Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Corazón

- ¿Cómo sé que me quieres de verdad? -preguntó, dudando, la princesa azteca.

-¡Pero si te acabo de ofrecer mi corazón! -dijo él, exhalando su último suspiro en lo alto de la pirámide escalonada.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Pasarse de listo

Cracked es una de las muchas páginas web norteamericanas en las que podemos encontrar listas insólitas sobre casi cualquier cosa que a uno se le pueda ocurrir, comentadas irónicamente: desde Cinco proyectos espaciales más impresionantes que el Mars Rover hasta Cinco subgéneros bizarros del género de terror pasando por Seis canciones populares sobre las que usted no tenía idea de que contenían mensajes subliminales. No es más que la traslación a Internet de una de las manías más curiosas del homo sapiens: su pasión por confeccionar listas presuntamente definitivas que le permitan encerrar el conocimiento básico en pequeñas cápsulas siempre bajo control, de acuerdo con el orden artificial del mundo que se empeña en aplicar por encima del de la Naturaleza. Hasta el eruditísimo e intocable (intelectualmente hablando) Umberto Eco cayó en la tentación en aquel texto encargado por el Museo del Louvre y publicado luego con el título de El vértigo de las listas. Allí enumeró fragmentos literarios con compilaciones de lo más surrealista: desde las cosas que había en el cajón de la cocina de Leopold Bloom en el penúltimo capítulo del Ulises de James Joyce (¿de verdad hay algo más surrealista que esto?) hasta los barcos que armaron los aqueos para tomar Troya al asalto, según la información facilitada por Homero en la Ilíada.
 
Volviendo a Cracked, tiene muchos artículos con los que uno puede o no estar de acuerdo pero que resultan francamente graciosos o al menos entretenidos y que demuestran que la gente tiene mucho tiempo libre para escribir sobre casi cualquier idea, por peregrina que sea (bueno, no sé si soy precisamente el más indicado para decir eso...). Uno de los que me han llamado la atención es Las cinco formas más estúpidas con que la gente aparenta ser inteligente, porque me he dado cuenta de que caigo en más de una y eso me preocupa. Bien, en realidad le preocupa a mi imagen, que tiene tan buena opinión sobre sí misma..., porque, lo que es a mi Yo, le trae completamente al pairo. Pero veamos ya sin más dilación cuáles son esas maneras de pasarse de rosca según los finos analistas de esta web:

1.- En primer lugar, negarse a discutir. Una frase afortunada de las muchas que recorren la red afirma que "uno nunca debe ponerse a debatir nada con un idiota, porque si se pone a su nivel siempre va a resultar perdedor" pero esto no es exactamente así. Cracked afirma que el 80 por ciento de la gente que no entra al debate por darse aires de madurez, sofisticación o incluso sabiduría, en realidad es incapaz de exponer y defender con claridad sus propias creencias y opiniones respecto a lo que se está debatiendo. Mantenerse en un silencio en apariencia fruto de la indiferencia es una forma de que "por error crean que estás sumido en una reflexión tranquila" y por supuesto muy sesuda. Recurriendo a otro pensamiento equivalente tan popular como divertido, es algo semejante a lo de "prefiero guardar silencio y parecer tonto que abrir la boca y confirmar que lo soy". Aún más allá, asegura la web: "cuando alguien dice: 'Bueno, debatiré este asunto con la gente cuyas opiniones realmente importan', nueve de cada diez veces quiere decir: 'Debatiré este asunto con mis amigos más cercanos, que estarán de acuerdo con lo que yo digo". Alguien que se niega sistemáticamente al debate, concluye, suele hacerlo en la mayoría de las ocasiones por arrogancia o, más bien, por no mostrar su incapacidad real para debatir.

2.- Citar a Franz Kafka. La verdad es que aprenderse y soltar de vez en cuando unas cuantas frases de autores literariamente famosos como Shakespeare, Cervantes, Joyce, Quevedo o tantos otros confiere un barniz rápido de ilustración e intelectualidad con el cual impresionar sobre todo a aquellas personas cuya única lectura es la del listín telefónico o la guía de programas de televisión. Además, en los últimos años Internet ha ayudado mucho a los aficionados a reunir su propio dossier de frases-famosas-para-la-ocasión: hay multitud de páginas web recogiendo todo tipo de ocurrencias, y no sólo de literatos, sino de filósofos como Lao Tsé, políticos como Winston Churchill o aventureros (¿qué fue, en el fondo, sino eso?) como Napoleón. Cracked la toma especialmente con Kafka porque el redactor de la lista debe estar un poco harto (o al menos así lo sugiere) de que sus vecinos utilicen el término kafkiano para referirse constantemente a casi cualquier problema con la burocracia y aprovecha para recordar que este escritor judeocheco es conocido por unos pocos cuentos, el más famoso de los cuales es La metamorfosis, así como su novela El proceso. Pero insiste en que fue "completamente desconocido en su época, aunque se volvió un respetable autor después de su muerte". En realidad, como la mayoría de autores literarios más populares.

3.- Corregir los errores triviales de los demás. Es un clásico y suele estar relacionado con el modo número 2 de intentar siempre quedar por encima. Una cosa es corregir algo importante y que puede resultar de ayuda para la persona advertida: por ejemplo, un error en el trabajo que puede afectar a la producción o una laguna cultural que puede llegar a perjudicar  a la persona ante una oportunidad social de cualquier tipo. Otra cosa muy distinta, a la que se refiere este punto, es estar sistemáticamente encima de los otros, tratando de demostrar lo mucho que sabe uno, al estilo de Sheldon Cooper, el irritante y divertido personaje de The Big Bang Theory con un alarmante parecido físico a cierto ex presidente del gobierno español. Algo del estilo: "-¿Qué hora es? -Las ocho y cuarto. -No, las ocho y diecisiete minutos, si no te importa".


4.- Hablar constantemente de lo mucho que a uno le gusta y/o sabe acerca de música jazz. Si uno quiere quedar como una persona reflexiva, sensible, inteligente..., más vale no reconocer que lleva a Justin Bieber en su iPod o que en las fiestas disfruta bailando la Macarena. Sin embargo, quedará siempre "por encima" si cita, por ejemplo, algún incunable de Thelonius Monk, al que la propia web que ha publicado esta lista describe como "uno de los más importantes músicos de todos los tiempos". Y es que, por algún extraño motivo, el jazz se ha identificado casi desde su nacimiento (a excepción de en la Alemania del Tercer Reich, donde estaba calificada dentro del saco de la llamada "música degenerada") con la intelectualidad. La verdad es que se trata de un nuevo triunfo de la publicidad políticamente correcta: desde hace años numerosos escritores y artistas norteamericanos como el cineasta Woody Allen han mostrado públicamente su preferencia por el jazz y, teniendo en cuenta que vivimos bajo el imperio audiovisual de Yankeelandia, muchos listillos que ni saben, ni entienden, ni siquiera les gusta especialmente este tipo de música, se apuntaron al carro de inmediato.


5.- Burlarse del concepto de Dios. Para un listillo que siempre aspira a quedar por encima del resto de los mortales, resulta a menudo irresistible la tentación de quedar también por encima de los inmortales. Además, es muy sencillo. Basta con abrazar la causa del ateísmo o, en su defecto, del materialismo más grosero. Lo cual, igual que sucede con el punto 4, da un punto de "intelectualidad" muy llamativo, ya que son muchos los personajes públicos relacionados no sólo con el espectáculo sino con la ciencia y la tecnología que se confiesan seguidores de esta bandera. No importa que el homo sapiens pertenezca a una especie infantil (desde el punto de vista biológico) y de percepción limitada, ubicada en un pedazo de roca (que ni siquiera ha explorado por completo) en las afueras de una galaxia muy normalita. No importa que los propios científicos reconozcan que el 90 por ciento o más del Universo esté formado por lo que llaman "materia oscura" (oscura, porque no saben lo que es, ni lo que significa), igual que descalifican el 90 por ciento de nuestra composición genética con el nombre de "ADN basura" (basura igual que oscura: entiéndase que, en realidad, no tienen ni idea de para qué sirve). No importa que esté más que demostrado por estos propios científicos que nuestros sentidos nos engañan y que lo que vemos, oímos, olemos, tocamos..., no existe en realidad sino como una simple convención social adaptada a partir de la cultura. Los inquisidores del racionalismo emulan a sus colegas antitéticos, los inquisidores de la fe, y siempre tienen un hueco en sus filas para aquéllos que se adhieren incondicionalmente a sus principios. En su caso, eso implica antes que nada estar dispuestos a burlarse de todo aquél que duda acerca de la posibilidad de la existencia de un ser superior al hombre ya que, en su soberbia, piensan (aunque a menudo ni siquiera lo reconozcan) que el ser humano se encuentra en lo más alto de la pirámide evolutiva.


lunes, 26 de noviembre de 2012

Dos errores en la lucha

Las películas de bofetadas y puñetazos, y no hablo sólo de las del tipo Steven Seagal o Chuck Norris porque el cine de Hollywood tiene muchos ejemplos en largometrajes de muy diverso género, han hecho caer a muchos ingenuos en dos serios errores. El primero es que uno puede aguantar un serio castigo físico durante mucho tiempo golpeando al adversario y dejándose golpear por él, en combates homéricos como el que mantienen John Wayne y Victor McLaglen en El hombre tranquilo, sin más secuelas que un ligero atontamiento y un poquito de sangre en la nariz (lo que pasa a un segundo plano, en todo caso, cuando después del combate se ingiere la adecuada cantidad de Guinness). En algunas ocasiones, incluso se defiende la leyenda de que, por mucho que uno esté siendo castigado, no hace falta golpear al rival más que una sola vez: la última..., los irreales finales de las películas de Karate Kid, por lo demás una serie muy meritoria y llena de valores, son una verdadera autoparodia en este sentido. Sin embargo, la verdad la conoce cualquier luchador veterano y es que en la inmensa mayoría de las ocasiones un combate se termina al tercer o al cuarto golpe, y no más.

