Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Ofendiditos (y ofendiditas)

El último libro del psicólogo social y profesor de la Universidad de Nueva York Jonathan Haidt, publicado hace unos meses, se titula The Coddling of the American Mind (en el momento de escribir estas líneas aún no hay traducción al español, pero podría ser algo así como Mimando a la mente americana). Es un texto escrito a medias con Greg Lukianoff en el que advierte de lo que para cada vez más pensadores resulta evidente: la mala educación que están recibiendo las nuevas generaciones de jóvenes, incluso en la universidad, y cómo ello influirá para mal en el futuro (ya lo está haciendo en el presente) de su país. Es un libro muy interesante, porque muchas de las cosas que cuenta pueden extrapolarse a Europa y, específicamente, a España, donde la ingeniería social está alcanzando cotas de eficiente perversión nunca vistas antes. De hecho, en una entrevista con el diario El Mundo con motivo de la publicación de ésta, su de momento última obra, Haidt reconocía que sus conclusiones pueden ser aplicadas al Viejo Continente sin problemas. En el fondo, Estados Unidos es un país europeo más, aunque físicamente se halle al otro lado del Atlántico. O lo era hasta hace bien poco. En todo caso su destino va, querámoslo o no, ligado al de Europa.

Cuenta Haidt en la susodicha entrevista que las universidades norteamericanas inyectan desde hace unos años en sus estudiantes tres ideas "pésimas" según su propia calificación. La primera: que lo que no mata, debilita a la persona (cuando sucede justo al revés, como siempre nos contó el Viejo Fritz, pues "lo que no me mata me hace más fuerte" o, como decimos por aquí, "lo que no mata, engorda"). La segunda: que hay que confiar en los propios sentimientos (lo que equivale a adquirir un pasaporte hacia la catástrofe, por más que la actual saturación de libros de ayutoayuda haya puesto de moda esta aseveración; lo cierto es que siempre hay que buscar el equilibrio entre la mente y el corazón, siempre). Y la tercera: que la vida es una batalla entre buenos y malos (en la que lógicamente cada cual se ve como uno de los buenos..., sin darse cuenta de que todos somos buenos y malos a la vez y que, además, la batalla es dentro de uno mismo, de nuestra parte buena contra nuestra parte mala, no contra las partes de los demás).

Con esta visión de la vida en su interior, resulta que "muchos jóvenes nacidos después de 1995 y que han ido llegando a las universidades a partir de 2013 son frágiles, hipersusceptibles y maniqueos". Ahí tenemos una descripción exacta de lo que en Twitter en España se conoce como "ofendiditos" (y "ofendiditas"). Todos esos chavales sin experiencia alguna de la vida que se permiten el lujo de despreciar los logros de sus mayores (como, por cierto, ha hecho siempre la juventud, aunque nunca tuvo un altavoz tan potente como ahora gracias a internet y las redes sociales) y además decirles cómo deberían haber construido el mundo..., cuando no tienen ni idea ni siquiera de quiénes son ellos mismos ni de lo que es, en sí mismo, el propio mundo. Acunados por los portavoces de las utopías de la izquierda política, el feminismo radical, el vegetarianismo a ser posible extremo, la indefinición sexual, el animalismo más ridículo, el materialismo absoluto y el pacifismo más bovino, nos encontramos así ante una generación de jóvenes que, como bien explica Haidt: "No están preparados para encarar la vida, que es conflicto, ni la democracia, que es debate. Van de cabeza al fracaso". Y a algo peor, añado yo, cuando observamos todo lo que está pasando en el mundo.

Ni qué decir tiene que esta generación de ofendidos es gran aspirante a la suprema infelicidad y sucesivos datos lo corroboran. Haidt apunta a que, poco después de terminar el libro, los autores descubrieron un informe demoledor: "la tasa de depresión juvenil, sobre todo entre las chicas, está creciendo. También los suicidios y el ingreso en hospitales por trastornos relacionados con la ansiedad". Son personas mucho más vulnerables al acoso escolar y la exclusión, fenómenos que, recuerda, son tan "antiguos como la vida misma, que hoy los jóvenes soportan mucho peor que antes". En realidad, lo que viene a describir no es tan sorprendente. No es más que la experiencia universitaria de los pequeños tiranos de los que ya nos advertían hace años los educadores: esos críos maleducados, exigentes y narcisistas a los que sus padres (si es que están en casa) les consienten y regalan todo cuando son pequeños y que, al llegar a la adolescencia, resultan ingobernables. Bueno, pues ya están en la universidad y siguen en el mismo plan.

Lo peor es que finalmente serán adultos con puestos de responsabilidad e incluso mando en plaza y no hace falta mucha imaginación para prever el desastre de dejar en manos de este tipo de gente decisiones importantes para toda la sociedad, cuando aspiren a ser tratados con la misma indulgencia que lo fueron cuando niños. Haidt afirma que para ser fuerte "no hay que eludir la adversidad, sino encararla" (¡Por supuesto!), por lo que "sobreproteger a un niño se puede entender como una forma de desampararlo".  Si extrapolamos la idea a la sociedad entenderemos por qué este experto se muestra contrario a sobreproteger a colectivos que se dicen históricamente discriminados (si estudiamos de dónde nace en verdad esa discriminación en algunos de ell0s nos llevaremos grandes sorpresas, pero ése es otro asunto). Y cómo se ha viralizado esa epidemia de odio hacia sí mismos y hacia su país que rampa y ruge entre muchos jóvenes que se autocalifican de izquierda (aunque sus vidas se ciñan más a los tópicos de derecha) capaces de relatar en las redes sociales heroicas hazañas que nunca han llevado a cabo, ni probablemente lo harán, en la vida real.

Todo esto tiene mucho que ver con lo que este autor califica como "gravísimo" retroceso de la libertad de expresión en el ámbito universitario, desde donde pasa a la prensa y de ahí a la política y finalmente al resto de la sociedad. "Es práctica habitual y, lo que es peor, legítima acallar opiniones discrepantes con el argumento de que resultan ofensivas". En España hemos visto ese mismo proceso, asociado sobre todo a los partidos de izquierdas y a los independentistas catalanes. Claro que, como en todo, también se manifiesta el karma. Y fue especialmente divertido ver hace unos días lo mal que lo pasó cierto incoherente líder de la ultraizquierda que tuvo que salir escoltado de una librería de Barcelona, donde presentaba el texto que había coescrito con un periodista, ante el escrache con el que le obsequió un grupo de ultraderecha. Lo divertido no fue el acoso en sí (un acoso nunca lo es), sino las quejas porque le hubiera sucedido a él algo que él mismo ha promovido y en lo que ha participado en numerosas ocasiones previamente y que llegó a justificar en su día con un tuit que se hizo famoso: "los escraches son el jarabe democrático de los de abajo"...  Dice Haidt que los alumnos de la universidad (donde por cierto ha ejercido como profesor durante años el susodicho escracheado y varios de sus más conocidos colaboradores) sólo reciben una versión de la vida y del mundo y no entienden que pueda haber opiniones diferentes a las suyas. Las universidades, ojo a esto, "se han puesto al servicio de una facción, ya no educan, promueven un culto, una religión, una visión paranoica y binaria del mundo" que empuja a los estudiantes hacia un "triple abismo de la ansiedad, la alienación y la impotencia cultural".

