Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 25 de febrero de 2013

Del plástico al grafeno

Una de las cosas más agradecidas de ser un alumno en la Universidad de Dios es la libertad de pensamiento y la tranquilidad de espíritu que te confiere el hecho de despreocuparte de las circunstancias diarias que martirizan al homo sapiens. A medida que uno progresa en el plan de estudios (aunque sea lentamente: recuerdo que a mí me ha costado treinta años terrestres de duros exámenes y trabajos llegar a Tercero de carrera y aún me quedan unos cuantos cursos por delante para conseguir la Licenciatura y Master de Dios), va adquiriendo una visión muy completa del papel del ser humano en el planeta Tierra: su evolución histórica general y, naturalmente, el momento contemporáneo que vive (o que padece). Comprender el punto exacto de la pirámide evolutiva en el que se encuentra, así como las fuerzas que influyen en él en un sentido o en otro, alivia muchísimo esa sensación de perpetuo agobio y de miedo por lo que ocurrirá el día de mañana. Una sensación de la que, ya lo ha contado mi gato conspiranoico Mac Namara en varias ocasiones, ciertos poderes que controlan el mundo en este momento usan y abusan constantemente, con el objetivo de mantener a los humanos corrientes tensos y estresados como las cuerdas de un violín en exceso afinado.

Un ejemplo: el miedo al colapso energético. Hace más de treinta años que vengo oyendo o leyendo las advertencias acerca del futuro a lo Mad Max que nos aguarda a la vuelta de la esquina debido al agotamiento de las fuentes de energía que han permitido el desarrollo tecnológico de nuestra civilización. En especial, del petróleo, pero también de otras como el gas o el carbón (eso, por no hablar de la contaminación que generan). Se ha dicho muchas veces que vivimos en la cultura del petróleo y que ésta no podrá sobrevivir cuando se acabe. En los últimos diez o doce años se han publicado diversos trabajos muy detallados sobre el Peak Oil, el Pico del Petróleo o tería de Hubbert, según la cual la producción mundial de crudo llegará en un momento muy próximo a su máximo (si es que no ha llegado ya: la Agencia Internacional de la Energía advirtió hace poco más de un par de años de que ese cénit de producción se habría alcanzado en 2006) y a continuación declinará tan rápidamente como creció, de manera que antes de 150 ó 200 años habrá dejado de extraerse..., y bastante antes, de emplearse como energía básica.

  
 Muchas personas argumentan que no les importa demasiado, pues no usan el coche a menudo y tal vez no tengan ni carnet de conducir. Pero la realidad es que deberíamos referirnos a la nuestra más bien como la edad del plástico (si bien el plástico es un subproducto del petróleo y éste es tal vez el principal riesgo del final del "oro negro" disponible) ya que estamos rodeados de este material por todas partes. Hay plástico en las botellas de las que bebemos, en los teléfonos y ordenadores con los que nos comunicamos y entretenemos, en los vehículos que nos transportan, en las cajas y las bolsas donde guardamos y transportamos cosas, en los electrodomésticos con los que cocinamos o preservamos alimentos, en muchos de los muebles donde nos sentamos o dormimos..., hasta en algunas ropas con las que nos vestimos. La desaparición del plástico, dentro de la general del petróleo, sí que sería un gran problema para la supervivencia del mundo tal y como hoy lo comprendemos, aunque desde el punto de vista medioambiental llegaría poco menos que como una bendición, habida cuenta las especiales características de este producto que le conceden un alto poder contaminante.

Pero el ingenio humano es extraordinario. Son diversos, y algunos de ellos bastante creíbles, los expertos que hablan de que en este momento existen ya fuentes alternativas de energía, incluso más potentes y más baratas, que no se han desarrollado a gran escala por el simple hecho de que no se ha querido hacerlo. ¿Y por qué no? Pues sencillamente porque alterarían el control financiero y político que la cultura del petróleo/plástico ha impuesto sobre el mundo en los últimos decenios. Esas personas (supongo que a nadie le sorprenderá saber que, las más importantes en la escala científica o social se niegan a comentar estas cosas en público, aunque en privado te cuenten detalles asombrosos al respecto) están convencidas de que esas fuentes de energía se empezarán a aplicar en cuanto aquéllos que las están desarrollando en el mayor de los secretos hallen la forma de rentabilizarlas sin que escape a su control, como sucede ahora con el crudo, cuyo manejo oficial está en manos de un puñado de compañías a nivel mundial. 