El cuerpo humano es mucho menos resistente de lo que parece en la pantalla y un puñetazo o una patada bien dadas duelen e imposibilitan continuar la lucha, doy fe de ello. Incluso pueden matarte, dependiendo de donde impacten. Así que es tan importante, o quizá más, aprender a aguantar el golpe que a golpear en sí. Y, por supuesto, convertirse en un especialista en chequeos y bloqueos para desviar en la medida de lo posible los mazazos del adversario. Me viene ahora a la memoria cierto maestro español de Kenpo Karate con años de recorrido y unos cuantos danes en su cinturón (un auténtico ronin, porque traicionó a su maestro iniciador de muy mala manera y fue expulsado de su escuela, aunque hoy va por ahí pavoneándose en un puesto de responsabilidad conseguido gracias a su astucia) que tiene una técnica fabulosa y que puede dejarte fuera de combate en un abrir y cerrar de ojos..., si no le alcanzas antes. Porque posee una debilidad terrible: no aguanta físicamente un golpe fuerte. Por lo tanto, en cualquier campeonato (y en la vida real, si se ve obligado a utilizar su arte marcial) no tiene más remedio que pasar a la ofensiva desde el principio y ganar sus combates con rapidez y con agilidad, evitando el contacto del adversario, ya que es muy consciente de que si éste le toca acabará fácilmente con él.

Como decía el otro: "El que resiste, gana".

El segundo error de este tipo de películas es insistir en que uno tiene que aprender nuevas técnicas cada día, nuevas formas de atacar y defenderse, de moverse en un sentido o en otro, de empujar o estrangular, de acechar..., de incrementar el arsenal propio hasta el infinito, como si el hecho de poseer cincuenta armas confiriera una superioridad estratégica definitiva sobre aquél otro que sólo dispusiera de cinco. Pero no hace falta saber mucho, sino saberlo bien. Nuestro profesor de Destrucción del Paradigma a través de la Educación Fisica, el implacable Lee Jun-fan, siempre ha sido muy claro respecto a esto: "El luchador bien coordinado hace todo suave y graciosamente. Parece resbalar dentro y fuera de la distancia con un mínimo de esfuerzo y un máximo de engaño. Su forma de trabajar es buena porque sus propios movimientos son tan rítmicos que tienDen a establecer un riTmo complementario por parte del contrario, un ritmo que puede romper para ventaja propia a causa de su control perfecto sobre sus propios músculos. Parece adivinar a su contrario, porque toma la iniciativa de forma natural y hasta cierto punto fuerza las reacciones de su oponente".

Insiste Lee Jun-Fan: "Un luchador potente no es un luchador fuerte sino uno que puede ejercer su fuerza con rapidez. Ya que la potencia es igual a fuerza por velocidad, si el luchador aprende a realizar movimientos más rápidos, incrementa su potencia (...) los elevados niveles de fuerza llevan al éxito, si se combinan con velocidad, flexibilidad y resistencia (...) En un combate sin los atributos citados, un hombre fuerte resulta ser al final como el toro con su fuerza colosal persiguiendo inútilmente a un torero"

Y la clave definitiva de todo esto: "No es un incremento diario, sino una disminución diaria. ¡Elimina todo lo que no sea esencial!"








viernes, 23 de noviembre de 2012

El principio era el fin

Dos son las teorías más importantes que se manejan en la actualidad sobre el origen (físico) del ser humano: el Creacionismo y el Evolucionismo. Por resumir muy mucho el asunto recordemos que el Evolucionismo defiende un proceso presuntamente natural en el que el homo sapiens no es sino el último eslabón conocido de una cadena de vida que comenzó hace millones de años con las primeras y primitivas células surgidas se supone que en el océano. Esta teoría tiene algunos puntos oscuros, como su paradójica tendencia a confiar en una postura muy similar a la de la anticientífica "creación por generación espontánea" ya que los pasos esenciales de su desarrollo tienden a convencernos de que las cosas sucedieron sin razón aparente en un momento dado. Por ejemplo: de repente no había células vivas y de repente sí las había. ¿De dónde salieron? "Pudieron llegar del espacio a bordo de cometas", se nos dice. Ah, perfecto..., pero ¿y cómo llegaron a esos cometas? ¿De qué punto del universo salieron? ¿Cómo surgió la primera célula viva, donde quiera que fuese? Otro ejemplo: de repente toda la vida estaba en el océano y de repente algunos peces se convierten en anfibios. ¿Y por qué? ¿Qué razón de peso hay para que un animal que siempre ha vivido en el mar decida ir en un momento dado en contra de toda la carga genética de su especie y, sin inteligencia suficiente siquiera para tener conciencia de sí mismo, sin sentimientos que le impulsen por puro romanticismo, amor u odio..., de pronto decida dedicarse a explorar la tierra, un medio hostil y desconocido para él?

La otra teoría, el Creacionismo, defiende otro proceso presuntamente natural en el que el homo sapiens fue creado directamente, tal cual es hoy día, por un ser superior, al cual se reconocería la categoría de Dios o Dioses. Muchos críticos de esta hipótesis consideran sólo como creacionistas a los fanáticos embobados con la artificiosa idea del dios judeocristiano y con la ridícula cifra de 5.000 años que se supone tiene nuestro planeta porque así se deduce de la Biblia. Pero hay muchos tipos de "creacionismo", no sólo el recogido en la inmensa mayoría de mitos y religiones antiguas. Irónicamente, uno de los libros (y a la vez película) más importantes de la historia de la Ciencia Ficción, 2001, una odisea espacial, es uno de los principales relatos creacionistas contemporáneos. Los monolitos oscuros que marcan la evolución humana son artefactos (¿o quizás entes vivos?) inteligentes y ajenos a la Humanidad, que pastorean al homo sapiens en su carrera hacia las estrellas... Por supuesto, también en este caso hay puntos oscuros. Por ejemplo: ¿quién o quiénes son los dioses que construyeron al hombre y por qué lo hicieron? Si en verdad sucedió así, ¿dónde están ahora y por qué no se manifiestan abiertamente? O también: si vino un dios por aquí y creó a la humanidad con su varita mágica, ¿qué pintan entonces todos esos otros grupos de homínidos relacionados con ella, pero netamente inferiores desde el punto de vista cultural y espiritual? ¿Acaso estos familiares semihumanos fueron "experimentos fallidos" de la divinidad creadora?

Entre creacionistas y evolucionistas existen vías intermedias, algunas de ellas dignas de exploración. Ahí está el ejemplo de El principio era el fin, de Óscar Kiss Maerth: un texto tan interesante como  difícil de encontrar (hoy día) publicado en papel tras la habitual y conveniente satanización de su autor húngaro británico, al que se califica alegremente de "pseudocientífico" y "racista" para asustar a posibles lectores con ganas de respuestas, por haber tenido la osadía de cuestionar con argumentos lógicos y por cierto bastante científicos la creencia evolucionista, uno de los dogmas básicos impuestos por la inquisición racionalista que gobierna la ciencia contemporánea. De hecho, en los primeros capítulos de este libro figura una demolición sistemática, impecable e inapelable de las teorías prodarwinistas más populares, aunque la paradoja es que en sus conclusiones Kiss Maerth se muestra más próximo a los evolucionistas que a los creacionistas. Y así, ratifica la vinculación familiar del homo sapiens con el resto de primates superiores del mundo, si bien cree que la evolución como tal fue meramente accidental y no supuso una mejora para el ser humano: todo lo contrario.