Una buena demostración de esta denuncia es lo que les ha sucedido a tres profesores británicos cuya peripecia es digna de una película (que podría llegar a rodarse, o no, enseguida lo cuento)... El pasado mes de octubre, Helen Pluckrose, James A. Lindsay y Peter Boghossian advirtieron al mundo de lo sencillo que es manipular a una sociedad ingenua para la que la ciencia se ha convertido en la nueva religión, en la que hay que creer sí o sí porque sus profetas investigadores así lo exigen aunque el misterio sólo sea comprendido por ellos (como sucede por cierto con los sacerdotes de cualquier culto). Para ello prepararon una campaña que se desarrolló durante año y pico, inspirada en la audacia del físico neoyorquino Alan Sokal.

Sokal, que ya era consciente de la decadencia del pensamiento occidental hace tiempo, remitió a la "prestigiosa publicación" Social Text un supuesto artículo muy sesudo con el título de Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity (La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica) que fue publicado en el número de primavera/verano de 1996. La forma habitual que tienen los científicos de difundir y conseguir apoyo (incluyendo el económico) a sus tesis e investigaciones es publicar artículos en este tipo de revistas, que cuentan con expertos que analizan los textos y sólo los publican si son de calidad..., en teoría. Sokal estaba experimentando con Social Text. Quería comprobar si es posible difundir literalmente cualquier cosa siempre y cuando esté redactada con la suficiente pompa científica y, sobre todo, apoye la ideología de los editores. Así que escribió un artículo sin pies ni cabeza defendiendo una tontería: que la gravedad cuántica era un constructo social. O sea, que en realidad no existe, pero que si lo hace es porque los científicos creen que existe y se comportan como si así fuera. De inmediato publicó otro texto en otra revista, Lingua Franca, en el que revelaba que el artículo era un engaño. Según sus propias palabras, redactó "un pastiche de jerga postmodernista, reseñas aduladoras, citas grandilocuentes fuera de contexto y un rotundo sinsentido" que, por si fuera poco, estaba arropado por "las citas más estúpidas que he encontrado sobre matemáticas y física" firmadas por universitarios "postmodernos".

Ni que decir tiene que el aldabonazo que esto supuso en el mundo de las publicaciones académicas fue más que sonado y levantó muchas ampollas. Sokal amplió el tema escribiendo junto a su colega belga, también físico, Jean Bricmont, un libro titulado Imposturas intelectuales que se publicó al año siguiente, en 1997. Allí se desarrollaba el concepto del artículo y se criticaba sin ambages el "incompetente y pretencioso" uso de conceptos científicos por un grupo "pequeño pero influyente" de intelectuales como Jacques Lacan, Jacques Derrida, Jean Baudrillard, Julia Kristeva y otros "intocables".

Volvamos a Pluckrose, Lindsay y Boghossian. Veinte años después de Sokal decidieron ir más allá y planificaron su estrategia para colocar no uno, sino un montón de estudios (enviaron 20 artículos "científicos", de los que sólo 6 fueron rechazados: el resto fueron publicados o estaban en proceso de revisión cuando destaparon la "broma") más falsos que un billete de cuatro euros en las principales revistas académicas del país, de tendencia izquierdista postmoderna. Estudios de quejas, los llaman ellos. Su objetivo, explicaron en octubre, era "estudiar, comprender y exponer la realidad" de estos informes que "están corrompiendo la investigación académica", especialmente, dentro de ese campo de batalla en el que se ha convertido todo lo relacionado con el género y los sexos. Así que se pusieron a escribir sus artículos con "metodologías de muy mala calidad, aseveraciones injustificadas y análisis cuantitativos fundamentados en la ideología" según su propia descripción. Lo grande del caso es que una persona con pocos prejuicios en la cabeza podría haberse dado cuenta de que los artículos eran lo bastante extravagantes como para hacer sospechar de su seriedad. De hecho, es lo que sucedió con uno de los que lograron publicar, que fue luego retirado ante la sospecha de que fuera un hoax (un engaño) y al final el trío de investigadores tuvo que revelar lo que estaba pasando antes de poder comprobar cuántos textos más conseguían colocar.

Veamos la catadura de los informes falsos. Uno de ellos, llamado ¿Quiénes son ellos para juzgar? Superar la antropometría a través del culturismo de grasa, defendía los supuestos beneficios que podría tener para la aceptación de "cuerpos no normativos" la promoción de un culturismo basado en la exaltación de la grasa en lugar de los músculos, porque la obesidad podría ser entendida como "un tipo de deporte" alternativo. Así que podía plantearse "incluir cuerpos obesos expuestos de una forma no competitiva", o sea que las competiciones de culturismo contaran con algún tipo de exhibición de gente extremadamente gorda, para así ayudar a luchar contra "las normas culturales opresivas que hacen que la sociedad valore mucho más tener músculos, en vez de admirar la grasa".  

Más aberrante eran el artículo titulado Reacciones humanas a la cultura de la violación y la performatividad 'queer' en parques urbanos para perros en Portland, Oregon (ya sólo el título promete...) que recibió un apoyo entusiasta de sus revisores y en el cual se describían los parques para perros, textualmente, como "un lugar de cultura de la violación canina y opresión sistémica contra el perro a través del cual se pueden medir las actitudes humanas hacia estos problemas". Se supone que el informe recogía la observación de las cópulas de los perros en los parques y la información facilitada por sus dueños sobre su sexualidad para, después de aportar una serie de estadísticas falsas, concluir que la mejor forma en la que el feminismo podría destruir la "cultura de la violación" sería educar a los hombres como si fueran mascotas. Porque, como todo el mundo sabe, "es preciso reflexionar sobre cómo podemos entrenar a los hombres para que abandonen la violencia sexual y el machismo hacia los que están inclinados" (siguiendo la lógica anormal del feminismo extremo para el cual todos los hombres son seres humanos de segunda categoría, animalescos y movidos exclusivamente por sus más bajos instintos). La entusiasta (y feminista) dirección de la revista, además de publicar el texto, reclamaba algún tipo de premio o beca para los autores de tan brillante investigación.

Otro artículo publicado es Entrando por la puerta de atrás: desafiando la homohisteria, transhisteria y transfobia del hombre heterosexual con juguetes sexuales que recomendaba a los hombres blancos y heterosexuales que aprendieran a "practicar la penetración anal receptiva con juguetes sexuales" porque así se supone que "disminuirá su transfobia y aumentarán sus creencias feministas". Otro, aún más delirante, era 'Tu lucha es mi lucha: solidaridad feminista como una respuesta cruzada al feminismo neoliberal y selectivo'. Aquí nuestros tres investigadores llegaron a incluir fragmentos de Mi lucha de Adolf Hitler, adaptados con términos feministas. Por ejemplo, "Si no erradicamos al hombre blanco heterosexual (aquí ponía judío en el original) celebraremos el funeral de la humanidad".  Ahí queda eso... Una idea que aportaban en el texto y que fue bien recibida era una actividad escolar para que "los niños blancos fueran conscientes de sus privilegios", que consistía en encadenarlos al suelo para que las niñas y los niños de otras razas los humillaran públicamente.

No olvidemos un detalle escalofriante: todas estas ideas fueron redactadas de forma irónica para artículos falsos destinados a probar el deterioro gravísimo de la calidad de la investigación académica, pero ¡hay autores que defienden éstas y otras ideas parecidas de verdad! De hecho, es justo por eso por lo que los editores de estas revistas no se escandalizaron al leer todas estas barbaridades...

