Mis profesores de la Universidad de Dios coinciden en general con los textos de los antiguos pensadores y filósofos en la descripción del homo sapiens no como una especie malvada per se (hay excepciones, claro, pero en esos casos los individuos suelen estar movidos por ciertas fuerzas ajenas a ellos, actuando en la perenne danza de la guerra cósmica), sino poco desarrollada interiormente a pesar de sus supuestos grandes avances tecnológicos. Digamos que son como chavales de ocho o diez años que juguetean con revólveres cargados y sin seguro mientras conducen motocicletas de baja cilindrada: no disponen de inventos verdaderamente grandes o determinantes, pero a ellos les parece que lo son. Al menos, molan lo suficiente para imaginarse todo tipo de aventuras y, sobre la marcha la mayoría de las veces, para acabar metidos en gravísimos problemas de los que son incapaces de salir solos, cuando en un principio sólo querían divertirse un rato. Aún así, mi tutor en la universidad, el Gran Thoth, insiste mucho en que lo peor del homo sapiens no es eso, sino el estado de aturdimiento al que vive sometido.
Algunos de mis profesores dicen que se trata más bien de un sueño o un estado de duermevela pero el Gran Thoth insiste en el otro término. Lo he buscado en el DRAE, el Diccionario de la Real Academia de la Lengua (por cierto, Academia que como el resto de las actuales instituciones se ha dejado llevar por la pendiente de la decadencia y cada vez cumple peor su papel: no hay más que ver la cantidad de barbaridades léxicas que ha admitido como correctas en los últimos años con el argumento de "han pasado ya al habla mayoritaria"..., con lo que al paso que van cualquier día le darán el visto bueno al uso de k en lugar de que, de + en lugar de más y otras lindezas de los mensajes cortos de texto). Y allí me he encontrado con esta primera definición: "Perturbación de los sentidos por efecto de un golpe, de un ruido extraordinario, etc." Había otras variantes, de las cuales también me ha llamado la atención la que dice: "Estado morboso en que los sonidos se confunden y parece que los objetos giran alrededor de uno"... Y "morboso" se presenta como sinónimo de "enfermo" o "que provoca reacciones mentales moralmente insanas". Es en ese momento cuando he empezado a entender, creo, lo que me quería decir mi tutor porque todos los grandes seres humanos que conocemos históricamente (sólo ellos, no me refiero aquí a los homo sapiens que se nos presentan como seres humanos sin serlo, por mucho que hayan adquirido también cierta relevancia histórica en su actividad como títeres de las fuerzas antes mencionadas por encima) han insistido en sus manifestaciones públicas en la necesidad de recogerse hacia el interior, buscando la paz y la serenidad.
Naturalmente, no se trata de abrazar huecos eslóganes hippies de paz y amor, flower power y hakuna matata, sino de encontrarse a uno mismo, al ser humano de verdad que está en nuestro interior (una de las verdades más profundas que he conseguido comprender a lo largo de mi inmortalidad se resume en cuatro palabras cuyo significado exacto no pienso explicar porque me ha costado toda una eternidad destilarlo: La Salida está dentro) y, desde ese punto único y personal de cada cual, que diría don Juan Matus, adquirir conciencia absoluta de la identidad y el consiguiente control sobre los planos de la existencia a nuestro alcance. Aquél que alcanza ese punto y dirige su vida material desde allí es, literalmente, invencible. Por esa razón, las fuerzas ajenas (y van tres citas...) invierten tanto tiempo y dedicación en fomentar el aturdimiento. Alguien que logra llegar al final del laberinto y acceder al salón del trono para beber del Santo Grial escapa por completo de los Mecanismos Invisibles y es, en el entero sentido de la palabra, libre...
