Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

lunes, 20 de febrero de 2012

Hombres & Mujeres

Uno de los grandes atractivos de Príncipe Valiente del inmortal Hal Foster, que sin duda contribuyó a fundamentar su éxito popular, es la credibilidad que siempre supo imprimir a unas historietas que, a pesar de presentarse con un marchamo histórico, resultan absolutamente fantásticas e irreales desde casi todos los puntos de vista. Mucha de esa credibilidad nace de los comportamientos corrientes de los personajes, que no son simples héroes y villanos luchando entre sí en paisajes exóticos, sino que afrontan todo tipo de sentimientos, sufrimientos, necesidades y placeres mundanos como todo hijo de vecino. En el tebeo contemporáneo esto ya no sorprende pero en la época en la que Foster publicó sus planchas resultó una novedad digna de tener en cuenta. E, incluso a día de hoy, no conozco muchos personajes del mundo del comic que sean capaces de alternar con tanta naturalidad una sangrienta lucha a espada contra varios enemigos bien armados con el cuidado amoroso de una prole abundante, puesto que Val no sólo es el príncipe heredero de Thule y unos de los caballeros favoritos del rey Arturo en la Mesa Redonda, sino el esposo modelo de la reina Aleta y padre de cuatro hijos.

 Tampoco sabría decir qué parte de la saga de Foster (que, por cierto, estos días celebra sus primeros 75 años de obra maestra en la historia del tebeo, y cuando hablo de "obra maestra" me refiero exclusivamente a la etapa de Foster, no a las posteriores de Murphy y Gianni) me ha resultado más fascinante a lo largo de las aproximadamente 133 veces que he leído su obra, siempre como si fuera la primera vez: si las aventuras propiamente dichas del héroe enfrentado a ejércitos enemigos, brujas malvadas y monstruos indescriptibles o el relato de su difícil adaptación a la vida diaria, con los mil y un problemas comunes y corrientes a los que se enfrenta cualquier tipo con familia, con independencia de su estatus económico o social. Recuerdo por ejemplo las dificultades de relación de Val con Aleta, su bella y susceptible esposa, reina de las Islas Brumosas, con la que discute de manera similar a la de cualquier hombre con su mujer, por muchos dragones que haya matado o muchas veces que haya salvado el reino. A propósito de ello emplea una frase que en un momento dado llega a convertirse en un auténtico mantram en el guión de las historietas y que resultará conocida a todo miembro masculino de una pareja heterosexual: "Al enfurruñado Val le gustaría saber un poco más sobre el extraño comportamiento de las mujeres".

Es un hecho evidente para cualquiera (excepto para los fanáticos obcecados y por lo general autoengañados partidarios de la -inexistente- igualdad entre sexos) que hombres y mujeres somos muy distintos: pensamos, sentimos y actuamos de manera muy diferente y por tanto nunca reaccionamos igual ante una situación concreta. A menudo he llegado a creer que el problema radica en que muy pocos niños llegan a desarrollarse con la edad hasta convertirse en verdaderos hombres y, cuando mueren a los 80 ó 90 años siguen siendo niños aunque en cuerpo de viejos, mientras que las niñas no existen: son sólo mujeres con poca información (¡pero ya mujeres hechas y derechas!), que a medida que pasa el tiempo van desarrollando su cuerpo y apropiándose de nuevas habilidades. Contrariamente a lo que muchos ignorantes suelen pensar, estas diferencias no son malas ni implica que tengamos que estar enfrentados constantemente unos con otras. Al contrario: significa que somos complementarios y que podemos -y debemos- vivir mucho mejor si desarrollamos una virtud por desgracia tan escasa como es la tolerancia y aprendemos a entendernos en la medida de lo posible. 

Ciertos sabios de Asia quintaesenciaron muy bien esta complementariedad en el famoso símbolo del Yin y el Yang, máximo icono de la polaridad, aunque la inmensa mayoría de los actuales ciudadanos asiáticos jamás han llegado a comprenderla y hacer honor al concepto, ni en el caso de las relaciones hombre/mujer ni en el de otras polaridades. Y lo mismo ocurre en el resto del planeta. Nadie nos enseña no ya a entendernos, sino a ver la necesidad de entendernos. Al contrario, vivimos en una sociedad en la que los portavoces de la estupidez, la ignorancia y la mala fe se empeñan en enfrentar constantemente lo masculino con lo femenino, promocionando la aberrante idea de que alguno de ellos es superior al otro. Y así padecemos en la actualidad la dictadura de lo políticamente correcto (en ésta, como en tantas otras cosas) según la cual el Machismo debe ser erradicado para siempre del planeta y sus representantes, poco menos que lapidados, mientras que el Feminismo (que no es más que una degenerada versión del Machismo) es el estado "ideal" de las mujeres y sus representantes (representantas, en este caso), poco menos que glorificadas.

