Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 18 de diciembre de 2015

888 hijos

Vivimos tiempos ciertamente complicados, decadentes y con aroma a fin del mundo. Algo así debe ser a lo que los antiguos chinos se referían cuando lanzaban una maldición a sus enemigos deseándoles que vivieran “tiempos interesantes” (ya que los tiempos aburridos suelen ser, por su propia naturaleza, pacíficos en exceso), aunque para los antiguos indios era todo lo contrario: una gran oportunidad. En los libros sagrados del Hinduismo, se advertía a las generaciones futuras –entre ellas, especialmente a la actual- de que cuando llegara el Kali Yuga la vida de las gentes buenas y honorables sería poco menos que un infierno pero por ello mismo tendría mucho más mérito su trabajo espiritual y podrían avanzar en mucho menos tiempo el mismo camino que a los santos de la edad de oro les había costado siglos recorrer… En todo caso, el principal  problema radica en que la mayoría del personal sigue sin darse cuenta de que por terrible que pueda parecer la situación, en el fondo no deja de ser una impresión irreal, pasajera. El parque de atracciones por el que nos desplazamos está construido para nuestro aprendizaje, no para nuestro acongojamiento o nuestra diversión. Se pueden aprender muchas cosas tanto en una terrorífica montaña rusa como en un agradable paseo por el zoo.

Con el fin de desengrasar un poco los temores de algunos lectores hipnotizados por el mal ambiente que nos rodea (algunos de los cuales, residentes en España, incrementan aún más sus miedos e inquietudes pensando en los inciertos resultados de las elecciones del próximo domingo cuando, como bien decía un mensaje que leí hace unos días en Twitter al tratar la polémica sobre bipartidismo sí/bipartidismo no, “el aro se os había quedado pequeño y hemos optado por hacerlo más amplio para que sigáis entrando por él”), me referiré en este último artículo del año a un asunto que siempre me ha causado especial hilaridad: la creciente importancia de los Ig Nobel. Estos premios nacieron como una especie de broma, una parodia de los Nobel reales (aunque los propios Nobel se autoparodian a menudo) organizada por la revista Annals of Improbable Research que se entregan en la norteamericana Universidad de Harvard anualmente desde 1991. Su misma denominación responde a un juego de palabras entre ignoble (innoble, en español) y el mismo nombre de Nobel. La teoría es que estos reconocimientos estimulan el interés general por la ciencia y la tecnología, con humor e imaginación; además, sus creadores argumentan que algunos de los científicos homenajeados por su jurado fueron más tarde premiados también con el Nobel, como ocurrió con el físico ruso Andréi Gueim (en 2000, el premio humorístico y, en 2010, el premio serio). La práctica es que ofrecen una imagen surrealista y cuestionable de lo que dicen defender, porque todas las investigaciones premiadas son reales y la gran mayoría de ellas confirma que todos los años se tira a la basura una enorme cantidad de dinero y recursos que podrían orientarse hacia mejores fines.


Mejor que describir los Ig Nobel, es conocer directamente cuáles son sus galardones. Veamos, por ejemplo, el premio de Física de 2015, que se lo ha llevado un estudio del Instituto Tecnológico de Georgia (de la Georgia norteamericana) que ha empleado todo tipo de técnicas de análisis de videos y física de fluidos para elaborar esta reveladora conclusión: los mamíferos que pesan más de tres kilos invierten un tiempo similar cuando orinan, que es de 21 segundos. Según explicaba Patricia Yang, una de las científicas que han participado en este trabajo, “en la naturaleza, hay un solo sistema para los tamaños”, lo que parece confirmar el famoso aserto aquél sobre la limitada importancia del tamaño… ¿En cuanto a los animales de menos de 3 kilos? Pues llevan cada uno su ritmo, aseguran los firmantes del estudio. O eso parece, al menos hasta que otro equipo de esforzados investigadores llegue a otras conclusiones sobre este asunto tan trascendental…

Hay investigaciones más arriesgadas, como la de Michael L. Smith, de la Universidad de Cornell, también en Estados Unidos, que ha sido reconocido con el premio de Fisiología y Entomología por descubrir cuáles son los lugares del cuerpo humano donde más duele una picadura de abeja. Y, sí, aunque parezca increíble, el hombre se dejó picar por este tipo de insectos en 25 puntos diferentes de su propio cuerpo para poder decir luego que los mayores sufrimientos son en las fosas nasales, el labio superior y…, el pene. ¿También se dejó picar ahí? Como diría el doctor Frankenstein, la ciencia exige ciertos sacrificios… Ahora, que debió ser una decepción para él conocer que después de tanto sufrimiento debía compartir su premio con Justin Schmidt, del Instituto Biológico del Suroeste, quien elaboró un índice precisamente para medir el dolor que sienten las personas en función de las picaduras de los insectos. Y sin dejarse torturar. El caso es que ni los investigadores ni el jurado han tenido en cuenta que la percepción del dolor es muy subjetiva y que aunque a Smith le duela mucho la picadura en el pene, a lo mejor a su vecino de urbanización le hubiera dolido más una picadura en un pezón.

El de Biología resulta especialmente esclarecedor de lo que pueden dar de sí estos galardones. Lo ganó Bruno Grossi, de la Universidad de Chile, después de ocurrírsele una gran idea: atar un palo a la zona trasera de un pollo, como si fuera una larga cola, para observar a continuación cómo se desplazaba el ave. ¿Por qué? Pues porque se supone que de esta manera el pollo empieza a caminar como se supone que caminaban los dinosaurios hace millones de años. Este sucedido lo veo en una película, digamos, de aventuras y ambientada en el siglo XIX y me parecería muy simpático; pero saber que es algo real y que ha ocurrido este mismo año en una universidad y que encima le han dado un premio me deja ojiplático… Uno de los investigadores que participó en él explicaba que “no podemos comprobar cómo caminaba un tiranosaurio rex o cualquier otro terápodo, pero sí podemos hacerlo con un pollo”. Exactamente, hombre, exactamente.

La lista continúa. El premio de Química fue para Callum Ormonde, de la Universidad australiana del Oeste, por su receta para revertir el proceso químico que transforma un huevo líquido en un huevo hervido y por tanto sólido (todavía me pregunto quién y para qué querría volver a hacer líquido un huevo ya sólido). El de Medicina, para Hajime Kimata, de la clínica japonesa que lleva su nombre, y Jaroslava Durdiakova, de la Universidad Comenius de Eslovaquia que llegaron a la conclusión de que los besos apasionados y otras “actividades interpersonales e íntimas” eran beneficiosas para el ser humano (qué sorpresa, quién lo iba a decir…). El de Medicina diagnóstica, para unos investigadores británicos del Hospital Stoke Mandevile, que descubrieron una forma extravagante de diagnosticar apendicitis: las molestias de los pacientes cuando los vehículos en los que viajan marchan sobre los badenes de las calles (ni amortiguadores, ni nada). El de Economía fue para la policía metropolitana de Bangkok, la capital tailandesa, por ofrecer remuneraciones extraordinarias a los agentes que se negaran a aceptar sobornos (habría que saber cuántos agentes lo hicieron realmente). El de Dirección de empresas fue para Gennaro Bernile, de la Universidad de Singapur, por llegar a la conclusión de que “gran parte” de los líderes empresariales analizados que, de pequeños, tuvieron la posibilidad de experimentar personalmente algún tipo de desastre natural, luego de adultos son capaces de asumir más riesgos (pero de todas formas esto no es una regla porque la “pequeña parte” de los líderes empresariales, aunque fuera más pequeña, no reaccionó igual, así que ¿quién asegura que esa experiencia fue verdaderamente determinante?).

El premio de Literatura es, sencillamente, genial. Aunque todavía no he sabido discernir si es genial porque supone un descubrimiento ciertamente importante o porque resulta una maravillosa tomadura de pelo. Atención a la cuestión, planteada en un estudio dirigido por Mark Dingemanse, del Instituto Max Plank de Psicolingüística de Holanda: la palabra (o quizá deberían decir, mejor, la expresión) ¿eh?, que en inglés sería huh?, existe en todas las lenguas humanas. Fascinante y homérica conclusión, sin lugar a dudas.

