Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 27 de febrero de 2015

Bienvenidos a la teoría de la conspiración

A propósito de lo comentado en algunos artículos de esta bitácora (especialmente de aquéllos en los que he relatado las explicaciones que mi gato conspiranoico Mac Namara me ha facilitado acerca de ciertas sorprendentes cosas que han ocurrido o están ocurriendo en el mundo, aunque las instituciones nacionales o supranacionales responsables de ellas suelen facilitar una versión “oficial” que no concuerda con lo que luego relatan multitud de testigos de los hechos o con lo que dicta la misma razón en la que suelen argumentar basarse) el erudito Sua Ilustrissima Eminenza il Condottiero della Comedia del Arte me hacía llegar recientemente gracias a una de sus palomas mensajeras un interesante artículo firmado precisamente por un anónimo conspiranoico norteamericano en el que podemos leer cosas muy interesantes a partir de este titular: La CIA acuñó el término de ‘teorías de la conspiración’ en 1967 . No debería ser ninguna sorpresa, sobre todo para aquéllos que no se hayan tragado el lavado de imagen practicado por la Agencia Central de Inteligencia durante los últimos años a través fundamentalmente del cine y la televisión, donde se nos la muestra como un armatoste funcionarial y vetusto incapaz de dar una a derechas pero que hay que mantener porque, después de todo, son "nuestra gente, que protege a América y al mundo libre".

Poco importan los numerosos testimonios aportados en el Comité de Inteligencia del Senado o los propios documentos desclasificados por la CIA en los que se reconoce que, desde el mismo momento de su fundación, sus agentes no sólo se han limitado a recopilar y analizar información o perseguir a criminales sino que han dirigido o ejecutado personalmente incontables asesinatos de políticos de cualquier parte del mundo, secuestrado y torturado igual a buenos que a malos, organizado golpes de Estado, vigilado masivamente a poblaciones de todo el planeta,  practicado experimentos humanos por ejemplo con drogas, financiado organizaciones paramilitares y hasta terroristas..., por citar lo más llamativo. Hoy, la Casa sigue siendo una de las más poderosas fuerzas mundiales más allá del control del propio gobierno al que se supone representa y al que parece que rinde cuentas a regañadientes. Con semejante curriculum, pues, ¿quién puede extrañarse de que diseñara las primeras acciones de desinformación contra aquellas personas con valor suficiente como para levantarse de su sitio prefijado y preguntar por todo aquello que no cuadra?

El artículo, que incluye la reproducción  (a la derecha) de parte de estos documentos que se hicieron públicos con fecha de 1976, explica cómo en los años sesenta del siglo XX la Agencia reflexionaba seriamente sobre una “corriente de opinión que preocupa al gobierno de los Estados Unidos, incluyendo a nuestra organización”. Lo curioso es que esa corriente fue generada y alimentada por el propio gobierno de Washington a raíz de la escandalosa "investigación" del asesinato del presidente John F. Kennedy, resumida en la vergonzante Comisión Warren, cuya principal conclusión fue colocar la única responsabilidad del magnicidio en un exmarine desnortado y su viejo fusil capaz de disparar balas mágicas. Muchos ciudadanos estadounidenses y algunos europeos eran todavía en aquella época capaces de pensar por sí mismos (no como ahora, cuando el analfabetismo mental va in crescendo a ambos lados del Atlántico gracias al bombardeo de información basura, videojuegos y efectos especiales) y pusieron el grito en el cielo al conocer el resumen de los trabajos de investigación. Por eso, la CIA certificó la "necesidad" de facilitar todo tipo de ideas para “contrarrestar y desacreditar” las “reclamaciones” de los “teóricos de la conspiración”, en su propio país y también fuera de las fronteras de los Estados Unidos. En principio, el objetivo eran los críticos a los resultados oficiales de la Comisión Warren, pero, a largo plazo, la misma metodología se podía aplicar a quienes tuvieran el valor de plantearse la validez de cualquier explicación gubernamental.

Veamos algunas curiosas recomendaciones de este documento.

Para empezar, los expertos de la CIA advierten de que no se debe iniciar ninguna discusión sobre estas teorías si nadie la ha puesto en marcha ya, es decir, si no está presente en los medios de comunicación (lo que no sale en la tele, no existe es un viejo adagio periodístico). Sólo hay que actuar si el debate está planteado y no se puede eludir y, en ese caso, lo primero que hay que hacer es echar mano de los contactos “friendly elite” (es decir, los miembros del poder especialmente sensibles y amigables, muchos de los cuales probablemente están ya "en el ajo" como suele decirse) citando en especial a políticos y editores (reconociendo así lo que nunca se concede en público: el poder de los medios de comunicación para “orientar” a la población) para que públicamente declaren que las teorías de los “conspiranoicos” no tienen una base seria y no son más “especulaciones irresponsables”. No tiene problemas en recomendar directamente el uso de propaganda pura y dura contra los “críticos” y subraya el empleo de reseñas de libros y artículos de fondo (ambos convenientemente modelados) como armas “particularmente apropiadas” para manejar a la opinión pública. Entre los argumentos de descalificación de las teorías de la conspiración, señala la posibilidad de relacionarlas con intereses políticos o financieros (y por tanto el crítico es un “traidor al pueblo” al que intenta engañar) o que su investigación sea demasiado apresurada e inexacta (y por tanto el crítico es simplemente un necio desinformado). Llega incluso a sugerir ideas fuerza en frases completas, como por ejemplo: “No ha aparecido ninguna evidencia significativa que la Comisión no haya considerado” o “Los críticos suelen sobrevalorar algunos datos concretos e ignorar otros; tienden a poner más énfasis en los recuerdos de los testigos individuales, que son menos fiables y más excénctricos” o “La conspiración a gran escala que se sugiere sería imposible de ser ocultada en los EE.UU.” o “Los críticos son poseídos a menudo por una especie de orgullo intelectual: plantean su teoría y se enamoran de ella”.  Argumentos como éstos se siguen empleando en la actualidad alegremente (¡lo sé bien: Mac Namara y yo mismo los hemos sufrido en nuestras propias carnes!) para tratar de desacreditar (y de hecho a menudo lo consiguen) el trabajo de las personas que descubren los fallos de las explicaciones oficiales, o simplemente osan preguntar en voz alta acerca de ellos.

Hay un argumento especialmente hiriente entre las recomendaciones y el es el que afirma que los críticos “utilizan acusaciones vagas como que más de diez personas han muerto misteriosamente cuando siempre pueden ser explicadas sus muertes de manera natural”. Esto es simple y llanamente mentira, además de un inmenso desprecio por la vida de las personas. No son diez, sino decenas, las personas que disponían de información diferente a la que dio por buena la Comisión Warren y murieron sucesivamente en un lapso comprendido entre unos pocos días y unos pocos años tras el magnicidio. Casi todos perdieron la vida de una de estas cuatro maneras: por accidentes de circulación, por disparos, por la aparición de un cáncer no detectado antes o por un súbito ataque al corazón pese a no sufrir antecedentes de enfermedades coronarias.

