Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

jueves, 23 de diciembre de 2010

El himno al Sol de Kheruef

En 1885, el egiptólogo alemán Adolf Erman descubrió la tumba de un intendente y escriba de la Gran Esposa Real Tiy, llamado Kheruef. El sitio se conoce en términos científicos como la tumba TT 192 y es la más grande de las que hasta el momento se han excavado en la ribera occidental de Luxor, aunque está sin terminar por lo que es muy probable que el funcionario destinado a ocuparla jamás llegara a ser sepultado en ella. Kheruef o Jeruef (con una jota suave, que es como deberíamos pronunciar en español el fonema anglosajón kh, inexistente en nuestra lengua) fue nada menos que administrador real. Es decir, un cargo muy importante, y de hecho el responsable del primer y tercer jubileo del faraón Amenhotep III.  

La tumba tiene un acceso a través de un corredor descendente que conduce a una sala pública con grandes pilares al este y al oeste. En las paredes se pueden apreciar algunas escenas tanto del faraón como de su reina, así como de la diosa Hathor y del propio Kheruef junto con otros funcionarios, sacerdotes y músicos. Tiy fue una de las mujeres más relevantes del Antiguo Egipto. Se cree que no era de linaje real aunque sabemos que su madre ostentaba el título de Cantora del templo de Amón, lo que ya le sitúa en un nivel interesante de partida. A la edad de siete u ocho años, Tiy fue casada con su (muy probablemente) primo Amenhotep (o Amenofis) III, algo más pequeño que ella y que asumió el trono a pesar de su tierna edad, con el correspondiente Consejo de Regencia controlando el país. Quizá por esa razón, los jóvenes esposos se compenetraron muy bien y estuvieron muy unidos durante toda su vida, hasta el punto de que ella ejerció una influencia sobre el faraón mucho mayor de lo habitual. Además, su reinado fue largo y próspero, lo que les hizo especialmente populares entre sus súbditos. A día de hoy, los arqueólogos e historiadores consideran que Tiy fue la verdadera faraona de aquella época, gobernando a través de su marido.

Lo más atractivo de estos personajes (aquí a la derecha aparecen en una pétrea escultura de pareja) es que fueron ellos los que alimentaron el establecimiento y consolidación del culto a Atón, que acabaría eclosionando y manifestándose en la conocida “Herejía” de Amarna, protagonizada por el hijo de Amenofis y Tiy: Akhenaton (o Ajnaton, españolizado). Lo hicieron en parte por recuperar la verdadera espiritualidad contenida en los viejos Misterios Egipcios (en relación con el espíritu del Sol, no con el Sol como materia o como cuerpo cósmico), en parte por frenar e incluso desmantelar la decadencia que había gangrenado la otrora elevada casta sacerdotal de Amón. El ambicioso objetivo consistía en regenerarla dotándola con nuevos hierofantes que recuperaran los sagrados y verdaderos Misterios, pues en realidad Amón y Atón no son más que dos nombres para designar lo mismo (el espíritu solar). Sin embargo, en manos de los corruptos sacerdotes de Amón, el sentido de los rituales se había desviado hacia una mema y vulgar adoración al astro físico. La misma importancia de Tiy en el reino mostraba que ella y su marido aún conservaban ciertos conocimientos secretos que incluían el manejo del poder que subyace en una unión completa, en determinados planos, entre un hombre y una mujer.

Salvando las distancias, y por comprender mejor lo que ocurría en aquellos tiempos, fue como cuando el movimiento cátaro pretendió, durante la Edad Media, retomar el Cristianismo verdadero y regenerarlo, tras haberlo arrancado de las garras de los Papas y su Iglesia que, atrincherados en el Vaticano y extendiéndose por todo el mundo occidental, habían corrompido el verdadero mensaje de Jesús el Cristo convirtiendo la espiritualidad en un vulgar negocio religioso. Los cátaros fueron exterminados con una saña y una brutalidad que se comentan por sí mismas y lo mismo sucedería con Akhenaton y sus seguidores (hasta tal punto que la historia de este faraón y sus familiares sigue siendo hoy muy oscura, pues la casta de los sacerdotes corruptos de Amón, cuando retomó el poder, destruyó casi toda su obra y apenas han quedado algunos vestigios de su época: la existencia del mismo Akhenaton fue descubierta por la arqueología moderna hace relativamente pocos años).

El destacado papel de Tiy se aprecia en su constante presencia al lado de su marido en prácticamente todas las grandes ceremonias de Estado, en las numerosas estatuas dedicadas a ella sola (como ésta) e incluso en la construcción de un palacio real, el de Malkata, en la orilla occidental de Tebas, exclusivamente para su persona, aunque acabaría convirtiéndose en residencia de todos los faraones. De su poder y su presencia aprendería la hermosa Nefertiti, la esposa de Akhenaton: ambos trataron de reproducir durante su reinado el modelo cuasiperfecto que Amenhotep III y Tiy habían desplegado durante el suyo. Tras la muerte de su padre, Akhenaton fue entronizado faraón y Tiy se retiró discretamente a un segundo plano aunque conservando una poderosa influencia como "reina madre".

Con estos antecedentes, comprenderemos que Kheruef debió ser un tipo especial: uno de los hombres de confianza de Tiy y muy probablemente un iniciado como ella en ciertos conocimientos ocultos. No es por tanto extraño que, en su tumba (o en la que iba a serlo ya que como antes comentamos nunca terminó de construirse), se encontrara entre otros jeroglíficos un himno muy particular al Sol, que vemos transcrito en esta imagen. No tiene la belleza y la fuerza del famoso canto de Akhenaton (Asciendes hermoso en el horizonte celeste, Sol Viviente que existes desde el origen...), mucho más conocido, pero nos da pistas sobre lo que este hombre sabía o dejaba de saber, si leemos entre líneas. 

Una posible traducción:

El Noble Heredero, príncipe favorito de Horus, Señor del Palacio,
Camarero de la Gran Esposa (se refiere a Tiy), Primer Heraldo Real, 
Kheruef, adora a Ra en la mañana cuando asciende sobre el horizonte del cielo.

Kheruef dice: Saludos a ti, Ra, cuando te levantas, 
como a Amón en su bello crepúsculo.
Tú amaneces y brillas sobre la espalda de tu madre, 
oh coronado como rey de la Enéada. 
Así te hizo tu Madre Nut y te adoran.

Te abrazo, Maat, en la estación doble.
Tú atraviesas el cielo superior y tu corazón se dilata de alegría.
El lago de los Dos Cuchillos se quedó tranquilo,
pues el enemigo cayó y sus dos manos están cortadas:
corta el cuchillo sus articulaciones.
Su mal carácter vino pero el enemigo cayó en los lugares de matanza.

Los corazones de todos los dioses rebosan felicidad
cuando te ven en la Barca Majedyet (la Barca Solar).
Ra se encuentra en los vientos suaves, 
y en la Barca Seketet (la Barca Nocturna).
Siguió adelante y llegó a su destino. Cruzas tú los cielos en triunfo.
Tu Enéada se cubrió luego de gloria. 
Tu madre Nut se entregó ayer en tu presencia.

El Escriba Real, el Primer Heraldo Real, el Camarero de la Gran Esposa,
Kheruef, lo atestigua.
Él dice: Yo te adoro cuanto tu belleza está sobre mí y se manifiesta
y tus brillantes rayos bañan mi pecho.

En estos días del Solsticio, en los que el astro rey muere y renace una vez más, sus hijos se reúnen en silencio para encender velas rojas por él y renovar su compromiso interno. Hay inconscientes y ambiciosos capaces de firmar un contrato con el Diablo y adorarle después para conseguir sus objetivos, pero los conscientes y humildes con quien firman su contrato es con Dios, con el dios interno en forma de llama al que adoran porque calienta sus corazones. Ahora y hasta el fin de sus días. 