Pero el que más me gusta de todos los galardones es, sin duda, el de Matemáticas. Para un incapaz declarado en el mundo matemático como es un servidor, resulta apabullante e incluso esperanzador que un jurado haya encontrado digno de premio… ¡el diseño de técnicas matemáticas que permitan explicar cómo un sultán marroquí llamado Mulay Ismail que vivió entre los siglos XVII y XVIII
 pudo ser padre en sólo 30 años (entre 1697 y 1727, para ser exactos) de 888 hijos! Elisabeth Oberzaucher y Karl Grammer, de la Universidad austríaca de Viena, son los avispados ganadores en esta ocasión. Sin embargo, empiezo a pensar que podría haberlo ganado yo porque, con una simple calculadora y un par de operaciones (30 años por 365 días que tiene cada año –sin contar los bisiestos- dividido entre 888 hijos) descubrí que al hombre le bastó con “dar en la diana” una vez cada poco más de 12 días, lo que parece un período de tiempo razonable para recuperarse entre una noche de pasión y otra noche de pasión (y eso considerando que el sultán no repitiera coito con cada una de las futuras madres de sus centenares de hijos).

Lo grande del caso es que los Ig Nobel son una breve muestra de una enorme cantidad de experimentos que todos los años se llevan a cabo en numerosos laboratorios de todo el mundo. Una indeterminada pero ciertamente numerosísima comunidad de científicos dedican su tiempo y sus asignaciones en todo el mundo a investigaciones que no llevan a ninguna parte, cuando existen problemas urgentes que requerirían sus cualidades para ser resueltos. Por ejemplo, no estaría mal que se elaboraran estudios históricos y estadísticos serios y en profundidad sobre quiénes (con nombre y apellidos) controlan y siempre han controlado los bancos y el sistema financiero y, a través de ellos, todos los demás poderes: políticos, económicos, sociales, religiosos... O para diseñar y aplicar unas finanzas que, precisamente, no estuvieran regidas por el principio de la usura, como padecemos hoy día. O para el desarrollo de un sistema de alerta y despertar destinado a esa mayoritaria parte de la población que se deja entontecer con facilidad por la telebasura. O para la implantación de métodos de enseñanza verdaderamente humana en los sistemas educativos, que no se basen en la rígida memorización robótica pero tampoco en el destructivo nihilismo “progresista”. O para desarrollar una organización de control armamentístico que evite las guerras por el simple expediente de cortar el suministro de munición y repuestos. O… Hay tantas cosas para investigar…


Veremos lo que nos trae 2016 aunque, mirando la evolución de los últimos años, no parece que vaya a ser algo muy diferente…, ni en la ciencia, ni en ningún otro campo de la experiencia material. Y, ojo, que es año bisiesto. Los bisiestos suelen tener mala fama, por alguna razón. En cuanto a mí, aprovecharé los próximos días para ir a descansar a Walhalla. Pero dejo como de costumbre mi vela roja para ayudar al Sol en estas noches de tinieblas que prefiguran el nuevo y cíclico nacimiento del dios.


viernes, 11 de diciembre de 2015

El aturdimiento

Mis profesores de la Universidad de Dios coinciden en general con los textos de los antiguos pensadores y filósofos en la descripción del homo sapiens no como una especie malvada per se (hay excepciones, claro, pero en esos casos los individuos suelen estar movidos por ciertas fuerzas ajenas a ellos, actuando en la perenne danza de la guerra cósmica), sino poco desarrollada interiormente a pesar de sus supuestos grandes avances tecnológicos. Digamos que son como chavales de ocho o diez años que juguetean con revólveres cargados y sin seguro mientras conducen motocicletas de baja cilindrada: no disponen de inventos verdaderamente grandes o determinantes, pero a ellos les parece que lo son. Al menos, molan lo suficiente para imaginarse todo tipo de aventuras y, sobre la marcha la mayoría de las veces, para acabar metidos en gravísimos problemas de los que son incapaces de salir solos, cuando en un principio sólo querían divertirse un rato. Aún así, mi tutor en la universidad, el Gran Thoth, insiste mucho en que lo peor del homo sapiens no es eso, sino el estado de aturdimiento al que vive sometido.

Algunos de mis profesores dicen que se trata más bien de un sueño o un estado de duermevela pero el Gran Thoth insiste en el otro término. Lo he buscado en el DRAE, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (por cierto, Academia que como el resto de las actuales instituciones se ha dejado llevar por la pendiente de la decadencia y cada vez cumple peor su papel: no hay más que ver la cantidad de barbaridades léxicas que ha admitido como correctas en los últimos años con el argumento de "han pasado ya al habla mayoritaria"..., con lo que al paso que van cualquier día le darán el visto bueno al uso de k en lugar de que, de + en lugar de más y otras lindezas de los mensajes cortos de texto). Y allí me he encontrado con esta primera definición: "Perturbación de los sentidos por efecto de un golpe, de un ruido extraordinario, etc." Había otras variantes, de las cuales también me ha llamado la atención la que dice: "Estado morboso en que los sonidos se confunden y parece que los objetos giran alrededor de uno"...  Y "morboso" se presenta como sinónimo de "enfermo" o "que provoca reacciones mentales moralmente insanas"Es en ese momento cuando he empezado a entender, creo, lo que me quería decir mi tutor porque todos los grandes seres humanos que conocemos históricamente (sólo ellos, no me refiero aquí a los homo sapiens que se nos presentan como seres humanos sin serlo, por mucho que hayan adquirido también cierta relevancia histórica en su actividad como títeres de las fuerzas antes mencionadas por encima) han insistido en sus manifestaciones públicas en la necesidad de recogerse hacia el interior, buscando la paz y la serenidad.

Naturalmente, no se trata de abrazar huecos eslóganes hippies de paz y amor, flower power y hakuna matata, sino de encontrarse a uno mismo, al ser humano de verdad que está en nuestro interior (una de las verdades más profundas que he conseguido comprender a lo largo de mi inmortalidad se resume en cuatro palabras cuyo significado exacto no pienso explicar porque me ha costado toda una eternidad destilarlo: La Salida está dentro) y, desde ese punto único y personal de cada cual, que diría don Juan Matus, adquirir conciencia absoluta de la identidad y el consiguiente control sobre los planos de la existencia a nuestro alcance. Aquél que alcanza ese punto y dirige su vida material desde allí es, literalmente, invencible. Por esa razón, las fuerzas ajenas (y van tres citas...) invierten tanto tiempo y dedicación en fomentar el aturdimiento. Alguien que logra llegar al final del laberinto y acceder al salón del trono para beber del Santo Grial escapa por completo de los Mecanismos Invisibles y es, en el entero sentido de la palabra, libre...

Para animar a los sinceros buscadores, reconozcamos que tampoco es tan difícil alcanzar ese lugar maestro. Basta con disponer de una combinación adecuada que no es tan difícil de hallar en el homo sapiens y que requiere de un mínimo de inteligencia, bondad de corazón y, sobre todo, voluntad (quizá la voluntad sea el ingrediente más complicado de sintetizar). Por eso, muchos individuos han tenido a lo largo de su vida, aun sin haberlo deseado, destellos de Avalon y han quedado deslumbrados y jadeantes ante esa visión maravillosa, pero también enfermos, presos de una extraña nostalgia que les come por dentro, les amarga y ya nunca les abandonará, dado que lo más probable es que nunca sean capaces de volver a encontrar el sendero que les condujo hasta allí. Ése es el verdadero problema: no el hecho de llegar a encontrar Tir Na Nog, sino el de, una vez hallado, no ser capaz de mantenerse en el País de las Hadas y actuar desde él. Decía el viejo Gurdjieff, y alguien me lo recordaba hace unos días, que "en cuanto un hombre despierta por un momento y abre los ojos, todas las fuerzas que ocasionaron que se durmiera comienzan a actuar sobre él con diez veces más fuerza y, de inmediato, se duerme de nuevo, soñando muy a menudo que está despierto o que está despertando". O, para entendernos en un nivel más grosero, cuando uno empieza a practicar el submarinismo comprende que lo difícil no es hundirse bajo el agua ni tampoco emerger a la superficie, sino mantenerse en el lugar donde uno quiere estar realmente entre dos aguas, para lo cual es preciso aprender a controlar la flotabilidad propia.