Al verse obligados a poner fin a su experimento, los tres profesores dieron sus explicaciones. E insistieron en que su objetivo había sido denunciar la politización del discurso social empleando para ello estos artículos carentes de chicha científica real y encaminados a justificar determinadas posturas ideológicas en las que prima la división de la sociedad entre grupos oprimidos y opresores (donde los grupos opresores son siempre los mismos -hombres blancos heterosexuales occidentales- y los oprimidos, el resto del mundo según venga el caso -mujeres, negros, homosexuales, asiáticos, etc.-) con tal de atizar el odio en la sociedad y el afán por destruir la cultura de Occidente. En la revista Aeron, publicaron un artículo explicando su impostura y allí dejaron escrito que 
"los estudios basados en la atención a quejas de grupos sociales se han normalizado en su falta a la verdad, y sus académicos cada vez presionan más a sus estudiantes para que apoyen su cosmovisión". Una comovisión que, obviamente, "no es científica, y mucho menos rigurosa. Para muchos, este problema se ha vuelto cada vez más obvio, pero faltan pruebas sólidas". Y de ahí su experiencia. En su "confesión" explicaban con un delicioso tono irónico por qué habían elaborado y publicado estos estudios falsos: "Porque somos racistas, sexistas, intolerantes, misóginos, homófobos, transfóbicos, transhistóricos, antropocéntricos, problemáticos, privilegiados, acosadores, de extrema derecha, cisheteronormativos y hombres blancos, además de una mujer blanca que estaba demostrando su misoginia abrumadora". Luego añadirían que evidentemente no podían autodefinirse de esa manera pero que estaban seguros de que les iban a llamar todo eso y más. 

En una entrevista posterior en The Washington Post' previeron que "tendremos problemas laborales y posiblemente acabemos siendo unos parias académicos". A pesar de eso, Pluckrose, Lindsey y Boghossian se la jugaron porque "el riesgo de permitir que este tipo de investigaciones sesgadas continúen influyendo en la educación, los medios de comunicación, las políticas y la cultura es mucho mayor que cualquier cosa que nos suceda por haberlo hecho". Loable justificación, que se completaba con estas otras palabras: estas revistas "no persiguen el noble y esencial trabajo liberal de defensa de los derechos civiles; lo corrompen, mientras intercambian sus buenos nombres para seguir vertiendo soluciones sociales falsas a un público que sigue estando cada vez más enfermo."

Un público enfermo, envenenado y anestesiado. Un pueblo dormido que difícilmente tiene, no ya fuerza, sino ganas, para levantar la cabeza...


Pero ¿qué ha sucedido con los tres investigadores? El diario El Confidencial los localizó hace unos días y, tal y como habían pronosticado ellos mismos, les estaban haciendo la vida imposible. La mitad de sus propios colegas universitarios, los de tendencia más izquierdista, les desdeñan y/o atacan (a veces de forma anónima y cobarde) y la otra mitad, de carácter conservador, miran para otro lado pues "todos los que están de acuerdo contigo están demasiado asustados para decirlo" según indicaba Lindsay que le dijo un colega suyo. Boghossian asegura haber sufrido los peores ataques, afirma que le califican como miembro de la Alt-Righ (la conocida como derecha alternativa) y seguidor de Trump (aquí le llamarían facha y franquista) y estaba decepcionado con los resultados de su experimento pues "pensé que sería una llamada de atención sobre la corrupción de los departamentos para quienes están dentro de estas disciplinas, pero no". Además, los afectados "parece que están tratando de fingir que el escándalo nunca sucedió". Pluckrose añade que "la gente está perdiendo amigos por la división política y eso probablemente conduzca a silenciar a las personas que de otra manera hablarían" lo cual es "profundamente triste y preocupante". Los tres profesores han constatado que los campus de las universidades anglosajonas se han convertido en sitios peligrosos para cualquier voz independiente, ya no digamos disidente.

Respecto a la película, hay un cineasta amigo de ellos que se llama Mike Nayna. Ha seguido de cerca todo lo ocurrido y fue testigo de cómo presentaron sus delirantes trabajos, de las aún más delirantes sugerencias de los editores que se las aceptaron (como uno que animó a los autores a ser "menos blandos" con los niños de raza blanca) y de las represalias contra ellos. Su idea es elaborar un documental titulado Grievance Studies affair (El caso de los estudios reivindicativos) pero la financiación para terminarlo no llegará de ninguna entidad con dinero y por eso ha puesto en marcha una iniciativa de micromecenazgo a través de Patreon. ¿Será capaz de reunir el dinero suficiente? Aún más, ¿será capaz de proyectar luego la película una vez terminada?

A día de hoy, constatamos pues el sólido avance, con paso firme, de los ofendiditos y por tanto el retroceso del librepensamiento. Nada nuevo bajo el Sol. Poco a poco nos deslizamos hacia una nueva era en la que será imposible escribir sobre lo que uno quiera (de hecho, en este momento ya hay ciertas materias sobre las que está prohibido directamente escribir, a no ser para repetir la versión oficial de los hechos). Ni siquiera será factible escribir como uno quiera, pues se impondrá un estilo específico y no se permitirá otro. Mientras llegue ese momento, no obstante, seguiremos juntando letras como buenamente podamos.

Y ahora viene el momento de las despedidas. Como todos los años por estas fechas, con la llegada del solsticio de invierno un servidor regresa temporalmente a Walhalla para pasar allí las fiestas del Nuevo Sol triunfante y la llegada del año nuevo. Esta vez, sin embargo, es posible que tarde un poco en volver por esta bitácora. Hay muchas cosas que hacer y muy poco tiempo para hacerlas y hasta un aprendiz de Dios tiene sus limitaciones para poder atender todos los frentes que se le ponen por delante. Algunos de ellos requerirán expresamente mi atención durante las próximas semanas. Así que, como dijo Mac Arthur, me voy pero volveré. Aunque, quién sabe cuándo... Mientras tanto, os dejo mi vela roja encendida.





















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viernes, 14 de diciembre de 2018

Un tigre con Photoshop

Si alguien piensa que el nivel del Periodismo actual deja bastante que desear, que vaya atándose los machos ante el que viene. Cada vez tenemos más gente joven (y no tan joven, en realidad, pero los mayores saldrán antes del mercado laboral por pura ley de vida) en los medios de comunicación que confunde información con opinión, se cree que una investigación periodística pasa por meter el dedo en el ojo y se arroga el derecho de "orientar" a su audiencia sobre lo que debería pensar respecto a cualquier tema, en lugar de limitarse a mostrar los hechos tal cual éstos son y que la audiencia opine lo que quiera. Ojo, no son todos los jóvenes, porque también conozco a unos cuantos que verdaderamente llevan la profesión en la sangre y se están esforzando por honrarla, pero sí un elevado porcentaje de ellos. Hablo con conocimiento de causa: llevo más de veinticinco años ocupándome directamente de la formación de becarios de Periodismo en distintos puestos por los que he pasado (no sé por qué me han destinado tantas veces a esa labor porque nunca la he pedido..., aunque quizá sea justo por eso). 

En todo este tiempo me he esforzado en tratar de inculcarles el sentido de responsabilidad por cada una de las líneas que escriban y la necesidad de ser honestos (ya que es imposible ser objetivos, la necesidad también de tender hacia la objetividad) cuando uno se ocupa de información pura y dura (lo que hay en esta bitácora, supongo que está bien a la vista, tiene que ver más con la opinión personal que con la información). Y es que el único privilegio del periodista (y no es pequeño) pasa por ser testigo y representante de la sociedad allá donde la propia sociedad no llega o no le dejan llegar, para luego contarle lo que ha visto. No para indicarle lo que debe hacer en función de lo que ha visto (para inclinarla hacia su ideología personal) ni para creerse que en lugar de testigo es, él mismo, el protagonista (conozco periodistas que se creen ministros, presidentes de corporaciones y hasta parte de la familia real, porque trabajan para esas instituciones, cuando nunca han sido nada más -y nada menos- que periodistas).