Y aún después, durante toda la eternidad.




miércoles, 22 de diciembre de 2010

Línea Mortal

Durante los años 90, Hollywood rodó al menos tres películas interesantes sobre el asunto de la muerte y la supervivencia tras ella, cada una en su estilo. Fueron proyectos independientes entre sí, pero vinculados de una manera extraña, como si alguien se hubiera tomado la molestia de llevar al Séptimo Arte una extravagante trilogía basada en ciertas tradiciones ocultistas y en algunos relatos antiguos, adaptando este material de manera un tanto infantil para que quedara al gusto del espectador medio occidental. Esas tres películas fueron Flatliners, Ghost y What dreams may come.

La más conocida de las tres, sin duda, es Ghost, traducida en diversos países hispanos como La sombra del amor o Más allá del amor o literalmente y de acuerdo a su título original como Fantasma. En España, nadie se tomó la molestia de traducirla porque llegó en un momento en el que estaba de moda conservar los títulos originales, si eran cortitos y sonaban bien, como en este caso. Ghost tuvo un éxito espectacular cuando se estrenó en 1990 y aún hoy se mantiene como una referencia del cine romántico, con la desdichada historia de amor entre los personajes protagonizados por el siempre doliente Patrick Swayze y una entonces guapa (hoy cada vez se parece más a Cher) Demi Moore, con la histriónica e hipervalorada Whoopi Goldberg como eje de conexión entre ambos. 

La primera vez que vi esta película, además de disfrutarla, salí asombrado del cine preguntándome cómo era posible que alguien hubiera permitido que se rodara un guión semejante, en el que se explica de manera tan clara lo que sucede tras la muerte física, según la tradición esotérica occidental, además de otros detalles jamás antes mostrados en un largometraje (como por ejemplo la forma en que se puede actuar desde otro plano, no físico, a través de la emoción: lo que enseña el fantasma del metro al fantasma del personaje de Swayze). Sin embargo, lo más importante de este título quedó sepultado por las toneladas de caramelo y lágrima fácil con que fue envuelto, por no citar el burdo humor encarnado por la Goldberg (otra escena muy llamativa para los que han profundizado en todo esto: la de la posesión real de la médium cuando está en su negocio atendiendo a sus clientas). Con el tiempo, Ghost ha quedado cinematográficamente rebajada como un producto menor para muchos críticos y también para gran parte del público, que es incapaz de ir más allá de las apariencias y descubrir la información verdaderamente útil que contiene.

De las otras dos películas, la más potente visualmente es What dreams may come, que se estrenó en español como Más allá de los sueños y de cuyo interés da fe el hecho de que a pesar de no ser muy antigua hoy resulta difícil de encontrar. Y no sólo eso, sino que el mismo Hollywood se encargó de ocultarla a la vista del ciudadano corriente produciendo diez años más tarde a través de Disney una de las muchas tonterías protagonizadas por Adam Sandler (uno de esos actores de moda por intereses extracinematográficos) que lleva el mismo título y que no tiene absolutamente nada que ver (ni que recordar). La que nos interesa data de 1998, fue dirigida por Vincent Ward a partir de un guión de la novela original del grandísimo Richard Matheson y sus protagonistas principales son Max Von Sydow, Annabella Sciorra y Robin Williams. La mayoría de los críticos no se enteraron de lo que estaba contando esta historia (lo que normalmente suele suceder con los críticos, sobre todo en estos temas) y, en el mejor de los casos, la calificaron de "rara"  o "atractiva visualmente" como mucho. 

No obstante, para aquéllos que poseen ciertos conocimientos sobre lo que se está tratando en pantalla, resulta un largometraje conmovedor, emotivo y muy gratificante. Y, desde luego, imprescindible de ver. En cierto modo, Más allá de los sueños es como la continuación de Ghost, ya que no se detiene donde se detenía la primera (en el momento en el que el fallecido parte al Otro Lado), sino que le sigue y nos lleva a nosotros con él para mostrarnos algo de lo que hay allí..., siempre según estas tradiciones ocultistas. Resulta especialmente fascinante el contraste entre lo que nosotros llamamos el mundo real, gris y descorazonador, y el mundo espiritual, el de verdad, que se manifiesta en todo su colorido y esplendor, cuando uno cruza la línea. Y si en Ghost el tema de fondo era la esperanza (no la comedia romántica, como absurdamente se empeñan en repetir las guías televisivas), en Más Allá de los sueños es el amor. Pero no el "amor" humano, simple y sexual, sino un amor mucho más profundo que es capaz de llevar al sacrificio de lo más sagrado (que no es la vida, obviamente) por la persona amada.

He recordado estas dos películas porque el otro día encontré (y revisité, tantos años después) en DVD "la tercera de la trilogía", la citada Flatliners que en español se estrenó como Línea mortal, aunque literalmente significa Líneas planas en referencia al registro cardíaco que se emplea en los hospitales para controlar el corazón de los pacientes y que en pantalla se aprecia como una línea regularmente trufada de "montañitas" que representan los latidos del corazón. Cuando la persona muere, la línea se muestra, en efecto, plana. Como en los otros largometrajes, esta Línea mortal de Joel Schumacher que también se estrenó en 1990 contaba con un puñado de actores que en aquel momento empezaban a consolidarse en su carrera. Entre ellos: Kiefer Sutherland, Kevin Bacon y Julia Roberts (de hecho, éste fue el primer papel importante de "los dientes de América"..., digo..., de la "novia de América" después del tostón de Pretty Woman con el aburrido Richard Gere).

En nuestra particular clasificación, Línea Mortal sería la primera del lote, por delante, temporalmente, de Ghost, y también la de menor calidad de las tres obras. Relata la historia de cinco ambiciosos estudiantes de medicina liderados por el personaje encarnado por Kiefer Sutherland que deciden actuar como buenos "científicos locos" y utilizarse a sí mismos como conejillos de Indias para averigüar si existe algo más allá de la muerte. Para ello siguen unos pasos metódicos y bastante radicales que consisten en provocarse, por turnos, un paro cardíaco. El estudiante que hace de paciente muere clínicamente y durante unos pocos minutos previamente acordados se le deja "navegar" en el tiempo y en el espacio a ver qué encuentra más allá. Al cabo de este tiempo, los demás le reaniman empleando esos angustiosos métodos que hemos visto tantas veces en las películas: inyecciones estimulantes, respiración artificial, palas eléctricas para convulsionar el corazón y hacerle reaccionar, etc.

Los viajes tienen éxito y los estudiantes consiguen llegar más allá del plano físico pero deberán pagar un precio muy alto. O deberían, porque es aquí donde desgraciadamente la película hace aguas. Siguiendo por momentos alguno de los itinerarios relatados en el Bardo Thodol, el llamado Libro de los Muertos Tibetano, los estudiantes descubren demasiado tarde que cuando uno fallece de verdad debe hacer frente a su karma acumulado (es decir, al resultado de sus acciones buenas y malas a lo largo de la existencia: en el momento de fallecer, se pasa la factura correspondiente, que en la tradición judeocristiana se identifica con el infierno o incluso el purgatorio) pero como ellos sólo están jugando a morir se traen "trabajo" a este lado de la línea que separa la vida de la muerte. Y es un trabajo para el que no están preparados..., pero, una vez abierta la brecha, la ventana entre el otro mundo y éste, ya no se puede cerrar (de donde se infiere el terrible peligro que corren los insensatos que se dedican a jugar a la Ouija, las invocaciones a los muertos, el espiritismo y otras actividades que pueden llegar a rasgar los sutiles y frágiles velos que separan algunos planos: al no estar preparados para lo que se va a "colar" a través de esas rendijas -que no suelen ser "almas elevadas"-, muchas de las personas que se dedican a todo esto acaban literalmente enloqueciendo o incluso en casos extremos suicidándose). 

El primero en viajar, el personaje de Sutherland, se encuentra con el recuerdo que le atormenta desde que, siendo un niño violento y peleón, causó por accidente la muerte de otro chaval. Al regresar de su experiencia de muerte clínica, el "fantasma" de ese chaval vendrá con él, dispuesto a cobrarse su venganza... El resto de karmas pendientes de los otros personajes, en comparación, resultan bastante endebles, incluso ridículos en el caso del personaje de Kevin Bacon, aunque será éste el que encuentre la clave para superar la crisis a partir de la expiación. Al final, Línea Mortal resulta una propuesta fallida pero con algunos planteamientos curiosos que sirven como primer peldaño en esta escalera de tres.

martes, 21 de diciembre de 2010

¿Volverá la peseta?

