Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 21 de diciembre de 2012

La ficción del Jesús judío

Con la característica arrogancia que distingue a nuestros contemporáneos, empeñados en demostrarle a la Historia que todos nuestros ancestros eran unos analfabetos y que el homo sapiens de comienzos del siglo XXI es poco menos que la cumbre de la evolución, un programa producido por la BBC (la sobrevalorada cadena audiovisual británica, cuyos fundadores no han caído en que sus siglas, British Broadcasting Corporation, se pueden traducir en español como Bodas Bautizos y Comuniones) trató de convencernos hace unos años de que el físico de Jesús (y, en particular, su rostro) inmortalizado por el arte a lo largo de los últimos dos mil años poco tenía que ver con la realidad y que el famoso galileo era en realidad poco menos que una especie de troll. 

No entro ya a considerar el rostro que se puede reconstruir a partir de la Sábana Santa (de la cual hemos hablado más a fondo en otro lugar de esta bitácora y una imagen de la cual podemos ver al comienzo de este artículo) y que, oh casualidad, coincide con la representación habitual, tanto pictórica como escultórica. Por lo general, y aunque el Nuevo Testamento no contiene una descripción precisa, de los datos que facilitan los textos religiosos, canónicos o no, se extrae la conclusión de que Jesús era un tipo alto (para la media de habitantes de Palestina), delgado pero de complexión fuerte, piel clara, pelo largo rubio o castaño y bigote y barba del mismo color. En una rara muestra de unanimidad, la casi totalidad de artistas de todos los tiempos (desde los grandes maestros hasta los más humildes, pasando por aquéllos que sabemos pertenecieron a escuelas ocultistas) le han representado de la misma forma, cada uno de acuerdo con su estilo.

Pero entonces llegó la BBC y produjo un documental titulado Hijo de Dios en el que utilizando "las más modernas técnicas forenses para recrear el rostro de Jesucristo" trataron de convencernos sin pudor alguno de que dos milenios de tradición estaban equivocados y que la faz más probable era la que adjunto aquí
a la derecha. ¿Cómo llegaron a semejante conclusión? A partir de un dato erróneo o, más bien, de un engaño. Una mentira que en los últimos decenios ha ido cobrando fuerza progresivamente, al mismo tiempo que el en apariencia imparable crecimiento de la ignorancia en nuestra sociedad occidental... No deja de sorprenderme que nunca en toda la historia conocida de la Humanidad haya existido un momento similar a éste, en el que el ciudadano corriente tiene acceso a ingentes cantidades de información y, sin embargo, ese mismo ciudadano corriente es, culturalmente, más necio que nunca: entretenido en una espectacular oferta de ocio, desprecia todo cuanto signifique formación y aprendizaje personal.

¿Cuál es el dato erróneo/engaño? Pues que la imagen se recreó a partir del cráneo de un hombre judío del siglo I, un posible contemporáneo de Jesús..., pero es que Jesús no era judío.

Dejemos aparte las cuestiones teologales, según las cuales este planteamiento ni siquiera es admisible. El dogma de fe de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana (y del resto de iglesias llamadas cristianas) ordena creer que Jesús nació de la Virgen María pero que no fue concebido por hombre alguno sino por el mismísimo Dios (versión palomo Espíritu Santo, versión rayo de luz emanada directamente desde Dios, versión equis). En consecuencia, si era hijo directo de Dios, no podía ser judío, ni romano, ni humano de ningún tipo, y por tanto la discusión llega hasta aquí (según el dogma de fe cristiano, insisto). Ahora bien, para cualquier persona no cegada por la fe y con dos dedos de frente, es preciso reconocer que Jesús nació de un hombre y una mujer... Lo que está claro es que el hombre no fue San José, un anciano según el relato bíblico (rejuvenecido en las películas de Hollywood y en las figuritas de los belenes, para evitar preguntas incómodas de los jóvenes) que, tal vez sí o tal vez no, descendiera de la Casa de David, pero que en cualquier caso no pudo dar su sangre ni su genética a Jesús. Además, el hecho de que la vida de éste se desarrollara, en su mayor parte, en Palestina en medio de la cultura, las costumbres y la religión de los judíos, no es más que el marco para el personaje, mas tampoco resulta determinante del mismo, de igual forma que el Dalai Lama hoy en el exilio ha vivido la mayor parte de su vida bien en la India bien en Occidente buscando apoyos para su causa y no podemos decir que Tenzin Gyatso sea un piadoso hinduista o un característico materialista.

Por lo demás, en los textos evangélicos se repite por activa, por pasiva y por perifrástica que Jesús era galileo, no judío. Incluso se le conoce por este apodo: el Galileo. Sin embargo, nunca, nadie le llama el betlehemita u oriundo de Belén, donde se supone que nació.... ¡Lo cual, por raro que parezca, no parece llamarle la atención a ningún especialista contemporáneo! Y si examinamos todos los estudios históricos sobre la región, la mayor parte de ellos disponibles hoy para cualquiera que se quiera tomar la molestia de buscarlos y estudiarlos a través de Internet, llegaremos enseguida a conclusiones bastante claras acerca de lo que eso significa. Hoy pensamos en la patria de los judíos y nos viene a la mente un solo país, Israel (aunque en lucha permanente con los palestinos, los descendientes de los filisteos) pero en la antigüedad aquellas tierras estaban muy lejos de ser homogéneas. Mil años antes de Jesús, existían dos reinos independientes: Galilea en el norte de Palestina (un territorio bien comunicado de población heterogénea, abierto al comercio y los intercambios culturales, con presencia de gentes originales de todo el Mediterráneo oriental e incluso más allá) y Judea en el sur (en una zona mucho más aislada, con aplastante mayoría judía en torno a su ciudad fetiche de Jerusalén). Pensemos que para un habitante de Nazaret de aquella época resultaba más fácil y más rápido llegar a Damasco que a Jerusalén. Setecientos años antes de Jesús, los asirios, pueblo guerrero e implacable, había despoblado prácticamente toda Galilea. Aquellas tierras fueron ocupadas entonces por los conquistadores asirios, pero también por colonos griegos y escitas. Más tarde llegaron los fenicios. Trescientos años antes de Jesús, Alejandro Magno expulsó a las gentes de Samaria y los sustituyó por colonos macedonios (parte de los cuales emigró también al norte, a territorio galileo).

Está claro que Galilea respondía claramente al nombre original con el que fue bautizada por los judíos: Gelil haggoyim que significa Tierra de paganos, es decir de no judíos. Para aquéllos que quieran ir un paso más allá, les sugiero que relacionen el nada causal prefijo de aquel pueblo, los galileos, con el de otros pueblos netamente europeos como el de los galos, los galeses, los gallegos..., e incluso los gálatas (asentados en territorio hoy turco pero de origen celta).

El hecho de que los habitantes de Galilea se sometieran, con el tiempo, a las leyes e incluso a la religión judía, obedece más bien a cuestiones de comodidad económica e incluso política para favorecer el desarrollo de la región, de la misma forma que siglos más tarde los jázaros optaran artificialmente por adoptar la religión judía para conservar su independencia y no ser absorbidos por sus vecinos cristianos bizantinos en el oeste o por sus vecinos musulmanes turcos en el este. Sin embargo, los propios textos veterotestamentarios ofrecen numerosas referencias respecto a la consideración que los galileos merecían para los propios judíos, como un pueblo extraño. Por ejemplo, en el Libro de los Reyes se especifica cómo uno de los líderes macabeos "reunió a todos los judíos que habían vuelto a Galilea y les obligó a regresar a Judea. A todos, sin excepción" menos de doscientos años antes de Jesús. O, si echamos mano de los textos evangélicos, encontramos frases significativas como cuando en el Evangelio de San Juan se explica con claridad que "los judíos afirmaban que ningún profeta había salido jamás de Galilea (puesto que los profetas sólo podían surgir entre los propios judíos)".

De esta manera podemos entender que el aspecto físico real de Jesús no tuviera mucho que ver con el del clásico judío de la época, como el de la reconstrucción de la BBC, y sí se pareciera más al tipo del europeo occidental. Pero todas estas cosas y muchas más (por ejemplo, que el padre físico de Jesús pudo ser un soldado romano popular en su época, apodado el Pantera por su fuerza y valor, según recogen los evangelios apócrifos y el mismo Talmud hebreo) se conocían bien en la antigüedad. ¿Por qué, entonces, hoy se insiste una y otra vez desde los medios oficiales u oficialistas, en que Jesús y sus apóstoles (todos los cuales, por cierto menos uno llamado Judas Iscariote, eran también galileos) procedían de extracción judía? ¿Y por qué a los últimos dos Papas, el actualmente en el cargo y su predecesor, se les ha llenado la boca de calificar como "hermanos mayores" de los cristianos a los judíos, identificando religiones radicalmente diferentes aunque se desarrollaran en el mismo espacio geográfico? 

