Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 29 de abril de 2016

Viaje al secreto

Es posible que el futuro del homo sapiens esté en las estrellas, pero a estas alturas todavía se encuentra bastante lejos de abandonar este diminuto planeta ubicado en un barrio de las afueras de esta pequeña galaxia. Un mundo que además desconoce casi por completo, a pesar de que una y otra vez vaya presumiendo por ahí de que se trata de territorio conquistado prácticamente en su totalidad... No es cierto, claro. Para empezar, existe una ignorancia profunda, y nunca mejor dicho, acerca de lo que hay bajo sus pies: todo lo que sabemos acerca del interior de la Tierra, gracias a los análisis sismográficos, es que está compuesta por niveles de distinta densidad. Y punto. La teoría ahora mismo aceptada a nivel general acerca de las sucesivas capas que se pueden encontrar bajo la corteza junto con el presunto núcleo central de hierro y otros metales no es, de cierto, más que una teoría que no ha podido ser comprobada.

Resulta paradójico (además de sorprendente, el hecho de que muy poca gente constate esa paradoja) que hayamos sido capaces de enviar un ingenio espacial como la Voyager 1 tan lejos de la Tierra como para que en estos momentos se encuentre a más de 14.000 millones de kilómetros del Sol, a punto de salir para siempre de nuestro sistema, y, sin embargo, no hayamos logrado perforar ni siquiera a 13 kilómetros de profundidad en nuestro propio planeta. Si hay que ser sinceros, teniendo en cuenta lo poco que ahora mismo sabemos a ciencia cierta sobre lo que puede haber dentro de nuestro planeta, opinar sobre ello es como si un hombre primitivo disertara sobre lo que hay o puede haber dentro del cuerpo humano basándose en la mera observación del pequeño cráter que ha dejado en su piel la extracción de un punto negro en su nariz.

Ahora bien, si nos quedamos en la parte superficial del planeta, hay que recordar que tres cuartas partes del mismo está cubierto (y oculto) por las aguas. Todos los submarinos, batiscafos, buceadores y demás métodos empleados para explorar las inmensidades oceánicas son apenas nada por mucho sonar que empleemos. Y, si nos ceñimos a la tierra, existe un porcentaje muy elevado de su superficie que sigue siendo completamente desconocido para nosotros: como dato curioso, ese porcentaje es mayor en la en teoría "civilizada" América que en la "salvaje" África. Regiones polares, selvas impenetrables, desiertos inhóspitos, grandes cadenas montañosas... Sí, estos lugares han sido cartografiados y hasta fotografiados por el Google Maps, así que están supuestamente "bajo control", pero en la práctica están deshabitados y no sabemos exactamente lo que hay más allá de las imágenes 
vía satélite. Así lo demuestra el hecho de que cada año se descubran nuevas especies animales y vegetales e incluso lugares tan espectaculares como esa caverna gigante de Hang Son Doong (imagen a la izquierda), conocida como "la cueva infinita" por razones obvias para los privilegiados que la han visitado en Vietnam. Incluso en lugares como Europa, que no por nada se llama el Viejo Continente, existen multitud de lugares en la práctica deshabitados y en absoluto frecuentados. Las mismas ciudades, donde la concentración cada vez mayor de población confiere a ésta una (muy) falsa sensación de "seguridad" ante los imprevistos de la Naturaleza, encontramos puntos misteriosos, como las famosas catacumbas de París o las no menos conocidas de Roma, a día de hoy no exploradas por completo.

Con todo esto, queda claro que la era de las grandes exploraciones ha terminado..., relativamente. Para un espíritu intrépido aún quedan muchos viajes pendientes, como demostró en su día uno de los investigadores españoles de lo oculto más osados y a día de hoy llorado: Andreas Faber Kaiser. Los libros de este periodista y viajero que llegó a muchos sitios a donde nadie había llegado y que descubrió algunas cosas que no se podían descubrir (quizá por ello murió de una manera inesperada antes de cumplir los cincuenta ños de edad), son altamente recomendables para plantearse algunas supuestas certezas impuestas oficialmente.

Uno de sus muchos viajes le llevó a la isla de Ponapé, en el archipiélago de las islas Carolinas, en lo que hoy se conoce oficialmente como Estados Federados de Micronesia (EFM). Las Carolinas fueron descubiertas y conquistadas por navegantes españoles. Toribio Alonso de Salazar las avistó oficialmente en 1526 y luego pasaron por allí gentes como Alonso de Saavedra, Miguel López de Legazpi y Pedro Fernández de Quirós. En Ponapé fundaron los españoles la ciudad de Santiago de la Ascensión, primera capital de la isla y sede del gobierno colonial, más como operación de prestigio imperial que por otra cosa porque el lugar no resultaba muy atractivo desde el punto de vista comercial y además los nativos eran muy belicosos: en 1887, una rebelión indígena terminó con la matanza de todos los colonos y hubo que fletar una fuerte expedición militar para recuperar el control de la isla. Con la pérdida de los últimos restos del imperio en 1898, Ponapé fue vendida a Alemania, que la renombró oficialmente como Kolonia, como no podía ser de otra manera. Tras la Primera Guerra Mundial pasó a manos de Japón y, después de la Segunda Guerra Mundial, quedó en manos de Estados Unidos, como todas las Carolinas. En 1990 los EFM obtuvieron su independencia oficial..., aunque continúan como no podía ser de otro modo bajo la tutela de Washington.

¿Qué fue a hacer Faber Kaiser a esta antigua colonia española? Los estudiosos de la leyenda de Atlántida, el antiguo continente perdido en el Atlántico, recordarán sin duda la existencia de un mito similar pero anterior incluso en el tiempo: el de Lemuria o Mu, el aún más antiguo continente perdido en el Pacífico. En plena ola de misticismo francés a finales del siglo XIX, diversos estudiosos relacionaron Ponapé con Lemuria debido a las extrañas ruinas arqueológicas de Nan Madol, bautizadas turísticamente como "la Venecia del Pacífico". Se trata de un complejo de grandes bloques de basalto instalados sobre islotes, no está muy claro por quién, en un área con canales y restos de muros y palacios que se cree empezó a ser habitada alrededor del 200 después de Cristo. Para los franceses, que especulaban ávidamente sobre los relatos locales que hacían alusión a la magia negra como fórmula utilizada para edificarla, Nan Madol sería parte de la antigua Lemuria. 

En los albores del siglo XX se difundieron otras noticias acerca de los restos sumergidos allí, donde buscadores de perlas y comerciantes japoneses habrían encontrado  más ruinas de muros, columnas, bóvedas y hasta calles empedradas, todas bajo el océano. Esta ciudad submarina incluiría, según estos aventureros, un panteón que albergaba sarcófagos ¡de platino! donde reposaban lo que quedaba de los cuerpos de los nobles que rigieron la misteriosa urbe. Los japoneses habrían empezado a extraer ese platino hasta que en un momento dado los submarinistas que realizaban el trabajo desaparecieron sin que nadie volviera a verlos nunca más. Luego llegó la Segunda Guerra Mundial y Ponapé cayó en el olvido. Diversos autores posteriores, unos de ficción y otros no tanto, enredaron aún más la madeja con todo tipo de planteamientos más o menos extravagantes hasta que el humo ocultó el fuego por completo y la isla desapareció del mapa del conocimiento común..., y pasó así a convertirse en un atractivo escenario del misterio.

