Mis antepasados más remotos fueron paganos; los más recientes, herejes.

viernes, 27 de enero de 2017

Zardoz

John Boorman dirigió en 1974 una de las películas en apariencia más extravagantes de la historia de la ciencia ficción: Zardoz. Nunca fue entendida por la mayoría de sus espectadores ni, por supuesto, por la crítica especializada, quien pretendió interpretarla en clave hippie, filosófica, lisérgica e incluso gay -el atuendo que lucía Sean Connery, el protagonista, parecía especialmente diseñado para llamar la atención de este tipo de público-. A día de hoy, sigue siendo una obra objeto de befa y mofa en diversas webs llenas de comentarios cuya necedad es fácilmente explicable debido a la incomprensión de la historia. Incluso se ha convertido en una película de culto precisamente por su inexplicada excentricidad. Sin embargo, es precisamente hoy día cuando esta película de carácter simbólico cobra todo su sentido y es más fácil de comprender. Al menos, tal y como me la explicó Mac Namara desde el punto de vista conspiranoico. 

El argumento nos sitúa en el siglo XXIII, en un clásico mundo postapocalíptico donde la sociedad homo sapiens ha quedado reducida a un estado de salvajismo y de perpetuo enfrentamiento entre los clanes supervivientes, en medio de un paisaje desolado que apenas da para obtener algunos recursos alimenticios. Los "brutales", que así se llaman ahora los humanos, adoran a una grotesca y colosal cabeza de piedra voladora con aspecto de máscara teatral griega, que aparece de vez en cuando sobre ellos lanzando mensajes chocantes como "el pene es el mal, las armas son buenas". Es su dios Zardoz, que regularmente aterriza entre ellos para que los brutales recojan del interior de su boca las armas y municiones que les deja, a cambio de recibir ofrendas en forma de comida por parte de los salvajes. Uno de éstos, Zed (Connery) resulta ser más inteligente y osado que la media de sus contemporáneos y un día decide esconderse dentro de Zardoz para volar con él y ver dónde vive.  

Zardoz aterriza en el interior de un gigantesco domo, el Vórtex, donde Zed descubre un paisaje muy diferente al del resto del planeta, con espacios verdes y agradables construcciones, así como personas muy diferentes a los brutales: hombres y mujeres de aspecto lánguido y gentil (con unos tocados ciertamente curiosos, algunos de ellos) que responden al nombre de los "elegidos" o los "eternos". Viven en un entorno tranquilo, sin grandes problemas, y no conocen la enfermedad ni la vejez. Una inteligencia artificial llamada el Tabernáculo contesta sus preguntas y resuelve cualquier contingencia conectado a ellos a través de unos especiales anillos de cristal. Las escasas muertes que se producen por accidente son compensadas con la clonación de un nuevo cuerpo para las personas afectadas, lo que les otorga la inmortalidad física. Pero al desaparecer los problemas y los desafíos, la vida pierde todo el sentido y los eternos se aburren durante todo el día sin saber qué hacer para llenar las interminables horas de su tiempo. Ni siquiera pueden recurrir al sexo, porque se han vuelto impotentes... En los pocos casos en los que algunos de ellos han decidido rebelarse contra esta vida sin sentido y tratan de forzar las reglas impuestas por el Tabernáculo, éste les castiga aislándoles y provocando su envejecimiento artificial, con lo que les condena a seguir viviendo igualmente, pero en peores condiciones físicas. Tampoco pueden organizar un ataque contra el superordenador que rige sus vidas porque cuando se puso en marcha todo el sistema éste fue bien escondido para que no pudiera ser destruido en el futuro y nadie sabe dónde está.

