Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 30 de octubre de 2015

El fascismo de Procusto

Cuentan que no muy lejos de Atenas vivía un bandido llamado Procoptas que tenía una posada muy particular gracias a la cual recibió varios sobrenombres. El más conocido de ellos fue el de Procusto, que en el antiguo idioma griego significa "el que estira". No era un tipo muy popular, si hay que hacer caso a lo  que se dice que hacía con los viajeros, tal y como se refleja en otros apodos que ostentaba, como por ejemplo el de Polipemón (o sea, "el que hace mucho daño"). En algunas versiones de la historia, aparece como el padre de Sinis, una mala bestia al que llamaban "el doblador de pinos" porque su costumbre favorita era capturar a los caminantes que pasaban cerca de su hogar para atarlos a los árboles que, en efecto, tenía ya doblados y luego soltar los troncos violentamente, con lo que sus víctimas quedaban descuartizados de una forma poco sutil. Parece que se lo pasaba en grande con este entretenimiento.

Procoptas/Procusto solía ofrecer su casa a los viajantes solitarios a los que tras una copiosa cena bien regada con vino ofrecía una curiosa cama de hierro como la ideal para descansar. Cuando el agotado viajero se dormía, lo ataba y amordazaba, sujetándole a las cuatro esquinas del mueble y a continuación procedía a divertirse de una manera brutal mientras su aterrada víctima suplicaba (con los ojos, supongo, ya que estaba amordazada) que parara el tormento. La idea era adecuar el tamaño del camastro a la persona. Así que si ésta era alta y, en consecuencia, su cuerpo era más largo que el lecho, serraba las partes del cuerpo que sobresalían: los pies, las manos y hasta la cabeza. Si, al contrario, era una persona de escaso tamaño, tomaba un martillo y se dedicaba a machacar sus huesos hasta descoyuntarle y así estirar sus extremidades. Se ve que la mayoría de los caminantes que tuvieron la desgracia de alojarse allí eran más bien bajitos, porque el apodo, como hemos visto, no era "el que sierra" sino "el que estira"

¿Alguna vez coincidió alguien con el tamaño del catre? Pues no. Ya se encargaba él de que no coincidiera, porque el mueble era de longitud ajustable y lo abría o cerraba de acuerdo con las características físicas del damnificado. Algunas versiones dicen que tenía en realidad dos camas: una demasiado larga para cualquier persona y otra demasiado corta. Cada una estaba en una habitación y él asignaba a la víctima de acuerdo con su altura, en todo caso. ¿Alguna vez sobrevivió alguien a este miserable? Sí, pero sólo pudo hacerlo enfrentándose a él y matándole. Se trata del conocido héroe Teseo (o quizá debiera escribir "el antiguamente conocido héroe Teseo" porque a día de hoy por desgracia hay cada vez menos gentes a a las que les interese conocer las muy interesantes lecciones de la mitología o que, habiéndolas conocidas hace años, sufren hoy el mal del río Leteo, cuya agua generaba un proceso amnésico 
en aquéllos que la bebían). Como Ulises, las principales fuerzas de Teseo eran su ingenio y su verborrea. Sabiendo lo que pasaba en casa de Procusto, se hizo el inocente y, antes de acostarse él en la cama de hierro, le preguntó al posadero si él mismo podría dormir en ella aduciendo todo tipo de argumentos. El confiado torturador quiso tranquilizar a su futura víctima y se tumbó para demostrar lo cómodo que era el lecho. En ese momento, Teseo aprovechó para inmovilizarle y atarle y a continuación usó un hacha para procurarle el mismo destino que él llevaba aplicando a sus víctimas desde hacía tiempo. Primero le cortó los pies y luego la cabeza. Fin del problema. Por cierto, que Teseo también se había encargado, antes de llegar a la posada, de librar al mundo del sádico de Sinis.

Ni qué decir tiene que los habitantes de la región quedaron muy agradecidos a la intervención de Teseo. Y es bueno que existan héroes para salvar a los humanos corrientes, sí..., aunque me parece que sería aún mejor que los humanos corrientes hicieran algo más y trataran de convertirse en héroes ellos mismos, para no tener que depender de los primeros. El mundo sería un lugar mejor si todos asumieran sus responsabilidades porque, después de todo, los mismos héroes no son perfectos y a menudo caen también en "el lado oscuro de la Fuerza". Sin ir más lejos, junto a sus meritorias hazañas, el mismo Teseo vive episodios poco edificantes, como sus comportamientos hacia Ariadna aunque le hubiera salvado del laberinto del Minotauro y hacia su hijo Hipólito por culpa de la liante de Fedra.

En esa línea de ir prescindiendo del Teseo de turno y trabajar para transformarse a uno mismo en héroe, hace mucho tiempo el Archivero Mayor del Cotolengo de Santa Eduvigis me dio el siguiente consejo, que yo aprovecho para trasladar ahora al paciente lector de esta bitácora: "A un chulo hay que hacerle frente siempre, por sistema, ya que 9 de cada 10 actúan así y salen triunfantes gracias a su habilidad para inspirar temor a las demás personas, a pesar de que en realidad suelen ser débiles de carácter. Cualquier persona que abusa de los demás es, básicamente, un débil de carácter, un inseguro, un cero a la izquierda para la Vida. Generalmente, cuando te niegas a plegarte a las imposiciones del chulo de turno y te muestras firme y si es preciso dispuesto a combatir sin cuartel contra él, descubres cuán fácilmente se arruga y recula. La mayor parte de las veces desaparecerá de tu vida enseguida y no volverá a molestarte porque sabe que no te puede achantar y no desea que tú sirvas como ejemplo de rebelión ante otras personas." Qué pasa si no tengo suerte y me toca enfrentarme con el 1 de cada 10 chulos que sí lleva a cabo su amenaza, pregunté yo entonces. Y el Archivero me contestó: "Lucharéis y puede ganar él o puedes ganar tú. Si ganas tú, impondrás tus condiciones. Si gana él, también lo harás tú pues, aunque salgas malparado del combate, lo normal es que también te deje en paz en el futuro: sabe que le harás frente aunque pierdas y a la larga eso es incómodo y hasta cansado para él. Resulta más fácil ignorarte a partir de entonces y dedicarse a chulear a los que sabe que no se atreverán a contestarle."  Me pareció un razonamiento correcto y lo he utilizado desde entonces varias veces, he de reconocer que siempre con total éxito.

Todo esto viene a cuento del fascismo promocionado hoy día en Cataluña por los antes llamados nacionalistas, luego soberanistas y ahora por fin independentistas catalanes supuestamente dirigidos por esa marioneta en el mundo conocida como Artur Mas, que llevan mucho tiempo campando a sus anchas ante la pasividad de los sucesivos gobiernos del Estado. No es un problema del actual presidente del gobierno, Mariano Rajoy, un hombre que no podríamos definir precisamente como un Teseo, sino que llevamos arrastrándolo desde hace mucho tiempo, tanto con los gobiernos del PSOE como con los del PP, que no han querido (sería fácil decir "no han podido", pero no es cierto) resolver esta tostada porque les venía muy bien para sus jueguecitos políticos y financieros (corruptelas incluidas: la familia de Jordi Pujol es sólo una más a unir a una larguísima estela de socialistas y populares incriminados judicialmente en los últimos años; ahí están las hemerotecas para quien quiera tomarse la molestia de recordar).

¿Es muy fuerte calificar de fascistas a los independentistas catalanes? Sólo si nuestra pobre cultura política nos impide llegar al mundo del significado. Sin necesidad de echar mano de sesudos textos políticos y filosóficos, veamos lo que dice la popular Wikipedia, esa enciclopedia que pasa por ser la más cool hoy día entre la generación de Internet. Corto y pego textualmente lo que dice en este mismo momento al respecto: "El proyecto político del fascismo es instaurar un corporativismo estatal totalitario y una economía dirigista, mientras su base intelectual plantea la sumisión de la razón a la voluntad y la acción, aplicando un nacionalismo fuertemente identitario con componentes victimistas o revanchistas, lo que conduce a la violencia (ya sea por parte de las masas adoctrinadas o de las corporaciones de seguridad del régimen) contra aquéllos que el Estado defina como enemigos mediante un eficaz aparato de propaganda; todo esto aunado a un componente social interclasista y una negación a ubicarse en el espectro político (izquierdas o derechas)."

Parece en efecto una buena definición para ese grupo de presuntos representantes del Estado en Cataluña que pretenden utilizar sus cargos para traicionar a ese mismo Estado y proclamar la república independiente catalana pese a no contar con la mayoría del voto de los ciudadanos a los que les impondrían sus ideas (totalitarismo), supeditando la razón a la acción (el empobrecimiento y el desastre económico de sus conciudadanos no les importa) con el perpetuo victimismo y revanchismo ("España nos roba" y otros eslóganes tan mentirosos como manipulados), el eficaz aparato de propaganda (aplicado sobre todo cuando es más repulsivo -y obtiene mejores resultados-, es decir, con los niños en las escuelas) y esa negación de una ubicación corriente en el espectro político (en el que los independentistas aparecen tanto en el sector más a la derecha de Convergencia como en los antisistema anarquistas que abundan en la CUP).