Así que Faber Kaiser organizó su expedición al lugar en compañía de su colega Miquel Amat allá por los años ochenta y tras un largo viaje logró llegar al sitio "a donde nadie va", según lo definían todos aquéllos a quienes preguntó en el trayecto. El  escenario era paradisíaco, desde el punto de vista hollywoodense: la clásica islita del Pacífico, rodeada de atolones y rocas, saturada de jungla y con un pico volcánico de menos de mil metros como principal altura, donde llueve casi todos los días y donde uno se puede encontrar todo tipo de bichos. Allí los exploradores españoles se encontraron con la desconfianza y las preguntas incómodas de los nativos, antes de poder visitar las ruinas de Nan Madol, parte de las cuales se aprecia en esta imagen, y recabar de la memoria local las historias de "gigantes" que podían volar y transportar, también por el aire, los gigantescos bloques de piedra empleados para levantar las construcciones ahora derruidas.

Una de las leyendas que recogió Faber Kaiser de labios de un nativo contaba cómo nueve parejas de hombres y mujeres que navegaban por el Pacífico en busca de un lugar donde poder instalarse se encontraron con un pulpo llamado Letakika que les explicó la ruta para alcanzar una roca que sobresalía de la superficie marina y sobre la cual podrían construir una isla. Sólo una pareja se quedó en la roca, cuando la encontraron, pues el resto continuó viaje. El curioso nombre de la mujer era Lemuetu (tan parecido a Lemuria) considerada desde entonces como la madre de Ponapé pues, por supuesto, la isla fue construida alrededor de esa roca. Los exploradores españoles fueron a buscar la roca original a la jungla de Salapwuk, en el interior de la isla, en un escenario mágico en el que se convirtieron en los primeros extranjeros a los que se permitió acceder... Tiempo después, publicaría sus aventuras en Ponapé en el libro Sobre el secreto, aunque en él reconocía no haber recogido toda la información que recopiló, por mantener el compromiso adquirido con los guardianes del lugar de no revelar ciertas informaciones que le habían facilitado. Ésta es una vieja tradición desde los tiempos de Heródoto que, en su libro sobre Egipto, donde fue iniciado en una Escuela de Misterios, contó sólo parte de lo que había visto ya que las cosas más importantes las había aprendido bajo juramento de secreto.

También se refirió a otros mitos interesantes que le contaron allí, como el de Kanekin Zapatan, un ser "descendido de las alturas" junto con varios compañeros suyos "que sabían volar", como tantos otros "dioses" recordados por antiguas leyendas. Para ello usaban unos "grandes pájaros" donde viajaban varios a la vez o unos "sacos voladores" con capacidad para una sola persona cada uno. El tal Kanekin se enamoró de la hija de un jefe nativo, se casó con ella y luego se la llevó consigo. El hijo de ambos, un niño "diferente" con "poderes mágicos" como por ejemplo caminar sobre el agua fue llamado Luk (tan parecido al Lug celta, dios especialmente luminoso...). Por cierto que según los nativos de la isla, Nan Madol fue levantada por dos hermanos, Olosipe y Olosaupa, que también llegaron "en una nube" y que poseían "poderosos recursos mágicos" además de ser ingenieros, arquitectos, constructores, instructores y sacerdotes. Lo hicieron "convocando" los bloques de basalto que llegaron flotando en el aire para irse colocando cada uno en su sitio... Historias similares se contaban en el antiguo Egipto para explicar la construcción de algunas de sus ciclópeas construcciones pero, en general, los relatos mitológicos recogidos en Ponapé están en la misma línea de los que encontramos en muchos otros lugares del planeta, muy alejados entre sí. 

De lo que pudo hacer público Faber Kaiser, la idea más interesante es que Salapwuk y la misma Ponapé no eran en realidad más que una señalización, y al mismo tiempo una barrera, para el verdadero misterio sumergido junto a las costas de la isla: la existencia de una antiquísima ciudad oculta hoy por el Pacífico y que algunas expediciones australianas y norteamericanas, además de japonesas, podrían haber llegado a avistar aunque sin hacerlo del dominio público. Un enigma que conocían los Sau Rakim o grandes iniciados que, en la época de su viaje, habían desaparecido al menos públicamente y que había quedado en manos de una sociedad secreta, la de los Tsamoro, compuesta por los jefes de tribu y otros miembros que debían pasar una ardua iniciación de varios años de duración. Algunos de ellos habrían facilitado éstas y otras informaciones.

¿Qué hay realmente en Ponapé y en su litoral? ¿Quién construyó de verdad (y cómo) Nan Madol? ¿Cuál es el principal secreto del secreto? Las respuestas continúan allí.


viernes, 22 de abril de 2016

Análisis y predicciones

Una de las ventajas de trabajar como periodista es la inmensa cantidad de información que puedes llegar a manejar al día y con la cual es posible, si dispones de una mente abierta y del tiempo suficiente, elaborar una composición de la realidad, no digo que verídica, pero sí más aproximada a lo que está sucediendo a tu alrededor de lo que nunca llegará a obtener la mayoría de los mortales. Éstos ya tienen bastante lidiando con su propia pista americana diaria (pareja, familia, trabajo, amigos, enemigos y demás), por lo que no les queda tiempo, ganas, ni capacidad para reconstruir el relato de lo que ocurre. Por eso se limitan a tragar su ración diaria de potaje informativo seleccionado para ellos por un número sorprendentemente reducido de fuentes. 

Y es que con la información periodística sucede lo mismo que con la información que se encuentra en Internet. Me ha pasado a menudo que, investigando en ciertos asuntos y tratando de comprobar datos concretos, los buscadores de la red me han ofrecido miles, decenas de miles, millones de resultados de webs diferentes..., pero la cruda verdad es que cuando examinas una por una esas páginas en teoría distintas te das cuenta de que todas o casi todas contienen los mismos textos y son clones más o menos redecorados de las apenas dos, tres o cuatro páginas que inicialmente contenían algo sí ciertamente interesante. Y me estoy refiriendo sólo a información, no a opinión. Webs de opinión hay tantas y tan variadas como ombligos en las barrigas de los usuarios de Internet y, en general, tienen el mismo valor que los susodichos ombligos. Esta bitácora es, por cierto, una de ellas, un precioso y redondo ombligo más.

Recuerdo lo que me contaba Mac Namara a finales del mes pasado sobre los atentados en Bruselas y de lo cual dejé constancia en una reciente entrada: el hecho de que casi todas las noticias que recibimos de los medios de comunicación occidentales sobre lo que se supone que hacen o dejan de hacer los moloquistas del Daesh provienen tan sólo de dos personas con nombres y apellidos. Sin embargo, aparecen repetidas una y otra vez, ilustradas de manera diferente, en cientos de periódicos, programas de radio y televisión, webs y medios digitales, de manera que un observador incauto, de los que ignoran cómo se generan las noticias que consumen, podría ser fácilmente engañado pensando que hay mucha información o muchos comunicadores que disponen de información sobre el tema y que la están poniendo en común. Pero lo cierto es que todos esos medios no hacen más que barajar y presentar de manera diferente, cada uno la suya, lo que cuentan esas dos personas. Únicamente dos.

 Insisto en ello porque, cuando uno se para a pensarlo, resulta bastante obvio que deberíamos suspender esa credulidad automática que solemos mostrar hacia informaciones que resulta tan complicado verificar, pero que no cuestionamos sólo porque nos la facilita uno o varios medios de prestigio. Los científicos honestos nunca dan por bueno el resultado de ningún experimento, por extraordinario que parezca a primera vista, si no son capaces de replicarlo personalmente (hoy sabemos que hasta Gregor Mendel se inventó algunos de los datos que luego presentó oficialmente como verídicos en su investigación sobre guisantes y genética, para que cuadrara mejor la formulación de sus leyes). Los periodistas honestos tampoco deberían dar por buena, sin más, ninguna información que provenga de una única fuente y aún menos si resulta que siempre es la misma única fuente.