Para animar a los sinceros buscadores, reconozcamos que tampoco es tan difícil alcanzar ese lugar maestro. Basta con disponer de una combinación adecuada que no es tan difícil de hallar en el homo sapiens y que requiere de un mínimo de inteligencia, bondad de corazón y, sobre todo, voluntad (quizá la voluntad sea el ingrediente más complicado de sintetizar). Por eso, muchos individuos han tenido a lo largo de su vida, aun sin haberlo deseado, destellos de Avalon y han quedado deslumbrados y jadeantes ante esa visión maravillosa, pero también enfermos, presos de una extraña nostalgia que les come por dentro, les amarga y ya nunca les abandonará, dado que lo más probable es que nunca sean capaces de volver a encontrar el sendero que les condujo hasta allí. Ése es el verdadero problema: no el hecho de llegar a encontrar Tir Na Nog, sino el de, una vez hallado, no ser capaz de mantenerse en el País de las Hadas y actuar desde él. Decía el viejo Gurdjieff, y alguien me lo recordaba hace unos días, que "en cuanto un hombre despierta por un momento y abre los ojos, todas las fuerzas que ocasionaron que se durmiera comienzan a actuar sobre él con diez veces más fuerza y, de inmediato, se duerme de nuevo, soñando muy a menudo que está despierto o que está despertando". O, para entendernos en un nivel más grosero, cuando uno empieza a practicar el submarinismo comprende que lo difícil no es hundirse bajo el agua ni tampoco emerger a la superficie, sino mantenerse en el lugar donde uno quiere estar realmente entre dos aguas, para lo cual es preciso aprender a controlar la flotabilidad propia.
Así que el truco para avanzar en todo esto consiste en aprender a controlar la propia mente, la interfaz mediante la cual podemos interactuar en este parque de atracciones al que hemos sido arrojados sin demasiada consideración. Hay que entrenarla, con todo lo que eso significa de tiempo, esfuerzo, dedicación, etc., de una forma similar a como se entrena el cuerpo en un gimnasio. Es decir, eso que no le interesa ni a 1 de cada 100 millones de homo sapiens, porque "uf, es demasiado
cansado". Y así es como el homo sapiens acaba preso de leyes, imposiciones y mandatos ajenos a él, algunos de los cuales es capaz incluso de reconocer a través de los patrones que guían su vida mientras que otros piensa que forman parte de su opinión personal (que, en realidad, no existe, pues carece de libertad suficiente para madurar una opinión ciertamente propia). En todo caso debe obedecerlos sin rechistar.
Hace poco he leído por ahí la descripción de algunas de las trampas mentales más habituales que se aplican en este planeta. Las resumo a continuación:
* La influencia de la mayoría. Ésta es muy básica y conocida. La inmensa mayoría de la gente, incluso los que se vanaglorian de ser "independientes" y "originales" busca adaptarse de una manera u otra a los demás. Es el origen de las modas. Y, si de verdad no cuadra con la sociedad en la que está viviendo, es capaz de salir de ella no para buscar su propio camino sino para buscar otra sociedad donde haya mayoría de personas que piensen como ella. En este apartado se incluye lo que el gran Gustavo LeBon definió en su día como "muchedumbre psicológica", que ya ha aparecido en algún otro momento de esta bitácora.
* La dependencia de la primera idea. En nuestro refranero, aparece reflejada por ejemplo en esa sentencia que advierte de que "la primera impresión es la que cuenta" y es uno de los principales enemigos de un artista (músico, escritor, pintor, etc.) ya que se basa en la percepción errónea de que lo primero que se nos ocurre cuando pensamos en algún problema o proyecto es, por definición, lo mejor. La verdad es que la idea buena, en solitario o camuflada entre una avalancha de razonamientos mentales, suele llegar más tarde a medida que uno profundiza en la cuestión..., pero la primera que apareció tiende a tener más fuerza porque "el que da primero da dos veces", dice otro refrán. Ahora, cuando la cosa se pone más trágica es si uno recibe información novedosa imprescindible para el éxito de su plan..., pero, como ya cree disponer del argumento correcto, opta por ignorarla puesto que como todo el mundo sabe "es preferible lo malo conocido a lo bueno por conocer".