Sólo falta el elemento de la violencia (aunque en el caso de la violencia de las corporaciones de la seguridad del régimen, igual es interesante recordar los sucesivos casos oscuros en los que se han visto implicados en los últimos años los policías autonómicos, los mossos d'esquadra, con palizas e incluso muertes de detenidos o en vías de detención). De momento no se ha registrado violencia generalizada de las masas (sí amenazas, anónimos y presiones, que hemos visto publicadas en prensa) pero podemos sacar del baúl de los recuerdos (es lo bueno de no haber bebido el agua del Leteo) la existencia de esa banda terrorista independentista catalana de la que ahora nadie parece acordarse que se llamaba Terra Lliure y que usaba la estelada precisamente como enseña. Antes de disolverse en 1991 cometió más de 200 atentados, mató a 5 personas e hirió a decenas de personas. Sus dirigentes y algunos militantes ingresaron luego en Esquerra Republicana de Cataluña bajo renuncia explícita de la violencia. El precedente está ahí, aunque se haya dejado caer un oscuro telón sobre él, a ver si hay suerte y nadie se acuerda de lo que sucedió hace tan pocos años.

Por cierto, hablando de propaganda totalitaria y ya que estamos en el festival de los recuerdos, transcribiré a continuación los 11 principios que en su día (mediados de los años 30 del siglo XX) recopiló Joseph Göbbels, un auténtico master en este campo, que parecen significativamente aplicados en Cataluña:

1) Simplificación y enemigo único: adoptar una única idea, un único símbolo, individualizar al adversario en un solo enemigo (la idea básica es la independencia de Cataluña -da igual lo que suceda después- respecto a España, que se personaliza como el único enemigo).

2) Método de contagio: reunir a diversos adversarios en la persona de uno solo o en una sola categoría, una suma individualizada (la categoría del enemigo es la de los españoles, da igual que sean monárquicos, republicanos, socialistas, de derechas o mediopensionistas, ahí cabe de todo).

3) Trasposición: cargar al adversario los propios errores o defectos, respondiendo siempre al ataque con otro ataque e incluso inventando noticias que distraigan a las malas noticias (un ejemplo como otro cualquiera: la culpa de la deplorable sanidad -y otros problemas similares- que padecen los ciudadanos de Cataluña responde al despilfarro de los millonarios recursos gestionados por el gobierno autonómico que en los últimos años ha dedicado cantidades ingentes de dinero a mantener un hipertrofiado y clientelar conjunto de medios de comunicación pro independencia y un carísimo e ineficiente sistema de "representación diplomática" en la UE -entre otros gastos tontos- pero en lugar de reconocerlo se achaca la falta de fondos al "gobierno español que recorta recursos y no nos da el dinero que nos corresponde").

4) Exageración y desfiguración: convertir cualquier anécdota por pequeña que sea en una amenaza grave (durante la reciente campaña de los comicios autonómicos catalanes, uno de los engañosos vídeos distribuidos por la coalición Juntos por el Sí mentía al reducir a la mínima expresión la cantidad de becas dedicadas a Cataluña, cuando los datos demuestran que es una de las más beneficiadas de toda España, pero esta falsedad se presentó como una amenaza irreversible al sistema educativo catalán).

 5) Vulgarización: toda propaganda debe ser popular y adaptarse al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida porque, cuanto más grande sea la masa que debe ser convencida, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La masa tiene una limitada capacidad para comprender y además olvida con facilidad (es decir, lo que suele llamarse populismo..., por eso, la necesidad de machacar un día sí y otro también con eslóganes muy simples -no más de siete palabras, recomiendan los especialistas en mercadotecnia- del estilo "España nos roba"; da igual que sean ciertos o no)

6) Orquestación: la propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente, presentadas una y otra vez desde diferentes perspectivas pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto, sin fisuras ni dudas (en algunos casos, este principio lleva a rozar el ridículo, como los "profesores" que hemos visto en videos defendiendo "verdades científicas" tales como que Santa Teresa de Ávila o Miguel de Cervantes eran en realidad catalanes, aunque los "malvados españoles" conspiraron para ocultar su origen...)

7) Renovación: es preciso emitir constantes informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Además, las respuestas del adversario nunca deben poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones (esto se ve muy bien, por ejemplo, en el "humor" gráfico publicado por algunos dibujantes independentistas especializados en resumir la realidad -siempre desde el punto de vista de sus intereses- con sus dibujos o sus "chistes" escritos).

8) Verosimilitud: construir argumentos a partir de fuentes diversas, con los llamados "globos sonda" o de informaciones fragmentarias (mucho han utilizado los independentistas el argumento de las cifras contenidas en las famosas balanzas fiscales de los Länder alemanes comparándolas con las cuentas españolas..., cuando resulta que esas balanzas nunca han existido).

9) Silencio: ocultar todas las cuestiones sobre las que se carece de argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario, manipulando a placer los medios de comunicación afines (qué gran despliegue informativo hemos visto de medios como TV3 en las manifestaciones independentistas de Barcelona..., y cómo ha contrastado con la diminuta o nula cobertura de las manifestaciones no independentistas).

10) Transfusión: la propaganda opera a partir de una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales difundiendo argumentos que arraigan en actitudes primitivas (resulta curioso descubrir que el pan tumaca fue un invento murciano, que la leyenda de las barras de sangre en el escudo está copiada de la historia de un noble castellano o que la sardana se inventó en el siglo XIX..., aunque estos "mitos" sigan difundiéndose como ¿demostrativos? del ¿hecho diferencial? catalán).

11) Unanimidad: convencer a mucha gente de que está bien pensar "lo que piensa todo el mundo" creando una impresión de unanimidad que en realidad no existe (el concepto de oveja, de pertenecer al rebaño, se ve especialmente claro aquí; conozco a muchas personas que, sin ser catalanes ni ser independentistas, se instalaron en Cataluña hace años y han hecho su vida allí y ahora están a favor de la independencia no porque crean en ella sino porque "todo el mundo lo dice" -aunque en realidad deberían decir "todos los medios de comunicación al servicio del régimen" lo dicen-). 


No obstante, el problema no reside tanto en lo que hagan los independentistas. Siempre habrá aspirantes a cacique, Procustos deseosos de prevalecer sobre los demás basándose en sus presuntas diferencias y superioridad (otro rasgo del fascismo) para crear una cama/sociedad de hierro a su gusto, sino en la miedosa reacción de quien debe enfrentarlos. En primer lugar, los propios ciudadanos tanto en Cataluña como fuera de ella, que debieran dejar claro que no se van a achantar ante las invenciones de unos iluminados que carecen de historia propia (pues es la misma que la de los españoles), que carecen de bandera propia (pues la de España es la misma que la señera, con las franjas horizontales rojas y amarillas), que carecen de idioma propio (pues el catalán es un idioma hermano del castellano, de hecho varios filólogos lo han identificado como un castellano "medievalizado", poco evolucionado), que hasta carecen de criminales propios (pues corruptos y traidores han utilizado el mismo modus operandi tanto en tierras catalanas como de cualquiera otra de España). En segundo lugar, tampoco se han portado mejor los políticos (a falta de héroes) que debían haber frenado la histeria independentista hace muchos años, ya desde la época de Felipe González, pero que en su bobo adanismo -real o impostado, ahora da igual-, en su general incompetencia -salvo honrosas excepciones- y en sus innumerables complejos -ser tachado de franquista sigue siendo uno de los mayores miedos de cualquier político español ¡a pesar de que Franco murió hace ya 40 años!- no han osado defender al país al que decían representar.

Durante los últimos decenios he escuchado hasta el aburrimiento los reproches de sucesivos jóvenes hacia sus familiares de mayor edad a propósito de lo ocurrido en la, hasta ahora, última de la larga serie de guerras civiles que ha sufrido España durante su Historia. Jóvenes que a menudo se dicen luchadores, republicanos y de izquierdas, defensores de la legalidad y enemigos del totalitarismo y que, en su inconsistencia política y aún vital, imaginan que ellos no se hubieran achantado ante el fascismo, el franquismo y todos los ismos que en aquellos días fueron y que tanta huella parece dejaron, ya que siguen estando en el horizonte de referencias. Son los mismos jóvenes -algunos ya adultos e incluso talluditos- que, hoy día, miran para otro lado, llevan muchos años mirando para otro lado, ante la amenaza fascista del independentismo vasco -de momento sofocado gracias a la derrota  policial y social de ETA- y del independentismo catalán. Es fácil criticar a toro pasado a los que nos precedieron en el tiempo, dando brillo a nuestras fantasías en las que nos presentamos a nosotros mismos como heroicos defensores de todo lo bueno y lo bonito que hay en el mundo. Es mucho más difícil asumir la responsabilidad de enfrentarse a las amenazas de verdad en nuestro mundo contemporáneo, a las que nos corresponde enfrentar nosotros y a las que no nos atrevemos ni a llamar por su propio nombre.

