Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 14 de noviembre de 2014

Persia y la leche

Ser conspiranoico es un estilo de vida. Esto lo he aprendido de mi gato Mac Namara. Nadie puede ser un poco o un mucho conspiranoico de la misma manera que una mujer no puede estar un poco un un mucho embarazada: lo está o no lo está. Pues esto es lo mismo..., uno lo es o no lo es. Entre otras cosas, porque cuando cualquier incauto empieza a preguntarse realmente, con interés, por la verdad de las cosas que se esconde hábilmente tras el decorado que nos presentan a diario como realidad no tardará en encontrar las pistas que le han de conducir ante revelaciones cuando menos chocantes. Y, si perservera en esas pistas, si es capaz de no arredrarse ante la descarga de descalificaciones y topes externos (y aún peor, de los internos, implantados en nuestra manera de ser y ver lo que nos rodea desde la más tierna infancia merced a la astuta capacidad de quien realmente gobierna los destinos del ignorante homo sapiens), acabará llegando a ciertas habitaciones cerradas y comunicantes cuyas puertas se pueden abrir consecutivamente, aunque a un precio elevado cada una de  ellas (más elevado cuanto más se profundice). Es algo similar a lo que advertían los antiguos acerca de los riesgos que supone ver a Isis despojada de sus siete velos y completamente desnuda, entre los cuales la muerte no era el más temible. 

- Lo malo de las conspiraciones es que cuesta "un congo" demostrarlas..., es como esos terroristas que sabes que lo son pero no tienes pruebas suficientes para detenerlos  -le comentaba esta mañana a Mac Namara.

- A veces me pregunto por qué sigo perdiendo el tiempo contigo -me contestó, entre aburrido e indiferente mi felino hablador-. A estas alturas deberías tener ya material suficiente para hacer tambalear los pedestales de los escépticos sin tener que recurrir a mis portentosos conocimientos.

- A ver... Hay multitud de cosas en el 11S que... -comencé, tratando de defenderme, pero él me interrumpió bufando y añadió:

- Siempre con lo "importante", siempre con lo "importante"...  No es que no haya pruebas para destapar lo "importante", y de hecho en lo relativo al 11S lo increíble es que haya tanta gente corriente que siga creyéndose la insostenible versión oficial, sino que si empiezas a hacerlo vas a desaparecer rápidamente de circulación. Es más sencillo destapar hechos menos llamativos pero igual de curiosos a fin de que los agnósticos y los escépticos los examinen por su cuenta y lleguen a sus propias conclusiones. Así, abrirán su cabeza y, una vez lo hagan, podrán enfrentarse por sí mismos a lo "importante"...

 Así que me he pasado toda la mañana escuchando ejemplos de conspiraciones reales que se pueden demostrar como tal y sobre las que se puede encontrar información con cierta facilidad. Por ejemplo, cómo y por qué fue derrocado el entonces primer ministro de Persia (hoy, Irán) Mohammed Mossadegh. 

En 1953, un golpe de Estado se llevó por delante al que fuera la gran esperanza política de los ciudadanos persas o iraníes. Mossadegh era un patriota que luchaba por construir una democracia laica y moderna en su país, al estilo de lo que había logrado Mustafá Kemal Atatatürk en su Turquía natal. Había desembarcado en la alta política sólo diez años antes, en 1943, tras ser elegido diputado por Teherán. Era una época turbulenta. Reinaba ya desde hacía dos años el Shah Mohamed Reza Pahlevi (aquí, a la derecha, con unos años más), al que británicos y soviéticos habían impuesto en el trono tras obligar previamente a abdicar a su padre, el Shah Reza Pahlevi (que tiene su propia historia, porque no provenía de un linaje real sino que inicialmente fue un oficial de la brigada cosaca, de nombre Jan Mirpany Savadkuhí, que se apoderó del trono mediante su propio golpe de Estado veinte años antes y que en 1941 fue obligado a hacer la maleta por los británicos debido a sus simpatías hacia el Tercer Reich), en un territorio que no sólo poseía un valor estratégico importante sino que además contaba con la maldición de poseer inmensas cantidades de petróleo fácilmente extraíble en su subsuelo. Ambas circunstancias le convertían en objetivo del imperialismo (anglosajón, en este caso) que al estilo mafioso "protegía" al país a cambio de controlar la región y de paso llevarse el ansiado petróleo a un precio más que asequible. 

