Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 6 de mayo de 2016

Conspiranoico, no dispare

La principal razón de que la URSS fuera el país con mayor número de pérdidas humanas durante la Segunda Guerra Mundial no fue la ferocidad alemana sino la inhumanidad de Stalin y sus comandantes, que no dudaron en lanzar varias veces a sus ejércitos en ataques auténticamente medievales contra las posiciones germanas, sobre todo durante los primeros años del conflicto. Como no disponían de armas suficientes, ni tampoco de soldados bien entrenados, enviaban oleadas masivas de gentes embrutecidas con vodka, que buscaban vencer al enemigo por el simple peso del número. Esta carne de cañón era empujada a primera línea por comisarios comunistas bien armados que ejecutaban sin piedad a quienes se negaban a avanzar o intentaban retroceder. No hay mucha literatura sobre esto (como sobre tantos otros crímenes del comunismo soviético), y el cine apenas contiene alguna secuencia explicativa como la que podemos ver en Enemigo a las puertas de Jean Jacques Annaud. Pues bien, la idea que tiene mucha gente hoy día acerca de la labor de los periodistas en los medios de comunicación contemporáneos es exactamente la misma: suele creer que la mayoría son grandes y valientes profesionales que podrían limpiar la sociedad publicando ese mito llamado las-verdaderas-noticias-libres pero no lo hacen porque escriben coaccionados por los directores y redactores jefes del lugar donde trabajan, verdaderos comisarios políticos encargados de ejecutarles laboralmente si se saltan las directrices del mismísimo general o dueño de la empresa.

Las últimas semanas se ha publicado algo (tampoco mucho) y no demasiado en profundidad (más allá de las quejas habituales, nadie ha examinado el problema de verdad a fondo) acerca de la libertad de prensa o la falta de ella en el mundo en general y en España en particular. No pienso pontificar al respecto, después de todo cada uno cuenta la feria como le va, pero después de más de treinta años ejerciendo este género literario que en el fondo es el Periodismo creo poder opinar con cierto fundamento que los comisarios políticos no son en absoluto necesarios (o, mejor dicho, lo son y he conocido a más de uno, pero se dedican a otros menesteres, no al de revisar las noticias que se publican y las que no) porque el elemento que mantiene la información bajo control de los Amos no es ajeno a los propios profesionales de la información sino todo lo contrario: radica en la autocensura. No suele haber órdenes estrictas de hablar de esto o lo otro, no hace falta porque ellos mismos se niegan a tocar ciertos asuntos. En otras palabras, los periodistas no son pobres gentes embrutecidas con alcohol y sin armas desorientados en plena ofensiva sino fieles soldados seguidores del régimen que creen estar actuando correctamente la mayoría de las veces. Sí, incluso (o quizá más) esa generación de supuestos "nuevos grandes informadores" que han desembarcado en ciertas cadenas televisivas y en ciertas manchetas digitales que sacan pecho presumiendo de ser verdaderamente independientes y que están tan esclavizados como los que les precedieron, sólo que a intereses (en apariencia, nada más) opuestos. 

El más famoso de ellos ha protagonizado algunos ridículos clamorosos mientras su fiel audiencia continúa mirando para otra parte. Por ejemplo, cuando tras denunciar la pésima situación laboral española, en especial la de los becarios, su propio programa televisivo difundió un anuncio..., para seleccionar un becario que trabajara gratis. (!) O cuando criticó severamente en uno de sus monográficos la producción de determinadas marcas de ropa..., que luego son las que habitualmente viste y con las que ha sido fotografiado repetidas veces (!!). O cuando se adornó con la máscara de mártir de la libertad de expresión, diciendo que no aceptaría presiones de nadie para justificar su entrevista a un mafioso asesino..., después de haber desechado uno de sus propios programas porque todos los testimonios que había recogido eran críticos contra cierta errática alcaldesa amiga suya (!!!).

