Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 8 de mayo de 2015

El olor de los espárragos en la orina

La obsesión por la inmortalidad está llegando en los últimos tiempos a límites patéticos. No hay más que dejarse avasallar por la batería de anuncios con que nos bombardea la televisión enviando una y otra vez el mensaje de que la vejez es algo evitable, o al menos fácilmente retrasable, gracias al consumo de todos los productos que despliega ante nosotros.  La presión es inmensa, casi diría que insoportable, sobre todo para las mujeres: parece mentira que haya tanta presunta "feminista" alardeando de tal por el mundo y no sean capaces de unirse para levantar la voz contra la avalancha de mensajes del estilo "ponte-esta-crema-para-parecer-que-tienes-25-años-aunque-estés-rozando-los-60" (entre paréntesis, como si cumplir los 60 fuera malo...), que se extiende a champúes, depilaciones, alimentos "facilitadores del tránsito", dentaduras, verrugas, circulación sanguínea, viajes especiales para la "edad de oro" y, en general, todo lo que se le pueda ocurrir a alguien para engañar al personal haciéndoles creer que no sólo es deseable sino que se puede seguir siendo joven durante un tiempo indefinido.

Eso, en lo que se refiere al público en general, porque luego está la versión extendida para los geeks, nerds y demás fauna hipertecnológica que sueña con la estupidez de eternizarse por el expediente de transformarse en un androide mezclando su cuerpo físico con un montón de chips y tornillería. O peor, la idea de los Amos y algunos de sus siervos que están pagando auténticas fortunas (está pasando ahora mismo, otra cosa es que no nos lo cuenten en los grandes medios de comunicación) para "reconstruirse" físicamente por dentro, considerando que los órganos del cuerpo humano son una especie de meros repuestos periódicamente intercambiables ad infinitum. A esta gente en concreto me hubiera gustado presentarles a los embalsamadores del antiguo Nilo, que tenían motivos ciertamente poderosos (no, no los puedo revelar..., por eso me gustaría presentárselos: para que tuvieran una charla con ellos) para extraer y guardar con mucho cuidado los pulmones, el estómago, los intestinos y el hígado de la persona que iba a ser momificada en los correspondientes vasos canopos dedicados a Hapy, Duamutef, Qebehsenuf y Amset. Y el corazón, ni tocarlo.

En el mundo físico hay algunas criaturas que parecen acercarse a ese estado supuestamente ideal de no morir jamás y por ello están recibiendo atención extrema últimamente, aunque dudo mucho que alguien con dos dedos de frente quisiera parecerse de verdad a esas criaturas. Por ejemplo, ¿a quién le gustaría ser un gusano, aunque fuera eterno? Porque los gusanos planos o planaria, según los estudios de un grupo de investigadores de la británica universidad de Nottingham publicados en la revista científica PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences), son prácticamente invencibles por la edad. Y no porque duren mucho sino por su
capacidad de regeneración, en apariencia ilimitada, que les permite calcarse a sí mismos sin cesar. Uno de los expertos que participó en este trabajo reconocía su sorpresa tras comprobar que, tanto los gusanos que se reproducen por la vía sexual como los que no (éstos son más aburridos, simplemente se dividen en dos de tanto en tanto) pueden regenerarse con el crecimiento de músculos, piel, vísceras e incluso el cerebro entero (en fin, no es que tengan un gran cerebro, pero...) todas las veces que haga falta. Los seres humanos también podemos hacer eso, pero tenemos un límite. Cuando las llamadas células madre se dividen, por ejemplo para crecer físicamente o para curar una herida, pierden fuerza de manera progresiva hasta que llega un momento en que no dan más de sí. Ahí comienza el envejecimiento propiamente dicho.

Todo esto tiene que ver con los telómeros, una parte del cromosoma (el mecanismo que contiene y traspasa la vital información del ADN) que, cada vez que se divide la célula, reduce su tamaño. En el momento en que ha sido demasiado recortado por la división, pierde la capacidad de reproducción. Lo que han hecho los científicos británicos ha sido confirmar que los gusanos planarias tienen la capacidad de mantener la longitud de sus telómeros indefinidamente, con lo cual pueden duplicarse y reduplicarse las veces que les dé la gana: en teoría, hasta el fin de los tiempos (si es que ese concepto mesiánico y absurdo existiese realmente). Ni que decir tiene que los Amos y compañía están dispuestos a invertir cantidades astronómicas en la línea de trabajo de cualquier investigador que les prometa un resultado verificable de que a) ha encontrado el mecanismo exacto que permite a estos gusanos mantener intactos sus telómeros y b) es capaz de trasladarlo y reproducirlo con seres humanos.