Así que el truco para avanzar en todo esto consiste en aprender a controlar la propia mente, la interfaz mediante la cual podemos interactuar en este parque de atracciones al que hemos sido arrojados sin demasiada consideración. Hay que entrenarla, con todo lo que eso significa de tiempo, esfuerzo, dedicación, etc., de una forma similar a como se entrena el cuerpo en un gimnasio. Es decir, eso que no le interesa ni a 1 de cada 100 millones de homo sapiens, porque "uf, es demasiado
 cansado"Y así es como el homo sapiens acaba preso de leyes, imposiciones y mandatos ajenos a él, algunos de los cuales es capaz incluso de reconocer a través de los patrones que guían su vida mientras que otros piensa que forman parte de su opinión personal (que, en realidad, no existe, pues carece de libertad suficiente para madurar una opinión ciertamente propia). En todo caso debe obedecerlos sin rechistar.

Hace poco he leído por ahí la descripción de algunas de las trampas mentales más habituales que se aplican en este planeta. Las resumo a continuación:

* La influencia de la mayoría. Ésta es muy básica y conocida. La inmensa mayoría de la gente, incluso los que se vanaglorian de ser "independientes" y "originales" busca adaptarse de una manera u otra a los demás. Es el origen de las modas. Y, si de verdad no cuadra con la sociedad en la que está viviendo, es capaz de salir de ella no para buscar su propio camino sino para buscar otra sociedad donde haya mayoría de personas que piensen como ella. En este apartado se incluye lo que el gran Gustavo LeBon definió en su día como "muchedumbre psicológica", que ya ha aparecido en algún otro momento de esta bitácora.

* La dependencia de la primera idea. En nuestro refranero, aparece reflejada por ejemplo en esa sentencia que advierte de que "la primera impresión es la que cuenta" y es uno de los principales enemigos de un artista (músico, escritor, pintor, etc.) ya que se basa en la percepción errónea de que lo primero que se nos ocurre cuando pensamos en algún problema o proyecto es, por definición, lo mejor. La verdad es que la idea buena, en solitario o camuflada entre una avalancha de razonamientos mentales, suele llegar más tarde a medida que uno profundiza en la cuestión..., pero la primera que apareció tiende a tener más fuerza porque "el que da primero da dos veces", dice otro refrán. Ahora, cuando la cosa se pone más trágica es si uno recibe información novedosa imprescindible para el éxito de su plan..., pero, como ya cree disponer del argumento correcto, opta por ignorarla puesto que como todo el mundo sabe "es preferible lo malo conocido a lo bueno por conocer".

* Mantenimiento del statu quo o de eso que en campos como los de la política, las finanzas o la sociedad, los ingleses definieron como establishment. El miedo al cambio, a lo nuevo, que supuraba en los epígrafes anteriores, es lo que hace que el homo sapiens tienda a mantener las cosas como están, a no cambiarlas, a no ser que sea total y absolutamente necesario. La renuncia a explorar nuevos caminos es una actitud de petrificación, de muerte en vida y de hecho no tengo ninguna duda de que aquéllos que optan por dejarse atrapar en este cepo mental viven peor y menos tiempo que los que están dispuestos a afrontar Terra Incognita. Sin embargo, la rutina es una fuerza muy poderosa: por razones que no vienen al caso he tenido oportunidad de observar muy de cerca el tragicómico caso de personas con capacidad de proyección profesional que se han castrado laboralmente a sí mismas y prefieren vivir esclavizadas a un trabajo que no les satisface en una empresa en la que están a disgusto -pero que ya no tiene secretos para ellas- a enfrentar el reto de proyectos muy importantes y con alta remuneración en un nuevo escenario -por temor a lo desconocido, a lo que podría exigirles el desafío-.

* Selección y confirmación. El homo sapiens tiene una peligrosa tendencia a prestar atención casi exclusivamente a aquellos elementos que le rodean que coinciden con sus expectativas, ignorando el resto como si no existieran. Esta selección es una de las razones más poderosas por las que tantas personas se equivocan a la hora de enjuiciar una situación y actuar en consecuencia. Es eso que le lleva a uno a meterse alegremente de cabeza en un desfiladero, convencido de que es bueno porque le ahorrará tiempo de camino, sin plantearse que allí será presa fácil de una emboscada y que de hecho en la parte de arriba del mismo desfiladero se ve, aun de lejos, mucho movimiento de enemigos. También es el mecanismo utilizado para tapar los propios errores, aunque sean idénticos a los de los demás. Junto con la trampa de la selección, está la de la confirmación, porque la gente tiende a ver, creer o impulsar aquella información que confirma sus propias creencias, sobre todo si está en juego la emoción. Incluso las evidencias ambiguas se interpretan en apoyo de su punto de vista. Es como el viejo chiste en el que un americano le dice a otro que reza a su dios y que éste le escucha porque protege sus campos de maíz de que sean devorados por elefantes salvajes y, cuando el segundo le replica que no hay elefantes salvajes devorando campos de maíz en América, el primero le contesta con piadosa suficiencia que por supuesto que no.

* Correlación ilusoria. Una de las trampas favoritas del homo sapiens es cuando establece una relación entre cosas que en realidad no la tienen. Es una especie de deformación del principio de Causa y Efecto, que sí es muy real, muy eficiente y muy rotundo..., pero en este caso se asocian causas con efectos que no corresponden, si bien a ojos del observador interesa que lo hagan por algún motivo. Es como el tipo al que le apasionan las historias de fantasmas y ve la manifestación de alguno en el crujir de maderas viejas o en el viento silbando entre las rendijas de ventanas mal cerradas. Aquí se incluye también el clásico juicio de una persona
de acuerdo con el estereotipo asociado a su imagen: todo el mundo se imagina a Jesús el Cristo como un hombre alto y excesivamente delgado, vestido con una pobre túnica blanca y ojos en blanco, hablando con seriedad y tristeza..., pero ¿y si en realidad hubiera sido un hombre fuerte y atlético, alegre y dado a la carcajada, vestido a la moda?  En los fragmentos del Evangelio de Judas descubiertos hace pocos años aparece un Jesús inédito, dado a tomarle el pelo a sus propios discípulos...

* Efecto Forer. Mucha gente cree con facilidad en descripciones generales de personalidad, con independencia de quién las ha redactado -o inventado-. Esto se usa mucho en los tests que se han puesto de moda en Internet, del estilo "¿Qué animal te representa?", por ejemplo, cuyos resultados se ofrecen tras varias preguntas. Es fácil hacer creer en estas generalidades. En el ejemplo propuesto, uno puede decirle al lector: "Eres un lobo. Independiente pero al mismo tiempo amante de tu familia. Fuerte y despierto. Te gusta recorrer tus territorios y disfrutas imponiendo tu presencia". ¿A quién no le gustaría que le dijeran algo así? Este efecto también es uno de los principales medios utilizados para desacreditar e incluso destruir disciplinas como la verdadera Astrología o el uso del Tarot a través de la versión basura que ofrecen los medios de comunicación.

* Falacia de la apuesta. El homo sapiens suele pensar que los sucesos pasados determinan sistemáticamente a los futuros. Y así es, en cierto modo cuando nos referimos a los mecanismos mentales de la gente corriente puesto que, en ausencia de un trabajo interno serio, siempre reaccionará igual frente al mismo estímulo en las mismas condiciones, no importa cuantos años transcurran entre una y otra ocasión. Un individuo avaro y cobarde será avaro y cobarde durante toda su vida..., a no ser que se produzca ese trabajo antes citado, lo cual no es lo común. Pero esta situación resulta falsa cuando hablamos de una persona que ha elaborado un trabajo consciente o cuando nos referimos a situaciones más allá de la propia persona. Un ejemplo clásico es la lotería: nadie suele comprar de un sorteo para otro el número que resultó premiado en el anterior, pero la probabilidad de que vuelva a ganar el mismo número es exactamente la misma que había cuando la ganó.