Aunque pudiera parecer que hablamos de un caso extremo, no lo es tanto. Un elevadísimo porcentaje de las informaciones que llegan al público padecen del mismo defecto de fábrica original, en mayor o menor grado. Un puñado de agencias informativas, cada una de las cuales cuenta con un número por fuerza limitado y a menudo privilegiado de fuentes, genera 9 de cada 10 informaciones que llegan al ciudadano promedio occidental todos los días del año. Noticias que influyen en su manera de pensar y de opinar, que inspiran modas, que crean o destruyen tendencias, que indican qué temas de conversación son los "interesantes" y cuál es la forma "correcta" de discutir sobre ellos y también los asuntos tabú sobre los que sólo se puede opinar de una manera muy concreta..., o directamente no se puede hablar (y esto está sucediendo ahora mismo en las supuestas democracias consolidadas que se presentan como el sistema político más cool hoy día en el Viejo Continente).

Combinemos ese manejo con la técnica más utilizada hoy para la presentación de la información: las pantallas electrónicas... ¿Por qué son tan atractivas? ¿Por qué nos dedicamos a hacer zapping en lugar de apagar una televisión cuando estamos cómodamente sentados ante ella, aunque sólo tengamos la opción de ver anuncios o un programa que no nos gusta? ¿Por qué nos pasamos el día mirando una y otra vez la pantalla del teléfono móvil aunque no tengamos amigos ni conocidos que nos llamen o que nos dejen mensajes en nuestras redes sociales?

 Porque nos hipnotizan, literalmente. Aunque nuestro cerebro nos diga, al leer esta entrada del blog en la pantalla del ordenador, que delante de nosotros tenemos un texto escrito e ilustrado con fotografías, eso no es cierto: lo que se esconde debajo de la interfaz es un montón de píxeles que laten, brillantes y de manera organizada y regular, para darnos la impresión de que, tanto el texto como las fotografías y el mismo "papel" sobre las que aparecen, existen. Sabemos que no es así, mas nos dejamos engañar sin muchos problemas. Esa pulsión predecible, constante, de luces que florecen intermitentemente ante nuestra mirada es la que absorbe nuestra atención, captura nuestra conciencia y nos encadena a la pantalla a través de nuestros ojos. Es lo mismo que sucede cuando un hipnotizador profesional se apodera de nuestra voluntad utilizando unos pulsos lumínicos o bailando un reloj como si fuera un péndulo delante de nosotros.

Todo esto no es ningún secreto, insisto, pero aún así actúa. Y lo hace porque no somos en absoluto dueños de nuestra atención. Nos vamos detrás de aquello que nos atrae, nos proyectamos, nos identificamos y ahí quedamos enganchados durante un tiempo indefinido. No es extraño, entonces, que un estudio publicado en 2010 a partir de datos recogidos entre niños de 8 a 16 años advirtiera de que los menores españoles empleaban entonces una hora y media diaria en estudiar y... ¡cuatro horas diarias delante de una pantalla (consola, televisión o internet) para otras actividades! Los tiempos frente a esa ventana de lo inexistente se incrementaban a medida que los chavales cumplían años y, mientras 7 de cada 10 estudiantes de Primaria decían que les gustaba estudiar, sólo 4 de cada 10 en Secundaria tenían la misma opinión y preferían la compañía de la pantalla.

El poder disociador de este peligroso elemento para la conciencia se reflejaba en otros datos del informe. Por ejemplo, que 1 de cada 2 alumnos de Secundaria con suspensos reconociera tener problemas para concentrarse al tratar de estudiar..., reconociendo que un 48 % escuchaba música (mientras "estudiaba"), un 35 % estaba conectado a Internet al mismo tiempo y un 25 % tenía la televisión puesta a la vez que trataba de quedarse con alguno de los conocimientos contenidos en sus libros. Y éstos son datos de hace 6 años. Hoy día las cosas son sensiblemente peores, como puede apreciar cualquiera que se tome la molestia de observar a las personas (sobre todo las más jóvenes) que caminan por las calles de las ciudades españolas absortas por las pantallas de sus móviles.

De hecho, mientras preparaba este artículo esta misma semana, se publicaba otro estudio actualizado correspondiente a 2015, en el que se denunciaba que los niños de entre 4 y 7 años (edades aún más bajas que las incluidas en el documento anterior) pasan una media de más de dos horas diarias delante del televisor. Aún más, resulta que ese tiempo lo consumen como audiencia no en las horas en las que (teóricamente) se exige a las cadenas  de televisión que no emitan contenidos inadecuados, sino entre las 22:00 y las 24:00 horas, la franja del llamado prime time. Esos padres indolentes e irresponsables que permiten a sus hijos ver de todo (y seguramente sin explicarles lo que significa lo que están viendo) serán seguramente los que lloriqueen y echen la culpa al "sistema", así en general, cuando dentro de unos años sus vástagos les "sorprendan" con actitudes todavía más indolentes e irresponsables, egoístas, violentas e incluso decididamente peligrosas y/o delictivas... 


En algún lugar de ese libro repleto de crímenes y aventuras titulado La Biblia leí en cierta ocasión un fragmento en el que se advierte claramente de que "los pecados de los padres los pagarán los hijos". Se supone que en la época en que aquello fue escrito no existían los televisores, pero lo que sí es cierto es que había algunas personas con dos dedos de frente (no muchas, tampoco: este tipo de gente nunca ha sido una especie muy abundante en este planeta).
Así que no es nada extraño que la sociedad entera acabe convertida en mera arcilla en manos de quienes deciden en última instancia hacia dónde quieren dirigirla, de acuerdo con sus propios intereses. Estos titiriteros no suelen obligar a nadie de manera directa, pero empujan, incitan, influencian..., acumulan una fuerza invisible que acaba forzando a comportarse de cierta forma a tantas personas que se dicen a sí mismas estar actuando por su propia voluntad. He visto personalmente a muchos colegas prejuzgar, autocensurarse e incluso desestimar determinadas informaciones de importancia, no porque utilizaran un criterio informativo realista ni tampoco porque quisieran manipular de manera consciente, sino por razones vagas ("no, esto no puede ser así...", "ahora no tengo tiempo para tonterías...", "este individuo no va a saber más que lo que dice oficialmente el conjunto de su gremio...", etc.) que no sabrían justificar ellos mismos si profundizaran en las mismas, pero que están relacionadas siempre con esa presión casi imposible de detectar cuando estás siendo sometido a ella.

Los creadores de esa presión (o, mejor dicho, los que saben cómo crearla y ordenan a sus fieles lacayos que actúen en consecuencia) normalmente no suelen aparecer en primera, ni en segunda, ni siquiera en tercera línea... El poder real nunca se ha ejercido a plena luz, esto es un hecho. Y los que, emulando al gran visir Iznogud, suspiran por sentarse en el trono imperial del califa con la idea de que así mandarán a su gusto no tienen ni idea de en qué consiste de verdad el Juego.

