Sin embargo, recordemos que, en los cuentos de hadas, los demonios y los monstruos sólo mueren cuando les ilumina el Sol, un símbolo de la verdad. La luz ilumina sus cuerpos feos y contrahechos, su espíritu aberrante, y ellos se muestran entonces incapaces no ya de seguir actuando mal, sino de defenderse siquiera. Es una sensación muy rara pero gratificante iluminar a un monstruo (a uno de verdad, no a los que salen en las películas). En apenas unos segundos, uno pasa de la incertidumbre y el temor a la compasión. De pronto, aquella..., cosa que tanto miedo nos inspiraba y contra la que no sabíamos exactamente cómo actuar (si luchar para intentar cortarle la cabeza con nuestra espada o, más bien, salir corriendo para no ser devorado) pasa a convertirse en un ser deforme, digno de lástima, del que sólo entonces comprendes que no podía actuar de otra forma porque es la única que conoce. Y te planteas si no sería mejor dejarla ir en lugar de rematarla.
- Hay que rematarla. A la bestia hay que rematarla siempre. Hay que aprovechar su debilidad si es posible, pero en todo caso es preciso cortarle la cabeza, clavarle la estaca en el corazón, quemarla y reducirla a cenizas -insiste siempre Mac Namara que, a mi juicio, es un poco radical; pero mi gato conspiranoico tiene su argumento bastante claro:- Mucha gente dice que ante una agresión se debe responder de acuerdo al principio de proporcionalidad, al estilo del Código de Hammurabi que luego el resto de semitas copió y que ha llegado hasta esta época con el nombre de 'ley del Talión'. O sea, que, si alguien va y te corta una oreja, tú debes responder cortándole a él la suya, y ya está. O, si alguien te corta una pata -recuerdo que es gato, por eso dice "pata" y no "pie" o incluso "mano"-, tú debes cortarle a él su pata. Si te corta la cola, tú a él su cola... Y así todo el rato. Sólo deberías cortarle la cabeza si él trata de cortarte la tuya. Pero mi opinión es otra: si alguien me toca un solo pelo de mi bigote, uno solo, yo directamente voy a por su cabeza.
- Un tanto exagerado, ¿no?
- En absoluto. Es la única manera de que el otro y, con él, todos los otros posibles que se planteen arrancarte un pelo del bigote o algo peor, se lo piensen dos veces antes de hacerlo. Tienes que dejar claro que contigo no juega nadie. Y que no estás dispuesto a dejarte descuartizar en pedacitos. En realidad, ésta es la base de la llamada doctrina de disuasión nuclear que estuvo vigente durante la conocida como "Guerra fría" durante la segunda mitad del siglo XX.
Sigo pensando que es demasiado rotundo. Mi profesor de Destrucción del Paradigma a través de la Educación Física, Lee-Jun-Fan, que es el que nos enseña a convertirnos en auténticos guerreros (desde el punto de vista físico) en la Universidad de Dios y sobre el cual ya he contado algunas anécdotas por aquí, suele decir que la mayor victoria es la que se consigue sin librar batalla. Estoy todavía dándole vueltas a qué se refiere exactamente, porque luego el mismo profesor insiste en que no hay que rehuir la batalla, al contrario, pero al mismo tiempo afirma que no es necesario librarla... En fin, tengo que meditar bastante todavía sobre eso. Los haikus zen siempre me han mareado un poco, con ese aire misterioso que tienen y que tanto se parece a veces a los mensajes de WhatsApp alterados por el corrector. A mí me gustan más las cosas claras y el chocolate oscuro, como quien dice.
En todo caso, Mac Namara y yo hablábamos sobre la creciente censura que se va imponiendo (que se ha impuesto ya, de hecho, y que aumenta progresivamente) sobre el mundo occidental, donde nació la libertad y donde hoy, cada día que pasa, hay cada vez más dificultades para poder opinar, debatir o publicar más allá de lo que los dogmas oficiales insisten en que se puede opinar, debatir o publicar. Y eso a pesar de la propaganda según la cual vivimos en países verdaderamente democráticos en los que la libertad de prensa es "sagrada" y cada cual puede decir lo que quiera. No es cierto. Pensemos en un ejemplo un poco tonto, pero definitorio: la película La vida de Brian, de Monty Python. Es una de mis favoritas de todos los tiempos. Aunque en su momento fue un gran éxito de público y aun hoy día sigue disfrutando de ediciones en DVD y Blu-ray para explotar el negocio hasta el final, en este momento sería imposible rodarla, estrenarla y promocionarla. Seguramente sería imposible incluso pensar en escribir su guión. La censura de lo políticamente correcto y la facilidad con la que en este momento se ofende todo el mundo en todas partes recomendaría a sus posibles creadores que se dedicaran a producir películas más "normales" y aceptables por el sistema. La vida de Brian está condenada a extinguirse lentamente, a medida que las personas que la vieron en su día vayan desapareciendo, sustituidas por nuevas generaciones que no la conocen y no la conocerán porque les resulta muy complicado acceder a películas con muy interesantes contenidos que, sin ser muy antiguas, "desaparecen" de los catálogos y nunca son programadas en las televisiones.