En 1951, las cláusulas del contrato, que beneficiaban claramente a los intereses imperiales en perjuicio de los ciudadanos persas o iraníes (al estilo de lo que ocurre en diversos países árabes en la actualidad, donde el dinero generado por el crudo es disfrutado -y derrochado- sólo por su clase dirigente local), se hicieron públicas durante el proceso de ratificación de un anexo al tratado original firmado en 1933. Eso llevó a la dimisión consecutiva  de dos primeros ministros en Teherán. El tercero en asumir el cargo, el comandante del ejército iraní, insistía en ratificar este documento pero para entonces Mossadegh ya había crecido políticamente lo suficiente como para asumir el cargo de presidente de la Comisión del Petróleo del parlamento persa aparte de ser el líder del Frente Nacional, una de las principales organizaciones políticas del momento. Eso le permitió comprender el problema en profundidad y decidió actuar por su pueblo, declarando públicamente nulos los leoninos contratos impuestos por los británicos y exigiendo la puesta en marcha inmediata de la nacionalización de tan importante recurso energético. Londres reaccionó como de costumbre: oficialmente protestó con buenas, educadas y diplomáticas maneras y extraoficialmente utilizó todas las tretas sucias a su alcance (en particular las de índole financiero, que tan bien manejan los verdaderos dueños del Reino Unido, que por supuesto no son sus sufridos ciudadanos sino los siniestros dueños de la  hoy en apariencia inexpugnable City londinense).

El comandante del ejército y primer ministro persa murió entonces en un atentado supuestamente obra de una organización llamada Fedayines del Islam (ahh..., esas banderas falsas, qué bien han servido a los intereses oscuros desde hace tantos años, y qué bien siguen sirviéndolos en la actualidad) pero en aquella época la gente estaba más acostumbrada a la dureza de las pruebas de la vida y no se asustó como sucede hoy en Occidente (donde la inmensa mayoría del acomodado rebaño es capaz de vender a su madre no ya si se le amenaza de muerte sino si se le amenaza siquiera con sufrir algún tipo de dolor). Al contrario, la población se sublevó contra la bota "británica" (en realidad, la de los usufructuarios de la imagen británica) y Mossadegh fue elegido primer ministro. Una de las primeras decisiones oficiales que puso en marcha, por supuesto, fue decretar la nacionalización del petróleo apoyado en la mayoría parlamentaria de Teherán. Londres se enfureció y amenazó con enviar su flota de guerra (no lo hizo porque la época no era propicia: la Guerra Fría ya había comenzado) aparte de "denunciar" lo ocurrido ante la Corte Internacional de La Haya y el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Ni corto, ni perezoso, Mossadegh defendió tan bien los derechos de Irán a disponer de su propio petróleo, que ni siquiera los títeres de la ONU y mucho menos los de la Corte Internacional se atrevieron a fallar en su contra. De pronto, el primer ministro persa se convirtió en un tipo muy popular en todo el mundo y hasta fue nombrado "hombre del año" por la revista norteamericana Time. A medida que crecía la popularidad de Mossadegh lo hacían de manera proporcional la envidia y el miedo del Sha, quien sin duda estaba muy presionado por sus "amigos" anglosajones que le mantenían en el poder entre otras cosas para que les garantizara que el petróleo fluyera en la dirección adecuada... El enfrentamiento creció hasta tal punto que apenas un año después de llegar al cargo de primer ministro, Mossadegh fue destituido directamente por el Shah. Pero la gente estaba con él, entendía su lucha, la apoyaba y le quería al frente del gobierno. Hubo movilizaciones enormes en todo el país y Reza Pahlevi no tuvo más remedio que reponerle en el poder. Fue el momento del gran triunfo para Mossadegh: exigió poderes para transformar radicalmente su país en otro mucho mejor y los obtuvo. Desarrolló cerca de un centenar de leyes de todo tipo desde mejoras de la salud y promoción de la vivivienda hasta lucha contra la corrupción, fortalecimiento de las fuerzas armadas y desarrollo de las libertades civiles. Igual que había hecho con el petróleo, nacionalizó también entre otras cosas la actividad pesquera, que en aquellos días estaba en manos de la URSS.

El país se sentía fuerte, optimista, dispuesto a todo..., y el prestigio de Mossadegh crecía dentro y fuera del país. Hasta que a mediados de agosto de 1953 se produjo un golpe de estado militar que le derrocó y devolvió al Shah todos los poderes sobre Persia o Irán. La "justicia" militar le condenó a tres años de prisión y, posteriormente, al confinamiento en su villa personal hasta el final de sus días, que se produjo 14 años después por un cáncer.