El rol del periodista, de todas formas, tiene también sus riesgos, el primero de los cuales, indudablemente, es el de resultar sepultado por la propia información, ya que la cantidad de datos que se puede acumular para el análisis en un momento dado es colosal. Eso, siempre que logre sustraerse él mismo de la capacidad hipnótica de las pantallas y de la presión invisible. Así que, aparte de un estado de conciencia lo más elevado posible, una curiosidad extraordinaria, un nivel mínimo de intuición, una mente siempre abierta a cualquier cosa y un fondo de cultura general que debe ser lo más profundo posible, la única manera de sacar provecho a la privilegiada posición de oteador que confiere esta profesión pasa por entrenar técnicas específicas, como la captación de luces rojas (esos "inocentes" chispazos que no parecen tener la menor importancia pero que son lo bastante raros y fuera de lugar como para despertar sospechas) y la detección de  patrones (lo que permite una selección muy rápida del trigo entre la paja).

Cuando esto se consigue, uno es capaz de "predecir" el futuro. Porque también he tenido la fortuna de conocer a periodistas (y otros que no lo eran, pero sí disponían de las cualidades antes enumeradas) que han logrado no ser sometidos, o al menos han podido liberarse de ellas, por las grandes fuerzas que discurren por debajo de la apariencia, y adelantar así escenarios que luego se han cumplido milimétricamente de acuerdo con sus previsiones. Cuando les pregunto cómo son capaces de afinar tanto en sus aciertos, suelen encogerse de hombros y contestar asegurando que era "lo lógico" o sentencias por el estilo. 

De hecho, toda esta reflexión viene a propósito de la experiencia concreta que tuve no hace mucho con uno de estos periodistas, cuando los grupos sociales e ideológicos que terminaron conformando el partido de Podemos empezaron a cobrar fuerza en el escenario político español con su fundación formal en enero de 2014 y sobre todo tras sus primeros éxitos de los comicios pocos meses después. En aquella época, sus dirigentes no definían claramente en público su ideología sino que insistían en autodenominarse "el partido de la gente" diciendo que "no somos de izquierdas ni de derechas sino de todo el pueblo" y que llegaban dispuestos a terminar con los problemas generados por los partidos políticos "viejos".

El analista al que me refiero me dijo entonces, textualmente, lo siguiente: "Podemos no es más que la siguiente etapa en el juego de máscaras protagonizado por el Partido Comunista Español, un partido de por sí bastante 'viejo' y de aspiraciones tradicionalmente radicales, aunque sus dirigentes traten de presentarse como moderados. Y España es un país que vota mayoritariamente opciones de centro, más hacia la derecha o hacia la izquierda, pero de centro. Así que el PCE reconoció hace muchos años que nunca podría obtener en las urnas una mayoría suficiente para alcanzar el poder. Por ello fundó Izquierda Unida en 1986: IU nunca fue un partido, sino una federación de partidos..., dominada por el PCE. Pensaban que de esta manera crecerían electoralmente al camuflar sus siglas, pues muchos votantes que difícilmente votarían a una formación comunista sí lo harían a una organización con una etiqueta más generalista, calificada 'de izquierdas'. Y así fue. No obstante, este experimento también tocó techo e incluso empezó a perder fuelle y diputados, así que se hizo necesario volver a mudar la piel. Había que sustituir IU por una nueva máscara y así nació Podemos, cuyo nombre y su eslogan 'Sí se puede' son por cierto una copia descarada del 'Yes, we can' de Barack Obama. Todos los dirigentes de Podemos provienen del PCE y de su entorno. En los próximos meses veremos un juego de tira y afloja, de sacar pecho públicamente, de lanzar declaraciones sobre quién representa mejor a los trabajadores oprimidos y el resto de demagogia barata. Luego se producirá un progresivo acercamiento de IU hacia Podemos, una posterior alianza y finalmente una fusión entre ambos en un 'nuevo proyecto de izquierdas'. Lo cierto es que IU como tal desaparecerá dentro de la marca de Podemos aunque también es muy probable que ésta acuñe un nuevo nombre para englobar la organización que está muriendo dentro de la organización que acaba de nacer. La víbora volverá a mudar la piel y parecerá un animal distinto pero..., en todo caso, seguirá siendo el PCE con otro nombre. Todo esto lo veremos más pronto que tarde."

Este pronóstico data de principios de 2014, cuando aún no habían pasado muchas de las cosas que han sucedido estos meses. Me he acordado mucho de la previsión de este periodista mientras veía las supuestas peleas fratricidas entre IU y Podemos que ahora (a la vista del, en efecto, progresivo acercamiento y la finalmente anunciada alianza entre ambos grupos ante lo que parece la inevitable repetición electoral que nos espera en junio) da la impresión de que no fueron más que otra gran obra teatral para entretener sobre todo a sus potenciales votantes.

El periodista me contó otros interesantes análisis y predicciones, algunos ciertamente chocantes pero que, vista su capacidad de acierto, podrían hacerse realidad también. Tengo la libreta abierta para comparar lo que sucederá en el futuro inmediato con lo que me dijo en su momento.







viernes, 15 de abril de 2016

La pregunta

Vivimos una época extraña en la que todo el mundo se siente ofendido por cualquier cosa y donde es difícil discrepar sin ser lapidado. Con piedras de verdad en oriente y con piedras verbales y laborales en occidente.  Ahí está el caso de los refugiados con cuyas peripecias nos bombardean los medios de comunicación generalistas de todo el mundo día sí y día también para despertar en nosotros la pena que permita justificar la asunción de medidas que nadie en su sano juicio tomaría en circunstancias normales como, por ejemplo, esa barbaridad de abrir las fronteras europeas alegremente a todos los dolientes del mundo. No quiero que se me entienda mal (es decir, no quiero ser lapidado) y por ello matizo que estoy completamente seguro de que los sirios que huyen de la guerra que los Amos han puesto en marcha en su país con la ayuda cómplice de los gobiernos occidentales (y por interés de los Amos y de esos gobiernos, no del nuestro, el de los ciudadanos que habitamos en los países en los que ellos mandan... ¡ya está bien de querer hacernos culpables de algo que no depende de nosotros!) lo están pasando mal. Tan mal como podría pasarlo cualquiera de nosotros en semejantes circunstancias. 

(Entre paréntesis, estoy también completamente seguro de que la inmensa mayoría de que los que agitan pancartas de Refugees Welcome dejarían de hacerlo en el mismo instante en el que sus respectivos gobiernos les dijeran: "bueno, va, acojamos a unas cuantas decenas de miles de personas que no conocen ni nuestro idioma, ni nuestras costumbres, ni nuestra cultura, sin preparación alguna para integrarse y respetar las leyes y la forma de vivir de los países del Viejo Continente -como demuestran todos los días esos sucesos que a menudo censuran los propios grandes medios para "no fomentar el racismo y la xenofobia" según la excusa oficial-, pero como hay que mantenerlos durante tiempo indefinido, vamos a tener que reducirte un 20 % tu salario por ese mismo tiempo, con el fin de pagar su estancia aquí, y además vamos a empeorar tu asistencia médica y social, por no mencionar las oportunidades laborales, porque hay que facilitarles el desembarco".)

Sí, no me gustaría estar en su lugar. Pero ni en el de los sirios ni en el de los bangladeshíes, los afganos, los libios, los somalíes y el resto de refugiados disfrazados de sirios a los que Frau Rebeca Kasper Jentsch, alias Angela Dorotea Kasper, alias Angela Merkel, ha abierto las puertas no ya de Alemania sino del resto de Europa con la excusa de la enésima guerra en Oriente medio. Las propias autoridades germanas han terminado por admitir (eso sí, una vez que se ha consumado el mayor trasvase de población no autorizada de los últimos decenios) que apenas un 20 % de las personas que han llegado estos meses sin documentación alguna a su país y que han desestabilizado todas sus políticas sociales (una amiga alemana me contaba recientemente algunas historias para no dormir en el que fue hace no tanto uno de los países más ordenados de Europa) eran de hecho sirios. Es probable incluso que el porcentaje real sea inferior.