Por puro miedo de enfrentar al chulo de turno.


viernes, 23 de octubre de 2015

El mito del Papa de Hitler

Reconoce Álvaro Lozano con preocupación en su El Holocausto y la cultura de masas (Ed. Melusina) que hoy día "no hay mejor negocio que el negocio del Holocausto", palabras tomadas del historiador judío Yaffa Erlich. Este pequeño ensayo afirma que los avispados empezaron a hacer caja en los años 90 del siglo XX después de que el asunto lograra asumir la categoría de fenómeno popular de alcance global con el estreno de La lista de Schindler en 1993. No es momento ahora de analizar la película de Steven Spielberg (extraordinariamente rodada pero también inmensamente tramposa en un guión que sacrifica la realidad histórica en el altar de la emotividad), pero sí parece cierto que su espectacular éxito y promoción coincidió con, según palabras de Lozano, el desarrollo de "una auténtica industria del Holocausto compuesta por novelas, poemas, documentales, comedias, canciones de pop, películas, páginas web, museos, cursos universitarios, libros, e incluso un libro de recetas de dudoso gusto." El resultado de todo ello es que "la cultura occidental se ha saturado" con el tema, lo que "es especialmente visible en películas que lo utilizan como trama, hasta el punto de que el novelista Phillip Lopate ha afirmado que el Holocausto se ha convertido en el segundo argumento más utilizado tras la infidelidad" en la industria cinematográfica y televisiva.

Este último dato es verdaderamente brutal, si nos paramos a pensarlo. De hecho, el abajo firmante es un gran aficionado al género bélico: veo todas las películas que puedo sobre la guerra en diversas culturas y épocas de la humanidad y, en el caso de las ambientadas en la Segunda Guerra Mundial, es cierto que hace ya muchos años que resulta prácticamente imposible ver un largometraje en el que de una forma u otra no aparezca el Holocausto, si es que no es uno de los factores determinantes de la historia e incluso el asunto central del argumento. 

En realidad, el fenómeno no es nuevo y comenzó incluso antes de lo que apunta Lozano. Se remonta al año 1978, cuando se emitió la serie de la NBC titulada precisamente así, que sirvió como primera gran sacudida social para llamar la atención a nivel mundial sobre este asunto. Su principal protagonista, Meryl Streep, no sólo recibió el premio Emmy a la mejor actriz por su papel de sufrida madre de familia judía perseguida por sus sanguinarios vecinos arios, sino que a partir de ese momento su carrera en Hollywood despegó hasta situarla en las alturas estelares que a día de hoy sigue disfrutando. Aunque en aquel momento Holocausto alcanzó una audiencia asombrosa (con una cuota de pantalla de hasta el 49 % entre los televidentes españoles) vista ahora, casi cuarenta años después, pierde mucha fuerza y rechina por todas las costuras.

Sí es cierto es que hoy día cualquier autor (ya sea un escritor, un músico, un cineasta, un dramaturgo, un...) que desee llegar a la fama con rapidez tiene una buena oportunidad de conseguirlo si crea una obra sobre este asunto, con independencia de su exactitud o rigor. En el campo del pensamiento y la investigación, por ejemplo, ha sucedido (y sigue sucediendo) con sucesivos textos históricos que se han publicado en los últimos años y que se han convertido en best sellers a pesar de sus inexactitudes, generalizaciones e incluso mala fe en su redacción que los convierten en libros verdaderamente infumables por mucho que una inmensa colección de ignorantes sobre el tema se hayan gastado sus buenos dineros en conseguir un ejemplar y a partir de ese momento se crean capacitados para opinar sobre un asunto tan complejo como fue la persecución de los judíos durante el III Reich.

Un ejemplo: la satanización del Papa Pío XII, calificado alegremente por autores maledicentes como un pontífice al servicio de los deseos hitlerianos y en ese sentido acusado no sólo de mantener una actitud ambigua sin proteger a los judíos sino de ayudar aun indirectamente a su acoso, caza y entrega para su envío posterior a los campos de concentración. Así lo cuentan autores como Rolf Hochnuth, autor en 1963 de El Vicario, una ficción literaria que fue posteriormente llevada al cine con el título de Amén y donde se mezcla impúdicamente a personajes y situaciones reales con gentes ficticias y hechos que nunca sucedieron para mejor manipular a la audiencia, de acuerdo con la implacable regla (inexplicablemente desconocida o ignorada por la mayoría de la sociedad) según la cual la mejor manera de hacer que alguien acepte algo que no es real es mezclar verdades (sobre todo si son muy obvias) con mentiras en el grado adecuado.

Hochnuth podría justificar su, por lo demás, aburrido texto afirmando que después de todo se trataba de una obra de ficción (de un autor de ficción que, si bien ha escrito muchísimo desde entonces, nunca ha vuelto a publicar nada de verdadero interés), pero no sucede así con "respetables" investigadores como James Carroll y su La espada de Constantino o John Cornwell y su El Papa de Hitler. Para comprobar hasta qué punto se puede confiar en estos escritos, podemos examinar la portada del de Cornwell. En ella se ve una fotografía de Eugenio Pacelli abandonando una recepción presidencial en Berlín y saludado por dos soldados alemanes con su casco característico. La imagen, ilustrando el título de la obra, es
una "prueba" demoledora: el Papa colaboracionista sale tan contento después de decir que "sí a todo" al Führer, quien ni siquiera se ha tomado la molestia de viajar al Vaticano sino que le ha ordenado desplazarse a su cancillería... Ahora bien, el año en el que fue tomada esa foto fue 1927. ¡En aquella época, Pacelli era sólo nuncio papal en la capital alemana y en la imagen en realidad está abandonando una recepción ofrecida por Paul von Hindenburg, entonces presidente electo de la república de Weimar! Los soldados que se ve en la foto de guardia llevan cascos y uniformes parecidos, no los mismos, a los empleados años después por el Ejército alemán (de hecho, si fueran guardias de la cancillería, deberían llevar uniformes de las SS). En la edición inglesa, el engaño es aún más descarado pues cuenta con el siguiente texto falso: “La fotografía de portada muestra al cardenal Pacelli, futuro papa Pío XII, abandonando el palacio presidencial de Berlín en marzo de 1939”. En la edición americana, el texto no aparece pero la foto se distorsiona con un efecto óptico que resalta la figura de Pacelli y deja borrosos a los soldados, para que no se pueda reconocer bien el uniforme...  El subtítulo de la obra en la edición española que vemos aquí muestra el sentido del humor (prefiero pensar que es eso) del diseñador de la portada al indicar que ésta es "La verdadera historia de Pío XII".   

Otro hábil manipulador es Daniel Jonah Goldhagen quien en 1996 hizo realidad su apellido (Gold=Oro) al ingresar en su cuenta corriente astronómicas cantidades de dinero por los derechos de su tan exitoso como impresentable Los verdugos voluntarios de Hitler, de cuya lectura parece deducirse que según Goldhagen habría que exterminar a todos y cada uno de los alemanes que a día de hoy siguen vivos en el mundo. Profesor en su día nada menos que de la universidad de Harvard (lo que demuestra una vez más que las enseñanzas universitarias están sobrevaloradas), Goldhagen escribió otros artículos y libros tremendos como La iglesia católica y el holocausto, una deuda pendiente en el que plantea que la iglesia católica debería ser abolida. Imagino lo que le podría ocurrir a cualquier profesor católico de Harvard o de cualquier otra universidad que pidiera la abolición del judaísmo y la desaparición de sus sinagogas... Este escritor es un auténtico especialista a la hora de crear textos "llenos de errores, malas interpretaciones históricas, supresiones de pruebas que contradirían sus argumentaciones" e interpretar el antisemitismo de una manera "rudimentaria, simplista, irresponsablemente deshonesta y confusa".

Esas palabras no las digo yo, sino..., un rabino judío. Concretamente, David G. Dalin, ordenado por el Seminario Teológico de América y doctor universitario (esta vez en Florida, aunque licenciado en Berkeley -California-), que es autor y coautor de varios importantes trabajos sobre la presencia judía en los EE.UU., y cuyas publicaciones han aparecido en lugares como American Jewish History The Weekly Standard. Este hombre publicó en 2005 un breve pero enjundioso estudio titulado El mito del Papa de Hitler que nunca recibió la apabullante publicidad que los libros antes citados pese a que demostraba sin lugar a dudas cómo la iglesia católica en general y Pío XII en particular fueron prácticamente las únicas instituciones no judías que se preocuparon por el destino de los judíos en aquella época. Y no sólo protestaron enérgicamente a las autoridades germanas por lo que sucedía en Alemania y en los países ocupados por sus tropas, sino que ocultaron, facilitaron dinero y documentos falsos y salvaron a miles, decenas de miles, quizá a cientos de miles de judíos gracias al empeño personal del Papa.