El primero de la lista es el propio asesino de Oswald, Jack Ruby, quien denunció a sus abogados que mientras estaba en la cárcel había sido inyectado con células cancerígenas y en efecto murió de cáncer de hígado no mucho después (por cierto, sus abogados también), sin poder ampliar como había solicitado su testimonio para aportar "nuevos datos" sobre las personas implicadas en el caso. Que se sepa, el único enfermo declarado previamente de cáncer entre los implicados y/o testigos fue David Ferrie, el enlace de Oswald con Guy Banister y Clay Shaw, pero no murió de eso sino..., con el cuello roto. Al menos, según la primera autopsia, porque la segunda decía que en realidad había sido por un colapso cardíaco masivo provocado por un aumento de la tensión arterial. El médico forense que firmó ambas autopsias también murió por entonces, así que se admiten apuestas sobre la verdader causa.

Como digo, la lista es enorme y los disparos de bala abundan entre las causas de muerte, como por ejemplo, en el caso de Bill Hunter, un periodista que falleció por un disparo “accidental” de un policía cuando buscaba no se sabe qué en el apartamento de Jack Ruby poco antes de que éste matara a Oswald. Con él murió otro periodista, Jim Koethe, que resultó desnucado tras recibir un fuerte golpe en el cuello. Otra columnista que pagó cara su curiosidad fue Dorothy Mae Kilgallen, que había entrevistado a Ruby durante un receso del juicio por el asesinato de Oswald y que criticó duramente desde su columna en el New York Journal American la actuación de la Comisión Warren hasta el punto de que sus editores censuraron varios de sus artículos (viva la libertad de prensa en el país de la democracia) y empezó en consecuencia a preparar varios textos para la prensa europea que nunca llegaron a ver la luz. Poco antes de su muerte escribió: “Esta historia no morirá mientras haya un verdadero periodista vivo..., y hay muchos de ellos vivos”. No fue su caso, pues apareció muerta en su apartamento víctima de una mezcla de barbitúricos y alcohol en un escenario muy preparado (incluyendo un libro que parecía estar leyendo, aunque sus gafas no aparecieron por ninguna parte y en realidad ya lo había terminado semanas antes, según una testigo). 

También murió Gary Underhill, un agente de la CIA que había denunciado públicamente la vinculación de la CIA en el magnicidio y recibió un balazo en la cabeza: oficialmente, “suicidio”. Y William Whaley, el taxista que llegó a Oswald a su supuesto lugar de disparo, que murió en un “accidente de circulación” y se convirtió en el único taxista de Dallas muerto en servicio hasta aquel momento. Y el capitán Frank Martin de la policía de Dallas que tras decLarar que “tengo mucho que decir pero probablemente será mejor que no lo diga” murió de otro cáncer repentino no detectado antes. Y..., hasta contabilizar varias decenas.

En 1976, el Comité para Asesinatos de la Cámara de Representantes reabrió el caso del asesinato de FJK. “Casualmente”, se desencadenó una nueva serie de muertes sospechosas, la mayoría de ellas por disparos que, oficialmente, fueron declarados “suicidios” o por oportunos ataques al corazón en personas que nunca habían sufrido problemas cardíacos... El caso aún sigue siendo un clásico de la conspiración y, pese al carpetazo oficial, sigue ahí, a la espera de su aclaración definitiva que, si es por las instancias oficiales yankees, jamás llegará.

Volviendo a nuestro artículo, éste recuerda que de hecho las conspiraciones son tan comunes que los propios jueces están entrenados para admitir las alegaciones conspiranoicas como  cualquier otro reclamo legal, siempre que haya evidencia de su posible existencia. Tanto la ley federal como la de todos los Estados de los EE.UU. reconocen la acusación de conspiración y prevén el castigo consiguiente para la gente que la practica. El autor del artículo revela que, sólo en Westlaw (una de las redes de investigación judicial empleada por abogados y jueces en su país) encontró oficialmente más de diez mil casos en los que la corte judicial empleó en su sentencia el término “culpable de conspiración”. Es un término de búsqueda muy corriente en los pleitos norteamericanos, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayor parte de las decisiones judiciales no se publicitan íntegramente en su país. La búsqueda de los mismos términos en documentos subidos a Internet daba como resultado casi tres millones doscientos mil casos. Con datos como éstos concluye que las conspiraciones no son precisamente inventos de freakies desocupados sino que están cometiéndose constantemente en EE.UU. , donde en los últimos años por cierto se han producido algunos casos escandalosos con condenas de conspiración como el de Bernie Madoff o el de los responsables de la empresa Enron.

El articulista desmonta de paso un lugar común: eso de que “no puede haber una conspiración masiva, en la que mucha gente tenga que callarse..., alguien terminaría hablando”. ¿De veras? Cita a Daniel Ellsberg, quien explica la falsedad de esta idea ya que “la desconocida realidad para el público y para la mayoría de los miembros del Congreso o de la prensa es que se puede mantener grandes secretos (…) durante decenios (…) inlcuso aunque sean conocidos por miles de participantes” en la conspiración. Y ahí está por ejemplo uno de los más grandes secretos de la industria militar norteamericana durante la Segunda Guerra Mundial: el Proyecto Manhattan para el desarrollo de la bomba atómica. Nada menos que ¡¡¡130.000!!! personas en EEUU, Canadá y el Reino Unido trabajaron en ello…, y a pesar de eso fue alto secreto durante años, incluso después de la guerra.

Cita también un interesante documental de la BBC que explica el intento de golpe de Estado que preparaba en 1933 en los Estados Unidos un grupo de empresarios norteamericanos con el objetivo de derrocar al entonces presidente Franklin Delano Roosevelt con ayuda de ¡¡¡medio millón!!! de veteranos de guerra. Los conspiradores incluían a representantes de algunas de las familias más conocidas del poder yankee como los propietarios de Heinz y Goodtea o el abuelo de George Bush, Prescott, por cierto fundador de cierta conocida pandilla conocida con el nombre de Skull and Bones). Su idea era quitar de en medio a Roosevelt para liberar a EE.UU. de la tiranía de la Reserva Federal y aplicar las exitosas teorías financieroeconómicas del Tercer Reich (las mismas que, a propósito, fueron la causa principal de este conflicto y de la posterior satanización icónica de la Alemania de la época: hay que evitar que alguien, en el futuro, se percate de que no sólo es posible sino que es completamente recomendable aplicar el patrón trabajo en lugar del patrón oro para sacar a un país del eterno ciclo de quiebras y recesiones generado por la gran banca internacional a través del mismo esquema de la finanza/deuda que funciona hoy por hoy especialmente en las "democracias" occidentales) con el objetivo de liberar a los norteamericanos de los brutales efectos de la gran depresión como Hitler lo estaba haciendo con los alemanes. Un personaje tan importante entonces como el General Butler explicó que los ciudadanos aceptarían al nuevo gobierno impuesto por la fuerza, porque "estarían controlados por los periódicos".  Como bien recuerda el articulista: ¿alguna vez oíste hablar de esta conspiración? Pues existió, y fue sin duda muy grande. Aún más, las declaraciones de Butler nos permiten reflexionar a propósito de los media. Si ya entonces poseían ese poder, ¿qué pasa hoy con los medios de comunicación actuales, mucho más poderosos que los de aquella época?