No seré yo quien llore la despedida del 2010: un año que trajo más problemas, puñaladas por la espalda y líos variados que sus predecesores y al que en consecuencia sólo puedo agradecerle una cosa: haberme hecho aún más fuerte (rememorando una vez más al genial Friedrich, el Gran Fritz), aunque sea a la fuerza. Durante los últimos meses, la Sombra de Mordor ha crecido sin pudor alguno y su Ojo llega hasta donde nunca antes había llegado, según me ha confirmado Mac Namara en los últimos días. 

- Y lo que es peor, no parece que exista un gran contingente capaz de frenarla, un Último Batallón en condiciones, pues no hay rastro del paradero del Anillo Único y los Hombres Libres han reducido su número a la mínima expresión, aunque aún resisten, ahora y siempre, al invasor -añade mi gato conspiranoico.

En este remate de diciembre, en un ambiente frío y desagradable (y no me refiero especialmente a la meteorología) en el que los Misterios Sagrados son más preciosos que nunca y el Fuego Eterno brilla trémulo alimentado por un escaso puñado de valientes, es habitual encontrar semblantes serios y concentrados frente a las hogueras. Miran el siniestro volcán a lo lejos, recortándose contra el cielo enrojecido, y meditan sobre los inciertos tiempos por venir revolviéndose inquietos bajo sus capotes. Saben que deberán enfrentarse con pruebas terribles, aunque a cambio ello les conferirá una oportunidad única para, si actúan correctamente, convertirse en héroes (cómo les envidiarían entonces los dioses, algunos de los cuales estarían incluso dispuestos a renunciar a su inmortalidad a cambio de ese fugaz momento de gloria).

Según Mac Namara, los aliados de la Sombra son cada vez más poderosos, por dos motivos:
- En primer lugar, por su propia fortaleza, incubada en mentes torturadas por la envidia, el rencor, la ambición, el egoísmo, el exceso y la podredumbre espiritual. En segundo lugar, y esto es lo más importante porque es lo que les confiere mayor fuerza, amparados por el 'laissez faire, laissez passer' del hombre/hormiga, con gusto autosometido, como en otros tiempos..., como siempre, a los espejitos de cuentas y a las promesas de felicidad eterna a cambio de unos pocos euros. 

- El hombre-hormiga podría despertar de su letargo y tomar sus armas -intervine, buscando algo de esperanza- y así constituir por sí mismo una barrera infranqueable para la Sombra, ¿no?

- No, es inútil -Mac Namara negó rotundamente con su cabecita canela y chocolate-. Hace tiempo que arrojó sus mejores armas a cualquier hediondo pantano abrazando la falsa "bandera de la paz" material y desde entonces se evade de responsabilidades con la insensatez propia del loco peligroso que vive en su mundo y cree que éste es el único que existe. No presta atención a los buitres que ya sobrevuelan su cabeza ni a las hienas que sonríen, al otro lado de su cómodo sofá. Por eso recibirá su premio y será aniquilado "en paz". Estoy pensando de hecho en cambiarle el nombre y llamarle mejor el hombre/avestruz, aunque esa posición me parece tan indecorosa...

 - ¿Y si le mandáramos algún mensaje que sirviera para que abriera los ojos? -sugerí.

- ¡Pero si le están mandando uno tras otro, y no hace ni caso! -protestó él- Incluso desde el interior del mismo corrupto Reino de la Falsedad y las Apariencias. 

Mac Namara citó entonces como ejemplo a Joseph Eugene Stiglitz, el economista y profesor judeoamericano que, entre otras labores, trabajó como presidente del Consejo de Asesores Económicos en la administración del presidente de EE.UU. Bill Clinton y luego como economista jefe y vicepresidente primero del Banco Mundial. Entre sus numerosas distinciones destaca el premio Nobel de Economía de 2001 que, sospecho, el comité que se lo concedió (es el único de los premios Nobel que no corre a cuenta de la Fundación del mismo nombre, sino que pagan los propios bancos) se arrepintió poco después de haberlo hecho. Y es que Stiglitz les "salió rana", al ponerse a criticar sin descanso y con poderosas razones (que parten de su propio conocimiento de los lugares que pisa) a la globalización, a los "fundamentalistas del libre mercado" y a instituciones tan serias como el Fondo Monetario Internacional y el propio Banco Mundial en el que él trabajó.

Ya en su día le habíamos leído alguna que otra joyita en sus libros o en las entrevistas que ha concedido en los últimos años, como estas palabras asombrosas, viniendo de quien vienen:
"Las teorías que desarrollamos explican por qué los mercados libres, sin control, a menudo no sólo son incapaces de alcanzar justicia social sino que ni siquiera producen resultados eficaces para la sociedad. Existen ciertos intereses que han impedido que todavía nadie haya planteado un desafío intelectual para refutar esa idea de 'la mano invisible' inventada por Adam Smith. 'La mano invisible' (que se supone regula los mercados) no guía ni a los individuos ni a las empresas hacia la eficiencia económica: cada cual busca su propio interés".

Mi gato me mostró unas declaraciones publicadas a finales del pasado mes de noviembre por Stiglitz en el Yahoo's Daily Finance:

- Y dime por favor si has visto esto repetido en algún medio de comunicación masivo o volvemos a encontrarnos ante el curioso caso de la información-interesante-que-se-escamotea-al-ciudadano-no-preocupado-especialmente-por-el-asunto...  -añadió.

No voy a reproducir todo el texto porque es largo pero destacaré varias de las afirmaciones de este hombre que, recuerdo, es uno de los economistas más prestigiosos del mundo:
* "Se supone que el sistema jurídico codifica nuestras leyes y nuestras creencias como sociedad, lo que tenemos que hacer para que ésta funcione. Si se perciben posibles corrupciones, la confianza en todo el sistema empieza a erosionarse... Y ése es justo el problema que tenemos ahora."

* "¿Por qué se permiten los malos préstamos (de riesgo) en el sector del automóvil (a las multinacionales) y no en el mercado hipotecario? ¿Hay alguna razón de principio. Todos sabemos que no, no las hay, lo que hay son razones de dinero: las contribuciones (de esas multinacionales) a las campañas electorales, los lobbies, las 'puertas giratorias' entre la política y los negocios..., todo eso."

* "... En los 80, cuando se produjo la crisis de las cajas de crédito y ahorro, como ahora, les multamos. ¿Y qué gran lección hemos sacado de esto? Pórtate mal y el gobierno te quitará... un 5 ó un 10 por ciento de los beneficios que obtuviste de mala manera. Estarás muy tranquilo en tu casita, con varios cientos de millones de dólares de los que podrás disfrutar tras pagar unas multas que parecen muy grandes pero que en realidad son pequeñitas en comparación con el dinero que te embolsaste."

*"El sistema está configurado de tal modo que, aunque te pillen, el castigo seguirá siendo un parte ínfima en comparación con la bolsa que te llevarás a casa. La multa se intepreta aquí como una simple cifra más de los costes del negocio (...) Por ello creo que lo que deberíamos hacer sería meter en la cárcel a un buen número de estos tipos (banqueros, brokers, responsables de multinacionales, etc.). Lo creo sinceramente. No se trata sólo de delitos de guante blanco o de pequeños incidentes. Hay víctimas y son reales. Hubo víctimas en todo el planeta. Eso es lo que sucede."

* "A veces esta gente tiene incentivos para portarse mal, porque pueden ganar más dinero si estafan o se meten en actividades fraudulentas. Pero si queremos que el sistema económico funcione, deberíamos asegurarnos de que lo que ganan cuando defraudan lo pierdan, todo, por el sistema de castigos y multas (...) hay que recordar que el sistema financiero llevó realmente al desplome de la economía global. Y si incluyes los daños colaterales, todos, hablamos ya realmente de billones de dólares (...) aparte del daño en la confianza en nuestro sistema jurídico, el imperio de la ley y el Estado de Derecho, en nuestro sistema de Justicia (...) algunos son detenidos por un delito menor de droga y dan con sus huesos en la cárcel mucho tiempo, pero cuando se trata de un delito de los llamados de guante blanco, casi ninguno de los tipos que los ejecutan acaba entre rejas."