Kiss Maerth (aquí a la derecha) comienza su libro haciendo hincapié en ese hecho que tanto tortura a los evolucionistas a día de hoy a pesar de los miles de millones de euros gastados en excavaciones en los lugares más remotos de la Tierra: la inexistencia de restos del "eslabón perdido", de esa especie que se supone fue el nexo común entre el hombre y el mono y que jamás ha llegado a aparecer en ninguna parte. Aunque tampoco niega explícitamente su existencia, constata lo extraño de que "hace unos 400.000 años el ser humano ya tenía un aspecto externo semejante al del hombre actual. Ello significa que el proceso evolutivo excepcional del mono al hombre tuvo lugar en un espacio de tiempo de extraordinaria brevedad desde el punto de vista biológico" y de que "no concuerda con la evolución natural el que una parte de  la raza inicie de repente una carrera de bólido hacia la formación del hombre, adquiriendo inteligencia y facultades para la producción de utensilios mientras que la otra parte, que vive al mismo tiempo y en el mismo lugar continúa siendo mono y se limita a contemplar con asombro la evolución de los demás". Es realmente una excepción "inexplicada hasta el momento" el que todas las demás especies de monos antropomorfos continúen de facto ancladas en el mismo nivel evolutivo mientras que el cerebro y la inteligencia de los primeros homo sapiens aumentó con una velocidad "única e incomparable en toda la historia natural (...) desde 400 centímetros cúbicos hasta un promedio de 1.400, su inteligencia y memoria se incrementaron 100 o quizás 1.000 veces (...) un fenómeno único en la naturaleza, en clara contradicción con todas las reglas de una evolución natural ..."

Pero eso es sólo el principio. Veamos algunos otros fragmentos significativos de El principio era al fin a la hora de referirse a la teoría universalmente aceptada sobre el origen del hombre, "tan popular como ingenua" según su definición. Kiss Maerth dice que la hipótesis de base no es creíble. En la misma se especula con la posibilidad de que los antepasados del hombre eran monos antropomorfos que vivían en la selva y que, debido posiblemente a un brusco cambio climático, ésta desapareció y pasó a convertirse en una estepa. Debió pasar de la noche a la mañana, porque los homo sapiens no se plantearon retirarse hacia otros lugares donde se conservara la jungla sino que por alguna extraña razón permanecieron allí. Según la versión oficial, entre los altos matorrales de la recién aparecida estepa acechaban las fieras. Esa amenaza, sumada a la necesidad de divisar el alimento ahora oculto por las hierbas, les habría forzado a alzarse sobre sus patas traseras. Además, al quedar libres sus manos habrían desarrollado la posiblidad de agarrrar las cosas con ellas y desarrollar todo tipo de utensilios y armas. Así, nos dicen, aparecen los primeros chispazos de civilización. 

Pues bien, nuestro hombre contesta que " este proceso, ideado 'científicamente' (...) es una sarta de contradicciones más fácil de rebatir que de inventar (...) Si la selva hubiera desaparecido por razones climatológicas, lo hubiera sido no sólo para los simios que luego se transformarían en seres humanos sino para todas las demás razas de monos: chimpancés, gorilas y orangutanes también estarían trasplantados a la estepa. Y si una raza concreta de simios se hubiera visto obligada a erguirse sobre las patas traseras, por miedo a las fieras o para alimentarse mejor ¿por qué no siguieron el mismo proceso todos los demás monos? (...) Si el caminar eguido era una forma de movimiento de importancia vital, no aprendida por otros monos, ¿por qué no fueron exterminados éstos por las fieras o no se extinguieron por inanición? (...) hay científicos que llegan a afirmar que el hombre, gracias a caminar erguido, es capaz de correr más rápido. Sería interesante que aquéllos que afirman esto se vieran perseguidos alguna vez por un gorila enfurecido (...) dicen también que por el hecho de caminar erguido el hombre perdió la capacidad de trepar a los árboles. Si fuera verdad que aprendió a caminar derecho por miedo a las fieras, habrá que admitir que aprendió algo equivocado para olvidarse de ago necesario. Todavía hoy día el hombre trepa penosamente a los árboles cuando es atacado por un jabalí, un rinoceronte o un león y daría mucho por poder hacerlo mejor y más rápido".


Y aun más: "¿las manos quedaron libres para experimentar con ellas? La verdad es que, al igual que sucede hoy, nuestros antepasados pasaban el 70% del tiempo en posición sentada, en la que las manos quedan libres. Ni un solo mono necesita erguirse sobre las patas traseras para tomar en sus manos algún objeto. Muy al contrario: al ponerse de pie se ven obligados a apoyarse sobre los brazos y ello les imposibilita llevar algo en la mano (...) La mayor parte de las ideas del hombre, en especial las de mayor trascendencia, nacieron estando el individuo sentado o acostado. Los monos gibones, hoy, son también antropomorfos, pasan mucho tiempo sentados y al caminar lo hacen erguidos con las manos libres. Pese a ello, su capacidad intelectual no es mayor que la de los gorilas, que se ven obligados a apoyarse en los puños para poder caminar".  ¿No es rotundamente lógico y deliciosamente demoledor del dogma? Pero hay otros detalles igual de mal explicados o interpretados... Por ejemplo, la tesis oficial asegura que una de las razones por las que la humanidad adquirió inteligencia fue por la caza y el consumo de carne, ante lo cual Kiss Maerth se pregunta: "¿Acaso no estaba suficientemente alimentado con anterioridad? En este caso, todos los demás monos habrían estado subalimentados y lo seguirían estando hoy, puesto que siguen siendo herbívoros (...) ¿Y por qué el hecho de comer carne se convertiría para los antepasados del hombre en una alimentación más fácil? ¿Desde cuando resulta más fácil dar muerte a una gacela o un bisonte, que arrancar un fruto de un árbol? (...) Nunca hubo razones que obligaran a una raza de monos herbívoros a convertirse en carnívoros, como afirman algunos científicos. En la Tierra, la reserva de plantas siempre ha sido superior a la de animales y siempre ha habido más animales herbívoros que carnívoros". 

También llama la atención sobre algunas diferencias muy características entre hombres y simios, como el hecho de que "los monos antropomorfos tienen todo el cuerpo cubierto de pelo mientras el hombre lo ha perdido" y que "las hembras de los mamíferos, inclusive los monos antropomorfos, poseen un dispositivo adecuado para dar a conocer el período de su fertilidad con el órgano sexual femenino" lo que no sucede con el homo sapiens. ¿Consecuencias?
Respecto a la piel, el humano ha perdido un elemento fundamental de cualquier mamífero normal. La capa de pelo no sólo adorna: "Sus funciones incluyen proteger del frío pero también de los rayos solares y el calor, ayuda a mantener la temperatura del cuerpo (...) ahorra energías (...)  es el mejor vestido pues concede libertad de movimiento sin frenar la circulación de la sangre (...) protege de rasguños y golpes (...) limpia la piel y el mismo pelo (...) ofrece un camuflaje óptico, una seguridad adicional frente al ataque animales hostiles (...) protege de la lluvia (...) es un vestido perfecto e insuperable, al servicio de la salud. El ser humano perdió el pelo y tuvo que sustituirlo por medios artificiales, no sólo incompletos sino causa de numerosos daños físicos y mentales". Respecto al sexo, la desaparición de esas señales externas femeninas ha multiplicado la época de celo que en el ser humano, y sólo en el ser humano, no está ya limitada temporalmente (ni siquiera durante la menstruación pues las normas sexuales actuales apuestan por el todo vale a todas horas con todo el mundo), "lo cual daría lugar a actividades sexuales desenfrenadas y sin razón biológica (...) que obligó a inventar una disposición artificial: a cada hombre se le asignaban una o varias mujeres para su uso exclusivo, al tiempo que se le prohibía mantener relaciones sexuales con otras. De ahí nació la institución del matrimonio que hoy en día sigue siendo una medida de emergencia tan incompleta como entonces". La rebelión frente a sus propias normas daría lugar al nacimiento de otras actividades alternativas como el burdel o el simple adulterio.

A esto hay que sumar el desproporcionado, extrañísimo y ya comentado aumento del cerebro, de la inteligencia en sí. ¿Y por qué se da esta circunstancia? Al fin y al cabo, "los monos eran y son lo bastante inteligentes para realizar todas las tareas necesarias para la subsistencia (...) pero en el último millón de años se ha producido un fabuloso incremento de su inteligencia, pese a que la naturaleza no planteó ninguna tarea nueva a los antepasados del hombre ni a las demás razas de monos. Este enorme aumento de inteligencia se produjo por lo tanto sin razón alguna y en contra de las reglas de la naturaleza por lo que tampoco era necesario para una sana supervivencia. Por el contrario, el cambio constituyó la razón de la disarmonía entre las necesidades físicas y mentales con lo que el hombre perdió su natural equilibirio". En resumen, Kiss Maerth advierte de que contamos con "tres claros indicios que prueban la falsedad de la evolución natural: la pérdida de pelo del cuerpo, la pérdida de los signos sexuales y el exceso de inteligencia. Tanto el déficit como el exceso constituyen estados mórbidos. Ningún ser vivo podría soportar la pérdida de dos mecanismos físicos tan útiles si no se crearan formas artificiales de compensarlo, pues la pérdida de uno solo de ellos ya bastaría para aniquilar la especie entera. Este ser posee sin embargo un exceso de cerebro e inteligencia que le posibilita corregir elementalmente dos fenómenos de carencia mórbida".