No, los periodistas españoles (ni los europeos, ni los norteamericanos, ni ninguno) no tienen nada que ver con la imagen que fabricó y nos vendió Hollywood (especialista en inventarse realidades alternativas y hacerlas pasar por verídicas) y que en nuestras propias producciones literarias o audiovisuales nos gusta imitar. A estas alturas, el 95 % de la labor del 95 % de los periodistas no tiene nada de detectivesco ni de verdaderamente apasionante ni de aventurero en general. La descripción más corriente que uno encuentra en cualquier relato de ficción nos muestra a este profesional como una persona idealista, solitaria e incapaz de mantener una relación familiar sólida por su sed de conocimientos y aventuras, a menudo con un carácter intrépido y una mente aguda capaz de desentrañar cualquier enigma, amigo de todos y, aún más, de todas (por alguna razón, el periodista de ficción suele ser siempre hombre y suele tener también un atractivo sexual arrollador para ellas) mientras se fuma todos los cigarrillos habidos y por haber y se bebe todos los licores del mundo sin que su riñón se vea afectado, antes de prestar un gran servicio a la sociedad y hasta sacrificarse por ella tras averiguar el secreto de turno. Pero la verdad es que de, todas esas características del personaje, la única que he encontrado más o menos repetida en la vida real entre el considerable número de periodistas que he conocido es la del consumo de alcohol, si bien a diferencia de lo que pasa en las películas el abuso del mismo sí pasa factura en el mundo de verdad.

Por lo demás, en el Periodismo hay de todo, como en botica: personas tranquilas y otras desnortadas, algunos enamorados de la imagen romántica de la profesión y otros de su imagen canalla, los hay muy familiares y también lobos solitarios, estupendos estilistas y torpes incapaces, profesionales responsables e insensatos que no saben de lo que hablan..., hay buena gente y también hay auténticos hijos de Satanás. Los he conocido a todos. Los trato a todos, a día de hoy. No son muy diferentes de los médicos, de los pescaderos, de los arquitectos o de los teleoperadores.

Cuando comprendes esto dejas de sorprenderte de que, igual que sucede en el resto de ocupaciones laborales, la gran mayoría de los periodistas viva presa de las mismas cárceles mentales que los médicos, los pescaderos, los arquitectos o los teleoperadores. En teoría, el escepticismo que un periodista desarrolla (lo quiera o no) cuando lleva el tiempo suficiente manejando información, así como el mismo hecho de manejarla, debería vacunarle contra ello y abrir su mente a otras explicaciones del mundo pero en la práctica no sucede así. Me pasa a menudo, me pasó esta misma semana otra vez, que un veterano colega de sólida carrera y oficio demostrado me interrogara, verdaderamente sorprendido, por "ese descreimiento tuyo ante las versiones oficiales, esa afición a buscar cosas raras por sistema, esa tontería conspiranoica que tanto te gusta, cuando tú eres una persona culta e inteligente". Fue a raíz de mi referencia a un buen video de resumen publicado en Internet que recoge algunas de las pruebas indiscutibles de que la explicación oficial acerca del desmoronamiento de las Torres Gemelas durante los atentados del 11S es irreal y por tanto falsa. Para este periodista (que seguramente ni siquiera se tomó la molestia de ver el video completo y mucho menos de reflexionar sobre su contenido), el hecho de que un suceso hoy aceptado como verídico de manera oficial pueda no serlo no es aceptable. Va contra su explicación del mundo y sus esquemas mentales, cristalizados desde niño, que no se atreve ni a rozar porque si se rompieran tendría que volver a empezar, a reconstruirse entero por dentro.

Sin embargo, la Historia está llena de sucesos que en su día fueron aceptados oficialmente y que con el tiempo se han demostrado que en realidad ocurrieron de manera distinta, a veces incluso exactamente al revés de como la sociedad lo había creído..., y esto no durante años sino durante siglos. Siempre ha habido pequeños grupos de personas que conocían en tiempo real esos secretos, inconcebibles para sus contemporáneos, pero que sus descendientes manejamos hoy día como información tan corriente que a veces no nos entra en la cabeza que en tiempos pretéritos no fuera igual de común. De la misma forma, hoy están pasando muchas cosas que se ocultan a la mayoría de la gente y cuya realidad no se conocerá hasta dentro de mucho tiempo. O tal vez nunca. El historiador Richard Hofstadter escribió muy acertadamente que "Lo cierto es que la Historia misma es una conspiración" por lo que ser conspiranoico en cierto modo es, también, ser realista. 