* "Los bancos pretenden que creamos que no hicieron malos préstamos, se niegan a aceptar la realidad. Pero en un hecho que alteraron los criterios contables (...) de modo que toda su estrategia ha consistido en esconder las pérdidas, seguir enredando y conseguir que el gobierno mantenga los tipos de interés realmente bajos."

Palabras muy esclarecedoras, aunque Mac Namara tenía una sorpresa final. Me pasó otro texto extraído de su libro Freefall (Caída libre) en la que Stiglitz se refería al caso español. Sólo resumiré esto:

* "España podría afrontar una crisis como la que afectó a Argentina en 2001 por su incapacidad para crear empleo y reducir con eficacia su déficit público (...) Por eso este país es presa fácil para los especuladores de mercado (...) Las respuetas ingenuas como recortar el gasto y subir los impuestos sólo empeorarán las cosas, como ha quedado dramáticamente de manifiesto con la respuesta reciente del mercado al recorte español (...) La raíz del problema en países como España o Grecia es el euro, que tiene un cambio fijo, y estos países no pueden usar su divisa como elemento de reajuste de sus economías (...) En realidad, el euro ha sido un experimento interesante, pero como el casi olvidado Sistema Monetario Europeo que lo precedió y que se derrumbó cuando los especuladores (como el "filántropo" George Soros) atacaron la libra esterlina en 1992, carece del apoyo institucional necesario para funcionar."

Menos mal, pensé, que en España tenemos una idea bastante más optimista de la Economía: esa asignatura que se aprende "en dos tardes".

     
 

lunes, 20 de diciembre de 2010

La oculta amenaza de Nemesis

Una de las diosas más peligrosas de la antigua mitología griega es Némesis o Ramnusia, alias "la diosa de Ramnonte" porque era en esa ciudad del Ática donde se levantaba el principal templo en su honor. De origen primitivo, preolímpico, estaba considerada como una deidad "equilibradora" de las cuentas cósmicas  y de hecho se encargaba de la "justicia retributiva" o, hablando en plata, de la venganza y la cólera divinas, puesto que su papel era castigar a todas las personas que no obedecían a aquéllos que tenían derecho a mandarles de alguna manera. Por ejemplo, los hijos que desobedecían a los padres, los cónyuges que engañaban a sus parejas o los malos ciudadanos que traicionaban a los buenos gobernantes.

Ignoro por qué se le puso el nombre de Némesis a la "estrella misteriosa" que podría habitar nuestro sistema solar sin que lo supiéramos, pero su historia es particularmente curiosa. Resulta que durante los últimos cientos de millones de años la vida en la Tierra ha sufrido varios apocalipsis, aunque no estuviéramos nosotros como especie para registrar los hechos (o la mejor estábamos y ya no queda ni rastro de aquéllos que fuimos). Lo peculiar de estos fines del mundo sucesivos es su regularidad. Muchos expertos han señalado en los últimos años que, por alguna desconocida razón, nuestro planeta padece una vasta destrucción cada 26 ó 27 millones de años pero no existe consenso sobre cuál puede ser esa razón.

En los años 80 del siglo pasado se presentó la siguiente y atractiva hipótesis: en realidad, nuestro sistema solar es binario..., aunque no lo sabemos. Según esta teoría, el Sol tendría una compañera lejana y oscura (una enana marrón..., o acaso simplemente una estrella mucho más pequeña) que barrería periódicamente la llamada Nube de Oort, compuesta sobre todo por cometas, precisamente cada 27 millones de años. Al atravesar esta zona, alteraría con fuerza la gravedad de miles y hasta millones de objetos cósmicos que saldrían disparados en todas direcciones (entre otros lugares, hacia la Tierra) en forma de mortales lluvias de cometas y meteoritos. El impacto sobre nuestro planeta de algunos de ellos sería la causa de daños terribles sobre el ecosistema global con verdaderos y dramáticos cambios climáticos por culpa del choque, ya que producirían desde masivas pérdidas de ozono hasta enfriamientos extremos de las temperaturas por culpa de las capas de polvo que levantarían hacia la atmósfera (se supone que la caída de uno de estos meteoritos hace 65 millones de años habría causado la destrucción de los dinosaurios). Las consecuencias, además, podrían durar mucho tiempo ya que este tipo de lluvias de cometas podría prolongarse hasta unos dos millones de años, con un promedio de al menos diez impactos cada 50.000 años cada vez que Némesis se paseara por la Nube de Oort.

La teoría formal de la existencia de Némesis la presentó el físico de la universidad de California en Berkeley Richard A. Muller en un artículo que publicó en 1984 en la revista Nature junto a otros dos expertos de Princeton: Marc Davis y Piet Hut. Pocos años después, Muller amplió su tesis en un libro llamado precisamente Némesis. En 1985, otro equipo científico formado por Daniel P. Whitmire y John J. Matese de la universidad de Louisiana del Sur, insistía en el asunto e incluso planteaba que la estrella compañera del Sol podría ser un pequeño agujero negro, lo cual eleva en unos cuantos grados más la inquietud por su existencia...  Según estos científicos, la órbita de Némesis sería muy amplia, tanto que podría llevarle a una distancia de entre 20.000 y 90.000 unidades astronómicas del astro rey. Para hacernos una idea de lo que significa esto en términos de distancia real, pensemos que Plutón, el planeta (o lo que sea, a estas alturas) más alejado de nuestro sistema solar se encuentra tan sólo a 39 unidades astronómicas del Sol.

Lo más inquietante de la hipótesis es que seguramente ya conocemos a Némesis, si es que existe, porque puede figurar en los catálogos estelares con un registro anodino..., ya que no sabemos que es lo que es. Lo cierto es que todas las estrellas con las características de esta hipótetica y destructora compañera del Sol han sido ya catalogadas, pero como se ha medido la distancia de muy pocas de ellas, podría ser casi cualquiera. O no. Hay un observatorio en California, el Leuschner de Lafayette, que se dedica a buscarla con un telescopio automático. El telescopio fotografía campos de estrellas y compara la imagen con una nueva foto tomada varios meses después en busca de movimientos sospechosos. Algunos especialistas han pronosticado que si Némesis existe acabaremos por encontrarla en la constelación de Hydra.

Algunas evidencias empleadas por los científicos para defender la presencia de esta estrella "del lado oscuro" son por ejemplo las grandes concentraciones de iridio en las rocas fosilíferas (el iridio no es común en la corteza terrestre pero sí en objetos cósmicos como los cometas así que supone un rastro del impacto de éstos), el isótopo Neón 21 (gracias al cual se ha podido relacionar los meteoritos creados a la Tierra con las tres últimas extinciones masivas registradas) o la inversión del campo geomagnético (de momento se han estudiado casi 300 inversiones de este tipo en nuestro planeta). Hay además un dato que abunda en todo esto: más del 50 por ciento de las estrellas de nuestra galaxia son parte de un sistema binario..., así que es muy posible que el nuestro también lo sea, auque no lo parezca, y aún no lo sepamos con exactitud.

Una buena noticia detrás de todo esta alarmante posibilidad: que la última extinción masiva de este tipo se produjo hace 11 millones de años..., así que aún disponemos de unos 16 millones más para aprender a protegernos de la siguiente...

Lo más grande es que toda esta reflexión viene del hecho de que aquí al lado, en el barrio junto a la Universidad de Dios, donde tengo el apartamento en el que vivo con Mac Namara, acaban de abrir una frutería que se llama... ¡Némesis! Por supuesto, nunca he comprado fruta allí: el otro día pasé por delante y vi un montón de uvas junto a una piña..., y no pude dejar de identificar la piña con la Tierra y las uvas con los meteoritos.

viernes, 17 de diciembre de 2010

La palabra mágica

Lo queremos saber todo y lo queremos saber ya, sin darnos cuenta de que la sabiduría requiere mucho tiempo (y el esfuerzo equivalente): para encontrarla, para recibirla, para asimilarla y sobre todo para digerirla y al fin aplicarla. Nadie puede tomarla a su antojo o robarla para emplearla a su propio gusto, pues ella se defiende a sí misma y sólo se entrega a quien de verdad la merece.

