La serpiente era la bestia más astuta entre todas las creadas por Dios el Señor. Por ello, Satanás decidió asumir su forma con el objetivo de tentar a Eva y conducir al ser humano a su caída.
- ¿Cómo es que Adán y tú no coméis de los frutos de los árboles en el jardín del Edén? -le preguntó a la mujer.
- En verdad podemos alimentarnos del fruto de cualquier árbol que decidamos -contestó ella-, menos del manzano sagrado que se encuentra justo en medio del Edén. Dios nos advirtió de que no debíamos siquiera tocar sus manzanas porque, si lo hacemos, seremos expulsados del jardín.
La serpiente se rió sacudiendo su cabeza y contestó:
- Eso no es cierto. Dios os engaña. Él sabe muy bien que si coméis ese fruto lo que pasará en realidad es que adquiriréis sabiduría y podréis conocer todas las cosas del mundo y juzgar lo que es bueno y lo que es malo para vosotros. Y seréis como dioses.
La mujer dudó y Satanás continuó seduciéndola, hablándole de las maravillas que podrían llegar a comprender ella y Adán si comían de aquel árbol tan especial.
- El entendimiento que os concederá la manzana os pondrá al mismo nivel de Dios, por lo que no se atreverá a castigaros -insistió.
Eva no aguantó mucho tiempo la palabrería de la serpiente. A simple vista se veía que aquellos frutos no eran como los de los otros árboles del jardín. Su color era intenso y su brillo, mágico. Por cierto que su gusto debía de ser muy sabroso, pensó, además de los beneficios que tendría para ella y su esposo el hecho de comerlos. Al fin, no pudo resistir más, cortó una manzana y se la comió. Luego, le llevó otra a Adán y éste, ingenuamente, también se alimentó con ella.
Al momento, ambos abrieron los ojos y adquirieron conocimiento. Y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Y, cuando Dios apareció, se ocultaron de su presencia, pero les encontró y les preguntó lo que había sucedido. Ellos confesaron lo que habían hecho y fueron expulsados del jardín del Edén. Dios el Señor dijo, y esto fue ley:
- A partir de hoy, la tierra toda quedará bajo una maldición por vuestra culpa. El verano y el invierno se alternarán y ya no habrá más eternas primaveras. Tendréis que trabajar duramente para sobrevivir y ganar el pan con el sudor de la frente. Sufriréis dolor para tener descendencia. Y moriréis. Volveréis a la tierra con la que fuisteis formados, porque tierra sois y en tierra os convertiréis.
Luego, ordenó a sus ángeles que instalaran una contraseña inviolable para impedir que nadie más volviera a acceder al jardín del Edén. Y, aunque la contraseña era fácil (espadadefuego todo junto y en minúsculas, sin ningún número ni signo que dificultara su deducción), ningún ser humano conseguiría descifrarla jamás, pues tal fue su voluntad.
Satanás reía, mordisqueando su Apple. Digo..., su manzana del Edén.
Y los humanos se regodearon en su desnudez y empezaron a exigirse unos a otros enviarse fotos de su nuevo estado gracias a las redes sociales creadas con sus Apples. Send nudes, decían.
Y así fue la caída del hombre. Y la entropía se apoderó del mundo.
- ¿Cómo es que Adán y tú no coméis de los frutos de los árboles en el jardín del Edén? -le preguntó a la mujer.
- En verdad podemos alimentarnos del fruto de cualquier árbol que decidamos -contestó ella-, menos del manzano sagrado que se encuentra justo en medio del Edén. Dios nos advirtió de que no debíamos siquiera tocar sus manzanas porque, si lo hacemos, seremos expulsados del jardín.
La serpiente se rió sacudiendo su cabeza y contestó:
- Eso no es cierto. Dios os engaña. Él sabe muy bien que si coméis ese fruto lo que pasará en realidad es que adquiriréis sabiduría y podréis conocer todas las cosas del mundo y juzgar lo que es bueno y lo que es malo para vosotros. Y seréis como dioses.
La mujer dudó y Satanás continuó seduciéndola, hablándole de las maravillas que podrían llegar a comprender ella y Adán si comían de aquel árbol tan especial.
- El entendimiento que os concederá la manzana os pondrá al mismo nivel de Dios, por lo que no se atreverá a castigaros -insistió.
Eva no aguantó mucho tiempo la palabrería de la serpiente. A simple vista se veía que aquellos frutos no eran como los de los otros árboles del jardín. Su color era intenso y su brillo, mágico. Por cierto que su gusto debía de ser muy sabroso, pensó, además de los beneficios que tendría para ella y su esposo el hecho de comerlos. Al fin, no pudo resistir más, cortó una manzana y se la comió. Luego, le llevó otra a Adán y éste, ingenuamente, también se alimentó con ella.
Al momento, ambos abrieron los ojos y adquirieron conocimiento. Y se dieron cuenta de que estaban desnudos. Y, cuando Dios apareció, se ocultaron de su presencia, pero les encontró y les preguntó lo que había sucedido. Ellos confesaron lo que habían hecho y fueron expulsados del jardín del Edén. Dios el Señor dijo, y esto fue ley:
- A partir de hoy, la tierra toda quedará bajo una maldición por vuestra culpa. El verano y el invierno se alternarán y ya no habrá más eternas primaveras. Tendréis que trabajar duramente para sobrevivir y ganar el pan con el sudor de la frente. Sufriréis dolor para tener descendencia. Y moriréis. Volveréis a la tierra con la que fuisteis formados, porque tierra sois y en tierra os convertiréis.
Luego, ordenó a sus ángeles que instalaran una contraseña inviolable para impedir que nadie más volviera a acceder al jardín del Edén. Y, aunque la contraseña era fácil (espadadefuego todo junto y en minúsculas, sin ningún número ni signo que dificultara su deducción), ningún ser humano conseguiría descifrarla jamás, pues tal fue su voluntad.
Satanás reía, mordisqueando su Apple. Digo..., su manzana del Edén.
Y los humanos se regodearon en su desnudez y empezaron a exigirse unos a otros enviarse fotos de su nuevo estado gracias a las redes sociales creadas con sus Apples. Send nudes, decían.
Y así fue la caída del hombre. Y la entropía se apoderó del mundo.
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