Ojo, un buen conspiranoico no es un crédulo que acepta cualquier idea simplemente porque sea alocada, sino que se trata más bien del perfecto escéptico. Es una estupidez (y un pasaporte a la locura) dudar por sistema de todo y de todos, pero también lo es no hacerlo de las circunstancias en apariencia correctas que contienen sin embargo suficientes piezas que no encajan de ninguna manera. En ese sentido, la clave no es tanto el manejo de mucha información sino el adecuado procesamiento mental de esa información. Un conspiranoico de ley no debería fiarse ni siquiera de otros conspiranoicos pues conocemos casos de supuestos colegas-en-la-búsqueda-de-la-verdad que en realidad son agentes dobles dispuestos a liar aún más la madeja. Recuerdo ahora el caso de cierto famoso ufólogo español de finales del siglo pasado que, en secreto, estaba a sueldo de determinada institución del Estado para dar difusión sólo a los casos OVNI más endebles y difíciles de analizar mientras ocultaba o desestimaba públicamente los verdaderamente interesantes y demostrables.

Uno de los aproximadamente ciento cincuenta mil gurúes de la conspiranoia que pululan por internet intentando impresionar al personal con todo lo que saben, Don Harkins, publicaba no hace mucho su particular explicación acerca de por qué "la mayoría de personas no puedan ver la verdad, incluso cuando la tienen delante de sus narices" sin comprender los "tremendamente bien argumentados, demostrados y probados argumentos que utilizamos para describir y explicar el proceso de explotación y esclavitud global a la que estamos sometidos". La explicación más corriente, afirma, es que la mayoría de la gente simplemente no quiere ver lo que sucede en el mundo, que no es otra cosa que el hecho de que "personas extremadamente negativas, que conforman la elite del poder en el planeta, han cultivado con mucha inteligencia un prado de hierba tan verde y frondosa que pocos individuos, rara vez, se molestan en mirar con tiempo suficiente para darse cuenta de que se trata de un campo de hierba artificial". Por lo que esos individuos son de inmediato calificados como "insanos teóricos de la conspiración" a pesar de que no sólo ven "la hierba sino incluso la granja y el castillo de los señores feudales que controlan todo desde lejos".

Para Harkins, aquéllos que no se dan cuenta de lo que ocurre no es que no quieran verlo, sino que no pueden hacerlo, porque la visión humana está cubierta por ocho velos. Según su teoría:

* De los casi 7.000 millones de personas que hay en el planeta, aproximadamente un 90 % vivirá y morirá sin haber penetrado nunca el primer velo que les separa de la percepción real del mundo porque "nunca valorarán seriamente nada que no tenga que ver con aquello que les mantiene vivos o les permite gestionar su vida diaria".

* Los 700 millones de personas restantes, que han conseguido romper el primer velo, se encuentran con la Política y tratan de participar en el juego siguiendo las reglas e intentado tomar decisiones para mejorarlo pero "sus opiniones estarán marcadas por lo que dictan sus gobiernos, según sus tendencias políticas, la opinión de los expertos y otras figuras de autoridad". Así que el 90 % de ellos morirá sin llegar más allá.

* Los más o menos 70 millones de personas que rompieron el segundo velo se percatarán de las mentiras de la Historia y la relación del homo sapiens con sus formas de gobierno y las leyes como medidas de control. Pero la mayoría también fallecerá sin penetrar el tercer velo.

* Los en torno a 7 millones de personas que quedan sí serán conscientes de que todos los recursos del planeta, incluyendo a la gente están bajo el control de un grupo limitado de personas y familias muy poderosas "cuyas posesiones, manipulaciones y extorsiones han servido para fundar la actual economía global, basada en la deuda". Pero casi todos se quedarán ahí.