Cuenta la leyenda que un joven, egoísta, cruel y ambicioso emperador de Oriente hizo llamar a su corte al hombre considerado como el más sabio de todas las tierras conocidas y le hizo la siguiente propuesta: 

- Escribe para mí la obra definitiva, en la que yo encuentre la respuesta a todas las preguntas que se hacen los hombres, así como la explicación de los conocimientos esenciales del mundo. A cambio te cubriré de oro y te haré más rico de lo que nunca soñaste. Si te niegas, te cortaré la cabeza y buscaré a otro sabio que haga el trabajo.

- Escribiré la obra para ti -contestó el sabio, sin protestar-. En cuanto a mí, no deseo oro, ni ser rico. Sólo te pido que cubras mis gastos mientras trabaje aquí.

El emperador se felicitó por el buen trato que había hecho, ya que le saldría más barato de lo que en principio imaginaba y además la modestia del sabio le garantizaba que el resultado final merecería la pena. Así que sellaron sus manos para rubricar el acuerdo.

Los amigos del sabio, que conocían las intenciones verdaderas del emperador, que no eran otras más que utilizar esa sabiduría para ampliar su poder y sus posesiones materiales, le recriminaron que no hubiera sido capaz de sacrificarse antes que trabajar para él, pero el sabio recibió sus críticas con sonrisas y silencio.

Pasaron doce largos años, en los que el sabio trabajó día y noche sin descanso durante los siete días de cada semana para reunir en el más breve espacio posible todo el conocimiento que había adquirido durante su existencia. Después de ese tiempo, se presentó ante el emperador con siete gruesos libros de apretada escritura.

- Demasiado largo -se quejó el emperador, muy ocupado en regir los vastos territorios bajo su control-. Tardaría mucho tiempo en estudiar y comprender todo eso y la verdad es que no lo tengo. Mejor resume cuanto has escrito en esos siete libros y redúcelo a uno solo. Ahora que ya posees lo más importante, no deberías tardar mucho más en concluir tu labor.

El sabio sonrió, se plegó a sus deseos y se marchó con aquellas siete joyas de conocimiento..., que él mismo se encargó de quemar más tarde en una hoguera. Después de puso a escribir el resumen de aquella magna obra y, seis años después, se presentó de nuevo en la corte, esta vez con un solo libro.

- Sigue siendo muy grueso -se lamentó el emperador, con un mohín en su boca-. ¿Es que no ves todos los problemas que tengo que afrontar diariamente? Alimentar a todos mis súbditos, guerrear con los países vecinos, presentar las mejores ofrendas a los dioses, gobernar mis múltiples ciudades, satisfacer a todas mis esposas... No puedo perder ni un instante y si me pongo a leer tu libro todo el imperio se deshará en mis dedos como el azúcar en el agua por falta de atención. Estoy absolutamente convencido de que puedes resumir todo el libro en una sola página, que leeré con sumo gusto.

Sin decir nada, el sabio sonrió otra vez y se llevó el libro..., que luego destruyó también en la hoguera. Más tarde se sentó a a escribir una página que debía ser LA página: la auténtica quintaesencia de la sabiduría, que por el mero hecho de leerla y comprenderla convertiría a cualquier zopenco en un verdadero iniciado. Tardó tres años en redactarla. Regresó a la corte y encontró al emperador reunido con sus generales diseñando los planes de la nueva guerra que mantenía con el reino vecino con objeto de conquistarlo.

- ¡Ahora te presentas ante mí! -protestó el emperador- ¡Contempla cómo me hallas! No tengo tiempo ni de estar charlando contigo. Escucha..., si has sido tan sabio como para explicar toda la sabiduría de los siete primeros y gruesos volúmenes en una sola página, nada te impide reducir esa página a una sola palabra, que explique en sí misma todo lo que sabes. Hazlo así y preséntate ante mí. Dime esa palabra mágica que me conferirá el poder sobre todas las cosas del mundo y, aunque no quieras oro, te juro que nunca más en tu vida deberás preocuparte por cubrir necesidad alguna.

Y de nuevo el sabio se retiró sonriendo, para sorpresa de toda la corte que no entendía cómo alguien podía sufrir una humillación semejante una y otra vez y no reaccionar. Quemó la página en una hoguera similar a aquéllas en las que habían ardido los libros y se sentó a meditar. 

Doce años más tarde, el sabio regresó a la corte y el emperador, ya un anciano, le vio llegar con sorpresa pues pensaba que había fallecido, ya que llevaba tanto tiempo sin verle.

- ¡Al fin! ¿Has encontrado la palabra mágica? -preguntó.

- Sí, soberano emperador. Y la he traído para vos -contestó el sabio.

- ¡No la digas en voz alta! Acércate y dímela en voz baja, ¡sólo a mí!

Así lo hizo el sabio, que se acercó al emperador y junto a su oreja murmuró una sola palabra. Ninguna otra persona más que ellos dos ha llegado a conocer jamás cuál era. Sólo se sabe que el emperador exclamó, irritado:

- ¡Pero eso ya lo sabía!

Entonces se puso muy pálido, trató de erguirse y se derrumbó, muerto.

Todos los cortesanos se acercaron corriendo a atenderle mientras el sabio, con expresión plácida, se retiró prudentemente a sus aposentos, hizo su pequeño petate y se marchó de allí. Nadie volvió a verle jamás... Ni siquiera sus amigos que, apesadumbrados, no habían tenido tiempo de pedirle perdón por haber dudado de él. En su día le recriminaron que no se hubiera sacrificado antes que trabajar para el indeseable emperador pero sólo en aquel momento comprendieron que sí lo había hecho. En lugar de dejarse matar y traspasar a otro sabio la responsabilidad de detener al ambicioso líder, el sabio había sacrificado su propia vida demorando la entrega del conocimiento hasta que el emperador, anciano, ya no estaba en condiciones de hacer uso de él.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Huellas en la arena

 Hace mucho tiempo, cuando aún me estaba preparando en una academia especial para ingresar en la Universidad de Dios, surgió en clase el tema de la protección del medio ambiente, la conservación de la Naturaleza y los problemas de la contaminación. En aquella época apenas se hablaba sobre estos asuntos porque los medios de comunicación de masas no les dedicaban apenas tiempo y en consecuencia no preocupaban lo más mínimo a los humanos corrientes (de hecho, hoy sigue sin preocuparles, a no ser que haya alguien cerca con el que quieran quedar bien y es entonces cuando todos empiezan a opinar sobre el "calentamiento" global, el "deshielo" de los Polos y la polinización de las margaritas, como si supieran de qué están hablando).
El asunto se planteó en clase de Apocalipsis (sí, el director de la academia era un poco radical y le gustaban mucho las asignaturas melodramáticas: dí tú que luego ni en la prueba de acceso a la Universidad de Dios, ni en lo que llevo de carrera se ha hablado para nada del fin del mundo, pero en ese momento era casi dogma de fe...), cuando examinábamos las diversas opciones a nuestra disposición para cargarnos el planeta y poner fin a la Humanidad de una vez y para siempre. Que si la guerra nuclear, que si un envenenamiento masivo provocado por un virus, que si un cuerpo cósmico de trayectoria errática, que si una invasión de extraterrestres genocidas..., que si la transformación de la Tierra en un estercolero por obra y gracia de los humanos. Particularmente, ésta era una de las que más miedo me daba, porque
me parecía tal vez la más plausible de todas. No es que profesara un espíritu especialmente ecologista, pero ya llevaba unos cuantos años practicando en casa tras matricularme en la Universidad de Magos a Distancia (dejé esta carrera al entrar en la de Dios: me parece que tiene más salidas ésta última) y conocía hasta qué punto la polución de cualquier tipo (del agua, de los alimentos, de la vegetación, lumínica, etc.) podía alterar un conjuro o un hechizo hasta convertirlo en inservible o, peor, rebotar y revolverse contra quien lo hubiera lanzado.