El iconoclasta Gary Brecher cuenta en su, un tanto sobrevalorado, Hazañas y chapuzas bélicas que en Estados Unidos poca gente se enteró de lo que había sucedido realmente en el Sahara occidental en noviembre de 1975, durante la invasión marroquí de la hasta entonces colonia española en suelo africano que pasó a la historia con el nombre de Marcha Verde. Pasó que Rabat expulsó a la débil potencia colonial (España) y usurpó el control de su propio país a los nativos (saharauis) mediante el expediente de amontonar a 350.000 civiles (y hoy sabemos que también unos cuantos militares bien armados camuflados entre ellos, pero éstos no aparecían en fotos y películas de la época, de la misma manera que en las televisiones de hoy día siempre vemos primeros planos de frágiles mujeres y niños entre los refugiados, aunque la mayoría de ellos son hombres jóvenes y fuertes) en su frontera sur. Luego, al grito habitual de Alá es grande, los lanzó a ocupar el Sahara donde entraron sin que las tropas españolas hicieran nada por evitarlo. En primer lugar, no podían: apenas eran un puñado de soldados para detener aquella marea humana. En segundo lugar, no lo hubieran hecho, a no ser que hubieran sido atacados previamente y su vida corriera peligro: ¿qué militar occidental contemporáneo con dos dedos de frente dispararía a civiles desarmados? 

Brecher matiza certeramente que, si bien los norteamericanos no comprendían muy bien lo que ocurría,  "muchas juntas militares y oligarquías tercermundistas, hambrientas de tierras, sí prestaron atención" al "nuevo sistema de apoderarse de otro país" sin pegar un tiro. Y añade, premonitorio: "mi predicción es que veremos muchas Marchas Verdes, con riadas de 'indefensos civiles' cruzando fronteras y retando a las tropas a dispararles". Claro que "con el tiempo surgirán contramedidas. O contrachusmas, quizá: vuestra chusma de civiles desarmados contra nuestra chusma de civiles desarmados. No será nada bonito pero funcionará". Y advierte de que todo se reducirá a un trabajo de propaganda televisiva del estilo "¿Pueden los nuestros morir poniendo más cara de pena que los vuestros? ¿Pueden nuestros niños en primer plano poner más cara de pena que los vuestros? Más vale que en West Point vayan incluyendo esta asignatura: 'Cómo grabar videos caseros'". Interesante reflexión, especialmente si tenemos en cuenta que fue publicada por primera vez en 2008.

Por cierto, en ese mismo libro se refiere a guerras hoy perfectamente olvidadas pero que fueron aún peores que la de Siria porque sus víctimas padecieron más y de forma más cruel, sin que la opinión pública europea, norteamericana o mundial se inmutara ni la mitad de lo que hace ahora gracias a los "dramáticos testimonios en directo" de los enviados especiales y las "caras famosas" que se apuntan a trabajos humanitarios con ONGs para engordar su curriculum público de "buenas personas". La razón, ya lo hemos apuntado más arriba, es la tremenda manipulación emocional a la que está siendo sometida la población occidental a través de los grandes medios de comunicación, ansiosos de "vender" su producto y de paso cumplir con su misión de inocular pavor a la gente para bloquear su capacidad de pensar por sí misma y que se plantee cuestiones tan sencillas como, sin ir más lejos, ¿cómo es posible que toda esa gente viaje tantos kilómetros para huir de la guerra, a países que no conocen en absoluto y cuya cultura es completamente diferente? Los republicanos que huían de la derrota tras la última guerra civil española, lo hicieron a Francia o, si tenían más dinero o buena suerte, a los países americanos de habla española, no a Suráfrica o a la China.

Una de esas guerras hoy en el cajón fue la de Biafra. "Estás más flaco que un niño de Biafra" era una expresión tan brutal y poco caritativa como corriente en las conversaciones de mi infancia en esta última reencarnación. A día de hoy poca gente recuerda ese conflicto bélico y aún menos sabe por qué se produjo o qué es lo que se estaba jugando en ella más allá de que se desarrollaba en algún ignoto paraje africano, pero todos los que tienen cierta edad guardan bajo siete llaves en algún rincón de su mente las espantosas imágenes publicadas entonces por primera vez de esos niños negros, esqueléticos pero de vientre hinchado, con ojos saltones comidos por las moscas e incapaces de tenerse en pie. He escogido una de las imágenes menos duras para replicarla aquí: una vieja portada de la revista Life, de todas formas muy expresiva.

Nigeria es uno de los principales países africanos, por extensión, población y recursos. Hoy podría ser una potencia emergente equiparable a Brasil en América o a la India en Asia, pero la corrupción, la guerra y la desvertebración cultural y política lo ha convertido en otro pantano en el que unos pocos viven muy bien a costa de la miseria de casi todos los demás. Recordemos que Boko Haram, la guerrilla terrorista islámica que se ha hecho tristemente célebre en los últimos años, es precisamente nigeriana. Pero el fracaso como Estado de este país nace desde su mismo origen, a raíz de ese desastroso reparto que ingleses y franceses impusieron al resto de europeos colonizadores y, sobre todo, a los nativos, al trazar en el África del siglo XIX una serie de fronteras irreales que no atendían a la realidad de las tribus locales sino al alcance de los fusiles de cada uno y al uso indiscriminado de escuadra y cartabón sobre la cartografía. Cuando los británicos se marcharon formalmente de allí a principios de los años 60', los empobrecidos musulmanes hausa fulani del norte desataron su furia contra los más acomodados ibos o igbos cristianos de la costa y en pocos días murieron unas 30.000 personas, que se dice pronto. Harto de que masacraran a los suyos y dando por sentado que una Nigeria intertribal no tenía futuro, el teniente coronel Chukwuemeka Odumegwu Ojukwu declaró en julio de 1967 la independencia de la zona sureste del país que pasaría a ser el Estado independiente de Biafra, la nación de los ibos.

Podría haber sido la solución para la paz, pero lógicamente el gobierno nigeriano no estaba dispuesto a perder la región (sobre todo, su petróleo), así que lanzó una ofensiva en toda regla para aplastar a los rebeldes, a los que oficialmente sólo llegaron a reconocer cinco países (Gabón, Costa de Marfil, Tanzania, Zambia y Haití) si bien otros como Francia, Portugal, Suráfrica o Israel miraban con buenos ojos la secesión y facilitaron ayuda financiera y/o militar. Los biafreños se defendieron bastante bien, pese a contar con un ejército diez veces menor al nigeriano, y lograron detener temporalmente el avance de la ofensiva. Así que los nigerianos no sólo reforzaron su despliegue militar sino que recurrieron a tácticas medievales como la rendición por hambre y el exterminio puro y duro de la población civil. Ocuparon la zona de la costa a ambos lados del delta del río Níger y estrangularon así el abastecimiento: no sólo el de armas sino, principalmente, de alimentos y medicinas. Luego, se sentaron a ver pasar el cadáver del enemigo, como suele decirse...

Durante los meses siguientes, a medida que la comida se terminaba, comenzaron a producirse esas horrendas imágenes de pueblos enteros falleciendo de inanición, al estilo del Holomodor que Stalin aplicó en Ucrania, donde mató de hambre a unos 7 millones de personas. Los africanos tuvieron más suerte: se cree que "sólo" murieron en torno a 1 millón... A finales de 1969, los biafreños no tenían fuerza ni para levantar el fusil y una gran ofensiva final terminó de derrotarlos. A principios de 1970 se firmó la paz y el sueño de un país para los ibos se desvaneció.

