alto de un templo específico en su honor, sino sentado sobre un trono evocando, más que demostrando, la grandeza de su divinidad. Eso sí, lo talló en mármol blanco del bueno y con un tamaño de doce toneladas. Precisamente por el excesivo peso de la estatua fue por lo que se cambió su ubicación original, en la rotonda del Capitolio (cuyo pavimento comenzó a resquebrajarse al poco de instalada la figura en 1841) y, tras un peregrinaje en diversas ubicaciones próximas al edificio del Congreso sin que terminara de encajar en ninguna, acabó en la actual.

El motivo de esta pequeña nota de hoy es comparar la imagen de Washington con otra imagen muy característica aunque quizá menos conocida por aquéllos que no están muy al corriente de la evolución del pensamiento mágico a lo largo de los siglos: la de Baphomet, el misterioso ídolo al que se dice adoraban los templarios y que estaba relacionado con Satanás. ¿Lo adoraban realmente? Sobre los caballeros de la Orden del Temple se ha escrito, sobre todo en los últimos años, una interminable serie de insensateces a partir de relatos fragmentarios generalmente provenientes de testigos poco fiables. Por ejemplo, una de las acusaciones clásicas para "demostrar" su "anticristianismo" era la de que escupían y repudiaban la figura de Jesucristo crucificado en sus rituales secretos... Lo cierto es que los templarios no odiaban a Jesucristo (todo lo contrario: en su época fueron durante un tiempo casi los únicos que conservaron sus enseñanzas originales, no las que transmitió el Papado) sino que más bien despreciaban la cruz, su instrumento de tortura, y en la que afirmaban (siguiendo cierta antigua pero sólida herejía de corte hermético-gnóstico) no murió tal y como defendía el Vaticano sino que fue rescatado a tiempo, atendido, curado y puesto a salvo de sus perseguidores.

En los últimos años ha surgido una teoría muy interesante, con bastantes visos de realidad, según la cual, en realidad el "ídolo barbudo" ante el que se postraban no fue otra cosa que la hoy conocida como Sábana Santa, que habrían custodiado durante un tiempo indeterminado en sus fortalezas. Sin embargo, para el vulgo (y por supuesto para las fuerzas papales) los templarios eran sospechosos de sacrificar a Baphomet y así lo demostraban las numerosas confesiones de aquellos místicos y extraños caballeros..., obviando naturalmente el pequeño detalle de que todas ellas fueron extraídas bajo tortura.


En 1854, se publicó uno de los libros más conocidos de la historia del ocultismo contemporáneo, Dogma y ritual de Alta Magia, firmado por el erudito Alphonse Louis Constant, más conocido por su seudónimo esotérico de Eliphas Lévi. A partir de ese momento, quedó fijada la vinculación de Baphomet con el Diablo y, más específicamente con Satanás, que se aparecía en los aquelarres de las brujas en forma de macho cabrío para poseerlas y gozar del banquete infernal con sacrificios humanos incluidos. La Iglesia de Satán del siniestro Howard Stanton Levey, autorebautizado como Anton Szandor LaVey, lo asumió como su principal emblema, junto con el pentagrama invertido.

Tras esta necesaria explicación, comparemos pues las dos imágenes y, como diría Mac Namara, cada cual que saque sus conclusiones:

jueves, 22 de abril de 2010

Principios elementales de la propaganda de guerra

Pese a su brevedad, uno de los libros más jugosos e ilustrativos (y por cierto, difíciles de encontrar en su momento; no sé ahora cómo estará la cosa pero imagino que no mucho mejor) que he leído sobre la potencia de la palabra como arma de destrucción masiva se titula Principios elementales de la propaganda de guerra (utilizables en caso de guerra fría, caliente o tibia) y está firmado por la historiadora belga Anne Morelli, aquí a la izquierda. Ya en el prólogo firmado por Michel Collon se apunta una fórmula doble, útil a la hora de considerar si uno puede o no fiarse de un documento o un testimonio cuando examina un hecho histórico.