Como suele decirme Mac Namara: Bienvenido al proceloso mundo de la conspiranoia.




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Postdata:

Todo aquél que hable inglés podrá leer íntegramente el artículo aquí: http://www.zerohedge.com/news/2015-02-23/1967-he-cia-created-phrase-conspiracy-theorists-and-ways-attack-anyone-who-challenge



viernes, 20 de febrero de 2015

Los "racionalistas" atacan a las "pseudociencias"

En los últimos tiempos proliferan en Internet las webs de autores que se definen a sí mismos como "racionalistas", "científicos" y hasta "intelectuales" y cuyo ideario declarado sin ningún tipo de pudor abunda en expresiones y autocalificaciones como "la verdad sobre el timo de los ovnis", "el desenmascaramiento de las pesudociencias", "el azote de los supersticiosos" y otros tan rimbombantes como surrealistas títulos con los que pretenden demostrar que son una especie de seres superiores porque no creen en nada más que la Ciencia, así en mayúscula, o, si acaso, en la Razón, diosas ambas de las cuales se creen sus profetas y los encargados de “iluminar” al mundo. De vez en cuando me paseo por alguna de estas páginas (bueno, en realidad, me dejo pasear por Mac Namara, que es el que está lo bastante ocioso como para perder el tiempo husmeando todo tipo de tonterías en la red y quien, por cierto, me las descubrió porque hasta entonces yo no sabía que existían tantos y tan activos neoinquisidores) alternando la sorpresa con la carcajada y a veces hasta con la indignación cuando leo cosas como que los “creyentes” en realidades alternativas son (somos) "peligrosos" en tanto en cuanto responsables de la muerte de no sé cuántas personas en el mundo por propagar verdades distintas a las oficiales.

Para entender lo que está pasando, hay que recordar una vez más una historia ya contada por aquí y es que, cuando los “buenos” abrieron sus primeras Escuelas de Misterios (como mi Universidad de Dios) hace ya tantos siglos (o milenios) que ya ni recuerdo, los “malos” se devanaron los sesos estudiando cómo entorpecer e impedir definitivamente la llegada de aspirantes hasta sus puertas. En aquella lejana época, la primera prueba para acceder a uno de estos centros tan peculiares consistía precisamente en llegar hasta él. Había muy pocos, en lugares muy lejanos, pero mucha gente sabía dónde estaban ubicados y se podía intentar la aventura. Otra cosa era lograr llegar, sorteando problemas como las enormes distancias impuestas por los antiguos medios de locomoción, los ataques de piratas y mercenarios o el acecho de todo tipo de fieras. Y luego, una vez allí, había que enfrentarse a una serie de ordalías de las que uno podía salir vivo, muerto o esclavo. Algo de todo esto conté en mi última novela publicada por el momento: “La tumba de Gerión” (Robin Books).

Por muchos esfuerzos que hicieran los “malos” por impedir la afluencia de aspirantes al conocimiento del camino espiritual real y el desarrollo de los poderes divinos, siempre había héroes que, protegidos por su inocencia, su valor y su buen corazón, conseguían alcanzar las puertas del Templo y, tras superar los rigurosos exámenes impuestos por los profesores encargados de la admisión, ingresaban en el Lugar Donde Se Debe Estar. Por lo demás, fuerzas poderosas han protegido siempre a las Escuelas de Misterios y, de acuerdo con su nombre, lo han hecho misteriosamente,  lo que ha impedido que fueran destruidas definitivamente aunque durante ciertas épocas se vieran forzadas a sobrevivir ocultas por velos invisibles. Personalmente, he sido testigo de algunos “milagros” y “casualidades” que, si hubieran sido descritos en una obra de ficción, habrían sido descartados por el editor o por el propio escritor del texto, al considerarlos “demasiado fantásticos”…  

Sin embargo, cierto pésimo día uno de los “malos” tuvo una gran idea, desde su propia perspectiva por supuesto, y fue la de utilizar aquel viejo refrán de “si no puedes con ellos, únete a ellos”. El plan, tan sencillo como genial, fue la creación de multitud de Escuelas Falsas de Misterios que comenzaron a fundar a bombo y platillo por todo el orbe, facilitando sobremanera su acceso y prometiendo todo tipo de beneficios a quienes a ellas quisieran acceder. Además, copiaron 
(o quizá sería mejor decir corrompieron) los rituales, los símbolos y las palabras originales vaciándolos de sentido o dotándolos de otro diferente, de manera que aquéllos que, sin saber nada, tuvieran acceso a ese tipo de información (que no conocimiento) quedaran ya marcados por el error. Cuando uno lleva toda la vida escuchando que el ojo es el símbolo del Gran Hermano que nos vigila y de las hermandades negras obsesionadas con el control mundial resulta cuando menos chocante descubrir que su verdadero significado tiene que ver con el hombre despierto y capaz de “ver” el mundo real, por ejemplo. 

Por cada una de las verdaderas Escuela de Misterios, ellos fundaron 100.000 Escuelas Falsas de Misterios. De esta manera tan simple, comenzaron a desviar a los buscadores sinceros que, de pronto, no supieron a dónde exactamente tenían que dirigirse y comenzaron a errar el tiro. ¿Para qué viajar a alguna remota y poca accesible localidad de Egipto, España, Grecia, Turquía, la India…, si uno podía fácilmente encontrar lo mismo apenas un par de calles más allá de su propio domicilio? Con el tiempo, todo esto fue vulgarizándose aún más, a medida que muchos “iniciados” en Escuelas Falsas de Misterios se hicieron famosos y escribieron sus libros y fueron tomados (aún hoy lo son, muchos de ellos) como Grandes Hombres y Mujeres Espirituales. A medida que las informaciones sobre otras realidades fueron tiñendo las capas sociales, atraídas por la ley de la gravedad hacia abajo, siempre hacia abajo, todo fue enmarañándose y ensuciándose aún más. Así que hoy tenemos “brujas” que “echan las cartas del Tarot”
 no sólo en cualquier feria sino en todas las televisiones, cuando el Libro de Thoth no fue pensado para ser empleado como entretenimiento de personas desnortadas y sin voluntad propia. Tenemos anoréxicos mentales que son capaces de aconsejar el camino de otras personas, aún más anoréxicas que ellas, en función de sus supuestas capacidades de videncia o explotando de forma aberrante el verdadero secreto de la Astrología y conduciéndolas así al desastre. Tenemos “contactados” con “extraterrestres”, “ángeles”, “hadas”, “maestros ascendidos”, “espíritus” y todo tipo de entes fabulosos que pertenecen precisamente al terreno de la fábula y cuya vida está siendo drenada por seres muy diferentes a lo que ellos o sus consultantes creen. Tenemos…