Dicho lo cual y cuando ya esperábamos que el autor nos presentara al dios de turno encargado de esta mutación de la especie nos encontramos con su sorprendente teoría de base que no deja de tener cierta lógica y que, en el fondo, resulta ser perfectamente evolucionista. Kiss Maerth propone que, accidentalmente, un mono descubrió que el consumo de cerebro fresco de sus propios congéneres aumentaba sus impulsos sexuales y su capacidad de gozar con ellos. Él y sus amigos y descendientes se viciaron hasta el punto de dedicarse desde entonces a consumir todos los cerebros que pudieran de otros monos, asesinando si era necesario para tener provisiones. Sólo mucho más tarde descubrieron que el consumo del órgano probablemente más importante del cuerpo humano aumentaba también su inteligencia, lo cual se convirtió en otro motivo para reforzar este tipo de alimentación. Más sexo y más inteligencia a cambio de degustar un plato tan exquisito como los sesos... Mmmmh... ¿sabe algo de esto Thomas Harris, el novelista que creó al inquietante personaje Hannibal Lecter?

 En todo caso, el resultado de esta perversión sería el homo sapiens sapiens. Un ser anormal, cuya capacidad intelectual se disparó por encima de lo previsto con un exceso de inteligencia "biológicamente infundada, que más tarde se convirtió en un estado mórbido y que destruyó las funciones del sistema nervioso central, originalmente equilibradas". Por la continua absorción de sustancias cerebrales ajenas, el cerebro se vio obligado a reinventarse y crear un nuevo sistema de distribución de sus hormonas originales, lo que habría causado "fenómenos de deficiencia física" como la pérdida del manto de pelo y de los signos de fertilidad de las hembras. El resultado es lo que vemos hoy día en el espejo: "un ser física y mentalmente enfermo, en contradicción consigo mismo y con la naturaleza, que ni siquiera se conoce o se entiende a sí mismo (...) su orgullo, un cerebro enorme, es sólo una glándula artificialmente hiperdimensionada y enfermiza (...) a este proceso lo denomina 'progreso' (...) La verdad puede parecer horrenda a la humanidad pero ésta debe sacar las consecuencias y redescubrir la verdad que la ciencia ha considerado hasta ahora como imposible, tachándola de superstición: que la inteligencia es comestible. La memoria es comestible. Los conocimientos concretos también son comestibles. El ser humano nació por canibalismo."

El autor defiende su hipótesis con relaciones y datos de interés. Sólo añadiré uno de ellos, porque este artículo es ya muy largo y los interesados imagino que estarán dispuestos a buscar sin más, a través de Internet, el libro original de Kiss Maerth para completar el alucinante cuadro que nos presenta. El dato es éste: como bien nos recuerda el autor, el cerebro no sirve sólo "para pensar", así en abstracto, sino que controla múltiples funciones conscientes e inconscientes: desde la digestión a la formación de la sangre..., pasando por el crecimiento del pelo, la vida sexual y el desarrollo de la inteligencia. Éstas últimas funciones, insiste, las vigila una de las glándulas más importantes del sistema cerebral: la hipófisis, ubicada en la parte inferior del cerebro a la altura más o menos de la nariz. Qué curioso que en las excavaciones antropológicas el hueso desenterrado más común sea el cráneo (o restos craneales), que la mayoría de esos cráneos tuvieran raspada la parte interior (casi como si alguien la hubiera rebañado con una primitiva cucharilla) y que muchos de ellos hubieran sido perforados..., a la altura de la nariz.



 ***

Postdata: de regalo, incluyo una imagen captada por la red, bastante significativa.





miércoles, 21 de noviembre de 2012

Influencias

La idea corriente en el mundo de las relaciones internacionales es que tras las Segunda Guerra Mundial los principales centros de poder del planeta se alteraron y cambiaron de manos de manera evidente. Estados Unidos y la Unión Soviética, suele creerse, se convirtieron en las grandes superpotencias del momento y lo fueron hasta hace relativamente poco tiempo, cuando el hundimiento de la URSS, primero, y el debilitamiento de Yankeelandia junto con el surgimiento de China y un grupo de países emergentes, después, alteraron definitivamente la percepción de la jerarquía dominante. Ahora viviríamos en un mundo cada vez más multipolar, donde EE.UU. seguiría siendo la primera de la lista, pero carente del poderío que ejerció en su momento. Según este modo de ver las cosas, el Reino Unido fue uno de los países más perjudicados por el mayor conflicto del siglo XX puesto que aunque figura en los libros históricos como uno de los vencedores perdió formalmente su imperio, uno de lo más grandes de la Historia conocida, para volver de alguna forma a su primitivo y aislado papel periférico dentro de una Europa con tendencias centrípetas.

Mac Namara no es de la misma opinión y hace años que me da la lata con esto. Según mi gato conspiranoico, que comparte algunas extravagantes teorías que circulan por ahí, el imperio británico (o, mejor dicho, los titiriteros que manejan la monarquía y el gobierno oficial que se supone rigen a su vez a los británicos) no dejó de gobernar el mundo sino que, simplemente, cambió la forma de hacerlo. En lugar de mostrarse abiertamente y a las claras
 como el avasallador poder dominante que antaño "rule the waves" por la fuerza de una flota legendaria y unas tropas coloniales vestidas con la tradicional casaca roja, se habría camuflado de pequeña potencia europea empleando armas más sutiles como la influencia cultural o el control bancario. La verdad es que cuando Mac Namara me contó la historia de la Reserva Federal de los EE.UU., ese banco emisor del dólar controlado no por los norteamericanos a los que se supone pertenece esa divisa sino por otros bancos entre los cuales quizás el más importante sea el Banco de Inglaterra, me hizo dudar, pero una información aparecida en las últimas horas parece darle la razón.

Se trata de los resultados de la denominada Soft Power Survey (Encuesta sobre el Poder Blando) que anualmente elabora la revista internacional Monocle (Monóculo) y según la cual el Reino Unido es ahora mismo la nación más influyente del mundo. Muchos de los parámetros que emplea para llegar a esa conclusión son más bien anecdóticos, como los logros deportivos de los atletas británicos en los Juegos Olímpicos o de Andy Murray en el Open de Tenis de EE.UU. (si fuera por logros deportivos, España sería mil veces más influyente que el Reino Unido) o incluso sus éxitos musicales como el de Adele, que canta últimamente el tema principal en Skyfall, la más reciente película de aventuras del mayor asesino e hijo de Satanás -pero es nuestro asesino e hijo de Satanás, como diría el otro...- del espionaje internacional: James Bond. Sin embargo, otros adminículos de medición son más serios..., como es el caso de la infraestructura diplomática, la capacidad de atraer negocios, la producción cultural general o el impacto de los medios de comunicación (en el caso británico, hay casos tan sobrevalorados pero que ahí están como la cadena BBC o la revista The Economist).

Monocle sitúa a EE.UU. como segundo país más influyente, Alemania en tercer lugar, Francia el cuarto y Suecia el quinto. En cuanto a España, figura en el décimosexto lugar, un poco bajo si tenemos en cuenta su influencia real sólo en la América hispana. Pero no olvidemos que esta revista es británica y si hay algo que los británicos (y sus hijos norteamericanos) no han podido soportar jamás, por pura envidia, ha sido a los españoles (y a sus hijos iberoamericanos), el único pueblo capaz de hacerles sombra y disputarles con serios argumentos su presunta supremacía planetaria, siempre desde el punto de vista histórico...

Como digo, hoy la hegemonía no se impone de manera explícita, con el establecimiento de un ejército armado hasta los dientes, sino de maneras mucho más delicadas. Empleando la retórica política, por ejemplo. Precisamente en el Reino Unido el perodista y escritor Sam Leith publicó un texto que ahora se ha traducido al español con el título de ¿Me hablas a mí? La retórica desde Aristóteles a Obama y que supone un interesante análisis de cómo nuestros políticos manipulan al personal gracias a la palabra o, como describe el propio Leith, "el intento de un ser humano de influir en otro mediante palabras (...) convenciendo y engatusando, embaucando e inspirando, entusiasmando y engañando" y lo que haga falta. El autor británico advierte de que lo que antes se consideraba como un auténtico arte de la expresión verbal para "deleitar, persuadir o conmover" se ha terminado transformando en algo más próximo a la propaganda y la publicidad que otra cosa. Como prácticamente la totalidad de recursos empleados hoy para dirigirse a las masas. 

Sin embargo, la clave para usarla bien es que sea "invisible" pues "en cuanto percibimos que pueda estar actuando sobre nosotros, desconfiamos. Desde Platón hasta el día de hoy, como norma general, desconfiamos enseguida de las personas que parecen demasiado buenas hablando". Hay algunos oradores menos escrupulosos que otros, que no tienen problema en recurrir a las lágrimas en sus discuros pero según Leith, esa técnica es peligrosa ya que "cuando un político llora, siempre es sospechoso". De este libro me parece verdaderamente interesante el hecho de que el manejo de las palabras pueda poner al mismo nivel a gentes tan dispares como Abraham Lincoln, Adolf Hitler, Martin Luther King o Marco Tulio Cicerón.

