Para los fatuos y los cegados por la búsqueda del poder personal. Para los corruptos. Para los endiosados miserables. Para los serviles con los poderosos y abusadores de los débiles. Para los envidiosos y ruines. Para los prepotentes y soberbios. Para los millonarios en dinero y en egoísmo. Para los depravados y malignos. Para los cínicos malvados. Para muchos otros..., mi fabuloso y bienamado profesor de Misticismo y Paradojas, el mulá Nasrudin, nos ha contado hoy en la Universidad de Dios una anécdota que le ocurrió hace muchos años y que creo les puede venir bien. Si la entienden.
Nasrudin vigilaba un día su puesto de frutas pero se quedó adormilado, momento que aprovechó un ladrón para robarle un saco de sus mejores manzanas. Cuando despertó, se indignó muchísimo. En ese momento, apareció uno de sus mejores amigos por allí, al que le contó lo ocurrido y luego le pidió el favor de que se quedara un momento en el puesto del mercado mientras iba a buscar al ladrón.
- Pero, ¿sabes dónde ha ido? Si estabas dormido... Ni siquiera has visto la cara del que te ha robado las manzanas -protestó débilmente su amigo.
Nasrudin le dijo que no le hiciera preguntas y se limitara a quedarse al frente del puesto, mientras desaparecía rápidamente.
El amigo permaneció el resto del día con las frutas y, al caer el sol, lo recogió todo y se fue a casa, pensando que Nasrudin debía estar registrando casa por casa cada uno de los barrios de Bagdad.
Como vivía en las afueras, pasó junto al cementerio y de pronto se sorprendió al verle sentado tranquilamente en la puerta del cementerio.
- ¿Qué haces ahí? ¿No ibas a buscar al ladrón? -le preguntó, sorprendido, al mulá.
- Sí, estoy esperándole, precisamente. Tarde o temprano aparecerá por aquí.
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