Tenemos todo eso y mucho más, pero las verdaderas Escuelas de Misterios han seguido existiendo, siguen haciéndolo hoy día si bien a día de hoy ya no hay que buscarlas en lo alto de las cordilleras, lo profundo de los desiertos o algún valle escondido, sino que están más cerca de lo que pareciera. Por cierto, siguen siendo tan escasas en número como al principio, pero el conocimiento que ofrecen es tan genuino y real como entonces y una de sus principales características es la de que todos aquellos alumnos que de verdad trabajan con él alcanzan cierto grado de sabiduría, junto con ese concepto tan deseado como desconocido, que se llama poder. Por supuesto, sigue habiendo pruebas para acceder a estas Universidades de Dios y la primera de ellas consiste en encontrar una de verdad. Y sigue habiendo personas que a base de inocencia, valor y buen corazón logran llegar a ellas y entrar.

Volviendo al comienzo de este artículo, los llamados “racionalistas” cargan contra todo y contra todos demostrando así su ignorancia. Está bien desmitificar y desmontar los negocios de las gentes que prostituyen el verdadero conocimiento, pero los autonombrados sacerdotes inquisidores de la nueva Religión Científica (pues a eso han reducido a la noble actividad investigadora) parecen olvidar que en todas partes cuecen habas y que, igual que la Sabiduría real está rodeada de supuesta sabiduría, la Ciencia real está igualmente sometida a la presión de multitud de idioteces que se hacen pasar por científicas. No hace ni siquiera seis meses que la revista Science Insider reveló el hallazgo de unos científicos de la Universidad Pompeu Fabra que descubrieron más de treinta artículos biomédicos de otros tantos equipos chinos muy parecidos unos a otros. Tan parecidos, que aunque trataban temas diferentes (la enfermedad de Crohn, el cáncer, los problemas de corazón…) gracias a un análisis de datos se descubrió que tenían la misma estructura, el 
mismo orden de desarrollo, los mismos valores…, ¡hasta la misma estética! La conclusión es que habían sido en realidad todos ellos escritos por las mismas manos y que aquello era sólo la punta del iceberg de una industria de estudios científicos fraudulentos. Lo grande del caso es que no es la primera vez que esto sucede, y no sólo en China sino en los países “desarrollados” de Europa y en Estados Unidos. Pero… Oh, sorpresa, normalmente este tipo de noticias no se hacen públicas más allá del sector más directamente implicado. No se le puede decir a la persona corriente, de la calle, que existe un porcentaje inquietantemente alto de trabajos “científicos” que en realidad son copias de otros o están falseados o nadie los ha podido comprobar o… En resumidas cuentas, que son tan fiables como una “tarotista”.

Esto, por no hablar de los millones de dólares y la incontable cantidad de horas y equipos científicos que se invierten cada año en las investigaciones más estúpidas (y que, de forma incomprensible, son publicadas y hasta celebradas jocosamente por algunos medios de comunicación). Por ejemplo, y por citar sólo algunos del año 2014, el trabajo de un equipo de expertos japoneses que se preocuparon por indagar por qué resbalan las cáscaras de plátano… No es broma: su trabajo se titulaba Coeficiente de Fricción bajo una Cáscara de Plátano. O el de un grupo de investigadores noruegos y alemanes que se dedicaron a la trascendental tarea de estudiar cómo reaccionan los renos cuando ven a seres humanos…, disfrazados como osos polares.  O muchas otras tareas absurdas como el estudio del dolor relativo que la gente sufre por mirar pinturas feas (!), la investigación sobre el posible uso de la caca de bebé para la producción de salchichas fermentadas (!!) o el análisis de qué ocurre en el cerebro de las personas que creen ver la cara de Jesucristo en una rebanada de pan tostado (!!!).

Categoría aparte merecen los que desprecian a las personas que no tragan las verdades oficiales de los gobiernos en asuntos como los chemtrails, el supuesto origen extraterrestre de los OVNIS (cuya realidad, igual que en el caso de las estelas químicas en el cielo, es obvia para cada vez más testigos en todas las partes del mundo por más que esté prohibido hablar de ello seriamente en los medios de comunicación) o los hoy muy comunes atentados de falsa bandera. Las ridiculizan tratándolas de “conspiranoicos”, “ignorantes”, “enfermos mentales” y cosas mucho peores…, ¡como si algún gobierno hubiera dicho la verdad en los grandes acontecimientos de nuestra época (y de las anteriores)! Sólo hace falta dejar pasar los años suficientes para que se destapen las verdades…, cuando ya hayan prescrito los crímenes o hayan fallecido tranquilamente los criminales. Aquí hemos citado varias veces los casos de verdades escondidas a los ciudadanos por sus propios gobernantes. Uno de los últimos engaños que se ha destapado pero que tampoco ha sido precisamente noticia de portada en ninguna parte es el hecho de que más de medio centenar de farmacéuticas occidentales utilizaron a los ciudadanos de la RDA, la antigua Alemania comunista, para sus ensayos clínicos de nuevos fármacos, por supuesto sin advertirles de ello.

El semanario Der Spiegel contaba hace unos meses cómo un grupo de investigadores que estudiaron los archivos de la Stasi, la antigua policía secreta comunista, habían descubierto que ¡al menos 14.000 personas! habían sido “aportadas” por los dirigentes de la deteriorada RDA como cobayas humanas a cambio de divisas. Compañías como Sandoz, Bayer, Schering, Böhringer Mannheim y muchas otras alemanas, suizas, estadounidenses, francesas, belgas, danesas y finlandesas desarrollaron, que se sepa, no menos de 220 ensayos clínicos sin advertir a los pacientes de lo que estaban haciendo con ellos. Aplicaron fármacos de quimioterapia, antidepresivos, anticoagulantes e incluso pasta de dientes y pagaron por ello más de 16 millones de marcos alemanes de la época. Y esto sucedía ¡entre 1983 y 1990! O sea, antes de ayer. 