En una imprescindible semblanza histórica previa, Dalin explica cómo, en contra de la creencia popular, son numerosos los papas que han protegido a los judíos, casi desde un primer momento, amenazando con la excomunión a quien les llevara la contraria y se atreviera a perseguirlos. Gregorio I (Gregorio Magno) fue el primero, ya a finales del siglo VI con su famoso decreto Sicut Judaeis (Respecto a los judíos) y muchos otros  le siguieron imponiendo órdenes específicas de protección, como Calixto II, Gregorio X, Clemente VI o Bonifacio IX. Éste último fue el primero que, en el siglo XIV, concedió a los judíos romanos la ciudadanía de pleno derecho y él mismo se puso en manos de un médico judío. La lista siguió después, durante el Renacimiento, con Papas como Sixto IV en el siglo XV, el primero que empleó copistas hebreos en la Biblioteca Vaticana, o Alejandro VI, el famoso papa Borgia, corrupto, escandaloso, padre de cuatro hijos pese a su dignidad papal…, que fue “uno de los pontífices más projudíos de la historia” llegando incluso a crear la primera cátedra de hebreo en la universidad de Roma. La lista es interminable. Ya en el siglo XX, Pío X se entrevistó en enero de 1904 con nada menos que Theodor Herzl, que buscaba apoyos para su implantación de su estado sionista en Palestina. “El sólo hecho de que hubiera recibido a Herzl representó una contecimiento históricamente significativo”, recuerda Dalin, pero es que además el mismo Herzl reconoció luego que el Papa le trató "muy cariñosamente" y le habló entre otras cosas de la posible reconstrucción del templo de Jerusalén y la renovación allí de los servicios religiosos judíos. En 1916, Benedicto XV condenaría expresamente el antisemitismo en un documento con amplia dirusión redactado a petición del Comité Judío Americano para protestar contra los progromos en Polonia.

Con todo este curriculum previo no es de extrañar que el Reich viera en el Vaticano no precisamente a un aliado. El propio Eugenio Pacelli fue denostado a menudo durante los años 30 por la prensa nacionalsocialista que le calificaba despectivamente de “amigo de los judíos”. La biografía de Pacelli está de hecho repleta de relaciones con ellos, incluso a nivel de amistad personal, como en el caso de Guido Mendes, desde su infancia, o de Bruno Walter, director de la orquesta de la Ópera de Munich. Existen numerosos testimonios escritos suyos criticando a Hitler y a su equipo, como la carta abierta al obispo de Colonia en marzo de 1935 en la que los llamaba "falsos profetas con la soberbia de Lucifer” (esto le hubiera encantado a Otto Rahn, seguramente). Ese mismo año, en un discurso ante una multitud de peregrinos en Lourdes atacó las ideologías “poseídas por la superstición de la superioridad de raza o de sangre”. Y existen numerosos casos en los que intervino incluso personalmente para salvar judíos. Así, cuando Mussolini publicó su Manifiesto de la Raza en julio de 1938 imitando a Hitler, mandó poner en marcha varias leyes antijudías como la que les prohibía estudiar o enseñar en escuelas o universidades. Cientos de judíos fueron separados de sus cargos en gobierno, universidades y otras profesiones. Pío XII, recién nombrado papa, otorgó entonces cargos en la Biblioteca Vaticana a varios de los eruditos judíos rechazados por el régimen italiano como el cartógrafo Roberto Almagia o el profesor de derecho civil e internacional Giorgio del Vecchio.

En fin, existen numerosos testimonios de gratitud posteriores a la guerra por la labor personal de Pacelli. En 1955 por ejemplo, cuando Italia celebraba el décimo aniversario del final del conflicto, la Unión de las Comunidades Judías de Italia estableció la jornada del 17 de abril como “Día de gratitud por la ayuda prestada por el  Papa en tiempo de guerra desafiando al poder nazi”. Docenas de católicos italianos, incluyendo algunos sacerdotes y monjas, fueron galardonados con medallas de oro por su labor. En 1958 cuando falleció Pío XII, la entonces ministra de Asuntos Exteriores de Israel, la emblemática Golda Meir, envió un sentido mensaje de condolencia al Vaticano y, antes de comenzar el concierto de la orquesta filarmónica de Nueva York, su director Leonard Berstein pidió un minuto de silencio por su fallecimiento. Durante las semanas siguientes, muchas organizaciones y periódicos judíos lamentaron su muerte y le rindieron tributo por el rescate de judíos durante la guerra. William Zuckerman, antiguo columnista del American Hebrew publicó en la edición del Jewish Post de Winnipeg que ningún otro líder “hizo más por ayudar a los judíos en las horas de su mayor tragedia, durante la ocupación nazi de Europa, que el último Papa”.

A pesar de todo esto, siguen publicándose barbaridades periódicamente en forma de artículos y críticas elogiosas a libros manipulados en medios de comunicación presuntamente prestigiosos como The New York Times o como Il Corriere della Sera, donde un periodista e historiador llamado Alberto Melloni (que, aunque muchos lectores probablemente lo ignoraran, se autodefine políticamente ubicado en la izquierda y el anticatolicismo) publicó en diciembre de 2004  que en 1946 Pío XII dió instrucciones explícitas a su nuncio papal en Francia para que no devolviera los niños judíos que habían sido ocultados por familias católicas francesas durante la guerra, si es que éstos habían sido bautizados mientras estaban acogidos por esas familias o dentro de alguna institución católica. Resulta que ese nuncio era Angelo Roncalli, el futuro Juan XXIII, quien, tras ignorar las órdenes del “corazón de piedra” de Pacelli, las contradijo de manera que al final las familias judías pudieran reunirse de nuevo.

 Todo era una gran mentira, pero ni un solo medio de comunicación del resto del mundo lo comprobó. Al contrario, la mayoría publicaron la noticia aludiendo al periódico italiano con titulares aún más duros y con artículos y críticas brutales contra el Vaticano...

 Era cierto que los niños judíos fueron hechos pasar por católicos, y quizás alguna familia bautizó a alguno, para evitar que fueran deportados junto a sus padres a campos de concentración. Después de la guerra, había en Francia entre 10.000 y 20.000 huérfanos judíos (otras fuentes dicen que unos 8.000 entre Francia, Polonia, Bélgica y Holanda). Pero ya en 1946 Isaac Herzog, gran rabino de Palestina, se reunió con Pío XII para preguntar qué se podía hacer para devolver a esos niños con sus familias y Pacelli contestó que investigaría la situación y ordenaría devolverlos a todos. Cumplió su palabra y León Kubowitzky, del Congreso Judío Mundial, reconoció en 1965 que “apenas sí sé de un único caso en el que las instituciones católicas se negaran a devolver a niños judíos”, aunque no especificó cuál. En cuanto a Melloni y el resto de sus corifeos en la prensa mundial, ¿sucedió algo con ellos? No, nadie pidió perdón ni rectificó con el mismo ímpetu con el que se habían subido al carro del tópico en su "valiente denuncia" y muchos articulistas siguen opinando sobre lo divino y lo humano sin que a ellos -ni a sus lectores- les importe lo más mínimo...
 .
Si la actuación real de Pío XII fue la que fue, ¿por qué sigue habiendo tantos Mellonis por el mundo? Dalin cree que las críticas obedecen al fuerte (y por otra parte lógico) anticomunismo no sólo de Pacelli, sino del Papa que estaba en el poder cuando se escribieron muchos de esos textos difamantes: Juan Pablo II. Muchos de los intelectuales de izquierdas tanto en Europa como en Estados Unidos no supieron digerir la derrota moral y física de la Unión Soviética y su posterior desaparición (a la que contribuyó con bastante habilidad el Vaticano) y se habrían dedicado a escribir este tipo de libelos como venganza.

No creo que sea ésta la única razón, ni siquiera la de mayor peso, para organizar semejante campaña que a día de hoy reaparece esporádicamente. Sólo sé que El mito del Papa de Hitler nunca recibió la apabullante publicidad que los libros antes citados, muchos de los cuales se los sigue uno encontrando con facilidad en librerías mientras que el de Dalin rara vez aparece (yo me topé con él por "casualidad"). Y que tiene dos grandes virtudes, que lo hacen temible para las mentes endebles o acomodadas. Primero, desmonta con paciencia de relojero y una montaña de datos las muchas y falsas acusaciones lanzadas en los últimos años contra Pío XII por Hochnuth, Carroll, Cornwell, Goldhagen y su legión de ignaros seguidores. Segundo, cuando uno lo termina empieza a dudar seriamente de muchas de las "verdades irrefutables" que ha venido escuchando desde hace tantos años sobre lo que verdaderamente sucedió durante la Segunda Guerra Mundial.




viernes, 16 de octubre de 2015

Por qué no me vacuno de la gripe

Francamente, no deja de sorprenderme el hecho de que en un blog tan peculiar como éste la entrada con mayor número de visitantes con diferencia (casi dobla en un par de decenas de miles de clicks a la segunda mejor clasificada) sea una relacionada con los peligros de un medicamento en lugar de alguna de las enloquecidas conspiranoias de Mac Namara, las profundas enseñanzas de Nasrudin o Epícteto o los heterodoxos análisis históricos marca de la casa. ¿De verdad interesa tanto la salud? Parece ser que sí (o parece que muchas personas tuvieron problemas con ese medicamento en concreto, "un veneno como otro cualquiera") pues ya dice la canción que las tres cosas más importantes en la vida (y supongo que por el orden en que se cantan) son precisamente la salud, el dinero y el amor.