* Mantenimiento del statu quo o de eso que en campos como los de la política, las finanzas o la sociedad, los ingleses definieron como establishment. El miedo al cambio, a lo nuevo, que supuraba en los epígrafes anteriores, es lo que hace que el homo sapiens tienda a mantener las cosas como están, a no cambiarlas, a no ser que sea total y absolutamente necesario. La renuncia a explorar nuevos caminos es una actitud de petrificación, de muerte en vida y de hecho no tengo ninguna duda de que aquéllos que optan por dejarse atrapar en este cepo mental viven peor y menos tiempo que los que están dispuestos a afrontar Terra Incognita. Sin embargo, la rutina es una fuerza muy poderosa: por razones que no vienen al caso he tenido oportunidad de observar muy de cerca el tragicómico caso de personas con capacidad de proyección profesional que se han castrado laboralmente a sí mismas y prefieren vivir esclavizadas a un trabajo que no les satisface en una empresa en la que están a disgusto -pero que ya no tiene secretos para ellas- a enfrentar el reto de proyectos muy importantes y con alta remuneración en un nuevo escenario -por temor a lo desconocido, a lo que podría exigirles el desafío-.
* Selección y confirmación. El homo sapiens tiene una peligrosa tendencia a prestar atención casi exclusivamente a aquellos elementos que le rodean que coinciden con sus expectativas, ignorando el resto como si no existieran. Esta selección es una de las razones más poderosas por las que tantas personas se equivocan a la hora de enjuiciar una situación y actuar en consecuencia. Es eso que le lleva a uno a meterse alegremente de cabeza en un desfiladero, convencido de que es bueno porque le ahorrará tiempo de camino, sin plantearse que allí será presa fácil de una emboscada y que de hecho en la parte de arriba del mismo desfiladero se ve, aun de lejos, mucho movimiento de enemigos. También es el mecanismo utilizado para tapar los propios errores, aunque sean idénticos a los de los demás. Junto con la trampa de la selección, está la de la confirmación, porque la gente tiende a ver, creer o impulsar aquella información que confirma sus propias creencias, sobre todo si está en juego la emoción. Incluso las evidencias ambiguas se interpretan en apoyo de su punto de vista. Es como el viejo chiste en el que un americano le dice a otro que reza a su dios y que éste le escucha porque protege sus campos de maíz de que sean devorados por elefantes salvajes y, cuando el segundo le replica que no hay elefantes salvajes devorando campos de maíz en América, el primero le contesta con piadosa suficiencia que por supuesto que no.
* Correlación ilusoria. Una de las trampas favoritas del homo sapiens es cuando establece una relación entre cosas que en realidad no la tienen. Es una especie de deformación del principio de Causa y Efecto, que sí es muy real, muy eficiente y muy rotundo..., pero en este caso se asocian causas con efectos que no corresponden, si bien a ojos del observador interesa que lo hagan por algún motivo. Es como el tipo al que le apasionan las historias de fantasmas y ve la manifestación de alguno en el crujir de maderas viejas o en el viento silbando entre las rendijas de ventanas mal cerradas. Aquí se incluye también el clásico juicio de una persona
de acuerdo con el estereotipo asociado a su imagen: todo el mundo se imagina a Jesús el Cristo como un hombre alto y excesivamente delgado, vestido con una pobre túnica blanca y ojos en blanco, hablando con seriedad y tristeza..., pero ¿y si en realidad hubiera sido un hombre fuerte y atlético, alegre y dado a la carcajada, vestido a la moda? En los fragmentos del Evangelio de Judas descubiertos hace pocos años aparece un Jesús inédito, dado a tomarle el pelo a sus propios discípulos...
* Efecto Forer. Mucha gente cree con facilidad en descripciones generales de personalidad, con independencia de quién las ha redactado -o inventado-. Esto se usa mucho en los tests que se han puesto de moda en Internet, del estilo "¿Qué animal te representa?", por ejemplo, cuyos resultados se ofrecen tras varias preguntas. Es fácil hacer creer en estas generalidades. En el ejemplo propuesto, uno puede decirle al lector: "Eres un lobo. Independiente pero al mismo tiempo amante de tu familia. Fuerte y despierto. Te gusta recorrer tus territorios y disfrutas imponiendo tu presencia". ¿A quién no le gustaría que le dijeran algo así? Este efecto también es uno de los principales medios utilizados para desacreditar e incluso destruir disciplinas como la verdadera Astrología o el uso del Tarot a través de la versión basura que ofrecen los medios de comunicación.