En primer lugar, es preciso comprobar el número de fuentes que hacen referencia a la información
y ver si son directas o indirectas. Ejemplo: tomemos la noticia "Un soldado ha matado a un civil en un conflicto internacional". No tiene el mismo valor recibir seis versiones diferentes de la información facilitadas por seis fuentes distintas y directas (aunque se contradigan en parte de ella: por ejemplo, tres de las fuentes dicen que el civil era un miliciano que atacó previamente y por sorpresa al soldado y que éste se defendió y le mató; así que podemos confirmar la noticia, aunque no todos los detalles de la misma) que sesenta versiones iguales e indirectas de la misma información facilitada en realidad por una sola fuente (con lo que las versiones se limitan a repetir el mismo titular incluso palabra por palabra; pero sólo existe esa versión así que ¿qué garantía tenemos de que fue eso lo que pasó? ¿Que no fueron cinco los civiles muertos? ¿O que no fue el civil quien mató al soldado? ¿O que en realidad nadie murió?). Por desgracia, la inmensa mayoría de informaciones interesantes que circulan hoy en los medios de comunicación se ajustan más a este segundo perfil que al primero.

En segundo lugar, Collon exige fiabilidad total de la fuente para dar la información, porque si esa fuente no se ha ajustado a la verdad en otras ocasiones o tiene intereses personales en los hechos sucedidos, su versión no vale (no debería valer) nada hasta no ser convenientemente contrastada (por ejemplo, si la noticia del soldado la facilita el gobierno del país con el que su ejército está en guerra, cuando menos deberíamos p
onerla en cuarentena). Este segundo punto también es violado sistemáticamente por los medios de comunicación, ansiosos por publicar cualquier cosa que les dé notoriedad (y en consecuencia lectores, y en consecuencia dinero e influencia social) y cuyo principal interés hace mucho tiempo que dejó de ser informar sino, en el mejor de los casos, entretener.

Pero esto es sólo el aperitivo. En el libro en sí, Morelli recoge entre otros el fascinante y demoledor testimonio del barón Arthur Ponsoby, hijo del secretario particular de la reina Victor
ia de Inglaterra, que vivió entre 1871 y 1946, y cuyas ideas pacifistas le convirtieron en un personaje más que polémico tanto durante la Primera Guerra Mundial como durante la Segunda. Y es que en ambas se negó a participar: habiéndose criado tan cerca del poder, seguro que poseía información de primera mano sobre las razones reales de ambos conflictos y no las que nos cuentan, fotocopiadas, los libros de Historia -¡primera advertencia de Collon!-. En 1928 publicó un libro extraordinario, Falsehood in wartime (Falsedades en época de guerra), en el que explicaba cómo los gobiernos de Francia, Italia, Alemania, Estados Unidos y, sobre todo, el Reino Unido -el caso que conocía mejor por ser él mismo británico y poseer un pedigrí familiar poco corriente- habían mentido, manipulado, exagerado y engañado no sólo al resto de contendientes en el gran conflicto de 1914-1918 sino, lo que es peor, a sus propios nacionales, a los que trataron como auténticas reses incapaces de pensar por sí mismas mientras eran conducidas al matadero (lo que sucedió de facto). La portada del libro ya era toda una declaración de intenciones con la imagen de "uno de los miles de pobres niños belgas y franceses" a los que se afirmó sin rubor alguno que las tropas alemanas cortaban las manos o empalaban en sus bayonetas en cuanto tomaban su pueblo, simplemente para divertirse. Finalizada la contienda, se demostró que ni uno solo de los "casos reales" con entrevistas incluidas que había publicado la prensa de los Aliados durante la guerra era cierto (¡ni uno solo!) y que todo fue una cruel (y por cierto eficaz) mentira para movilizar a la opinión pública contra la Alemania del Kaiser Guillermo II.

Principios elementales de la propaganda de guerra no tiene desperdicio pues, retomando las informaciones facilitadas por Lord Ponsoby y actualizándolas con las generadas por guerras posteriores que ha sufrido el mundo, Morelli construye y explica el decálogo que emplean los manipuladores de los hechos para convencer a la sociedad, a cualquier sociedad, de que sus intenciones son nobles y loables, y que si sucede algo distinto no es por su culpa. Por supuesto, mientras los manipuladores gritan a los cuatro vientos su decálogo, bajo cuerda desarrollan una estrategia completamente diferente. Éstas son las diez normas de la propaganda:

1º.- NOSOTROS NO QUEREMOS LA GUERRA
(Por definición, cualquier gobierno realiza una solemne declaración en este sentido justo poco antes, o en el mismo momento, de comenzar un conflicto; de esta forma trata de quitarse de encima su responsabilidad por las graves consecuencias de sus actos. En 1914, por ejemplo, el gobierno francés dijo que la movilización de su ejército no significaba la guerra sino, al contrario,
el mejor medio de asegurar la paz (!). Otras fuerzas sociales practican esta estrategia: por ejemplo, en esas ocasiones en las que los sindicatos declaran públicamente "no queremos movilizaciones, preferimos dialogar" cuando ya han decidido de antemano que no aceptarán ninguna propuesta y que organizarán masivas protestas para doblegar a los empresarios, tengan o no razón).