Repitamos el asunto: un gobierno aceptó pagos por “prestar” a sus ciudadanos sin que éstos lo supieran para ser utilizados en experimentos médicos. Y en una época en la que por cierto se multiplicaron las películas sobre lo que hicieron o dejaron de hacer los alemanes en la época del Tercer Reich con los prisioneros de sus campos de concentración hace ya 70 años. Curioso… Nadie ha rodado nunca ninguna película sobre lo que hicieron el gobierno de la RDA o el de Francia, el del Reino Unido, el de Estados Unidos, el de otros países europeos plenamente “democráticos” en épocas más recientes: desde los años 50 del pasado siglo XX hasta la actualidad, con sucesivos experimentos sobre su propia población como el del suministro de placebos en lugar de medicinas en Tuskegee,  la pulverización de la tos ferina en Tampa, la difusión de la fiebre amarilla y el dengue en Georgia y Florida, la infección deliberada de infecciones venéreas en la población de Guatemala, la esterilización forzosa (y silenciosa) de los retrasados mentales en Francia…

Todo esto conduce a la pregunta obvia: ¿qué y quién están probando hoy con nosotros? “¡Nada hombre! Eso es conspiranoia pura y en todo caso lo hacían los gobiernos de antes, sobre todo los de los países malvados. Eso no pasa ahora”, insisten furibundamente los “racionalistas”.

Los mismos que seguramente se creyeron aquello de “vamos a invadir Iraq porque tienen armas químicas”.






viernes, 13 de febrero de 2015

La Ola

Hace un par de años Fácil para nosotros sufrió un ataque muy sutil y muy cobarde, continuado en el tiempo y disimulado como "tendencias de Internet" que cortó las alas a su crecimiento. Publiqué entonces un artículo en el que me refería crípticamente a ello (no sé si algún lector avispado logró traducir mis palabras) porque decidí tomármelo con filosofía. Al fin y al cabo, son riesgos que se corren cuando uno se encarga de una bitácora que no es excesivamente popular (porque no publica fotos de mujeres desnudas ni opiniones de famosos diciendo estupideces) y que además habla de cosas "raras", a veces incómodas tanto en la forma como en el fondo y que, soy consciente, molestan muchísimo a determinados homo sapiens de cortas entendederas. Tampoco estaba entre mis objetivos llegar a miles de millones de personas sino simplemente a un puñado de gente que estuviera preocupada por asuntos afines y con la que pudiera compartir algunas de las ideas que no se pueden expresar en los supuestos foros libres de la sociedad contemporánea. Y hablar en libertad completa y absoluta: la libertad es un atributo exclusivo del hombre, aunque se paga (lo sé bien) carísima.

 El caso es que esta noche este blog ha sufrido un asalto mucho más directo. Tenía ya buena parte del artículo terminado cuando, de pronto y sin venir a cuento, la pantalla se ha puesto en blanco y todo el texto ha desaparecido en un santiamén mientras escribía, como si alguien hubiera accedido al mismo desde fuera de mi ordenador y lo hubiera borrado sobre la marcha para a continuación presionar el botón de guardar de forma que no hubiera posibilidad de recuperar lo escrito antes. Probablemente, porque es lo que ha sucedido. Llevo ya demasiado tiempo trabajando con Internet como para detectar cuándo hay que hablar de torpeza utilizando el teclado con malas combinaciones de letras, cuándo podemos achacar lo que ocurre a la inestabilidad de un programa o de una conexión y cuándo está pasando algo "que no debería pasar". De hecho, mientras escribo estas líneas, el escritorio sigue haciendo cosas raras, aunque ahora estoy tomando ciertas precauciones para evitar que vuelva a suceder lo mismo. 

Soy muy terco. Si me atacan y me borran el texto entero, lo empiezo otra vez. Y si lo vuelven a borrar, una vez más. La lástima es que el primer artículo me estaba gustando mucho y no puedo recuperar ni una coma. En él hablaba de un asunto interesante que, seguro, ahora no sabré explicar con las mismas palabras y razonamientos con los que lo llevaba expuesto hasta el momento de esta intervención foránea. El asunto era la inexistencia de los mesías. Algo básico en la carrera de la Universidad de Dios, que uno aprende incluso antes de comenzar a cursarla, cuando está preparándose para la prueba de acceso, pero que por motivos fáciles de entender es una de las fantasías favoritas del aprendiz de ser humano. A qué homo sapiens no le gusta imaginar que de pronto aparece un ser divino, dotado de poderes, dispuesto a resolverle todos los problemas, incluso a sacrificarse por él si es necesario, porque sí y sin pagar nada a cambio... Pero los mesías no existen. Son fruto de otro de esos bonitos cuentos escritos hace miles de años por un vago redomado (o un vago muy listo) que tuvo mucho éxito porque sirvió para justificar los intereses de una amplia audiencia de vagos redomados, que ha ido creciendo con el tiempo. La verdad es que nadie va a venir a salvar a la Humanidad, ni dios, ni extraterrestre, ni brujo con poderes... Nadie te va a salvar a ti ni tú puedes salvar a nadie, ni siquiera a las personas que más quieres en el mundo: la única forma de salvación que existe es la de uno mismo para sí mismo, a través de un trabajo específico y continuado en el tiempo.

Venía a cuento todo esto a raíz del estreno en Madrid de una de esas obras de teatro que debería formar parte de la educación de cualquier aspirante a ingresar en la Universidad de Dios. La Ola, que así se llama, está escrita por el dramaturgo Ignacio García May (ese apellido me suena) y dirigida por Marc Montserrat Drukker y se puede ver hasta el 22 de marzo en el Teatro Valle-Inclán. En realidad es un reestreno, pues llegó por vez primera a la escena en Barcelona, en catalán, hace un par de años. Allí ha estado triunfando desde entonces y hace unos días ha desembarcado en la capital con la intención de tener el mismo o aún más éxito. El argumento está basado en una historia real que ya pudimos ver en la versión cinematográfica (Die Welle) que rodó en 2008 el director germano Dennis Gansel. Entonces tuvo un moderado éxito en Alemania pero la película pasó casi inadvertida en el resto de Europa, donde prácticamente nadie se tomó la molestia de promocionarla. La versión de Gansel es bastante curiosa aunque se inventaba un muerto y un herido para darle más morbo a los hechos... No obstante, lo que sucedió en realidad fue suficientemente impactante para no necesitar adornos sangrientos y en ese sentido la versión española es mucho más interesante, ya que está basada en los propios recuerdos del profesor y los alumnos que los protagonizaron en 1963 (un año importante..., ya te digo). 

¿Y qué sucedió entonces? Pues que Ron Jones, un carismático y joven profesor de Historia del Cubberley High School, un instituto de Palo Alto, en California, puso en práctica un curioso experimento entre sus alumnos para tratar de explicarles cómo funciona la Historia, la vida misma. Lo hizo con resultados tan exitosos como abracadabrantes. Ya hemos hablado en otros artículos de experimentos como el de Milgram o el de Zimbardo, también de aquella época, gracias a los cuales se demostró de una manera científica la facilidad con que se puede manipular a un homo sapiens. Éste se puede encuadrar en una línea parecida y surgió de las preguntas y las dudas planteadas por los estudiantes de Jones acerca de cómo fue posible la instalación con tanta rapidez del régimen nacionalsocialista en Alemania. Hay dos explicaciones a esa pregunta, pero aquí sólo vamos a referirnos a la exotérica, no a la esotérica, entre otras cosas porque de eso iba el experimento: de tratar de desentrañar y comprender lo que sucedió en los años treinta en ese país viéndolo desde fuera y de acuerdo con la actual interpretación de lo que ocurrió, lo cual implica perderse ciertos detalles muy interesantes y, obviamente, la comprensión definitiva de este complejo tema.