En lo personal, puedo hablar de cierto inventor español que hace unos años descubrió un motor de agua que funcionaba perfectamente aplicado a un coche normal. Su motor descomponía el agua (agua del grifo, ni siquiera agua destilada o tratada de ninguna otra forma) químicamente de manera natural en las dos moléculas de hidrógeno y una de oxígeno de la que está formada. Empleaba el hidrógeno para mover el vehículo y expulsaba como "desecho" el oxígeno. Resultado: un coche completamente ecológico y de consumo baratísimo. El hombre pensó hacer negocio presentando su prototipo en ferias de la automoción o con el apoyo del Estado pero en cuanto intentó su comercialización recibió una millonaria propuesta de una muy conocida compañía petrolera. Aceptó el dinero, a medias por lo jugoso de la oferta, a medias por las veladas amenazas de la compañía de que le convenía aceptarlo. Ni que decir tiene que su proyecto fue guardado en una caja fuerte y que a día de hoy el coche de agua español ni está, ni se le espera. Sólo cuando el agua sea un recurso tan caro y valioso como el petróleo (o sea, privatizada con ese fin) tendremos posibilidad de ver algún día semejante desarrollo industrial.

Desengañémonos: o mucho cambia la organización del poder en nuestro planeta o sólo tendremos acceso general a aquellas tecnologías que estén bajo control estricto de los mismos "Amos" de siempre. El sueño de Nicola Tesla de proporcionar energía abundante y barata, y con ella bienestar, a la Humanidad a través de los avances técnicos fue secuestrado hace mucho tiempo. En el caso del gran inventor serbio, todo le fue robado y él mismo, condenado a morir en la miseria. Muchos otros que intentaron seguir su estela de no beneficiar exclusivamente a los de siempre también vieron frustradas sus expectativas, como sucedió con l vergonzoso caso del colombiano Manuel Elkin Patarroyo, cuyos estudios sobre la malaria podrían haber convertido esta gravísima enfermedad (ésta sí que es una pandemia que afecta a millones de seres humanos, y no las dolencias regionales promocionadas por la OMS casi como generadoras del fin del mundo, como la gripe "aviar") en un recuerdo del pasado si no hubieran sido saboteados permanentemente debido a su negativa a privatizar las vacunas para llenar los bolsillos de la industria farmacéutica a costa del común de los ciudadanos.

Así las cosas, en los últimos dos o tres años se ha empezado a hablar públicamente de un material que podría convertirse en la base de una nueva era: el grafeno. Se trata de una sustancia de carbono puro, cuyos átomos se engarzan en un patrón regular hexagonal, como sucede en el caso del grafito pero en un átomo de espesor por hoja. Se conoce desde hace casi un siglo, pero sólo en los últimos tiempos se ha empezado a valorar las múltiples ventajas de este material: su transparencia, su enorme ligereza, su flexibilidad, su elasticidad, su dureza casi similar al diamante, su capacidad de autoenfriamiento... Una recientísima investigación del Instituto de Ciencias Fotónicas de Barcelona con sede en Castelldefels acaba de descubrir además una nueva propiedad: su fabulosa eficacia para convertir la energía de la luz en electrones y por tanto en corriente eléctrica. Según explican los propios investigadores, "en la mayoría de los materiales, cada fotón absorbido genera un solo electrón, pero en el caso del grafeno un fotón es capaz de producir muchos electrones excitados y, por tanto, una señal eléctrica mayor". Esto significa que cualquier dispositivo que convierta la luz solar en electricidad será mucho más eficiente, potente y barato si se construye con grafeno.

Dicho así, los neófitos podemos quedarnos un tanto fríos pero los especialistas están entusiasmados con lo descubierto. Y es que, convenientemente desarrollado, este hallazgo permitirá una auténtica revolución en el campo de la energía fotovoltaica. De hecho, los científicos de este centro han comparado precisamente  la explosión tecnológica que supuso la fabricación en serie del plástico en el siglo XX con lo que en este mismo siglo XXI supondrá el uso masivo del grafeno. Podría llegar a constituir, por ejemplo, la pieza clave que hacía falta para aprovechar y aplicar de forma masiva todas las posibilidades de la energía solar. Y, si es capaz de desbancar al plástico, su aparición equivaldría también al principio del fin de la era del petróleo.

Así llegaremos a la era del grafeno. Eso sí, todo se producirá sin que los simples mortales puedan intervenir en ello, sin arte ni parte, más allá del consumo en el nuevo material de moda. Simplemente, un día nos levantaremos de la cama y alguien nos dirá a través del pertinente discurso audiovisual: "Señoras y señores, hasta aquí hemos llegado con el plástico. A partir de ahora empiecen a comprar grafeno." Y las órdenes serán cumplidas: consumiremos grafeno y nos olvidaremos del plástico igual que hicimos antes con otros materiales, como la madera o la piedra. Viviremos una nueva época de desarrollo tecnológico que, en principio no tendrá fin aunque, cuando transcurrido el tiempo suficiente las posibilidades del grafeno se empiecen a agotar como hoy se agotan las del petróleo, volveremos a las ansiedades por el futuro, mientras se hace público el nombre del siguiente material mágico... Así que la recomendación de este simple estudiante no es otra que la que ya ha hecho pública en tantas ocasiones anteriores: nada de angustias, nada de temores por lo que vendrá..., y a vivir el día a día, el aquí y el ahora. Es lo único que tenemos real y a nuestro alcance.








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