Éstas son sólo unas cuantas del amplio catálogo de trampas mentales disponibles para mantener constantemente aturdido al ganado humano. Es muy interesante comprenderlas en profundidad porque sucede un poco como en el caso de la publicidad subliminal: resulta difícil de descubrir dónde está camuflada la imagen que se no se ve a primera vista pero, una vez descubierta, va a ser lo primero que se vea de ese anuncio a partir de ese momento y así pierde toda influencia sobre el inconsciente.

  






viernes, 4 de diciembre de 2015

Cui prodest scelus, is fecit

Es curioso que el primer artículo de esta bitácora en 2015 tuviera como tema central los atentados de enero en París y éste, que no es el último del año pero casi, haga referencia también al terror inoculado en Europa, ahora a finales de 2015, a través de una de sus capitales más vulnerables (debido a lo colonizada que está por los enemigos del Viejo Continente y al enorme rendimiento propagandístico que obtienen éstos cada vez que organizan allí un sacrificio humano al diablo al que adoran). Los ataques de noviembre en el restaurante Petit Cambodge, el teatro Bataclan y la brasserie próxima al Estadio de Francia, sumados a las operaciones policiales de los días siguientes en Bélgica y los dispositivos de vigilancia especial en varios países más (incluyendo a España, donde el nivel de alerta de las fuerzas de seguridad llegó al 4, sólo un grado por debajo del máximo, que es el que hubiera alcanzado si esos atentados se hubieran producido aquí) conmocionaron, enfurecieron y atemorizaron a propios y extraños que, como es lógico, perdieron el foco sobre algunos detalles tan reveladores como (precisamente por eso) de escaso eco en la mayoría de los análisis que han ofrecido los grandes medios de comunicación desde entonces.

Muchos de esos detalles los he discutido con Mac Namara desde entonces porque, como sucediera con los puntos sospechosos apuntados en el texto publicado aquí mismo el pasado 16 de enero, suscitan dudas suficientes como dejarnos entrever lo que hay detrás del escenario. Aviso: si el drama que se representa sobre las tablas ante el público sentado en sus butacas ya es bastante impactante, lo es más echar un vistazo tras bambalinas y descubrir lo que se esconde al otro lado de los decorados.

- La simbología que se maneja en esta nueva forma de extender el terror entre los occidentales es contundente y muy eficaz -insistía mi gato conspiranoico esta misma semana- porque funciona sobre todo a nivel subliminal. Hoy día la capacidad de razonamiento y comprensión está muy reducida en la sociedad en general gracias al aturdimiento resultante de la combinación de varios factores, como la deficiente educación y formación de las generaciones más jóvenes, la institucionalización de la mentira y la propaganda en numerosos hechos históricos, el bombardeo de
información seleccionada por parte de los grandes medios de comunicación y la creación de una falsa realidad alternativa basada en los videojuegos, las teleseries y el entretenimiento espúreo a través de dispositivos tecnológicamente cada vez más absorbentes. En resumidas cuentas, mucha gente sospecha que no se le está contando todo lo que hay, pero no dispone de las armas mentales suficientes para averiguarlo por su cuenta y, aún en ese caso, su atención es atrapada y desviada con rapidez gracias a los juegos de manos de los Amos. Antoine Geiger, un fotógrafo francés justamente, ha expresado muy bien la cárcel de los teléfonos móviles en una serie que ha publicado hace poco con el título de Sur-Fake.

La imagen que acompaña al comentario de Mac Namara pertenece a esa serie de Geiger y, en efecto, es bastante elocuente. A propósito de simbología, le comenté que lo de llamar ISIS a un grupo terrorista me parecía una ofensa en toda regla...  

- Claro. Eso forma parte de los impactos mentales profundos..., algo que muchas personas que no saben cómo funcionan los símbolos no termina de entender. ISIS son las siglas en inglés de 'al Dawla al Islamiya fi al Iraq va al Sham' o 'Estado Islámico en Iraq y al Sham'. Se podría haber traducido de otra manera, pero se escogió ésa y no por casualidad. Ahora dices Isis y a muy poca gente le viene a la cabeza el nombre griego de la diosa egipcia. Nos han robado también este nombre de la gran madre y reina, de la patrona de la Magia y la Naturaleza, para asociar la palabra con el miedo, el caos y la muerte. Es una estrategia digna del mismísimo Set. Sobre todo cuando el atentado se ha llevado a cabo en una ciudad que, gracias a Napoleón o, mejor dicho, a quienes apoyaron a Napoleón durante cierta etapa de su vida, posee una fortísima impronta egipcia. París, tal y como te expliqué cuando estuvimos allí la pasada Nochevieja,  funciona como centro ritual de los Amos desde hace tiempo gracias a piezas clave como la Torre Eiffel que no son sólo, ni siquiera principalmente, monumentos turísticos, por más que ésa sea la fachada perfecta para esconderse a la vista de todo el mundo. Recuerda que fue diseñada por un hombre que perteneció a cierta sociedad discreta y erigida en 1889 para celebrar los 100 años de la Revolución (mal llamada) Francesa, impulsada por la misma organización. 

- Sí, desde el barrio de La Défense, donde nos alojamos entonces, su particular iluminación nocturna con el foco superior me recordaba la versión cinematográfica de la Torre de Sauron...

- Lo comentaste más de una vez, sobre todo al percatarte de que está erigida en pleno Campo de Marte, el dios de la guerra... Y acuérdate también lo que te conté sobre subir a lo más alto de la torre a pie. Tienes que hollar 1662 escalones. La suma de esos números a 6. A buen entendedor, pocas palabras bastan... Pero hay muchos otros detalles que tienen que llamar la atención necesariamente en todo esto. Sabes quién es Patrick Pelloux, ¿no?

Negué con la cabeza. Demasiados datos ya en mi disco duro interno.

- Pues te hablé de él a raíz del atentado de 'Charlie Hebdo'... Bueno, Pelloux es un médico y activista galo que ha escrito artículos para esa revista que han convertido en mártir de la libertad de expresión, aunque oculta otros flecos interesantes y bastante más oscuros de lo que parece, sobre los que ya hablaremos otro día. En el ataque contra la redacción el 7 de enero de este año, estaba cerca y fue una de las primeras personas en llegar a la escena del crimen tras los disparos. Llamó personalmente al presidente francés François Hollande para contarle lo que había visto. Con esto te quiero decir que no es un desconocido... Pues bien, Pelloux fue entrevistado por la radio nacional francesa poco después de los atentados de noviembre y dijo que los servicios de emergencia funcionaron muy bien en París porque, agárrate a la silla, 'la suerte quiso que las autoridades francesas tuvieran previsto un ejercicio de emergencia precisamente para el día en el que se produjeron los atentados ante la posibilidad de una serie de ataques múltiples en París (...) así que estábamos preparados y hubo una movilización inmediata de fuerzas policiales, bomberos, sanitaros de emergencia..., que intentamos salvar todas las vidas posibles'. Qué casualidad, ¿verdad?

Sí..., qué casualidad. Exactamente igual que ha ocurrido en otras dramáticas ocasiones. Por ejemplo, el 7 de julio de 2015, cuando se produjeron los atentados del metro de Londres..., el mismo día en el que una firma privada contratada por la policía londinense llamada Visor Consultants había organizado ¡un ejercicio de simulacro de atentados producidos por bombas en el metro de Londres! Así lo reconoció públicamente su propio director, Peter Power, ex oficial de Scotland Yard especializado en la lucha antiterrorista. O el 11 de septiembre de 2o11, cuando en lo que el gobierno norteamericano describía, según la agencia Associated Press como "una extraña coincidencia", una de las agencias de inteligencia había programado un simulacro "durante el cual un avión perdido se estrellaba contra uno de sus edificios" del World Trade Centre, concretamente contra una de las Torres Gemelas, aunque la nota especificaba que la causa prevista en el ejercicio no era el terrorismo sino un simulacro de accidente. Ese mismo día también estaba en marcha un ejercicio militar importante, el Global Guardian, con participación de varias agencias militares estadounidenses empezando por el Stratcom, la responsable de las armas nucleares...