Recuerdo que le expresé al profesor mis temores en ese sentido. El profesor era el eminente (bueno..., eminente entonces, porque cuando le veo ahora me parece mentira que el tipo me haya dado clase) Mikhael Baltas, quien me miró con ojos de "chaval, tú no tienes ni idea" y sonrisilla de "a ver si aprendes algo del que sabe..., o sea: yo". Luego se dirigió a toda la clase asegurando que esos miedos por mi parte eran absolutamente infundados porque la Tierra era un ser vivo (Lovelock y Margulis todavía no habían empezado a dar la brasa con su famosa hipótesis de Gaia) y no permitiría que otro ser más pequeño e insignificante que ella se le subiera a las barbas, como suele decirse. Es más, citó a un sabio eremita que él conocía, aunque no dio su nombre ni su filiación, y aseguró que este hombre había recibido la misma revelación hablando con un cangrejo junto a un río: "Antes de que la Humanidad acabe con la Tierra, la Tierra acabará con la Humanidad", asegura que le soltó. Por cierto que tampoco dio el nombre ni la filiación del cangrejo.

Pasado un tiempo comprendí que no le faltaba parte de razón. Sí, nuestro planeta es, después de todo, un ser vivo (esto es de Primero de carrera...) aunque a un nivel que el hombre común no se puede imaginar..., de la misma forma que la hormiga que se pasea por nuestra mano no tiene entendimiento suficiente para comprender que lo que está recorriendo no es una simple roca o un pedazo de madera sino un (para ella) coloso que puede destruirla sin esfuerzo con un leve gesto en cualquier momento. Esta falta de perspectiva es la que falla en los análisis generales que el hombre contemporáneo suele confeccionar de sí mismo en relación con la Tierra y con el resto del universo en general. Tratamos de aplicar escalas humanas a lo que se mueve, literalmente, en dimensiones mucho mayores, que poseen su propio ritmo, su propia lógica y su propia manera de actuar.

Esta mañana, el WWF o Fondo Mundial de la Naturaleza insistía en sus estudios y predicciones pesimistas (los grandes grupos ecologistas sólo ofrecerán noticias negativas, cuanto más alarmista mejor, sobre el medio ambiente y nunca reflejarán las informaciones positivas -que también las hay- porque no les interesa: se les acabaría el negocio) asegurando que la llamada "huella ecológica" se ha duplicado en sólo 15 años. Esa "huella" es la forma de medir el impacto del consumo humano sobre los ecosistemas y su capacidad de regenerarse. Y la situación es tan mala que, o cambia drásticamente el ritmo actual de consumo de recursos naturales, o para el año 2030, pasado mañana como quien dice, necesitaremos un segundo planeta. De hecho, se supone que ya estamos consumiendo un 50 por ciento más de lo que la Tierra es capaz de generar (me pregunto entonces de dónde está saliendo en este momento esa cantidad extra de recursos). Por supuesto y como es habitual en estos documentos, los occidentales somos culpables en grado sumo respecto a cualquier otro pueblo del mundo. Un habitante de EE.UU., dice WWF, deja una "huella ecológica" seis veces más profunda que un africano (mmmh..., ¿a pesar de que las campañas de reciclaje, las tecnologías limpias, la reforestación y demás estrategias positivas se desarrollan en un 90 % en EE.UU. y Europa?)

Hará unos cuatro años, la revista New Scientist publicó un estudio muy interesante sobre lo de las huellas ecológicas y demás clichés ecologistas. Después de recordar y dejar bien sentado que el ser humano es uno de los más voraces que existen, capaz de colonizar, sobreexplotar y arrasar más de un tercio de la superficie terrestre en unos pocos miles de años, advierte de que si cualquier día se produjera el exterminio absoluto y total de la Humanidad, el planeta no tardaría más de cien mil años en barrer los restos de nuestra obra y la Tierra volvería a flotar en el espacio como si nunca hubiéramos hecho acto de presencia. Cien mil años parece mucho tiempo, pero es una auténtica tontería, en términos cósmicos.


New Scientist afirmaba que la primera polución en desaparecer sería la lumínica. El mundo se quedaría a oscuras en los pocos días que tardaran las placas solares y las plantas eólicas en colapsar. Y, desaparecida la electricidad, que es uno de los más importantes soportes de nuestra civilización contemporánea aunque por lo común la tratamos como algo corriente cuya existencia se sobreentiende, todas las máquinas que se mantienen automáticamente se detendrían ipso facto. Sólo tres meses más tarde de nuestra desaparición, el nivel de contaminación habría descendido de manera espectacular y, pasados diez años, el metano desaparecería prácticamente de la atmósfera. La falta de uso y sobre todo de mantenimiento destruiría en pocos años infraestructuras hoy tan importantes como carreteras, aeropuertos y rascacielos (para los monstruos de metal y cristal, se cifra en 200 el número de años que tardarían en desmoronarse) y nuestras ciudades quedarían cubiertas por la vegetación al estilo de las precolombinas o los viejos templos camboyanos en no más de un siglo. El atún rojo, las ballenas, las anchoas y demás especies amenazadas verían resuelto su problema pues en unos 50 años se recuperaría toda la población de especies marinas, al tiempo que desaparecerían los nitratos y los fosfatos vertidos al agua. Los corales tardarían un poquito más en regenerarse, pero no demasiado: unos 500 años. Si dejamos pasar un poco más de tiempo, unos mil años, la mayor parte de los vertederos (al menos su contenido orgánico) habría desaparecido y también los edificios de ladrillo, piedra y cemento. Los plásticos y los cristales aguantarían algo más, unos 50.000 años.

A partir de ese momento, los ocupantes de una nave extraterrestre que descendiera sobre nuestro planeta sólo podrían deducir la existencia de la Humanidad en algún momento de la antigüedad de la Tierra en el dudoso caso de que llegaran a toparse con algún rastro arqueológico o bien si analizaran algunos de nuestros productos químicos artificiales, para los que se calcula unos 200.000 años de vida. La basura radioactiva sería lo último en desaparecer, pues podría seguir activa y mortalmente tóxica hasta dos millones de años. Pero su origen, podrían pensar los extraterrestres, podría ubicarse en cualquier gran meteorito que en su día hubiera caído sobre nosotros.

Conociendo estos datos, uno tiene la impresión de que nuestra presencia sobre la Tierra es bastante menos valiosa de lo que cientos de expertos nos insisten un día sí y otro también a través de los medios de comunicación. Sí, de acuerdo, hay que luchar contra la polución, el despilfarro energético, etcétera..., pero la sensación es que nuestro destino no depende de nosotros de ninguna de las maneras (a no ser que se produjera un despertar espiritual masivo que condujera a la mayoría de la población mundial a actuar conscientemente para cambiar de rumbo de manera radical..., lo que no parece vaya a suceder mañana) sino que alguna ley cósmica, por no personalizar el concepto, se encargará de hacer borrón y cuenta nueva en cuanto nos pasemos de rosca otra vez. 

¿Otra vez?

Sabemos que el ser humano lleva varios millones de años sobre la Tierra..., pero sólo en los últimos cinco mil años, según nuestros libros de Historia, ha sido capaz de desarrollar una civilización. La pregunta es: ¿cuántas civilizaciones, que hoy ignoramos, han existido antes sobre nuestro planeta y han desaparecido sin dejar rastro engullidas por la misma Gaia tras ser víctimas de un Apocalipsis cualquiera?
 

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Pimientos Sin Fronteras

Un informe recién publicado por el Ministerio de Estadísticas del gobierno de la India revela un dato asombroso que demuestra la gran manipulación del proceso estadístico (aquello de tú te comes dos pollos y yo ninguno y estadísticamente tenemos que estar contentos porque cada uno de nosotros nos hemos comido un pollo). El documento cifra nada menos que en casi tres millones doscientas mil (aunque se sospecha que el número real alcanza los tres millones y medio) las ONGs u Organizaciones No Gubernamentales, sin ánimo de lucro, que figuran en su Registro de Sociedades. Es decir, que existe ¡una de estas organizaciones de ayuda cada 345 personas! Como es palmariamente evidente para cualquier persona (y no es necesario haber viajado a la India para comprobarlo) la inmensa mayoría de estos grupos existen por otros motivos que para asistir y ayudar de verdad a los indios que lo necesitan. "Con la cantidad de trabajo que estarían haciendo (si existieran ciertamente esos grupos benéficos e hicieran esa labor) no tendríamos la clase de problemas sociales que afrontamos" según comentaba uno de los miembros de CSO Partners, una asociación que trata de hacer más transparente el sector.