La mejor definición que he escuchado nunca sobre lo que es la salud se la he escuchado a mi tutor en la Universidad de Dios, el Gran Thoth, quien más de una vez nos la ha definido en el aula como el silencio de los órganos. Y es en verdad así. Cada día funcionamos dando por hecho que el cuerpo nos va a responder en todo momento a los requerimientos que le hagamos: caminará cuando necesitemos que camine, pensará cuando necesitemos que piense, respirará cuando necesitemos que respire, eliminará desechos cuando necesitemos que elimine desechos... Sólo nos preocupamos de atenderlo cuando deja de cumplir esas funciones y empieza a "sonar": molestan los huesos con la artritis, duele la cabeza por las jaquecas, respiramos mal por los pulmones deteriorados, nos estruja las tripas con el estreñimiento...

Dicen los orientales (y también algunos occidentales poco conocidos) que la salud no es más que un problema de manejo de energías. El ser humano es un auténtico transformador energético, si bien que por lo general inconsciente. Es capaz de capturar las fuerzas de ese océano de vigor cósmico en el que nos hayamos sumergidos y reutilizarlas traduciéndolas en distintos tipos de impulsos..., y es más capaz aún de derrocharlas y ser exprimido por otras entidades tan superiores a él que incluso ignora su existencia, igual que la hormiga que se pasea por la mano de un hombre no sabe que lo que está pisando es piel y no tierra. Una buena manipulación energética permite al hombre consciente disfrutar de buena salud durante más tiempo, pero es verdad que resulta difícil mantenerse en ese camino. Sin embargo, para el hombre corriente, la salud no es más que otro producto industrial más, que puede comprarse o venderse según el dinero disponible y que está sometido a los rituales periódicos impuestos por el sistema.

Uno de los clásicos, a estas alturas del año, es la vacunación contra la gripe. Todos los meses de octubre, las difusas “autoridades sanitarias” (nombre bajo el cual se engloba de forma un tanto vaga desde los altos cargos de la administración nacional e internacional hasta el médico de cabecera), insisten en que nos inoculemos los potingues oficiales contra la gripe, una dolencia que afecta anualmente hasta al 15 % de la población mundial y a la que en el caso de España se le achaca la responsabilidad por la muerte de hasta 4.000 fallecimientos cada año (eso es una enfermedad peligrosa, y no el ébola, a pesar del circo que montaron los medios de comunicación el año pasado por la mínima incidencia de la enfermedad africana). Los grupos de riesgo a los que se mete más miedo por lo que se supone que les podría pasar si la enfermedad les pillara desprevenidos son los mayores de 65 años, los enfermos crónicos, los profesionales sanitarios y, hasta hace poco, los niños pequeños. Las personas de la tercera edad son las más obedientes a este mensaje de alerta, gracias al desarme psicológico, físico y mental con el que por desgracia la mayoría de ellas suelen llegar a los últimos años de sus vidas, molidas por la Matrix que todo lo rodea (o, como se decía antes, por Maya, la diosa de las ilusiones). Casi un 58 % de ancianos se vacunaron el año pasado en España según datos del Ministerio de Sanidad.

Sin embargo, hay un dato muy chocante en estas campañas anuales sobre el que no suele hablarse a fondo. En realidad, sobre el que no suele hablarse en absoluto... Y es el porcentaje de los propios médicos y enfermeros que se vacunan contra la gripe por estas fechas. Resulta que es ¡inferior al 30 %! de acuerdo a datos oficiales manejados por instituciones como la Asociación Española de Pediatría o la compañía farmacéutica Sanofi. ¿Cómo es esto posible? Se supone que los profesionales sanitarios deberían ser los primeros interesados en inmunizarse contra el virus de la gripe por, al menos, dos razones de peso. La primera es su seguridad, su propia protección ante el contagio, dado que su trabajo consiste precisamente en tratar a enfermos (se calcula que su riesgo de exposición al virus es un 60% superior al de un ciudadano corriente) y les conviene mantenerse cuanto más sanos, mejor. La segunda es la ética, ya que si ellos pillan la gripe pueden a su vez transmitirla a un número enorme de personas, muchas de las cuales se encuentran en situación de riesgo por su edad o su salud.

Pero no lo hacen. ¿Por qué?

Oficialmente no existe una razón razón clara, sino un confuso batiburrillo de justificaciones acompañado por peticiones de instituciones y sociedades científicas que promueven campañas o manifiestos para animar a estos profesionales de la salud a pincharse como cualquier hijo de vecino. No obstante, en una entrevista publicada por la prensa española hace ya tres años, el entonces presidente del Consejo General del Colegio de Médicos Juan José Rodríguez Sendín no tenía más remedio que reconocer que “el asunto no está claro”. Es más, en una frase clarificadora decía que, justo porque los médicos “están informados y tienen formación científica”, son mucho más conscientes de los “claroscuros de la evidencia científica”. Hablando en plata: la vacuna contra la gripe no sirve para gran cosa más que para engrosar los bolsillos de uno de los "malos" oficiales en el mundo de la conspiranoia, las empresas farmacéuticas, que son las que las fabrican y las venden.
Ejemplo de "claroscuro" fue la tristemente famosa epidemia de la temida gripe A del año 2009, cuando la Organización Mundial de la Salud (OMS) se lució (una vez más) desatando una alarma planetaria digna de cualquier película estilo Soy leyenda o Guerra Mundial Z y promovió la inoculación entre la sociedad de ¡dos vacunas diferentes! ya que, según denunciaron numerosos médicos en foros especializados de salud, la primera era completamente ineficaz. Se inyectó gratuitamente a los ciudadanos (a los que por supuesto no se dijo nada de lo que ocurría) por no tirarla a la basura, por tremendo que suene esto. Este mismo año, la revista Science Translational Medicine reconocía además que una de estas vacunas, la Pandemrix del laboratorio GlaxoSmithKline, hoy ya retirada, provocó narcolepsia (enfermedad autoinmune caracterizada por la somnolencia pero que puede generar cataplejía, alucinaciones y parálisis del sueño, entre otros efectos) en niños y adolescentes de 12 países. Claro que ninguno de los grandes medios de comunicación dedicó grandes titulares a estas revelaciones como lo habían hecho con el injustificado sobresalto provocado por la OMS.

El escritor y periodista Miguel Jara, especializado en la investigación de asuntos de salud y ecología, cuenta cosas muy interesantes sobre éste y otros temas de salud en sus libros (por ejemplo en La salud que viene. Nuevas enfermedades y el marketing del miedo o en Vacunas, las justas. ¿Son todas necesarias, efectivas y seguras?) y en su web. Jara pertenece a esa raza de investigadores que demuestran con su trabajo la idiotez de ese argumento tan amplia y falazmente utilizado según el cual “es imposible que tú sepas más que los que se dedican a estas cosas durante toda su vida”...   Porque resulta que, siempre que se destapa el “lado oscuro” de las “verdades absolutas” que nos impone el sistema en cualquier asunto -salud, política, economía, cultura, ciencia, etc-, es justo gracias a las indagaciones y las pesquisas de este tipo de personas, cuya independencia de pensamiento les permite ir más allá del academicismo de los profesionales que, por formación y a menudo también por preservación de sus privilegios -o simplemente por no estar dispuestos a renunciar a sus propias creencias- se niegan a quitarse las orejeras con las que tan cómodos se sienten desde que se las instalaron.

En la antigüedad, estos investigadores eran silenciados con rapidez, primero a base de daga o veneno y luego en las hogueras de la Inquisición o de instituciones semejantes. En tiempos más modernos, simplemente se les ignoraba y por supuesto se les apartaba de cualquier circuito de difusión de información -libros, diarios, medios audiovisuales...- de manera que sus denuncias no llegaban a ninguna parte y, con el tiempo, desaparecían físicamente y, con ellos, sus ideas. Pero ¡ay! apareció Internet en nuestras vidas y, de repente, todo el mundo dispone de una tribuna desde la que contar sus investigaciones al resto del planeta a través de webs, blogs, foros, redes sociales... Y, si su trabajo es bueno, se difundirá más pronto que tarde hasta en los lugares más insospechados ¿Cómo silenciar eso? (Ésta es una de las principales torturas actuales de los Amos, que difundieron el uso de la red con ciertos fines de control pero se han encontrado con que se les ha escapado de las manos y ahora no saben cómo volver a meter la pasta de dientes dentro del tubo, como suele decirse...)


Mucha atención a lo que nos cuenta Miguel Jara sobre esta vacunación: 
"La vacuna contra la gripe puede evitar los síntomas de gripe" pero sólo "entre los que tienen gripe-gripe" que apenas llegan al 15 % de los enfermos que tienen cuadro gripal, popularmente conocido como "trancazo", aunque resulta que "en su mayor parte se debe a virus no gripales". Ahora bien, la vacuna "no evita las complicaciones de la gripe (hospitalización, neumonía, muerte)" a pesar de que su existencia precisamente "se justifica por su supuesta eficacia sobre estas complicaciones". Eso, para empezar; pero, ojo, que vienen curvas: "en menores de dos años la vacuna no logra nada" y "en personas de 65 y más años la inmunización es ineficaz" hasta el punto de que una revista como Archives of internal medicine llegó a plantearse en un editorial si pincharla en los ancianos era poco más que "un tiro en la oscuridad" (expresión anglosajona equivalente a nuestro "dar palos de ciego"). De hecho, lo que se ha demostrado es "su poderosísimo impacto sobre la mortalidad en ancianos..., antes de la epidemia de gripe". Tremendo.