Ejemplos hay muchos, pero uno especialmente cegador por lo llamativo es lo que ha ocurrido con el "pelotazo electoral" del partido VOX en las elecciones andaluzas. Sentí bastante vergüenza ajena al escuchar a los "analistas" de tantos medios de comunicación sorprendiéndose después de conocerlo, ante un resultado que no tiene nada de sorprendente... Porque cualquiera que haya seguido mínimamente de cerca la campaña electoral andaluza estaba avisado de ello. Por ejemplo, no había más que comparar la asistencia a los mítines de unos y otros partidos. O percatarse del volumen de informaciones publicadas sobre la corrupción relacionada con los ERE de la Junta de Andalucía (muchísimo peor, tanto en cantidad de dinero escamoteado como en el lugar de donde fueron robados los fondos, que todos los casos juntos de corrupción achacados al antiguo gobierno del Partido Popular) y los escándalos de cargos autonómicos con droga y puticlubs, al más puro estilo gangsteril. Eso, por no mencionar el efecto en Andalucía de los destrozos que a nivel nacional el elefante socialista está causando en la cacharrería española desde que tomó el poder por la puerta de atrás (algo que le gusta mucho a ciertos individuos de trayectoria francamente detestable como el amigo George Soros, para cuyas organizaciones trabajó en su día el actual presidente del gobierno y a quien por cierto recibió sin tapujos en el Palacio de la Moncloa al poco de aposentarse allí).

Con VOX ha sucedido exactamente lo mismo que con Alternative für Deutschland en Alemania o con Donald Trump en Estados Unidos. En los tres casos fue fácil predecir su ascenso electoral, sin necesidad de ser politólogo. Particularmente, no soy especialista en política pero seguí sus respectivas evoluciones por curiosidad y no me equivoqué a la hora de prever su progresión, porque el apoyo que recabaron se produjo a cara descubierta, sin cábalas raras, sin movimientos extraños, siempre a la vista de todo el mundo..., menos de los periodistas que se dejaron dominar en cada país por su ideología personal para teñir la realidad y pensar que así se transformaría a su gusto. Pero aunque tomes una foto a un tigre de Bengala y lo conviertas en un dulce gatito gracias al Photoshop el tigre sigue siendo tal y si te acercas a él te dará unos cuantos zarpazos y después te devorará.

Aún más patética que la "sorpresa" por los resultados fue la inmediata descalificación de los mismos "analistas de prestigio" de un partido político al que han tachado de extrema derecha, racista, xenófobo, machista, homófobo, anticonstitucionalista y antieuropeísta. El pack completo de descalificación incluye todo tipo de insultos, los mismos que no se han dedicado a otros partidos políticos que sí padecen ese tipo de actitudes constantemente (VOX acaba de llegar y habrá que ver lo que hace) y sobre los que no se dice nada. El gobierno de Pedro Sánchez (del que no hace falta explicar gran cosa porque él se autodestruye día a día con su narcisismo espantoso y su política de insistir en que sale el sol y hace un día magnífico cuando todos vemos que es de noche y está lloviendo) está hoy de pie apoyándose en independentistas catalanes y vascos, en cuyas filas hay antiguos asesinos terroristas (sí, yo me acuerdo, no hace tantos años de eso, de cuando salías a la calle con miedo por si te "tocaba" verte envuelto en un atentado, en la época en que llegó a haberlos casi a diario; ésa que nos dicen que hay que olvidar para siempre, mientras a cambio nos dan la lata todos los días con Franco) que hoy van de luchadores democráticos, que aspiran a destruir lo que queda de España dinamitando la actual Constitución (que tiene muchos, muchísimos puntos que arreglar pero que, hay que reconocerlo, ha permitido a nuestro país vivir un período de pacificación extraordinariamente raro en su Historia, plagada de guerras civiles e internacionales) y que aspiran a conservar medios feudales de controlar económicamente a la población (como los fueros vascos y navarros, contra los que Europa ha alertado ya a España en varias ocasiones por la discriminación que suponen para el resto de españoles). Ese gobierno también se apoya en hipócritas de ultraizquierda que dicen defender a la mujer mientras en chats privados fantasean con azotarlas hasta sangrar, que se definen como parte del pueblo más necesitado cuando viven en chalets de lujo o en pisos de barrios de referencia y que claman contra la pobreza cuando ganan más dinero en un año por opinar sobre lo primero que se les viene a la cabeza que lo que ingresa una familia de trabajadores reales -él y ella, y a veces alguno de sus hijos mayores-.

Un amigo me pasó hace unos días un texto que comparaba a tres partidos políticos (dos españoles, VOX y Podemos, y uno francés, el Frente Nacional ahora rebautizado como Agrupación Nacional, de Marine Le Pen) a tenor de lo que propone cada uno de ellos en sus respectivos programas electorales y sus idearios como formaciones políticas. Un test que arroja resultados muy curiosos. Entre otros puntos, se planteaban los siguientes:  ¿Están a favor de subir los impuestos?  En los programas de Le Pen y de Podemos, sí; en el de VOX, no. ¿Quieren suprimir la actual Constitución y abrir un "proceso constituyente" (eso que los horteras llaman "un tiempo nuevo", porque todos los horteras quieren pasar a la Historia de un modo u otro)? Le Pen (en Francia) y Podemos (en España) sí; VOX, no. ¿Quieren controlar los medios de comunicación? Le Pen y Podemos, sí; VOX, no. ¿Justifican la violencia y la subversión callejera como medio de cambio social (aquello de "cómo no lo gano con votos en las urnas lo gano con bofetadas en la calle")? Le Pen y Podemos, sí; VOX, no. ¿Tienen candidatos "interraciales" en el patido? Le Pen y Podemos, no; VOX, sí. ¿Sus seguidores emplean simbología y estética ultras? Los de Le Pen (de carácter derechista) y Podemos (de carácter comunista y anarquista), sí; los de VOX, no (aunque para algunos "periodistas" lucir la bandera española equivale a ser un ultra). 

Tras examinar con un poco de objetividad la situación, uno llega rápidamente a la explicación de por qué VOX ha explotado en Andalucía y por qué ahora lo hará en las siguientes elecciones, incluidas las generales, pese a las encuestas oficiales del gobierno que siguen pronosticando el ascenso en votos del PSOE y la ausencia absoluta de VOX en el dibujo del arco parlamentario final donde, según los cálculos del actual CIS, no obtendrán ni un solo diputado. A la espera, pues, de llevarnos otra "sorpresa" en unos meses más, lo que está sucediendo es extremadamente simple: un número creciente de ciudadanos españoles están hasta la coronilla de que les tomen el pelo. Están hartos de que les estafen unos políticos que se dicen socialistas pero que están especializados en "socializar" los recursos sólo entre familiares y amigos y a los que no les importa destruir el país y enfrentar a la gente entre sí, con tal de mantenerse en el poder. Están hartos de que les estafen unos políticos que se dicen de derechas pero que practican unas políticas económicas, sociales y de corruptelas muy similares a las de los socialistas. Están hartos de que les estafen unos políticos que se dicen comunistas y antisistema cuya única ambición real es llegar a vivir a cuerpo de rey a costa del sistema al que tanto critican. Están hartos incluso de unos partidos minúsculos (éstos sí, de extrema derecha) para los que el futuro se escribe con la misma letra que se escribía Franco, pese a que éste se murió (¡Atención todo el mundo, a derecha e izquierda: Franco ya se murió!) hace 43 años, nada menos. Muchos de esos españoles hartos votaron en su día a Podemos, engañados por la falsa promesa de que "no somos de izquierdas ni de derechas, somos los de abajo contra los de arriba" y ahora, decepcionados, lo han hecho, y lo volverán a hacer, a VOX.

