En los últimos tiempos proliferan en Internet las webs de autores que se definen a sí mismos como "racionalistas", "científicos" y hasta "intelectuales" y cuyo ideario declarado sin ningún tipo de pudor abunda en expresiones y autocalificaciones como "la verdad sobre el timo de los ovnis", "el desenmascaramiento de las pesudociencias", "el azote de los supersticiosos" y otros tan rimbombantes como surrealistas títulos con los
que pretenden demostrar que son una especie de seres superiores porque no creen
en nada más que la Ciencia, así en mayúscula, o, si acaso, en la Razón, diosas
ambas de las cuales se creen sus profetas y los encargados de “iluminar” al
mundo. De vez en cuando me paseo por alguna de estas páginas (bueno, en
realidad, me dejo pasear por Mac Namara, que es el que está lo bastante ocioso
como para perder el tiempo husmeando todo tipo de tonterías en la red y quien,
por cierto, me las descubrió porque hasta entonces yo no sabía que existían tantos
y tan activos neoinquisidores) alternando la sorpresa con la carcajada y a
veces hasta con la indignación cuando leo cosas como que los “creyentes” en
realidades alternativas son (somos) "peligrosos" en tanto en cuanto responsables de la muerte de no sé cuántas
personas en el mundo por propagar verdades distintas a las oficiales.
Para entender lo que está
pasando, hay que recordar una vez más una historia ya contada por aquí y es
que, cuando los “buenos” abrieron sus primeras Escuelas de Misterios (como mi Universidad de Dios) hace ya tantos
siglos (o milenios) que ya ni recuerdo, los “malos” se devanaron los sesos estudiando
cómo entorpecer e impedir definitivamente la llegada de aspirantes hasta sus
puertas. En aquella lejana época, la primera prueba para acceder a uno de estos
centros tan peculiares consistía precisamente en llegar hasta él. Había muy
pocos, en lugares muy lejanos, pero mucha gente sabía dónde estaban ubicados y
se podía intentar la aventura. Otra cosa era lograr llegar, sorteando problemas
como las enormes distancias impuestas por los antiguos medios de locomoción,
los ataques de piratas y mercenarios o el acecho de todo tipo de fieras. Y
luego, una vez allí, había que enfrentarse a una serie de ordalías de las que
uno podía salir vivo, muerto o esclavo. Algo de todo esto conté en mi última
novela publicada por el momento: “La tumba de Gerión” (Robin Books).
Por muchos esfuerzos que
hicieran los “malos” por impedir la afluencia de aspirantes al conocimiento del
camino espiritual real y el desarrollo de los poderes divinos, siempre había
héroes que, protegidos por su inocencia, su valor y su buen corazón, conseguían
alcanzar las puertas del Templo y, tras superar los rigurosos exámenes
impuestos por los profesores
encargados de la admisión, ingresaban en el Lugar Donde Se Debe Estar. Por lo
demás, fuerzas poderosas han protegido siempre a las Escuelas de Misterios y,
de acuerdo con su nombre, lo han hecho misteriosamente, lo que ha impedido que fueran destruidas
definitivamente aunque durante ciertas épocas se vieran forzadas a sobrevivir
ocultas por velos invisibles. Personalmente, he sido testigo de algunos “milagros” y “casualidades”
que, si hubieran sido descritos en una obra de ficción, habrían sido
descartados por el editor o por el propio escritor del texto, al considerarlos “demasiado
fantásticos”…
Sin embargo, cierto pésimo
día uno de los “malos” tuvo una gran idea, desde su propia perspectiva por
supuesto, y fue la de utilizar aquel viejo refrán de “si no puedes con ellos,
únete a ellos”. El plan, tan sencillo como
genial, fue la creación de multitud de Escuelas Falsas de Misterios que
comenzaron a fundar a bombo y platillo por todo el orbe, facilitando
sobremanera su acceso y prometiendo todo tipo de beneficios a quienes a ellas
quisieran acceder. Además, copiaron
(o quizá sería mejor decir corrompieron) los rituales, los símbolos
y las palabras originales vaciándolos de sentido o dotándolos de otro
diferente, de manera que aquéllos que, sin saber nada, tuvieran acceso a ese
tipo de información (que no conocimiento) quedaran ya marcados por el error.
Cuando uno lleva toda la vida escuchando que el ojo es el símbolo del Gran
Hermano que nos vigila y de las hermandades negras obsesionadas con el control
mundial resulta cuando menos chocante descubrir que su verdadero significado
tiene que ver con el hombre despierto y capaz de “ver” el mundo real, por
ejemplo.