En esos años tremendos encontramos la inspiradora historia de un sueco llamado Carl Gustaf Ericsson von Rosen (a la izquierda, de jovencito) que, de no haber sido por su particular linaje familiar, seguramente habría alcanzado la gloria de la popularidad y recibido homenajes como héroe internacional, además de haberse escrito multitud de libros y obras de teatro y rodado películas y teleseries sobre su vida. Pero..., tuvo la mala fortuna de ser sobrino de Carin Göring quien, como su nombre indica, era la esposa de Hermann Göring, el comandante supremo de la Luftwaffe del III Reich. Por lo tanto, su peculiar trayectoria vital ha sido oscurecida y ha pasado casi inadvertida para el común de los mortales, a pesar de que personalmente nunca simpatizó con el régimen de Hitler y, si no luchó como piloto de la RAF contra Alemania, fue porque los británicos nunca terminaron de creerse que alguien tan próximo al mariscal aéreo tuviera su propia visión de las cosas.

Nacido en Södermanland, nuestro hombre fue hijo del explorador Eric von Rosen y desde muy joven se interesó por la aviación. Buena parte de culpa la tuvo el propio Göring, quien fue uno de los principales ases de la I Guerra Mundial, tras la estela del inolvidable Barón Rojo, y que más tarde demostraría que su capacidad y eficiencia como comandante del arma aérea era inversamente proporcional a su habilidad como piloto de combate. El caso es que von Rosen comenzó su propia carrera como piloto de acrobacias y en 1968 consiguió un trabajo para Transair, una línea aérea comercial de Suecia que viajaba a África. En el continente negro, se encargó de pilotar peligrosos trayectos entre la colonia portuguesa de Santo Tomé y la ciudad nigeriana de Uli para transportar suministros médicos destinados a Biafra. Indignado por el acoso que sufrió de la fuera aérea nigeriana (que contaba con aviones entonces de última generación como el caza MIG 17 o el bombardero Il 28, aunque ninguno de ellos atacó jamás un objetivo militar biafreño: sólo hospitales, campos de refugiados y columnas de civiles), así como las atrocidades que estaba cometiendo contra los rebeldes, simpatizó con la causa de éstos. No se sabe muy bien cómo ni por qué pero no sólo se ofreció voluntario para organizar un pequeño escuadrón de aviación militar con el que combatir a los nigerianos sino que obtuvo increíbles éxitos militares con él.

Y es que este singular sueco se dio perfecta cuenta de la utilidad que podía obtenerse de un pequeño grupo de avionetas de hélice Malmö MFI 9, aun levemente artilladas, siempre que fueran pilotadas por manos expertas. Adquirió cinco de estos aviones pequeños y lentos de uso civil fabricados por SAAB porque eran ideales para escapar a los demasiado rápidos reactores nigerianos y para atacar por sorpresa aprovechando sus vuelos casi rasantes por encima de la selva, que les hacían prácticamente invisibles hasta el último momento. Les bautizó como los Bebés de Biafra (en la foto, con los aviones y algunos de sus compañeros) aunque la mayoría de la gente les conocía simplemente como las "pulgas" y sus hojas de servicios, firmadas por sus tres pilotos suecos y tres biafreños resultan asombrosas. Ni una de ellas fue derribada por los nigerianos, a los que asestaron varios golpes muy eficientes. La prueba es que casi la mitad de los 400 cohetes anticarro de 68 milímetros que fueron lanzados desde las "pulgas" alcanzaron su blanco, lo que es un tremendo éxito teniendo en cuenta que hablamos de munición aire-tierra sin guía. El audaz equipo de von Rosen destruyó varios MIG 17 y otros Il 28, además de un Canberra, helicópteros, camiones, una torre de control...y causó cientos de bajas entre los soldados nigerianos. Sus objetivos eran las bases aéreas enemigas porque ni el sueco ni su equipo podían soportar las barbaridades que cometían los aviones militares nigerianos contra la población civil. Así, lo que nació como una solución de emergencia, porque ningún fabricante de aviones de combate modernos quiso vender sus aparatos a Biafra, acabó asombrando al mundo.

Von Rosen no pudo evitar la derrota de Biafra, porque el desnivel de fuerzas enfrentadas era monstruoso. Nigeria tenía "barra libre" de armamento de la URSS y Biafra jamás cosechó un apoyo decidido de ninguna gran potencia. Así que todo terminó como antes comentamos. Por cierto que ésta tampoco fue la única locura aérea en la vida de este sueco intrépido. Durante la invasión de la Italia de Mussolini en Etiopía, ya había llevado a cabo misiones de apoyo transportando suministros y comida para la Cruz Roja además de proceder a peligrosas evacuaciones de heridos en el campo de batalla. Y en la conocida como Guerra de Invierno se presentó voluntario para ayudar a los bravos finlandeses contra los invasores soviéticos. Y, más tarde, en 1974 participó en nuevas misiones de ayuda para las víctimas del hambre en Etiopía. Precisamente halló la muerte en 1977 durante uno de los enfrentamientos entre etíopes y somalíes, cuando se encontraba en misión de ayuda para refugiados. Fue tiroteado, en tierra, durante un ataque sorpresa de unidades de Somalia.

Al pensar en la historia de von Rosen en Biafra, la estúpida lógica moderna no puede más que desestimarla y burlarse de sus esfuerzos, destinados al fracaso desde el primer momento aunque sólo fuera por la simple fuerza del número: seis locos del aire montados en cinco avionetas (ni siquiera tenían una para cada uno) tarde o temprano habrían caído ante miles de militares profesionales, si antes no se hubiera desintegrado todo el país por culpa del hambre programada. Pero si alguien ha pensado así al leer acerca de ella, debe saber desde ya que esta bitácora no es su sitio, en absoluto... 

Este sueco tan especial demostró que siempre es posible hacer algo. Por dramáticas que sean las circunstancias, por enorme que sea la inferioridad de condiciones, por desesperada que sea tu situación. Siempre. Puede que no logres cambiar el sentido de la guerra, ni siquiera de una batalla concreta, pero no es eso lo que le importa al verdadero guerrero, para quien lo esencial es su propio papel durante el combate. ¿Plantaste cara? ¿Diste todo de ti, fuera mucho o poco? ¿Fuiste capaz de conservar tu honor? ¡Qué importa si al final ganas o pierdes, vives o mueres! Después de todo, hasta el más fuerte y hermoso de los cuerpos materiales será reducido a escombros tarde o temprano así que, en el viaje del héroe, lo que cuenta de verdad no es el destino final, sino el camino que recorres y cómo lo recorres. Esto lo conocían muy bien los pueblos antiguos europeos, que marchaban a luchar sin miedo a la muerte. Sabemos acerca de ciertas tribus celtas que, incluso, cargaban contra sus enemigos con los penes erectos, mostrando así su vigor personal y su desprecio ante la perspectiva de morir que, al contrario, aterraba a los antiguos pueblos orientales. Porque nuestros ancestros conocían el secreto, hoy vedado, de la existencia de Tir Na Nog, la Tierra de la Eterna Juventud.