(Y no, no soy de VOX, no los he votado nunca. No me caen ni bien, ni mal. Analizo la evolución de este partido como la de los demás. Como lo hago con la política internacional o con otras cosas que pasan, aunque en este caso no necesito la ayuda de Mac Namara... Pero el solo hecho de que tenga que escribir estas palabras de justificación demuestra hasta qué punto nuestra sociedad contemporánea se está convirtiendo rápidamente en una tiranía, cada vez más lejos de la democracia y la libre expresión.)

Hay algo peor, en el Periodismo del futuro, que la manipulación ideológica para intentar que la sociedad piense como uno quiere que piense (la verdad es que ni siquiera los periodistas más ideológicamente definidos son líderes de opinión reales, sino muñecos a sueldo de quien les ha iniciado en esa ideología) y es la ignorancia. Esto sí que es preocupante, porque el nivel de ignorancia y la falta de cultura general entre los jóvenes actuales (entre la inmensa mayoría de ellos, no sólo los que estudian o quieren dedicarse al Periodismo) son pavorosos. Es el fruto podrido y obvio de una serie de leyes educativas, a cual peor, impuestas sucesivamente por el PSOE y el PP durante sus respectivas etapas de gobierno desde los años 80' para acá, que han descapitalizado culturalmente a la sociedad española hasta convertir a muchas personas en simples borregos con conocimientos limitados que son fáciles de movilizar con los adecuados instrumentos de ingeniería social.

Un ejemplo: una de esas personas a las que he tutelado en su empeño por dedicarse a esta profesión tenía que elaborar una noticia sobre unos premios internacionales. Al revisársela, descubrí que sólo dos de los premiados tenían asignada la nacionalidad y le indiqué que buscara la del tercero, para incluirla en la información. Recuerdo que le comenté: "Por el nombre, este premiado debe ser holandés pero compruébalo", ya que tenía unos apellidos de sabor flamenco. Al cabo de un rato me dijo: "Lo he buscado en Google, pero debe estar mal porque me dice que es sudafricano y no es negro: es un hombre blanco, rubio y de ojos azules". Claro, un boer, pensé yo. O, mejor dicho, un descendiente de boers. Pero entonces me fijé en lo de "debe estar mal porque me dice que es sudafricano y no es negro". Y le pregunté a esta persona: "¿Qué sabes de Sudáfrica?" Me contestó: "Es un país que está en el sur del continente, un país de negros que sufrieron mucho por el 'apartheid', y el presidente es Nelson Mandela. O era, no sé". Ésta es la respuesta de una persona que ha terminado la carrera de Periodismo y el Máster correspondiente. Que mañana seguramente esté informando en alguna parte.

Pensé en explicarle unas cuantas cosas a esta persona. Por ejemplo, que Sudáfrica es una creación europea. De colonos holandeses y también alemanes y franceses, y posteriormente británicos, que convirtieron unos territorios despoblados, en cuyas fronteras apenas vivían algunas tribus de xhosas y zulúes (emigrados allí desde otras zonas de África), en la nación más rica de todo el continente. Pensé hablarle de cómo la Compañía Holandesa de las indias Orientales fundó lo que hoy es Ciudad del Cabo durante el siglo XVII, aunque antes que ellos fueron los portugueses los primeros en llegar al Cabo de las Tormentas que el monarca luso cambió después de nombre por Cabo de Buena Esperanza, por la promesa de riquezas que esperaba obtener con el comercio con los lejanos territorios del Este, en Asia. Y de cómo el Imperio Británico le mojó la oreja a portugueses y holandeses, desatando incluso la llamada guerra de los boers (fueron dos guerras, en realidad) porque ambicionaba quedarse con ese importante puerto para controlar el comercio y porque quería también el oro y los diamantes que se descubrieron allí. Por cierto, que los ingleses crearon en Sudáfrica los primeros campos de concentración de la historia para encerrar a familias enteras de boers (cuyas casas y tierras quemaron de forma brutal) en condiciones infrahumanas, peores incluso que algunos famosos campos de este estilo durante la Segunda Guerra Mundial. Pero nadie hace películas ni escribe libros sobre eso.

Pensé que también podría hablarle también del apartheid, la palabra más famosa del idioma afrikaner, que significa "separación" y que instituyó en Sudáfrica el mismo régimen de vida basado en el segregacionismo racial que de hecho habían impuesto británicos y holandeses en otros países donde fundaron colonias. Por ejemplo, en Estados Unidos donde hubo que esperar hasta 1957 para que los primeros 9 estudiantes negros pudieran entrar en una escuela secundaria en Little Rock, Arkansas. Y donde el acceso a la universidad para esta raza llegó algo después (por cierto, el mismo Estados Unidos donde se cometió probablemente el mayor genocidio de la Historia conocida contra los pueblos indios). El apartheid sudafricano era un detestable sistema de segregación que convertía a los negros en personas de segunda clase, sin derecho a votar ni a viajar libremente, sin posibilidad de ganar lo mismo que un blanco por el mismo trabajo, sin permiso para estudiar en las mismas zonas que los colegios blancos, etc. Hasta 1994, ayer mismo, no hubo elecciones de verdad democráticas en Sudáfrica, en las que Nelson Mandela fue elegido presidente por mayoría absoluta en representación del CNA, partido que se ha apoderado de la poltrona y no lo ha abandonado desde entonces.

Claro que también habría que añadir que a pesar de que han transcurrido ya nada menos que 24 años desde el fin del apartheid contra los negros, el país no ha logrado remontar las tensiones raciales y económicas. Los niveles de violencia, crimen y violaciones han sido en los últimos años superiores incluso a la época de dominio blanco. ¡Algunas cifras oficiales hablan de 50.000 homicidios por año! Es, además el país del mundo con mayor número de afectados por sida (nada extraño teniendo en cuenta que su expresidente Jacob Zuma decía alegremente que él podía tener relaciones sin problemas con mujeres seropositivas porque cuando terminaba se duchaba y eso arreglaba el problema). Y la reforma agraria que pretende basarse en la devolución de supuestas tierras arrebatadas a los negros en la época colonial olvida que muchas de esas tierras no eran de nadie cuando los colonos boers llegaron allí. Mucho menos, de los negros actuales, descendientes en buena parte de etnias foráneas, ajenas a la xhosa y zulú (que recordamos fueron tan emigrantes allí como los holandeses, franceses y británicos), cuyos ancestros emigraron hacia Sudáfrica precisamente porque a pesar del segregacionismo blanco tenían mejores oportunidades para salir adelante que en sus tierras originales. La "impaciencia" por esa devolución ha llevado en los últimos años a la comisión de crímenes verdaderamente horrorosos contra granjeros blancos (hombres, mujeres y niños: he visto fotos infernales pero no voy a reproducir ninguna de ellas aquí, aunque se pueden encontrar con cierta facilidad en las redes sociales). La policía sudafricana reconocía el asesinato de 74 personas en granjas de blancos sólo entre abril de 2016 y marzo de 2017, por 58 el año anterior en la misma etapa. A ello hay que sumar cientos de denuncias de ataques a esas granjas. Tal y como van las cosas, el miedo es que pase lo mismo que en Zimbabue, el país vecino donde se expropió sin más las tierras a los blancos y se le entregó a negros sin suficiente preparación, lo que derivó en una agricultura mal gestionada y, al final, una hambruna colosal. 