Por cada una de las verdaderas Escuela de Misterios, ellos fundaron 100.000
Escuelas Falsas de Misterios. De esta manera tan simple, comenzaron a desviar a
los buscadores sinceros que, de pronto, no supieron a dónde exactamente tenían
que dirigirse y comenzaron a errar el tiro. ¿Para qué viajar a alguna remota y
poca accesible localidad de Egipto, España, Grecia, Turquía, la India…, si uno podía
fácilmente encontrar lo mismo apenas un par de calles más allá de su propio
domicilio? Con el tiempo, todo esto
fue vulgarizándose aún más, a medida que muchos “iniciados” en Escuelas Falsas
de Misterios se hicieron famosos y escribieron sus libros y fueron tomados (aún
hoy lo son, muchos de ellos) como Grandes Hombres y Mujeres Espirituales. A
medida que las informaciones sobre otras realidades fueron tiñendo las capas
sociales, atraídas por la ley de la gravedad hacia abajo, siempre hacia abajo,
todo fue enmarañándose y ensuciándose aún más. Así que hoy tenemos “brujas” que “echan las cartas del Tarot”
no sólo en cualquier feria sino en todas las
televisiones, cuando el Libro de Thoth no fue pensado para ser empleado como
entretenimiento de personas desnortadas y sin voluntad propia. Tenemos
anoréxicos mentales que son capaces de aconsejar el camino de otras personas,
aún más anoréxicas que ellas, en función de sus supuestas capacidades de
videncia o explotando de forma aberrante el verdadero secreto de la Astrología y conduciéndolas así al desastre.
Tenemos “contactados” con “extraterrestres”, “ángeles”, “hadas”, “maestros
ascendidos”, “espíritus” y todo tipo de entes fabulosos que pertenecen
precisamente al terreno de la fábula y cuya vida está siendo drenada por seres
muy diferentes a lo que ellos o sus consultantes creen. Tenemos…
Tenemos todo eso y mucho más,
pero las verdaderas Escuelas de Misterios han seguido existiendo, siguen
haciéndolo hoy día si bien a día de hoy ya no hay que buscarlas en lo alto de
las cordilleras, lo profundo de los desiertos o algún valle escondido, sino que
están más cerca de lo que pareciera. Por cierto, siguen siendo tan escasas en
número como al principio, pero el conocimiento que ofrecen es tan genuino y
real como entonces y una de sus principales características es la de que todos
aquellos alumnos que de verdad trabajan con él alcanzan cierto grado de
sabiduría, junto con ese concepto tan deseado como desconocido, que se llama
poder. Por supuesto, sigue habiendo pruebas para acceder a estas Universidades
de Dios y la primera de ellas consiste en encontrar una de verdad. Y sigue
habiendo personas que a base de inocencia, valor y buen corazón logran llegar a
ellas y entrar.
Volviendo al comienzo de
este artículo, los llamados “racionalistas” cargan contra todo y contra todos
demostrando así su ignorancia. Está bien desmitificar y desmontar los negocios
de las gentes que prostituyen el verdadero conocimiento, pero los autonombrados
sacerdotes inquisidores de la nueva Religión Científica (pues a eso han
reducido a la noble actividad investigadora) parecen olvidar que en todas
partes cuecen habas y que, igual que la Sabiduría real está rodeada de supuesta
sabiduría, la Ciencia real está igualmente sometida a la presión de multitud de
idioteces que se hacen pasar por científicas. No hace ni siquiera seis meses que
la revista Science Insider reveló el hallazgo
de unos científicos de la Universidad Pompeu Fabra que descubrieron más de
treinta artículos biomédicos de otros tantos equipos chinos muy parecidos unos
a otros. Tan parecidos, que aunque trataban temas diferentes (la enfermedad de
Crohn, el cáncer, los problemas de corazón…) gracias a un análisis de datos se
descubrió que tenían la misma estructura, el
mismo orden de desarrollo, los
mismos valores…, ¡hasta la misma estética! La conclusión es que habían sido en
realidad todos ellos escritos por las mismas manos y que aquello era sólo la punta
del iceberg de una industria de estudios científicos fraudulentos. Lo grande
del caso es que no es la primera vez que esto sucede, y no sólo en China sino
en los países “desarrollados” de Europa y en Estados Unidos. Pero… Oh,
sorpresa, normalmente este tipo de noticias no se hacen públicas más allá del
sector más directamente implicado. No se le puede decir a la persona corriente,
de la calle, que existe un porcentaje inquietantemente alto de trabajos “científicos”
que en realidad son copias de otros o están falseados o nadie los ha podido
comprobar o… En resumidas cuentas, que son tan fiables como una “tarotista”.