Hay más: la vacuna contra la gripe "dura sólo para una temporada, haya o no haya cambios o mutaciones del virus de la gripe. En 2011, por ejemplo, no hubo cambios en el virus, se revacunó con la misma vacuna de 2010 y no se dijo nada ni a la población ni a los profesionales." Otro ejemplo: la vacuna de la gripe de la temporada 2014/15 "tuvo la misma composición que la de 2013/14" y tampoco se informó al respecto. Se la conoce como una vacuna "terminator" porque queda estéril cuando no ha cumplido un año de vida, por lo que "nos mienten cuando nos cuentan que es necesario vacunarse cada año porque los virus de la gripe cambian". No mutan necesariamente: es que  su protección no aguanta ni un año. Aunque lo de hablar de protección es relativo cuando se sabe que esta vacuna "no evita la transmisión de la gripe ni entre familiares ni entre profesionales sanitarios y sus pacientes, ni en la comunidad, ni en instituciones cerradas." Por supuesto, las informaciones sobre reacciones adversas no se cuentan tampoco o, al menos, no con grandes titulares "se supone que para no dañar la imagen de la campaña de vacunación masiva" aunque también debe tener algo que ver la necesidad de mantener en marcha el negocio. Jara señala, a propósito de esto, que para esta temporada "hay quien cita a 'expertos' que afirman que este año el virus gripal va a ser más agresivo. Debe de ser una estrategia de marketing del miedo para vender la vacuna porque el sistema de vigilancia de la gripe en España no cuenta lo mismo. En este inicio de temporada la circulación del virus de la gripe es 'esporádica´."

Quizás ahora podemos empezar a comprender por qué los propios profesionales sanitarios rehúsan ponerse a sí mismos lo que ellos, por razón de las órdenes recibidas en su trabajo, inyectan al resto de la sociedad.

Ojo, que ésta no es la única advertencia que podemos encontrar respecto a este asunto. Por citar sólo a un experto más en este ya largo artículo, recojamos las palabras del médico jubilado Juan Gérvas: "no existen ensayos clínicos aleatorizados que demuestren la eficacia de la vacuna de la gripe para disminuir ni hospitalizaciones, ni neumonías, ni muertes. Ni en sanos, ni en niños, ni en ancianos, ni en enfermos, ni en grupos de riesgos (...) la gripe-gripe mata a unos 1.300 pacientes al año, casi siempre enfermos graves y descompensados o terminales. Hay que tener en cuenta que en España mueren al año unas 400.000 personas. Entre los muertos por gripe-gripe, aproximadamente la mitad se habían vacunado contra la gripe" (...) la vacuna de la gripe no disminuye la transmisión de la gripe y por tanto es absurdo que se vacune el personal sanitario. En EE.UU logran (obligando) que se vacune el 98 % del personal sanitario, pero las gripes no disminuyen (...) vacunar a los abuelos para proteger a los nietos es propaganda sin ciencia, ni ética, ni conciencia (...) la vacuna de la gripe puede producir reacción local intensa (dolor, enrojecimiento, inflamación, equimosis, induración), fiebre, cefalea, sudoración, mialgia, artralgia, escalofríos, convulsiones, urticaria, anafilaxia, vasculitis, trombocitopenia, linfadenopatías, angioedema, parestesias, parálisis de Bell (facial), síndrome de Guillain-Barré, alteraciones desmielinizantes, neuritis, narcolepsia, encefalomielitis y otros efectos adversos. Además, da falsos positivos en la prueba del SIDA". Espantoso, todo esto, y un resumen brutal, cargando directamente contra el sector farmacéutico, el principal impulsor de la vacunación a través de sus hilos con las susodichas autoridades sanitarias: "¿Cómo no esperar mentiras de unas industrias que basan su negocio en el engaño como GSK con el Paxil y Johnson & Johnson con el Risperdal? Son excesos por encima de la ciencia y de la ley, como dicen en la agencia de noticias económicas Bloomberg. Como bien titulaba el New York Times, respecto al Risperdal: 'Ser criminal vale la pena'." 

Sólo me queda añadir una experiencia personal. Durante mucho tiempo me negué a vacunarme contra la gripe. Confiaba en mi cuerpo y en su fuerza natural, aunque no pude evitar que la enfermedad me agarrara y me diera una paliza (todo el que ha pasado una gripe sabe cómo se siente uno, como un auténtico trapo) en alguna ocasión. Sin embargo, por ciertas razones que no vienen al caso y tras varios años completamente sano durante los respectivos inviernos, decidí probar a inyectarme la vacuna. No sé exactamente qué me metieron dentro pero mi reacción física fue, durante al menos tres días, exactamente igual de pésima que si me hubiera contagiado (sí, sé cómo funcionan las vacunas y que se supone que debe haber algo de reacción para que el cuerpo fabrique los anticuerpos dichosos, pero aquello no fue una reacción normal sino devastadora). Y no sólo eso, sino que aquel invierno fue desde ese punto de vista el peor de mi vida actual, con una sucesión de "trancazos" y "constipados" (vamos a llamarlos así) como nunca antes había padecido. Más tarde empecé a leer e investigar sobre este asunto.

Y nunca he vuelto a vacunarme de la gripe.





viernes, 9 de octubre de 2015

El circo del doctor Lao

Conocí al doctor Lao hace unos años ya. Fue a raíz de la película de George Pal Seven faces of Dr. Lao (Las siete caras del dr. Lao) rodada en 1964 y en la que Tony Randall interpretaba el papel de este misterioso y extravagante maestro chino. Randall fue uno de esos actores "de toda la vida" que hemos visto en mil y una películas norteamericanas, aunque su mayor popularidad la obtuvo gracias a sus apariciones en series televisivas. En realidad, la cinta tenía que haberse llamado Las Siete Caras de Tony Randall puesto que, en uno de esos alardes actorales estilo a-ver-si-me-reconoces-con-lo-bueno-que-soy-disfrazándome, interpretó nada menos que siete papeles diferentes: el del propio Lao y también el del Mago Merlín, el del dios Pan, el del abominable Hombre de las Nieves, el de Medusa, el de la Serpiente Gigante y el de Apolonio de Tiana. 

Es curioso porque en aquel mismo año se estrenó otra película con el número 7 y con Randall incluido: Robin and the Hoods, haciendo un obvio juego de palabras con el mítico Robin Hood inglés, donde interpretaba el papel de uno de los Hoods. Sin embargo, aquí tuvo menos oportunidades de brillar porque estaba perdido en medio de una constelación de estrellas entre las que figuraba el Rat Pack prácticamente al completo, con Frank Sinatra, Dean Martin, Sammy Davis Jr., Bing Crosby, Peter Falk..., incluso ese "malvado" tan inimitablemente feo como eficiente en pantalla que fue Edward G. Robinson.

La película resultaba atractiva dentro de su estrafalario pero simple y fantástico guión: un chino misterioso llega a un pueblo del más árido y solitario Lejano Oeste llamado Abalone donde hace tiempo que las guerras entre "indios y vaqueros" se terminaron y la vida es mortalmente aburrida. De hecho, la localidad está tan lejos de todas partes y tiene tan poco futuro que hay un personaje en apariencia filantrópico y en realidad un canalla (bueno, lo de en apariencia es aplicable sólo para los irrealmente inocentes habitantes de Abalone) que anima a los vecinos a venderles sus propiedades para que puedan marcharse de allí y establecerse en otros lugares más prósperos. El único que se opone a los oscuros tejemanejes del "malo" es un bravo periodista (de ésos que sólo existen en las películas) que no sabe muy bien lo que está ocurriendo pero que sospecha de tan supuestas buenas intenciones y escribe libelos contra el filántropo aunque sin saber muy bien de qué acusarle. En ésas llega el doctor Lao y monta un circo, aunque el concepto de su espectáculo se parece más bien a una de esas ferias de monstruos o freaks tan características de principios de siglo XX en EE.UU., donde se veía a la mujer barbuda, el hombre pez y ese tipo de pobres gentes, marginadas entre los marginados, cuyo único modo de vida era exhibir sus deformidades físicas ante un público de deformes mentales.  La diferencia es que el show del enigmático chino está lleno de criaturas pintorescas y/o mitológicas que parecen un fraude pero resulta que no lo son. Todas y cada una de ellas son verídicas y tienen su propia curiosa historia detrás. Como es lógico, los habitantes del pueblo, ansiosos por ver algo que les saque de su monotonía, acuden al circo. Y allí está el plato fuerte de la historia: en la comparación entre la galería de personajes realistas y la de los personajes fantásticos, hasta que empiezan a confundirse unos con otros.