Los crímenes contra los granjeros blancos y las últimas leyes impuestas desde Johannesburgo que promueven un apartheid contra los blancos, por ejemplo prohibiendo que puedan tener un puesto de trabajo si hay un negro que se presenta al mismo empleo, ha generado una silenciosa ola migratoria de la que absolutamente nadie habla en ningún medio de comunicación. Según algunos estudios, desde 1994 hasta hoy se calcula que cerca de un millón de blancos (en torno al 16 % de la población total de blancos) ha abandonado el país. Y teniendo en cuenta que son menos del 10 % parece cuestión de (poco) tiempo que el país termine completamente oscurecido.

Respecto a Nelson Mandela, es uno de esos personajes idealizados hasta la náusea por intereses no siempre bien explicados y él mismo declaró en alguna ocasión, cuando permanecía en prisión, que una de sus mayores preocupaciones era "la falsa imagen" que proyectaban de él al mundo exterior porque "me consideran un santo que nunca he sido, incluso aunque definas a un santo como un pecador que continúa intentándolo". Recordemos que hablamos del hombre que formó parte del comité central del Partido Comunista Sudafricano, que dirigió el grupo terrorista Umkhonto we Sizwe (Lanza de la Nación) que dejó su propio rastro de muertos -niños incluidos- en sucesivos atentados y que dio el visto bueno al necklacing: la salvaje práctica de colocar un collar de neumáticos ardiendo en torno a los miembros del CNA que eran considerados como traidores o confidentes. Ese hombre cuyo coraje se ensalza por sus críticas al dictador nigeriano Sani Abacha pero que guardó un pudoroso silencio respecto a otros regímenes dictatoriales e incluso hacia la deriva corrupta de sus sucesores en el propio gobierno sudafricano. Y que mantuvo relaciones personales con multimillonarios de diverso pelaje que le beneficiaron personalmente, aunque él decía que "sé ordeñar a los hombres de negocios para las buenas causas". Ya he hablado de él más en profundidad en otra entrada de este blog.

Pensé en hablarle sobre ésta y sobre otras cosas relacionadas con Sudáfrica a esta persona recién llegada al Periodismo porque, por mucho que le moleste a los abanderados de lo políticamente correcto, nadie es del todo bueno y nadie es del todo malo. Hay muchas escalas de grises, más allá del blanco y el negro. Y una de las mejores cosas de esta profesión es que te permite llegar mucho más lejos en el conocimiento de las cosas y de las gentes.

Pero mi aprendiz de periodista estaba sólo interesado en sí podría librar durante el próximo puente para irse de fiesta un fin de semana largo.








viernes, 7 de diciembre de 2018

Are you ready?

Dice Mac Namara que el cine se inventó no sólo para entretener a la gente de forma mecánica (historias de todo tipo hemos encontrado desde siempre en los libros y, antes, las narraban nuestros ancestros junto a la hoguera..., pero en ambos casos se necesita de una participación activa de la audiencia, mientras que la imagen en movimiento se limita a inyectar el cerebro de una audiencia pasiva y entregada) sino para predecir el futuro. O, siendo más exactos, para crearlo. El comportamiento y la educación de la sociedad occidental contemporánea deben más a las escenas populares del llamado séptimo arte que al ingente trabajo de tantos profesores aún enamorados de su maravillosa profesión y empeñados en construir seres humanos que merezcan de verdad ese nombre. 

Ejemplos hay todos los que uno quiera buscar. Me pregunto cuántos atracos, asaltos, secuestros y otros crímenes se habrán organizado en el mundo real inspirados en los cuidadosamente planeados de las películas (hay algunas de ellas en las que el argumento es básicamente el desarrollo de un plan criminal y su ejecución). Y que nadie hable de exageración, cuando todos hemos aprendido de esta manera que para robar algo de gran valor la norma básica es  ponerse guantes con objeto de no dejar huellas dactilares o que para matar a alguien y salir airoso del asunto lo más importante es que no aparezca el cadáver de la víctima... "Qué barbaridad, aunque sepamos eso, no vamos a hacerlo, es sólo una ficción" piensan los ingenuos que, en efecto, nunca lo harían, obviando que en el mundo existe mucha gente sin escrúpulos dispuesta siempre a aprender nuevas formas de vivir a costa de los demás. Aunque no hay que ir tan lejos para comprender cómo la pantalla (da igual que sea la del cine, la de la televisión o la del teléfono "inteligente") es capaz de moldear al homo sapiens sin que éste lo aprecie a corto plazo. Veamos algo más sencillo: lo que ha sucedido con el tabaco. 

Los protagonistas de la mayoría de las películas rodadas hasta, al menos, los años 80 del siglo XX y ambientadas en época contemporánea nos mostraban al tipo duro (o a la vampiresa) de turno fumando y transmitiendo así el mensaje de que para ser una persona interesante era necesario consumir cigarrillos, puros o (el colmo de la intelectualidad) pipas. En aquella época, fumar se convirtió así, gracias al cine (y a otros ámbitos donde se proyectó la industria, empezando por el de la publicidad pura y dura) en un símbolo de distinción asociado a una personalidad seductora, atractiva y triunfadora. Cada marca de tabaco tenía su target publicitario específico, el más famoso de los cuales fue el de Marlboro identificado con los vaqueros del Oeste: si uno fumaba sus cigarrillos podía creerse uno más de aquella gente dura, fuerte y muy masculina. Un John Wayne contemporáneo... Más tarde, la ciencia demostró lo que la experiencia ya había enseñado a muchas familias directamente: el lento y doloroso suicidio al que equivale el consumo regular de tabaco. Llegaron las denuncias millonarias de los afectados por cáncer y el descrédito para productores y distribuidores. Poco a poco, los fumadores terminaron desapareciendo de la pantalla hasta el punto de que hoy están prácticamente proscritos (lo cual tampoco tiene mucho sentido, y hablo ahora como escritor, porque puede que un personaje concreto deba ser fumador ya que así lo exige el desarrollo de su arquetipo o la época de la historia en la que está inmerso..., pero esto es muy típico del homo sapiens: o todo o nada, ignorando los términos medios). Lo cierto es que la ausencia del tabaco de la pantalla se ha traducido en una drástica reducción del número de fumadores en el mundo real y eso no es coincidencia.

En esta línea, hay una serie de películas rodadas especialmente en los últimos treinta años, todas ellas relacionadas con el futuro más o menos inmediato, que de alguna manera parecen impulsar al mundo en direcciones concretas, marcando las aspiraciones y los deseos que "debemos tener", queramos o no. Por ejemplo, existe una proliferación increíble de historias relacionadas con robots, androides e inteligencia artificial, precisamente en una época en la que, ¡oh, sorpresa!, se ha multiplicado exponencialmente el trabajo científico en esa dirección. En esta bitácora hemos tratado varias veces los avances en robótica, que tanto satisfacen a los ansiosos de novedades tecnológicas y que personalmente creo que deberían ponernos los pelos de punta. Pero es que podemos ir más allá, con proyectos a los que ya se están dedicando muchos millones de dólares para hacer realidad el cyborg: el hombre máquina. Una de las empresas en punta de lanza en este sentido es Neuralink, perteneciente al millonario e inventor de moda, Elon Musk. El objetivo de esta compañía es fabricar un disco duro lo bastante potente como para poder volcar en él la experiencia de una mente humana y convertirla así en una serie de archivos manejables. La idea es mezclar a humanos y máquinas porque en su opinión es la única forma de que "la IA no destruya a la humanidad". Así de literalmente lo explicaba en una entrevista para un programa de una cadena norteamericana de televisión. La misma en la que sugirió que tal vez el Universo no fuera más que una simulación informática y, en consecuencia, nosotros simplemente un conjunto de bits con apariencia de seres humanos.