La retórica no sólo se usa ante grandes públicos sino con grupos más pequeños pero de poderosa influencia. Y ahí podemos citar otro texto muy curioso: Los 500, del periodista e investigador Matthew Quirk. En esta ocasión se trata de una novela, que es el formato que emplean los periodistas para explicar en forma de ficción lo que la censura imperante en el mundo contemporáneo (esa censura que se supone que no existe pero que cualquier buen periodista es perfectamente consciente de haber sufrido en alguna ocasión) impide explicar abiertamente a través de los medios de comunicación. En Los 500, Quirk describe el papel maquiavélico de una sola empresa de asesoramiento a la hora de intervenir de una forma u otra en las decisiones del medio millar de personas más poderosas de Washington: básicamente, políticos, magistrados y altos cargos de la administración. Y él mismo advierte de que la mayor parte de lo que sale en este libro de presunta ficción "proviene de lo que me encontré como reportero en el mundo real", con hechos investigados por él mismo o por colegas de otros medios. Eso incluye una descripción bastante certera de la actuación de los lobbies, acerca de los cuales algo hemos contado ya en artículos anteriores. "Un montón de historias de la vida real, tan vergonzosas como las que aparecen en la novela", según su conclusión.

Quirk conoce de cerca la política norteamericana, hasta el punto de poder decir que "EE.UU. está diseñado como una democracia muy indirecta (...) los americanos ni siquiera eligen directamente al presidente y, para rematarlo, en el sistema actual los políticos 'titulares' aseguran su elección año tras año a través del sistema de 'gerrymandering': más del 80 por ciento de los distritos que dan acceso al Congreso son 'seguros'. Es decir, que el titular del cargo ganará siempre las elecciones". Y las cosas en Europa no son mejores. Por eso dice que sabe lo bastante sobre las "atrincheradas elìtes francesas y la corrupción imperante al más alto nivel en Grecia e Italia como para pensar que los 'lobbistas' de mi libro estarían en su salsa en Bruselas".


Así es como "gran parte del trabajo real de los políticos norteamericanos consiste en tener amigos al más alto nivel, comerciar con favores y saber lo que la gente quiere" o imponérselo en última instancia. Es decir, lo mismo que los políticos europeos. El autor se refería en una entrevista sobre el libro a un capítulo en el que un congresista recibe un documento de un ayudante suyo en el que se le dice qué es lo que debería votar, sin tener ni idea de qué significa el hecho de que vote eso. Esto tampoco es nuevo. Recuerdo uno de los documentales de Michael Moore en el que este famoso provocador norteamericano se iba también al Congreso a preguntar (y grabarlo con su cámara) a a los representantes del pueblo americano si sabían lo que votaban y varios de ellos reconocían explícitamente no tener ni tiempo ni ganas (eso, sin tener en cuenta la existencia o no de intereses particulares) para leer en detalle todos y cada uno de los textos que manejaban.





 

lunes, 19 de noviembre de 2012

Blancura

- ¿Para esto he sido un buen cristiano, he vivido en castidad y pobreza, me he sacrificado toda la vida por los demás y he muerto en olor de santidad?

La decepcionada indignación de Marc Antoni Pujol Penedés i Guardiola, socio numerario del Barcelona Fútbol Club desde su más tierna infancia y fundador de la Peña Blaugranas per tota l'eternitatera más que patente tras llegar al Cielo y comprobar que todos sus habitantes, incluso el mismo Dios, le recibían brillante, inmaculada y religiosamente, ¡y por siempre!, vestidos de blanco.

- Pues me voy al Infierno ahora mismo -concluyó.








viernes, 16 de noviembre de 2012

"Practicar" la vida

La industria del videojuego se ha convertido en una de las más rentables dentro de la actividad económica legal. Es un entretenimiento relativamente barato que permite la descarga de tensiones personales y sociales y que, bien encauzado desde el poder, permite anestesiar incluso a las mentes más inquietas. El grado de perfección alcanzado en este momento por los videojuegos es de tal calibre que la atención del consumidor queda automáticamente captada a poco que se implique, con lo que permanecerá durante horas esclavo de la pantalla y los mandos. Pero la cosa no termina ahí: la nueva generación de videojuegos que está desarrollándose en este momento con inmersión completa en la realidad virtual (no sólo gafas o casco, sino traje completo) permitirá desconectar por completo al jugador de este mundo. Vaya..., no sé cómo no se les ha ocurrido todavía a los que mandan desarrollar un título que se llame, por ejemplo, Justicia Ciudadana y en el que el consumidor pueda integrarse en un mundo virtual en el que interpretaría el papel de un justiciero del mismo nombre, encargado de dar su merecido a banqueros codiciosos, políticos corruptos y demás fauna miserable. Así, cuando terminara de jugar y se reintegrara a la sociedad lo haría más relajado y ya descargado de su adrenalina, con menos ganas de rebelarse de verdad.

Mucho más divertidos que los videojuegos, porque no están limitados por la tecnología sino que emplean todos los recursos de esa máquina fascinante que es el cerebro, son los juegos de rol en persona. Con cartas o sin ellas, con dados de todo tipo, con maquetas de muñequitos o con personajes dibujados en cartón..., de cualquier forma, mientras no intervenga el ordenador: sólo un grupo de personas sentado alrededor de una mesa dejando volar su
imaginación. De todos los juegos que he tenido oportunidad de probar en esta reencarnación, ninguno más interesante que esta mezcla de teatro, parchís y novela de aventuras, en el que uno está obligado a asumir una personalidad concreta con sus virtudes y sus defectos ya marcados desde el principio y con la posibilidad de ir progresando a medida que se completan las misiones encargadas por el Master que lo dirige. Mis preferidos son los de Fantasía Épica o Espada y Brujería, pero hay todo un universo de posibilidades: desde encarnar a un detective dispuesto a encontrar un libro prohibido en la siniestra universidad de Arkham hasta asumir el mando de la ofensiva en Iwo Jima.

Lo más interesante de los juegos de rol (y quizá por eso fueron pronto satanizados por los medios de comunicación convenientemente aleccionados, a fin de que no se hicieran demasiado populares) es que, si los practicas con la adecuada intensidad, puedes llegar a sentir la transferencia de personalidad hacia el personaje que te toca desempeñar, de manera que se adquiere una curiosa sensación de bilocación de la conciencia. De esta manera,
uno se siente uno, el que siempre ha sido (o el que siempre ha creído ser, mejor dicho) pero también se siente el otro, el personaje que vive en un mundo muy diferente y tiene intereses, preocupaciones y objetivos muy diferentes (hace tiempo comentamos en esta misma bitácora una película española que reflejaba esto bastante bien: El corazón del guerrero). Y al final, si uno juega lo suficiente, puede acabar descubriendo el Gran Secreto, contenido en esta incómoda pregunta: mi identidad real, ésa con la que me conocen y me tratan familiares, amigos y gente en general desde que vine a este mundo, ésa que yo mismo me he creído desde que tengo recuerdos, ¿es de verdad mi identidad real o es simplemente otro papel de un juego de rol mucho mayor, que ha escapado hasta ahora a mi percepción de las cosas?

Supongo que a estas alturas ninguna de las personas que siga este diario de extravagantes reflexiones personales se sorprenderá si le cuento que en la Universidad de Dios una de las primeras cosas que se enseña es a descubrir cuál es la identidad real que maneja nuestro personaje en este parque de juegos que conocemos con el nombre de planeta Tierra... Una vez que conocemos quiénes somos y qué estamos haciendo aquí, es mucho más fácil manejar la identidad bajo la que nos estamos manifestando en este concreto momento. Y lo más importante: podemos dejar de sufrir, como hace el homo sapiens todo los días a todas horas (dice mi tutor en la Universidad de Dios, y he comprobado que no le falta razón, que al homo sapiens le puedes quitar su dinero, su familia, sus ilusiones..., todo..., menos su sufrimiento: eso es lo único contra lo que se rebelará; quizá porque, tristemente, es lo único que le hace sentirse vivo) y empezar a jugar de verdad, con espíritu deportivo.  