En todo caso, Jones explicó a sus alumnos (en la foto, un momento de la obra teatral) que la instauración de un régimen totalitario es algo mucho más fácil de lograr de lo que la inmensa mayoría de ingenuos ciudadanos cree (y eso incluye también a nuestros contemporáneos absolutos, a los de ahora mismo, no sólo a los de los años 60 del siglo pasado) y se dispuso a demostrárselo invitándoles a participar en su experimento que consistía, ni más ni menos, que en crear un régimen totalitario dentro del mismo instituto y con el apoyo de los propios estudiantes de su clase. Para ello se inventó el nombre de un grupo, la Tercera Ola (una referencia surfera porque la creencia popular de los practicantes de la tabla en las playas californianas siempre comentaban que, en una serie de olas consecutivas en el mar, la tercera es siempre la más fuerte..., y la más divertida para surfear). Luego se inventó un lema largo pero rotundo ("Fuerza mediante la disciplina, fuerza mediante la comunidad, fuerza mediante la acción, fuerza mediante el orgullo") que pacientemente explicó y aplicó entre sus cada vez más fascinados alumnos.

A lo largo de cinco intensos días, una semana laboral, la antigua y bulliciosa clase cambió completamente de actitud a gran velocidad siguiendo la progresiva imposición del indiscutible y autoritario liderazgo del profesor, antes conocido entre los chavales como Ron y ahora como el Señor Jones. Un liderazgo que implicaba una disciplina absoluta a la hora de entrar y salir del aula, de estar sentados de una forma concreta, de asistir a las clases con completa atención, de dirigirse al profesor de una manera determinada, de saludarse entre sí dentro y fuera de clase con un signo específico... La puesta en marcha de todas estas medidas, por cierto, no sólo mejoró el orden y la limpieza en el instituto, sino que incrementó de manera espectacular el rendimiento escolar de los participantes, conclusión que turbaría mucho a más de una persona implicada. Al tercer día del experimento, la Tercera Ola había desbordado las paredes de la clase y a los 30 alumnos que lo habían iniciado se les sumaba otra docena de otras clases del instituto. Pocas horas después, eran ya más de 200... Los miembros del grupo recibieron tarjetas de identificación y tareas específicas a cumplir. Algunos empezaron a chivarse al Señor Jones denunciando a aquellos miembros del naciente movimiento que no cumplían estrictamente las normas impuestas. En aquel momento, el profesor se dio cuenta de que el tema se le había ido de las manos y podía terminar muy mal, y decidió poner punto final. "Reveló" a sus "leales seguidores" que en realidad la Tercera Ola formaba parte de un movimiento político a nivel nacional que se había puesto en marcha al mismo tiempo en todo el país y que el viernes una persona desconocida hasta entonces se mostraría públicamente como líder de una fuerza recién nacida dispuesta a cambiar (para bien, claro) los Estados Unidos de arriba a abajo.

Los alumnos se entusiasmaron con esta noticia, que les hizo sentirse aún más especiales, y acudieron en masa a la reunión convocada al día siguiente para ver el anuncio del líder misterioso. Entonces, el profesor les puso delante un televisor en el que teóricamente se iba a poder ver la rueda de prensa de presentación del movimiento..., pero lo único que los ansiosos asistentes pudieron ver allí era un canal desintonizado. Después de esperar durante unos nerviosos y larguísimos minutos, Ron Jones se adelantó y contó la verdad: "habéis sido víctimas de un experimento sobre algo que nunca ha existido más que en vuestras mentes..." El movimiento y el líder nacional no existían, todo era un cuento, el culmen de una experiencia demostrativa que, recordó, siempre había sido anunciada y tratada como tal pero en la que los alumnos se habían implicado deseando en su fuero interno que se tratara de algo real. Para terminar, les proyectó una película contra el nacionalsocialismo.

Fue como despertar de un sueño muy agradable cayéndose bruscamente de la cama. El shock que vivieron muchos de los chavales al comprobar la facilidad con la que habían sido engañados en una ficción a la que se habían entregado con armas y bagajes desde el primer momento les marcó para siempre y, según los testimonios de algunos de ellos, les condicionó desde el punto de vista político. Y también a Jones, que quedó personalmente muy impresionado por los resultados obtenidos y comprendió que había obtenido un éxito mucho mayor de lo imaginado..., lo cual hablaba bastante mal del homo sapiens y las expectativas de que hubiera aprendido algo tras la guerra más sangrienta y decisiva de los últimos siglos. Que se sepa, no volvió a intentarlo con ninguna otra clase en los cursos de los siguientes años.

La obra de teatro explica todo esto magistralmente de forma que este breve resumen del argumento palidece ante el desarrollo de la actuación, en la que uno ve y comprende perfectamente en vivo cómo funcionan los mecanismos para abducir mentalmente cualquier voluntad y ponerla a los pies de un régimen totalitario, con independencia de si éste es de derechas o de izquierdas. Porque ésa es una conclusión de especial interés: aunque a lo largo de la obra, como sucedió en la realidad, sólo se hace referencia a la formación de un movimiento totalitario de corte fascista (después de todo, el propio Jones reconoce ser judío y por tanto tener una sensibilidad especial en todo este asunto), el asalto y dominio de las mentes ajenas funciona para cualquier actividad política, no sólo para los totalitarismos de un extremo sino también para los del otro. De hecho, una profesora alemana trató de
reproducir el experimento el año pasado (ojo, hace apenas unos pocos meses) en Alemania pero cambiándole el sesgo político a su movimiento. Heidemarie Schwalbe, conocida militante del partido de izquierdas Die Linke, hizo lo mismo que Ron Jones pero en su instituto de secundaria de Shul, en Turingia, trasladando a sus alumnos a la "gloriosa" época de la RDA, la Alemania comunista de la Guerra Fría. Cambió las normas del colegio, hizo que todos los chavales se vistieran como en la época, impartió clases de marxismo-leninismo, impuso exclusivamente la música de los años ochenta, obligó a saludar a la manera de las Juventudes Comunistas... En este caso la experiencia no la detuvo la profesora, sino los padres de los alumnos (algunos de los cuales seguro que habían visto Die Welle) que iniciaron una rápida protesta y forzaron al director a intervenir y detener lo que estaba ocurriendo. Schwalbe pidió una baja por enfermedad, quitándose de en medio, mientras sus alumnos, desconcertados, concedían entrevistas a medios de comunicación locales preguntándose qué estaba mal en aquel juego tan divertido... Sí, el homo sapiens no termina de aprender.