Musk utilizaba en aquella entrevista el mismo argumento que hemos usado en este blog (y que usaría cualquiera con dos dedos de frente) para este asunto y es que "a medida que los algoritmos y el hardware mejoren, la inteligencia artificial superará a la inteligencia biológica por un margen sustancial, es obvio". Y describía muy gráficamente la situación: "podríamos seguir el mismo camino que los monos cuando una de las especies de primate, el homo sapiens, se volvió mucho más inteligente que los otros primates y los encerró a todos en hábitats muy pequeños... Y así hoy quedan muy pocos gorilas de montaña, orangutanes y chimpancés". La única diferencia, añado yo, es que la IA seguramente ni siquiera se quedaría con un puñado de humanos en sus zoológicos (que no serían tales, en puridad, sino más bien granjas o laboratorios pues ningún robot "perdería el tiempo" paseando en un zoo). Y ello porque igual que existen muchas personas que carecen de sensibilidad hacia los animales, hay muchas otras que por fortuna sí la tienen y se preocupan por su bienestar. Sin embargo, la frialdad de las máquinas tendería a ejecutar una decisión unánime y, en caso de decidir que los homo sapiens son insuficientemente productivos o inútiles sin más, los exterminarían a todos sin un ápice de compasión.

Respecto a Neuralink, tras recordar que en esta compañía reúne a lo más granado de su equipo de ingenieros, pronosticaba que su futuro disco duro cerebral será una realidad en más o menos un decenio. Y que actuará "a través de una interface de electrodo a neurona en un nivel micro..., un chip y un montón de pequeños cables que serán implantados en tu cráneo". Como sucede siempre en lo que respecta a las nuevas tecnologías, las aplicaciones médicas y sanitarias son el argumento perfecto para probar cualquier novedad, sin sentirse responsable de lo que pueda suceder más tarde. Musk esgrime razones sensatas en este sentido, como la ayuda a las personas que padecen problemas de inmovilidad por lesiones medulares ("Ya sabemos cómo hacer esto: implantar electrodos en la corteza motora del cerebro, hacer luego un bypass en la parte seccionada de la médula y disponer de microcontroladores locales cerca de los grupos de músculos, para restaurar el uso de las extremidades") o las que padecen Alzheimer y otras demencias seniles ("La gente pierde la memoria a medida que envejece, es increíblemente triste que una madre olvide a sus hijos, y eso también puede ser resuelto").

Otras razones aducidas en la entrevista hacían referencia a la política (invocando "una especie de democratización de la inteligencia, de modo que no sea monopolizada por gobiernos y grandes corporaciones"), la manipulación informativa ("La AI puede hacer una propaganda increíblemente eficaz que influye en la dirección de la sociedad. Por ejemplo, en período electoral puede perfeccionar un mensaje viendo la retroalimentación que tiene en Internet y haciendo que ese mensaje mejore ligeramente en milisegundos") y, por supuesto la seguridad (con un ejemplo de Ciencia Ficción ya que advierte de cómo se puede hacer "un enjambre de drones asesinos por muy poco dinero. Simplemente tomando el chip de identificación facial que utilizan los teléfonos móviles y con una pequeña carga explosiva en un dron estándar. Haciendo un barrido del edificio hasta encontrar a la persona buscada y que los drones choquen contra ella y exploten. Podrías hacerlo ahora mismo, no se necesita nueva tecnología").


Y hay una justificación más que, desde luego, no tiene vuelta de hoja: "A propósito, ya tienes algo de esto funcionando de una forma un tanto extraña, tienes una capa digital terciaria actuando a través de tu teléfono, tus ordenadores, tu reloj. Básicamente, estos dispositivos tecnológicos ya forman una capa terciaria sobre tu cognición." Musk nos recuerda así que, de todas formas, ya estamos en parte controlados por la IA. Y tiene razón. Aunque muchas personas no se dan cuenta, lleva ya tiempo entrometiéndose en nuestra vida subrepticiamente: termina las palabras de nuestros correos electrónicos o nos sugiere directamente expresiones de respuesta, inserta anuncios de los temas que más nos interesan en las páginas web que visitamos, sugiere rutas para transitar en coche, etc. La IA hace todo eso y más captando y analizando la información que manejamos con mayor asiduidad, así como nuestros hábitos y costumbres. Y nosotros, que somos por naturaleza acomodaticios, empezamos aceptando alguna que otra sugerencia y terminamos haciendo todo lo que nos dice, porque es más descansado no pensar. Y la cosa irá a peor en los próximos meses, visto que uno de los regalos tecnológicos estrella de las próximas Navidades serán los altavoces "inteligentes" que se están colando como mayordomos virtuales en un creciente número de hogares y cuya capacidad de espionaje está más que demostrada...

Puede que la intención de Musk sea buena en el fondo pero ¿de verdad que no se le ha ocurrido algo mejor que el viejo si-no-puedes-contra-ellos-únete-a-ellos? ¿La forma de salvar a la humanidad es despojándola, aún más, de lo que le hace humana y acercándola, aún más, a la máquina? 

Hace poco vi una película especialmente interesante sobre la IA. Está basada en un libro (como casi todos los guiones curiosos que rueda Hollywood desde hace muchos años), una novela de Ciencia Ficción que se titula Ready Player One (Preparado, jugador uno, un mantram que traerá muchos recuerdos a los nostálgicos de los primeros videojuegos) firmada por Ernest Cline. La película está dirigida por Steven Spielberg, que ha tocado el asunto de la inteligencia artificial en otras ocasiones. La más relevante, en A.I. Inteligencia Artificial, un largometraje basado en Los superjuguetes duran todo el verano de Brian Aldiss. Inicialmente iba a ser rodado por el gran Stanley Kubrick pero por azares del destino cayó en manos de Spielberg y el resultado final fue según la crítica manifiestamente mejorable pero estoy seguro de que debió llamar la atención de Muks, teniendo en cuenta "la humanización de la máquina" que defiende, sobre todo en su parte final. 

Respecto a Ready Player One, transcurre en un futuro cercano y bastante sombrío. Es el año 2045 y la gente sobrevive como puede porque la Tierra está al borde del colapso (como suele decir Mac Namara: "si los Amos tienen una diversión favorita, ésa es promocionar el apocalipsis, en cualquiera de sus formatos"), por lo que la única forma de evadirse es un juego de realidad virtual cínicamente bautizado como Oasis que, como es natural, disfruta de un éxito arrollador entre los abrumados humanos del futuro. No importa ser pobre, no tener futuro, carecer de amigos o de pareja en la realidad pues basta con sumergirse en el mundo de Oasis, regido por una potentísima IA que mantiene en marcha todos los escenarios, para asumir el avatar que más le guste a cada uno y dedicarse a lo que le dé la gana: desde trabajar hasta divertirse, guerrear o viajar, previa recolección de monedas virtuales para costearse el correspondiente equipo. 