Pues por lo mismo por lo que los textos del llamado Viejo Testamento y los del llamado Nuevo Testamento, pese a pertenecer a culturas, creencias y tradiciones espirituales completamente diferentes, se nos siguen presentando como si fueran la primera y la segunda parte de una sola e idéntica religión. Porque existen muy poderosas (y ocultas, no hace falta llamar a Mac Namara para que nos confirme esto) razones de índole económico, financiero, político y social para mantener y reforzar la ficción del Jesús judío. Saulo de Tarso, ex recaudador de impuestos judío que adoptó el alias de Pablo y fue santificado posteriormente, fue uno de los primeros y más activos artífices de lo que podríamos llamar, aunque suene fuerte a primera vista, la auténtica estafa espiritual en que ha devenido el cristianismo: una religión que muchos practican creyendo que es una cosa cuando es en realidad otra muy diferente.  
Nunca me cansaré en este sentido de recomendar la maravillosa (no en vano polémica e incluso prohibida en varios países) La última tentación de Cristo , película de Martin Scorsese basada en la homónima y aún menos conocida obra literaria de Nikos Kazantzakis.
No es éste el lugar para describir pormenorizadamente las razones antes aludidas que justifican el constante engaño de la parte más ingenua y/o ignorante de la sociedad actual respecto a Jesús (y a casi cualquier hecho histórico de importancia, cuando uno se pone a estudiar un poco), pero toda persona interesada que empiece a tirar de algunos hilos a la vista podrá investigar por su propia cuenta y llegar por sí misma a conclusiones sorprendentes. Como dejé escrito antes, nunca ha habido más y mejor oportunidad para la investigación particular del ciudadano medio que hoy día, gracias a Internet. Y, como dice el refrán, el que busca, halla. Pero hay que tomarse el trabajo de buscar.



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Postdata:

Este artículo hace el número 500 desde que se estrenó el blog Fácil para nosotros. Gracias a todos los lectores que han invertido parte de su tiempo en compartir éste o cualquier otro de los 499 textos publicados hasta el momento. Como corresponde a la tradición de mi linaje, con la llegada del Solsticio de Invierno, un servidor se retira del planeta Tierra momentáneamente para volver a mi casa, al Walhalla, donde residiré las próximas semanas descansando del desgaste que me supone manifestarme en el mundo humano, aunque me pase la mayor parte del tiempo en la Universidad de Dios. Estaré de vuelta por aquí, si Wotan quiere, para el próximo mes de enero, después de las fiestas. Os dejo con mi preceptiva vela roja, para festejar y ayudar al Espíritu del Sol en estos tiempos oscuros e inciertos (y a la vez entretenidos) del Kaly Yuga.







miércoles, 19 de diciembre de 2012

El enigma de GEO 600

GEO 600 es el nombre de un detector de ondas gravitacionales que se puso en marcha en Hannover, en Alemania, en 2006 y que se presentó como una especie de revolución en el campo de la astronomía. Su misión básica consistía en captar, por vez primera de forma directa, esas ondulaciones del espacio/tiempo tan escurridizas (las susodichas ondas gravitacionales) producidas por cuerpos masivos acelerados, como por ejemplo los agujeros negros, y cuyos particulares meneos harían las delicias especulativas de Sheldon Cooper, el personaje estrella (nunca mejor dicho) de la serie The Big Bang Theory. La famosa teoría de la relatividad de Einstein ya pronosticó en su día la existencia de estas olas cósmicas y los científicos tenían la esperanza de que este nuevo instrumento confirmara sus expectativas en este sentido. 

La verdad es que, durante el tiempo que lleva funcionando, GEO 600 no ha conseguido precisamente un gran éxito. De hecho, sus resultados son bastantes decepcionantes para todo lo que se esperaba de él... Pero he aquí que hace unas semanas se ha encontrado inesperadamente con lo que algunos investigadores han calificado como el que podría ser el más importante descubrimiento de la Física durante el último medio siglo: nada más y nada menos que el borde del Universo, el límite básico del espacio tiempo.

No se sabe muy bien lo que ha encontrado este artefacto: tan sólo que se trata de una especie de "ruido de fondo" de frecuencias entre los 300 y los 1.500 hertzios, que no encaja en la maraña de datos que en teoría debería haber recogido. Sin embargo, el astrónomo y físico Craig Hogan, director del norteamericano Fermilab Center for Particle Astrophysics en Chicago y defensor de la teoría holográfica del universo, cree que el GEO 600 acaba de proporcionar la prueba definitiva de que su teoría es cierta. Hogan, aquí a la derecha, planteó hace ya cuatro años que el universo en tres dimensiones en el que se supone que existimos no es tal, sino un holograma, como la imagen que aparece por ejemplo en las tarjetas de crédito. 

Resumiendo mucho, un holograma no es otra cosa que una foto de dos dimensiones (la altura y anchura normales) tratada de una forma tal que, cuando la luz rebota sobre ella, adquiere la apariencia de poseer también la tercera (la profundidad) pero en realidad no la tiene. En su opinión, objetos extraños como los agujeros negros, donde el espacio y el tiempo se comprimen de un modo que aún no hemos terminado de entender bien, sugieren que la tercera dimensión que conocemos no es más que una ilusión: tal vez, una proyección del tiempo entrelazado con la profundidad, que se mantiene y parece existir sólo porque nuestros sentidos son limitados..., pero que podría desaparecer si fuéramos capaces de construir un equipo lo bastante potente como para superar los límites explorados hasta ahora.

Para tratar de probar su teoría, Hogan se embarcó en la construcción de lo que denominó "holómetro": una complicada e hipersensible máquina diseñada para medir el espacio y el tiempo que empezó a desarrollar en su laboratorio de Chicago. El "ruido" captado por el GEO 600 podría hacer innecesario semejante mecanismo, dado que su análisis correcto y completo podría darle directamente la razón. Hogan cree que se trata del punto exacto en el cual el espacio tiempo deja de portarse como "el suave continuo descrito por Einstein" para "disolverse" en una especie de "granos", de la misma manera que una imagen de ordenador lo bastante ampliada queda deformada y pixelada, granulada, a medida que le metemos más y más zoom. Si sus impresiones son correctas, lo que habría detectado la máquina instalada en Hannover es la visión borrosa que de acuerdo con la teoría matemática deberíamos realmente llegar a poseer de un universo holográfico si fuéramos capaces de captarlo desde su interior, como podría ser perfectamente el caso.

Si esto es así, nuestro universo (y eso nos incluye a nosotros como personas y a todas y cada una de nuestras actividades en la Tierra) no sería otra cosa que una simple proyección holográfica de procesos físicos que no suceden de verdad aquí y ahora, sino en una superficie bidimensional muy alejada de nosotros. Es decir, no seríamos otra cosa que reflejos de la verdadera realidad. Caramba, caramba..., pero..., ¿no era esto, con otras palabras, exactamente lo mismo que decía mi querido maestro Arístokles Platón cuando hablaba del mundo de las Ideas puras, del cual todo cuanto creemos conocer en el plano físico (empezando por nuestro propio cuerpo) no es sino una pálida copia de baja calidad? Igual que sucede con algunas exploraciones de vanguardia en el campo de la física cuántica, nos encontramos de nuevo con el hecho de que los materialistas científicos contemporáneos están empezando a alcanzar a través de sus máquinas similares conceptos y conclusiones a los manejados en su día por ciertos reyes filósofos de la antigüedad. Han tardado unos cuantos miles de años, pero más vale tarde que nunca...




La posibilidad de que Hogan esté en lo cierto en sus deducciones resulta tan excitante que los responsables del GEO 600 han puesto en marcha nuevas pruebas, modificando la sensibilidad máxima del detector hacia frecuencias superiores, con el fin de confirmar la información ya recogida.

En todo caso, este físico y astrónomo de Chicago no es el único que se plantea muy en serio la posibilidad del holograma. Hace pocos días se hizo pública la investigación de un equipo de científicos de la Universidad de Washington que estudia, así de directamente lo han confirmado, "si vivimos en una simulación al estilo de la popular película 'The Matrix', la cual consistía en un programa de ordenador al que se conectaban los seres humanos para vivir dentro de una realidad virtual".  La hipótesis que se maneja en este caso es que el mundo que nos rodea podría ser una simulación creada por una entidad inteligente..., pero ¿quién? ¿Extraterrestres de una civilización avanzada que se divierten siguiendo el desarrollo de diversas especies en planetas de diferentes características? ¿Androides mecánicos estudiando el desarrollo de la vida natural? ¿Humanos del futuro que recrean su pasado (nuestro presente) para insertarse esporádicamente en él y participar en un espectacular juego de rol cósmico? 

Por cierto, ahí tenemos a otro equipo de investigadores de vanguardia sumándose, seguramente sin quererlo, a la teoría del Diseño Inteligente, tan criticada por los partidarios del Evolucionismo...

Sean quienes sean, de donde sean y de cuando sean, parece obvio que los creadores de este universo holográfico (si se confirma que es ahí donde "vivimos") son por completo ajenos a nosotros. Se supone que nuestra ciencia apenas es capaz de formar con cierta exactitud un fragmento virtual de 100 trillonésimas de metro, así que como para plantearse recrear un planeta y ya no digamos un universo entero. La idea de los expertos de Washington es buscar y tal vez encontrar (gracias a las mejoras en los programas informáticos y contando con bastantes años por delante para trabajar y cruzar un número creciente de datos) una serie de "marcas de fábrica" consistentes en patrones universales subyacentes, así como restricciones impuestas en simulaciones con recursos limitados. Como cuando al emplear un videojuego en el que hemos de explorar una casa en busca de zombies nos encontramos con puertas que no podemos abrir, simplemente porque forman parte del decorado: no son puertas reales que podamos usar o que conduzcan a alguna parte, sino que están ahí sólo en apariencia, para adornar. De la misma manera, en este universo deberíamos encontrarnos con calles literalmente sin salida, como en la muy recomendable película Nivel 13. 