Lo sucedido en Turingia demuestra que lo mismo que les sucedió a los chavales de los años sesenta en los EE.UU. puede pasarles a los de 2015 en el mismo país, o en Alemania o en España o en México o en cualquier otra parte del mundo. De hecho, está pasando ya de nuevo y no hay más que ver cómo funcionan los partidos políticos en toda Europa, sobre todo los surgidos en los últimos años merced a la crisis financiera (y moral y de valores) que está sacudiendo el Viejo Continente. En los medios de comunicación europeos se advierte mucho acerca de los llamados partidos neonazis o populistas que están tomando fuerza en Grecia, en Ucrania, en los países nórdicos..., a raíz de la corrupción y descomposición de las fuerzas políticas tradicionales, pero lo mismo está sucediendo con los de índole comunista. Es muy significativo, en el caso de España, lo que está ocurriendo con Podemos, una formación que se presenta públicamente como un partido "ni de izquierdas ni de derechas, sino de la gente, del pueblo" dispuesto a "regenerar" el panorama político de la piel de toro "acabando con la casta", cuando la verdad es que todos sus líderes provienen del PCE o Partido Comunista Español e incluyen un ideario (el que han hecho público, aunque ha ido variando como una veleta en los últimos meses) profundamente escorado hacia la izquierda. Hablar con algunos miembros de Podemos me ha recordado la actitud de los alumnos en la obra de La Ola.

Y todo esto en relación con los mesías (el mesías de Podemos es, naturalmente, el impoluto, sabio y valeroso Pablo Iglesias), de los cuales habrá que hablar más tranquilamente otro día, visto lo visto. 












  

viernes, 6 de febrero de 2015

Cinco por Infinito

Son numerosos los lectores de esta bitácora que se han interesado por los planes de estudio de la Universidad de Dios. No voy a ponerme a desvelarlos ahora, aunque a lo largo de esta ya larga recopilación de artículos bajo el título de Fácil para nosotros he tenido ocasión de referirme a algunas asignaturas concretas e incluso a algunos de mis maestros concretos, como gran Epícteto, mi profesor de Filosofía; el mulá Nasrudin, mi profesor de la asignatura de Misticismo y Paradojas; o Lee Jun-Fan, el de Destrucción del Paradigma a través de la Educación FísicaNo obstante, existe una asignatura en concreto que sorprende mucho a los neófitos y/o aspirantes a ingresar algún día en estas magnas aulas cuando alguien les revela su presencia y es Estudio Práctico del Arte. Y significa exactamente eso. Todos los alumnos que nos devanamos los sesos y hacemos examen tras examen al objeto de avanzar en nuestra educación para algún día poder tener el diploma oficial de Licenciado de Dios tenemos la obligación de aprender y practicar arte en todos y cada uno de los trece cursos de estos estudios tan particulares. Al fin y al cabo, si el trabajo de fin de carrera es la creación de tu propio Universo, tienes que saber cómo animarlo de mil y una formas. Además, hay una clasificación muy fácil de las artes elaborada ya desde hace mucho tiempo. 

Para empezar, hay que aprender las denominadas 6 artes "clásicas" que son Literatura (ésta la voy aprobando con nota), Música (sé llevar un ritmo con las palmas), Pintura (también la controlo sin problemas), Arquitectura (dibujo bastante bien los edificios en mis chistes e historietas, aunque sospecho que hará falta algo más para que me den el visto bueno), Escultura (no he pasado de la fase muñequitos-de-plastilina, lo reconozco) y Danza (mejor no hablaré mucho sobre ella, aunque he hecho grandes progresos últimamente y ya sé cruzar una pierna delante de otra sin caerme al suelo). Luego vienen las artes optativas, que uno puede desarrollar o no y que, en mi caso, aspiro a aprender también en la medida de lo posible, porque también me gustan. Al menos, las tres más famosas, que son las que vienen después de las clásicas: Cine (de momento soy más bien consumidor antes que productor, en cuanto a obras del séptimo arte pero..., ¡dadme tiempo!), Fotografía (con ésta no tengo problemas) y Cómic (o Historieta, el noveno arte, en la que progreso adecuadamente).

Por eso en mis fiestas de cumpleaños y aniversarios variados, que celebro prácticamente a diario (cualquier momento de cualquier día es bueno para celebrar cualquier cosa..., los -aprendices de- dioses somos así), siempre incluyo entre mis regalos un montón de tebeos. Bien escogidos, eso sí, porque en la historieta, como en la literatura, hay de todo y últimamente no demasiado bueno. Sin embargo, cuando miro mi colección de cómics y, mejor, cuando consigo un rato para sentarme y disfrutar de alguno de sus ejemplares, me encuentro razonablemente satisfecho. Ahí está desde la -para mi gusto- obra cumbre del tebeo que es Prince Valiant de
 Hal Foster (aquí a la derecha) y, debajo de él, una amplia selección que va desde los Sturmtruppen de Bonvi hasta el Alix de Jacques Martin, pasando por la Mafalda de Quino, el Flash Gordon de Alex Raymond, Los eternos de Jack Kirby o el Nippur de Lagash de Robin Wood entre otras joyas. Es curioso, porque a Mac Namara no le interesa nada de esto ni lo más mínimo. Nunca le he visto leyendo un tebeo (se podrá argumentar que resultaría raro ver a un gato leyendo, pero sí, él suele leer todas las noches después de cenar su correspondiente tazón de leche, aunque siempre sesudos libros de ensayo..., rara vez una obra de ficción y, desde luego, nunca un cómic; será por eso por lo que ha salido tan conspiranoico).

Toda esta amplia introducción viene a cuento porque uno de los últimos ejemplares que ha pasado a engrosar mi valiosa librería de historietas (encajonada por cierto en un pasillo del angosto apartamento que compartimos Mac Namara y yo junto al campus universitario) es el monumental integral de la maravillosa serie Cinco por Infinito de Esteban Maroto publicado por Ediciones Glénat. Por accidente (¿por accidente?) descubrí hace unas semanas que existía ¡¡¡nada menos que desde 2011, hace cuatro años, y yo sin enterarme!!!! esta reedición de las aventuras místico/espaciales de los cinco terrícolas dirigidos por el misterioso Infinito publicadas originalmente en 1967 y que yo llevaba no sé cuántos eones ya buscando infructuosamente en un formato más pequeño, desconocedor de esta edición de lujo. Así que gracias a las facilidades dadas por Internet para todo lo que sea compra y venta de cualquier cosa, hasta de la propia alma, pronto me pude hacer con uno de los ejemplares, que he devorado estos últimos días.