2º.- EL ADVERSARIO ES EL ÚNICO RESPONSABLE DE LA GUERRA
(Los vencedores suelen
escribir la Historia y es seguro que un relato de lo ocurrido durante la Segunda Guerra Mundial sería muy diferente si la hubiera ganado Alemania, de la misma forma que la narración de la Reconquista en España tampoco tendría mucho que ver si al final el Islam hubiera derrotado al Cristianismo en la península ibérica. Pero siempre que portavoces de uno y otro bando tienen oportunidad de expresarse nos encontramos con la misma acusación lanzada por ambos y que se resume en dos palabras: ¡empezaron ellos!)

3º).- EL ENEMIGO TIENE EL ROSTRO DEL DEMONIO (O EL MONSTRUO PARTICULAR DE ESA ÉPOCA)
(Es muy difícil odiar a todo un grupo humano a la vez, aunque se le presente como enemigo, sobre todo si se trata de personas con las que hemos tratado en algún momento. Por eso es preciso sintetizar, englobar todo ese grupo en una sola persona y satanizarla después. Un ejemplo claro: no se hizo la guerra contra los iraquíes sino contra Sadam Hussein, sólo contra él -ejem...-. También se usa esta estrategia en las competiciones deportivas: por ejemplo en el fútbol, el antimadridismo mueve a sus fanáticos enfrentándolos sólo contra el presidente del Real Madrid Florentino Pérez, sólo contra él -doble ejem...- y no contra los socios del club.)

4º).- ENMASCARAR LOS FINES REALES DE LA GUERRA PRESENTÁNDOLOS COMO CAUSAS NOBLES
(Todos los conflictos bélicos de
la historia de la Humanidad nacen del ansia por ganar dinero o poder -que a su vez dará más dinero- pero ninguno de ellos se ha presentado así de claro a las poblaciones de los países que los han sufrido para animarles a entrar en la batalla. Uno de los presidentes más cínicos de los Estados Unidos, Woodrow Wilson, el mismo que embarcó a sus conciudadanos en la Primera Guerra Mundial con su famosa frase ("Les prometo que está será la guerra que acabará con todas las guerras") confesó con gran desfachatez en 1919 lo siguiente: "¿Hay algún hombre o mujer..., qué digo, hay siquiera un niño, que no sepa que la semilla de la guerra en el mundo moderno no es otra que la rivalidad industrial y comercial? (...) Esta guerra ha sido una guerra industrial y comercial, de hecho." Por cierto, España está en Afganistán en "misión humanitaria"...)

5º).- EL ENEMIGO PROVOCA ATROCIDADES A PROPÓSITO Y SI NOSOTROS COMETEMOS ERRORES ES INVOLUNTARIAMENTE
(Los relatos de atrocidades están indisolublemente unidos a la guerra y son un filón imprescindible para la propaganda. Recientemente tuvimos un ejemplo claro de este principio cuando el primer ministro ruso Vladimir Putin visitó en compañía de su colega polaco Donald Tusk las fosas de Katyn, donde el ejército soviético asesinó a miles de oficiales polacos y luego echó la culpa del crimen a Alemania -y sigu
ió haciéndolo hasta el decenio de los 90' del siglo XX-. En aquella visita, las autoridades rusas hablaron de reconciliación, de "azares históricos propi0s de la guerra", de la necesidad de "olvidar, pasar página y mirar hacia adelante"... ¡Las mismas autoridades rusas que en atrocidades bélicas mucho menores protagonizadas por soldados alemanes durante la invasión de Rusia se muestran inflexibles en la persecución y castigo lo más implacable posible de sus presuntos autores! Y es que, como dice el refrán, la caca de mi pollito no es caca.)