De hecho, el informe del gobierno de Nueva Delhi, que anuncia ya una segunda parte en la que estudiará las vías de financiación de las ONGs, deja bastante claro que "de ellas, sólo el 41 por ciento se dedican a obra social" y, además, su implantación territorial es muy "curiosa, ya que existen más organizaciones de este tipo en los Estados (las regiones indias) más desarrollados de la India y significativamente menos organizaciones en los más pobres, que es justo donde más se precisa su colaboración." Comparando los datos por años, es verdaderamente chocante el espectacular incremento de estos grupos, desde los poco más de 144.000 que estaban registrados y operaban en 1970 a los más de tres millones, sólo cuarenta años más tarde. Y los expertos apuntan a una fecha como disparadero de la creación de estos grupos: 1991, cuando se produjo una liberalización económica en el país que fue, según parece, un factor definitivo para impulsarlos. Y otro dato clave: según las declaraciones a la Agencia EFE de Rakesh Kapoor, director de la organización Alternative Futures, casi la mitad de las ONGs sólo existen de nombre mientras que en torno a otro treinta por ciento apenas están activas con lo que el número real de grupos sin ánimo de lucro activos está "entre el diez y el veinte por ciento" de los oficiales.


Sin ánimo de lucro... Como siempre, el meollo de la cuestión está en el Poderoso Caballero Don Dinero: en cuanto mentamos la Bicha, se estropean las cosas. Porque sucede que este tipo de sociedades está exenta de impuestos, ya que se supone que todo el dinero que generan, salvo alguna pequeña cantidad para garantizar su funcionamiento mínimo, se destina a la ayuda de la gente... ¿Es así? No sé por qué tiendo a desconfiar de que suceda de esa manera. El mismo Kapoor explica el hecho de que el 70 por ciento de las ONGs se hayan creado en los dos últimos decenios relacionándolo con la tendencia de que estas organizaciones se conviertan en "subcontratas" de los gobiernos correspondientes, que dicen apoyarse en ellas para desarrollar proyectos en lugares donde se supone que no alcanzan los funcionarios de su administración. Sin embargo, los fondos que proveen para aplicar esos proyectos son limitados y "a menudo, existe corrupción (...) y son pocas las que funcionan bien". Por supuesto, éstas últimas y por el mismo hecho de funcionar bien "tienden a abastecerse con sus propios medios y se muestran reticentes a implantar programas del gobierno porque, si lo hacen, el mismo gobierno empieza a meter gente de su partido para tratar de controlarlas"

Así que ahí tenemos las dos razones de la proliferación de tantas organizaciones de este tipo: el dinero (una cantidad pequeña para un occidental es una pequeña fortuna para una persona acostumbrada a vivir con menos de 2 euros diarios) y el control político.


Hay un pasaje en el Nuevo Testamento que siempre me intrigó muchísimo y es aquél en el que María Magdalena compra unos aceites para limpiar y asear a Jesús..., y Judas le recrimina públicamente porque con el dinero que se ha gastado podían haber ayudado a varios pobres. Jesús interviene entonces en defensa de la mujer y descalifica a Judas recordándole que "siempre habrá pobres en el mundo, mientras que yo sólo estaré un tiempo entre vosotros". No concordaba con la imagen del Jesús desprendido, generoso, espiritual..., que normalmente se refleja en el texto. Con el tiempo comprendí que Jesús era muy espiritual pero no idiota..., y por supuesto sabía a la perfección cómo funciona este planeta, que hoy sigue haciéndolo exactamente igual que en su época. Apenas hemos cambiado en lo tecnológico, pero todo lo demás no se diferencia mucho: tenemos marines en lugar de legionarios, grandes almacenes en lugar de zocos, papas mediáticos en lugar de sumos pontífices de Baal..., las pasiones, las ambiciones y los defectos de los seres humanos siguen siendo los mismos, 2000 años después.   

En España, el gobierno alertaba ayer mismo a través de la Policía Nacional y la Guardia Civil de "los riesgos de las Navidades" (esa maldita manía de meter miedo en cualquier época del año). En el comunicado oficial planteaba alguna medida alucinante encaminada a ir preparando a la población a insertarse el chip que el día de mañana marcará como ganado a la Humanidad, como por ejemplo la recomendación de anotar los números de teléfono en los brazos de los niños pequeños o ponerles unos colgantes con sus datos (en teoría, para que puedan ser identificados antes pero si alguien se los lleva consigo ¿notendría ahí una preciosa información para pedir rescate por los pequeños?). Para compensar, también presentaba algunos consejos lógicos como por ejemplo la prudencia recomendada a la hora de tratar en Internet con las webs de falsas organizaciones de caridad y presuntas ONGs que sólo buscan aprovecharse de la generosidad ajena, sobre todo en estas fechas en las que la lágrima fácil e hipócrita se apodera de tanta gente que el resto del año es más fría que los témpanos de la Antártida y precisa comprar su conciencia con una pequeña donación anual. Antes la compraventa de "paz interior" se hacía donando a la Iglesia (esas obras de caridad tan típicas de la burguesía española prácticamente durante todo el siglo XX) y ahora que no está de moda ser religioso se dona a cualquier organización que anuncie ayudar a los demás con tal de que sea laica y, eso sí, solidaria.

O, ahora que lo pienso, igual es una forma de luchar contra la "competencia", porque cuantas más personas colaboren con ONGs menos necesidad interna sentirán en hacerse voluntarios: uno de los grandes negocios sociales de la actual Administración. Cada vez que veo esos grandes cartelones en las paradas de los autobuses incitando al personal a sumarse al voluntariado me pregunto cómo es posible que tanta gente se trague el cuento en lugar de 
pararse y pensar. Como dice por ejemplo este cartel: "Ante situaciones de injusticia y discriminación social..."  ¡Exacto, ante ese tipo de situaciones, en un país que se dice democrático y del Primer Mundo, no debería dejarse la resolución de los problemas en manos de voluntarios, sino que deberían ser resueltos por los gobiernos, que para eso tenemos al menos cuatro: el municipal, el autonómico, el nacional y el europeo!  

Lo dejaré por escrito, por si hay algún mal pensado: no digo que la gente no se  apunte a ayudar a los demás. Al contrario, una sociedad sana se basa precisamente en que los miembros de la misma se ayuden unos a otros y esto está (o estaba, hasta que hace unos años alguien empezó a promover los valores contrarios, como el egoísmo, la ambición o la satisfacción personal sobre todo a través de la telebasura) tan asumido que no hace falta que nadie nos diga que actuemos cuando debemos hacerlo. La mayor parte de los ciudadanos está acostumbrada a reaccionar de manera solidaria, sin que aparezca la secretaria de Estado de turno para colocarse la medalla, a la hora de ayudar a la gente que lo necesita. De hecho, lo hace constantemente apoyando a familiares, amigos o vecinos con problemas. Institucionalizar eso, controlarlo desde la Administración, es una forma también de pervertirlo. En el caso de los ancianos, por ejemplo, se emplean muchos voluntarios que dedican su tiempo, su cariño y hasta su dinero en acompañar a personas mayores, cuando deberían ser los servicios sociales de alguno de los gobiernos antes mentados quienes proveyeran a las mismas no sólo de esa compañía que da el calor humano sino de una compañía especializada desde el punto de vista sanitario y psicológico.

Pero así está montado el mundo. Así que siguiendo el consejo de Mac Namara aprovecho para recordar que soy vicepresidente de Pimientos sin Fronteras. Por si hubiera algún posible patrocinador para nuestra ONG pimentonera...
 

martes, 14 de diciembre de 2010

Secretos de alquimista

Son dos los poderes más importantes atribuidos a la Alquimia, según las noticias y documentos recogidos en aquella época en la que los practicantes del Arte Real aún eran tan valientes (o tan inconscientes) de mostrarse más o menos públicamente. Me refiero por supuesto a los verdaderos alquimistas, no a los fantoches que se dedicaron a peregrinar por las cortes y los salones de gentes adineradas de toda Europa para tomarles el pelo y, sobre todo, el dinero que tan tontamente gastaban nobles y ricos pensando en recuperar su inversión de manera espectacular en cuanto sus merlines de cartón piedra consiguieran la famosa y buscada Piedra Filosofal. 