Confieso que Maroto nunca fue uno de mis dibujantes favoritos (demasiado pasteloso para mi estética y, en muchas ocasiones, repetitivo en sus figuras humanas), aún reconociéndole una habilidad extraordinaria con las tintas, así como el hecho de que tuvo que desarrollar su carrera en un país (España) y una época (comenzó su carrera de dibujante en 1955), ambos complicados. Eso, sin tener en cuenta que el de dibujante nunca ha sido un oficio bien pagado en tierras celtibéricas. Ni siquiera bien reconocido, a pesar de la extraordinaria nómina de dibujantes, ilustradores y pintores de la que ha disfrutado el arte español. Quizá sea por eso, porque por aquí tenemos la estúpida costumbre de opinar que "total, dibujar cuatro monos es muy fácil" aunque luego le pidas al listo de turno que te dice eso que dibuje él algo y lo único que le sale es lo de "con un 6 y un 4, pinto la cara de tu retrato". Pero hay que reconocer que se trata de un valor más que sólido de la historia de la historieta española y que debe figurar en ella por méritos propios. De hecho, ya lo hace, porque está formalmente incluido en algo que los especialistas teóricos llaman el Grupo de la Floresta, un grupo de seis dibujantes que se aliaron para trabajar conjuntamente en Barcelona a finales de los años sesenta del siglo XX. Además de Esteban Maroto, los integrantes de ese grupo eran Carlos Giménez, Luis García, Suso Peña, Adolfo Usero y Ramón Torrents.

De esa colaboración (y de la idea y los lápices originales de Maroto) surgieron, por cierto, los primeros capítulos de Cinco por Infinito, en los que colaboraron Torrents dibujando a las féminas, Usero a los machotes y Peña, los fondos. La multiplicación de trabajos de los artistas redujo el equipo inicial a Maroto y Usero en el cuarto episodio de la serie y, a partir del quinto, su creador se encargó de ella en solitario hasta el final de los veinte capítulos que duró esta interesante obra de Ciencia Ficción que obtuvo un éxito internacional muy merecido, ya que se tradujo y se vendió en varios países europeos y americanos, incluyendo los Estados Unidos, donde tuvo su propia versión con el nombre de Zero Patrol (Infinito cambiaba el nombre por Zero) impulsada nada menos que por Neal Adams.

La serie cuenta la historia de cinco terrestres con nombres de inspiración estelar: Altar, un catedrático de astrofísica y astronomía que posee una inteligencia superior y es una especie de Reed Richards pero a la española (aunque es profesor de una universidad rumana); Orión, un guardaespaldas profesional de gran tamaño y una fuerza extraordinaria (según Infinito, "muy pocos seres pueden comparársete" en fuerza aunque luego en las sucesivas historias veremos que tampoco es para tanto..., es sólo el muchachote del grupo), Aline, doctora en psiquiatría y especializada en ciencias ocultas y parapsicología (alguna vez utiliza sus poderes telepáticos, pero nunca aparece actuando de bruja, la verdad); Sirio, un doble de películas de acción, ágil y con gran capacidad de reflejos (y el guaperas del grupo) e Hidra, una estrella de cine inicialmente no invitada a la fiesta, pero que al estar junto a Sirio se ve arrastrada a la aventura (básicamente, la típica rubia mona y tonta, que se pasa el rato pidiendo ayuda a Sirio). Los cinco son convocados a través de una nave espacial por Infinito, el último (y calvo, además) representante de una desarrollada cultura extraterrestre que cometió el mismo error que nosotros estamos cometiendo ahora en la Tierra: es decir, dejar todo el trabajo progresivamente en manos de las máquinas con la excusa de la "civilización del ocio". Claro, un día las máquinas empiezan a autorrepararse y a regularlo todo y, al día siguiente, llegan a la conclusión de que el hombre es una criatura ineficiente y sobrante en la nueva dictadura de las tuercas que quieren imponer. Así que se rebelan y matan a todo quisque..., menos a Infinito, que logra escapar porque estaba en una estación espacial orbitando su planeta (lo que no se explica es por qué no se rebelaron también las máquinas de la estación).

Infinito pide ayuda a los cinco terrestres para vengarse destruyendo la malvada civilización de las máquinas, cosa que los humanos hacen sin grandes problemas con la ayuda tecnológica de su nuevo mentor. Como premio por su ayuda, Infinito les ofrece quedarse con él y formar una especie de minilegión galáctica autodenominada "Exploradores del Espacio" que se dedicará a partir de ese momento a recorrer el universo para recopilar todo el conocimiento posible sobre las diversas razas que lo pueblan (luego resulta que la mayoría de ellas son humanas o al menos de aspecto humano) y echar una mano si alguna se lo pide. Ni qué decir tiene
 que todos se apuntan (yo también lo hubiera hecho, a pesar de mi vértigo) y, a partir de entonces, vivirán extraordinarias aventuras. Más extraordinarias si tenemos en cuenta que fueron imaginadas y dibujadas por autores españoles en una sociedad en la que la fantasía y la imaginación fue (y sigue aún siendo) marginada y estigmatizada en favor del "realismo". Aunque justo es reconocer que Esteban Maroto contó con una "ayudita" adicional que cualquier buen aficionado al cómic detecta de inmediato. Y es que al Grupo de la Floresta no sólo les gustaba dibujar tebeos, sino leer los de sus colegas. Por eso resulta sencillo descubrir dónde se "inspiraron" Maroto y sus compañeros para dibujar algunas de sus viñetas. Se pueden reconocer fácilmente las copias de ilustraciones de Frank Frazetta o dibujos de Dan Barry, por ejemplo. O, como en la foto que vemos adjunta, nada menos que de un portaaviones que aparece en la primera de las aventuras de Tanguy y Laverdure de Jean-Michel Charlier y Albert Uderzo. En color, aparece el original de los autores franceses y, en blanco y negro, la historieta de Maroto.

En general, Cinco por Infinito mantiene de todas formas un nivel muy alto, sobre todo teniendo en cuenta el momento en el que la serie fue publicada por primera vez. Hay algunos episodios especialmente buenos como El sublime (donde un listillo secuestra a las mujeres más guapas y a los hombres más audaces de un pueblo primitivo haciéndoles creer que van a una especie de cielo..., luego se queda con las mujeres y arroja a los hombres al cubil de una araña gigante), Juicio a la Tierra (donde unos extraterrestres feos y cabezones están a punto de destruir al hombre por considerarlo un ser brutal, primitivo y prescindible y los exploradores tienen que hacer de abogados ante un exigente tribunal galáctico), Lluvia (en la que el agua que cae del cielo desquicia literalmente a toda una civilización), La diosa de las profundidades (donde nada es lo que parece, ni siquiera un malvado brujo) o mi favorita, El planeta de los espíritus (en la que una raza de poderosos pero crueles seres incorpóreos que viven en el viento aspiran a encarnarse en los humanos de carne y hueso que pueblan el planeta). El último capítulo, Energía vital, lleva a los seis protagonistas de la serie hasta el mismísimo límite físico del Universo y, con él, al final de una saga extraordinaria que seguramente podría haber continuado de manera indefinida si Maroto se hubiera encontrado con fuerzas suficientes para ello.