Esto, por no hablar de los
millones de dólares y la incontable cantidad de horas y equipos científicos que
se invierten cada año en las investigaciones más estúpidas (y que, de forma
incomprensible, son publicadas y hasta celebradas jocosamente por algunos
medios de comunicación). Por ejemplo, y por citar sólo algunos del año 2014, el
trabajo de un equipo de expertos japoneses que se preocuparon por indagar por
qué resbalan las cáscaras de plátano… No es broma: su trabajo se titulaba Coeficiente
de Fricción bajo una Cáscara de Plátano. O el de un grupo de investigadores
noruegos y alemanes que se dedicaron a la trascendental tarea de estudiar cómo
reaccionan los renos cuando ven a seres humanos…, disfrazados como osos
polares. O muchas otras tareas absurdas
como el estudio del dolor relativo que la gente sufre por mirar pinturas feas (!),
la investigación sobre el posible uso de la caca de bebé para la producción de
salchichas fermentadas (!!) o el análisis de qué ocurre en el cerebro de las
personas que creen ver la cara de Jesucristo en una rebanada de pan tostado (!!!).
Categoría aparte merecen
los que desprecian a las personas que no tragan las verdades oficiales de los
gobiernos en asuntos como los chemtrails,
el supuesto origen extraterrestre de los OVNIS (cuya realidad, igual que en el
caso de las estelas químicas en el cielo, es obvia para cada vez más testigos
en todas las partes del mundo por más que esté prohibido hablar de ello seriamente
en los medios de comunicación) o los hoy muy comunes atentados de falsa
bandera. Las ridiculizan tratándolas de “conspiranoicos”, “ignorantes”, “enfermos
mentales” y cosas mucho peores…, ¡como si algún gobierno hubiera dicho la
verdad en los grandes acontecimientos de nuestra época (y de las anteriores)! Sólo
hace falta dejar pasar los años suficientes para que se destapen las verdades…,
cuando ya hayan prescrito los crímenes o hayan fallecido tranquilamente los
criminales. Aquí hemos citado varias veces los casos de verdades escondidas a los
ciudadanos por sus propios gobernantes. Uno de los últimos engaños que se ha
destapado pero que tampoco ha sido precisamente noticia de portada en ninguna
parte es el hecho de que más de medio centenar de
farmacéuticas occidentales utilizaron a los ciudadanos de la RDA, la antigua
Alemania comunista, para sus ensayos clínicos de nuevos fármacos, por supuesto
sin advertirles de ello.
El semanario Der Spiegel contaba hace unos meses cómo
un grupo de investigadores que estudiaron los archivos de la Stasi, la antigua
policía secreta comunista, habían descubierto que ¡al menos 14.000 personas! habían
sido “aportadas” por los dirigentes de la deteriorada RDA como cobayas humanas
a cambio de divisas. Compañías como Sandoz, Bayer, Schering, Böhringer Mannheim
y muchas otras alemanas, suizas, estadounidenses, francesas, belgas, danesas y
finlandesas desarrollaron, que se sepa, no menos de 220 ensayos clínicos sin
advertir a los pacientes de lo que estaban haciendo con ellos. Aplicaron
fármacos de quimioterapia, antidepresivos, anticoagulantes e incluso pasta de dientes
y pagaron por ello más de 16 millones de marcos alemanes de la época. Y esto
sucedía ¡entre 1983 y 1990! O sea, antes de ayer.
Repitamos el asunto: un
gobierno aceptó pagos por “prestar” a sus ciudadanos sin que éstos lo supieran
para ser utilizados en experimentos médicos. Y en una época en la que por
cierto se multiplicaron las películas sobre lo que hicieron o dejaron de hacer
los alemanes en la época del Tercer Reich con los prisioneros de sus campos de
concentración hace ya 70 años. Curioso… Nadie ha rodado nunca ninguna película
sobre lo que hicieron el gobierno de la RDA o el de Francia, el del Reino
Unido, el de Estados Unidos, el de otros países europeos plenamente “democráticos”
en épocas más recientes: desde los años 50 del pasado siglo XX hasta la
actualidad, con sucesivos experimentos sobre su propia población como el del
suministro de placebos en lugar de medicinas en Tuskegee, la pulverización de la tos ferina en Tampa, la
difusión de la fiebre amarilla y el dengue en Georgia y Florida, la infección
deliberada de infecciones venéreas en la población de Guatemala, la
esterilización forzosa (y silenciosa) de los retrasados mentales en Francia…
Todo esto conduce a la
pregunta obvia: ¿qué y quién están probando hoy con nosotros? “¡Nada hombre! Eso es conspiranoia pura y en
todo caso lo hacían los gobiernos de antes, sobre todo los de los países
malvados. Eso no pasa ahora”, insisten furibundamente los “racionalistas”.
Los mismos que seguramente
se creyeron aquello de “vamos a invadir
Iraq porque tienen armas químicas”.
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