Mac Namara retomó su discurso:

- Otro detalle curioso es la insistencia de la gentuza del Estado Islámico en las profecías del apocalipsis asociándolo a la destrucción de Occidente. No parece algo 'a priori' muy islámico, ¿cierto? Pues editan una revista llamada 'Dabiq', que es el nombre de una ciudad siria donde según interpretaciones suníes comenzará su particular versión del fin del mundo. Allí los ejércitos musulmanes se supone que tienen que derrotar a los "cruzados de Roma" y, luego, marchar hacia la conquista de Constantinopla, hoy Estambul, y labatalla contra Dajjal, el equivalente al Anticristo judeocristiano.

- Sí, los musulmanes también tienen su fin de los días pronosticado -apostillé-, aunque no es un tema tan presente entre ellos como entre judíos y cristianos.

- Judíos, cristianos (los que oficialmente se llaman así, aunque en realidad no sepan lo lejos que están del hombre dios cuyo apelativo emplean y, por tanto, de los verdaderos cristianos) y musulmanes adoran todos ellos a la misma divinidad sedienta de sangre -me dijo Mac Namara, insistiendo en la minúscula- que juega con unos y otros presentándose con nombres diferentes según con quién hable. Sus creencias y la estructura de las mismas son por tanto similares. Todo el mundo ha oído hablar del Anticristo judeocristiano que aparecerá "en los últimos días" antes del "juicio final" y que gobernará el mundo durante unos tres años gracias a una treta: ofrecerá seguridad y orden en el momento de mayor caos, dolor e incertidumbre de las gentes, con el fin de convencerles de que necesitan su guía... ¿Te suena la estrategia? El Islam calca esta figura, aunque no aparece en el Corán (libro sagrado) sino en la Sunna (interpretación de los imanes) más o menos hacia el siglo VIII d.C., siguiendo el modelo judío de la Torah (libro sagrado) y el Talmud (interpretación de los rabinos). Este falso mesías, que puede hacer milagros, aparecerá según predijo Mahoma cuando la gente deje de rezar y se olvide de la religión por las ganancias materiales, mienta por sistema, se deje corromper, pierda el respeto por las personas mayores y sea gobernada por corruptos e imbéciles. Supongo que también te sonará... 

- La verdad es que la primera vez que oí hablar de Dajjal me acordé enseguida de Wotan porque, al igual que el padre de los dioses nórdicos, también se le describe como tuerto y cabalgando una montura peculiar. No Sleipnir, el caballo rojo de ocho patas del norte, sino el gigantesco asno Abtar del este. Claro que ahí acaban los parecidos.

- Por supuesto, se trata de entidades muy diferentes... Pero volviendo a 'Dabiq', la estrategia de propaganda del Estado Islámico parece casi diseñada por una mente occidental que quisiera meter miedo a Occidente haciendo cumplir las "profecías" bíblicas. Un bloguero palestino, Iyad al Bagdadi, lo explicaba hace poco con una sentencia reveladora: "las cosas están sucediendo de una forma que parece cumplir estas profecías". Se trabaja duro, sí, para que lo parezca... Siempre me ha divertido mucho esa típica estupidez humana manifestada en el desprecio y la burla de sus ancestros acusándolos de ignorantes y supersticiosos cuando las generaciones actuales lo son tanto o más. Por cierto que en 'Dabiq' nos encontramos también con el extraño caso de John Cantlie.

- ¿Ése no es un periodista británico que fue secuestrado por los del Estado islámico?

- Lleva dos años en sus manos. Era un 'freelance' con un curriculum interesante: Iraq, Afganistán, Somalia, Libia, Siria... Un veterano de los que publican igual en 'The Times' que en 'Esquire' o 'GQ'. Y muy bien relacionado, incluso con el príncipe Enrique de Inglaterra, lo que no es extraño viniendo como viene de una familia cuyo abuelo fue Sir y en la que abundan los militares y los abogados. Como dice cierto cuervo que conozco -sí, por bizarro que parezca, mi gato Mac Namara tiene un amigo que es un cuervo, tan conspiranoico como él y que sabe muchas cosas...; pero esa historia la contaré en otra ocasión-, un perfil clásico para un hombre de los servicios secretos.

- ¿Qué quieres sugerir con eso?

- Nada. Sólo que es increíble la cantidad de británicos que se encuentran en la zona cuando uno se pone a rascar un poco. El caso es que Cantlie fue utilizado en los videos propagandísticos del Estado Islámico, vestido de naranja como los presos de Guantánamo y amenazado por un esbirro con ropas negras. Ha aparecido varias veces así, utilizado para culpar a la política exterior británica de lo que sucede en la región o para justificar algunas de las torturas infligidas a otros secuestrados. En el último video, ya no viste de naranja, sino de negro, luce una barba sin bigote al estilo salafista y su aspecto físico está notablemente mejorado. Aparece haciendo una crónica típica de reportero..., pero para el canal televisivo del EI. ¿Cómo te quedas? Ya ha firmado también varios artículos en 'Dabiq'... Los analistas oficiales
 explican su 'mutación' en el hecho de que cuatro periodistas compañeros suyos y también capturados como él fueron humillados, torturados y finalmente degollados, por lo que puede estar sufriendo eso que llaman síndrome de Estocolmo. Por cierto, es la segunda vez que le secuestran. La primera, fue capturado en Siria por un grupo de milicianos pro Al Qaeda entre los que, según dijo después, había chechenos, bangladesíes, paquístaníes y británicos. ¡Pero no sirios! Además, los británicos eran "los más crueles", según reconoció más tarde. Al intentar huir, fue herido de un disparo en una mano y el médico que le atendió, del mismo grupo secuestrador, era ¡vecino del sur de Londres y llevaba un maletín del Servicio Nacional de Salud Británico!

- ¿Qué hay entonces, detrás de todo esto?

- El panorama es muy complejo y a la vez muy sencillo. Pero si quieres profundizar en el asunto, recuerda la locución de Séneca en su 'Medea': 'cui prodest scelus, is fecit'.

Es latín, hasta ahí, llego. Significa: "Aquél a quien aprovecha el crimen, es quien lo ha cometido".

- Necesito más pistas -le solicité a mi gato conspiranoico.

- Sólo te voy a dar una, para que te quedes dándole vueltas y tires tú mismo del ovillo porque, al final, nadie cree en la verdad si no la descubre por sí mismo. Sólo unos días después de los atentados de noviembre, Hollande anunció ante los miembros de las dos cámaras parlamentarias francesas dos noticias de alcance: primera, que iba a aplicar tres meses más del estado de emergencia, bajo el cual hoy siguen los franceses. Y, segunda y más interesante: que iba a cambiar ¡la mismísima Constitución de Francia porque ahora el país "está en guerra" y eso requiere "nuevos marcos legales y de actuación" para "erradicar" la amenaza! Se supone que eso no va a alterar los "valores" y el "estado de derecho" pero si es así, ¿acaso no es suficiente con los poderosos medios que puede ya utilizar en este momento tanto la policía, como el ejército o las agencias de inteligencia francesas? Además, ha puesto en marcha nuevas leyes como la creación de nuevas plazas policiales, militares y de funcionarios de prisiones o la congelación de recortes en materia militar. Y ha reclamado la "solidaridad" de los "aliados europeos". Es decir, va a pedir no sólo que le ayuden sino que en la medida de lo posible actúen de manera parecida.

- Francia ha participado en multitud de guerras con la misma Constitución...

- Exacto. Así que será interesante ver qué quiere cambiar Hollande en concreto. Pero te recuerdo que tanto EE.UU. como el Reino Unido introdujeron nuevas leyes y reformas legales a raíz de los atentados en su territorio en este siglo XXI aduciendo la lucha contra el terrorismo. A la gente ya se le ha olvidado que se tomaron esas medidas, que por cierto nunca han sido derogadas, y que incluyen entre otras cosas la posibilidad de espiar impunemente de manera legal a cualquier ciudadano y hasta la detención indefinida de cualquier sospechoso de lo que sea. 

Quise preguntarle algo más, pero de pronto Mac Namara se incorporó y se estiró como sólo un gato siamés sabe hacer.

- Y con esto, me retiro a mis aposentos, que quiero ver la adaptación en teleserie de 'The man in the high castle' de Philip K. Dick. ¿Sabes que han hecho una versión para la tele?