Hoy el mundo vive tiempos oscuros. Somos, digamos, una especie de nuevos biafreños en este planeta. Es un buen momento para probar nuestro temple, para seguir la estela de von Rosen, cada uno sabrá cómo. Algún día, en nuestro lecho de muerte (que siempre está más cerca de lo que pensamos), repasaremos brevemente esta existencia y nos preguntaremos si hicimos algo digno, algo  heroico por lo cual nuestra vida mereció la pena, o simplemente fuimos una hormiga más en el termitero que será arrastrada por las cloacas del tiempo sin pena ni gloria, como tantas otras. La mayoría de las personas, que renunció al camino del guerrero en vida, sólo en ese momento supremo comprenderá que hubiera merecido la pena seguirlo. Sólo un puñado de valientes podrá dejar este mundo sonriendo y en paz consigo mismos. 

La pregunta es si queremos ser uno de ellos.







viernes, 8 de abril de 2016

Teatro, puro teatro

Una conocida canción de amor o, mejor dicho, de desamor y despecho, canta que Igual que en un escenario/finges tu dolor barato./Tu drama no es necesario,/ya conozco ese teatro... E incluye este inolvidable estribillo: Teatro,/lo tuyo es puro teatro./Falsedad bien ensayada./Estudiado simulacro./Fue tu mejor actuación/destrozar mi corazón. Animo a mis lectores a fijarse en este chaval, lo bien que lo hace para ser tan pequeño. Me refiero al teatro, porque está en dos actuaciones distintas en países diferentes aunque en ambos interpreta el mismo papel de víctima doliente y ha roto el corazón de un número indeterminado pero sin duda elevado de espectadores. Las dudas sobre si se trata del mismo niño quedan descartadas cuando se estudian con atención las imágenes en las que aparece primero en un sitio de Europa y luego en otro muy diferente. Las mismas cejas, el mismo cabello, la misma nariz..., incluso la misma forma particular de la oreja derecha. Las fotografías que ilustran este artículo son cortesía de Mac Namara. Él me las ha ido pasando esta semana para mostrarme, una vez más, con qué desvergüenza continúan tomando el pelo los Amos a todo aquél que se deja.

Porque resulta que es el mismo niño que supuestamente sufrió en directo el último atentado en el aeropuerto de Bruselas o así al menos aparecía en el cadena de noticias británica Sky News...


... cuando poco antes estaba en la frontera serbobosnia pasándolo mal porque los "malvados" europeos cierran la frontera a la riada de "pobres sirios" que huyen de la guerra provocada por... Bueno, de momento, vamos a dejarlo en "que huyen de la guerra". 


Y si la comparación de estas imágenes estáticas puede plantear alguna duda, animo a los lectores a buscar los videos originales y estudiar los primeros planos del chaval, como los que se muestran en la primera foto. Allí descubrirán también otros detalles interesantes como el hecho de que, en el de la frontera serbobosnia, este pequeño actor comete algún pequeño error al mirar de reojo a la cámara y tirarse de rodillas al suelo dos veces de manera muy similar. Además de tener dificultades para llorar, pese a su supuesto dolor, motivo por el que alguien ¡le tira por encima una botella de agua sin venir a cuento! (por eso aparece su camiseta mojada) Supongo que para que no se note que es incapaz de provocar lágrimas.

Este niño no es ningún escándalo aislado, en absoluto. En Estados Unidos, el último deporte de los conspiranoicos consiste en dedicarse a examinar imágenes de atentados terroristas distribuidos por las televisiones para tratar de encontrar a los actores de catástrofes que se encuentran con una frecuencia inaudita mezclados en medio de las víctimas reales y que en algunos casos son auténticamente llamativos. Por ejemplo, en el atentado de la maratón de Boston, hay uno que aparece con la ropa destrozada, especialmente los pantalones, pero no sólo no muestra ninguna herida seria sino que se levanta y corre tranquilamente y, más tarde, se le ve observando el centro de la matanza (donde yacen las víctimas reales), con las manos en jarras y un aspecto despreocupado, a la espera de ser recogido por, supongo, el coche de producción.

También en este caso hay una serie de fotografías impresionantes de un hombre que ha perdido sus dos piernas supuestamente en el atentado terrorista y que está siendo evacuado en silla de ruedas. Pero, ¿una persona con semejantes heridas y la pérdida correspondiente de sangre (por cierto, ¿dónde están los chorros sanguinolentos que deberían estar brotando de sus piernas y dejando un rastro terrorífico tras la silla de ruedas?) es capaz de mantenerse consciente y sin signos de pánico o de estar en shock, como se muestra en las diversas fotos en las que aparece? Más tarde se descubrió que se trata de un veterano de guerra que sufrió la amputación de sus dos extremidades pero no en el momento del atentado.

Claro que si lo que buscamos es una actriz con experiencia, aquí tenemos a esta joven que no sólo estuvo en Boston, sino en las matanzas del cine de Aurora (Colorado) y de la escuela primaria de Sandy Hook (Connecticut). Parece ser que lo hace tan bien que le pagaron un viaje a París para que el público europeo pudiera admirar su arte. Hay muchos otros ejemplos y animo a todos los interesados a que las busquen y cotejen por su cuenta. Estas fotos son sólo una mera selección de la amplia variedad de cómicos (aunque, para el caso, quizás este sinónimo de actores no esté muy bien empleado) que trabajan para televisiones de todo el mundo. Su presencia es especialmente llamativa teniendo en cuenta que, tal y como me recuerda Mac Namara, hoy día prácticamente cualquier persona lleva encima un teléfono "inteligente" con cámara de foto y video y, sin embargo, en los informativos de todos los países occidentales siempre salen los mismos videos y las mismas fotos a la hora de ilustrar el atentado de turno, cuando debería haber multitud de imágenes diferentes disponibles.

Lo más grande del tema es que las agencias que se encargan de especializar a estos actores tampoco se esconden. Veamos el caso por ejemplo de crisiscast.com, que orgullosamente anuncia en su web de contacto que "Nosotros dramatizamos eventos para las necesidades de seguridad en el Reino Unido, Oriente Medio y en cualquier lugar del mundo. Nuestros actores especialistas -muchos de ellos con autorizaciones de seguridad- son entrenados por psicólogos conductuales y rigurosamente enseñados en comportamientos criminales y de víctimas para ayudar a la policía, el ejército y los servicios de emergencia, hospitales, escuelas, autoridades locales, gobiernos, empresas privadas de seguridad, centros comerciales, aeropuertos, grandes empresas, departamentos de justicia, medios de comunicación y militares para simular entornos de incidentes para los procedimientos de salvamento". Se supone que, en efecto, estas personas se preparan sólo para ejercicios de simulacro legales pero viendo las fotos anteriores y muchas otras que se pueden encontrar con facilidad en internet parece bastante lícito tener algunas dudas sobre para qué sirve este tipo de especialización actoral. 

Sobre todo cuando la misma firma explica que "Utilizamos las técnicas más innovadoras de la industria británica del cine, utilería y efectos especiales" y advierte de que "Ofrecemos toda nuestra experiencia creando escenarios de elevada credibilidad, escenarios dramáticos para preparar a su gente para lo peor", lo que les permite trabajar para entidades como la Policía de Kent, UK Trade & Investment o Voluntary Services Overseas, entre otros clientes reconocidos que figuran en su web.