"Queda Internet...", se podría pensar, pero esto tampoco es cierto. Los espacios de libertad de información son podados de forma alarmante a nuestro alrededor, mientras nos adocenamos viendo las teleseries de éxito, las peleas del lumpen del corazón, el circo político o el enésimo partido de fútbol. Hace unos días se publicó un informe del programa Freedom House (impulsado por la USAID, la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional) que reducía aún más, respecto al anterior, el porcentaje de países que no ejerce censura sobre sus internautas. Según este informe, casi el 70 % de la población mundial vive bajo alguna clase de censura institucional de la red. Y eso que es un documento incompleto puesto que sólo incluye a 65 países países del mundo (España, por ejemplo, no ha sido analizada) y algunos de los que estudia y asegura que están libres de censura de hecho no lo están (el Reino Unido, por citar uno, donde en los últimos años han sido denunciados varios intentos -e incluso prácticas comprobadas- de censura gubernamental de la red, como cuando el ya ex primer ministro David Cameron consideró restringir las redes sociales tras los disturbios que se produjeron en el país en 2011).
El estudio afirma que "cada vez más instituciones persiguen a usuarios de redes sociales y de Apps de comunicación para impedir la propagación de información" y la censura de Google, Facebook o Twitter se ha convertido en práctica "habitual en países como China, que cuentan con sus propias versiones de algunos de estos servicios o con versiones censuradas específicamente para el país". Otros programas como las Apps de mensajería también han sufrido estas presiones cada vez mayores.
- Lo que, por cierto, significa que los dueños de estas grandes firmas de Internet que se presentan como campeones de la libertad de prensa en Occidente actúan, ellos mismos, como carceleros en los países menos desarrollados -subraya Mac Namara-. Lo cual debería haceros preguntaros a vosotros, los que os creéis libres en Europa y en América, hasta qué punto lo sois y hasta qué punto los mismos que regulan la información en el Este no lo están haciendo también, aunque silenciosamente, en el Oeste.
- Nos ocultan información...
- Y esto irá a peor. Sólo hay que ver uno de los últimos trastornos mentales incluidos en el DSM norteamericano...
El DSM, en inglés el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders y en español el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales, es la guía editada por la Asociación Estadounidense de Psiquiatría para clasificar estas dolencias y facilitar su reconocimiento y tratamiento entre los profesionales de las ciencias de la salud. En ella figuran desde la esquizofrenia hasta la cleptomanía, pasando por la anorexia, el masoquismo, la depresión o el trastorno de Asperger, entre muchas otras enfermedades. La primera edición es de 1952 y la última edición publicada haya ahora, de mayo de 2013. Ante mi expresión interrogativa, mi gato conspirativo responde:
- Este manual ha incluido una nueva enfermedad mental que se llama "Trastorno desafiante de oposición". En inglés, ODD. Lo define como un "patrón continuado de comportamiento desobediente, hostil y desafiante" y describe sus síntomas: cuestionar la autoridad, caer en la negatividad, desafiar constantemente, ser molesto con facilidad...
- ¿Cómo dices? ¿Tener una opinión propia, que no se fíe de las autoridades, podrá ser considerado como una enfermedad? -no salgo de mi asombro.
- Has escuchado bien. No estar de acuerdo con lo que dicen los que mandan oficialmente y pensar por tu cuenta nunca ha estado demasiado bien visto. Una persona que es capaz de pensar y tomar decisiones personales, más allá de las del rebaño, es peligrosa. Antiguamente, esto se resolvía persiguiéndola, exiliándola..., matándola sin más. En el futuro será más fácil simplemente declararla "insana" y someterla a tratamiento para que deje de..., molestar. ¿Te acuerdas del tratamiento al que sometían los orangutanes de 'El planeta de los simios', los de la primera película de 1968, a Landon, el astronauta compañero de Taylor?
Me siento incómodo recordando la escena en la que Taylor descubre a Landon lobotomizado. Era un hombre que hablaba y pensaba y, por tanto, una aberración en el mundo de los simios. Una aberración que tenía que ser "curada".
- Ese nuevo trastorno en teoría es para detectarlo en los niños pero imagina lo poco que costará aplicarlo también a los adultos... Los defensores de este manual dicen que el hecho de que los especialistas hayan descubierto en los últimos años tantas "nuevas enfermedad mentales" se debe a que los psiquiatras están mejor capacitados para identificarlas hoy día. En los últimos 50 años, se ha pasado de 130 reconocidas a 357. Pero, si te fijas, algunas de las cosas clasificadas hoy como disfunciones o enfermedades, tales como el narcisismo, la arrogancia, el cinismo ¡e incluso la creatividad por encima de la media! siempre han sido consideradas como rasgos de la personalidad, no como dolencias. Es en nuestro mundo contemporáneo cuando está cambiando esa manera oficial de considerarlas. Comentando la noticia, el 'Washington Post' describió la situación de una forma muy acertada: "si Mozart naciera hoy, sería diagnosticado con ODD y medicado para reconducirle hacia una estéril normalidad"... Porque ése es otro punto muy curioso: en EE.UU., la tierra de la democracia y de "los hombres que se alzan libres" y blablaba, hay Estados cuyas leyes les permiten medicar a la fuerza a sus habitantes...