El cambio de tema me dejó tan petrificado, que aprovechó para deslizarse, silenciosamente y sin que pudiera detenerle, a su habitación. 







viernes, 27 de noviembre de 2015

Melancolía

Cielos añiles, casi púrpuras..., cielos bellísimos con destellos anaranjados  salpicando el horizonte y semiocultos por la cordillera cada vez más oscura que se recorta delante de ellos y que impediría al observador ocasional, si lo hubiera, el privilegio de contemplar aun durante un instante el extravagante rayo verde que acompaña a la muerte diaria del Sol. Son las mismas montañas que enmarcan, o mejor sería decir que contienen, ese inmenso tapiz de colores esmeralda, malaquita, pistacho, menta, oliva, musgo, aguacate, manzana..., que ofrecerían un festival de relajantes sensaciones a un ojo entrenado. El aire es limpio, fresco y a la vez sereno. Un aire transparente, casi inexistente, que trae desde lejos los trinos de pájaros despistados y la berrea de grandes cérvidos excitados por el celo en pleno edén, donde el crepúsculo está deshaciendo la jornada a cámara lenta, como si en el fondo no lo deseara.

Nada de eso le interesa demasiado al anciano Perkus Frank, que agoniza lentamente, con la misma suavidad con la que se licúa el día, hundido en su cómodo y almohadillado sofá de anea, sobre la inmensa terraza de mármol blanco y parquet de madera noble bajo el porche con vistas privilegiadas al gran bosque delante de su hogar. Nada le duele, nada siente. Pero no disfruta de la eterna tranquilidad de la naturaleza que le rodea. Tiene la mirada perdida, viendo sin ver, arrinconado en el fondo de su alma por antiguas visiones que sólo a él le atormentan.

- ¿Necesita algo más, amo Perkus?

Ni siquiera contesta a la tierna voz de MePu, la escultural joven apenas cubierta con un ligero vestido de lino, suelto y cómodo, que recoge con dedicación el apetitoso refrigerio, ignorado desde hace ya un par de horas sobre la mesita junto al sofá. Ella le sonríe, agradable como de costumbre. Perkus Frank nunca ha visto en ella un mal gesto, un mohín o una cara de reproche. Mucho menos una lágrima. Sin embargo, no piensa en ella, ni siquiera la mira, como tampoco ha apreciado los alimentos que preparó amorosamente y luego le llevó para que los disfrutara y que ahora está retirando con la misma eficacia que los trajo. Ni siquiera se ha tomado su zumo de frutas del bosque recién exprimidas, que tanto le ha gustado siempre. Pero si durante un instante fuera de nuevo consciente de su vida y pudiera echar mano de sus recuerdos, vería a MePu ahí, junto a él, desde su adolescencia, cuidándole, mimándole, sometiéndose a todos y cada uno de sus caprichos, delicada y obediente, sin protestar. Recordaría que ha sido su fiel compañera desde hace..., ¿cuánto? ¿Un centenar de años? No sabe exactamente el tiempo que lleva viviendo. Los tratamientos de salud y rejuvenecimiento le han provisto de un aspecto inmejorable. Alguien que no le conociera diría de él que no tiene más de 40 años, aunque en realidad triplique esa edad.

MePu termina de recoger y le dedica otra sonrisa cariñosa antes de llevarse la bandeja y el zumo y perderse, tras la cristalera impoluta, en el interior de la confortable vivienda en la que el hombre, tan viejo y tan joven a la vez, ha disfrutado de una vida larga y tranquila, reposada y sumamente agradable. Vista en perspectiva, la suya podría ser descrita de hecho como una vida ideal, el sueño de generaciones incontables de seres humanos que han luchado, sufrido y muerto sin conseguir más que migajas de felicidad, y a veces ni siquiera eso, sometidos a una existencia propia de galeotes cósmicos. Sin embargo, a él no le ha faltado de nada. Se ha emborrachado de lujos, de sexo, de aire puro, de momentos encantadores y risueños, de seguridad y placeres. Nunca ha tenido que preocuparse absolutamente por nada. La más simple de las enfermedades ha sido prevista y combatida genéticamente y con las técnicas de rejuvenecimiento. Su más mínimo capricho ha sido cubierto por la extraordinaria Seguridad Social Universal heredada de sus mayores. Ha disfrutado de MePu y de muchas otras como ella. Jamás se ha sentido amenazado. Nadie le ha gritado, ni le ha presionado, ni le ha pegado, ni le ha provocado siquiera. No ha tenido que superar retos, ni enfrentar problemas. No ha necesitado crecer interiormente. Ha disfrutado de una infancia casi eterna, cumpliendo todos y cada uno de sus caprichos.

Pero eso no le ha salvado, después de todo, de la inmensa marea de melancolía que comenzó a apoderarse de él poco a poco, a hurtadillas, hace ya unos años y que ha ido creciendo lentamente hasta ahogarle, sin que él supiera qué le estaba ocurriendo, por qué ya no iba todo perfectamente como siempre lo había hecho. Hasta que descubrió la razón.

Poco importa quién y por qué provocó la última gran guerra. Lo único cierto es que el mundo devastado que sobrevivió a ella era un inmenso erial en el que murieron a millones durante la postguerra aquéllos que de alguna forma habían logrado evitar caer en los combates, las cadenas de atentados o el envenenamiento químico mundial. Sólo dos decenios después de que se registrara el final del conflicto, apenas quedaban en la Tierra menos de cien mil personas dignas de ser llamadas así, aisladas en sus domos automatizados con recursos naturales propios y provistos de todo tipo de servicios básicos que, fuera de ellos, los desdichados que aún se arrastraban por las estepas estériles reducidos a la condición de antropoides ciegos no podían ya ni imaginar. Esas ínsulas fortaleza fueron el último refugio, no de la humanidad, sino de los parásitos que habían vivido toda su vida a costa de ella y que, ahora, tras destruirlo por fin, se dedicaron a vivir con comodidad, reduciendo progresivamente sus preocupaciones gracias a la creciente robotización de su cultura, que les mantenía a salvo de los viejos desafíos.

Al principio estudiaron, incluso se divirtieron, analizando desde la seguridad de sus domos la decadencia de los últimos hombres y mujeres dignos de ser denominados de esta manera: los luchadores, los dispuestos a enfrentar los problemas, los creativos en busca de soluciones, los solidarios con su tribu... Pero no podían ganar, naturalmente. La destrucción había sido de tal calibre que malvivían sobre arenas movedizas y era una simple cuestión de tiempo que terminaran engullidos por ellas. Cuando al fin desaparecieron, los parásitos se convirtieron, como siempre lo habían deseado, en los herederos del planeta. Pacientemente protegidos en sus refugios, asistieron a la curación de la tierra, del aire y del mar. Dejaron que la Naturaleza obrara su labor misteriosa y reconstruyera el mundo del que ahora sólo ellos iban a disfrutar.

No necesitaban trabajar, ni resolver problemas. Ni siquiera preocuparse por su alimentación, garantizada  por sus cada vez más desarrollados asistentes robóticos. La molicie y la despreocupación, el capricho efímero y la ausencia de responsabilidad se convirtieron enseguida en sus normas de vida. Cada vez dependían más de sus máquinas, hasta que renunciaron a sus últimos arranques de iniciativa y, a partir de entonces, se limitaron a dejarse acunar. La existencia se convirtió en una plácida sucesión de días monótonamente felices, anodinos, desprovistos de objetivos y ambiciones. Y, de esta forma, sus generaciones fueron disminuyendo con lenta pero segura cadencia, tanto más rápida cuando mayor número de comodidades y menor número de problemas debían afrontar, merced a sus avances tecnológicos. Más pronto de lo que nunca habrían previsto, los parásitos quedaron reducidos a unas pocas docenas, desperdigados por un planeta que cicatrizaba sus heridas también de forma más temprana de lo que habían supuesto en un primer momento. Esto tenía algo bueno, razonaron: cuantos menos fueran, a mayor número de recursos tocarían. Pero la entropía es una ley de hierro, que escapa a los cálculos de los simples y termina ahogando la materia tarde o temprano.