Nada de esto es nuevo, por supuesto. Sin ir más lejos se me viene a la memoria una divertida película de 1986, FX-Efectos Mortales, en la que un especialista en efectos especiales era contratado por la Policía para aparentar el asesinato de un mafioso dentro de un programa de protección de testigos y se encontraba con que luego era perseguido acusado de haberle asesinado de verdad...  Uno podría preguntarse ¿por qué? ¿Qué necesidad hay de utilizar actores ensangrentados y dolientes para "adornar" el escenario ya de por sí devastador de un atentado terrorista real o de una crisis como la de los supuestos "refugiados sirios" (la propia policía y las autoridades de varios países europeos, incluida la castigadísima Alemania donde según cifras oficiales reconocidas por Berlín han entrado ¡un millón de personas! en estos últimos meses con la aquiescencia de la siniestra Frau Merkel -de la que un día habrá que hablar en profundidad, visto lo que me ha contado mi gato conspiranoico- han denunciado que la inmensa mayoría proviene de diversos países del Tercer Mundo aunque clamaran todas ellas haber nacido en el mismo Damasco)? Pero esa pregunta en sencilla de responder. Terrorismo viene de terror. El objetivo principal de crímenes de este tipo es el de causar miedo. Así que no se trata tanto de causar mucho daño, que también, sino más bien de causar la impresión de que en efecto se ha causado mucho daño. Y cualquiera que haya tenido ocasión de ver desde dentro cómo se rueda una película sabrá que, por ejemplo, el ruido producido durante una pelea o un tiroteo se dobla sistemáticamente para amplificarlo y darle mayor realce e impacto. Un puñetazo real no suena tan bien como en las películas. Y un disparo tampoco. Además, una persona afectada por una tragedia personal, una víctima real, puede que no esté lo bastante serena ni dé lo suficientemente bien a cámara como para comparecer o simplemente para posar ante los medios de comunicación de la manera adecuada...

Como me insiste Mac Namara, la verdadera pregunta no es ésa sino esta otra: ¿quién sabía que se iban a producir esos atentados y por tanto tenía a los actores preparados para mezclarlos con las víctimas reales? Tal vez podríamos tener una buena pista si alguien se atreviera a indagar quién pagó a esos actores después de convocarlos, prepararlos, distribuirlos en el escenario y finalmente recogerlos...

Como dice el final de la cancioncilla:
Perdona que no te crea/lo tuyo es puro teatro.




viernes, 1 de abril de 2016

Parientes evolutivos

Cualquier ser humano que tuviera la oportunidad de contemplar el interior de la nave lenticular en la que evolucionaba la tripulación de alienígenas de Rigel 4 probablemente hubiera enloquecido de inmediato. Por lo general, los autores de historias populares habían presentado a los extraterrestres como monstruos o como humanoides de color verde con antenas y una nariz de trompetilla. O como algo situado entre ambos extremos. Los científicos habían preferido especular con la vida bacteriana, invisible al ojo humano...

 Unos y otros se habrían sorprendido muy mucho al ver a aquellos seres procedentes de un sistema solar ubicado a casi 900 años luz de la Tierra y cuya constitución física era la de sorprendentes y gigantescos cerebros aposentados sobre cascarones metálicos, que les servían de reposo y que tenían incorporados, entre otros, los sistemas de comunicación y transporte para flotar y desplazarse en medio de la acuosa solución salina que saturaba el interior de la nave.

- El sujeto se encuentra en estado de shock, comandante. Parece vivo, pero no responde a ningún estímulo -explicaba uno de los extravagantes marines cerebrales de Rigel 4, expresándose con el suave murmullo metálico a través de los altavoces de su cascarón.

- No es nada extraño, teniendo en cuenta como lo hemos encontrado... -le contesta su superior, observando al pequeño ser depositado en la plataforma de descanso delante de ellos, con un murmullo equivalente.

- Sí, su depredador ya había mutilado su caparazón con un arma..., bastante pintoresca, por así decir. Y estaba a punto de destrozarlo. Nuestro especialista en exoespecies todavía no tiene claro si pretendía devorar al sujeto o sacrificarlo a alguna deidad de su primitiva cultura. Pero hemos encontrado restos de otros caparazones cerca, así que lo más probable es que su destino fuera servir de alimento para el depredador.

- Este es un planeta salvaje... -si el comandante hubiera tenido pulmones para hacerlo, habría suspirado, pero al poseer sólo un inmenso cerebro se limitó a hacer una pausa valorativa-  La verdad, había visto muchos planetas salvajes en mis expediciones por el cosmos, pero no tan refinados en su crueldad como éste. Resulta irónico que sea el único mundo en el que hayamos encontrado a algunos parientes evolutivos, aunque su tamaño sea tan reducido.

- ¿Cree que nuestra raza pudo originarse aquí? No sé... Tal vez se desarrollaron lo suficiente como para saltar al espacio y luego algún tipo de cataclismo destruyó su civilización e involucionaron. O quizá son los descendientes de la tripulación de alguna de nuestra naves que cayera, perdida e incomunicada, hace miles de años.

- Quizá el Gran Pensador lo sepa... No tengo ni idea. Sólo sé que tenemos que fijar bien las coordenadas de este planeta en nuestras cartas de viaje y regresar luego con el sujeto y sus familiares al nuestro para que las autoridades tomen las decisiones que consideren más oportunas. Es probable que nos ordenen regresar junto a una flota de transporte y otra de combate. La primera, para salvar a todos estos parientes evolutivos y, la segunda, para arrasar este mundo si es necesario. Por cierto, ¿cómo están los familiares del sujeto?

Por toda respuesta, el marine cerebral flotó con suavidad hacia el compartimento gemelo y el comandante cerebral le siguió. Allí los encontraron, amontonados y silenciosos unos encima de otros, sin moverse.

- Yo diría que no se encuentran mejor que el sujeto -apuntó el comandante con cierta preocupación.

- Desde luego, parecen tan absortos o tan anonadados como él... Deben estar aterrorizados porque ninguno de ellos se ha atrevido a abandonar el caparazón, a pesar de que hemos programado una combinación de luminosidad y densidad especialmente agradable en este compartimento para hacerles sentir mejor.

Si hubiera dispuesto de un rostro para expresarse, el comandante cerebral habría dejado ver un gesto de preocupada perplejidad, pero no era el caso. Tras permanecer unos instantes más en silencio, preguntó:

- ¿Y el depredador?

- Lo tenemos en el centro de la nave, para vigilarlo constantemente, aunque no puede abandonar el tubo prisión de cristal donde está encerrado puesto que sólo es capaz de respirar aire. Aun en el caso de que fuera lo suficiente fuerte para destruir su prisión, que no lo es, moriría en nuestro medio ambiente natural. Fue sencillo capturarle con nuestro rayo tractor, pero desde que despegamos ha entrado en un estado de apatía.

Los dos cerebros abandonaron el compartimento a bordo de sus respectivos cascarones y se aproximaron al centro de la nave. Allí estaba el depredador, cazado con tanta facilidad a pesar de todo. Lo habían capturado junto a su arma de tortura, que yacía ahora a sus pies sin que le hiciera caso alguno.

- Es repugnante -comentó el comandante cerebral-. A veces el universo puede ser muy cruel. No entiendo cómo puede dar tanto poder a un ser tan monstruoso y no proteger mejor a seres verdaderamente inteligentes...

Al marine cerebral le hubiera gustado asentir, pero no tenía cabeza para hacerlo, así que se limitó a guardar silencio.

Dentro del tubo de cristal, el viejo Anselmo Gutiérrez se acurrucaba en posición fetal, con el pequeño martillo ahora inútil a sus pies. Sus ojos fuera de órbita, sus temblores y su sudor frío denotaban que, en efecto, había enloquecido. Musitaba una letanía completamente incomprensible para los alienígenas de Rigel 4:

- Sólo estaba comiendo nueces, sólo estaba comiendo nueces...