* Falacia de la apuesta. El homo sapiens suele pensar que los sucesos pasados determinan sistemáticamente a los futuros. Y así es, en cierto modo cuando nos referimos a los mecanismos mentales de la gente corriente puesto que, en ausencia de un trabajo interno serio, siempre reaccionará igual frente al mismo estímulo en las mismas condiciones, no importa cuantos años transcurran entre una y otra ocasión. Un individuo avaro y cobarde será avaro y cobarde durante toda su vida..., a no ser que se produzca ese trabajo antes citado, lo cual no es lo común. Pero esta situación resulta falsa cuando hablamos de una persona que ha elaborado un trabajo consciente o cuando nos referimos a situaciones más allá de la propia persona. Un ejemplo clásico es la lotería: nadie suele comprar de un sorteo para otro el número que resultó premiado en el anterior, pero la probabilidad de que vuelva a ganar el mismo número es exactamente la misma que había cuando la ganó.
Éstas son sólo unas cuantas del amplio catálogo de trampas mentales disponibles para mantener constantemente aturdido al ganado humano. Es muy interesante comprenderlas en profundidad porque sucede un poco como en el caso de la publicidad subliminal: resulta difícil de descubrir dónde está camuflada la imagen que se no se ve a primera vista pero, una vez descubierta, va a ser lo primero que se vea de ese anuncio a partir de ese momento y así pierde toda influencia sobre el inconsciente.
Naturalmente, no se trata de abrazar huecos eslóganes hippies de paz y amor, flower power y hakuna matata, sino de encontrarse a uno mismo, al ser humano de verdad que está en nuestro interior (una de las verdades más profundas que he conseguido comprender a lo largo de mi inmortalidad se resume en cuatro palabras cuyo significado exacto no pienso explicar porque me ha costado toda una eternidad destilarlo: La Salida está dentro) y, desde ese punto único y personal de cada cual, que diría don Juan Matus, adquirir conciencia absoluta de la identidad y el consiguiente control sobre los planos de la existencia a nuestro alcance. Aquél que alcanza ese punto y dirige su vida material desde allí es, literalmente, invencible. Por esa razón, las fuerzas ajenas (y van tres citas...) invierten tanto tiempo y dedicación en fomentar el aturdimiento. Alguien que logra llegar al final del laberinto y acceder al salón del trono para beber del Santo Grial escapa por completo de los Mecanismos Invisibles y es, en el entero sentido de la palabra, libre...
Para animar a los sinceros buscadores, reconozcamos que tampoco es tan difícil alcanzar ese lugar maestro. Basta con disponer de una combinación adecuada que no es tan difícil de hallar en el homo sapiens y que requiere de un mínimo de inteligencia, bondad de corazón y, sobre todo, voluntad (quizá la voluntad sea el ingrediente más complicado de sintetizar). Por eso, muchos individuos han tenido a lo largo de su vida, aun sin haberlo deseado, destellos de Avalon y han quedado deslumbrados y jadeantes ante esa visión maravillosa, pero también enfermos, presos de una extraña nostalgia que les come por dentro, les amarga y ya nunca les abandonará, dado que lo más probable es que nunca sean capaces de volver a encontrar el sendero que les condujo hasta allí. Ése es el verdadero problema: no el hecho de llegar a encontrar Tir Na Nog, sino el de, una vez hallado, no ser capaz de mantenerse en el País de las Hadas y actuar desde él. Decía el viejo Gurdjieff, y alguien me lo recordaba hace unos días, que "en cuanto un hombre despierta por un momento y abre los ojos, todas las fuerzas que ocasionaron que se durmiera comienzan a actuar sobre él con diez veces más fuerza y, de inmediato, se duerme de nuevo, soñando muy a menudo que está despierto o que está despertando". O, para entendernos en un nivel más grosero, cuando uno empieza a practicar el submarinismo comprende que lo difícil no es hundirse bajo el agua ni tampoco emerger a la superficie, sino mantenerse en el lugar donde uno quiere estar realmente entre dos aguas, para lo cual es preciso aprender a controlar la flotabilidad propia.
cansado". Y así es como el homo sapiens acaba preso de leyes, imposiciones y mandatos ajenos a él, algunos de los cuales es capaz incluso de reconocer a través de los patrones que guían su vida mientras que otros piensa que forman parte de su opinión personal (que, en realidad, no existe, pues carece de libertad suficiente para madurar una opinión ciertamente propia). En todo caso debe obedecerlos sin rechistar.