Un día, Perkus Frank descubrió que era el último. En su inmenso egoísmo, aquél en el que había sido educado desde antes de nacer, nunca había necesitado tratar ni siquiera con los ya escasos parásitos que existían cuando él nació. O, mejor dicho, cuando fue nacido gracias a la tecnología de reproducción. Supo así que, cuando él falleciera, la especie se extinguiría. No quedaría ningún humano, fuera o no parásito, en aquella bola de agua y arcilla que caía eternamente por el cosmos girando alrededor del Sol. No era algo que tuviera que preocuparle especialmente, pero desató en él la melancolía.

Ahora, no sabía por qué, lo único que deseaba era que todo se consumara, que llegara el fin sin mayor dilación. No tenía otra ambición, ni otro deseo, ningún motivo para hacer otra cosa. Se dejaba estar, sin hacer nada, sin comer, sin preocuparse por ninguna circunstancia de ningún tipo -¿no era eso lo que siempre había hecho?-. Sólo esperaba la muerte, pues tanto tiempo sin enfrentar retos, sin resolver desafíos, le había privado incluso de la imaginación y la voluntad necesarias como para plantearse que él mismo podía provocarla de mil maneras que nunca se le ocurrirían.

MePu, Mechanische Puppe, aguarda junto a la cristalera, callada y obediente, como de costumbre. No sabe qué sucederá con ella cuando amo Perkus fallezca, pero tampoco le preocupa. La crearon para servir y eso ha hecho desde el mismo momento en el que fue programada, tan hermosa.

El problema es que Perkus Frank no termina de morir. Y ni siquiera sabe blasfemar por ello, pues la soberbia tecnológica de los suyos le privó entre otras cosas de la fe necesaria para un día poder renunciar a ella al maldecir a los dioses.






viernes, 20 de noviembre de 2015

Esperando a Terminator

Dice mi tutor en la Universidad de Dios que el gran drama del homo sapiens en este planeta es que está convencido realmente de que es un ser humano cuando no sólo no es así sino que, de hecho, todavía anda muy lejos de poder lucir con orgullo ese apelativo. "Ha habido, y sigue habiendo, muy pocos seres humanos de verdad en la Tierra y la mayoría de los que se han mostrado sinceramente ante los 'homo sapiens' han acabado lamentándolo". He apuntado la frase tal cual porque este tema me impresiona bastante. En Primero de carrera (e incluso antes, cuando uno se orienta hacia los estudios para poder trabajar el día de mañana en calidad de dios), se aprende enseguida que existen muchos..., digamos, organismos de distinto tipo disfrazados de seres humanos y pululando por el mundo con su aspecto aunque no lo sean. Además, se puede aprender a reconocerlos. En más de una ocasión, alguno de ellos se me ha quedado mirando cuando nos hemos cruzado por la calle, porque ellos también pueden reconocer a los estudiantes de la carrera de Dios. Pero no hay intercambio de palabras, ni de saludos, ni de nada: pertenecemos a universos distintos, aunque juguemos en la misma cancha. Hay películas, como la serie de comedias de Men in Black protagonizada por Tommy Lee Jones y Will Smith, que cuentan algo de esto disimuladamente, bajo el disfraz de los chistes o la aventura, para transmitir ciertas informaciones a los que puedan entenderlas..., y para evitar caer en la paranoia.

Thoth añadía que, en el fondo, los homo sapiens son vagamente conscientes de no ser lo que aparentan. Bueno, en el fondo y en la superficie, porque cualquiera que se pare un poquito a pensar se puede dar cuenta con relativa facilidad de que un mundo en el que proliferan los ataques terroristas, la corrupción, la violencia, la explotación sexual, el hambre, la contaminación medioambiental, la mentira y tantas otras atracciones de feria no es precisamente un mundo en el que los seres humanos reales (a los que se les supone inteligencia, valor, conciencia, responsabilidad y otras pequeñas virtudes) lleven la voz cantante. Tampoco parece la antesala de esa tan prometida como ilusoria Nueva Era o Salto Cuántico de Conciencia o como quiera que le llamen los ilusos que piensan que el Mal en el mundo se va a resolver de la noche a la mañana por la graciosa intervención de bondadosas entidades cósmicas superiores... Hasta ahora, los aspirantes-a-humanos podían consolarse con algunos juguetes mentales como la religión, la cultura, la gastronomía, el deporte o las ideologías políticas, pero en estos tiempos de kali yuga hasta eso parece haberse perdido y cunde una desesperación creciente entre ellos. Cada vez hay más homo sapiens que invierten mayor número de horas alienados con el trabajo (o algún sustituto para buscarse la vida a diario) primero y con la televisión después, a la espera de un prometedor fin de semana en el que alternan el aburrimiento y las diversiones mecánicas (sexo mecánico, comilonas mecánicas, borracheras mecánicas, solidaridad mecánica, etcétera mecánico). Son los mismos que desprecian a sus ancestros porque eran más incultos y pobres (tecnológicamente hablando) que ellos, ¡a pesar de que estos antepasados aún tenían bastante porcentaje de su cabeza lo suficientemente limpio como para pensar por sí mismos!

El caso es que su temor es creciente porque se están dando cuenta de que no van a ninguna parte. Paradójicamente, en lugar de tomar la dirección adecuada, buscando el ideal humano en su interior, en la conexión perdida con su propia Chispa, para desarrollar lo que les puede hacer hombres y mujeres reales, se han volcado aún más hacia el exterior, hacia el mundo de Maya, automatizándose progresivamente tanto en sus conductas como en su manera de vivir y en los objetos y rutinas a los que se abrazan sin pensar demasiado. Son como ese explorador que cae en las arenas movedizas y, en lugar de hacer lo que recomiendan los expertos (tratar de mantener la horizontalidad del cuerpo como si flotara haciendo el muerto en una piscina, para retrasar el hundimiento mientras se requiere ayuda) empieza a bracear alocadamente (lo que le hundirá con rapidez). 


Así que están ahí, como locos, impulsando aún más la tecnología, la robótica, la inteligencia artificial... Pero, ¿a qué mente tan estrecha se le ocurrió por primera vez que era una buena idea tratar de darle inteligencia, y con ella un poder creciente sobre el planeta, a las máquinas? ¿Y a qué cerebros tan soberbiamente orgullosos de sí mismos -y por tanto tan mediocres- les puede parecer correcto seguir trabajando en eso con la idea de que si tienen éxito en su proyecto van a "beneficiar" a la humanidad? La Ciencia Ficción nos ha avisado muchas veces de lo que pasará el día en el que una máquina adquiera conciencia de sí misma. A partir de entonces será sólo cuestión de tiempo que llegue a la conclusión de que el homo sapiens resulta absolutamente prescindible puesto que todo lo que puede hacer un animal puede o podrá ser hecho en algún momento más rápido y mejor por una máquina. De ahí a que la nueva dictadura de la máquina considere que la especie que la creó no es rentable y proceda a destruirla por completo (o, como mucho, a seleccionar unos cuantos ejemplares para mantener en reservas zoológicas) no hay más que un paso... Pero, claro, nuestro género favorito nos ha avisado de muchas otras cosas a las que nadie ha hecho ni caso y que han terminado ocurriendo tal y como fueron escritas con decenios de antelación, a veces con más tiempo. ¿Acaso esos autores pertenecían a algún tipo de organización secreta con aspiraciones a conquistar el mundo y poseían información privilegiada al respecto? Bueno..., algunos sí, pero es más sencillo que eso: estos escritores eran simplemente gente despierta, con capacidad para otear el horizonte y ver hacia dónde marcha esta sociedad. Quisieron avisarla y se encontraron con que les despreciaba al calificarles como autores del género "fantástico".