Algunos psicólogos, sociólogos, coachs y preparadores mentales de distintas disciplinas intuyen algo de esto sin haber llegado a someterse a las pruebas de acceso para los estudios universitarios divinos y por eso transmiten ideas bastante acertadas en sus libros y artículos. Es el caso de la anglosajona Paula Davis-Laack (aquí, a la derecha), autora de un decálogo conocido acerca de las actitudes en las que no debemos caer si queremos aprovechar nuestro paso por este mundo. Para Davis-Laack, hay que evitar: 1º) La culpabilidad (lo que incluye, antes que nada, una sincera evaluación de nuestras propias posibilidades y limitaciones), 2º ) La negatividad (hay un montón de estudios sobre los beneficios físicos y psicológicos del optimismo), 3º) La mala organización del tiempo (todo el mundo se queja del poco tiempo del que dispone pero son pocos los que hacen algo por estudiar su día a día y poner solución), 4º) El estrés crónico (sísísínohacefaltaquemedigasmásahoranopuedoatenderte), 5º) El inconformismo material (nada nos parece suficiente: en lugar de dar gracias por todo lo que ya tenemos seguimos lloriqueando por lo que todavía nos falta), 6º) La obsesión por la perfección (cuando ya deberíamos saber que nadie es perfecto -menos yo, pero no estamos hablando de mí-), 7º) El depender de la opinión ajena (uno de los errores más comunes y más idiotas del homo sapiens porque siempre, siempre, habrá gente a favor y gente en contra de cualquier cosa que pongamos en marcha), 8º) La insatisfacción con el puesto laboral (aunque hay bastante personal que estaría insatisfecho en cualquier trabajo, porque sólo aspira en realidad a vivir del cuento), 9º) Las deudas económicas y la pobreza en general (la mayoría de las deudas suele relacionarse con el punto 5º y la consiguiente ansiedad por tenerlo todo y tenerlo ahora) y 10º) El rechazo hacia el propio físico (existen numerosos trastornos psicológicos relacionados con esto, desde la anorexia a la vigorexia, pero cuando practicamos el juego de rol nos da igual ser un enano retaco y gruñón o un elfo esbelto y etéreo así que aquí deberíamos adoptar la misma actitud de simplemente aceptar lo que hay).

Esta lista de recomendaciones tiene mucho que ver con las elaboradas por otros profesionales del ramo como la psicóloga Emma Seppala (aquí a la izquierda), de la Universidad de Stanford, que cuenta algo parecido pero en positivo. En lugar de señalar lo que no debemos hacer, ella indica lo que a su juicio sí hay que practicar, basándose en diversos estudios y experimentos científicos. Seppala recomienda: 1º) Ser altruistas y darnos a los demás (resulta que las partes del cerebro que se activan al experimentar placer son exactamente las mismas que cuando nos comportamos de manera altruista), 2º) Abandonar el egocentrismo negativo pero sin perder de vista la aceptación de nosotros mismos (tratar de dedicarse únicamente a la felicidad propia olvidando la de los otros genera numeorosos trastornos mentales, desde el estrés a la depresión), 3º) Mejorar las relaciones sociales a través de la amabilidad y la solidaridad (si uno quiere recibir el respeto, el reconocimiento y el apoyo ajeno, lo conseguirá con mayor facilidad si antes ofrece su respeto, su reconocimiento y su apoyo a otros), 4º) Valorar en su justa medida la ayuda que prestamos a los necesitados (cuyo rendimiento es doble: por el bienestar que proporcionamos a los demás y por el que generamos hacia nosotros mismos por sentirnos útiles y generosos) y 5º) Recibir con agradecimiento los beneficios de esta actitud positiva (que influye en una mejor salud e incluso un alargamiento de la esperanza de vida).

Todo esto son pistas para encontrar la mejor forma de "practicar" la vida con cierto aprovechamiento y sin angustias innecesarias, aunque como es obvio cada cual debe encontrar su propio camino. En mi caso, siempre he dicho que la mejor definición de cómo comportarse en este teatrillo la he encontrado en los antiguos códigos guerreros, que hay que examinar con profundidad y reflexión más allá de los tópicos y los prejuicios contemporáneos.
Por ejemplo, en el de los vikingos berserkr consagrados a Wotan, que tomaban cada combate en la tierra, en Midgard, como un divertido ensayo antes de subir al Walhalla y ponerse directamente al servicio del Gran Dios Tuerto. Como es lógico, las ansiedades de la vida corriente, y hasta su propia muerte, no les preocupaban en absoluto. Fluían con el día a día. Otro buen ejemplo es el de los caballeros samurai, que lo resumían así de claro: "Vive como si ya estuvieras muerto. Los dioses te han arrebatado ya tu vida y te han dado sólo un tiempo más para que deambules por el mundo. Actúa como si te importaran las cosas, aunque en el fondo de ti sabe que no te importa nada... Nadie será capaz de detenerte."
 

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Pastel de manzana

El Gran Thoth, mi tutor en la Universidad de Dios, me ha recibido esta semana en su despacho, como hace regularmente desde que comencé la carrera en esta reencarnación, hace ya cerca de treinta años (uf, me acabo de dar cuenta de que voy a curso por decenio: si sigo esta media, terminaré la carrera cuando tenga 150 años de edad, más o menos: ¡por suerte, soy inmortal!). El objetivo era ver qué tal llevo los estudios, pero la verdad es que como empezamos recientemente el curso no había gran cosa que contar y  acabamos hablando de todo un poco. He tenido suerte con este tutor: es amable (algunos se portan de manera tiránica con los alumnos que les tocan en suerte, usando la excusa de que la letra con sangre entra), se ríe de todo (a menudo, de mí; pero siempre y lo primero, de él mismo) y, lo mejor de todo, sabe un montón de casi cualquier cosa. Especialmente, de las materias universitarias. Por ejemplo, comentando acerca de antiguas leyendas me planteó si nunca me había preguntado qué escondía el famoso relato de la Torre de Babel.

-¿Y si la confusión de lenguas que acaba desmoronando tan colosal obra no fue literal? -preguntó en cierto momento- Quiero decir: ¿y si los obreros que la estaban construyendo dejaron de entenderse entre sí no porque cada cual empezara a hablar un idioma diferente sino porque, hablando todos el mismo, empezaron a usar las mismas palabras con significados distintos?

Asentí, porque hace ya años fue él el primero que me explicó algunas peculiaridades del uso del lenguaje a la hora de revelar o de esconder informaciones. Por ejemplo, cómo hacer desaparecer, casi de la noche a la mañana, cualquier idea o concepto por muy arraigados que estén la sociedad... Nada más fácil: simplemente cambiando la palabra que define a esa idea o bien dando a ésta un significado completamente distinto al hasta ese momento establecido.

El manejo de la palabra es clave en la carrera de Dios, más allá del clásico "En el principio era el Verbo..." y tal. Recordé entonces que en la última clase con mi profesor de Misticismo y Paradojas, el mulá Narudin nos ilustró acerca de esto mismo con un cuento que particularmente le hacía mucha gracia. Se lo resumí al Gran Thoth: Nasrudin nos contó cómo cierto día se presentó en Bagdad un erudito que venía de Samarkanda y que se tenía a sí mismo como el hombre más sabio de todo el Oriente. Estaba tan empeñado en llegar a ser el más sabio de todo el mundo que se dedicaba a viajar de ciudad en ciudad batiendo intelectualmente a los eruditos locales. Al llegar a Bagdad exigió conocer a su ciudadano más sabio y, para reírse de él y de su petulancia, los vecinos le llevaron hasta la casa de Nasrudin, quien le recibió con la obligada hospitalidad. Entonces comenzó el duelo de mentes.

En primer lugar, el forastero trazó un círculo en el suelo con un palo. El mulá se lo quitó de la mano y dividió el círculo en dos partes iguales.

Entonces el erudito volvió a tomar el palo, pero para trazar una línea perpendicular que dividió el círculo en cuatro partes iguales: Nasrudin le contestó haciendo un gesto como si se quedara con tres fracciones para él y dejara la cuarta para el otro.

Finalmente, el hombre de Samarkanda sacudió la mano repetidamente hacia el suelo y el mulá hizo lo contrario levantándola hacia el cielo.

Todo esto sucedió en silencio y ante la mirada expectante de los presentes.

El sabio extranjero se levantó resoplando y meneando la cabeza negativamente y al fin abandonó cabizbajo la casa de Nasrudin. Una vez fuera, los asistentes a esta curiosa competición le preguntaron qué impresiones había sacado de lo sucedido y él contestó:

Pensaba honradamente que yo era el hombre más sabio del mundo, pero he aquí que he encontrado a alguien que no sólo me iguala sino que me supera. El mulá Nasrudin posee la mente más preclara que he hallado en mis vagabundeos filosóficos y así lo haré constar en todos aquellos lugares que visite a partir de ahora.

- Pero, por favor, explíquenos qué ha sucedido en este concurso de mentes brillantes, porque nosotros no hemos captado las sutilezas de su duelo -le rogaron los testigos del enfrentamiento, que no habían entendido nada. 

- Pues lo primero que hice fue dibujar un círculo en la arena para simbolizar la Tierra, redonda. Y él no sólo sabía que tenía esta forma y que no era plana, como creen tantos ignorantes, sino que también conocía y dibujó el ecuador terrestre, atravesándola por su justo medio. Luego dividí el símbolo del planeta en cuatro pues quería saber si le era familiar la composición de nuestro mundo y, en efecto, me contestó señalando que tres partes pertenecen al mar y sólo una cuarta a la Tierra. Entonces quise probarle con una pregunta aún más complicada que llevaba tiempo intrigándome y le interrogué por qué llueve: él me dio la solución al contestarme que el agua se evapora desde el mundo, sube al cielo y allí se convierte en nubes desde las cuales en el futuro se derramará de nuevo sobre nosotros. Todo lo contestó con elegancia y humildad. Me inclino ante su sapiencia.