Durante su sorprendente excursión, Zed no sólo descubre que el nombre de Zardoz es un remedo de El Mago de Oz (The wiZARD of OZ), el famoso libro de Lyman Frank Baum (que, por cierto, tiene una interesante lectura más allá de la puramente infantil, denunciando entre otras cosas la falsa economía basada en el oro: no en vano el peligroso camino de baldosas es amarillo como el oro y la tierra de Oz se llama así igual que la abreviatura -oz de onza- empleada para la medida del preciado metal) sino que, de hecho, la estrategia utilizada con este dios es similar a la del perverso brujo del texto original. Se revela también que el creador de Zardoz es un eterno llamado Arthur Frayn que oficialmente ha diseñado al "dios" para someter a los brutales y reducir su número progresivamente (recordemos sus mensajes chocantes contra el sexo   -o sea, la procreación- y a favor de la violencia -es decir, la muerte-) pero también como parte de una conspiración para terminar con el Tabernáculo y sacar a la humanidad de su estéril estancamiento. Zed entiende que él mismo es una pieza clave del juego, el resultado de experimentos genéticos impulsados por el mismo Frayn para crear un brutal menos brutal y más parecido a los eternos, que pudiera algún día penetrar en el Vórtex y hacer lo que ni brutales ni eternos pueden hacer: destruir al Tabernáculo.

Tras diversas peripecias, Zed termina comprendiendo que ha de encabezar la rebelión, así que dirige al interior del domo a los brutales, que destruyen, saquean y matan a la mayoría de los eternos (una novedad que, todo sea dicho, éstos reciben con ilusión, felices de poder terminar por fin sus inútiles vidas). Encuentra también el Tabernáculo y lo aniquila. El final de la película es una secuencia de imágenes en formato time lapse con banda sonora de fondo de la séptima sinfonía de Beethoven, en la que aparece Zed junto con Consuella (Charlotte Rampling), una de las líderes rebeldes de los eternos. Ambos aparecen sentados dentro de la cabeza de piedra, con sobriedad y autoridad y vestidos con unos abrigos verdes, como los nuevos reyes de la humanidad resultante mezcla de brutales y eternos. De hecho, junto a ellos aparece un bebé (su hijo) que va creciendo y convirtiéndose en un hombre joven a medida que ellos envejecen. Finalmente, les deja y ellos mueren, se convierten en esqueletos y acaban reducidos a polvo. El único recuerdo de toda la aventura son unas manos pintadas en la pared y el revólver que utiliza Zed durante la película...

Así resumida, la historia parece incluso sencilla, pero hay que ver el largometraje entero para entender la perplejidad que embarga a la audiencia no avisada ante la complejidad de algunos de sus símbolos así como lo aparentemente abstruso de algunos planteamientos filosóficos que se presentan allí. 

- Y, sin embargo, es todo muy sencillo -precisa Mac Namara-. Lo que Boorman está mostrando aquí es una advertencia doble: por un lado, a los Amos, por los planes que están desarrollando en este momento y aspiran a hacer realidad en su obsesión por convertirse en dueños físicamente inmortales del planeta y, por otro lado, a la gran masa de humanos ignorantes de la conspiración que les gobierna y a los que está diciendo 'mirad lo que os espera'. No obstante, este cineasta, en realidad, sigue la estela de otras obras que advirtieron de lo mismo antes que él..., y cuyos avisos se perdieron igualmente ante la sordera del público al que iban dirigidos.

Asiento con la cabeza. Siempre he pensado que el género de la ciencia ficción se inventó en su día no como una mera entretención o especulación de futuro sino como una forma de contar a la sociedad ciertas cosas que no se podrían explicar de otra manera (porque la mayoría del público no las entendería y porque los autores que intentaran revelarlas no morirían tranquilamente en su cama). Recuerdo en ese momento, por ejemplo, El tiempo en sus manos, de George Pal, estrenada en 1960 a partir de la adaptación de la novela de H. G. Wells (por cierto, un gran conocedor de algunos de los planes de los Amos, como refleja en sus obras y en su propia trayectoria personal). Allí también aparece esa doble raza humana del futuro: los gentiles y rubios Eloi -nombre tan obviamente similar al de Elohim, los dioses de los antiguos textos semitas- y los brutales y retrasados Morlocks -una especie de nuevos neandertales cuyo nombre es por cierto una variante de Morlok, un apellido que puede encontrarse en ciertas zonas de Alemania-.