* El cuarto velo sólo será penetrado por unas 700.000 personas, que descubrirán y comprenderán "el mundo de los Illuminati, de la Masonería, de las sociedades secretas" que "perpetúa la transmisión de conocimiento arcano usado para mantener a la gente ordinaria en una esclavitud política, económica y espiritual por los linajes y familias más antiguas del planeta". Como en los casos anteriores, el 90 % de estas personas no llegará a traspasar el siguiente velo, el quinto.

* Éste sólo será rasgado por unas 70.000 personas en todo el planeta, que "aprenderán que estas sociedades secretas y familias poderosas están muy avanzadas tecnológicamente y disponen de conocimientos como el viaje en el tiempo o las comunicaciones interestelares" por lo que sus miembros "pueden manipular a las masas con la misma facilidad con la que nosotros mandamos a nuestros hijos a la cama".

* A estas alturas, apenas unas 7.000 personas podrán traspasar el sexto velo para descubrir "la fuerza real detrás de las sociedades secretas y quienes les dictan sus órdenes", que no está compuesta sino por un grupo de "alienígenas, entidades negativas y reptoides, seres que parecen sacados de cuentos de ficción y literatura infantil".


Harkins se planta aquí. En su opinión, sólo 700 personas podrían alcanzar el séptimo velo que dice no haber podido llegar a penetrar personalmente pero que especula con que sea "la percepción que tiene el alma de la persona, libre ya de filtros mentales, tan evolucionada que ve la realidad de forma muy diferente a los demás..., una especie de Gandhi iluminado que se pasea por el mundo despertando a todos a su alrededor sin restricción alguna". En cuanto al octavo velo, imagina que "probablemente significa ver la revelación de Dios y la energía pura detrás de la fuerza viva que impregna todas las cosas". Siguiendo sus cálculos, aquí no llegarían más de 70 personas en todo el planeta... Números aparte, insiste en que las personas que ven la vida detrás de los velos 1 al 5 "no tienen ninguna opción más que percibir a los que han roto el velo numero 6 como locos, insanos y paranoicos" y cuánto más intenten éstos últimos explicar lo que ven a los primeros, que no han eliminado "ese filtro de sus vidas, más insanos y locos aparecen ante ellos". De esta manera "la mayor parte de la población del planeta se encuentra detrás de los dos primeros velos y constituye así una herramienta del gobierno y del sistema de control" mientras que los que rompen los velos siguientes "tienen cada vez menos utilidad para el sistema" lo que equivale a asumir una serie de riesgos y sacrificios.

Todo esto no es nada nuevo, aunque Harkins lo plantee como algo novedoso. Los antiguos egipcios, por ejemplo, ya nos hablaron acerca de los velos de Isis y los antiguos hindúes explicaban las ilusiones de Maya. Pero en las Escuelas de Misterios nunca hizo falta describir tantos niveles con su correspondiente parafernalia, sino que todo se reducía a una sola cuestión: el sueño. La gente corriente está dormida y por tanto es incapaz de apreciar lo que está sucediendo de verdad, mientras que sólo un pequeño puñado de personas está despierta (y no por azar, sino por un intenso y duro trabajo interno) y puede ver y oír. Esas Escuelas también enseñaban que aquéllos ciertamente despiertos no suelen proclamarlo a voces por el mundo adelante, no sólo porque han superado ese vicio tan común de necesitar ser adorados, alabados y respetados por las masas, sino porque corren el riesgo de acabar crucificados.

Hace unos cuantos años, se hicieron populares unas prendas empleadas por periodistas norteamericanos en los conflictos armados del centro y el sur de América: sudaderas y camisetas en las que pintaban una leyenda, acompañada a veces por el dibujo de una diana, que decía "Periodista, no dispare", para identificarse como tal ante guerrillas, paramilitares e incluso soldadesca de los países en guerra. No sé yo qué salida comercial tendría algo parecido pero con la frase "Conspiranoico, no dispare".









No hay comentarios:

Publicar un comentario