¿Seremos capaces de soportar la verdad, si algún día tenemos acceso a ella? Los antiguos, que sabían mucho más que nosotros, nos advirtieron contra la necedad del hombre corriente que pretende contemplar a Isis desnuda, arrancando por la fuerza sus siete velos en lugar de hacerse merecedor de que ella se desprenda de los mismos uno por uno. La muerte, y aún la locura, no eran los peores destinos del insensato que osaba blasfemar de esta manera contra la diosa.









 


 

lunes, 17 de diciembre de 2012

La plaga

Los expertos llaman patologías blancas a aquellas enfermedades tan corrientes y generalizadas en la sociedad (a menudo, de carácter psicológico) que no sólo no lo parecen sino que incluso no llegan a tratarse como dolencias, puesto que se han extendido tanto que han alcanzado la casi intocable categoría de la normalidad, de la mediocridad. Es decir, logran instalarse en ese ansiado término medio que resulta tan difícil de abandonar, por cuanto arropa psicológicamente a su usuario (el pensamiento trampa es más o menos el siguiente: "soy como los demás, ergo soy normal y estoy donde debo estar, no debo moverme de aquí"). 

Supongamos por ejemplo una sociedad realmente normal en la que todos sus ciudadanos sean honrados y estén acostumbrados a decir siempre la verdad. Un día aparece un negociante extranjero, liante y mentiroso, y empieza a aplicar sus "malas artes" para prosperar. Si se descubre su deshonestidad y sus mentiras, será de inmediato avergonzado y tal vez incluso penado con multa o cárcel. Pero si no, acabará subiendo en la escala social y económica gracias a su habilidad para engañar y, con el tiempo, enseñará a otros (al menos, a sus colaboradores) a actuar de la misma forma para beneficiarse de la buena fe ajena. Sus discípulos también progresarán e infectarán a su vez a un creciente número de ciudadanos. Al final, la sociedad entera estará acostumbrada a la mentira, la estafa, el incumplimiento de las condiciones acordadas y hasta a la burla respecto a "conceptos añejos" como el uso de la palabra de honor. Estará enferma, mas no le preocupará estarlo, porque ése es el estado corriente de la mayoría. En una sociedad de mentirosos, el mentiroso es lo normal, el término medio, y por tanto ya no extraña a nadie que el comportamiento habitual implique no respetar la verdad. Por contra, la persona con fuertes valores internos (o que simplemente ha sido educada según los criterios anteriores) y que sigue guardando su palabra termina calificada como una excéntrica de la que hay que desconfiar porque "seguro que en el fondo oculta algo".

  Nuestra sociedad actual, aquí y ahora padece esa enfermedad (la de la mentira compulsiva, patológicamente blanquísima)..., y muchas más. De hecho, ésa es la razón principal por la que soportamos a los líderes políticos, religiosos, financieros, económicos y sociales que soportamos. ¡Es que no podemos tener otros, porque todos ellos emanan del cuerpo social común y ese cuerpo está, en general, tan podrido como aquéllos que le representan! Salvo excepciones, por supuesto... Excepciones tan obvias a veces que, si las encontramos, preferimos mirar hacia otro lado a fin de no sentirnos mal, ya que nos recuerdan nuestro propio ínfimo nivel interno. Esta dolencia terrible nos conduce a un estado de insatisfacción permanente y casi siempre irresoluble, porque la enfermedad tiene cura pero pocos son los que se atreven a someterse a la cura necesaria, que pasa por la revisión verdadera y comprometida de uno consigo mismo y la posterior purificación interior de sus propios defectos. En lugar de aplicar la necesaria cirugía para extirpar tumores profundos como el egoísmo, el narcisismo o la corrupción buscamos simples aspirinas para el ánimo. Muchas de estas aspirinas se venden en libros de autoayuda como el de Rafael Santandreu, El arte de no amargarse la vida, que se ha convertido en un éxito editorial.

 Como buen psicólogo, Santandreu no ha tenido ningún problema en determinar que transitamos por una sociedad "mentalmente enferma" en la que "tres de cada diez personas padecen problemas emocionales, lo que constituye una plaga sin precedentes que tendrá consecuencias económicas y de la que sólo podremos salvarnos a nivel individual" (personalmente creo que el porcentaje es bastante mayor que las tres décimas partes de la sociedad, pero como diagnóstico ya va bien). En su libro recoge una serie de cuentos,
metáforas e historias reales para tratar de reconvertir a "hombres y mujeres deprimidos, neuróticos, obsesionados ansiosos o cascarrabias en personas serenas, alegres, optimistas y capaces de disfrutar de la vida de forma racional, incluso en las circunstancias más adversas" pues la vida "es para disfrutarla, amar, aprender, descubrir..., y todo eso sólo se puede hacer si hemos superado la neurosis o el miedo, que es su principal síntoma". Muchas veces hemos repetido en esta bitácora aquella legendaria advertencia de Mac Namara: el miedo es, junto a la culpa, la mejor estrategia de dominación por parte de los que de verdad controlan este mundo.

Santandreu dice que para salir adelante hay que tener una mente fuerte (más fácil de decir que de hacer...) libre de miedo (una utopía en la mayor parte de los casos, por desgracia) y que haya conseguido librarse de la "necesititis" (según su definición: "confundir los deseos con la necesidad", una dolencia muy característica de los tiempos actuales en los que queremos todo y lo queremos ya, incluso lo que en realidad nunca nos ha interesado lo más mínimo pero que de pronto sentimos necesidad de poseer porque lo tiene el vecino) y la "terribilitis" (en su estudio, "tomarse todo a la tremenda y anticipar todo tipo de desgracias", otra forma de actuar basada en el pesimisimo y muy común hoy día, sobre todo entre unas generaciones jóvenes que jamás han tenido que afrontar grandes dificultades durante su época de formación y que, ante la presencia de la crisis actual -una más de muchas crisis en la Historia contemporánea, y no la más grave-, se vienen abajo enseguida porque nadie les ha enseñado que la vida es precisamente eso: una crisis permanente).

Algún consejo más de Santandreu: lo primero es evaluar todo aquello que nos sucede en la vida diaria de acuerdo con criterios objetivos, constructivos y "con una cierta conciencia filosófica de la vida" (primero habría que explicar al homo sapiens qué es la Filosofía, porque la mayoría de la sociedad suele definirla como una actividad inútil que se inventó para que cuatro desocupados pudieran pasearse por ahí elucubrando sobre la existencia). Después mantener la tranquilidad y la calma. Y finalmente desechar las creencias irracionales que, siendo de muy variado pelaje, en estos tiempos de Kaly Yuga suelen resumirse en tres muy concretas, según su opinión: hago o debo hacer las cosas siempre bien, la gente me tiene que tratar siempre bien, todo en la vida debe serme favorable (¿alguien se acuerda de tonterías newage como las del famoso librito aquél que decía que basta con querer algo para que todo en el Universo empiece a "conspirar" para hacerlo realidad?).

Lo peor de las previsiones de este psicólogo es, seguramente, lo más sólido de sus tesis: dado el actual estado de la plaga en nuestra sociedad, todo hace pensar que para el año 2040 (esto es, para dentro de sólo 28 años más) al menos el 50% de los occidentales estarán aquejados de alguna enfermedad mental. Las estadísticas son muy claras. Según recuerda, "cada vez hay más adultos y niños con problemas" y los antidepresivos son los fármacos más vendidos del mundo, si exceptuamos a los que controlan la tensión arterial. Y una ligera esperanza: "No nos podremos salvar colectivamente, pero sí individualmente". Para ello, me insiste Mac Namarra que está leyendo todo esto por encima de mi hombro, no servirá con limitarse a leer libros como los de Santandreu. Aquéllos que deseen de verdad salvarse tendrán que comprometerse consigo mismos en una aventura muy personal.

Y estar dispuestos a aplicar la cirugía consigo mismos.




 

viernes, 14 de diciembre de 2012

Elemental, querido Watson


El asesinato del mayordomo Jarvis Sebastian fue probablemente el más sencillo de resolver de toda mi carrera como investigador privado. Murió apuñalado en una convención de mayordomos en una mansión retirada de Kent. Había 864 sospechosos en la casa: 863 mayordomos y el señor de la mansión. El asesino obviamente no podía ser otro que el señor. Elemental, querido Watson.













miércoles, 12 de diciembre de 2012

Compraventa de la vida

Todo se compra y todo se vende, en todos los niveles que podamos imaginar. Vivimos en un universo mercantilista (en cuanto termine la carrera de Dios y monte yo mi propio Universo pienso cambiar algunas reglas del juego, a ver si me dejan) en el que hasta lo aparentemente gratis nunca lo es. Ni siquiera nuestra propia existencia, que pagamos no ya con la muerte sino con la irradiación diaria de todo tipo de energías que algún granjero cósmico se encarga de ordeñarnos y almacenar para consumo ajeno. Y si descendemos a los planos más materiales, los ejemplos son cada vez más burdos... En las últimas horas he recogido varios casos que, bien meditados, resultan de vergüenza ajena. No obstante, a estas alturas ya no llaman ni la atención, teniendo en cuenta los antecedentes acumulados.