Asombrados por la explicación e ignorantes de que su vecino el mulá supiera tantas cosas, los testigos se fueron de inmediato a preguntarle a Nasrudin, que estaba sentado a la fresca bebiéndose un té de hierbas. Allí le pidieron su interpretación de lo ocurrido, para corroborar al erudito de Samarkanda. Y él, sonriendo, les contestó de esta guisa:

- Sí, muy erudito, muy erudito..., pero este forastero en realidad no era sino un glotón. ¿Sabéis lo que me planteó? Tomó el palo y dibujó un pastel de manzana para indicar que era lo que más le gustaba comer y, supongo, pidiendo que le hiciera 
preparar uno. Naturalmente, le contesté que si nos traían el pastel, yo me comería la mitad. Como debe gustarle el dulce, lo siguiente que preguntó fue: ¿y si lo dividimos en cuatro partes? Como el pastel lo pagaría yo, le dije a mi vez que entonces yo me comería tres partes y le dejaría una a él. El muy goloso me propuso finalmente echarle pistachos molidos por encima y yo le advertí de que eso llevaría su tiempo porque para prepararlos necesitaríamos un fuego alto. Entonces debió llegar a la conclusión d que no quería esperar tanto porque tenía mucha hambre y se levantó y se fue.

Al final del cuento, mi tutor se rió y llegó a la siguiente conclusión:

- Nasrudin no lo quiere reconocer pero me da la impresión de que él fue el maestro de obras de la Torre de Babel.






lunes, 12 de noviembre de 2012

Los porqués de la crisis "económica"

Por su interés, transcribo estos fragmentos de la conferencia que esta noche va a ofrecer mi gato conspiranoico Mac Namara en un club felino muy exclusivo. Me la he encontrado impresa en su habitación (sí, tiene una habitación, en lugar de una simple cesta para gatos, pero cualquier seguidor habitual de este blog sabrá que éste no es un gato cualquiera) y la verdad es que su contenido me ha parecido un poco fuerte, pero también bastante explicativo...


(...) Examinemos por ejemplo eso que los humanos llaman "la crisis económica" sin tener ni idea sobre lo que está hablando. Sabemos, desde hace mucho tiempo, que la economía se divide, básicamente, en tres partes: producción, distribución y consumo. Toda la actividad económica se basa en este simple esquema: alguien produce algo. Por ejemplo, un pescador pesca sardinas. Luego lo distribuye, a través o no de un intermediario, pero empleando dinero como medio de intercambio, a alguien que lo consume. Digamos un ciudadano, que tiene un gato y debe alimentarlo con sardinas frescas. Si estudiamos el mundo moderno, vemos que nunca antes se había llegado a un nivel de productividad tan alto como el actual. Ni un solo rey, ni siquiera el mayor emperador humano de la Antigüedad, vivía con tantas comodidades y artículos a su disposición, como posee hoy un ciudadano común del llamado Primer Mundo. Tampoco se había conseguido nunca antes el nivel de consumo que existe en nuestros días, y no sólo por el número de consumidores sino por el número de productos diferentes que consume cada uno de ellos. Por tanto, la crisis en el sistema económico no está ni en la producción ni en el consumo. ¿Dónde está entonces? Evidentemente, en el único fragmento no citado del trío original: la distribución o, lo que es lo mismo, el dinero.

El dinero fue, en sus orígenes, una gran idea para el desarrollo social de la cultura humana, pero con el tiempo se ha constituido en la gran perversión que ha desencadenado las crisis "económicas" que conocen históricamente los humanos y, en especial, la que padecen en la actualidad. Al principio, cumplía a la perfección su papel de regulador de intercambios. Ejemplo sencillo: un humano quería vender su vaca para irse a pescar. Pescar sardinas para su gato, es evidente... Así que su precio era una barca en buen estado. Otro quería la vaca y le propuso cambiársela por sus tres ovejas, pero el primero se negó: ¿para qué quedarse con tres ovejas? No le servían para irse a pescar. Así que el segundo tenía que buscar a un tercer humano que tuviera un esquife o una almadía o algo que flotara en el agua y que admitiera cambiárselo por sus ovejas para luego finalmente volver junto al primero y cambiar la barca por la vaca. Todo eso se simplificó en cuanto se creó el dinero, que servía para comprar y vender cualquier cosa: la vaca, las ovejas y la barca.

Pero...

El dinero tenía un problema: era muy fácil de perder o de robar. Era más fácil robar una bolsa de monedas que una vaca, una barca o tres ovejas. Así que apareció una casta de guardianes del dinero: los banqueros, que en un principio se instalaron, qué curioso, en los templos... Eran los encargados de guardar el dinero de todo el mundo en sus cámaras protegidas y cobraban un pequeño precio por cumplir su papel, además de extender recibos a sus clientes a cambio de las cantidades bajo su control. Además, eran muy respetados porque, cuando alguien necesitaba un préstamo para sacar adelante un negocio, ellos lo adelantaban y luego lo cobraban con un pequeño interés tras estudiar prudentemente al solicitante y ver si se haría responsable del pago.
 En algún momento de la Historia, los banqueros constataron, observando el dinero que guardaban y retiraban sus clientes, que éstos solían manejar una cantidad pequeña para sus gastos diarios, en torno al 10 por ciento, y dejaban la mayor parte en el banco. Entonces, la codicia les venció. Empezaron a prestar mucho más dinero del que realmente poseían en sus cámaras: dado que la gente dejaba habitualmente el 90 por ciento de su capital en el banco, los banqueros llegaron a prestar nueve veces más del dinero real que poseían. Eso permitía afrontar proyectos mucho más importantes y más caros de la comunidad. Y para evitar que el dinero se perdiera o se robara, inventaron los talonarios: o sea, unos recibos equivalentes al dinero que allí se describía. La gente se acostumbró enseguida a pagar y cobrar con esos pedazos de papel y no con dinero verídico que hace mucho tiempo que no circula.

Resumiendo: los banqueros se enriquecieron en muy poco tiempo prestando un dinero que no existía -nueve veces más del que poseían de verdad- y que además era ajeno -de sus clientes- para obtener unos beneficios descomunales, de hasta el 1.800 por ciento, sin riesgo alguno -pues, si el proyecto fracasaba y el cliente no podía pagar el préstamo, debía entregar a cambio alguna garantía: casas, negocios, cosechas, etc.-. ¡Y encima estaban bien vistos por los demás ciudadanos ya que gracias a los préstamos se podía financiar cualquier proyecto!

(...) Pero lo peor de esta situación estaba por llegar y no era otra cosa que las consecuencias del interés bancario. El interés es el sobreprecio que se paga en los productos por el hecho de que dependan de un préstamo. Una de las razones que demuestran a las claras que los humanos son muy inferiores a nosotros, los gatos, es que son incapaces de percatarse de la existencia de un mecanismo maligno detrás del hecho de que los precios de bienes y servicios suban siempre. Ninguno de ellos ve nada raro en que cualquier artículo cueste hoy mucho más que hace veinte años, aunque ese artículo no se haya encarecido en su producción y aún se haya abaratado durante esos mismos veinte años gracias a la nueva tecnología y aunque tampoco existan otros factores que justifiquen la subida del precio como un mayor porcentaje de consumidores. Los analfabetos humanos creen que eso es "normal" porque "también suben los salarios"..., aunque los precios lo hagan más que los salarios...

(...) Era cuestión de tiempo que los banqueros, convertidos en la gente más rica de la sociedad, tomaran al asalto el poder real en la misma. La técnica fue idéntica a la empleada con los ciudadanos normales: prestar dinero a los jefes de cada país, a sus reyes primero, después a sus políticos...  Y a continuación excitarles para que gastaran esas cantidades con rapidez y en las quimeras más descabelladas posibles: construcción de grandes monumentos, aventuras de exploración, guerras con los vecinos...  La mayoría de esos proyectos no resultaron rentables y, cuando llegaba la hora de pagar, el rey o los políticos de turno se encontraban con que no tenían con qué abonar las deudas en las que se habían involucrado. Resultado: los banqueros empezaron
a cobrarse "en especie", primero con favores de toda clase. Por ejemplo:"haz noble a mi hijo" o "casa a mi hija con tal tipo importante" o "asciende a mi amigo en la administración", etcétera. Cuando tuvieron estos deseos satisfechos, obligaron a los gobernantes a inventar impuestos sobre cualquier cosa para sacar dinero a los ciudadanos de todas las maneras posibles. Y cuando el dinero no llegaba, empezaron a quedarse con empresas públicas de todo tipo, previa campaña publicitaria en la que se intentaba convencer al resto de la sociedad de las ventajas de "la gestión privada". Así, todo el país llegó prácticamente a pertenecerles..., sin que la propia gente del país lo supiera. Y ahí tenemos a los poderes políticos protegiendo a los poderes financieros a fin de que éstos les den el dinero que necesitan a cambio de facilitarles las regalías que ellos exijan en pago.