¿Es que los militares persas eran idiotas? Es obvio que no. ¿Fue un golpe impulsado/pagado/dirigido/ordenado por el Shah? Es obvio que sí..., en parte, porque hoy sabemos lo que durante muchos años sólo se atrevieron a comentar en voz medianamente alta los conspiranoicos: que el golpe fue diseñado y ejecutado con la intervención directa de los servicios secretos británico (MI6, al servicio de..., vaya usted a saber) y norteamericano (CIA, esa simpática agencia a la que ha pertenecido hasta Indiana Jones, según pudimos saber en la cuarta entrega del peculiar héroes spielbergiano). Sin su decidida aparición en el escenario, jamás habría habido militares suficientes para detener a Mossadegh, ni siquiera entre los fieles al Shah.

Y lo sabemos porque muy recientemente The New York Times (por cierto, el mismo diario que en 1953 contó todo esto de manera muy diferente como se puede apreciar en la imagen) publicó el informe oficial sobre este golpe de Estado en el que se relataba como los norteamericanos habían convencido a los británicos de no usar las armas directamente sino emplear otro tipo de estrategias "por la espalda" para evitar enfrentamientos con los soviéticos. Por ejemplo, lograr que Mossadegh fuera derrocado por "su propio pueblo". Según el documento del diario estadounidense fue el gabinete del general Dwight D. Eisenhower el que dio el visto bueno al plan de golpe de Estado diseñado por los británicos, poco después de ser elegido presidente en noviembre de 1952. CIA y MI6 lo prepararon todo minuciosamente, incluyendo la elección de quien sería sucesor de Mossadegh: Fazlollah Zahedi, un general retirado que ya tenía experiencia en conspiraciones con los británicos debido a su ambición de poder. El informe cuenta, entre otros detalles, cómo se utilizó la propaganda y diversas actividades clandestinas para tratar de erosionar la imagen del primer ministro persa, cómo fue sobornado un número concreto de parlamentarios en Teherán para oponerse a la aplicación de las leyes dictadas por el gobierno o cómo fueron pagados los suficientes agitadores entre los dirigentes religiosos para organizar manifestaciones de protesta contra el sesgo marcademente laico y democrático del primer ministro. 

Se gastó una importante cantidad de dinero (más de un millón de dólares de la época) en pagar a tirios y troyanos para sacar adelante el proyecto que fracasó en primera instancia, como vimos antes, por las protestas del pueblo cuando exigió al Shah que restituyera al depuesto Mossadegh en un primer momento. La CIA y el MI6 no dudaron en utilizar en todo momento dos de sus armas favoritas: las operaciones negras y las falsas banderas, con tal de hacer creer tanto dentro como fuera de Persia que lo que estaba sucediendo era una cosa muy diferente de lo que en realidad pasaba. Sus agentes fueron además los encargados de guiar a las manifestaciones "espontáneas" hacia los puntos más calientes de Teherán en todo momento. El resultado de todas estas maniobras orquestales en la oscuridad ya lo conocemos...

Hoy nadie se acuerda de Mossadegh, probablemente ni siquiera en el mismo Irán (nombre horrible para un país que hasta la llegada del régimen de los Ayatolás siempre fue conocido en todo el mundo como Persia), pero si hubiera logrado sobrevivir a estos ataques y hubiera convertido su país en esa "nueva" Turquía, en un estado musulmán democrático e independiente, es evidente que el equilibrio de fuerzas en la región sería muy diferente. La misma historia de la Guerra Fría y todo lo demás, también podría haber sido diferente. Pero lo más importante es esto: su caso es el claro ejemplo de una conspiración sobre la que algunos "locos" se atrevieron a insinuar cosas durante muchos años pero sin pruebas para poder demostrarla que, ahora (porque a alguien, por alguna razón, le ha interesado divulgar lo ocurrido pues si no esas pruebas hubieran seguido sin aparecer), se demuestra públicamente que lo fue. Es una entre muchas otras. ¿Cuántas conspiraciones se están desarrollando en este mismo momento ante nuestras narices aunque según fuentes oficiales sean "cuentos de conspiranoicos"?

- Con estos precedentes, te puedes imaginar que el desembarco de ese demente llamado Jomeini y el derrocamiento del inútil de Reza Pahlevi en Persia tampoco fueron hechos accidentales. Roma no paga traidores... -añadía Mac Namara mientras yo asentía, atento-, pero ésa es una historia que te contaré otro día.

Y luego concluyó:

- Si el líquido es blanco, huele y sabe a leche y aparece envasado en una botella como las que se usan para llevar leche, lo más probable es que sea leche..., aunque no venga identificado como tal.























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