- Como sabes -explica mi gato conspiranoico-, el plan de los Amos es conducir a la humanidad a una nueva Edad Media en la que ellos sean los señores feudales mientras que el resto de la población queda reducida a condiciones de esclavitud o, como mucho, de servidumbre. Cuando digo "resto" de población quiero decir exactamente eso, "resto", pues su idea es deshacerse de la mayor parte de la gente de una forma u otra, de manera que en total el número de habitantes de la Tierra no alcance los 500 millones de personas. El arma con la que aspiran a convertirse en los nuevos señores no será la religión ni el ejército, como en la primera Edad Media, sino la tecnología.

- De ahí el inmenso negocio de los últimos años en torno a la informática y la obsesiva búsqueda de la inteligencia artificial...

- No sólo eso. Ellos buscan crear su propio Tabernáculo, como el de la película, un nombre por cierto muy explicativo si te pones a analizarlo con cuidado... Pero no se limitan a diseñar una inteligencia artificial todopoderosa. También trabajan en todos los campos de la salud, obsesionados con lograr la inmortalidad física a base de sustituir los órganos originales del cuerpo por "repuestos" biológicos, como si los seres humanos fueran simples máquinas con piezas intercambiables. O cambiando directamente todo el cuerpo, al clonarlo. La idea detrás de la clonación es la posibilidad de transplantar la conciencia indefinidamente de un cuerpo a otro, pero tiene un gran inconveniente: el cuerpo clonado no contiene el cerebro original, donde se manifiesta la identidad. Es más, parece que cada clon desarrollaría su propio cerebro con su propia identidad. Entonces, ¿se podría considerar a un clon como una persona individual? Y en ese caso, ¿se podría extraer su cerebro y matar así a esa persona para introducir en su lugar el cerebro de la persona original? Claro que primero tienen que conseguir un trasplante de cerebro exitoso...

Me acuerdo de la oveja Dolly y de tantos ingenuos que a día de hoy siguen pensando que los científicos se limitarán al mundo animal sin atreverse a intentar clonar por completo a un ser humano... Pero Mac Namara continúa su discurso y he de prestarle atención.

- Otra cuestión clave es el control demográfico: una revista española de divulgación publicaba recientemente los aberrantes avances que se están llevando a cabo en los últimos años para conseguir una maternidad sin madre, presentándolo como algo agradable y deseable: "ya es hora de que las mujeres dejen de sufrir por el embarazo" y otros sinsentidos semejantes. Como sabemos, los científicos ya han conseguido la primera parte:  fecundar un óvulo con esperma fuera del útero. Ahora, entre otras cosas, buscan diseñar una "vasija" ajena a la mujer, donde el feto pueda desarrollarse hasta el momento del "parto" y, en lugar de nacer, el bebé sea literalmente fabricado. Esto ya fue adelantado en 'Un mundo feliz' de Aldous Huxley, otro hombre con conocimientos..., y con contactos especiales. Y este tipo de avances tienes que relacionarlo con el fortísimo impulso a ciertas corrientes de pensamiento antitradicionales, así como a ideologías hoy omnipresentes como por ejemplo el radicalismo ecológico, que nada tiene que ver con el verdadero ecologismo, y que sostiene conceptos como que los seres humanos sois el cáncer del planeta y habría que destruiros a todos para salvarlo. El deseo de los Amos es, como te digo, hacer desaparecer de la faz de la Tierra cuanto antes a varios miles de millones de personas y controlar férreamente a las que queden a través de esos avances tecnológicos.

- De esta manera, 'Zardoz' adquiere sentido rápidamente...

- Así es. La película muestra lo que los Amos desearían que fuera su futuro en este planeta: ellos viviendo calentitos y sin preocupaciones en un entorno idílico, protegido y controlado por la informática y alimentados por los recursos facilitados por sus siervos, una masa de gentes salvajes y mal alimentadas, sin patrias, sin tradiciones, sin culturas diferenciadas, sin objetivos de ningún tipo más allá de la mera supervivencia, y fáciles de manipular. O, lo que es lo mismo, el resultado, a la larga, del mundo globalizado y bastardizado que hoy nos venden como el ideal supremo de una humanidad supuestamente en paz y que si por desgracia llegara a hacerse realidad supondría, en cambio, un camino garantizado hacia el infierno.