El primero es el de Dominique Strauss-Kahn,  antaño (cuasi) todopoderoso director gerente del Fondo Monetario internacional y, según sus biógrafos más o menos oficiales, notable aficionado a las orgías de aquí-te-pillo-aquí-te-mato. Según sus abogados, ha llegado ya a un acuerdo confidencial para cerrar la demanda civil impuesta contra él por la camarera Nafissatou Diallo, quien denunció haber sido violada (más que eso: haber sido utilizada sexualmente como un objeto cualquiera, como un pañuelito de papel) de forma "sádica, intencionada, brutal y violenta" por este siniestro personaje cuando entró a limpiar la habitación del hotel neoyorquino en el que se alojaba. Acuerdo significa en realidad dinero. Los abogados de Strauss-Kahn quieren decir que ya han fijado el precio por el honor mancillado de Diallo y que éste asciende a unos seis millones de dólares. Una escort de lujo le hubiera costado bastante menos y le habría dado seguramente mayor satisfacción. 

Podríamos entrar en las causas ocultas de este turbio asunto. Mac Namara me dice una y otra vez que todo fue un montaje, como lo de la Lewinsky y Clinton y como tantos otros montajes antes que éste, para poner "bajo control" al personaje público o bien forzar su salida del alto cargo. Como otros muchos encumbrados por diversas razones, Strauss-Kahn, en su soberbia, se creía invulnerable hasta el punto de no respetar las órdenes de sus verdaderos jefes, así que hubo que echar mano del viejo recurso de la extorsión sexual... Sin embargo, ésta es sólo la opinión de mi gato conspiranoico, que tiene sus particulares fuentes informativas... En cualquier caso, ahora lo que más me interesa es destacar el concepto moral de fondo:  la camarera está dispuesta a no llegar hasta el final de este asunto tan grave para ella. La verdad es que no quiere la condena formal de su agresor sexual y que éste pague por su delito en la cárcel..., porque lo que prefiere es ganar un montón de dinero. Puede que suene un poco fuerte si uno no se para a pensarlo detenidamente pero, ¿acaso es tan distinta su actitud a lo que hace una prostituta al cobrar por el uso de su cuerpo? Me parece que la diferencia principal es que ésta acuerda el precio antes de someterse sexualmente y Diallo lo ha hecho a posteriori.

Un segundo caso es el de Jacintha Saldanha, la enfermera india que apareció muerta tres días después de la broma radiofónica en la que unos locutores australianos de la emisora 2Day FM la engañaron haciéndose pasar por miembros de la familia real británica (¡por la propia Reina Isabel II de Inglaterra!) para obtener ilegalmente información sobre el ingreso de Kate Middleton, embarazada del que (o de la que, o incluso de los que, según las casas de apuestas británicas) será el heredero de la Corona de Inglaterra. A la espera de lo que diga mañana oficialmente la autopsia del cadáver, se supone que la mujer fue encontrada con una cuerda al cuello y una nota suicida porque estaba "totalmente trastocada" por lo sucedido según una compañera  del hospital Rey Eduardo VII (no identificada, por cierto) en el que trabajaba.

¿Es creíble esto? ¿De verdad una mujer de 46 años (es decir, alguien con experiencia en la vida, no una jovencita alocada), enfermera (es decir, alguien con un aplomo personal importante pues su oficio le obliga a tratar con emergencias) y con familia (es decir, alguien con marido y dos hijos, éstos adolescentes) se suicida por una simple broma telefónica en la que tampoco revela gran cosa? (Obviando el hecho de que este tipo de bromitas radiofónicas, a las que también en España hay más de un "aficionado", son detestables y revelan un infantilismo y un nivel bastante bajo de profesionalidad en aquéllos presuntos profesionales de la Radio que las practican) Mac Namara cree
 que la "quitaron de en medio" aprovechando la bromita australiana, porque había descubierto algún oscuro secreto relacionado con la familia real británica, aunque no me ha querido aclarar más (y mira que le he preguntado, ansioso, para que me ampliara este asunto). Pero, respecto a lo que en este artículo nos preocupa, volvemos a la compraventa de las cosas importantes: resulta que Southern Cross Austereo, la sociedad propietaria de 2Day FM, ha ofrecido sus "condolencias" por este "trágico e inesperado suceso" y ha anunciado que donará los ingresos publicitarios que consiga captar hasta final de año a un fondo destinado a "compensar" por lo ocurrido a la familia de Jacinta Saldanha. El donativo será de un mínimo de medio millón de dólares australianos, unos 400.000 euros. Con este "fondo conmemorativo" dicen que "esperamos poder dar a su familia el apoyo que necesitan en estos momentos tan difíciles". ¿De verdad se puede comprar el dolor de una familia pagando medio millón de dólares?

Por cierto, lo que es la ley de la oferta y la demanda: sale más barato matar a una persona que violarla...

Y un tercer caso, también llamativo. El Senado de Estados Unidos ha descubierto las actividades ilegales de dos importantes bancos británicos: Standard Chartered y, sobre todo, HSBC. En el primer caso, el Standard Chartered ocultó a la autoridades norteamericanas miles de transacciones con entidades iraníes sujetas a sanciones económicas internacionales: escondió operaciones, falseó registros y obstaculizó todo tipo de investigaciones tanto en Irán como en otros países no identificados públicamente, aunque se sabe que eran Estados de Asia, África y Oriente Medio. Estas actividades convirtieron el sistema financiero estadounidense en "vulnerable a terroristas, comerciantes de armas, redes de droga y regímenes corruptos" (¡nada menos!), según las autoridades norteamericanas. El segundo caso es aún peor, por el volumen de HSBC y por sus actividades al permitir "transacciones con carteles de la droga, grupos terroristas y Estados vetados", con 109 "clientes de alto riesgo" entre los que figuraban responsables de lavado de dinero y tráfico de drogas que en el caso concreto de México "permitió transportar hacia EE.UU. en vehículos blindados unos 7.000 millones de dólares en metálico, más que cualquier otra entidad, entre 2007 y 2008": millones, como se puede decir, de origen no precisamente legal.

 ¿Ha sido detenido algún alto directivo de estos bancos con complicidad con redes corruptas o de delincuencia? ¿Ha sido intervenida alguna de estas entidades financieras por irregularides flagrantes? ¿Ha sido cerrada la empresa en cuestión y procesados sus responsables? Qué va..., como diría Mac Namara: "toda persona medianamente informada sabe perfectamente quién gobierna de verdad en el mundo, y no los payasos que ejercen oficialmente ante los medios de comunicación como reyes, presidentes o primeros ministros". No, lo único que ha sucedido es que los bancos han llegado a un acuerdo (volvamos al segundo párrafo de este texto) con los responsables federales de Justicia y el Tesoro de EE.UU. y con la oficina de la Fiscalía de Manhattan (en Nueva York) para abonar una "compensación pactada" que basta para "aceptar nuestra responsabilidad por los errores del pasado. Ya hemos dicho que lo lamentamos profundamente y lo volvemos a hacer ahora" según Stuart Gulliver, presidente ejecutivo de HSBC. En el caso de Standard Chartered, pagará una sanción de poco más de 300 millones de dólares y en el de HSBC la multa ascenderá a una "cifra récord" de 2.500 millones de dólares. Y aquí paz y después gloria... Ah, por supuesto, a partir de ahora las entidades financieras "darán pasos concretos para enderezar aquello que no funcionaba". Según Mac Namara, eso significa que tendrán más cuidado para que futuras investigaciones no vuelvan a destapar sus irregularidades.

Éstos son tres casos anglosajones, pero el pago para callar la boca, a la antigua usanza de Al Capone, Lucky Luciano y demás ilustres ancestros de los protagonistas de estas historias no se limita por supuesto a los piratas británicos o sus herederos norteamericanos. Recientemente, el sociólogo, politólogo y articulista español Vicenç Navarro se hacía eco de una serie de informaciones publicadas por The New York Times en los EE.UU. y sobre los que (casi) nadie ha dicho nada en España, a pesar de la importancia de los personajes implicados (qué contraste con el revuelo que se organizó por estos pagos cuando el mismo diario publicó cuatro fotos de mendigos rebuscando en los cubos de basura). El diario neoyorquino explicaba la poderosísima influencia de uno de los hombres verdaderamente fuertes de la piel de toro: el mandarín financiero Emilio Botín, presidente del Banco de Santander. E incluía datos sobre sus cuentas secretas personales, y las de su familia, en Suiza, en una sucursal de..., ¡oh, qué casualidad!, el banco HSBC.