Hace poco he leído por ahí la descripción de algunas de las trampas mentales más habituales que se aplican en este planeta. Las resumo a continuación:
* La influencia de la mayoría. Ésta es muy básica y conocida. La inmensa mayoría de la gente, incluso los que se vanaglorian de ser "independientes" y "originales" busca adaptarse de una manera u otra a los demás. Es el origen de las modas. Y, si de verdad no cuadra con la sociedad en la que está viviendo, es capaz de salir de ella no para buscar su propio camino sino para buscar otra sociedad donde haya mayoría de personas que piensen como ella. En este apartado se incluye lo que el gran Gustavo LeBon definió en su día como "muchedumbre psicológica", que ya ha aparecido en algún otro momento de esta bitácora.
* La dependencia de la primera idea. En nuestro refranero, aparece reflejada por ejemplo en esa sentencia que advierte de que "la primera impresión es la que cuenta" y es uno de los principales enemigos de un artista (músico, escritor, pintor, etc.) ya que se basa en la percepción errónea de que lo primero que se nos ocurre cuando pensamos en algún problema o proyecto es, por definición, lo mejor. La verdad es que la idea buena, en solitario o camuflada entre una avalancha de razonamientos mentales, suele llegar más tarde a medida que uno profundiza en la cuestión..., pero la primera que apareció tiende a tener más fuerza porque "el que da primero da dos veces", dice otro refrán. Ahora, cuando la cosa se pone más trágica es si uno recibe información novedosa imprescindible para el éxito de su plan..., pero, como ya cree disponer del argumento correcto, opta por ignorarla puesto que como todo el mundo sabe "es preferible lo malo conocido a lo bueno por conocer".
* Mantenimiento del statu quo o de eso que en campos como los de la política, las finanzas o la sociedad, los ingleses definieron como establishment. El miedo al cambio, a lo nuevo, que supuraba en los epígrafes anteriores, es lo que hace que el homo sapiens tienda a mantener las cosas como están, a no cambiarlas, a no ser que sea total y absolutamente necesario. La renuncia a explorar nuevos caminos es una actitud de petrificación, de muerte en vida y de hecho no tengo ninguna duda de que aquéllos que optan por dejarse atrapar en este cepo mental viven peor y menos tiempo que los que están dispuestos a afrontar Terra Incognita. Sin embargo, la rutina es una fuerza muy poderosa: por razones que no vienen al caso he tenido oportunidad de observar muy de cerca el tragicómico caso de personas con capacidad de proyección profesional que se han castrado laboralmente a sí mismas y prefieren vivir esclavizadas a un trabajo que no les satisface en una empresa en la que están a disgusto -pero que ya no tiene secretos para ellas- a enfrentar el reto de proyectos muy importantes y con alta remuneración en un nuevo escenario -por temor a lo desconocido, a lo que podría exigirles el desafío-.
* Selección y confirmación. El homo sapiens tiene una peligrosa tendencia a prestar atención casi exclusivamente a aquellos elementos que le rodean que coinciden con sus expectativas, ignorando el resto como si no existieran. Esta selección es una de las razones más poderosas por las que tantas personas se equivocan a la hora de enjuiciar una situación y actuar en consecuencia. Es eso que le lleva a uno a meterse alegremente de cabeza en un desfiladero, convencido de que es bueno porque le ahorrará tiempo de camino, sin plantearse que allí será presa fácil de una emboscada y que de hecho en la parte de arriba del mismo desfiladero se ve, aun de lejos, mucho movimiento de enemigos. También es el mecanismo utilizado para tapar los propios errores, aunque sean idénticos a los de los demás. Junto con la trampa de la selección, está la de la confirmación, porque la gente tiende a ver, creer o impulsar aquella información que confirma sus propias creencias, sobre todo si está en juego la emoción. Incluso las evidencias ambiguas se interpretan en apoyo de su punto de vista. Es como el viejo chiste en el que un americano le dice a otro que reza a su dios y que éste le escucha porque protege sus campos de maíz de que sean devorados por elefantes salvajes y, cuando el segundo le replica que no hay elefantes salvajes devorando campos de maíz en América, el primero le contesta con piadosa suficiencia que por supuesto que no.