En cuanto a los dos poderes, eran la transmutación de los metales (la famosa metamorfosis del plomo, o de cualquier otro elemento barato, en oro) y la inmortalidad (a través de un remedio que pudiera curar todas las enfermedades, la panacea universal, que en algunas versiones se convertía directamente en un bebedizo mágico capaz de prolongar indefinidamente los años de existencia: el elixir de la vida eterna). Para conseguir ambos era condición sine qua non que el alquimista se hubiera hecho con la lapis philosophorum, la cual, más allá de los iniciados, nadie ha tenido nunca muy claro la forma que tenía. Algunos dicen que parecía una pepita del oro más puro jamás visto por seres humanos, otros lo convierten en "polvo de proyección" en forma de arena roja, unos terceros se la imaginan como una especie de amuleto pétreo que llevaba grabados signos y runas de poder que eran las que en realidad actuaban sobre los elementos y producían las transformaciones buscadas...

Los tratados alquímicos son difíciles de interpretar, como es lógico. Si yo supiera cómo convertir una piedra del campo en un valioso fragmento de oro, tampoco iría publicando por ahí un best seller del estilo ¿Quiere oro? Todo lo que quería saber para convertirse en alquimista y nunca antes nadie le contó. Entre otras cosas porque una de las razones por las que el oro vale tanto es por su rareza. Si hubiera tanto oro como carbón, toneladas y toneladas del dorado metal en diversos yacimientos de todo el mundo, el oro no vale lo que vale ahora, sino que su precio probablemente se aproximaría al del carbón... Por eso los más famosos tratados de los alquimistas se componen de una serie de misteriosas láminas donde hombres barbados (sugiriendo que éste es un trabajo de muchos años) y con gesto de preocupación se afanan en laboratorios repletos de instrumentos, mientras manejan documentos con extrañas marcas e inscripciones. Allí proceden a desarrollar las tres fases del magisterio para lograr la Piedra Filosofal: la Nigredo (Fase Negra), la Albedo (Fase Blanca) y la 
Rubedo (Fase Roja). La combinación de estos tres colores es muy característica de cierta tradición espiritual y su simbología fue usurpada por el judeocristianismo y camuflada en la historia de los tres Reyes Magos (Melchor, el de la barba blanca, Gaspar, el de la barba roja o castaña y Baltasar, el de la barba -y el resto del cuerpo- negra).

Los escasos textos alquímicos que han llegado a nuestros días, más allá de los grabados llenos de significado que somos incapaces de extraer con nuestra limitada capacidad de comprensión del proceso, nos hablan de operaciones químicas que en realidad no son tales. Por ejemplo, el uso del mercurio, el azufre y la sal (de nuevo, tres elementos: siempre que veamos el número 3 implicado en alguna leyenda o tradición, recordemos que estamos tratando de algo relacionado de una manera u otra con la intervención divina) que en realidad no son tales, sino símbolos de otras cosas a las que intencionadamente se les denomina con el nombre de estos materiales. Más de un falsificador intentó lograr el oro físico en el laboratorio acondicionado por su mecenas y lo único que consiguió fue herirse de gravedad o incluso morir mezclando elementos químicos que jamás se habían empleado para este objetivo pero que habían prestado su nombre para esconder otras cosas.

Sin embargo, desde el punto de vista físico, puramente material, la conversión de plomo en oro debería ser hoy día más sencilla que nunca con la tecnología y los avances científicos de los que disponemos. Sabemos que un átomo de oro posee 79 protones y uno de plomo, 82. Bastaría pues con encontrar la fórmula para eliminar esos tres (¿Otra vez el 3? Hummm, no creo que sea casualidad, a estas alturas) protones que nos sobran en el plomo y obtendríamos automáticamente el oro. Y lo mismo se podría hacer con cualquier mineral, sumando o restando protones. De hecho, es posible que esta fórmula se haya aplicado ya con éxito en alguna parte, aunque nadie nos lo haya contado..., porque intentarlo, lo que es intentarlo, estoy completamente convencido de que más de uno ha seguido esta misma línea de razonamiento.

Sin embargo, todo esto no deja de ser más que un cuento muy bonito porque, tal y como sabe no ya cualquier estudiante de la Universidad de Dios sino incluso cualquier alumno que esté preparando el examen de ingreso a nuestro campus, la Alquimia verdadera nada tenía que ver con los elementos químicos externos sino con los internos. Se trataba, siempre se trató, de emplear el trabajo consigo mismo a través de una serie de disciplinas concretas que podía llevar muchos años llegar a dominar a fin de lograr el oro espiritual: la enorme riqueza y meta máxima de los hombres-que-saben. De la misma forma que el llamado mercurio de los filósofos nada tenía que ver con ese líquido tan sensible (y tan tóxico) que señala la temperatura en el interior de los termómetros, todo lo demás (las redomas, los atanores, los metales, etc.) no es más que un teatrillo de símbolos dispuesto para ser interpretado sólo por aquellas personas que poseyeran el libro de claves adecuado.

El alquimista que cosechaba éxito no necesitaba pasar estrecheces, puesto que entre los frutos de su trabajo encontraba, entre otras cosas, la manera de vivir con dignidad y naturalmente sin necesidad de pavonearse económicamente. Y el bien que habitualmente menos valoramos..., hasta que nos quedamos sin él: la salud. Entre otros secretos, los alquimistas conocían el de la misma fórmula que otros grupos de aventureros de la Historia que les precedieron en el tiempo emplearon para manejar el cuerpo humano, y ésa no es otra que el control sobre la mente para que ésta a su vez controle el cuerpo y en concreto su sistema inmunológico. Sólo en nuestros días la Ciencia está empezando a reconocer que somos los únicos seres vivos capaces de transformar nuestra biología según lo que pensamos o sentimos. 

Varios experimentos realizados en los últimos años demuestran la importancia de mantener un espíritu sereno, optimista y positivo para que nuestro sistema inmunológico (nuestra verdadera coraza contra la enfermedad, no las carísimas medicinas de diseño que nos vende la superpoderosa industria farmacéutica) se mantenga fuerte, invulnerable y plenamente operativo. Llama la atención uno de los resultados obtenidos en estas experiencias según el cual apenas unos momentos sometidos a una emoción negativa (rabia, depresión, angustia, tristeza, etc.) pueden rebajar la eficacia de nuestro sistema inmunológico durante ¡varias horas! En consecuencia, cualquier virus o bacteria con malas intenciones que estuviera rondándonos en ese instante y que en condiciones normales hubieran sido rechazados sin más por nuestra poderosa autodefensa, encuentran el camino abierto para colarse "hasta la cocina" como vulgarmente suele decirse y desatar la enfermedad al completo.

También se reconoce hoy que, al menos, en torno a un 90 por ciento de las dolencias son, antes que nada, de origen psicosomático (aunque sus efectos más terribles los muestren luego en el plano material). Numerosos especialistas contemporáneos, que no trabajan con la Alquimia, nos cuentan cómo los sentimientos reprimidos y escondidos en nuestro "armario" generan enfermedades como la úlcera, los dolores lumbares o incluso el cáncer. O cómo la indecisión (y con ella la ansiedad o la angustia) degenera en dolencias nerviosas y gástricas y en problemas de la piel. O cómo la no aceptación de lo que uno es, junto con la ausencia de autoestima, conducen directamente a la envidia, los celos, la competitividad negativa, el estrés..., y de ahí a un amplio abanico de problemas de salud.


Los verdaderos alquimistas eran conscientes de todo esto y practicaban en consecuencia un tipo de vida "lenta" con grandes dosis de amabilidad, paciencia y buen humor que, como no podía ser de otra manera, dulcificaba y alargaba sus días de manera extraordinaria para sus contemporáneos. Era un auténtico elixir de vida, y de vida feliz, además.


Otro día hablaremos de las pistas para conseguir el oro.