Un empleado de esta sucursal había facilitado a los periodistas norteamericanos el dato de los 2.000 millones de euros que, afirma, poseen Botín (ese apellido..., ¡ese apellido!) y su familia en esta entidad financiera sin haber sido declarados jamás. Y no sólo eso, Navarro (en la foto) recuerda que también facilitó una lista de personas más o menos conocidas que depositaban allí sus "ahorrillos", los cuales nunca habrían llegado a pasar por los controles antifraude en sus propios países. Entre los cerca de 600 españoles que figuraban en esa lista negra vemos nombres tan conocidos como los de Felipe González, Mariano Rajoy, José María Aznar, Rodrigo Rato, Narcís Serra, Miguel Boyer, Carlos Solchaga, Monseñor Rouco Varela, Josu Jon Imaz, Iñaki Urdangarín...

Todos los implicados en este tipo de historias de compraventa de lo verdaderamente importante todavía no han terminado de entender dos ciorcunstancias concretas y fundamentales en esta vida, entre otras cosas para poder dormir a pierna suelta. En primer lugar: el día que la Muerte venga a buscarlos para llevárselos consigo (y eso puede suceder, literalmente, en cualquier momento), no van a poder pasar "al otro lado" ni un solo céntimo del dinero que tan trabajosamente se han dedicado a acumular así que podemos decir ya que están perdiendo el tiempo de manera un poco tonta. En segundo lugar: todos los actos ilegales ejecutados por una persona en la vida y no sometidos a la justicia humana en su momento derivan de inmediato a unas oficinas de Justicia cósmica bastante más severas, que pasarán al cobro de la manera más conveniente (la cual, el homo sapiens corriente, suele considerar radical) e implacable. Sí, hay personas para las que esto no es ningún consuelo porque creen que nada hay tras la Muerte..., pero tampoco hace falta creer en la ley de la Gravedad: funciona de todas formas, aunque no la conozcamos, e impide que salgamos por ahí volando a cada paso que damos.









  



lunes, 10 de diciembre de 2012

Congostium

Luis Eduardo Cortés es el actual presidente de IFEMA, la institución ferial de Madrid donde cada año se organizan multitud de salones relacionados con todo tipo de actividades económicas. Es también licenciado en Derecho y gemólogo, tanto por la Universidad Autónoma de Madrid como por el Instituto Gemológico Español. Es gran aficionado a la historia, la filosofía, la cartografía y la bibliofilia. Pero es también político..., un político de larga experiencia, puesto que ya fue concejal madrileño en los tiempos de la famosa Transición Española, primero en las filas de la Unión de Centro Democrático de Adolfo Suárez y luego en las de la Alianza Popular de Manuel Fraga. Refundada esta última organización con el nombre de Partido Popular,  asumió su presidencia en Madrid y más tarde fue diputado en la Asamblea regional, senador designado y diputado electo en el Congreso. El rosario de cargos continúa: consejero de Obras Públicas, Urbanismo y Transporte en la Comunidad de Madrid, vicepresidente de la misma y de nuevo senador. Y tantos despachos después, presidente de IFEMA. Luis Eduardo Cortés es político y tiene muchos años..., y como reza el refrán: más sabe el diablo por viejo que por diablo.

Me interesaba resaltar el curriculum de este hombre, porque es autor de una curiosa novela titulada Congostium y publicada por la editorial Gadir en la que se parodia de forma muy directa el régimen político en el que vivimos inmersos en Occidente y que se autocalifica como democracia. Hay muchas novelas que critican y despiezan la democracia contemporánea, pero lo llamativo de este texto es que está escrito por alguien que conoce los mecanismos desde dentro. Alguien que vivió el paso del franquismo a la democracia y por tanto posee un recorrido vital que refuerza los análisis e impresiones que haya podido sacar en claro.


El argumento de Congostium es simple y muy similar al de tantos libros de viajes, reales o imaginarios, con el choque cultural entre el personaje que viene de nuestro mundo, el conocido, y se enfrenta con terra incognita. Trata de un enviado especial del gobierno español, Amadeo Escolano, a la república de tan extraño nombre en el que se ha adoptado el latín como lengua única, después de comprobar los líos y problemas generados por la proliferación de lenguas oficiales. Aquí viene la primera crítica a un mal tan español como es el carácter pueblerino de los políticos de nuestro país, en especial (pero no sólo) de los llamados nacionalistas vascos y catalanes, donde Villaarriba siempre tiene que quedar encima de Villaabajo. ¿Alguien es capaz de imaginar que en el Parlamento Británico pudiera derrocharse cantidad alguna de dinero para pagar traductores a fin de que los diputados galeses pudieran permitirse el lujo de hablar en galés, los escoceses en gaélico e incluso los enviados de la colonia de Gibraltar en su absurdo spanglish andaluz, en lugar de utilizar todos la lengua inglesa que tan bien conocen y en la que han sido educados? Nos parecería algo absurdo, ¿cierto? Pues resulta que en España, donde no hay un duro para nada, soportamos a unos "representantes del pueblo" gustosos de disparar con pólvora del rey y encantados de gastar varios miles de euros en pagar a esos traductores para que el politicucho de turno se pueda expresar en catalán, euskera o gallego (y así sentirse especial, diferente al resto de los españoles..., o lo que es lo mismo: superior a ellos) en el Parlamento Nacional en lugar de usar el idioma español común, conocido también como castellano.

El catalán, el euskera y el gallego (y aún el valenciano, el bable, el castúo, el aranés..., y, si me apuran, hasta el cheli) forman parte de la riqueza común de la cultura española y, como tal, son idiomas que deben recibir todo tipo de protección económica y política para evitar su desaparición. Deben igualmente mantenerse como cooficiales en las regiones donde a día de hoy se siguen hablando en mayor o menor medida. Pero resulta patéticamente absurdo que se utilicen (como vienen haciéndolo desde hace años, en especial los políticos independentistas de Cataluña y País Vasco, paradójicamente las regiones más españolas que quedan en España) como arma arrojadiza para separar a los ciudadanos de los diversos puntos del territorio nacional. Aquí hay que incluir la crítica más severa a la cobardía, la incompetencia y la dejadez de los sucesivos dirigentes nacionales de los dos principales partidos políticos españoles, el Partido Popular y el Partido Socialista Obrero Español, que han demostrado sobradamente su inutilidad a la hora de procurar la concordia entre los madrileños y los barceloneses, entre los sevillanos y los bilbaínos, entre los coruñeses y los murcianos...

Volviendo a la novela, los habitantes de la novedosa república allí retratada han logrado superar las disensiones creadas por el uso de muchas lenguas diferentes optando exclusivamente por ese idioma artificial y complicadísimo pero muy preciso que es el latín. Pero lo interesante viene cuando Amadeo Escolano descubre con asombro que para medrar políticamente en Congostium no vale con utilizar las habituales artimañas de la astucia, el trapicheo y el amiguismo, como solemos hacer en nuestra sociedad contemporánea, sino que la única regla de oro es la acumulación de mérito. Esto es, uno consigue cosas si demuestra que es capaz de poseerlas gracias a sus capacidades personales y su esfuerzo para desarrollarlas. Así, los políticos mejor situados son los más honestos y trabajadores (sí, es una novela de -mucha- ficción...), los ciudadanos están bien educados y, además de disfrutar de la cultura y el deporte, apoyan los ideales colectivos, y la sociedad en general rinde homenaje a la cultura clásica grecolatina que, eso sí, aparece en exceso idealizada (quien crea realmente que los viejos griegos y romanos eran todos gentes en general de recto proceder, que lea a cualquiera de sus filósofos y moralistas comentar acerca de sus contemporáneos...).

En una reciente entrevista en el diario El Mundo a propósito de su libro, Cortés aportaba algunas ideas interesantes para completar el planteamiento de su obra. Resulta difícil escuchar a un político decir cosas como ésta: "Al final, los seres humanos somos muy poca cosa. Todos se creen, nos creemos, mucho y muy importantes y tenemos las flaquezas más elementales (...) Incluso los que se creen más importantes tienen las mismas debilidades que el resto de los humanos. Dicho eso, no es igual una persona preparada que alguien sin formación, que es uno de los males del momento actual del mundo". El autor denuncia también como son "los cargos públicos devaluados, cualquier advenedizo puede llegar a ocuparlos porque el nivel de exigencia es mínimo: no se valora la preparación ni la decencia, ni siquiera el amor al propio país. Sólo se valora la pertenencia a determinado partido y la fidelidad a una determinada persona o grupo de personas... ¿Se ha fijado usted en la cantidad de países que hay ahora mismo en el planeta gobernados por un idiota?" Hay que releer la historia personal de este político para darse cuenta del valor que tienen estas palabras en su boca, en especial cuando insiste en que "a mí eso me parece maravilloso: se valora la bondad, la honestidad, la generosidad, el esfuerzo, el trabajo..., y, al mismo tiempo, se desprecia y se margina al pícaro, al deshonesto y al que se sale de las reglas del juego". 