Sin embargo acabo de leer un libro muy curioso de David Deida, uno de esos gurúes internacionales del coaching y el desarrollo personal, que proporciona algunas pistas interesantes, al menos para los hombres. La verdad es que no lo hubiera leído si no fuera porque un colega de la Universidad de Dios insistió en que le echase un vistazo, ya que el título de la obra se las trae y me dejó un poco frío: El camino del hombre superior, ¡nada menos! A lo que hay que añadir el pomposo subtítulo de Los desafíos del amor y del deseo sexual en el hombre de hoy. Guía espiritual, ¡ahí es nada! Así que por recomendación de este colega le eché un ojo y, a pesar de que no comparto su visión de las cosas y algunas de las conclusiones a las que llega, sí tengo que reconocer que Deida resuelve algunas claves que sin duda serán útiles para aquellos hombres a los que, como a Val, les interese saber "un poco más" sobre el "extraño comportamiento" femenino.

Como no es cuestión de reproducir aquí el texto de este autor, me limitaré a sonsacar algunas de sus ideas a mi juicio más útiles:

* "El error maculino es pensar que algún día las cosas cambiarán. No es así. La situación nunca cambia. Mientras la vida continúe, el reto creativo es forcejear, jugar y hacer el amor con el momento presente mientras ofrecemos nuestros dones únicos (...) deja de esperar que lleguen los buenos momentos. Para empezar, dedica al menos una hora al día a hacer aquello que tienes la esperanza de hacer cuanto tus recursos económicos sean más abundantes, o cuando los niños hayan crecido y se hayan ido de casa (...) El mundo y tu mujer siempre te plantearán retos imprevisibles. O bien los vives plenamente, dando tu don en medio de estos desafíos o estás esperando un futuro imaginario que nunca llegará."

* "Nunca cambies de opinión para agradar a una mujer (...) Siempre deberías escuchar a tu mujer y después tomar tu decisión. Pero si eliges seguir su sugerencia pese a que en lo profundo de tu corazón sientes que hay otra opción mejor, lo que estás diciendo en realidad es: 'No confío en mi propia sabiduría'. Al decir esto, te estás debilitando. Y también estás debilitando la confianza que tu mujer tiene en ti: ¿por qué debería confiar en tu sabiduría si tú mismo no lo haces? Si niegas tu verdad más profunda para agradar a una mujer, todo el mundo sentirá tu falta de autenticidad."

* "El hombre nunca debe pensar que las pruebas que le plantea su mujer tendrán un fin y que su vida será más fácil. Más bien, él debe enteneder que ella hace estas cosas para sentir su fuerza, integridad y apertura (...) cada momento de tu vida es una prueba o una celebración. Esto es válido también para cada momento que pasas con tu mujer, sólo que multiplicado por dos. No es sólo que su simple existencia sea una prueba para ti, sino que uno de sus placeres más profundos en la intimidad es ponerte a prueba y sentir que su prueba no te saca a ti de tu sitio (...) Nunca se acaba: ése es el secreto. No puedes escapar de ello, encontrar a otra mujer no te librará de ello. La terapia no te librará de ello, ni la bonanza económica ni la maestría sexual. Tu mujer te pone a prueba porque te quiere, quiere sentir tu verdad y tu amor, y que ambos son más fuertes que las púas y pinchos que ella puede lanzarte. Sólo entonces podrá relajarse y rendirse, confiar en ti."  

* "Lo masculino quiere decir exactamente lo que dice. La palabra de un hombre es su honor. Pero lo femenino dice lo que siente. La palabra de una mujer expresa su verdad, pero su verdad de ese momento preciso (...) La regla básica es ésta: no creas el contenido literal de lo que diga tu mujer a menos que el amor fluya profunda y plenamente mientras lo dice. E icnluso así has de saber que probablemente te está hablando de sus sentimientos de ese momento, no necesariamente del tema de que esté hablando. Nunca bases tus planes en lo que la mujer diga que quiere hacer (...) en cualquier momento puede cambiar de opinión al variar sus sentimientos."


Hay muchas más cosas en el libro y, por supuesto, como siempre sucede con este tipo de obras una cosa es sentar la teoría y otra desarrollar la práctica. Pero al menos hay algo importante en el texto de Deida y es que su lectura supone un cierto alivio para los homo sapiens neófitos en los misterios femeninos. 







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