Al final se descubre el chanchullo del "malo": sabe que Abalone será una de las estaciones del nuevo ferrocarril que se está construyendo entre la costa este y la costa oeste de los EE.UU., lo que elevará hasta la estratosfera el valor de sus tierras. Lo que está haciendo es lo mismo que tantos especuladores a lo largo de la historia: comprar bajo para luego poder vender alto y hacerse rico rápidamente y sobre la marcha, aprovechándose de la ignorancia de los vecinos. Gracias al circo del doctor Lao, su gozo quedará en un pozo..., como debe ser en los finales felices.

La primera vez que vi esta película me quedó un sabor extraño. Algo me quería decir, pero no entendía el qué, como si el guión, algo confuso, no estuviera bien rematado o hubiera sido recortado. Pero había algunas pistas curiosas: por ejemplo, resultaba muy peculiar el nombre del pueblo, tan similar fonéticamente al Avalon de las leyendas arturcélticas... Y contaba con varias escenas especialmente interesantes. Dos de ellas me llamaron especialmente la atención. Una en la que Lao discute sobre la vida y su filosofía con el periodista mientras tiende su caña en un río completamente seco ante la incredulidad y las burlas de su contertulio..., y ante su asombro termina pescando una hermosa y combativa trucha en el cauce sin agua. Es decir: todo es posible, hasta lo aparentemente imposible, para aquel que trabaja de la 
manera adecuada y sabe esperar resultados. La otra escena muestra en acción al adivino oficial del circo: nada menos que Apolonio de Tiana. Hoy casi nadie conoce a Apolonio, pero es uno de los personajes históricos más fascinantes de la antigüedad, cuya vida recogió Filóstrato en un texto muy curioso lleno de aventuras y milagros y al que la Tradición relaciona directamente con la etapa de formación de Jesús el Cristo. En la secuencia de la película, una viuda presuntuosa de Abalone pregunta a Apolonio si volverá a conocer a algún hombre, a casarse o a encontrar petróleo en sus tierras..., y a todo le contesta él negativamente. Ella se enfada pero él le dice que sólo puede decirle la verdad. Y la verdad es que su vida está condenada a repetirse un día tras otro exactamente igual todos ellos hasta el momento de su muerte, sin ningún impacto sobre la sociedad, sin hacer nada por lo que pueda ser recordada, ni muy bueno, ni muy malo. Es la vida de la persona corriente, que no se conoce ni se gobierna a sí misma y por tanto vive sin sentido, aunque autoengañándose constantemente con el pensamiento de que en cualquier momento puede pasar algo extraordinario que le saque de la estulticia..., como tanta gente en nuestro mundo de hoy.

Buscando al autor de esta rara película, descubrí que no era un guión original sino la adaptación de una novela, cuyo título original era El circo del doctor Lao, publicada por Charles Grandison Finney por primera vez en 1935. Finney es uno de esos escritores oscuros, en el sentido de que en apariencia se sabe más o menos todo lo que hay que saber sobre su vida pero da la impresión de que oculta algo. Algo interesante. Lo cierto es que combinó dos experiencias vitales en apariencia contrapuestas: la vida de militar (acostumbrado a mandar y ser mandado) y la vida de periodista (que, especialmente en aquella época y en su país, podía considerarse en cierto modo un marchamo de individualismo y falta de ataduras). Vivió dos años en China, entre 1927 y 1929, como uno de los efectivos del 15º regimiento de infantería del ejército norteamericano y fue justo entonces cuando concibió la historia de esta novela. Tras regresar a su país, trabajó en un periódico de Tucson (Arizona) y escribió diversos relatos, que se publicaron en revistas tan importantes como Harper's o The New Yorker, además de varios libros. Sin embargo, el único que le reportó éxito, dinero y gloria para la posteridad fue el del doctor Lao que a partir de entonces ha sido incluido en diversos cánones de la literatura fantástica y ensalzado por autores de la categoría de Ray Bradbury.

Con semejantes credenciales, se hacía imprescindible leer la novela original y es verdad que resulta mucho más interesante y recomendable aún que la película, pese a que apenas cuenta con algo más de un centenar de páginas (lo que de paso demuestra que no es en absoluto necesario escribir esos rollos de seiscientas o setecientas páginas en cada uno de los libros de trilogías, pentalogías o excesivologías en general a los que tan aficionadas son las editoriales contemporáneas). La novela es también más sencilla que la película y mucho más poética. Abalone es un lugar igual de tranquilo y rutinario, pero en la época de la Gran Depresión, y lo único que sucede es la llegada del circo y el encuentro de los habitantes del pueblo con los personajes fantásticos. No hay más argumento, pero el texto es apasionante. Y cuenta con un epílogo que, a modo de bestiario, prolonga o sugiere el destino de la espectacular panoplia de caracterizaciones que describe: desde el unicornio hasta la quimera, pasando por el perro verde y muchos otros que no aparecen por ningún lado en la película y cuyas historias son aún más interesantes. Existe también un personaje celebérrimo que aparece encadenado en un carromato y que al final ni el propio lector sabría decir si es un oso o un ruso... Todo forma parte del mismo juego: el de la confusión de la persona corriente ante lo que se le aparece por sorpresa y su incapacidad para procesarlo. Vivimos tan acostumbrados a "lo normal" que la llegada de lo extraordinario a nuestras vidas es prácticamente imposible, porque no lo reconoceríamos ni aunque lo tuviéramos delante de nuestras narices..., simplemente no creemos que pueda existir y por tanto no existe. Y entonces nos sucederá como a la vieja bruja que está casada con uno de los habitantes de Abalone y que, incrédula ante la presencia de la temible Medusa, exige llevarse la gloria de destapar el "fraude" y acaba convertida en piedra, destruida por el poder de lo maravilloso, que existe con independencia de que ella se lo haya negado a sí misma.

Como diría el propio chino cuando le pregunta el niño:

- Doctor Lao, ¿es usted un acróbata?

- Sólo filosóficamente.

Y luego desaparecería hacia el horizonte cabalgando en su mulo, como un moderno Nasrudin.















viernes, 2 de octubre de 2015

Cuando éramos invencibles

Todo el mundo ha oído hablar en alguna ocasión de la tremebunda derrota de la Armada Invencible, supuestamente la más grande y poderosa flota reunida en su época, que intentó la invasión de Inglaterra durante el siglo XVI y fracasó en buena medida por las adversas condiciones meteorológicas que se encontró durante su navegación por el Atlántico y la posterior y valerosa defensa de los barcos británicos que remataron la jugada con los restos de la flota española. La frase que popularmente se cree dijo Felipe II en agosto de 1588 al tener noticia del desastre fue: "No he mandado a mis naves a luchar contra los elementos". En realidad, estas palabras son un breve resumen, acaso un titular, de lo que se supone que comentó según Modesto Lafuente. Este periodista e historiador del siglo XIX asegura en uno de sus libros que las palabras reales del emperador español fueron: "Yo envié mis naves a luchar contra los hombres, no contra las tempestades. Doy gracias a Dios de que me haya dejado recursos para soportar tal pérdida; y no creo importe mucho que nos hayan cortado las ramas con tal de que quede el árbol de donde han salido y puedan salir otras". Lo cierto es que aparte de estos pocos datos, muy pocos españoles saben hoy (ni les preocupa lo más mínimo) gran cosa acerca del marco histórico en el que se produjo esta derrota sobre la cual los anglosajones y otros europeos han escrito tanto en su afán por alimentar esa imagen de una España eternamente derrotada, eternamente desastrosa, de la que disfrutan enormemente los en general masoquistas y/o acomplejados habitantes contemporáneos de la piel de toro (y no sólo los fanatizados independentistas y traidores a su propia estirpe que tan bien sabemos producir por estos pagos..., no en vano somos la tierra de Caín).

Sin embargo, desde que conocí esta historia empecé a preguntarme: si la victoria británica fue tan rotunda, si la armada española quedó reducida a la nada, ¿por qué no aprovechó Isabel I de Inglaterra para devolver el golpe? Podía entender que no enviara un gran ejército a combatir por tierra a los españoles que, al fin y al cabo, disponían de la mejor infantería del mundo en aquel momento: los Tercios. Pero..., ¿y la costa? ¿Por qué no aprovecharon su superioridad naval en aquel crucial momento para arrasar el litoral español o el de sus posesiones en América, para atacar los convoyes de las Indias también, como de hecho lo intentarían en otros momentos (por cierto, sin mucho éxito, pese a las leyendas actuales acerca de los temidos piratas ingleses)? Buscando, buscando, encontré la solución a mi duda: resulta que los ingleses sí quisieron aprovecharse de la situación, pero su contragolpe terminó con una de las mayores catástrofes navales en toda la historia del Reino Unido..., sobre la cual no sólo no han rodado jamás una película o una serie, sino que apenas existen en aquel país textos populares o de divulgación sobre lo sucedido. Y por supuesto en España tampoco hablamos de ello. Al fin y al cabo tenemos una memoria más corta que un hobbit enclenque y, además, es bien sabido que sólo estudiamos y nos creemos la Historia que nos cuentan los de fuera. Véase el hecho de que sean precisamente ¡británicos! los historiadores que más libros han vendido a los propios españoles interpretándoles su pasado, desde Raymond Carr hasta Paul Preston, pasando por Ian Gibson, Hugh Thomas, Geoffrey Parker y tantos otros.