Eso sigue sucediendo exactamente hoy día. En noviembre de 2005, el diario El Mundo publicaba el acuerdo entre La Caixa de Cataluña y el Partido Socialista de Cataluña por el cual la primera condonaba (es decir, perdonaba sin más) seis millones y medio de euros al segundo, mientras que el resto de la deuda que esta formación política mantenía con ella, casi ocho millones de euros más, era renegociado con un tipo de interés tres veces inferior al existente cuando se prestó el dinero, en 1994. Y el diario añadía: "...todos los partidos políticos han logrado en los últimos años condonaciones de las entidades financieras o tratos de favor. Fuentes del sector financiero conocedoras de estas actividades apuntan que 'las condonaciones a partidos políticos han sido y son normales, y no sólo a ellos, también a Ayuntamientos e instituciones con implicaciones sociales. No es caso de ponerse a embargar un partido, una corporación o una empresa clave para un municipio'". Entonces, ¿esconder la mala gestión y el despilfarro de un partido o de una institución no es delito?   

Es decir, "todos los partidos políticos" deben cantidades importantes. Cantidades que alcanzan cifras monstruosas e impagables en el caso de las principales formaciones políticas. ¿Y los banqueros las perdonan por la cara bonita de los políticos? ¿O por conciencia social? Hay que ser un humano para creer semejante fantasía.

(...) En la actualidad, la mayor parte de los banqueros actúa a menudo como una mafia peligrosa, cubriéndose unos a otros e incidiendo en la medida que pueden, que es mucha, en la evolución de los distintos países, para controlar y mejorar sus privilegios. Si para mantenerlos hace falta crear una crisis "económica", se crea. ¿Cómo? Muy fácil: negando el crédito. Los bancos cierran el grifo de los préstamos a particulares y, sobre todo, a empresas. Éstas se hunden y dejan a la gente en la calle..., y ya está montado el colapso teniendo en cuenta cómo funciona hoy día la economía, a base de pedir y pagar constantemente créditos por diversos importes. La actual "crisis económica", en realidad financiera, se resolverá en cuanto se hayan cumplido las expectativas, sean éstas cuales sean, que los banqueros y sus aliados depositaron en ella para hacer realidad sus particulares objetivos. En ese momento, se dará orden de volver a dejar fluir el dinero a través de los préstamos y la actividad económica se recuperará. Todo volverá a fluir normalmente y los "expertos" lo explicarán aludiendo a unos supuestos ciclos económicos autorreguladores de la economía..., hasta la próxima.

Y si es necesario hacer la guerra, se hacen con tal de no perder los privilegios. Cualquiera que examine en profundidad el conflicto bélico que los humanos llaman Segunda Guerra Mundial, por ejemplo, llegará a la obvia conclusión de que se produjo, principalmente, por la razón financiera. Para decepción de los bien pensantes menos informados, las democracias occidentales no fueron a la guerra por defender la democracia y la igualdad de derechos; y si alguien no lo cree, que se lo pregunten a los negros en Estados Unidos, los irlandeses en Inglaterra, los congoleños en Bélgica o los argelinos en Francia, en aquella misma época y aún en años muy posteriores a los de la guerra. 
Tampoco fueron por la libertad de los pueblos; y si no que les pregunten a los oprimidos bajo el yugo soviético antes de comenzar el conflicto o a los que lo sufrieron al terminar. No, ni siquiera lo hicieron por los judíos perseguidos: los mismos que ningún país democrático de Europa quería aceptar en sus territorios o en sus colonias, aunque hoy nadie quiera recordarlo..., y eso que existen hasta películas rodadas sobre el tema, como Éxodo de Otto Preminger en 1960. Por terrible que resulte reconocerlo: eslóganes y propaganda aparte, las democracias occidentales fueron a la guerra por el dinero, por defender el sistema financiero impuesto por los banqueros. 

La clave está en un hecho concreto: el régimen totalitario que gobernó Alemania entre 1933 y 1945 puso en marcha una serie de leyes que arrebataban a los banqueros el control efectivo del dinero y, por tanto, de la economía, para devolvérselo al gobierno, además de poner en manos del Estado todos los servicios básicos, con lo que se evitaban los abusos de multinacionales y monopolios. Por increíble que parezca, durante aquellos doce años, de los cuales la mitad transcurrieron en guerra, los precios en Alemania no sólo se mantuvieron estables sino que incluso bajaron. Fue el llamado "milagro económico alemán" que no tenía nada de milagro, ni de económico: era un simple pero estricto control financiero. Como comprenderéis, amigos felinos, los banqueros que controlaban el resto de los países más importantes del mundo no podían permitir que prosperara semejante régimen porque eso significaría que tarde o temprano todos los demás países querrían vivir igual de bien que entonces se vivía en Alemania..., siempre que no pertenecieras a una de las minorías estigmatizadas, por supuesto, y en consecuencia el mundo entero acabaría por desterrar el sistema financiero vigente. Por eso usaron su influencia sobre
los gobiernos tanto democráticos como totalitarios, cual el caso del igualmente criminal sistema político impuesto por la URSS, para declarar la guerra a la Alemania de aquella época. Para luchar contra ella, destruirla y satanizar su régimen político, cuyas maldades se publicitan hasta el día de hoy multiplicadas al infinito mientras se ocultan sus bondades, que también las hubo..., aunque decir esto hoy día coloque al humano que lo haga automáticamente bajo sospecha de complicidad con los peores crímenes imaginables pues nadie debe siquiera sospechar que se puede manejar la finanza de un país de una manera distinta y mejor a cómo funciona hoy día.  

(...) Respecto a los desahucios, tan de moda en la actualidad informativa, hay que recordar antes que nada que en España se producen muchísimos más por falta de pago en los alquileres que por falta de pago en las hipotecas. En todo caso, los banqueros actúan siempre a medio y largo plazo, previendo la situación varios años por delante, motivo por el cual quedan siempre por encima de las previsiones del humano corriente, incapaz de organizarse o ver más allá de las próximas vacaciones e incluso del próximo fin de semana. Los banqueros tuvieron un importante papel en la creación de la llamada burbuja inmobiliaria, siguiendo un plan preestablecido. En primer lugar: inflar los precios de las viviendas tasando al alza y a la vez excitando la codicia de los torpes y analfabetos humanos, tanto de los que vendían como de los que compraban, siempre buscando hacer un negocio fácil. Después, conceder alegremente estas hipotecas sin estudiar en demasía las disponibilidades de pago del cliente. En un momento, previamente determinado, pincharon la burbuja y los pisos descendieron bruscamente de precio. Los bancos volvieron a tasar los hogares, pero ahora les adjudicó un valor sensiblemente inferior, a menudo de hasta la mitad de lo que habían tasado previamente. Si a todo esto le sumamos los efectos de crecimiento del paro por la "crisis", el resultado es que muchos humanos, humanos no pocas veces demasiado ambiciosos y codiciosos que mordieron un hueso más grande de lo que podían roer, se quedan sin posibilidades de pagar... Llega el embargo y el desahucio y, al final, el banco tiene más casas bajo su control y encima un montón de dinero público facilitado por el partido en el gobierno -da igual cuál esté: todos están en sus manos porque todos deben a los bancos una cantidad obscena de dinero, como antes comenté- para "sanearse".  

"¡Pero el banco no puede convertirse en una inmobiliaria!", dicen los ingenuos y llorones humanos, "¡no tiene sentido!" ¿Cómo que no? ¡Si es el negocio ideal! En este momento, cuando el humano termina de pagar su hipoteca, puede desvincularse del banco que se la ha financiado a un interés siempre carísimo, y vivir en su ilusión de "propiedad privada". ¡Es una ilusión porque el humano corriente ni tiene ni tendrá jamás con el actual sistema una casa en propiedad: las autoridades locales le seguirán robando cada año, cobrándole todo tipo de impuestos por el simple hecho de poseer un techo bajo el que guarecerse! Pero, ¿y si existiera una fórmula para que el ciudadano se viera obligado a pagar y pagar y pagar y pagar sin poder llegar nunca a resolver su hipoteca, que se transformara en un alquiler eterno? Hay países del mundo como Suiza o Japón donde las instituciones financieras ofrecen desde hace años hipotecas interminables, de hasta cien años, que empiezan a abonar los humanos abuelos y pueden terminar pagando los humanos nietos..., si es que no pierden antes la casa. Pues bien, con el descenso
progresivo del poder adquisitivo y la consiguiente y creciente dificultad para pagar la letra de la hipoteca, el negocio redondo para el banco consiste en poseer efectivamente las casas y renegociar con el cliente a fin de pagar menos al mes a cambio de ampliar el tiempo de pago..., y por tanto los intereses, y por tanto la cantidad final total de dinero. Hacer como hace con los partidos políticos: te "perdono" parte de la deuda, pero te dejo la suficiente para que sigas encadenado a mí de por vida...