Así que ése es otro riesgo para el futuro: que nos declaren trastornados... La verdad es que el oficio de pensar se está poniendo cada vez más complicado pero ¿no lo hace eso más interesante? Al fin y al cabo, ¿qué es lo peor que puede hacernos un demonio? ¿Matarnos? ¿Y si resulta que por más veces que nos matara nunca muriéramos de verdad?
Hay una secuencia muy metafórica al respecto en la última (y a mi juicio la mejor adaptada, hasta ahora, de los tebeos originales) película de Marvel: la protagonizada por el Doctor Extraño, cuando se enfrenta a su temible enemigo de la Dimensión Oscura, Dormammu, el parásito destructor de mundos (¿es casualidad que su nombre suene tan parecido al demonio semítico Mammón?). El conocido como Hechicero Supremo aún no lo es tanto en ese primer encuentro y, en combate singular, sería presa fácil de Dormammu..., pero a la hora de enfrentarse con él recurre a un tan sencillo como ingenioso encantamiento que le permite autoincrustarse (y con él, a su enemigo) en un bucle temporal que se repite eternamente. De esta manera, se presenta ante Dormammu para exigirle un pacto. Entonces, éste descarga su ira sobre el Doctor Extraño y le mata, no una sino mil millones de veces, porque cada vez que el brujo fallece la escena vuelve a empezar donde lo hizo la primera vez: con él exigiendo el pacto ante la grotesca y poderosa entidad. Es una trampa perfecta, porque por enorme, por monumental que sea el poder de Dormammu, está condenado a expresarse en una única escena que se repetirá por toda la eternidad hasta que ceda a las pretensiones del Doctor Extraño, el único que puede liberar a ambos y al que no le importa ser aplastado, descuartizado, empalado y machacado todas las veces que haga falta pues sabe que, dentro de la lógica del hechizo, es eterno e indestructible.
Hay una secuencia muy metafórica al respecto en la última (y a mi juicio la mejor adaptada, hasta ahora, de los tebeos originales) película de Marvel: la protagonizada por el Doctor Extraño, cuando se enfrenta a su temible enemigo de la Dimensión Oscura, Dormammu, el parásito destructor de mundos (¿es casualidad que su nombre suene tan parecido al demonio semítico Mammón?). El conocido como Hechicero Supremo aún no lo es tanto en ese primer encuentro y, en combate singular, sería presa fácil de Dormammu..., pero a la hora de enfrentarse con él recurre a un tan sencillo como ingenioso encantamiento que le permite autoincrustarse (y con él, a su enemigo) en un bucle temporal que se repite eternamente. De esta manera, se presenta ante Dormammu para exigirle un pacto. Entonces, éste descarga su ira sobre el Doctor Extraño y le mata, no una sino mil millones de veces, porque cada vez que el brujo fallece la escena vuelve a empezar donde lo hizo la primera vez: con él exigiendo el pacto ante la grotesca y poderosa entidad. Es una trampa perfecta, porque por enorme, por monumental que sea el poder de Dormammu, está condenado a expresarse en una única escena que se repetirá por toda la eternidad hasta que ceda a las pretensiones del Doctor Extraño, el único que puede liberar a ambos y al que no le importa ser aplastado, descuartizado, empalado y machacado todas las veces que haga falta pues sabe que, dentro de la lógica del hechizo, es eterno e indestructible.
Es una buena alegoría para el poder real (y a menudo desconocido) que puede desplegar el ser humano ante el parásito que domina nuestro planeta con ayuda de sus fieles y esclavizados servidores. Muchos de los que, la mayor parte de las veces por azar, llegan a atisbar lo que está sucediendo de verdad en el mundo, se asustan al conocer la existencia de semejante enemigo y prefieren no encararlo directamente, sin darse cuenta de que como el Doctor Extraño tienen todas las vidas de la eternidad a su disposición para hacer lo que se debe hacer... Leí hace unos días una frase de Arturo Pérez-Reverte que no sé si es original suya o la ha tomado de alguna parte, pero que resumía este concepto. Venía a decir que al principio él pensaba que lo peor para el mundo eran las personas malvadas, luego cambió de idea y concedió el primer puesto a las estúpidas pero, tiempo después, había llegado a la conclusión de que aún peor que los malvados y los estúpidos son los cobardes. Franco Battiato dice algo similar cuando canta aquello de "no vale la vida/si no hay osadía".
Hemos de ser valientes y audaces, no porque la pose épica quede muy bien en la foto, sino porque no hay alternativa. Es nuestro destino.
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