He recordado este episodio porque estos días estoy leyendo, entre otra docena de textos de muy diverso pelaje (hay tanto que leer y tan poco tiempo para hacerlo, que es preciso aprovechar hasta el último minuto), el texto de Jesús A. Rojo Pinilla Cuando éramos invencibles (El Gran Capitán Ediciones), que recoge precisamente este suceso junto con otra serie de victorias militares y políticas españolas sobre las que no suele hablarse mucho, porque estropean la trabajada imagen de país incompetente y bueno para nada en cuya construcción han colaborado (y siguen colaborando) tantas malas personas desde fuera de sus fronteras y tantos ignorantes desde el interior de las mismas. De hecho, el libro en sí tiene poco mérito literario pues más parece un libro de Historia (de la que, insisto, no se enseña hoy) con un sucinto resumen de lo ocurrido en cada ocasión. O acaso una especie de catálogo ideal de deslumbrantes triunfos nacionales que, aunque a más de uno le cueste creerlo, sucedieron de verdad. Eso es justamente lo importante del texto pues, como advierte el propio Rojo Pinilla: "La manipulación de la Historia, para servir al partido de turno y la propaganda, es una práctica tan vieja como abominable (...) los historiadores anglosajones ocultaron sus derrotas haciendo que éstas desaparecieran directamente de sus libros de Historia (...) nuestra Historia no vende ni en los medios de comunicación ni en la sociedad en general (...) es necesario recuperar el orgullo de ser español y dejar atrás el pesimismo tradicional de cuando España perdió Cuba en 1898 (...) este libro muestra cómo una pequeña nación que no llegaba a los 8 millones de habitantes dominó el mundo durante cerca de dos siglos y cuyo imperio, aunque reducido en los últimos años, se extendió desde el siglo XVI hasta 1898..." 

¿Orgullo por ser español? Esta frase desata una alergia terribilis en una inmensa masa de españoles actuales (mal)educados en el desconocimiento y el desprecio (y, a veces, en el odio más abyecto) de sus propios orígenes, de la espectacular, esforzadísima y sangrienta aventura con la que las generaciones que les precedieron forjaron la cultura más antigua del mundo. Probablemente, también la más importante... Por cierto, en este punto aprovecharé para aclarar algo porque sé que algunos lectores de este blog se han sorprendido más de una vez por la españolidad que luce de vez en cuando el abajo firmante cuando tantas veces he insistido también en que mi casa está en Walhalla y me encuentro de paso en el planeta Tierra. Estos lectores creen que para ser coherente yo no debería sacar pecho por haber nacido en la vieja Iberia, lo que consideran un mero accidente, sino declararme más bien "ciudadano del mundo" que es uno de esos estúpidos términos 
de la corrección política impuesto por la estrategia de la globalización. Sin embargo, mi posición no es en absoluto una contradicción y los jugadores de rol lo entenderán enseguida: uno es quien es, pero cuando comienza una partida debe asumir el personaje que le toca en suerte (o, mejor dicho, que ha elegido para jugar) y comportarse de acuerdo a ese papel. Debe usar las virtudes y habilidades que posee su personaje y sufrir sus defectos y limitaciones, moverse no según sus intereses o creencias personales sino de acuerdo a lo que le conviene a su personaje para sobrevivir y progresar, razonar no como un ser humano sino como el personaje..., y todo ello hasta que triunfe en la partida de rol. O le eliminen.

Y mis lectores saben que esta vida es poco más que un gran juego de rol.

  Respecto a la catástrofe post Armada Invencible, la reina Isabel I de Inglaterra organizó su propia flota que fue conocida como la Contra Armada o la Armada Invencible Inglesa. Su objetivo era exactamente aquél que yo me había imaginado cuando buscaba respuestas para explicar esta situación histórica: aprovechar el desmantelamiento de la marina española para asestarle un durísimo golpe al imperio español. Los tres objetivos concretos para conseguirlo, que recoge el libro de Rojo Pinilla, eran, primero, destruir los restos de los barcos españoles que se encontraban en reparación en los astilleros de Santander; segundo, conquistar Lisboa tomando su puerto y arrebatar el trono de Portugal a Felipe II (que acababa de heredarlo y de conseguir así el breve pero precioso sueño de una Iberia unida) para convertirlo en un protectorado británico; y tercero, apoderarse de las Azores y usarlas como base para apoderarse de la flota de Indias y, a continuación, de las rutas oceánicas españolas. Para conseguirlos, la dirección de los barcos de la Contra Armada fue puesta a las órdenes del pirata Francis Drake (para los británicos, Sir Francis Drake) y las tropas de tierra que transportaban consigo, a las de John Norris (un tipo hoy desconocido para la mayoría de la población pero que en aquella época era uno de sus generales más famosos y prestigiosos).

La expedición se convirtió en un fracaso desde el principio gracias, entre otras cosas, a la incompetencia de Drake, que decidió por su cuenta y riesgo aprovechar las pésimas defensas de La Coruña para atacar esta ciudad, de paso que iba hacia Lisboa. Los gallegos, especialmente los coruñeses, conocen mejor que nadie la historia de María Mayor Fernández de la Cámara y Pita o simplemente María Pita para los amigos, una de las valerosas defensoras de la población. Para no extendernos demasiado, digamos que el ataque inglés dejó 1.000 muertos españoles entre civiles y soldados, mientras que los ingleses perdieron 1.300 soldados, tres buques y cuatro barcazas. Tan frustrante fue el asalto a la en teoría "pieza fácil de cobrar" que, tras conocer sus estériles resultados, una decena de barcos ingleses con su tripulación (otro millar de hombres) desertó ya en aquel momento y se volvió a su país. Por cierto que los británicos empezaron a sufrir una epidemia que debilitaría progresivamente sus fuerzas en las semanas sucesivas.

La Contra Armada prosiguió su camino y al llegar a Portugal desembarcó a los hombres de Norris. La idea era que su infantería avanzara hacia Lisboa y la tomara con relativa facilidad una vez que los barcos de Drake la hubieran ablandado a cañonazos. Lo que sucedió en realidad fue que las tropas hispanoportuguesas y la artillería de los barcos españoles vapulearon a los ingleses que iban por tierra mientras Drake (acostumbrado a atacar villas indefensas y barcos aislados sin posibilidad de recibir ayuda) se acobardaba y rehuía el combate... Fracasada también la toma de Lisboa, lo que quedaba de la Contra Armada se dirigió a las Azores. Drake sufrió numerosas pérdidas en sucesivos enfrentamientos con la flota española y, al llegar a las islas, fue repelido también sin demasiado problema por su guarnición hispanoportuguesa. Finalmente, los restos de la expedición inglesa, con tripulaciones deterioradas por la derrota, el hambre y las enfermedades no tuvieron más remedio que volver a casa.

Un par de cifras ayudarán a entender mejor lo ocurrido: la Armada Invencible de España contaba con 120 barcos y sufrió unas 11.000 bajas en la expedición hacia territorio británico, mientras que la Contra Armada de Inglaterra contaba con más de 150 barcos y sufrió más de 20.000 bajas en la expedición hacia territorio español. ¿Cuál derrota fue más grave? Además, los ingleses se vieron obligados a pedir la paz y así se firmó el tratado de Londres, que concedió grandes ventajas a España y consolidó su hegemonía marítima durante otro medio siglo, hasta que surgió la dura competencia naval de Holanda. Inglaterra tuvo que esperar aún un siglo más, hasta los primeros años del XVIII, para empezar a asumir el papel de gran potencia marítima que tantas personas creen que tuvo siempre...

Este interesante suceso no aparece en la inmensa mayoría de los libros de texto de los escolares ni del Reino Unido ni de España. Como tantos otros hechos históricos, que son como la vida misma: a menudo las cosas no suelen ser lo que parecen, ni lo que nos han enseñado que parecen.

Hoy día tenemos ejemplos similares de manipulación, y algunos de ellos muy próximos a nosotros, como el golpe de Estado civil disfrazado de nacionalismo que un grupo de facinerosos disfrazados de políticos están ejecutando en Cataluña con una buena parte de su población engañada (o que se ha dejado engañar..., porque es muy halagador sentirse diferente a los demás, cuando ese ser diferente se interpreta como ser superior) a base de manipular la Historia y reinventarla al gusto del consumidor. Aunque lo más grave no es la propia actuación de los caciques independentistas, sino la torpeza e incompetencia de que han hecho gala los sucesivos gobiernos españoles tanto del PP como del PSOE a la hora de proteger y educar al país que se supone prometieron gobernar, proteger y educar. Pero ésa es otra historia. 
Con minúscula.


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Postdata:
Francamente, tenía intención de quedarme en Walhalla y no regresar aquí tras las vacaciones de verano. Pero he recibido órdenes estrictas de "los de arriba" y he tenido que volver y matricularme un curso más en la Universidad de Dios. A estas alturas estoy empezando a dudar de que me dé tiempo a terminar la carrera en esta vida, habida cuenta que llevo casi 30 años como alumno y no he conseguido pasar de tercer curso. Sólo espero que me convaliden alguna asignatura para la próxima vida...