Pienso entonces en las últimas noticias que han publicado medios como The New Yorker acerca de Nueva Zelanda, un lugar alejado de todas partes pero que conserva -precisamente por su lejanía- recursos naturales y paisajes bellísimos. Según estos medios, el país oceánico se ha convertido en la nueva meca de algunas de las personas con más dinero del mundo. De hecho, el pasado mes de septiembre fue clasificado como "el segundo mejor lugar de residencia para expatriados" en la Tierra, entendiendo como "expatriados" no a pobres inmigrantes ilegales sino a personas con capacidad para inyectar un mínimo de algo más de 7 millones de dólares en la economía local. Entre los nombres conocidos de los nuevos "vecinos" de Nueva Zelanda figuran personas como el industrial Alexander Abramov, el cineasta James Cameron o el fundador de Alibaba Jack Ma. Kim Dotcom, el fundador de megaupload.com, concedió unas curiosas declaraciones a finales de octubre pasado en las que decía que "el mundo está entrando en una gran crisis y por eso nos mudamos a Nueva Zelanda (...) ya que este lugar está fuera de todas las listas de objetivos nucleares". Un detalle: al día siguiente de las elecciones que elevaron al poder a Donald Trump, la web de inmigración neozelandesa recibió ¡24 veces! más visitas desde EE.UU. que la media diaria. En la semana posterior a la elección de su nuevo presidente, 13.400 ciudadanos norteamericanos se pusieron a comprar una residencia en el país oceánico. Otro detalle: en los últimos diez meses de 2016, los ciudadanos de EE.UU. habían adquirido el cuádruple de la superficie comprada durante el mismo período de 2015 en nueva Zelanda. Reid Hoffman, cofundador de LinkedIn, también opinaba sobre esto asegurando que cerca de la mitad de los habitantes de Silicon Valley habían pensado en mudarse por allí, sobre todo tras el gran crecimiento de frustración y animadversión popular contra las elìtes sociales. ¿Es Nueva Zelanda el hogar del Vórtex? 

- Al mismo tiempo, el largometraje advierte a los Amos de que su sueño es absurdo, porque esa vida de señores basada en la tecnología terminaría al final por perder todo el sentido y les conduciría a la autodestrucción -añado entonces en la conversación con mi gato conspiranoico.

- Tú lo has dicho. Es uno de los eternos, Arthur Frayn, quien termina concibiendo la forma de desmoronar todo el sistema. ¡Y esa forma pasa por conseguir volver a unir a la humanidad, a los brutales y a los eternos! El hijo de Zed y Consuella es el hombre nuevo, el que reiniciará de nuevo todo el ciclo... Como sin duda ha sucedido antes más de una vez: recuerda las palabras del sacerdote egipcio a Solón en el templo de Sais...

- Esto lo sabes tú, lo sé yo y seguro que lo sabe también más de algún otro interesado. Entre otros, los propios Amos. Y sin embargo siguen adelante con sus proyectos...

- Sí, porque en su soberbia están convencidos de que pese a todo no fallarán. Y se equivocan. Por eso los Amos, aunque se creen peligrosos de verdad, son los más ingenuos de todos -ríe Mac Namara entre dientes.

Me doy cuenta de que ha terminado su análisis y, desperezándose, se dispone a irse, como de costumbre, en un santiamén. Pero antes tengo que preguntarle una cosa que siempre me ha intrigado:

- ¿Era necesario ver a Sean Connery con semejante 'look'? Queda demasiado..., digamos, ridículo.

- Pero, fíjate bien, alma de cántaro... Durante todos estos años, cuando la gente pensaba en esta película, incluso a día de hoy, ¿qué es lo que recuerdan? ¡Las pintas de Connery! O algunos otros detalles caricaturescos de la obra, como la propia cabeza voladora. Toda esa puesta en escena está hecha 'ex profeso' para despistar, porque el homo sapiens es igual que los indios de las películas: se deslumbra enseguida con las cuentas de colores brillantes y se queda ahí, en el continente, en lugar de profundizar hacia el contenido. Como te dije, 'Zardoz' es una advertencia pero su mensaje no estaba en realidad destinado a todo el mundo...







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