* Correlación ilusoria. Una de las trampas favoritas del homo sapiens es cuando establece una relación entre cosas que en realidad no la tienen. Es una especie de deformación del principio de Causa y Efecto, que sí es muy real, muy eficiente y muy rotundo..., pero en este caso se asocian causas con efectos que no corresponden, si bien a ojos del observador interesa que lo hagan por algún motivo. Es como el tipo al que le apasionan las historias de fantasmas y ve la manifestación de alguno en el crujir de maderas viejas o en el viento silbando entre las rendijas de ventanas mal cerradas. Aquí se incluye también el clásico juicio de una persona
de acuerdo con el estereotipo asociado a su imagen: todo el mundo se imagina a Jesús el Cristo como un hombre alto y excesivamente delgado, vestido con una pobre túnica blanca y ojos en blanco, hablando con seriedad y tristeza..., pero ¿y si en realidad hubiera sido un hombre fuerte y atlético, alegre y dado a la carcajada, vestido a la moda? En los fragmentos del Evangelio de Judas descubiertos hace pocos años aparece un Jesús inédito, dado a tomarle el pelo a sus propios discípulos...
* Efecto Forer. Mucha gente cree con facilidad en descripciones generales de personalidad, con independencia de quién las ha redactado -o inventado-. Esto se usa mucho en los tests que se han puesto de moda en Internet, del estilo "¿Qué animal te representa?", por ejemplo, cuyos resultados se ofrecen tras varias preguntas. Es fácil hacer creer en estas generalidades. En el ejemplo propuesto, uno puede decirle al lector: "Eres un lobo. Independiente pero al mismo tiempo amante de tu familia. Fuerte y despierto. Te gusta recorrer tus territorios y disfrutas imponiendo tu presencia". ¿A quién no le gustaría que le dijeran algo así? Este efecto también es uno de los principales medios utilizados para desacreditar e incluso destruir disciplinas como la verdadera Astrología o el uso del Tarot a través de la versión basura que ofrecen los medios de comunicación.
* Falacia de la apuesta. El homo sapiens suele pensar que los sucesos pasados determinan sistemáticamente a los futuros. Y así es, en cierto modo cuando nos referimos a los mecanismos mentales de la gente corriente puesto que, en ausencia de un trabajo interno serio, siempre reaccionará igual frente al mismo estímulo en las mismas condiciones, no importa cuantos años transcurran entre una y otra ocasión. Un individuo avaro y cobarde será avaro y cobarde durante toda su vida..., a no ser que se produzca ese trabajo antes citado, lo cual no es lo común. Pero esta situación resulta falsa cuando hablamos de una persona que ha elaborado un trabajo consciente o cuando nos referimos a situaciones más allá de la propia persona. Un ejemplo clásico es la lotería: nadie suele comprar de un sorteo para otro el número que resultó premiado en el anterior, pero la probabilidad de que vuelva a ganar el mismo número es exactamente la misma que había cuando la ganó.
Éstas son sólo unas cuantas del amplio catálogo de trampas mentales disponibles para mantener constantemente aturdido al ganado humano. Es muy interesante comprenderlas en profundidad porque sucede un poco como en el caso de la publicidad subliminal: resulta difícil de descubrir dónde está camuflada la imagen que se no se ve a primera vista pero, una vez descubierta, va a ser lo primero que se vea de ese anuncio a partir de ese momento y así pierde toda influencia sobre el inconsciente.
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