En efecto, qué diferente es el paisaje de esa república de ficción literaria del mundo en el que nos movemos habitualmente, porque "el sistema está quebrado. El que no lo quiera ver que no lo vea. Se tienen que acabar los enchufes, se tiene que acceder por los méritos. No critico la democracia, critico la 'desvirtuación' de la democracia, el sistema que hemos cambiado los hombres. No se están respetando las reglas del juego de la vida democrática honesta". Luis Eduardo Cortés insiste en uno de los factores clave que podría ayudar, y mucho, a solucionar la situación actual: una educación buena, que sirva de verdad para preparar al individuo ante la vida. Su ausencia "es uno de los dramas con el que nos encontramos en la vida actual. En muchos puestos hay personas con poca preparación. Esas personas llegan a puestos importantes y es algo de lo que la sociedad se resiente, no lo aguanta". Y la televisión tiene mucha culpa de eso pues "los idiotas están en televisión con barra libre y hay profesionales buenos que podrían enseñar pero ésos tienen los minutos tasados (...) la televisión es importantísima. Si tuviéramos una televisión culta y amena en vez de la bazofia que hay en nuestras pantallas, lo notaríamos en la cultura de los españoles". 

Hay en Congostium un tono de melancolía suprema, de lamento por lo que debería ser y no es..., y nunca será pues, aunque el protagonista se siente muy atraído por la forma de ser de sus ciudadanos, al final acaba rebelándose contra su afán perfeccionista mostrando así que el germen del éxito o del fracaso está única y exclusivamente en el interior de cada uno.

 Sin embargo, hay un pequeño detalle que el autor pasa por alto en su libro (lógicamente, puesto que es un político metido a escritor, no un estudiante de la Universidad de Dios) y es que lo de la meritocracia no es una simple ficción: una utopía que desearía ver hecha realidad. De hecho, la meritocracia es la forma corriente de actuación y manifestación de la Naturaleza. Ésta sólo respeta a aquellos seres humanos que son capaces, en primer lugar, de distinguir y reconocer su desafío y, en segundo e imprescindible lugar, de responder a él correctamente. A pesar de las apariencias, a pesar del gigantesco decorado en el que vivimos inmersos y que a menudo nos hace creer que Justicia, Honor o Sacrificio ya no son más que palabras huecas propias de siglos atrás, estos conceptos siguen estando muy vigentes a un nivel muy profundo, más allá del alcance y la comprensión del simple homo sapiens que sobrevive como puede en un sistema corrupto, decadente y con un incierto futuro. Lo cierto es que existen fuerzas muy poderosas actuando sobre la Humanidad en general y sobre cada uno de los humanos en particular, midiendo y calibrando casi al instante el debe y el haber de cada persona para traducir el resultado en la correspondiente moneda cósmica. Con el tiempo (que no se corresponde con nuestras ridículas y minúsculas medidas humanas) esas fuerzas ajustan cuentas pagando o cobrando exactamente lo debido (y en distintas divisas, no sólo en dinero). Los orientales le llaman a esto Karma. Los hermetistas hablan de la ley de Causa y Efecto. Los egipcios confían en Maat. Los materialistas, naturalmente, nunca han creído en ello. Pero pagarán o cobrarán, como todos los demás, en su momento.





viernes, 7 de diciembre de 2012

España criminal



Sé que todos mis fans están nerviosos, dando vueltas sobre sí mismos como tigres de Bengala enjaulados, a la espera de la publicación de mi próxima novela..., pero mientras ésta termina su actual y complejo proceso de edición tendrán que conformarse con leer (si es de su gusto) mi colaboración en el de momento último proyecto del colectivo 12 Plumas Negras: la antología España criminal. Quince relatos muy negros, que ha visto la luz en los últimos días gracias a la editorial El Full y que promocionamos en estas fechas con una gira por diversas ciudades españolas.

El grupo 12 Plumas Negras nació hace casi cinco años en Castellón, cuando varios periodistas y profesionales de la comunicación radicados en esta ciudad de la Comunidad Valenciana, conocidos entre sí y aficionados al género negro decidieron plantearse un reto: todos disfrutaban leyendo este tipo de relatos así que ¿por qué no probar fortuna y dedicarse también a escribirlos? Excepto grandes excepciones (tan excepcionales, que ahora mismo sería incapaz de citar ninguna, así, de memoria) todos los escritores que he conocido, en pesona o a través de sus obras, han sido previamente grandes lectores. Por tanto, la iniciativa de estos aguerridos plumillas resultaba de lo más lógico. Quisieron dejar su particular sello para la ocasión ubicando sus narraciones en la misma ciudad que compartían, mucho más tranquila que las grandes capitales españolas como Madrid, Barcelona o Sevilla, que suelen servir de escenario para los cuentos negros. Así nació en diciembre de 2008 su primera antología 12 Plumas negras y un pincel. Crímenes de Castellón (lo del pincel iba por el ilustrador del texto) en el que las calles por lo general agradablemente aburridas de esta ciudad se llenaban de imaginarios tiroteos, corrupciones, escarceos sexuales y violencia inusitada.Tuvieron tanto éxito que al año siguiente por las mismas fechas publicaron su segundo trabajo conjunto: 12 Plumas Negras y Ripollés. Más crímenes de Castellón (lo de Ripollés iba por el pintor Juan Ripollés, a la sazón el encargado de los dibujos en este caso), en el que se daba una nueva vuelta de tuerca al particular escenario de su febril imaginación. 

Su tercer libro, esta vez en mayo de 2010, fue un paso lógico. Más allá de Castellón, provincia, está Valencia, capital de la región. Luego entonces bastaba con cambiar el enfoque y pasar a ambientar los sucesos de sus textos en la capital del Turia (en la que por cierto en los últimos años hemos visto casos reales que bien podrían haber sido adaptados literariamente para engrosar la lista de los cuentos incluidos en esta antología). Así apareció Valencia criminal. Después hubo que esperar un poco más, hasta finales de noviembre de 2012, para llegar a este cuarto proyecto, que ahora florece y que es el siguiente paso lógico: de la concentración en un solo punto de España a la extensión por todo el país: España criminal... Con la condición de que los cuentos continuaran ambientados no en las grandes ciudades antes citadas sino en localidades medianas o incluso en pueblos.

Del colectivo inicial de 12 Plumas Negras se mantienen en este libro Pablo Sebastiá, Suso Postigo, Francisco Fernández Beltrán, Ana Rosa Sanfeliú y Juan Carlos Enrique. A ellos se han sumado, hasta llegar a la cifra de los 15 relatos de sendos autores, especialistas del género negro (Juan Bolea y Claudio Cerdán), además de otros profesionales de la comunicación (Pedro Ugarte, Agustín Pery, Javier Ruiz Taboada, Juan Luis Blanco Valdés y Oscar Bribián), un cirujano (Jorge Molina), un exministro (Jordi Sevilla) y el estudiante de Tercero en la Universidad de Dios que suscribe este artículo. Además del ilustrador correspondiente..., que en este caso ha sido Juan Sebastián Rodríguez Moranta. Muchos de nosotros estuvimos en la presentación del libro que se hizo días atrás en el Casino de Palma de Mallorca, como lo demuestra esta fotografía en la que aparecemos junto al alcalde de la capital mallorquina, la delegada del gobierno y otras fuerzas vivas de las Islas Baleares (sí, yo salgo más iluminado que los demás, pero es normal: soy el único de los presentes que estudia para Dios).

A veces he comparado mentalmente este proyecto con un comic de Marvel. Los 12 Plumas Negras son como el grupo original de Los Vengadores (Thor Sebastiá, Capitán América Postigo, Hombre de Hierro Beltrán, Viuda Negra Sanfeliú y Ojo de Halcón Enrique, por ejemplo...) y los que nos hemos ido sumando posteriormente ya teníamos nuestra propia serie pero intervenimos aquí con un crossover en toda regla. En mi caso no tengo todavía muy claro si soy Daredevil o Estela Plateada (lo de Silver Surfer me parece una horterada, francamente).

Respecto a mi colaboración concreta para España criminal..., se cifra en el relato largo (uno de los más largos de la antología, para desesperación de mis enemigos declarados) titulado Fiat Lux. Sólo diré que está ambientado en Cádiz, en escenarios reales de la (para mí) ciudad más bonita y alegre de Andalucía y con especial protagonismo para unas extraordinarias ruinas que se encuentran a poco más de una hora en coche: las de Baelo Claudia. El protagonista es el doctor Urquijo (no doctor en medicina sino en arqueología e historia) que es requerido por su amigo y antiguo colega universitario, hoy inspector de policía, Roberto Comillas, para resolver una serie de asesinatos disimulados como accidentes. El único nexo en común en todos los escenarios de muerte es la aparición, en cada uno de ellos, de una pequeña lucerna de terracota con un misterioso personaje labrado...  De mi cuento y, por supuesto, del resto de cuentos que componen la antología, hemos tenido ocasión de hablar también en la librería Leo de Valencia, donde fue tomada esta otra fotografía en la que Ana Rosa, Pablo y Francisco mantienen el buen humor a pesar de las batallitas que andaba yo contando micrófono en mano al público asistente.