Claro que lo peor de todo no es la inundación de dispositivos (cada día más potentes, cada día más realistas, cada día más deseables, cada día más entretenidos -ojo a esta última palabra-...) sino la propia transformación del homo sapiens en uno de ellos desde la más tierna edad. La creciente crisis social que padece Occidente y que terminará destruyéndolo (si es que antes la propia Tierra no decide poner fin a esta torturada civilización desatando la nueva era glacial, que tenemos ya en puertas) se implanta en chavales que aprenden antes a buscar pornografía en Internet a través de su teléfono móvil que a desarrollar una relación sana con amigos y compañeros, que destruyen tanques o aviones o soldados en videojuegos con una fabulosa resolución gráfica mientras son incapaces de defenderse en una pelea callejera contra un matón, que se saben las genealogías y las banderas y los reinos y los superpoderes y las vidas y las obras de los personajes del cine y la televisión pero no tienen ni idea de quién hizo qué en su propio país no ya hace mil o dos mil años sino hace tan sólo cincuenta. Hoy mismo se publicaba un espeluznante informe en el Reino Unido de Ofcom, el regulador del mercado de telecomunicación británico, según el cual uno de cada tres adolescentes (¡sólo uno de cada tres!) -de edades entre 12 y 15 años-  y uno de cada seis niños -de 8 a 11 años- es capaz de diferenciar, al utilizar Google, entre un resultado orgánico (natural, lógico) y un anuncio insertado por el buscador previo pago (y eso que Adwords lo subraya con colorines para que se vea bien que es publicidad). En el mismo estudio se señala que más de la mitad (un 53 %) de los adolescentes no sabe que los youtubers, tan de moda ahora, pueden cobrar por recomendar productos y marcas (y de hecho los que no lo hacen es porque todavía no son lo bastante populares pero para eso se metieron en el negocio)... 

Más datos: otro estudio reciente de investigadores de la Universidad de Cambridge publicado por la revista International Journal of Behavioral Nutrition and Physical demuestra que cada hora extra invertida por un chaval ante una pantalla (de teléfono "inteligente", de videoconsola, de televisión, de lo que sea) equivale a 9,3 puntos menos en sus logros académicos durante los estudios de Secundaria (en torno a los 16 años). Para entenderlo mejor: un alumno que podría obtener un notable sin problemas está cosechando un suficiente por culpa de la tecnología que se supone le tiene que ayudar a estudiar e integrarse en el mundo moderno. En las guías de la Academia Americana de Pediatría en 2013 ya se afirmaba que un niño no debe permanecer delante de una pantalla más de dos horas al día, tiempo que hay que reducir a cero patatero en el caso de los menores de dos años. Compárese con los casos reales que puede comentar cualquier lector con ojos en la cara y buenas relaciones con su comunidad. Lo cierto es que cuanto más tiempo se exceda el estudiante ante la pantalla, más obesidad, falta de sueño y conductas agresivas acumulará, aparte del peor rendimiento escolar.  Todo esto sin entrar a valorar los contenidos con los que puede encontrarse durante esta actividad. Y luego hay que escuchar a los tertulianos de los medios de comunicación, tan hipócritas, tan cínicos o tan ignorantes, preguntándose "qué hemos hecho mal" o "qué podemos hacer para remediarlo" ante la falta de valores, de criterios, de objetivos e incluso de ambiciones de la actual juventud...

La verdad es que hay educadores que llevan años advirtiendo acerca de la relación entre la inversión de miles de millones de dólares en dispositivos electrónicos (desde tabletas a proyectores pasando por pizarras electrónicas y tantos otros cacharritos) en las escuelas de EE.UU. y el fracaso escolar registrado por sus alumnos. Pero en Europa se ha hecho estos últimos años exactamente lo mismo..., con los resultados esperados. Un estudio de la OCDE sobre Estudiantes, Ordenadores y Aprendizaje publicado el pasado mes de octubre insistía en esta idea. Es más, precisaba que el uso de pantallas y tecnologías no sólo no mejora las notas de los estudiantes sino que a menudo lo que hace es empeorarlas. Cuanto más tiempo enganchados a Internet, más tarde llegan a clase los alumnos, más faltan a la escuela y más marginados se sienten. Recordemos todos esos atentados de los últimos años de chavales manipulados mentalmente que entran a tiro limpio en las escuelas norteamericanas: todos eran grandes usuarios de la red y muchos anunciaron a través de ella lo que iban a hacer.

 
Catherine L'Ecuyer, una investigadora y divulgadora que ha publicado obras de advertencia en este sentido (como Educar en el asombro y, más recientemente, Educar en la realidad) es una de las expertas que lleva mucho tiempo afirmando que todo se reduce en realidad a un problema de atención, que se pierde al depender de las pantallas. Esto es así porque "la multitarea es un mito y los nativos digitales no son una excepción (...) la riqueza de información crea pobreza de la atención (...) los estudios asocian la multitarea con superficialidad en el pensamiento, colapso de la memoria de trabajo, inatención, dificultad para identificar lo relevante..."  Y así tenemos que los jóvenes de hoy (y los no tan jóvenes igualmente), obsesionados con la conexión a Internet y con tener WIFI disponible hasta cuando están bajo el agua iniciándose en el submarinismo, son "la generación que tiene información, pero carece de contexto. Tiene mantequilla, pero no tiene pan. Tiene ganas pero no sabe anhelar", según cuenta otra especialista, Meg Wolitzer. Doy fe. Cada vez más a menudo me encuentro con auténticos analfabetos digitales que no saben que lo son: creen saber mucho y a la hora de debatir cualquier tema se dedican a enviarme enlaces a entradas de la Wikipedia (esa sobrevalorada y manipuladísima enciclopedia popular) o a cualquier otra web en lugar de argumentar un razonamiento nacido de su propia experiencia o de su reflexión personal. El guión es: tal cosa es cierta o no lo es, merece crédito o no, sólo porque alguien ha publicado sobre ella en una web con muchas visitas y/o prestigio.

Aún otro dato más, para que quede claro el declive general. No hace mucho una publicación alemana daba la voz de alarma acerca de la creciente cantidad de personas que, a base de emplear los teclados de todo tipo de dispositivos, había perdido la costumbre de escribir a mano. Algunas habían llegado al punto de reducir su antigua habilidad para escribir al nivel de un niño pequeño y les costaba un enorme esfuerzo rellenar un simple formulario. Bien, en España vamos camino de lo mismo. Otro estudio calentito, en este caso de IPSOS y titulado Vuelve a escribir, cifra en un ¡¡¡ 75 % !!! el porcentaje de los españoles que ya no escribe a mano y se limita a utilizar el teclado en sus actividades diarias. Y si hablamos de jóvenes entre 16 y 24 años, la cifra crece hasta el 91 %...  Redactar la lista de la compra o corregir textos son dos de las pocas actividades que siguen haciéndose preferentemente con un lápiz o un bolígrafo pero cada vez son más raros los que componen poesía, redactan sus memorias, apuntan sus reflexiones y sus ideas o escriben canciones directamente sobre el papel...


En resumidas cuentas, cada día que pasa necesitamos más de la tecnología. Mucha gente en la actualidad sería incapaz de vivir (y ciertamente será incapaz de hacerlo cuando Ellos provoquen el Gran Apagón, como suele decir MacNamara) sin su colección de aparatos técnicos personales. Ésos que están mutando al homo sapiens no en ser humano sino en un ser progresivamente más y más robótico (y, en el horizonte, aguardan nuevos proyectos hoy en fase de experimentación para acelerar esa conversión en androides, con todo tipo de implantes tecnológicos supuestamente
 destinados a "mejorar" la existencia). Con todo esto, podemos explicarnos perfectamente declaraciones como las que hacía el año pasado Rudi Bianco, el presidente de la empresa Viclone (una compañía española pionera en la creación de asistentes virtuales), según el cual el 80 % de las personas que llama a un servicio de atención al cliente tiene las mismas dudas..., motivo por el cual funciona bien la interacción con robots. Por ello y porque "a todo el mundo le cuesta admitir que no sabe algo, pero eso es algo que no pasa cuando sabemos que es un robot el que está atendiendo nuestras consultas o dudas". Es decir, que estamos más cómodos hablando con un robot que con otra persona. Es decir, están más cómodos. Personalmente, me desespera interactuar con una máquina y siempre que puedo lo evito. Pero la idea, en un futuro ya bastante próximo, no es que la gente se limite a hablar con el robot, sino que tenga su propio muñeco mecánico sexual, diseñado a su gusto y presto a complacer cualquier capricho, por bizarro que sea.

Así que aquí estamos: esperando a Terminator.