6º) EL ENEMIGO USA ARMAS NO AUTORIZADAS
(Es una variante del principio anterio
r porque "los nuestros" no sólo no cometen atrocidades sino que pelean "galantemente" y respetan las reglas del "juego", como si fueran caballeros medievales en un torneo, y no como "los enemigos", rastreros y traicioneros. Un ejemplo clarísimo es el de las bombas atómicas: los líderes de EE.UU. llevan años escandalizándose por la proliferación del arma nuclear en todo el mundo e inyectando el pánico a la población ante la posibilidad de una gran conflagración mundial que utilizara este tipo de recursos bélicos. En los últimos años países como Irán han sido severamente presionados en este sentido. Pero resulta que la única nación del mundo que ha utilizado alguna vez las armas atómicas, con devastadoras consecuencias como se aprecia en esta imagen de Hiroshima que se hizo pública hace sólo dos años, ha sido precisamente EE.UU.)

7º) NOSOTROS SUFRIMOS MUY POCAS PÉRDIDAS, PERO LAS DEL ENEMIGO SON ENORMES
(Este principio es aplicable a cualquier conflicto de cualquier tipo y es también básico en la propaganda. Durante la guerra de la OTAN contra Yugoslavia, cuando por cierto la Alianza Atlántica estaba dirigida por Javier Solana -el mismo que pocos años atrás se manifestaba en contra del ingreso de España en esta organización militar supranacional-, las autoridades militares europeas anunciaban cada cierto tiempo la destrucción de carros de combate del ejército yugoslavo. Al final de los bombardeos y según cálculos oficiales, el total de tanques destruidos era de 120. Sin embargo, en mayo de 2000 se hizo un recuento definitivo y se comprobó que la OTAN había destruido... 14 tanques.)


8º) LOS ARTISTAS E INTELECTUALES APOYAN NUESTRA CAUSA
(Para convencer a la gente de que apoye nuestra guerra, hay que recurrir a la emoción y para mover la emoción se emplea a los publicistas/propagandistas pero también a las figuras populares co
mo músicos o literatos y hasta a los dibujos animados: el propio Pato Donald apareció caracterizado como un seguidor de Hitler en un momento dado para unos dibujos especiales destinados a apoyar el esfuerzo de guerra norteamericano. En un terreno más social y político, en España conocemos perfectamente este fenómeno en las movilizaciones que ciertos artistas muy conocidos (la familia Bardem, Víctor Manuel y Ana Belén, Aitana Sánchez Gijón y otros) protagonizaron un día sí y otro también contra el gobierno del PP por la participación de España en la guerra de Iraq mientras que los mismos artistas jamás han salido a manifestarse contra el gobierno del PSOE (hacia el que prodigan sus simpatías políticas) por la más complicada y peligrosa participación de España en la guerra de Afganistán.)

9º.- NUESTRA CAUSA TIENE UN CARÁCTER SAGRADO
(Ésta es la manipulación religiosa por excelencia puesto que, si nuestra causa es sagrada -es decir, afecta al mismísimo Dios, que nos da su aprobación- no es ya que podamos sino que debemos defenderla con uñas y dientes, y caiga quien caiga. En el mundo progresivamente desacralizado de hoy, se puede sustituir el concepto de Dios por alguna otra Gran Palabra. Es decir, nuestra causa se libra en nombre de la Libertad, o de la Solidaridad, o de casi cualquier otra cosa que termine en ad. Aunque a veces basta con los viejos conceptos del Bien y el Mal. No fue un señor de la guerra medieval sino todo un presidente contemporáneo de los EE.UU., George Bush junior, quien definió a los países más peligrosos -según su criterio- del mundo como los del Eje del Mal.)

10º.- LOS QUE PONEN EN DUDA LA PROPAGANDA DE GUERRA SON UNOS TRAIDORES
(Obviamente, la lista no podía terminar de otro modo. Cualquiera que utilice el cerebro para lo que inicialmente se creó, es decir para pensar, descubrirá enseguida lo que es propaganda y para que se está usando, y puede llegar a negarse a seguir sus dictados. Automáticamente, se convierte en un "traidor a la causa". Y ello da permiso para presionarle, intervenirle el teléfono, interrogarle, encarcelarle y, en casos extremos, ejecutarle en la línea de "estás conmigo o contra mí".)