España criminal... continúa la gira. El martes que viene día 11 estaremos en Madrid, en la librería Rafael Alberti, para la presentación correspondiente. El 12 le tocará el turno a Zaragoza, en la FNAC. El 13, el escenario es la plaza fuerte del equipo: Castellón, el sitio donde todo comenzó..., en el hotel Intur. El 19 iremos a Barcelona, a la librería Catalonia. Quizás haya más ciudades en esta gira, más fechas negras disponibles. De momento, ésta es la agenda que manejamos. Si eres lector habitual de esta bitácora y quieres pasarte por allí, te esperamos con los brazos abiertos..., y la pistola cargada.



miércoles, 5 de diciembre de 2012

Cuenta atrás

Resulta ciertamente asombroso, pero es la pura verdad y todo un signo de dónde estamos a estas alturas: el gobierno de los Estados Unidos ha publicado un artículo a través de su página web oficial, USA.gov, para "informar" a la ciudadanía de su país de que el mundo "no se terminará el próximo 21 de diciembre ni cualquier otro día de 2012". El grado de paranoia y ansiedad en torno a la famosa fecha del famoso calendario maya es de tal calibre que las instituciones oficiales de la considerada todavía como mayor superpotencia del mundo tienen que gastar tiempo y dinero en tranquilizar a los norteamericanos y desmentir los augurios de tantos profetas apocalípticos que proliferan por las redes sociales y los catálogos editoriales de esoterismo barato... (aunque incurre por cierto en un error monumental al certificar que el mundo no se acabará de ninguna manera pues en realidad eso no lo sabe nadie: igual mañana nuestro viajero Sistema Solar llega junto a un agujero de gusano, invisible para nuestra tecnología, y acabamos todos absorbidos en un universo paralelo y convertidos en lombrices cósmicas, vaya usted a saber)

El órgano oficial del gobierno yankee admite que el 21 de diciembre, solsticio invernal conocido y festejado anualmente por culturas de todo el mundo, el Sol y la Tierra se alinearán de manera que concluirá un ciclo de más de 5.000 años previsto en los cálculos del antiguo calendario maya (sólo en uno de ellos, en realidad: la llamada Cuenta Larga) pero insiste en que eso no conllevará necesariamente el Juicio Final. "Muchos de esos rumores indican que el calendario maya termina en 2012 (pero no sucederá así), o que un cometa causará catastróficos efectos (no, definitivamente), o que un planeta oculto que nos acecha desde hace tiempo chocará contra el nuestro (no y no) y tantos otros rurmores falsos..." dice el texto de su web. Las angustias son tan tremebundas que la NASA afirma haber recibido más de un millar de cartas sobre este asunto, muchas de ellas firmadas por menores de edad. Uno de los receptores de estas misivas es el astrónomo David Morrison, quien explica cómo, al menos una vez a la semana, recibe un mensaje de una persona joven y presa de la angustia, enferma de ansiedad e incluso planteándose el suicidio ante la inminencia del Apocalipsis. Hasta tal punto ha llegado la cuestión que la agencia espacial ha creado un apartado especial en su web titulado Más allá de 2012: Por qué el mundo no terminará, en el que trata de tranquilizar más en detalle al personal más alterado.

Será interesante ver la cara que se les queda a todos los que andan pronosticando el fin de los fines cuando el día 22 de diciembre amanezca como de costumbre, sin meteoritos encima de nuestra cabeza, ni invasiones extraterrestres, ni apariciones celestiales..., con la Tierra en su camino de siempre, sin más sobresaltos que los habituales crímenes, guerras, desastres meteorológicos y otras menudencias que caracterizan este campo de juegos desde que el homo sapiens tiene memoria de sí mismo.

No será la primera vez. El afán sadomaso por asistir en butaca de primera fila a la Última Catástrofe es una característica básica de la cultura judeocristiana que, desde que en tiempos de Constantino desplazó al verdadero espíritu occidental y se apoderó del arte, la cultura y el pensamiento de la gran masa de ciudadanos de Europa (y, por proyección, del resto del planeta colonizado por el Viejo Continente), ha fascinado amplia y morbosamente a nuestros antepasados. En la colosalísima La vida de Brian de los Monty Python, podemos ver una (de muchas) brillante secuencia en la que se parodia este gusto por los profetas grotescos, especialistas en ver todo tipo de conflictos, pestes, muertes y aflicciones que nos esperan en el futuro. Pero donde eclosionó el afán por inyectar historietas de miedo a la población fue en la Edad Media, cuando adquirió el carácter de deporte internacional de gran éxito. Por ejemplo, Carlomagno fue coronado emperador precisamente en el solsticio invernal o Navidad del año 800 (o del año que los eruditos de la época identificaron con el 800) entre otras razones porque los sabios de su corte quisieron realizar un ritual muy específico: estaban convencidos de que la fundación del Sacro Imperio Romano Germánico salvaría a la civilización del Apocalipsis. Y eso porque era creencia común entre ellos que la Historia sólo tenía prevista la existencia de cuatro imperios, a los que identificaron con las culturas de Babilonia, Persia, Roma y Bizancio. Si Carlomagno tenía éxito en la consolidación de este quinto imperio, esta circunstancia permitiría ganar tiempo y retrasar el final del mundo.

Luego se desató el famoso temor milenarista, el miedo al año 1000, porque varios expertos en los Evangelios se dieron cuenta de que en estos textos, sobre todo en los apócrifos, se profetizaba que el Juicio Final llegaría justo mil años después del nacimiento de Jesucristo. Lo cierto es que la inmensa mayoría de los seres humanos que vivieron en aquella época no tenían ni idea de en qué fecha estaban exactamente (a veces pienso que en realidad nadie lo supo), porque el tiempo no se contaba como hoy, gracias a calendarios unificados y consensuados internacionalmente. La gente de un pueblo podía vivir en el año 14 del reinado del monarca Fulanito y la gente del pueblo de al lado lo hacía en el año 543 desde la fundación de la ciudad más cercana. No estaba nada claro (ni tampoco le importaba demasiado a nadie, excepto a los religiosos) si Jesús había nacido hacía quinientos años o hacía cincuenta. En medio de este caos de conocimiento un tipo llamado Bernardo de Turingia anunció que el mundo terminaría el día en que la festividad de la Anunciación de la Virgen coincidiera con la del Viernes Santo, lo que ocurriría treinta y dos años más tarde, en el (se supone) año 992. Por lo que fuera, su profecía fue más creída que otras y generó una gran alarma social. Familias enteras abandonaron sus hogares y sus tierras de cultivo y emigraron a Jerusalén, a refugiarse en una de sus iglesias, para asistir allí a la Parusía. Hubo disturbios y hambre. El viernes pasó aunque en Jerusalén (ni en ninguna otra parte) no pasó nada especial. Por un lado, hubo alivio. Por otro lado,hubo más disturbios y hambre.

El rosario de fines del mundo es interminable. Un astrólogo de fama en su época llamado Juan de Toledo fechó el Apocalipsis para el 16 de septiembre de 1186 y su predicción llevó a mucha gente a cavar regugios subterráneos desde Alemania hasta Persia. En 1523, otro grupo de astrólogos, esta vez londinenses, auguraron que el fin llegaría al año siguiente con una diluvio terrible que anegaría la capital inglesa y que sería la señal de que todo acababa: se calcula que unas veinte mil personas abandonaron la ciudad en los meses siguientes en busca de tierras más altas en Kent y Essex. Como nada ocurrió, los astrólogos recurrieron a la excusa habitual en estos casos: "Nos hemos equivocado... Ha habido un pequeño error matemático, pero tenemos la fecha definitiva del fin del mundo: será el mismo día pero en 1624 en lugar de en 1524" (con este pequeño truquito aplacaron a las masas de decepcionados feligreses y se aseguraron de poner suficiente tiempo por medio para evitar que les cortaran la cabeza si volvían a equivocarse). Ya sabemos que nada ocurrió en 1624..., menos mal que ahí estaba Salomon Eccles, un profeta cuáquero, que predijo la fecha fatídica para un poco más adelante, en 1665. Como tampoco sucedió nada, probó suerte retrasando en varios años sucesivos la fecha..., pero nada de nada. Un matemático suizo llamado Jacques Bernoulli reintrodujo el concepto de el-cielo-se-desploma-sobre-nuestras-cabezas al advertir de que un cometa sería el artífice del desastre definitivo en 1719. Aún seguimos esperándolo...

Otro matemático, esta vez inglés y al que Londres tampoco le debía gustar mucho, señaló el Apocalipsis para 1736, cuando sería destruida de una vez por todas la capital de los ingleses. Suma y sigue, Madame de Krunner señaló la fecha en 1819, el conde de Saillmard Monford en 1836, William Miller en 1844, los miembros de la secta rusa Los Hermanos y Hermanos de la Muerte Roja lo esperaban para 1900 y, como no terminaba de llegar el fin, empezaron a suicidarse para acelerar el proceso: sólo se detuvieron a la fuerza, cuando las tropas zaristas enviadas desde San Petersburgo aparecieron por allí... Muy divertida es la historia de Margaret Rowan, quien dijo haber recibido la visita del arcángel Gabriel en su casa de Los Ángeles (¡no podía ser otro lugar!) para advertirle de que todo acabaría en febrero de 1925. Sus seguidores, encabezados por el pintor (no de cuadros, sino de brocha gorda) Robert Reidt, se concentraron la medianoche prevista, todos enfundados en túnicas blancas y llamando a gritos a Gabriel con los brazos extendidos hacia el cielo... No pasó nada, claro, y Reidt se enfadó tanto que la tomó con los periodistas allí presentes. En su opinión, los flashes de los fotógrafos ¡habían asustado al arcángel y retrasado el Apocalipsis!