Hay otros seres parecidos, como la medusa Turritopsis nutricula, un hidrozoo que no mide ni un centímetro de longitud y que se comporta de forma muy similar a los gusanos mencionados porque, tras llegar a su estado de animal adulto, no decae hasta la muerte, sino que es capaz de volver sobre sus pasos, como si su edad fuera una goma elástica y "rejuvenecer" regresando a su forma de vida juvenil para repetir su ciclo vital. Y esto, todas las veces que haga falta, gracias a un proceso de transdiferenciación: en pocas palabras, una manera de modificar sus células una vez que éstas se han diferenciado, para retroceder a fases anteriores a su especialización. Este bichejo, procedente de los mares caribeños pero que hoy parece haberse extendido prácticamente en todos los oceános del planeta, es conocido desde hace no demasiados años, pero quien descubrió tan sorprendente capacidad fue una bióloga de la norteamericana Universidad de Pennsylvania, María Pía Miglietta, que trabajaba con análisis genéticos practicados sobre abundantes ejemplares de la medusa. Su descripción de la forma de funcionar del animal es simple: "es como si una mariposa pudiera volver a convertirse en una oruga a voluntad"

Entre los gusanos y las medusas, hay un tercer trabajo científico reciente que también llama la atención. El dirigido por el doctor James Vaupel del danés Instituto Max Plank y publicado en Nature en el que se analizan los patrones de envejecimiento y reproducción en 46 especies distintas de seres vivos, que incluye una conclusión especialmente llamativa y es que algunas especies de animales (inscritas en las categorías de moluscos o corales, entre otras) y vegetales (entre las plantas o algas) prácticamente no envejecen a lo largo de su vida, francamente muy longeva. Incluso, al contrario, con el paso del tiempo se incrementan algunas de sus capacidades incluyendo la reproductiva. ¿Cómo es posible eso, si se supone que todo nace, crece, se reproduce y muere, como siempre se ha enseñado en el colegio? Está claro que la Naturaleza aún guarda muchos más secretos de los que estamos realmente por la labor de admitir, aunque particularmente no creo que ningún ser pueda sobrevivir desde el punto de vista físico a lo largo de la eternidad. La materia es, después de todo, un estado demasiado frágil para la vida.

Conociendo que estoy en la Universidad de Dios, a menudo me han preguntado qué se siente siendo inmortal y siempre contesto lo mismo: en realidad, deberíamos partir de la base de que todos los somos, si bien la mayoría de la gente no lo sabe (lo que tampoco es cierto, según mi tutor el Gran Thoth, pues existen personas que sí son inmortales y realmente lo ignoran pero también hay otras que no lo son aunque suelen sospecharlo...; no obstante, no seré yo quien ande por ahí revelando el futuro del personal y frustrando así su experiencia en el aquí y el ahora).

Muchas tonterías se nos quitarían de la cabeza si dejáramos de hacer caso a viejos chalados y jóvenes fanáticos que viven, conjuntamente, de meter miedo a la gente contándole historias de terror sobre cosas de las que nada entienden. Lo cierto es que la vida material, tal y como la conocemos, es tan emocionante y divertida como una buena partida de rol. Es un fabuloso parque de atracciones cuyo único riesgo verdadero consiste en olvidar que es precisamente eso y a continuación
 convencerse a uno mismo de que somos los papeles que interpretamos. Por lo demás, tiene de todo: alegrías, tristezas, aventuras, peleas, romances, muerte y destrucción, familia, enemigos, sexo, traición y muchas otras cosas más, todas ellas interesantes y aprovechables. Porque todo es oro, para quien sabe ver y tratar cada situación, sin importar lo que parezca a simple vista. Como dice el genial Franco Battiato en Testamento, una de las colosales canciones de su maravilloso último (por el momento) disco Ábrete Sésamo, acerca de su vida mortal: "me gustaba todo, hasta el olor que le daban los espárragos a la orina".


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