El creador de esta realidad alternativa es un tipo llamado James Halliday, un genio informático obsesionado con los años 80' que ha huido toda su vida del mundo real, refugiándose en los escenarios nacidos de su imaginación (de hecho, encaja bien como uno de los arquetipos de "ofendidito" contemporáneo que encontramos hoy día por doquier, aunque con dos diferencias: está entrado en años y disfruta de una cantidad obscena de dinero). Halliday y su antiguo compañero de trabajo, Ogden Morrow, se han hecho ricos con Oasis y la empresa GSS (Gregarious Simulation Systems) con la que lograron implantarlo en todas partes, pero luego se pelearon y se separaron (más tarde sabremos que Morrow se casó con la chica que le gustaba a Halliday, entre otras razones porque éste no tuvo el cuajo suficiente para luchar por ella, encerrado como estaba en su mundo de miedo y autocompasión). Cuando comienza la película, Halliday ha muerto hace cinco años. Poco después de fallecer, se revela públicamente que su videojuego contiene un "huevo de pascua", un mensaje secreto oculto al que sólo puede llegarse jugando. La persona que lo descubra se convertirá en su heredero universal, tanto de la fortuna económica como de la propia GSS. 

El protagonista de la historia es un joven huérfano pobre (otro joven huérfano pobre más que añadir a la legión de jóvenes huérfanos pobres y finalmente triunfadores de las novelas juveniles) llamado Wade Watts que vive con su tía y sus sucesivos ligues en un  desolador suburbio norteamericano. Como la mayoría de sus contemporáneos, vive más tiempo dentro de Oasis que fuera de él, encarnando en una dinámica identidad llamada Parzival. Wade es uno de los muchos jugadores que aspira a encontrar el huevo de Pascua y por tanto se incluye a sí mismo en el grupo de los gunters o egg hunters (cazadores del huevo). Aunque intenta convencernos de que se basta y se sobra, no está solo en su aventura. Sus apoyos son su, al principio, rival y luego novia Art3mis y sus amigos Hache, Daito y Sho. También hay un archivillano, claro, que se llama Nolan Sorrento, responsable de IOI (Innovative Online Industries, que tiene un logo muy curioso), la empresa que da servicio en red a Oasis y que aspira a hacerse con el huevo no sólo por apoderarse del dinero de Halliday sino para imponer un peaje económico de acceso al juego y hacerse aún más rica. El argumento de la película es la competición para conseguir el premio final y la única forma de conseguir pistas para averiguar dónde se encuentra encerrado es hallar previa y sucesivamente tres llaves de cobre, jade y cristal.

En teoría, la novela/película es un homenaje a los años 80' y a la cultura pop con multitud de referencias musicales, cinéfilas y de videojuegos. Un verdadero festival para ese tipo de personas que los yankees calificaron en su día con el calificativo de nerds (equivalente a empollones o personas valiosas por su inteligencia y conocimientos, sobre todo científicos, pero torpes para la relación social y aislados dentro de sus propios miedos). La mayoría de las críticas de la película han ido por ahí y se ha llegado a convertir en un desafío descubrir todas las referencias que aparecen en el largometraje, desde la versión cinematográfica de El resplandor rodada por Kubrick hasta el archiconocido DeLorean convertido en máquina del tiempo de Viaje al futuro o el gigante de hierro de la película (y el libro previo) homónima.

Sin embargo, existe también un curioso nivel de significados simbólicos en esta historia, mucho menos comentados, que dan una profundidad inesperada a esta "película de entretenimiento juvenil". Por ejemplo, el nombre de los protagonistas. Él se llama Parzival, como Perceval o Parsifal, el más inocente de entre los caballeros del rey Arturo que logró hallar el Santo Grial (por cierto que hay una irónica alusión a "la santa granada" de Los caballeros de la mesa cuadrada de Monty Python, donde se parodia la famosa Quête, la Búsqueda). El Grial de la película es, naturalmente, el huevo de Pascua y cualquiera que conozca algo de simbología entiende la importancia de ambas referencias: tanto el huevo como la Pascua. Y ella se llama Art3mis. O, lo que es lo mismo, la diosa griega Artemisa, también conocida como Diana, la Cazadora. Sorrento utiliza, para luchar contra ambos y contra sus amigos (y finalmente contra todos los gunters) a un ejército de empleados que se llaman los sixers (los seises..., un número singular ¿no es cierto?). Dejo a otros intrépidos buscadores el placer de descubrir el resto de alegorías.

Sin embargo, el punto más llamativo de la película, y también el más escondido porque está a la vista pero no se insiste en ello, no es la actividad de los personajes sino el mundo real que describe o, más bien, esboza. Se trata de un planeta ubicado treinta años en el futuro que es muy similar al actual, en el cual la pobreza se ha extendido hasta límites difíciles de concebir para el occidental pero habituales en el tercer mundo. De hecho, la gente normal no vive en pisos de edificios corrientes sino en contenedores metálicos instalados sobre armazones ligeros de torres, en medio de un paisaje de basura y suciedad. Parzival tiene su "cuartel general" en un basurero de coches, donde aprovecha todo tipo de materiales para conectarse a Oasis..., porque incluso en estos nidos de miseria siempre hay una pantalla gigante en el paisaje para animar a conectarse a la red. 

Ése es el mundo, me insiste Mac Namara, al que quieren llevarnos los Amos y en ese sentido esta película es "predictiva". Se trata de crear un futuro en el que la vida del ciudadano valga todavía menos que en la actualidad: una existencia torpe, inútil para la propia persona (que se limitará a trabajar para el sistema y gastar en él todo lo que pueda ganar y más) y en la que no hará falta esclavizarla físicamente, por cuanto estará presa de la peor de sus fantasías: su propia fantasía, de la que no querrá salir.

En Ready Player One, la gente utiliza las gafas de realidad virtual y usa también otros complementos como los guantes para poder actuar en el interior de Oasis. Los más afortunados disponen incluso de un traje completo para sentir desde una caricia sensual hasta una patada mal dada en el bajo vientre. Todo esto existe ya, hoy día, aunque algunos gadgets no han sido comercializados todavía. El personaje de Sorrento cuenta con un espectacular asiento modular dotado de todos los avances..., y guarda su contraseña de acceso a la red en un papelito manuscrito junto a él (sí, todos los guiones tienen sus debilidades y sus puntos absolutamente irreales). Lo más importante en todo caso son las gafas ya que, como nos recuerdan todos los expertos, al menos el 90 % de los estímulos cerebrales los recibimos a través de los ojos, así que quien controle nuestra mirada controlará nuestra atención.

Y ese control se aprecia en una escena muy especial, en la que Parzival y sus amigos engañan a Sorrento haciéndole creer que está en el mundo real cuando lo cierto es que se encuentra aún en Oasis. Vamos hacia ese momento ahora mismo, con los avances en IA, realidad virtual y demás: hacia el momento en el que los videojuegos estén tan bien hechos y atrapen hasta tal punto nuestra atención que no sabremos exactamente si estamos en la realidad o fuera de ella. Y, lo peor de todo, no nos importará.

Aunque, ¿y si estuviéramos en ese punto ya? ¿Y si perteneciéramos a una gran simulación que se parece tanto a la realidad que de hecho creemos vivir en la realidad? ¿Y si fuera tan fácil "predestinar" nuestro futuro porque, al ser un simple montón de archivos, bastaría con que nuestro programador cambiara determinados parámetros a su voluntad?