Otra historia ejemplarizante nos lleva a 1965, cuando un predicador colombiano anunció a sus fieles de Bogotá que el mundo desaparecría el 18 de abril de ese mismo año. Uno de sus devotos, Nelson Olmeido, se lo creyó y decidió gastarse los ahorros de toda su vida en la mayor juerga de la historia. Total, en el otro mundo el dinero no le valdría para nada... El 19 de abril, con un monumental dolor de cabeza, completamente arruinado y sin glorioso final a la vista, Olmeido tomó la decisión de denunciar al "profeta" y llevarle a juicio. Hasta un señor científico de la NASA, un francés llamado Maurice Chatelain que participó en el diseño del cohete Apolo, se dejó llevar por la tentación de la profecía y aseguró que 1982 sería el año definitivo. No sólo no pasó nada sino que de nuevo se puso de moda lo de "Nos acercamos al final del milenio, así que ahora viene lo bueno" y algunos listillos aprovecharon la circunstancia para forrarse vendiendo libros y dando conferencias, como el astrólogo Boris Cristoff o el vidente Paul Salomon, que habían subrayado en rojo el año 1983.


En los últimos decenios, la paranoia no ha dejado de crecer alimentada sobre todo por sectas como los mormones, anabaptistas, testigos de Jehová y adventistas del séptimo día. Muchos políticos norteamericanos militan en estas organizaciones religiosas y proyectan sus angustias sobre la sociedad. Ahí está Robert Bennet, quien fuera presidente del comité especial del Senado de los EE.UU. para el problema del año 2000 (cuando se extendió la preocupación porque los sistemas informáticos no tenían previsto -o eso nos dijeron en un primer momento, porque luego tampoco pasó nada reseñable- el cambio de dígito y se suponía que en cuanto llegara ese año dejarían de funcionar tantos aparatos controlados por la informática) cuando dijo lo de "no puedo ser optimista porque (...) está claro que no podemos resolver el problema en su conjunto". Sí, hombre sí... Y hoy todo el mundo como loco comprando tablets y smartphones...


Toda esta gente paranoica está empeñada en que el planeta se destruya de una vez, no sin que antes aparezca alguien en los cielos, sea éste un ser divino o el comandante de la flota interestelar Alfa Centauri, para salvarles. La paradoja, que no terminan de entender, es que nadie, absolutamente nadie, les salvará jamás. Porque la única forma de acceder a la salvación es a través de la lucha interna, pesonal e instransferible: el único que puede salvar a uno es uno mismo. Y nadie más, en todo el Universo.







lunes, 3 de diciembre de 2012

¡Cuatro horas y media!

No necesito petrificarme adoptando la clásica postura del Pensador de Auguste Rodin para elaborar una lista interminable de cosas a las que poder dedicar mi precioso tiempo y el de cualquiera durante cuatro horas y media cada día. Muchas de ellas ni siquiera ocuparán tanto rato seguido, así que se podría combinar dos o más de las siguientes actividades: 

* Terminar de leer el libro que empezamos hace ya tiempo y aún no habíamos encontrado el momento para rematar.

* Ordenar la habitación que siempre está manga por hombro (o el apartamento o el piso entero, si no tenemos tantas cosas).
 
 * Dar un largo paseo, solo o acompañado según el gusto, junto al mar o por el bosque (para los más afortunados) o incluso por el parque más cercano a casa (para los que viven en lugares muy urbanizados).

* Terminar el paseo con una larga y apasionada relación con nuestra pareja, allí donde nos pille la ocasión.

* Preparar con mimo los regalos navideños en lugar de esperar a última hora y comprar cualquier tontería (y encima dejarla sin envolver).

* Reparar el enchufe y cambiar la bombilla del trastero olvidado, en el que entramos de Pascuas a Ramos.

* Aprender a tocar la guitarra, el teclado, las castañuelas o cualquier otro instrumento musical que nos llame la atención.

* Planear al detalle el viaje a ese sitio al que siempre hemos querido ir.

* Llamar por teléfono a aquel familiar o amigo con el que hace tiempo que no tenemos contacto y quedar con él o ella a tomar unas cervezas o unos vinos para recuperar la relación.

* Limpiar el baño, que ya le va haciendo falta.

* Construir y pintar la maqueta que nos regalaron el año pasado por nuestro cumpleaños y que está aún guardada en su caja.

* Echar un partido de voley con los colegas.

* Experimentar en la cocina con la receta que nos contaron el otro día, a ver si somos capaces de reproducir ese plato casero sabrosísimo que nos tomamos en casa de alguien.

* Escribir por lo menos un capítulo (quizá más) de esa novela que se resiste a salir de la cabeza. O tal vez la poesía completa que lleva días rondándonos.

* Visitar cualquiera de los maravillosos museos que tenemos en nuestra propia ciudad y que, paradójicamente, nunca nos tomamos la molestia de ir a ver (aunque luego viajamos a otras ciudades y vemos hasta su última y fea piedra).

* Batir nuestro propio récord de resistencia nadando (en el mar, si uno vive junto a él, o en la piscina, aunque sea municipal).

* Organizar los álbumes de fotos, sean digitales o en papel.

* Ir al teatro a ver actores de verdad y en directo.
 
* Subir andando el cerro que vemos desde aquí abajo para contemplar las ruinas celtíberas o medievales que yacen allí abandonadas por las autoridades culturales (esto es España, amigos) y de paso disfrutar de las vistas.

* Sentarnos en un lugar recogido y tranquilo en plena Naturaleza (los más afortunados) o en el sitio más relajado de nuestra propia casa, para meditar.

* Sacar la bicicleta de paseo, que debe tener ya hasta telarañas desde la última vez que nos subimos a ella.

* Meter en bolsas toda la ropa vieja que ya no nos sirve para darla a beneficencia y de paso hacer sitio en los armarios.

Cualquiera de estas cosas y muchas más que se me están ocurriendo podrían ser más provechosas que pasar las mismas cuatro horas y media (exactamente cuatro horas y 29 minutos) como zombies pegados a la televisión. Cuatro horas y media todos los santos días del año... Porque es que ése es el tiempo que por término medio permaneció cada ciudadano español absorto delante de la caja tonta durante el mes de noviembre de 2012 según el informe que ha hecho público esta semana pasada Barlovento Comunicación, con datos facilitados por Kantar Media. La cifra supone un récord: el mes de mayor consumo televisivo en toda la Historia de España desde que se mide este parámetro. El récord anterior data de febrero de este mismo año, pero no se aleja demasiado: cuatro horas y 27 minutos.

Según el mismo informe, el consumo televisivo no ha dejado de crecer a lo largo de los últimos años, salvo excepciones. El punto de inflexión fue 1992. Hasta entonces, el público consumía una media de poco más de 3 horas al día (que ya me parece más que suficiente) pero a partir de ese momento no ha habido freno a la teleadicción, que ha ido in crescendo mientras caía de forma inversamente proporcional la capacidad crítica, intelectual y dinamizadora de la propia sociedad. Como todo en esta vida, el secreto del veneno está en la dosis. El hecho en sí de ver televisión no estupidiza más que el de jugar al fútbol o rascarse la oreja: el problema es el tiempo abusivo y, sobre todo, la actitud de rendición mental durante ese tiempo. Hasta hace pocos años, si le preguntabas a un niño pequeño qué quería ser de mayor, te decía que astronauta, bombero, vaquero, policía... Ahora, te contesta que quiere ser famoso. Pero no famoso como adjetivo del éxito obtenido en una actividad profesional rentable y útil a la sociedad, sino famoso entendido como miembro de esa repelente y deleznable fauna de protagonistas de los programas de la telebasura.

Por cierto, las cuatro horas y 29 minutos son sólo una media y ya sabemos cómo se fabrican las estadísticas: tú te comes dos pollos y yo ninguno, pero en el papel figura que cada uno nos hemos comido uno. Por regiones, Andalucía, Valencia, Aragón, Castilla-La Mancha y Cataluña superan por este orden esa media. El domingo es el día más hipnotizante con más de cinco horas consumidas por espectador. Las mujeres vieron unos cinco minutos más al día que los hombres. Los adultos doblaron el consumo televisivo de los niños (esto casi confirma mi teoría de que, a pesar de todo, un niño es más confiable que un adulto) y los espectadores de clase baja vieron casi seis horas frente a las menos de cuatro horas de los de clase alta (otro dato interesante, por lo que sugiere acerca del progreso en la vida...).

Insisto: todo esto son datos medios, que tampoco garantizan consumos concretos individuales. Por ejemplo, en mi caso, veo poquísima televisión diaria. De hecho, suelo utilizar la pantalla como simple escenario para ver DVDs porque, eso sí, cierto tipo de cine me gusta mucho. Así que imagino que la mayor parte de las horas que me corresponden oficialmente como televidente en realidad las está empleando otra persona, que en lugar de las cuatro horas y media verá siete u ocho diarias. Sea quien sea, ya tendrá la cabeza derretida...